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Capítulo 7 - Estrictamente laboral.


Elisa era una profesional como la copa de un pino. Trabajaba a medio tiempo, asistía a clases de yoga y meditación, y, además, tenía tiempo para dedicarle a mi proyecto. Me quedó claro en pocas semanas que la elegancia no tenía nada que ver con la forma de vestir de una mujer. Si no con sus actuaciones.

Ella era estupenda. Tenía una luz que me atraía, a pesar de estar obsesionado con otra mujer. Había algo en ella que me gustaba mucho, por más que me lo negase mil veces.

Lo que había entre nosotros era especial, por más que nos lo negásemos a nosotros mismos y evitásemos cruzar esa línea. A veces me sentía ansioso después de una reunión. Mirarla con más gente a nuestro alrededor, rozarla cuando tenía la excusa perfecta para hacerlo y sentirlo todo... ya ni siquiera me bastaba con acostarme con Carolina, quería más que eso y estaba empezando a replantearme lo mío con la rubia. ¿Y si me había precipitado?

–Buen trabajo, chicos – nos dio la enhorabuena el nuevo equipo que habíamos formado después de que ella terminase de exponer sus ideas en la pizarra.

–Hay algo que me gustaría decirte, Eli – le dije cuando recogía las carpetillas y las amontonaba antes de meterlas en su bolso. Me miró y sólo con eso lo sentí todo por ella.

–¿Algo que tiene que ver sobre el trabajo?

–Voy a volver a Galicia – perdió la sonrisa de golpe. A esa chica se le notaba todo en la cara. Era muy expresiva. – Mi padre está ansioso porque vuelva a la empresa y ya no puedo seguir evadiéndome de las responsabilidades.

–¿Tu padre?

–Acabas de pillarme. La empresa en la que trabajo pertenece a mi familia – ella sonrió al darse cuenta de ello. – No quería que pensases que era un niño mimado que lo tenía todo.

–Ya lo sabía. Tu madre me habló sobre ello en el restaurante.

–¿Y por qué no me dijiste nada?

–¿Decirte qué? No importa de dónde vengamos, sino quienes decidamos ser.

Por cosas como aquellas me gustaba tanto hablar con ella.

–Bien, pues me iré a Galicia. Pero... no vas a librarte de mí tan fácilmente. Vendré a verte de vez en cuando, lo prometo.

–¿Vendrás a verme a mí? No seas tonto, Mario. Lo harás porque tu prometida vive en esta ciudad. – Me lamí los labios, sin querer sacarla de su error. Hacía ya tiempo que lo mío con Carolina había terminado, ya no significaba nada para mí. Mi única razón para levantarme por las mañanas era impresionar a mi padre con el proyecto y verla a ella. Me animaba mucho más los días en los que teníamos que reunirnos.

–¿Necesitas que te lleve a casa? Es tarde.

–Eres un encanto, Mario. Es una pena que estés cogido – sonreí ante su broma y juntos caminamos hacia los ascensores. Saludamos a varias personas de la agencia y bajamos al parking. – El equipo tendrá que ir pronto a visitar la empresa también. Tenemos que grabar varias escenas en la fábrica, ¿recuerdas?

–Este anuncio va a ser genial, lo sé. – Ella sonrió mientras yo abría el auto y ambos entrábamos.

Respirar el aroma nocturno de la ciudad en aquel coche alquilado sin capota era agradable. Estaba cansado de ir a todas partes con chófer y puesto que ya había terminado el contrato con la empresa de Carolina, me parecía una idiotez seguir usándolo. Aún no sabía cómo iba a tomarse mi prometida que hubiese rescindido el contrato sin avisar.

–Nos reuniremos por Skype si surge algo nuevo. Así no tendrás que coger un vuelo a cada poco para venir. – Sonreí y ladeé la cabeza para mirarla. – ¿Puedo preguntarte algo que no tiene que ver con el trabajo?

–Claro.

–¿Qué es lo que te gusta de ella? – tragué saliva, histérico. Porque hablar de mi prometida con la chica que me gustaba era una mierda. Y sí, tenía que dejar de negármelo a mí mismo. Ella me gustaba, a pesar de que no podíamos estar juntos. Estábamos en una situación complicada. – Es guapísima. Una top model sin duda, una rubia de infarto. Pero ... la belleza exterior no lo es todo.

–¿Cómo sabes cómo es ella? ¿acaso la conoces? – bajó la cabeza al verse al descubierto y me di cuenta de que era cierto. La conocía.

–Hace mucho tiempo, éramos amigas. – No supe que contestar ante aquello.

–¿Qué pasó?

–No éramos compatibles. – Sabía que había mucho más que no me estaba contando, pero tampoco esperaba que me lo dijese siendo yo quién era. – Y ahora dime. ¿Qué es lo que te gusta de ella?

–Tienes razón, me cautivó su físico. – asintió mientras me dedicaba una gran sonrisa forzada.

–Así que eres de esa clase de chicos...

–¿Te he defraudado?

–Un poco. No eres tan genial como pareces – rompí a reír, sin poder evitarlo.

El resto del recorrido fue silencioso, pero para nada incómodo.

Me detuve frente a su puerta y ella se quitó el cinturón. Abrió la puerta, dispuesta a marcharse y tuve miedo de no volver a verla. Pero ... pareció pensárselo mejor, porque se dio la vuelta y se abalanzó sobre mi mejilla para besarla, dejándome sin aliento. Sentir sus labios en mi mejilla me hizo sentirlo todo.

–Gracias por respetar mis deseos, Mario.

–Si vuelves a traspasar la línea y a besarme de esa forma... creo que no voy a respetar una mierda – ella rompió a reír y se alejó para mirarme. Me moría por ella, ¿cuánto tiempo más iba a esperar para mandarlo todo a la mierda? Necesitaba hacer lo correcto aquella vez.

–¿Qué opinas del karma? – la miré, sin comprender. – Se supone que si alguien hace cosas malas debe obtener su merecido. Pero ... me siento ansiosa cuando esto no es así.

–El universo se encarga de poner a cada persona en su lugar, eso es lo que suele decir mi madre.

–Es una mujer muy sabia.

Los dos sonreímos porque apreciábamos a mi madre.

–Cuídate, Mario. Espero que tengas un buen viaje.

–¿Sabes qué es lo que yo espero? – me miró con atención – Espero que no beses a ningún otro tío como acabas de besarme ahora. – Volvió a reír. Aunque yo no estaba bromeando, estaba hablando muy en serio.

–Carolina es tan afortunada... – susurró antes de bajarse y marcharse a su casa.

Salí de camino al hotel como un camicace, molesto conmigo por no poder quedarme y ser fiel a mis sentimientos. ¿Cuánto tiempo más tardaría en romper lo que tenía con Carolina? Eso hacía ya tiempo que no iba a ninguna parte.

Volví a Galicia, porque mi padre estaba que echaba chispas, y seguí preparando el anuncio desde allí. La agencia que había contratado no era muy conocida, pero en el contrato que había firmado decía que Eli y yo debíamos estar de acuerdo en cada decisión que se tomase, así que estaba tranquilo si ella podía supervisarlo todo.

Asistía a una reunión sobre reducción de personal que no me interesaba nada. El responsable de todo eso era David, yo era más de ventas. Así que me tomé la libertad de empezar a leer un libro que ella me había recomendado. Nada más empezarlo me impactaron los créditos, en ellos hablaba sobre el verdadero nombre del autor que escribía el libro de la portada. Me di cuenta en seguida, de que firmaba con un seudónimo, pero su verdadero nombre era Elisa Schneider. Sonreí al darme cuenta de que lo había escrito ella, en vez de Lisa Lucero.

Quería llamarla y preguntarle al respecto, pero... me limité tan sólo a leer el libro. ¿Por qué cada cosa que descubría de ella me gustaba más que la anterior?

La reunión fue muy breve y yo lo agradecí, porque estaba intrigadísimo con la historia. Me encerré en mi despacho y me puse a dar vueltas al bolígrafo sobre la mesa mientras seguía leyendo. Y entonces... tensión sexual entre los personajes al instante.

¡Cielos! Realmente describía muy bien las escenas, tanto que se me hacía la boca agua.

El teléfono me pegó un susto de muerte y rompí a reír cuando me di cuenta de que me había puesto duro al imaginar la escena.

¡Joder! Esa mujer era muy buena.

¿Quién habría dicho que alguien tan inocente como Eli podría ser tan ... sensual? Aún ni siquiera lo imaginaba.

Descolgué el teléfono sin tan siquiera mirar el nombre de la persona que llamaba y me sorprendió que fuese Carolina.

–¿Se puede saber qué significa que rescindes el contrato, Mario?

–Justo lo que significa, Carolina. El estudio de mercado sobre el producto que me ofrecisteis no sirve. Se supone que me habías enviado un borrador, pero el verdadero nunca llegó. Supongo que me cansé de esperar.

–Ya... Creí que teníamos la suficiente confianza para hablar de esto.

–Yo también lo creía. Pero llevo semanas sin saber de ti. Estoy empezando a pensar que David tiene razón cuando dice que me estás utilizando.

–Oh, no. Eso no es cierto, yo sería incapaz de hacer eso.

Era increíble lo suave que se ponía en cuanto estaba a punto de coger sus mentiras. Y yo era tan idiota que me lo creía todo. ¿cuándo iba a despertar? No tenía remedio.

–Ahora estoy trabajando con otra agencia. Tendré la primera reunión sobre los avances esta semana. Si no me convence... volveré y podremos renegociar nuestro acuerdo. ¿Te sirve eso?

–¿Qué agencia? ¿quién está al mando?

Abrí la boca dispuesto a contestar, pero entonces recordé a Eli pidiéndome que guardase silencio sobre nuestro acuerdo.

–Es confidencial, Carolina.

–¿Ni siquiera puedes hacer una excepción por mí? Yo no soy cualquier persona, soy tu futura esposa, Mario. ¿Dónde estás? Te echo de menos. – Fue justo eso lo que me hizo sospechar, porque llevaba semanas ignorándome y justo en ese momento me decía que me añoraba. ¿Tan difícil era para ella levantar el puto teléfono para llamarme?

–Ahora no puedo hablar, tengo mucho lío.

Colgué sin más y aparté el teléfono de mi vista.

Eché la cabeza hacia atrás y empecé a pensar seriamente en si David tenía razón y esa chica me estaba utilizando.

Agarré la Tablet dispuesto a volver a las finanzas, pero al desbloquearla se abrió el libro que estaba leyendo. Eso hizo que la calentura me subiese de golpe.

¡Cielos!

Tenía que dejar de leer en horas de trabajo.

El día fue sin altibajos. Bueno... tuve una conversación de lo más agradable con Eli donde aseguró que estaba agotada, pero que había pensado en un eslogan que iba a gustarme. Me hizo feliz sólo con eso.

¿Cómo podía ser que alguien tan ocupada tuviese un momento en el día para dedicarme y que otra persona que tenía todo el tiempo del mundo y que además era mi prometida, ni siquiera tuviese tiempo de hacerlo?

Me tumbé en la cama después de la cena. Estaba exhausto. Tan sólo quería dormir. Pero agarré la Tablet para leer algo de bolsa. Comprobé los valores y las ganancias obtenidas en la semana. Luego cerré el programa. Estaba a punto de dejar la Tablet a un lado cuando vi el icono de la aplicación de libros en ella. La abrí sin pensarlo demasiado y volví a quedar atrapado por la lectura.

¡Por dios santo! Era como estar viendo una película porno. Podía imaginar al detalle todo lo que describía.

La historia de amor entre Noah y Rosaura me estaba gustando mucho. Era amor real, no era el típico de lo dejo todo por amor. Si tuviese que definir el libro en una palabra diría que Rosaura era ella. No parecía ser la típica persona que lo dejaba todo por amor. Había cosas mucho más importantes en la vida. Yo... se podría decir que yo era más como Noah.

Terminé haciéndome un trabajo manual de lo más interesante y eso me divirtió mucho. No estaba acostumbrado a leer ese tipo de literatura.

Estaba a punto de llegar al éxtasis cuando mi maldita imaginación me jugó una mala pasada y la imaginé a ella frente a mí.

–Joder, no – vociferé, como si gritarle a mi subconsciente pudiese hacerlo parar. Pero no lo hizo.

Dejé de masajearme y cerré los ojos, enfadado conmigo mismo. Pero eso no sirvió de nada. La imaginé igualmente delante de mí, con ese vestido blanco suelto con el que se presentó en la fiesta, la última vez que la vi. Estaba en mi habitación, delante de la ventana, con sus pechos turgentes transparentándose a través de la tela.

Jugué con mi mente para hacerle creer que la persona que estaba allí era Carolina, incluso mi yo de la alucinación se acercó a besarla apasionadamente antes de agacharme frente a ella. Metí las manos por debajo de su vestido y le quité las bragas. Entonces levanté la cabeza para mirarla, pero de nuevo era Eli.

–Mario – susurró con la voz entrecortada haciendo que se me endureciese solo con eso.

–Joder... – jadeé mientras apretaba los ojos y me mordía el labio. – Carolina – supliqué, haciendo todo lo que estuvo en mi mano por volver a imaginarla y por un momento funcionó. Empecé a masajearla de nuevo, lentamente, mientras el yo imaginario subía la mano por las piernas de esa preciosa chica.

Le subí el vestido y me detuve frente a ella. Ansiaba seguir teniendo una maldita alucinación con mi novia más que nada en el mundo, pero todo dejó de importar tan pronto como hundí mi lengua entre sus pliegues. El concierto de sonidos de una mujer empezó a llenar la habitación, mientras mi mano seguía masajeando mi miembro, cada vez más duro, más al límite. Había estado en aquella situación miles de veces, devorando el sexo de mi novia, pero aquella vez estaba mucho más excitado que de costumbre.

–Mario – me llamó con una voz distinta, una voz que pertenecía a Eli. Detuve mis movimientos y esa alucinación de mí se levantó a mirarla. Verla allí tan caliente, con la respiración acelerada, queriendo más de mí me dejó sin palabras. – ¿Sabes qué es lo que quiero? – negué con la cabeza, sin poder detener el masaje, estaba a punto y nunca antes me había gustado tanto hacerme un trabajo manual como en ese momento. – Lo sabes, ¿verdad?

–Esto no está bien – susurré en medio de la noche mientras ella me agarraba el paquete sin previo aviso, dejándome sin respiración. – No – pedí a mi propia mente, mientras ella me lo masajeaba aún por encima de la ropa. – Voy a casarme. No puedo...

–Estás tan duro... – sus torpes manos empezaron a desabotonarme el pantalón mientras yo negaba con la cabeza y ella no se detenía. – Te quiero dentro, Mario.

Un orgasmo descomunal llegó a mí, me lo arrebató todo y me hizo jadear como un loco tan pronto como escuché su última frase.

Dejé caer la mano en la cama y sonreí como un idiota, estallando a carcajadas a los pocos minutos. No tenía ni idea de qué había sido aquello, pero joder... me había encantado.

Uno no puede controlar sus fantasías, ¿no es eso lo que dicen? Pero había mucho más, estaba empezando a desengancharme de una para engancharme a otra. Y era del todo una locura, más cuando nosotros no podíamos ser nada más que compañeros de trabajo.



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