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Capítulo 8 - Ansiedad.


Primera reunión de grupo un sábado. No era lo normal, pero puesto que era uno de sus días libres era más que necesario.

Mi abuelo se adelantó, así que llegué muy temprano, ella ni siquiera estaba allí, pero me gustó reunirme con la persona a cargo del proyecto y que tuviese tan avanzado el borrador. Me mostró lo que Eli había elegido, los decorados para el primer plano, los colores, la armonía, el diálogo y las imágenes creadas por ordenador que usarían. Luego me habló de la música, aseguraba que ella la traería a la reunión.

Cuando llegó me quedó claro que algo no iba bien, tenía el rostro hinchado, ojeras bajo sus ojos, y pese a tener el cabello suelto o haberse maquillado, se le notaba en la cara que algo no iba bien. Pero entró como si no pasara nada, a cada paso que daba me iba preocupando más y más por lo que le habría sucedido.

Ella era alguien muy reservada, siempre mantenía las distancias y cuando estaba mal jamás hablaba sobre lo que le preocupaba, pues solía decir que no quería preocupar a los demás con sus dramas.

Sacó la mejor de sus sonrisas y el pen de su bolso antes de pasárselo a Jaime, el responsable del proyecto.

–Hola – la saludé. Ella me dedicó una mirada de calma, pero la desvió rápidamente.

–Hola.

–¿Todo bien?

–De maravilla – mintió. ¿Por qué mentía? ¿qué necesidad había?

–He estado leyendo el libro que me recomendaste – la ilusión volvió a envolverla en cuanto escuchó aquellas palabras y cuando sonrió, aquella vez lo hizo de verdad.

–¿Y qué te ha parecido?

–Escenas de sexo demasiado explícitas.

–Oh, vaya... – bajó la mirada. Lucía terriblemente avergonzada. Rompí a reír al ver su cara y eso la divirtió.

–Me está gustando.

–Eso es bueno ¿no?

–Yo diría que lo es. Pero ... ¿por qué no me habías dicho que tú eras la autora?

–¿Has leído los créditos?

–Eli, ¿cuál de todas es la que quieres usar? – la familiaridad con la que se trataron no me gustó. Pero me hice el idiota.

–La pista quince. Aunque las he traído todas por si queréis usar otra. Personalmente creo que le da un aire misterioso los platillos alejándose.

Escuchamos la canción que proponía y era mística, siniestra y algo misteriosa. Me gustaba para la escena del principio.

Jaime estuvo intentándolo con las demás, pero la quince era mi favorita.

–Queda hablar de la voz. ¿Qué tipo de voz hará de narrador? ¿queréis algo impactante, más suave, la voz de un hombre, la de una mujer, ...?

–La de una mujer – dije. Ella me miró, pues se suponía que íbamos a usar mi voz. – Quiero que usemos tu voz, Eli.

–¿La mía?

–Es seductora y misteriosa. Creo que le va perfecta. ¿Tú qué opinas Jaime?

–También lo creo.

La reunión fue interesante y ella empezó a sonreír después de saber que era su voz la que iba a escucharse en el anuncio. En algún momento de aquella mañana empecé a recordar esa fantasía que tuve con ella y ... no pude dejar de mirarla.

¿Por qué me sentía tan fascinado?

Necesitaba sacarme las ganas de una vez. Quizás llamar a Carolina era la solución y era lo que tenía pensado hacer cuando acabásemos.

–Tenemos suficiente material con lo que trabajar esta semana. Os mantendremos informados de los avances, chicos. Muchas gracias por tus ideas, Eli.

–Es un placer, Jaime. – Ella era muy cortés y amable con todo el mundo. Era imposible llevarse mal con ella. Pero... no me gustaba que estuviese tan cerca de ese tipo.

–¿De verdad nunca antes has estado en un proyecto como este?

–Es mi primera vez.

–Tienes talento. Me gusta los colores que has escogido para la primera escena.

–Bueno... lo cierto es que me gusta diseñar portadas para libros. Soy diseñadora gráfica en mis ratos libres.

–Ya decía yo...

Ella rompió a reír, divertida y luego se fijó en mí, que no podía quitar los ojos de ella. Carraspeé la garganta para que Jaime nos dejase a solas y lo hizo, pretendiendo estar ocupado mirando el móvil.

–Quiero que discutamos sobre el eslogan. Es demasiado largo.

–Debe ser impactante pero cercano, Mario. No funcionará si es de otra forma.

–¿Necesitas que te lleve a casa?

–Voy a quedarme – la miré sin comprender – los chicos y yo iremos a tomar algo.

–¿También debería ir yo?

–Estaría bien si vienes. Aunque... igual tienes planes con tu prometida.

–No es el caso.

–¿No?

Ella no lucía como siempre, parecía inquieta por algo.

–Eli, ¿nos vamos?

–Yo también voy.

–Somos seis entonces. No cabemos todos en un coche. – se quejó uno de los chicos.

–¿Es así? – pregunté, haciéndome el tonto – podéis adelantaros vosotros. Eli y yo iremos en mi coche.

Ella lució molesta conmigo de camino al auto. Estábamos en plena calle, pero eso no me importó cuando la agarré de la muñeca dispuesto a pedirle explicaciones por su actitud, pero ni siquiera tuve que hablar.

–Lo has hecho a propósito, ¿verdad? ¿por qué eres así? – estaba molesta y yo no terminaba de entender por qué. – No tienes ningún derecho, Mario. Jaime me gusta. – Tuve miedo solo con eso.

–¿Qué pasó con la línea que separaba la profesionalidad, Eli? Es una falta de profesionalidad que te involucres con un compañero.

–Eso no es asunto tuyo.

–Lo es cuando afecta a mi proyecto.

–Esto no es por el proyecto, es por tu actitud de mierda, Mario. ¡Estoy tan enfadada contigo porque hagas lo que te da la gana! ¿Por qué tu puedes hacer lo que deseas sin que existan consecuencias y yo no puedo tomar lo que deseo? – La miré sin comprender. – ¿Por qué tuviste que decirle a tu prometida que trabajábamos juntos?

–¿Qué? Te dije que no lo haría – contesté con normalidad. Ella se me quedó mirando, como si estuviese decidiendo si creerme o no.

Sacó su teléfono del bolso sin tan siquiera decirme nada y llamó por teléfono. Me parecía el colmo que estuviese siendo así. Le quité el teléfono y colgué.

–¿Quién te crees que eres? – se relajó en cuanto me fijé en sus labios, como un idiota, entonces hizo algo que escapaba a toda lógica. Me besó apasionadamente haciendo que me faltase el aliento. – ¿Puedes llevarme a mi casa?

–¿Qué pasa con la quedada con los chicos?

–Tú y yo necesitamos quitarnos estas ganas de una vez, Mario. – Me olvidé de todo después de escuchar esas palabras. – Nos acostaremos una vez y luego nos olvidaremos de esto.

–¿Qué pasó con lo de no cruzar la línea?

–No volveremos a cruzarla después de hoy – prometió. – Tú necesitas concentrarte en los negocios y cortar esta tontería de una vez, y yo...

–¿Qué necesitas tú?

–Esta vez ganaré yo. Serás mío, poseeré todo tu cuerpo y tu alma durante una anoche. Sólo eso calmará mis frustraciones y me ayudará a aceptar las decisiones que tomé.

–Bien.

Estaba tentado a aceptarlo todo si podía tenerla aunque solo fuese una vez. El camino hacia su casa fue silencioso. Ella estaba pensativa mirando por la ventana, aún sin poder concebir aquella decisión que había tomado.

Subimos a su casa, aunque aquella vez había un gran abismo entre nosotros, como si ella no fuese la misma persona de siempre. Era eso lo que sentía.

Nos detuvimos el uno frente al otro y entonces me dijo algo.

–Deseo hacer esto por venganza, Mario. – No entendía lo que estaba queriendo decirme. – Deseo usarte para conseguir ganar esta vez. Por eso tú... – se lamió los labios, confusa. – Debes detener esto ahora, Mario. No quiero estar contigo porque lo desee, lo estoy haciendo por... – levanté la mano para acariciar con la yema de los dedos sus dedos, y eso hizo que se detuviese y mirase hacia mis labios.

–¿Por Jaime? ¿él y tú...?

–No hay nada entre él y yo. Tan sólo somos colegas.

–Pero... antes has dicho que te gustaba.

–¿Y tú te lo has creído?

–¿De quién quieres vengarte entonces? – levantó su mano entonces y la apoyó sobre mi hombro.

–De Carolina. Todas esas cosas que me dijo... quiero demostrarle que puedo ser mucho peor que ella. Voy a robarle el novio, Mario.

–Esto no es por Carolina o por todo este rencor que sientes, Eli. – Ella tragó saliva y dio un par de pasos hacia atrás, pero la agarré de la cintura y la atraje hasta mí. – Tú no sabías que estaba prometido cuando nos vimos por primera vez, ni cuando me besaste o deseaste estar conmigo en esta casa, la primera vez.

–¿A dónde quieres llegar?

–Me deseas de esa forma irracional en la que yo lo hago, aunque pretendamos que no para respetar nuestra relación laboral.

–Tienes razón. Te deseo. Deseo con cada parte de mi ser esto. Lo deseo tanto que a veces siento que voy a desaparecer... Pero... jamás cruzaría esa línea si no fuese por lo que ella me ha hecho.

–¿Qué es lo que te ha hecho?

–No te hagas el inocente conmigo, Mario. Estás en la casa de la mujer con la que vas a tener sexo y no es tu prometida. Has aceptado tener un encuentro conmigo sin remordimientos y me pediste una vez...

La besé apasionadamente cuando ya no pude aguantarlo más y nos aferramos a los labios del otro con tanta ansiedad que parecía irreal.

Metí las manos por debajo de su vestido, mientras ella se aferraba a mi cuello de una forma irracional.

Presioné sus nalgas para apretarla contra mi dura erección, mostrándole lo listo que estaba para ella. Lejos de quejarse o asustarse, se estremeció y seguimos masajeando nuestros sexos entre roces cortos, aún con la ropa puesta. Me moría por acostarme con ella, aunque me lo negase mil veces.

Nuestros gemidos se entrelazaban y crecían las ganas por estar juntos. Pero éramos incapaz de separarnos. Me encantaban demasiado sus labios sobre los míos, sus besos me hacían llegar a la luna.

Mi teléfono empezó a sonar haciéndonos despertar de aquella locura. Los dos nos separamos y yo metí la mano dentro del pantalón. Era Carolina.

–No puedo hacer esto – di un par de pasos hacia atrás. Me estaba convirtiendo en una persona horrible por la maldita situación. – Carolina no se merece esto.

–Ella se lo merece – contestó dejándose llevar por el odio que sentía hacia su ex mejor amiga. – Pero no seré yo la que te habrá los ojos con respecto a eso. Tampoco se sentía correcto hacer esto contigo de esta manera. Nuestra relación será laboral como siempre, pero quiero que cortes toda esta tontería de una vez.

–¿El qué?

–Alabar mi trabajo de esta manera.

–Lo hago con sinceridad, Eli.

–No voy a creer ninguna de las palabras que salgan de tus labios a partir de ahora, Mario. Dijiste que no ibas a decirle a ella sobre nuestra relación laboral, pero lo hiciste igualmente.

–No, no lo hice.

–¿No? – negué con la cabeza – ¿Entonces cómo se han enterado ellos?

–No tengo ni idea.

–Eres un mentiroso, Mario. Me mentiste la primera vez que nos vimos. Dejaste que creyese que había una conexión especial entre nosotros, estuvimos a punto de pasar la noche juntos y luego me enteré de que ibas a casarte.

–Eso... – ni siquiera tenía palabras para desmentirlo. Era un puto cobarde de mierda.

–Esta vez no voy a perdonártelo, Mario. Por tu culpa me han echado del trabajo.

–¿Qué? ¿por qué?

–¿Por qué? ¿de verdad piensas que no iban a hacerlo cuando se enterasen de que por mi culpa han perdido a su cliente? ¿por qué no me dijiste que la empresa que te había estafado era la mía?

–No surgió, simplemente eso.

–Eres igual de manipulador que ella.

–No es cierto. Yo no...

–Me has decepcionado del todo, Mario. Y quiero que te vayas de mi casa.

–No, Eli. Escucha... déjame que te explique – me llevó hasta la puerta a empujones, la abrió y me sacó de allí. – Yo no...

–Todo este tiempo pensé que cada uno de nuestros encuentros fue especial, que viste mi talento y fue por eso por lo que me pediste ayuda. Pero... no fue por eso, ¿verdad Mario?

–Claro que fue por eso. Tienes mucho talento.

–Oh, sí. Tengo un talento nato para que me vean la cara de tonta. Esto termina aquí. Terminaré el trabajo y luego no volveremos a vernos. Nuestras reuniones serán meramente profesionales y jamás volveremos a cruzar la línea.

Me cerró la puerta en las narices antes de que hubiese podido decir algo al respecto.


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