Capítulo 1.
Ron conocía las miradas que su amigo, Harry, le lanzaba al buscar brillante de Slytherin; Draco Malfoy, un chico inteligente de dieciseis años.
De manera tormentosa conocía esas miradas, porque eran las que él mismo le lanzaba a Harry. El amor apesta. Concluyó cuando descubrió que entre tanta gente, era su mejor amigo el que le gustaba. Y lo peor era que vivía escuchando como su amor imposible, hablaba sobre su propio amor imposible.
Pero ah, si era la edad lo que hacía a Malfoy tan sorprendente a ojos de Harry, de eso estaba seguro. Porque si él tuviera dieciséis de seguro podría llamar su atención, porque también era parte del equipo de Quidditch.
El grito de su amigo interrumpio su desayuno en paz con su angustiosa mente de un simple mago de cartoce años, divagando de su desamor.
Suspiró un poco, sonriendo en dirección del revoltoso niño bajito con cabello alborotado.
—¿Qué pasa amigo? ¿Acaso viene Snape siguiéndote? —preguntó con algo de burla. Cuando Harry se encontró sentado a su lado, una mirada seria y llena de molestia fue la primera respuesta.
—¡Esto es muy serio, Ron! —exclamó Harry. Chillando indignado. — ¿Puedes creer que Draco ha comenzado a salir con Pansy?
Cuando las palabras llegaron a oídos del pelirrojo este abrió los ojos sorprendido, significaba mil cosas esa noticia. Aún así Ron miró en la dirección donde estaba la mesa de Slytherin, prestando suma atención al rubio palido que hablaba de forma concentrada con otro muchacho, su vista pudo contemplar a la joven al lado de Malfoy. Parecía sonreír y sumamente feliz de mirar al otro chico.
Bueno, era obvio, Pansy Parkinson y Draco Malfoy estaban saliendo ¿Y ahora qué? No sabía si debía estar alegre o qué, no entendía lo que esperaba Harry al hacerle obvia la relación de los muchachos.
Miró a su amigo algo confundido, distrayendosé un poco en el hecho de que debía mirar hacia abajo para tener una visión total de Harry.
—¿Y cuál es el problema? Ha esa edad la mitad de todos salen con alguien. De hecho es algo asqueroso cuando llega San Valentín, iugh. Demasiados corazones. —acordó.
—Oye, ese no es el problema. Si no, mira Draco así nunca podrá fijarse en mí.
Ron soltó un pequeño gritó, escupiendo el té que estaba tomando.
—Harry es imposible que siquiera lo haga. Te guste o no tienes catorce, deberías buscar alguien más cercano a tu edad.
—Pensé que me apoyabas. Pero solo eres un maldito amargado. —soltó con algo de veneno en sus palabras, levantándose de la mesa y dejando atrás al pelirrojo.
Se insulto mentalmente mientras veía como Harry se alejaba. Quería a su amigo, intensamente con todo su corazón idiota de Gryffindor algo sentimental. Y era por ese cariño intenso que se ponía feliz con la felicidad del otro. Claro que Ron al principio pensó que se trataba de un simple gusto, que Harry después cambiaría sus sentimientos o algo así. Pero solo aumentaron más, durante cada segundo y día. Miró por última vez a Draco para levantarse de la mesa, no son antes de tomar un pancito para ir comiendo.
Fue fácil encontrar a Harry, medio melancólico, mirando por la ventana del pasillo de lo leones.
—Ya, perdón. No debí decir eso. Porque pronto van a casarse, tener cientos de bebés y hacer cosas que hacen los casados. —se disculpó, tal vez no era las mejores palabras. Pero eran las únicas que tenía. Sin embargo parecieron resultarle cuando Harry le abrazo como único respuesta.
Un fuerte sonrojo consumio el rostro de Ron. Se sentía un poco tonto, al ponerse nervioso con un simple abrazo, quizás a Harry no le gustaría nunca por su forma tan sonza de comportarse con quién quería. Decidió olvidar todas sus inseguridades por un instante y abrazándolo fuertemente de vuelva.
Quizás esa sería la última vez que tendrían un abrazo así, porque los cambios hormonales de la pubertad estaban a una curva de distancia.
Y Harry no podría si quiera evitar las cosas que vendrían, porque era en parte lo que quería.
Aunque lo que queremos nunca es realmente lo que necesitamos.
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