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Capítulo 76. La visita al psiquiatra.

-Está claro que tiene un lugar donde él se deja llevar por sus impulsos más salvajes.

-Algo se nos escapa, García. Vamos a hablar con su psiquiatra, a ver qué nos puede decir de él.

-De acuerdo. Pero no creo que él nos aclare mucho. Sólo nos explicará por qué Álvaro necesita ser atendido por él. Y ahí podremos ver si Álvaro tiene engañado al psiquiatra o no.

-Muy bien, veremos qué tiene para nosotros ese hombre.


Los policías llegaron enseguida a la dirección del psiquiatra. Ese hombre trabajaba como jefe en la unidad de psiquiatría de un hospital público de Madrid, pero además también atendía en uno de sus pisos a pacientes de forma privada.

García aparcó justo en la puerta del edificio donde el psiquiatra tenía su gabinete. A Vanesa le llamó la atención el barrio donde el hombre tenía su negocio, en la calle Recoletos concretamente, dentro del distrito de Salamanca, una de las mejores zonas de Madrid. Ese hombre debía de ganar un dineral para poder tener ahí su negocio. Y si tenía ahí su gabinete, ¿Dónde debía de vivir?

Tuvieron suerte de aparcar en el mismo portal, ya que en ese instante estaba lloviendo sin descanso.

-Joder, corre García, que te vas a mojar pero bien.

Mientras García se dirigía corriendo hacia el portal, pisó sin querer un charco y por su boca salieron unos cuantos improperios.

-Hostia, joder, verás Rosa cuando me vea aparecer con barro en los pantalones. Vaya mierda de día hace.

-El día va acorde con la investigación, creo.

-Sí, tienes razón. Está todo gris, tanto el tiempo como la investigación. No sé cuándo empezaremos a ver la luz.

-Bueno, vamos a ver qué sacamos en claro de la visita a este hombre.

Vanesa se fijó en unas cuantas placas que había puestas en la entrada del portal, donde ponían los nombres de los profesionales que trabajaban en ese portal. Había un par de dentistas, una psicóloga, un abogado y el reputado psiquiatra Carlos de la Torre. Así pues, llamó al timbre del psiquiatra. Una bonita y dulce voz de mujer le preguntó quién era y Vanesa se presentó como inspectora de policía. La mujer terminó abriéndoles la puerta. Debía ser la secretaria del psiquiatra.

El gabinete estaba en la segunda planta. Por lo que Vanesa prefirió subir por las escaleras, y García terminó siguiéndola, no sin antes maldecirla.

Cuando llegaron a la puerta del gabinete, volvieron a tocar el timbre y está vez les abrió la misma mujer que antes. Vanesa se quedó algo sorprendida cuando la vio, porque su imagen no iba acorde con su voz melodiosa y dulce. Se trataba de una mujer de unos sesenta años casi, y la voz que tenía podía ser perfectamente de una mujer mucho más joven. Estaba claro que las apariencias siempre engañaban.

-Hola, buenas tardes, soy la inspectora Ramírez y él mi compañero García. Venimos a hablar con el psiquiatra de la Torre.

-Él ahora está ocupado, pero termina en unos cinco minutos. ¿Podrían ser tan amables de esperarlo en la sala? Los atenderá con gusto.

-Si no se va a demorar mucho, esperaremos. Gracias -contestó Vanesa. En la sala, García se sentó en una de los asientos libres que había mientras cogía una revista para ojearla, Vanesa prefirió echarle un ojo a todos los títulos que tenía el psiquiatra colgados en esa sala. La inspectora siempre se preguntó por qué los doctores con consulta propia colgaban sus títulos a los ojos de los pacientes en las salas de espera, si era para darles seguridad mostrándoles que estaban en manos de una persona muy preparada, o si tal vez era porque tenían un ego elevado y querían que sus pacientes vieran cuáles eran sus grandes logros.

Los agentes aún tuvieron que esperar diez minutos hasta que el psiquiatra se quedó solo y pudo atenderlos. La secretaria los hizo pasar al amplio despacho del psiquiatra.

Cuando entraron, por fin, en el despacho, Vanesa hizo una revisión ocular rápida de todo el despacho. Era una habitación de unos veinte metros más o menos, con muebles que no eran modernos pero tenían cierto encanto, y distribuidos con orden. La pared era de ladrillo. Tenía una gran ventana que llegaba hasta el suelo, facilitando unas buenas vistas de la calle. Además una gran alfombra le daba cierta calidez a la habitación. Y tenía varias estanterías llenas de libros de medicina. Le llamó la atención lo ordenado que tenía todo. Los libros ordenados alfabéticamente. Cuando se fijó en eso, le vino a la cabeza cómo tenía Álvaro ordenadas las botellas de vino en el sótano. Podía ser una mera coincidencia, o no, pero lo cierto es que ese tipo era igual de ordenado que Álvaro. Y además de ordenado, limpio. Esa habitación estaba impoluta. Se podía comer directamente en el suelo.

Una vez hecha la revisión rápida a la habitación, se centró en el hombre que tenía enfrente. Se trataba de un hombre con cierto atractivo físico, aún rondando los sesenta años. Debía de medir metro ochenta y cinco y era más bien delgado. Sólo con la apariencia física, se veía que era un hombre carismático. Además vestía ropa cara y moderna.

-Hola doctor, soy la inspectora Ramírez y nos gustaría hablar un momento con usted.

-Claro, ustedes dirán. Pero siéntese, por favor. Y usted también - dijo el doctor dirigiéndose a García. ¿Quieren tomar algo? Mi secretaria les puede traer un café o un té.

-No gracias, nuestra intención es irnos pronto.

-Bien. Cuéntenme cual es el motivo de su visita.

Fue Vanesa la que se animó a hablar primero.

-¿Usted tiene un paciente llamado Álvaro Martínez?

-Ah, Álvaro, sí, sí lo tengo de paciente. Es que trabajo en lo público y además tengo mi propia consulta, así que tengo muchos pacientes y a veces si me preguntan por el nombre, me cuesta relacionarlos con su apariencia física.

-Claro. Tiene mucho trabajo. Pero nos gustaría que nos hablara de Álvaro. Imagino que usted ya habrá visto el periódico o las noticias en la televisión.

-Ah, sí, lo he visto. Además a Álvaro llevo tiempo tratándolo. ¿Y cómo se han enterado ustedes que Álvaro viene a verme?

-Su padre nos lo dijo. Que su hijo llevaba tiempo visitándolo a usted.

-Ya veo por dónde van los tiros. Pero ustedes sabrán que el artículo 7.1 dice que "Toda persona tiene derecho a que se respete el carácter confidencial de los datos referentes a su salud, y a que nadie pueda acceder a ellos sin previa autorización amparada en la Ley"...

-Si, doctor, sabemos lo que dice la Ley, pero si usted ha visto las noticias, a Álvaro se le busca por supuestamente haber asesinado a dos mujeres. Así que usted debe compartir con nosotros todo lo que sabe sobre él.

-Está bien, no quiero obstaculizar su investigación.Tienen razón, les contaré todo lo que ustedes necesiten saber, voy a colaborar.

-¿Cuánto tiempo lleva tratándolo?

-Verá, su padre me lo trajo cuando tendría el chico unos dieciséis años. Luego cuando cumplió los dieciocho, como ya era mayor de edad, dejó de venir. Él venía obligado por su padre.

-Interesante. Siga, por favor -dijo Vanesa. El padre de Álvaro no había sido sincero con ellos. En ningún momento le dijo a la inspectora que había sido él el que había llevado a su hijo al psiquiatra. Ese dato el hombre lo había obviado y habría que saber el motivo de por qué lo hizo.

-El chico tenía ideas suicidas. Se ve que la madre lo maltrataba y el padre lo trajo a escondidas de la madre- eso sí coincidía con lo que ellos ya sabían de lo que había vivido Álvaro en su casa. Pero Vanesa sabía que tenía que pedirle explicaciones a Álvaro padre, porque éste le había ocultado algunas cosas - aunque Álvaro en ningún momento me dijo que su madre lo maltrataba. Eso lo descubrí yo conforme avanzábamos en la sesiones. Yo le confronté que en su casa había malos tratos y él siempre lo negó. Porque una vez que el chico se hizo mayor, las golpizas pasaron a un maltrato psicológico.

-Sí, lo del maltrato ya nos lo dijo el señor Martínez. Entonces si lo estuvo tratando durante dos años, ¿Pudo diagnosticarle con algún trastorno?¿Y por qué no denunciaron a su madre por maltrato?

-Ya sabe. Secreto profesional, y ya le he dicho que Álvaro nunca lo reconoció.

-Ya veo. ¿Y finalmente lo diagnosticó?

El doctor miró fijamente a Vanesa. Estaba pensando qué decirle a la inspectora sobre Álvaro.

-Sí, claro que lo diagnostiqué. Ese es mi trabajo, inspectora.

Vanesa esperaba que lo hubiera diagnosticado con una psicopatía pero se quedó muy sorprendida con la respuesta del psiquiatra.

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