Capítulo 84. Los nervios a flor de piel.
Vanesa seguía al teléfono con García. Estaba tan nerviosa que no paraba de ir de un lado a otro de la habitación. Olivia aún estaba sentada en la cama, mirando a Vanesa recorrer las cuatro paredes de la habitación sin parar. Le daban ganas de morderse las uñas. Vanesa estaba eufórica y la forense sólo esperaba que la inspectora estuviera en lo cierto, porque de no ser así, se llevaría un buen batacazo.
Vanesa estaba a esas alturas sobreexcitada, hasta que se le escapó decirle a García por teléfono ¡bingo! Y una preciosa sonrisa de oreja a oreja se le dibujó en su rostro cansado. Unas ojeras muy marcadas le resaltaban debajo de sus grandes ojos oscuros, pero Olivia aún con ello la veía guapísima.
Cuando por fin la inspectora colgó la llamada con García, se dirigió muy feliz hacia Olivia.
-Olivia, lo tenemos, en efecto, tiene varias viviendas a su nombre, y tiene en un barrio obrero una casa con sótano, aunque por lo que se ve la tiene medio abandonada. Estoy segura que Álvaro se encuentra allí ahora mismo.
La forense no se lo podía creer. ¿Podría estar en lo cierto la inspectora? De sólo pensar que podría haber dado en el clavo, su piel se erizó sin necesidad de ningún contacto. Su cerebro no dejaba de pensar en Álvaro haciendo de las suyas a una pobre chica, y en un sótano cochambroso.
Vanesa se dirigió a donde había dejado su ropa, se quitó por el camino lo que llevaba encima y se dispuso a ponerse sus jeans y su suéter.
Olivia la siguió nerviosa.
-Pero Vanesa, ¿Vas a salir ahora de casa? Está lloviendo a cántaros. ¿No puedes esperar un par de horas a que deje de llover tan fuerte?- La forense tenía pavor de que Vanesa cogiera la moto con el tiempo tan horrible que hacía afuera. Tenía mucho miedo de que la inspectora corriera sobre el asfalto mojado y pudiera caerse o tener un accidente.
-Oli, ese cabrón tiene a la chica desaparecida. El tiempo apremia, y a ella la quiero con vida. Lo siento, no hay tiempo que perder.
-Está bien, por favor...Llámame cuando puedas, pero no te olvides de hacerlo.
-Oli, tú descansa. Va a ir todo muy bien, ya lo verás, confía en mí.
-Vanesa, no voy a poder descansar sabiendo que corres peligro, conociéndote vas a correr con la moto y me da miedo que te caigas. Y luego me da miedo también que llegues a esa maldita casa y te encuentres con lo que tú crees. No quiero que ese loco te haga daño. Joder, ojalá no fueras inspectora -Olivia estaba a punto de echarse a llorar. Algo le decía que esa noche no iba a salir todo como Vanesa quería. Ahora era ella la que tenía un mal presentimiento.
-Oli, no me voy a arriesgar - Le tuvo que mentir Vanesa. Ella sabía que con toda la adrenalina que tenía ya en su cuerpo, era capaz de cualquier cosa con tal de detener a Álvaro y al psiquiatra.
-Me estás mintiendo. Aunque llevemos muy poco juntas sé que me estás mintiendo, joder, no soy tonta.
Vanesa se acercó a la forense y la abrazó suavemente. Quería sentirla de alguna manera, y relajarla, pero le partió el alma cuando sintió el cuerpo de Olivia tiritar. Sabía que no tiritaba por el frío, sino por el miedo que se apoderó de ella pensando en que ella corría mucho peligro.
-Vanesa, por favor, sé que por ti no lo vas a hacer, así que hazlo por mí, cuídate, ¿Vale?
Vanesa miró a los ojos a Olivia y estos denotaban hielo en la mirada. Joder, en ese momento fue Vanesa la que empezó a tiritar.
-Oli, tendré cuidado, pero piensa que estoy haciendo mi trabajo, y que en realidad estoy haciendo lo que más me gusta. No te preocupes más por mí. Todo saldrá bien. García iba a acudir ahora a ese domicilio, así que no estaré sola. Bueno, nos vemos en unas horas. Tú, aunque no duermas, debes descansar, que en unas horas tienes que irte también a trabajar. Cuando pueda te llamo, ¿Vale?
Vanesa se separó de Olivia como pudo, porque en realidad le costó un mundo hacerlo. En los brazos de esa mujer la inspectora se sentía segura. Si fuera por ella, no saldría de esa casa, pero el deber la llamaba, y también las ganas que tenía de por fin coger a los asesinos de esas jóvenes.
Las dos mujeres se dirigieron hacia la salida cogidas de la mano, y antes de salir, Vanesa le plantó un beso en los labios a Olivia. Ésta necesitaba más de la inspectora, pero algo le decía que ese beso podría convertirse en el último beso que Vanesa le diera. Esa idea la desechó rápidamente de su cabeza, y cuando Vanesa se dispuso a salir, desesperada la llamó.
-¡Vanesa, espera!- Le gritó Olivia antes de que se fuera.
Vanesa se dio la vuelta y miró fijamente a Olivia.
-¡Te quiero!-Salió por fin de los labios temblorosos de Olivia.
Vanesa se quedó estática en el sitio. No supo qué contestarle, aún sabiendo que ella también la quería, pero algo la detuvo. Algo le impidió decirle que también sentía lo mismo por ella. Sólo fue capaz de sonreírle, y decidió darse la vuelta y salir corriendo de allí.
Necesitaba subirse a su moto mientras el frío se calaba en sus huesos, para dejar de pensar en lo que acababa de pasar en casa de Olivia, y centrarse en lo que le esperaba en ese domicilio de Carlos. El corazón se le iba a salir del pecho, entre esas dos malditas palabras que habían salido de la boca de Olivia, y lo que sabía que se iba a encontrar en casa del psiquiatra. Sólo esperaba que la joven desaparecida estuviera aún viva. De sólo pensar en que no fuera así, a Vanesa se le removió el estómago estrepitosamente.
La inspectora se subió rápidamente a la moto y no tardó en ponerla en marcha. Arrancó con una ferocidad inusual en ella, además a esas horas de la madrugada no había nada de tráfico, la ciudad casi entera estaba durmiendo. Sólo la acompañaba la fuerte lluvia que caía y caía sin descanso por todas las inhóspitas calles de la ciudad.
Mientras tanto, Olivia, a pesar de intentar controlarse, no pudo reprimir el llanto. Sentía que quería y amaba a Vanesa y si a la inspectora le pasaba algo, no sabía cómo lo iba a digerir ella. Era algo que se le escapaba, no podía controlarlo. Estaba muy enamorada de la inspectora y sus sentimientos eran totalmente reales y sinceros. Nunca antes había sentido nada igual por otra mujer, y no sabía bien cómo controlar lo que Vanesa le provocaba, tanto física como mentalmente.
Olivia se tiró en la cama deshecha, y se colocó en el lado que estaba durmiendo Vanesa. De hecho olió la parte de la almohada donde Vanesa había depositado su cabeza y más concretamente su cabello, y mientras olía la almohada y miraba la lluvia golpear los cristales con furia, entró en un sueño que la envolvió sin previo aviso.
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