Capítulo 98. El interrogatorio (parte 1)
García entró en la sala sin dejar de mirar a Carlos a los ojos. No quería que éste notara algún tipo de miedo, porque si el psiquiatra era lo que percibía en él, estaba perdido. La mirada del policía era una mirada retadora y dura. Y así lo percibió Carlos.
-Hola inspector, encantado de verlo de nuevo-dijo el psiquiatra manteniéndole la mirada a García.
-Hola doctor. Aquí estamos, otra vez. Yo en realidad no estoy encantado de verle de nuevo.
-Inspector, por cierto, me gustaría preguntarle, ¿Qué se siente al haber asesinado a una persona? Ahora no somos muy diferentes, usted y yo,¿No cree?- preguntó Carlos a García. El psiquiatra, por la apariencia que tenía García, y por cómo actuó en segundo plano cuando la inspectora y él fueron a entrevistarlo a su consulta, pudo ver que el policía no era tan duro como aparentaba, y seguramente le pesaría el haber matado a un hombre, aunque éste fuera un asesino. Quería meter el dedo en la llaga porque sabía que ese hombre era pura fachada.
-Para empezar, aquí el que hace las preguntas soy yo. Y usted a mí no me va a psicoanalizar, así que olvídese de lo que es usted y céntrese en el interrogatorio que le voy a hacer ahora mismo, ¿De acuerdo? Recuerde que no estamos en su consulta ni soy un paciente suyo.
El psiquiatra sonrió amargamente. Seguía mirando fijamente a García. La mirada de éste, para el policía, estaba llena de frialdad y de seducción por partes iguales. No sabía bien cómo podía describirla. Por eso mismo pensó que era una mirada muy aterradora.
-Bien, cuénteme, empezando por el principio, cómo conoció a Álvaro.
-Sí, yo te voy a contar, tranquilo, pero...Cuéntame primero cómo está tu compañera. Me hubiera gustado que fuera ella la que estuviera ahí sentada. Seguro que me lo pasaba mejor con ella que contigo. Y, ¿Sabes por qué? Porque me encantan las mujeres con más cojones que un hombre. Son un reto para mí, y la inspectora es algo inusual.
García se estaba empezando a desesperar. El cabrón quería sacarlo de sus casillas. Debía de hacer acopio de su autocontrol. Sabía que podía hacerlo. No podía mostrar ningún tipo de debilidad ante esa escoria.
-Ella está bien. Descansando. Lo necesitaba. Así que no se preocupe por mi compañera.
-¿Por qué no me tuteas? Sabes...Cojo más confianza si te muestras más cercano a mí.
-Está bien Carlos. Bueno, cuéntame cómo conociste a Álvaro.
-Eso ya os lo dije. Su padre me lo trajo a la consulta porque su madre lo maltrataba y veía en él ciertos comportamientos que según su padre eran anormales para un crío de su edad, tipo matar a un pájaro.
-Sí, eso ya nos lo dijiste. Sigue, por favor.
-Yo ya sabía que estaba ante un psicópata, conforme lo iba tratando, lo confirmé. Luego el muchacho cuando cumplió los dieciocho, dejó de venir a verme.
-Entonces iba obligado por su padre.
-Claro, ¿Qué psicópata visitaría a un psiquiatra? Ninguno. Ellos se creen superiores, aunque hay un estudio que indica que en realidad tienen un coeficiente intelectual inferior a la media, aunque creíamos lo contrario, y bueno, en el caso de Álvaro, sí tenía un coeficiente intelectual algo más elevado que la media. Pero aún con todo, me resultó muy fácil manipularlo y amoldarlo a mis propias necesidades.
-Interesante,Carlos. Sé que la psicopatía es resultado de una interacción y relaciones de factores genéticos, neurobiológicos, socioculturales, psicológicos y de aprendizaje conductual. Pero ésto lo dejaremos para más adelante - el policía quería ahondar en la vida de Carlos, no en la de Álvaro, porque ya sabía por qué Álvaro había terminado siendo lo que era. Por lo que ahora necesitaba entender por qué Carlos era otro psicópata como Álvaro. -¿Por qué dices que lo manipulaste?
-Verás. Cuando lo estuve tratando antes de los dieciocho, me fijé en él como mi discípulo. Él era perfecto para lo que yo necesitaba, no me servía cualquiera. Yo necesitaba más a la hora de mantener sexo, mi mujer no me satisface, ella es una inútil para todo, pero no me molesta y me deja tranquilo, ni me exige nada. Así que puedo hacer y deshacer a mi antojo. Por lo que me sirve como compañera de vida. La tengo completamente dominada. Así que, para mí, ella es perfecta. Así pues, mientras Álvaro me contaba sus fantasías sexuales sádicas, yo me las imaginaba todavía más atroces, y no veas cómo me excitaba con ello. Joder, eso sí me llevaba a tocar el cielo.
García miraba a Carlos casi sin pestañear. Estaba dándole información muy valiosa, sin tener que esforzarse en conseguirla. El interrogatorio estaba yendo mejor de lo que él pensaba. Carlos tenía ganas de contarle sus fechorías, quería que el policía se quedara atónito con lo que le estaba contando. Y lo mejor estaba por llegar.
-Cuanto más cerca me sentía yo de Álvaro, por tener unas necesidades sexuales muy parecidas, el estúpido cumplió dieciocho años y dejó de venir a verme. Yo lo eché de menos pero pensé que se me pasaría. Hasta que mis necesidades sexuales se recrudecieron. Entonces, a los años, intenté ponerme en contacto con el padre de Álvaro con la gran suerte que fue el mismo Álvaro el que me cogió el teléfono. Le hice venir de nuevo a mi consulta, fue fácil convencerlo, le dije que me traía entre manos algo que le iba a hacer tocar el cielo de felicidad, además de que se sacaría mucho dinero con ello, y el muy tonto vino a verme. Ya ves, le hablé de placer y dinero, y vino sin pensárselo. Sabes, menos la gula y la avaricia, Álvaro cumplía con los otros cinco pecados capitales.
García estaba impávido en su silla. Era incapaz de moverse ni un sólo milímetro. Todo iba cuadrando para el policía. Parecía que Carlos estaba siendo sincero con él.
-Alvaro me dijo que estaba en paro. Por lo que le ofrecí secuestrar a chicas, violarlas y sodomizarlas, y además de conseguir placer haciéndolo, yo le dejaría vivir en la casa que heredé de mis abuelos. Él se agobiaba viviendo con su padre porque debía cuidarlo. Necesitaba su propio espacio, y yo se lo ofrecí en bandeja. Como pudo ver, la casa de mis abuelos está medio abandonada. Álvaro se encargaba de un mantenimiento mínimo. Así que los dos salíamos ganando con el intercambio.
García sabía que debía preguntar por esa casa. Pero lo haría más tarde, ya que era incapaz de interrumpir el relato de Carlos. No quería que éste cambiara de parecer y decidiera cerrar la boca.
-Total, que Álvaro accedió encantado. Así empezó nuestra andadura por el bosque. Primero secuestramos a Pilar. La pobre...Le hicimos bien poco, porque fue la primera. Luego Álvaro fue mejorando la técnica de tortura. Quedamos en llevar a las chicas al sótano de la casa de mis abuelos. Sería nuestra "habitación sucia". Así decidimos llamarla. Era nuestra habitación de tortura. Ya habréis visto todo lo que teníamos preparado allá abajo. De sólo pensar en ello, ya me estoy excitando, inspector.
-Pero...¿Empezó todo con querer hacer vídeos gore?- García sabía que lo de los vídeos gore en realidad era un aliciente a todo lo que ellos querían conseguir secuestrando, violando y matando a esas chicas. El ganar dinero con esos vídeos, era algo secundario en su afán por dominar, sodomizar y matarlas, y Carlos terminó por confirmarlo. Ellos ya tenían suficiente con dejarse llevar por su sadismo, pero además de eso, podían sacar dinero haciéndolo y a Álvaro no le venían mal unos ingresos extra.
-Sí, bueno, yo en realidad no necesito dinero. Pero me da mucho placer el colgar videos hechos por Álvaro. Y, como pagan muy bien, nos repartíamos el dinero. Aunque yo me quedaba más, por supuesto, ya le dije a Álvaro que yo le dejaba la casa de mis abuelos a cambio de él torturar y matar a las chicas. En los vídeos, que imagino que ya los habréis visto, Álvaro se tapa la cabeza. Sólo se le ven los ojos. Así que él no vio peligro en que lo pudierais reconocer.
-¿Cómo llevasteis a las chicas a la casa de tus abuelos? Porque tú también las llevaste, ¿No?
-Fácil, las dormíamos en el mismo bosque. Y entre los dos las metíamos en el coche de mi mujer. Nunca cogí mi coche. No podía llamar la atención, mi coche es de alta gama, ya sabe. El de mi mujer no lo es. Y sí, claro que ayudé. No podía dejar al inútil de Álvaro sólo en eso. -García sabía que estaban registrando la casa de Carlos y los coches, tanto el de él como el de su mujer, se los iban a llevar para registrarlos hasta el último milímetro. -Bueno, primero fue Pilar, luego la chica con la que Álvaro tuvo varias citas por internet, a ésta la habéis encontrado troceada en el frigorífico que tengo en el sótano, y luego vino Isabel.
A García se le revolvieron las tripas. Ese cabrón hablaba de las mujeres que habían capturado y torturado con una frialdad inaceptable y eso le hizo enmudecer. Ese interrogatorio estaba siendo demasiado duro para el policía.
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