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Capítulo 102. La entrevista a la mujer de Carlos.

Al día siguiente, cuando sonó el despertador a las ocho de la mañana, a Vanesa le costó levantarse. Tuvo que tomarse otra pastilla para dormir, y aún se sentía muy adormilada, de hecho lo estaba tanto, que se dirigió al baño y se tiró agua fría en la cara. Necesitaba estar completamente despierta para llevar a cabo el registro de la consulta de Carlos. Volvía a tener una corazonada y sabía que debía dejarse llevar por ella. 

Mientras se preparaba algo rápido para desayunar, se asomó por la ventana y por fin vio el día algo más claro que los días anteriores. Tenía pinta de que el sol iba a salir aunque fuera tímidamente. Ya tenía ganas de que los días tristes y apagados se hicieran a un lado. Eso podía significar que las cosas iban a cambiar, sólo esperaba que para bien. 

Cuando ya se estaba vistiendo, se terminó el café que se había preparado. Y a las nueve en punto se encontraba ya en la consulta de Carlos. Habían tenido que llamar a la secretaria del psiquiatra para que ésta les abriera la consulta, a pesar de ser sábado. La pobre mujer se quedó de piedra cuando vio por la televisión que a su jefe lo habían detenido. No entendía nada, si el hombre siempre se había mostrado encantador con ella. Desde luego ella nunca tendría una mala palabra para Carlos. 


Mientras, en casa de Marco, el policía desayunó con su mujer, puesto que los niños aún dormían y ella libraba ese día. 

-Entonces Marco, hoy me voy a comer con mis padres. Y si tú terminas antes, vienes con nosotros. 

-Vale, cariño. Lo hacemos así. Pero no sé lo que se me va a alargar el trabajo, sé cuándo entro pero no cuando salgo, ya lo sabes. 

-Pero Ana os ha dado días de descanso y además Vanesa está de baja, no entiendo por qué tenéis que ir vosotros a hacer el registro y a hablar con la mujer de ese hombre. 

-Cariño, vamos nosotros porque queremos. Porque es nuestra investigación y porque estamos en la recta final. No nos falta ya nada para cerrar el caso. 

-Vale, perdona, tienes razón. Os falta la guinda del pastel.

-Eso es, nos falta saber el comienzo de toda esta mierda, y para eso nos tenemos que remontar seguramente a la infancia de Carlos. El por qué de todo ésto.

-Claro. Se que lo vais a conseguir, cariño. Vanesa y tú sois los mejores, no veas el orgullo que me da cuando las vecinas me preguntan por ti. O tus hijos, sus compañeros y profesores saben quién eres. 

A García se le hinchó el pecho de orgullo. Que su familia estuviera orgullosa de él le hacía sentirse muy feliz. Para él era muy importante la familia que había formado con Rosa y si entre ellos se querían y se llevaban bien, no podía pedirle más a la vida. 

-Gracias Rosa. Yo también estoy orgulloso de vosotros. Ya lo sabes. Bueno cariño, que se me hace tarde. Voy a ver a la mujer de Carlos, a ver con qué me encuentro. No sé si será una mujer estirada, como él, o tal vez sea todo lo contrario, aunque lo que me contó el psiquiatra de ella, me hace pensar que esa mujer es un apéndice de él.

-Suerte, Marco - le dijo su mujer mientras él se acercó a darle un beso en los labios. 


Al rato de salir de su casa, aparcó en el barrio de Salamanca, cerca de la calle Serrano, donde vivía el psiquiatra, por lo que se encontraba muy cerca de la consulta. El muy cabrón vivía y tenía su propio negocio en el barrio más top de Madrid, siendo el distrito más selecto por excelencia de la capital. 

Cuando miró el edificio donde vivía Carlos, le llamó la atención al policía por su elegancia y lo codiciado que debía de ser vivir ahí. La construcción tenía una fachada impactante, y el portal todavía le llamó más la atención por su elegancia y por tener unos techos muy altos. El psiquiatra debía estar forrado. Pero claro, entre que trabajaba en un hospital público, luego pasaba consulta privada y encima hacía videos gore, cómo para no estarlo. 

García tocó al timbre y al minuto una mujer de unos cincuenta años le abrió la puerta. Era una mujer guapa, esbelta, pero le llamó la atención cómo iba vestida. No iba acorde a la moda, y siendo tan guapa y teniendo su marido tantísimo dinero, no entendía cómo iba vestida de esa manera. 

-Hola señora. Soy el inspector de policía García, me gustaría hablar con usted. 

-Perdone, señor, ayer ya vinieron sus compañeros y me dejaron la casa patas arriba. Estuvieron todo el día y se fueron de madrugada. 

-Lo sé, sé que lo registraron todo y requisaron unas cuantas cosas, pero me gustaría hablar con usted, si no le importa. 

-Claro, pase - la mujer se echó a un lado dejando pasar a García. 

García se dio cuenta que a la señora le costó mirarlo a los ojos. Esa mujer debía ser una caja de sorpresas, y él lo iba a descubrir en breve. 

-Siéntese, por favor - le dijo la señora mientras se encontraban los dos en el comedor. 

-¿Sus hijos?¿Están con algún familiar?

-Sí, inspector. Usted dirá. 

-¿Cuántos años llevan casados Carlos y usted?

-Veinte años, señor.  

-¿Cómo se lleva usted con su marido?

A la señora se le notaba que estaba nerviosa, parecía que incluso con algo de ansiedad, pero García enseguida se dio cuenta que esa ansiedad no se debía al momento de estar hablando con él, sino que esa mujer ya debía de tener ansiedad crónica, por cómo gesticulaba y cómo se movía. Además enseguida cruzó los brazos, lo que le indicaba que no estaba muy abierta a hablar con él. 

-Me llevo bien. Siempre lo respeto. Yo le hago caso en todo.

Esa respuesta le llamó la atención al policía. 

-¿A qué se refiere con que le hace caso en todo?

-Yo hago siempre lo que Carlos me pide. Él es muy limpio y ordenado y él me ha enseñado a serlo, porque yo antes de conocerlo era un auténtico desastre. Ahora soy una mujer de mi casa. Él es un marido como pocos.

-¿Usted cocina y limpia? Pensaba que tenían alguna mujer interna que se encargara de la casa - ese dato le sorprendió mucho a García. Además, que ella misma se describiera como un desastre, podía ser algo alarmante.

-No, lo hago todo yo. Cuando Carlos viene de trabajar, le gusta tenerlo todo muy limpio, y yo estoy todo el día limpiando para que él esté contento conmigo. Sabe…No quiero enfadarlo ni defraudarlo.

García estaba ya completamente en alerta. Esa mujer no tenía pinta de ser una mujer maltratada físicamente, pero estaba claro que psicológicamente sí lo era. 

-Ya veo…Tiene la casa reluciente, señora. 

-Gracias. Sabe, tendría que seguir limpiando…Ya ve cómo sus compañeros dejaron todo. De hecho necesito ponerme a limpiar.

-Señora, no se preocupe por su marido, él no va a volver aquí. Y ahora seguirá limpiando, quédese tranquila. Sólo he venido a robarle unos minutos.

-Da igual, yo tengo que limpiar y tengo que tenerlo todo en perfectas condiciones. 

García tenía muy claro que esa mujer sufría de indefensión aprendida, tenía rasgos perfeccionistas adquiridos, baja autoestima, comportamientos de complacencia hacia los demás, etc. Tenía las típicas secuelas que le había dejado el vivir tantos años con una persona como Carlos. Por lo que se veía, todo lo que tocaba el psiquiatra, lo destrozaba. Si había conseguido amoldar a esa mujer a sus propias necesidades en todo el tiempo que llevaban juntos, ¿ Cómo serían los hijos de Carlos,y cómo sería la relación que tendría con ellos? A García no le hubiera importado conocer también a los hijos de la pareja. 

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