Capítulo 6 - Encantadora.
Mi hermano me dio la brasa con el anuncio, yo le dije que lo tenía todo controlado, pero él no se fiaba demasiado.
–¿Una chica? ¿de verdad vas a confiar en una chica para esto? Ya sabemos lo mal que te va con las mujeres, ¿por qué no dejas de seguir tu instinto por una vez?
–No es lo que tú crees, David. Ella no es en absoluto mi tipo, además, yo ya tengo novia, ¿recuerdas?
–Lo tuyo con esa tal Carolina no va a durar.
–Muchas gracias, eh, hermano. Bueno, como sea, tendrás ocasión de conocerla. Eli vendrá al evento de esta tarde.
Estaba enfadado. Las cosas no habían ido como esperaba. Y no solo porque papá me miraba por encima del hombro como si fuese un despojo humano, sin poder creer aún en mi madurez. No me creía preparado para ocuparme de mi parte de la empresa. Seguía diciéndome que iba a dejárselo todo a David. La culpa de que tuviese un humor de perros era de Carolina, que me había dado plantón, asegurándome que aún no estaba preparada para que le presentase a mi familia.
Mamá estaba emocionada con el local, maravillada y se llevó largo rato elogiándome. Ella era la única que siempre estaba ahí para mí, quizás por lo mucho que me mimó de niño yo salí tan blando. Al menos eso era lo que solía decir mi padre.
–Mario – me llamó Javier haciendo que dejase de maldecir y me fijase en él. Tenía que recuperar la compostura y ocuparme de mis invitados. El evento estaba a punto de terminar. – Te buscan.
Mientras, en la recepción mamá se topaba con alguien que estaba segura de no haber visto antes. Se acercó a mirar a esa chica sencilla que no parecía de nuestra misma clase social.
–Hola, ¿puedo ayudarte en algo?
–Hola – saludó con una sonrisa de oreja a oreja, haciendo a mamá sentir muy bien. Había algo especial en esa chica. Resplandecía una luz que atraía a todos. – Había quedado aquí con Mario, el dueño.
–¿Eres Carolina? – quiso saber, pues le había hablado mucho sobre la chica que me había robado el corazón.
–Soy Eli – contestó con naturalidad. Mamá se extrañó, porque nunca le hablé de nadie con ese nombre. – ¿Y usted es...?
–Soy Dinora, la madre de Mario – ella se sorprendió al respecto. No la esperaba tan amigable. La esperaba más estirada y seria. – ¿Por qué no te tomas algo de mientras que lo esperas? Ahora está ocupado con sus invitados. ¿Qué te apetece tomar?
–Una copa de vino estaría bien.
–Por supuesto. ¿Lo tomas tinto o blanco?
–Blanco con un punto afrutado.
Mamá levantó la mano para llamar a Javier. Este se le acercó en cuanto la vio.
–Trae una copa de vino blanco para la señorita.
–Afrutado, por favor.
–En seguida – Javier se marchó y las dejó a solas. Mamá se fijó en cada detalle de aquella señorita. Llevaba un vestido blanco muy suelto, pendientes planteados y un semi recogido, nada que ver con lo que me tenía acostumbrado.
–¿Cuál es el asunto que te trae aquí, Eli? – ella la observó, sin comprender. – Verás, mi Mario me lo cuenta todo y nunca te ha mencionado.
–Es normal que no lo haya hecho, doña Dinora – a mamá le gustó que ella supiese mantener las distancias. – Su hijo y yo acabamos de conocernos. Además, tampoco me considero alguien indispensable para él. El motivo por el que estoy aquí son negocios.
–¿Qué tipo de negocios?
Javier la interrumpió con la bandeja poniendo al alcance de esa muchacha la copa de vino. Ella dio un sorbo y saboreó el vino antes de fijarse en la mujer con la que mantenía una conversación.
–Sólo estoy aquí por negocios. Pero ... No tiene que preocuparse, doña Dinora. No tengo intenciones de engañar a su hijo. Pero ... entiendo perfectamente su preocupación. ¿Sabe? Mi madre también se preocupa demasiado por las compañías que se me acercan. Supongo que para usted debe ser incluso peor.
–¿Por qué dices eso?
–Porque las personas que se acercan siempre quieren algo. Yo no tengo nada y aun así se me acercan. Así que ... ¿cómo debe ser para su hijo que lo tiene todo?
Me fijé en mamá que hablaba con una bonita muchacha que no había visto en mi vida, a medida que me acercaba me iba fijando más en ella. Lo cierto era que me sonaba de algo, pero ... ¿de qué?
–Mamá – la llamé, haciendo que ambas se fijasen en mí. Pero yo ni siquiera miré hacia esa chica. – ¿Qué ocurre?
–Acabo de conocer a Eli, no me habías hablado sobre ella – me fijé en ella que miraba a mamá con una gran sonrisa. Y entonces la reconocí.
¡Cielos!
¿Cómo podía alguien cambiar tanto al arreglarse?
–¿Eli?
–Hola, Mario.
–¿Eli?
–¿He llegado demasiado pronto?
–Sí, lo cierto es que sí.
–Son las cinco.
–Ya, pero esto se ha alargado. Sinceramente, no sé si podamos tener esa reunión antes de que te vayas. Podemos reunirnos en otro momento.
–Quizás mañana.
–¿Mañana?
Mamá nos dejó un poco de intimidad y se marchó sin que nos diésemos cuenta.
–Pensé que tenías que ir a visitar a tu madre.
–Sí. Pero se me ha estropeado el coche. He tenido que llevarlo al taller y ... – lucía avergonzada. – Probablemente, nada de esto sea interesante.
–Perdona mi cara de póquer. Es que estoy demasiado impresionado. No te esperaba tan... - la miré de arriba abajo, estaba preciosa.
–¿Tan distinta estoy? A lo mejor esperabas que me presentase en chándal – sonreí por su extraño humor.
–¿Sabes qué? Ya que estás aquí y mañana no tienes que trabajar o irte a ninguna parte, ¿por qué no te quedas?
–¿Aquí? – miró a nuestro alrededor, a todas esas personas.
–¿Qué hay de malo?
–Este no es mi sitio. Además, no pinto nada aquí, Mario.
–Eres mi invitada - ella negó con la cabeza – y muy pronto serás mi socia en este proyecto. Quédate y disfruta de la fiesta. Te he visto bien con mi madre.
–Es muy amable y parece preocuparse mucho por ti.
–Ya... tener una madre sobreprotectora no es lo mejor del mundo.
–¿No? Tener a alguien con la que sabes que siempre podrás contar, que hagas lo que hagas, aunque sea aterrador, siempre te apoyará. Creo que somos afortunados, Mario. ¿Sabes cuánta gente está sola en el mundo sin un solo aliado?
Hablar con ella me hacía sentir bien. Siempre era tan cercana y hablaba como si supiese acerca de una gran verdad. Sus palabras estaban llenas de sabiduría.
–Quédate – pedí.
–Me quedaré hasta que me termine el vino – sonreí y le hice una señal para que entrase conmigo hacia la sala donde estaban todos los demás.
–Mario – me llamó mi primo Alfonsiño. La dejé sola y me marché a hablar con él. No tardó mucho en encontrarse con mamá en la barra.
–¿Quién es? – quiso saber papá.
–Es la persona que me está ayudando con el anuncio.
–¿Esa es Carolina?
–No. Ella es Eli.
–Nunca hablaste sobre ninguna Eli.
–Eres muy divertida – dijo mamá después de escuchar sus ocurrencias sobre la vida diaria. – Voy a darme una vuelta para saludar a los invitados. Tengo a mi esposo muy desatendido. – Se fijó en mi copa vacía. – Tómate otra copa.
–No debería...
–Disfruta.
Mamá se marchó y ella aceptó que el camarero le repusiese la bebida.
–¿Quién es? – quiso saber David al toparse con mamá.
–Es Eli.
Él reconoció ese nombre en seguida y se acercó para saber más sobre ella.
–Así que tú eres la famosa Eli – ella se giró a mirarle y él se sorprendió de verla. Ella distinta a las chicas que yo solía frecuentar.
–¿Dónde has escuchado hablar sobre mí?
–Mi hermano... él... – ni siquiera le salían las palabras. Volvió a fijarse en cada detalle de ella y vio toda esa luz resplandeciente. Era una de esas personas que atrae a las demás. – Soy David. El hermano de Mario.
–No sabía que tenía un hermano.
–¿No? – ella negó con la cabeza. – Tú también me has impresionado. No te esperaba así para nada.
–¿Cómo me esperabas?
–Del tipo que suelen gustarle a Mario. Chicas que parecen modelos, con curvas y que parece que acaban de salir de quirófano.
–Ya...
–Escucha. Mi hermano es muy inocente y no suele hacer este tipo de cosas.
–¿Qué cosas?
–¿Qué te ha prometido para que lo ayudes? – le miró sin comprender. – ¿Sabes que va a casarse con Carolina Cote? – pretendió fingir que no le había afectado, pero era una de esas personas que se le nota todo en la cara.
–Creo que te estás equivocando conmigo. Este tipo de relación que insinúa que hay entre su hermano y yo no existe. Yo lo acabo de conocer.
–Ya, pero ya te habías hecho ilusiones, ¿no es así?
–No.
–Vamos, no me mientas. Se te ha cambiado la cara cuando te he dicho que tenía dueña.
–Me ha impactado, sí. Pero no por las razones que cree. Creo que debería irme. Dejó la copa que todavía no había tocado sobre la barra y se marchó sin tan siquiera despedirse.
–Espera – David se sentía molesto consigo mismo. No quería estropear mis planes por su mierda de actitud. La agarró del brazo, haciendo que ella se soltase, molesta con su actitud. – Mi comentario ha estado fuera de lugar, quería disculparme por haberme comportado como un capullo. Todo esto me está superando hoy y lo estoy pagando con quien no debo. Venga. La agarró del brazo y tiró de ella para que volviese a entrar. – Te invito a una copa.
–No entiendo tu actitud. ¿Por qué?
–¿el qué?
–¿Por qué pagas tu amargura con las personas que no conoces? ¿acaso yo tengo la culpa de que tu día haya sido una mierda? – tragó saliva, nadie le había hablado de la forma en la que lo hacía ella. – ¿Cómo crees que harás sentir a las personas si las tratas así?
–Lo siento, ya te he dicho que he sido un capullo.
–Sí, estoy de acuerdo con eso. No pareces ser el hermano de Mario.
–¿Va todo bien por aquí? – pregunté al ver la hostilidad en ella. – David, ¿ya has conocido a Eli?
–¿Podemos hablar un momento? – me sorprendió que ella fuese tan directa.
–Claro.
La conduje a la cocina, la atravesamos y nos metimos dentro del almacén. Entonces nos miramos y lo sentí todo al hacerlo. Ni siquiera pensé en las consecuencias de mis actos y la besé apasionadamente. Se suponía que ella iba a dejarse llevar como siempre, pero en lugar de eso, me empujó y trató de alejarme, pero no lo hice, tan sólo jadeé sobre sus labios.
–No puedo hacer esto contigo – se quejó, con las manos aún apoyadas en mi pecho, sin dejarme acortar las distancias para volver a besarla. – Dijiste que nuestra relación sería estrictamente laboral.
–Sé lo que dije...
Su mirada se estableció en mis labios y falló a sus principios cuando acortó las distancias para besarme apasionadamente, haciéndome desfallecer.
Todo se volvió una completa locura en cuanto sucedieron los minutos y el calor se fue esparciendo por nuestros cuerpos. Acabamos dando traspiés, con espalda impactando contra la pared, mientras mis revoltosas manos se aferraban a sus nalgas para apretar su pelvis contra la mía. Despertó en cuanto me notó tan preparado para pasar a otro nivel.
Me apartó de nuevo, volviendo a romper el beso y lució realmente molesta con mi actitud.
–Saquémonos las ganas – rogué, volviendo a apretarla con mi entrepierna, mostrándole lo preparado que estaba para ella. – Podemos concentrarnos en los negocios y te prometo que no volveré a cruzar la línea... – mis labios se posaron sobre la delicada piel de su cuello y ella jadeó al echar la cabeza hacia un lado. – Una sola noche, Eli...
Me empujó en cuanto tuvo el valor de hacerlo y me cruzó la cara. Me lo merecía, estaba siendo un completo capullo con aquel asunto.
–Nuestra relación será estrictamente profesional, Mario. – Lucía terriblemente enfadada conmigo. – Y si alguna vez te atreves a volver a cruzar la línea... te cortaré los huevos.
Hizo el amago de marcharse, pero la agarré de la mano para volver a atraerla hasta mí.
–Romperé nuestro acuerdo si vuelves a proponerme algo indecente. Y mantendremos nuestros negocios en secreto – la observé, sin comprender. – No quiero que le hables a tu prometida sobre esto.
Tragué saliva sin saber qué decir. No sabía si estaba más impactado porque ella hubiese descubierto que iba a casarme o por su actitud de guardar en secreto nuestra alianza.
–¿Cómo te has enterado de eso? Ni siquiera mis padres lo saben todavía.
–No planeo contarlo. Pero tú vas a hacerme una promesa hora.
–¿Qué?
–Hablemos de esto fuera – se me escapó después de eso y la seguí como un idiota. Ignoré el llamado de mi hermano y no me detuve hasta que ella se sentó en una de las mesas del fondo.
Me senté frente a ella mientras se cruzaba de brazos y se mostraba a la defensiva. Tragué saliva y me lamí los labios que recién los tenía más secos que de costumbre.
–Quiero que me prometas que... no vas a cruzar la línea, Mario.
Mi sonrisa apareció mientras sentía esa ansiedad conectándonos.
–Lo prometo. – Sentencié.
Y ese fue mi maldito error, trazar una línea que más tarde iba a querer traspasar. Pero... en ese preciso momento estaba tan enganchado a Carolina, que jamás pensé que ninguna otra mujer pudiese eclipsarla.
–Nuestra relación será estrictamente profesional.
–Ya te he dicho que sí.
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