Capítulo 97. Antes del interrogatorio.
García salió de su casa a paso ligero. Esa mañana interrogaría a Carlos, y por fin podría descansar el fin de semana que estaba al caer. Aunque estaba seguro que necesitaría medicación para poder dormir. No quería volver a pasar una noche como la que acababa de pasar. Además de joderle también a Rosa. Ella debía ir a trabajar y necesitaba descansar.
Cuando se subió al coche, comenzó a pensar en cómo iba a llevar la entrevista con un tipo tan inteligente como era Carlos. Para empezar, sólo lo había visto una sola vez y fue en su consulta. A Vanesa y a él les había parecido un hombre con mucho encanto, muy carismático. García sabía que ese tipo de criminales se salían dentro de lo que se consideraba normal, y por lo tanto la forma de sacarle información, debía ser diferente. Aunque el perfil de muchos asesinos en serie era similar en ciertos aspectos, eran mentes muy complejas en general. García conocía al dedillo los archivos y documentos sobre Álvaro, porque ya llevaban tiempo detrás de él, y se había estudiado su expediente, pero de Carlos, que era el que estaba vivo, no los conocía. Y sabía perfectamente que Carlos y Álvaro eran dos asesinos en serie muy diferentes, a pesar de que muchos aspectos de sus perfiles coincidieran. García debía ir muy bien preparado para poder hablar con Carlos y que éste quisiera colaborar con él. Esperaba que no se cerrara en banda. En realidad él sabía que si Carlos accedía a hablar con él, sería por mejorar su futura sentencia o para recrear sus fantasías criminales de nuevo. Por ese motivo debía personalizar el interrogatorio a Carlos. En ese momento, García le dio las gracias a John Douglas, uno de los máximos expertos en el mundo en asesinos seriales. Él y sus compañeros inventaron ese término en los años setenta para describir a aquellos individuos que habían asesinado por lo menos a tres personas, con una periodicidad entre cada asesinato y motivados por lograr una gratificación psicológica. Gracias a ese hombre, ahora se sentaban en todo el mundo a analizar la historia, el comportamiento y la psicología de los asesinos. Y también de examinar las escenas del crimen, buscar patrones y cualquier tipo de detalle relevante, para poder comprender por qué estas personas hicieron lo que hicieron. Ahora García debía aplicar todo lo que había aprendido como inspector de homicidios. Pero aún con ello, el policía se encontraba muy nervioso. Que él hiciera las preguntas correctas no quería decir que Carlos contestara también correctamente. Seguro que éste se guardaría algún as en la manga. Veríamos cómo fluía el esperado interrogatorio. García iba a echar mucho de menos a su compañera, se iba a tener que empeñar a fondo, porque Vanesa solía ser la pieza clave en los interrogatorios.
García por fin consiguió aparcar el coche en el parking de comisaría. Estaba hecho un manojo de nervios por lo que se le avecinaba. Pero sabía que aún con ello, acabaría haciendo bien su trabajo. En realidad ya sabían de lo que se le acusaba a Carlos, quisiera él confesarlo o no, además de tener pruebas en contra de él. La sartén la tenían ellos por el mango. Antes de bajar del coche, respiró hondo mientras se frotaba las sienes suavemente.
Cuando entró en comisaría, unos cuantos compañeros se acercaron a saludarlo y a darle la enhorabuena por la gran intervención que hicieron en la casa del psiquiatra Vanesa y él. García, a pesar de estar orgulloso de haber hecho bien su trabajo, llevaba por dentro todo el horror que había vivido esa noche, y aún tenía que descubrir si tenía las herramientas suficientes para poder enfrentarse a ello, porque hasta ahora, las pesadillas se habían adueñado de él.
A los diez minutos, el policía se acercó por fin a la sala de interrogatorios. Allí se encontraba esperándolo Ana, la jefa. Ésta no quería perderse detalle de cómo el policía iba a llevar la entrevista con una persona como el psiquiatra. Sabían que ese hombre era digno de estudio, y no siempre interrogaban a alguien como él.
La ubicación de la sala de interrogatorios estaba muy próxima a los calabozos y alejada de los núcleos de actividad de la comisaría. Se trataba de dos zonas separadas y comunicadas por un espejo unidireccional, como las que salían en las películas. En la habitación contigua se encontraba ya la jefa, esperando a que trajeran a Carlos de los calabozos. Cuando éste llegara, activarían los sistemas de grabación.
García se encontró con la jefa en la habitación. Ésta lo recibió con los brazos cruzados.
-¿Qué tal, García? Buenos días. ¿Estás preparado?
-Buenos días, jefa. No me queda otra que estarlo.
-Sabes que este tío no es como cualquier delincuente común, ¿No?
García miró a su jefa a los ojos, y la mirada del hombre denotaba seguridad y control. Delante de la jefa no podía mostrar miedo alguno. Una cosa era con Vanesa, y otra cosa era con su superior.
-Sí, tranquila. Lo sé. Sabe, esta noche he soñado con él, y es difícil entender una mente tan retorcida como la de Carlos, pero para eso están todos los estudios que han hecho sobre tipos como éste. Intentaré hacerlo lo mejor que pueda. Sólo necesitamos que cante, porque tenemos pruebas en contra de él.
-Sí, a ver qué es lo que le ha llevado a ser tan sádico cómo es. A ver qué le sacas. Suerte, García.
Justo dos policías traían custodiado a Carlos a la sala. Éste llevaba las muñecas exposadas detrás de su espalda. Aun así, Ana y García se quedaron estupefactos cuando lo vieron entrar. Andaba con un porte muy estirado y seguro de sí mismo, y en un momento dado, la mirada del psiquiatra se cruzó con la de García, a pesar de él no poder ver dónde ni quién estaba detrás del espejo. El policía se sobrecogió. Esa mirada lo dejó completamente helado, y para colmo Carlos le sonrió maliciosamente. García estuvo a punto de desmoronarse, pero finalmente, sin que nadie lo viera, su cuerpo se tensó y de repente se envalentonó. Sacó fuerzas no sabía de dónde, cogió el informe que tenía sobre la mesa, y se dirigió a la sala de interrogaciones. Llegó el momento de sentarse detrás del hombre más odiado de España en ese mismo instante, iba a ser todo para él, y quisiera o no, acabaría disfrutando ese interrogatorio.
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