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Capítulo 4 - Una propuesta.


Lo que al principio tan sólo era un desayuno de dos personas que no se conocían de nada, se convirtió en otra cosa. Hablar con ella me gustaba mucho, era una de esas personas que siempre tienen temas de conversación. Me habló sobre lo fascinante que era su vida en Sevilla: adoraba a su hermana mayor y a su madre más que a nada en el mundo, su último trabajo no fue bien y su última relación acabó mal, así que decidió aceptar un trabajo en otra ciudad para cambiar de aires. Y allí estaba. Yo le hablé de mí, le conté que trabajaba en el departamento de publicidad de una empresa, aunque omití la parte en la que confesaba que la empresa era de mi familia, y le confesé que estaba allí por la publicidad de dicha empresa, de nuevo omití hablar de Carolina, y no porque quisiese ocultarlo, sino porque en ese momento no sentía que formase parte de mi vida.

Me habló sobre lo mucho que le apasionaba la publicidad. Había estudiado lo mismo que yo, y me fascinaba lo mucho que teníamos en común.

Las horas de nuevo se pasaron volando, estábamos agotados después de toda la noche, pero no queríamos separarnos.

–¿No vas a decirme de qué nos conocemos? – me quejé, pues no podía dejar de pensar en lo que ella dijo antes.

–Soy la pedante que te dio su opinión sobre esos anuncios tan caros. Estábamos esperando en la sala de espera de la empresa en la que trabajo y ...

–Espera, espera... ¿me estás diciendo que eras la mendiga?

–¡Oye! – se quejó, haciéndome reír como un idiota. Recién recordaba de qué la conocía. – Que no visto tan mal. – Nos detuvimos frente a un alto edificio y ella señaló hacia un piso que estaba casi en la cima. – Yo me quedo aquí, gracias por acompañarme a casa. Me lo he pasado muy bien, Mario.

Sacó las llaves de su bolso y se detuvo antes de haber entrado, entonces se dio la vuelta y me miró. Acortó las distancias entre nosotros e hizo algo que escapaba a toda lógica: me besó haciendo que me quedase sin aliento. Ni siquiera la aparté, tan sólo me dejé llevar por sus suaves labios. Terminé aferrándola a mí mientras nuestros besos se iban volviendo cada vez más ansioso. Esa conexión que había sentido al conocerla se incrementó con eso y ni siquiera podía hacer caso a la voz de mi cabeza que me decía que aquello estaba mal, pues yo iba a casarme con otra mujer, tenía novia. Tan sólo podía dejarme llevar por lo que ella me hacía sentir.

Nos tomamos un momento para respirar, con las respiraciones aceleradas, mirándonos el uno al otro, sintiendo tanto que parecía mentira.

–¿Quieres subir?

–Sí – contesté como un estúpido.

Entré tras ella por la puerta de su portal, esperando al ascensor, sin saber bien cómo actuar y entramos en el ascensor. Entonces volvimos a mirarnos y volvimos a besarnos apasionadamente.

Metí la mano por debajo de su camisa y toqué su piel desnuda, incrementando esas sensaciones haciéndonos jadear en la boca del otro. Sus manos desabrocharon mi corbata y ... entonces las puertas del ascensor se abrieron y ambos nos separamos.

Ella caminó hacia su casa y yo la seguí, como un idiota. No podía pensar en Carolina o en nada más, necesitaba dejarme llevar porque nunca antes lo necesité tanto como hasta ese momento. Ella abría la puerta cuando recibí una llamada, haciéndome despertar de aquel perfecto sueño. Era Carolina.

¿Qué mierdas estaba haciendo?

–Tengo que irme – me observó sin comprender. – Me ha encantado conocerte, Eli. Pero... sinceramente, creo que es mejor si nos detenemos aquí.

Me marché sin mirar atrás y a cada paso que daba me iba sintiendo más capullo. Había estado a punto de engañar a Carolina con otra mujer. ¿Qué mierdas sucedía conmigo? Yo no era así.

No pude dejar de pensar en ella de camino al hotel, en lo perfectos que eran nuestros besos y en lo bien que me sentía cuando estábamos juntos. Sacudí la cabeza, tratando de alejar a aquella desconocida de mi mente y entonces escuché de nuevo el teléfono. Esperaba responder la llamada de mi novia aquel día, pero entonces me di cuenta de que era David.

–David – le llamé al descolgar. – ¿Cómo va todo por la empresa? – se sorprendió de que preguntase algo así, pues en los últimos días yo sólo estaba preocupado por mi proyecto, pero... lo cierto era que quería dejar de pensar en esa mujer que no conocía.

–Va mal. Papá está enfadado porque le estás dando largas. Pero, no te preocupes, en cuanto se desquite en el campo de golf vendrá renovado.

–¿Por qué no habéis venido a la inauguración del restaurante?

–¿El qué?

–Inauguré el restaurante anoche.

–Es la primera noticia que tengo, hermanito.

–¿Cómo dices? ¿No recibisteis la invitación?

–No. No hemos recibido nada.

Todo aquello cada vez me olía peor, pues yo mismo redacté el texto de las invitaciones. Se suponía que Carolina se encargaría de mandarlas. Recién entendía por qué tampoco estaban el resto de asistentes que había invitado.

–¿No puedes escaparte unos días de las responsabilidades? Deja a Marina al frente y vente. Todo esto cada vez me huele peor. Se suponía que Carolina iba a enviaros la invitación. Sigue sin enviarme el estudio de mercado y ya no sé qué más hacer, joder. Estoy perdiendo la puta cabeza con este asunto.

–Lo hablaré con Marina y me inventaré una excusa con papá. Pero, el motivo de mi llamada es la mierda de anuncios que me has mandado, Mario. ¡Es una puta mierda! ¿De verdad te has gastado toda la pasta en esto? Voy a tener que presentarme allí y arreglar tu puto desastre.

–No lo he gastado todo – confesé.

–¿Te queda algo?

–Aún me queda medio millón. Ellos han propuesto un tercer anuncio, pero no estoy muy convencido con este asunto, hermano.

–Necesitamos algo más humilde. Un anuncio publicitario que refleje nuestra esencia, la compañía y ... Busca otra compañía o... mejor no hagas nada, iré a salvarte el culo y buscaremos algo que se asemeje más a nosotros. ¿Cómo pretendes que confiemos en ti si sigues siendo como un puto crío irresponsable, Mario?

–Puede que tenga algo – dije con rapidez, tratando de encontrar algo lo suficiente bueno como para salvar el culo.

–¡No me lo digas! ¿Carolina? Si es otra de las espléndidas ideas de esa mujer... ni siquiera me la cuentes, hermano. ¿No te estás dando cuenta de que te está mangoneando?

–No es una idea de Carolina. Alguien me dio una idea interesante. – Estaba pensando en las palabras de Eli en ese momento.

–Bien. ¿Y?

–¿Qué?

–Te pregunto qué... ¿a qué estás esperando para ponerla en marcha?

–¿Lo dices en serio?

–Te apoyaré siempre, Mario y limpiaré cada uno de tus desastres porque eres mi hermano, joder. No la cagues otra vez. Busca una empresa seria o usa la misma, pero pon a frente de la supervisión del proyecto a alguien que sí sepa llevar las riendas.

Y así fue como nuestros caminos volvieron a unirse.

Me pasé el día redactando una proposición de colaboración, quería darle la oportunidad que merecía. Ella era una excelente publicista y yo la había subestimado la primera vez que nos vimos, no quería hacerlo más. Aunque... tenía claro que para que esa posibilidad funcionase tenía que olvidarme de cualquier otro tipo de relación entre nosotros.

Ignoré las llamadas de Carolina durante todo el día, tenía otras cosas en las que pensar. Y a eso de las siete de la tarde, me presenté frente a la casa de Eli. Ella volvía a las andadas, a vestir con ropas anchas que la hacían parecer una mendiga.

–¿Qué haces aquí? ¿acaso soy una maldita broma para ti?

–Hay cosas de las que tenemos que hablar. Verás... hay algo que me gustaría proponerte.

–Nada de sexo. Ya no me apetece eso contigo – sabía que no era cierto, no había más que mirarla para darse cuenta de la fuerte atracción que existía entre nosotros. Pero ... debía olvidarme de todo eso para que mis negocios tuviesen éxito.

–Vengo a hablarte de negocios.

–¿Negocios?

–¿No vas a invitarme a pasar?

Se apartó y me hizo una señal para que entrase. Y lo hice, esa conexión que producía cosquillas en mi estómago no se marchó ni un poco. Me moría por mandarlo todo a la mierda y besarla. Pero... David tenía razón. Tenía que ser responsable de una vez, joder.

Su casa era muy normal, con cierto estilo hippie que me gustaba mucho. Sólo tenía una habitación, la cocina unida con el salón y un estrecho baño.

–He traído algo que podría interesarte – dejé el maletín sobre la mesa del salón mientras ella agarraba la taza de café y le daba un sorbo. Saqué el dosier de él y caminé hasta ella, cediéndoselo.

–¿Qué es esto? – miró hacia él, sin tan siquiera agarrarlo aún.

–Un pequeño acuerdo laboral. Una colaboración para que saques adelante un anuncio para mi empresa. – me observó sin comprender. – Quiero que seamos socios, Eli. Me gustaron tus ideas, además de que fuiste la única persona que se atrevió a decirme la verdad con respecto a esto.

–No puedo dejar mi trabajo.

–Te pagaré el doble de lo que ellos ofrecen. Así que, ¿qué me dices?

–¿Por qué?

–¿Qué?

–¿Por qué estás haciendo esto? ¿te sientes culpable por haberme dejado con todo el calentón, Mario? ¿esta es tu absurda forma de pedir disculpas?

–No se trata de nada de eso. Quiero que me ayudes con este proyecto, Eli.

–Creo que sería un error, Mario. No se pueden mezclar los negocios con...

–Nuestra relación será estrictamente profesional – prometí – no vamos a cruzar la línea. Esta mañana... mira, me volví loco por un momento. Yo no soy así, yo no ... – me sentía como un capullo en ese momento. Bajé la cabeza, con impotencia y entonces la escuché a ella.

–¿De verdad sólo vamos a ser socios? – levanté la cabeza para mirarla, la tenía demasiado cerca. – Nada de besos y por supuesto no tendremos sexo, Mario.

–Sé perfectamente lo que implica una relación... – perdí el aliento en cuanto ella acercó su rostro al mío. Estaba a tan sólo un palmo de distancia.

–Creo que deberíamos hablar sobre esto en un lugar público – sonreí al darme cuenta de que estaba aterrada de que sucediese algo más entre nosotros. – No me parece que el salón de mi casa conmigo en bata sea el mejor lugar del mundo para hablar de negocios.

–Bien, vístete. Te invito a cenar para que hablemos sobre trabajo.

–¿A cenar? ¿una cita?

–Una reunión de trabajo – insistí.

–Bien.

Se marchó a su habitación después de eso y yo me di una leve vuelta por aquella pequeña casa. Era acogedora y tenía todo tipo de fotografías por las paredes. Incluso algún que otro cuadro. Me fijé en las fotos. En todas estaba ella con más personas. Me preguntaba por qué se llevaba tan bien con todos, había luz en cada una de ellas. Probablemente era una de esas personas que irradia ese tipo de energía positiva en la gente que la rodean.

Me fijé en la puerta entre abierta de su habitación y la vi sin siquiera haberlo pretendido. Estaba en ropa interior, con unas curvas más que agradables a la vista, mientras se colocaba el vestido.

Evité mirarla, porque aquello no estaba bien, pero terminé volviendo a mirar, ansiando mandarlo todo a la mierda nuevamente, entrar dentro de su habitación y ceder a aquel deseo que sentía dentro.

Desvié la vista con rapidez y fingí estar súper cautivo de un cuadro cuando ella salió de la habitación. Sus curvas habían sido totalmente ocultas por aquella sudadera ancha que llevaba y ese pantalón ancho. Eso hacía que me preguntase... ¿por qué vestía así?

–¿Vas a ir así? ¿te parece apropiado usar eso para una reunión de trabajo?

–No tengo nada más limpio, toda mi ropa está en la secadora.

–Bien.



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