Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

70. Jay

Lo que siento es parecido a respirar debajo del agua, cuando intentas nadar a la superficie pero tu cuerpo es demasiado pesado y estás demasiado asustado para intentar mover los brazos.

Una vez, cuando papá me enseñaba a surfear, una ola me arrastró y él no me encontraba... Estaba asustado, y me estaba ahogando. No podía subir, no podía abrir los ojos. Me sentía desesperado, no me había sentido así desde ese entonces.

Me siento tan desesperado por despertar y darme cuenta de que esto no es la realidad, quiero sentir que puedo respirar otra vez, hay tantas escalas de dolor, y este es un escalón desgarrador... No es un sueño, pero igual siento que no puedo tomar el aire suficiente.

No puedo desmentirlo, no puedo arreglarlo... Siempre creí que yo podía resolverlo todo. Fui durante años un pilar en mi familia, desde que papá murió, yo me hice cargo. Eso me enseñó a que tenía que arreglar todas las situaciones que se presentaran, era mi sentido de responsabilidad. Pero, ¿ahora con qué moralidad puedo contarlo? ¿Cómo puedo vivir con esto que de ninguna manera puedo resolver?

Hay demasiada soledad, demasiado silencio. Escucho únicamente mi respiración agitada y siento mis dedos hacerse camino entre las hebras de mi cabello con frustración, no puedo moverme porque no sé qué hacer, no hay nadie que pueda darme respuesta a esto.

Ni nada que pueda explicar o salvarme de esto...

Horas antes...

Llegué tarde, sí. Britney ya estaba haciendo una reverencia junto con su compañero, estaba finalizando la obra y todos aplaudieron, incluyéndome, y aunque no la vi... Le sonreí cuando salió con su vestido melocotón junto con el resto del elenco de bailarines, se acerca a mi con sus manos detrás de su espalda, aún con su elegante peinado sobre su cabeza, el mismo con el que bailó. Si pudiese describir a Britney en una palabra sería impecable.

Sonríe delicadamente, le ofrezco mi brazo pero veo que duda unos segundos.

—Estuviste increíble—le digo—. Nunca había visto El Cascanueces... No en vivo, por lo menos—ríe, pero parece desconcertada cuando termina por tomar mi brazo—. ¿Estás bien? ¿Qué ocurre?

Me observa, sus ojos azules se fijan en mi rostro sin ninguna expresión, pero después, sonríe y le agrega suavidad a su mirada.

—Estoy... muy cansada. ¿No quisieras salir un rato?

No. Quiero ver a Meg. Quiero irme con ella a nuestro departamento después de esto.

—¿Por qué? Creí que querías que estuviésemos en la fiesta—termino por decir.

—Sí, pero...—un grupo de personas se acercan a ella para felicitarla, incluso un hombre de traje se le presenta extendiéndole la mano con una tarjeta y la halaga por tener tanto trayecto a su corta edad.

Doy dos pasos atrás cuando se enfoca en hablar con él, camino a través de la sala donde la música ya empieza a ocultar las voces de los invitados. Hay tanta iluminación que me ciego, es el mismo entorno de la universidad fuera de las aulas, solamente que ahora está decorado con telas doradas y guirnaldas con nieve falsa y luces blancas, además de que todos y cada uno de los invitados viste de copa, la música es suave, llena y acompaña las risas que empiezan a escucharse cuando meseros empiezan a repartir champaña y tartaletas, pero no busco probar nada. Quiero encontrar a una persona.

Recorro Bridge con casualidad, deteniéndome falsamente a observar los cuadros con mis manos detrás de la espalda, atento a su imagen de reojo, pero así voy unos diez minutos. Nada. 

Pregunto a uno de sus compañeros de clase, pero incluso me comenta que no tiene idea de quién es... Claro. No sabe quién es la chica que tuvo la mejor presentación en el evento... Así de egocéntricos son los músicos.

—¡Hola!—Bianca salta frente a mí con los lentes deslizándose por el puente de su nariz. Admito que me alivia ver una cara conocida y creo por un segundo que aparecerá a su lado pero se queda como eso, como un anhelo—. ¿Estás bien? ¿La viste?—susurra lo último.

—Sí, estuvo increíble.

—¡Lo sé!—me palmea el brazo con complicidad—. Nunca había visto nada parecido, sentí que la sala iba a estallar de toda la tensión que había...

—Sí. Se sintió justo así. ¿En dónde está ella?—une sus cejas.

—Creí que estaba contigo. No la veo desde que se presentó.

—¿Se fue?

—No lo creo. Me hubiese dicho, se está quedando conmigo.

Me permito pensar mis palabras. Ella está bien... Se queda con Bianca y está bien. Me alivia.

—Quiero pedirle que vuelva a casa hoy—sonríe con sinceridad.

—Eso es muy bueno... Está cansada. Sé que no ha podido dormir bien desde que no está contigo.

Es egoísta, pero eso hace que se caliente mi pecho y mis ganas de buscarla sean más fuertes.

Sonrío soltando un suspiro aliviado, no veo el momento de que ella está en mis brazos otra vez... Siento la necesidad de encontrarla y pedirle que regrese a casa. Que sea lo que sea que pase, estaré para ella.

—¿Sabes? Meg necesita ayuda.—me dice Bianca, quedándose a mi lado observando el mismo cuadro—. Es espléndida... Pero está algo rota y necesita de alguien que pueda ayudarla a sentirse mejor. Para que pueda ser feliz de verdad.

—Creo lo mismo...

—Jay...—su voz me hace girar en seco. Bianca abre los ojos y veo que su espalda se tensa. Britney me observa con firmeza y mantiene sus manos a los costados de su cuerpo— ¿Podemos hablar?

—Eh, sí. Claro...

—Nos vemos más tarde. Te llamaré si veo a Meg—dice Bianca a mis espaldas, veo que Britney a su mención, crispa su expresión con incomodidad y un poco de fastidio.

—Bien—digo como respuesta.

Camino junto a Britney por el mismo recorrido que me llevó hasta aquí. Se mantiene recta y silenciosa, no sonríe o me dirige su mirada. Me muerdo los labios para aliviar mi incomodidad y suspiro con suavidad.

—¿Puedes... decir qué pasa?—digo con lentitud cautelosa.

Britney sigue sin observarme, incluso deja su atención hacia un cuadro sobre la pared. Se detiene y se guarda las manos detrás de la espalda.

—Jay.

Uno las cejas.

—Sólo dilo—respondo.

—¿Por qué?

—¿Por qué qué?

—¿Por qué siempre vas detrás de Meg? ¿Cuándo ha ido ella detrás de ti?

No quiero responder eso. Una parte de mi cree que Britney no tiene el derecho de saber mis razones por lo que termino plasmando una expresión de indiferencia.

—No entiendo tu comentario.

—Ay, por favor—palmea una de sus manos en su pierna y rueda los ojos. Rasca su frente en medio de un suspiro, yo evito apretar la mandíbula o demostrarme incómodo. Así que me guardo bajo una expresión fría—. No entiendo cómo puedes ir detrás de alguien que nada más te desplaza.

—Britney, ya hablamos de esto—respondo con firmeza. Estoy harto de darle a todos explicaciones—. Creí que había quedado claro.

—¿Tan desesperado estás por su atención que apenas ves la oportunidad, sales corriendo hacia ella? Si de verdad Meg te amara, no te hiciera a un lado.

Me cruzo en su dirección, sus ojos están vidriosos pero se mantiene severa y a su vez, dolida. La enfrento sintiendo como crece la tensión entre ambos.

—No tienes el derecho para cuestionar lo que puedo y no puedo hacer—quizás estoy siendo demasiado duro. Pero ya me cansé de dar explicaciones, de esperar, de quedarme callado para evitar herir. Abre sus ojos, pero después se cruza de brazos.

—Tienes razón. Quizás fui yo quién debió cuestionarse todo desde un principio. Ella te aleja, tú la sigues a ella. Ella te hace daño y...—dice ella con tanto énfasis que se detiene para respirar cuando una lágrima se empieza a escapar de sus ojos—. ¿Por qué con ella? ¿Por qué no...

—Britney—la detengo—. No discutir—digo con sinceridad—. Pero lo estás haciendo muy difícil.

Mira al frente. Se limpia una lágrima.

—Nada es suficiente para ti si no es ella, ¿verdad?

No respondo.

—Este es el momento al que siempre llego—mira enfrente, la mirada casi perdida y una parte de mi la compadece porque, lo entiendo. Entiendo lo que es que el amor duela—. Cuando creo que tengo una oportunidad, es nada más una ilusión.

—Britney—intento alcanzarla, pero se aleja dos pasos con los brazos cruzados.

—No me toques, tú no tienes ni idea de lo que se siente—responde con rabia—. Te conformas con ella, cuando podrías tener algo mejor.

—No voy a discutir contigo de algo que ni siquiera es de tu incumbencia. No sé qué intentas, pero ya para—ríe, pero su rostro enrojecido y cejas rubias unidas demuestran dolor.

—No sabes cuánto me gustaría poder entrar en tu cabeza y ser yo quien esté en su lugar...

No sé qué podría responder, por lo que me quedo en el sitio estático. Con mi vista fija en su expresión dolida. Esto es un desastre, involucramos a personas y las pusimos entre nosotros por no darnos cuenta a tiempo de lo que queríamos, ¿ya es muy tarde? Es lo que pienso cuando Britney me atraviesa con su mirada azul y fría.

—Meg está con Heron, si te interesa saberlo.

Es lo último que dice antes de retirarse con una última mirada. ¿Ya es muy tarde? Sigue la pregunta en mi cabeza cuando me dispongo a buscarla de nuevo. La imagen de Meg estando con Heron me enraíza en duda, ignoro mis sentidos cuando palpita en mi consciencia la incómoda imagen de ambos... Quiero que estemos juntos. Es lo que quiero ahora.

¿Es muy tarde? ¿Meg se rindió? No. Sé que no rindió.

O eso quiero creer, cuando veo que se mece suavemente al compás de la música tocando las manos de otro hombre. De Heron. Quien la sostiene de la cintura, la tiene cerca de su rostro. Veo desde aquí, que Heron sonríe. Y Meg... Sonríe. Su mirada tranquila, sus labios relajados y su piel ruborizada. Me quedo en el sitio, nada más torturándome con esa mirada que no es para mi. Consumiéndome con esa sonrisa, que tampoco es para mi. 

Siento que pasan minutos. Todavía no me mira, quiero que lo haga, pero también quiero que se quede así. Para mirar unos segundos más lo que perdí, para permitirle al resentimiento que se una a la tristeza y me queme desde aquí. Mis pasos empiezan a arder cuando me alejo, mi pecho se siente dividido a la mitad pero estoy consciente que por mi rostro no pasa ninguna expresión, no hay nada.

Pero dentro de mi... Parezco mi propio enemigo, mi decepción susurrándome todo lo que perdí por esperar. Y burlándose de mi. Mi enojo, decepción, tristeza, todo se une mientras camino fuera de Bridge hasta alcanzar un taxi que me lleve al departamento, mi cuerpo se traslada a ese lugar, pero mi consciencia se queda en ese vals. En esa música que no compartió conmigo. En ese último recuerdo que me dijo que ella no era mía porque estaba con alguien más...

Y eso, desata algo en mi que nunca había sentido. Una sensación amarga.

La traición.

Meg.

—¿Bailas?

—No...—no es correcto. Quiero buscar y bailar con Jay. Mi corazón palpita con impaciencia, pero veo que Heron insiste con una sonrisa sincera.

—Sólo es este baile. Bailar alegra el alma, ¿lo escuchaste alguna vez?—bufo.

—La última vez que bailé contigo, las cosas no fueron bien.

—Bueno, déjame compensarlo como tu amigo.

Sonríe extendiendo una mano hacía mi, termino por aceptar como agradecimiento. Como una prueba de que hicimos las pases y ahora, estamos bien. No puedo negar de que me siento aliviada, ojalá todos mis problemas se resolvieron de esta forma. Hablando con honestidad. Eso pienso mientras me balanceo con Heron acorde al compás de la pieza.

Mi corazón tiene un ritmo pasivo, mi cabeza se siente aliviada. Aunque siento mi rostro ligeramente hinchado por las lágrimas, encuentro por fin después de tanto una respuesta que siempre estuvo frente a mi. Estoy enamorada de Jay, y él me ama. Esperamos tanto por miedo, por rutina, y no nos dimos cuenta el precioso regalo que es el tiempo.

—Te agradezco—digo.

—¿Por qué?—sus ojos marrones brillan, se mantiene firme cuando me da una vuelta.

—Quizás sabía esa respuesta, pero que me la hayas dicho en voz alta me alivió mucho más de lo que creí.

Sonríe. Se piensa unos segundos.

—Tú triunfas por ti misma, Meg. Pero importa mucho quién está a tu lado... Jay te eleva y, como tú me has hecho mejor, él te hace bien a ti.

—Ahora sí puedo creer que de verdad lees poesía—lanza una risa, aunque hay algo melancólico en ella.

—¿No me creíste durante todo este tiempo?—niego.

—De ti no.

—Tú eres un caso perdido...

Después del baile, busco a Jay con la mirada. Aunque hay mucho revuelo, hay personas bailando, comiendo, bebiendo. Sí se siente festivo el ambiente. Me muerdo los labios cuando estiro mi cuello casualmente sobre la multitud, no lo veo. Incluso veo a Britney, pero está sola sentada. No quiero acercarme. Camino un poco en esperanza de encontrarlo, ¿se habrá ido?. Ese es mi último pensamiento antes de que Sofia me agarré del brazo con una gran sonrisa y acerque su cuerpo al mio con complicidad.

—Sabía que podías... Eso fue maravilloso, todos quedaron encantados. ¿Qué pensabas mientras tocabas?—dice Sofia en su vestido vinotinto que cubre hasta su cuello, se ve como un cisne con su moño alto y piel despejada.

—Gracias, Maestra—respondo distraída—. Pensé en muchas cosas... Creo que me dejé llevar.

—Tus padres deben estar muy orgullosos de ti. Estoy segura. Les envié el vídeo, Eric dijo que te llamaría. Estaba muy emocionado.

Sonrío floreciendo esa bonita sensación de satisfacción. Reservo ese pensamiento para mi, pero es la primera vez que alguien me dice que mis padres están orgullosos de mi. Respiro a profundidad intentando apropiarme de esa emoción, intentando reparar esas grietas que se han tallado con los años en mi corazón...

—Hay... Una oportunidad—suelta después Sofia.

Uno mis cejas, fijando mi mirada en su rostros unos instantes antes de continuar. Todavía me sostiene del brazo, se mantiene erguida.

—¿Una oportunidad?

Asiente con eficiencia.

—No te sientes mal por lo que diré, Meg. Desde que te vi aquel día en Ciudad Solar tocando el piano, supe que eras diferente. De una forma llamativa, claro. Tengo el propósito de innovar en esta universidad, la música no debería ser lineal... Debería ser una expresión del espíritu. Y tú sin duda, tienes un espíritu que siente a toda profundidad.

—¿Por qué me sentiría mal por algo así?—pregunto con cautela sin entender su punto. Sus labios se estiran.

—Porque no te gusta alcanzar las cosas por terceros. Te gusta hacer las cosas por ti misma. Pero, en la vida tendremos que acostumbrarnos a tener apoyos. Y me gustaría considerarme parte de tu formación como músico. Te prometí a uno de los jurados. Él...—suspira—quedó fascinado, Meg. Encantado. No te mentiré, tenía mis dudas porque te veías tan nerviosa está mañana. Pero, no eres la misma de esta mañana.

—¿A qué quiere llegar?—mi corazón palpita, quedo atenta a la manera en que camina, el gesto de triunfo que hay en su rostro. 

—Él te quiere. No me ha dado respuesta, pero sospecho que es en algún lugar de Europa.

—¿Qué?—me detengo.

Mi sangre recorre velozmente mi cuerpo, me sofoca pero... Hay algo en mi que quiere sonreír y sentirse feliz de esto. No entiendo cómo sentirme, pero sí se que hay una chispa de satisfacción entre todo ese remolino de ideas que vienen a mi cabeza.

—Claro, me pidió que te puliéramos. Quiere que estés hasta finales del segundo año. ¿Qué opinas? Sino te parece la propuesta, podemos esperar. Es una buena oportunidad.

—Yo... No sé qué decir—me congelo frente a ella. Acaricia mis brazos con una mirada tranquilizadora.

—No cohíbas lo que estas destinada a ser por temor de fallar, Meg. Si quieres esperar, está bien. Pero si tienes una oportunidad en la entrada, ¿por qué no tomarla y arriesgarte a esta aventura? Lo vales. Sí él te vio, si yo te vi, es por una razón.

—¿Qué cree que debería hacer?

—Si quieres que te diga que sigas tu corazón...—ríe— Es exactamente lo que haré. Haz lo que consideres que te haga dichosa. Y no nada más en esto, aunque la música es para siempre... Habrán otras cosas que te harán igual de feliz. Yo te diré que vayas porque serías una tonta si no—río, mi corazón se ablanda—. Pero no importa lo que pueda querer, se trata de ti y de lo que quieras para tu vida.

—Gracias, Sofia...—niega

—Lamento no hacer más por ti, Meg. Se lo debo a Miranda. Ahora ve, disfruta de la fiesta. Lo mereces. Hablaré con el jurado, si estás dispuesta, le diré que le daremos respuesta a final del segundo año—asiento, me da una última mirada con una delicada sonrisa. Algo en mi, irradia esperanza. 

Es para lo que vine, para vivir de lo que amo. Amo la música. Quiero esto. Aquí hay muchas cosas que no he resuelto, pero no quiere decir que no siga investigando. Puedo hacerlo y después, liberarme...

Puedo ser libre.

Y puedo así, amar a Jay.

Corro hasta el salón en donde me presenté, yendo directamente a mi bolso en donde saco mi ropa y me visto de pantalón y chaqueta. Tengo que ir, quiero ir al departamento para decírselo. Me visto tan rápido como jamás lo he hecho, guardando mi teléfono en mi bolsillo trasero y corriendo detrás de Bridge para alcanzar un taxi. Le envío a Bianca un mensaje diciéndole a donde fui mientras me caen algunos copos de nieve en mi cabello, recuerdo cómo se sintió esa noche de navidad, cuando me dijo que quería estar conmigo.

No entiendo por qué este repentino despertar. Siento que Meg de Ciudad Solar regresa, esa que sonreía y estaba llena de sueños a pesar de su corazón hecho pedazos, esa que estuvo secretamente enamorada de su mejor amigo sin saberlo. Ahora, soy Meg de Nuevo Goleudy, regresan mis sueños y... Estoy enamorada de mi mejor amigo.

Sonriendo mientras estoy en el taxi, pienso en sus ojos soñadores y en cada palabra que ha dirigido a mí. En esa extraña y profunda conexión que hay entre nosotros, y en esa burbuja de paz que nos rodea cuando estamos nosotros. Amo a Jay profundamente, tanto que duele y me desgarra lo mucho que deseo que esté a mi lado, y sea mío. Que Jay sea mío.

Corro por las escaleras de subida hasta nuestro piso, sacando mis llaves con el llavero de guitarra de mi bolso, ese que le regalé cuando llegamos. Ese que usa para abrir y cerrar la puerta con el talón, como siempre le digo que no haga, pero lo hace nada más para molestarme y tener la excusa de besarme. Jay es así. Mis manos tiemblan de emoción, quizás no esté aquí y siga en Bridge, pero quiero esperarlo unas horas, como él ha esperado por mí.

Sonrío y saludo a Pequeñito, quien chilla a mis pies y da vueltas para llamar mi atención, lo cargo y beso sin contener este racha de felicidad embargadora.

—¿Me extrañaste mucho, verdad?—le digo cuando lo dejo en el suelo y me sigue mientras doy unos pasos. Las luces están encendidas. Jay debe estar aquí. Mi corazón palpita con fuerza y me tiemblan las manos.

Me detiene ese conocido collar que está sobre la mesa. Dejando mi bolso a un lado, tomo ese pedazo de cuero con la conchita de mar perlada. Lo toco con nostalgia en mis manos, preguntando en donde lo conseguiría Jay, pero me saca de mis ideas el sonido fuerte de una puerta siendo abierta y pasos demandantes...

Escucho un intercambio rápido de palabras, no puedo entender bien lo que dicen cuando caminan por el pasillo en oscuridad y, Jay se para en seco. Nuestras miradas se encuentran, la de Jay, terror en máximo expresión. La mía, confusión. Con el collar en mano, no me atrevo a ver quién está detrás de él. Pero él no lleva camisa...

No lleva camisa. Y hay alguien detrás de él. Ambos, saliendo de nuestra habitación, la misma en donde me hizo suya y dormimos él y yo.

Abro los labios, y me encuentro con un cabello y ojos claros. Un cuerpo delgado con un suéter muy conocido para mí... Un rostro conocido para mí.

No, no es Britney. Y quizás, eso lo hace peor.

Es Gemma.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro