68. Jay
Quizás, y sólo quizás...
Me equivoqué.
No, quizás no.
Me equivoqué. Todo este tiempo me equivoqué con Meg. Ella también se estaba ahogando en frente de mí y no hice nada. Ni siquiera le pregunté.
La llamo corriendo en dirección al departamento, hace frío, tanto que mi aliento sigue saliendo blanco. No responde al primer tono. Ni al segundo.
Llamo de nuevo.
Cae la contestadora, y aunque decepcionado, necesito decir algo, lo que salga de mi sinceridad.
—Meg, Dios... Lo siento tanto. No quiero que toques en esa gala si no quieres, no tienes que ir a esa cena si no quieres... Deja que llegue a casa, hablaremos, necesito hablar contigo, Meg.
Cruzo una calle y detengo a un taxi que casi me deja sin piernas, me subo dándole la dirección queriendo llegar a su lado lo antes posible, llamo de nuevo, pero sigo escuchando su mensaje pre-grabado.
—No mereces esto, te conozco. Sé que debes estar creyendo que mereces esto y no, por favor... Respóndeme y dime que estás bien, ¿sí? Tienes razón con respecto a Britney, no era mi intención esconderte nada, te juro que no hay nada entre nosotros. Tú y yo podemos solucionarlo...
Britney me llama después de cortar, pero niego con la cabeza. No ahora. Ahora, quiero llegar a casa con ella. Dejo atrás mi molestia e incomodidad, entiendo todo.
Llegando a casa, me recibe Pequeñito meneando su cola. Las luces están apagadas, debe estar dormida en su habitación, sí. Por eso no responde. Pero me asomo en su cama, en la mía. Debe estar en el baño, toco la puerta, pero se abre a mi toque. Esta vacío.
—¿Meg?
Llamo a su teléfono. Sigue sin responder.
Sintiendo la angustia crecer, llamo una vez más... Debe haber salido unos minutos.
Responde su llamada, pero hay silencio detrás de la línea.
—¿Meg? ¿Dónde estás?
Escucho una respiración, escucho mi corazón palpitar dos veces. Gemma me dijo que me fuera de inmediato a buscarla.
—Jay, estoy bien.
—¿En dónde estás? Tengo que hablar contigo.
—Jay—me corta, pasan unos segundos en donde me encuentro mordiéndome los labios a la tensión de su respuesta—, no volveré al departamento. Serán unos días...
Niego con la cabeza intentando digerir sus palabras con claridad, contorsiono mi rostro en confusión, mirando de un lado a otro para verificar que no sea un mal chiste, una de sus bromas extrañas.
—¿Qué? Ya no juegues, ¿en dónde estás? Necesito hablarte.
—Necesito... Jay. No quiero estar así contigo. Por favor, dame unos días para remediarlo.
—¿Qué?—respondo después de unos segundos—. Meg... ¿A dónde fuiste? ¿Por qué?
—Porque estoy harta de que todos deban lidiar conmigo. Que tú debas hacerlo. Lamento todo lo que dije, en serio, nunca me he arrepentido más—sus palabras salen como si su aliento se cortara, lo sé porque el mío también se queda en mi pecho frío—. Perdóname por esto. Y perdóname por no apoyarte lo suficiente. Dame unos días. Hasta después de la gala, estaré bien.
—¿Estarás bien? —digo con incredulidad—. ¿En dónde estás?—segundos después. Segundos en los que camino a sentarme en el sofá sintiéndome más derrotado que nunca.
—Necesito saber si esto funcionará...
—¿Nosotros? —no responde.
—No por ti... —susurra entre la línea, podría verla ahora parada frente a mí. Su rostro enrojecido y su cabello recogido sobre su cabeza— Debo irme.
—¿Podemos hablar?
Suspira.
—Ahora no.
—¿Cuándo?
—Cuando... vuelva.
Pasa medio minuto en la línea así, ninguno dice nada, escuchamos nuestras respiraciones resignadas a través del teléfono y no puedo encontrar más que decir. No por ti. ¿Qué quiere decir? ¿Por qué se fue?
¿Por qué se fue? Me siento impotente y hasta amargado conmigo mismo, por no notarlo antes, por no haber buscado otra manera de ayudarla a canalizar todo lo que la sofoca. Disperso en mí mismo y en la incertidumbre de un futuro del que todavía no tengo idea si existe, ese futuro que yo mismo me cree no sé si existirá alguna vez...
Y podré ser un poco demasiado joven. Pero si Meg no está en mi futuro, nada más lo tendré seguro. Si ella es de lo que más he estado seguro en mis decisiones, de lo más firme que se ha ceñido a mis planes...
—Vuelve, Meg—casi suplico.
Puedo verla. Se muerde el interior de la mejilla, apenas si respira. Podría alcanzarla, pero no. Estoy aquí y ella en otra parte, no debí haberme ido. Me consume la culpa, debí decirle todo antes, debí decirle que iría con Britney con la única intención de apoyarla, debí decirle que las veces que estuve en su apartamento fue por cortesía. Debí...
—¿No crees que ya nos estamos causando el daño suficiente? ¿Que yo te estoy hiriendo lo suficiente como para que debas alejarte?
—No. Hemos estado juntos mucho tiempo.
—No somos las mismas personas de ese entonces.
—Ya vuelve, Meg.
¿Cómo es tan fácil irte así? Me reservo esas palabras porque en el fondo de mis penas, entiendo que no lo es, para ella tampoco es fácil irse, y que lo haga, me parte el corazón.
—No hagamos de esto un círculo vicioso. Si te vas, después no vas a parar y vas a querer escapar una y otra vez... No es justo para ninguno.
—No es justo para ti que te involucre en toda mi vida, que termine por involucrar a todos.
—¿Qué si es lo que yo quiero?
La entiendo. Ahora la entiendo. Ella quería alcanzarme, ahora estoy demasiado lejos para alcanzarla yo a ella. Siento esa desesperación que la hice sentir. Ella lo piensa... Estoy seguro. Ahora piensa que es tarde.
Silencio.
—Hasta luego, Jay.
—No, no, no... —tarde. Mis palabras quedan en el aire. Apoyo mis codos en mis rodillas, mi sienes en mis dedos, en donde todavía mi mano sostiene el teléfono a la espera de un tono, de una llamada donde me diga que lo que está haciendo es una estupidez y que va a volver.
Me dejo caer, más derrotado que nunca. Más cansado que otros días, y lo peor, es que Meg no está aquí y su ausencia para mi es como un vacío, como si me arrancasen un pequeño pedazo del alma. No miento. Esto es el inicio de un vicio que no voy a permitirle...
—Hola, Bianca... —llamo, contestó al segundo tono. Llamé también a Sarah y Andrea, incluso consideré preguntarle a Heron, pero me daría la misma respuesta que me han dado los demás.
—¡Hola! ¿Todo bien? Hace un rato llegamos al bar, ¿no vienes?
—No, es que... Acabo de llegar. Por cierto, ¿Meg te dijo algo de a dónde iría?
—No, no me lo dijo. Esta mañana habló sobre que necesitaba practicar más antes de la gala, pero a esta hora Bridge está cerrado.
—Entiendo, si sabes algo, ¿podrías avisarme?
—Sí. Por supuesto—responde. No me doy el lujo de despedirme, nada más me quedo aquí sentado en la oscuridad con Pequeñito reposando a mi lado, no ladra o juega, sabe que Meg no está.
No está porque se fue, justo como escapaba en Ciudad Solar...
Pero la diferencia es que, Meg nunca escapó de mí.
Ella venía a mí.
O quizás, yo iba a ella...
Meg.
La música está tan fuerte en mis oídos que me olvido de quién soy. Toco las notas al aire, imaginando que estoy frente al público con un piano frente a mí. Cerrando los ojos, apenas si escucho cuando Sarah me llama y reacciono nada más cuando me extiende un plato con la cena.
Me quito los audífonos recibiendo su plato más rápido por vergüenza que otra cosa, pero no como. Lo mantengo en mis piernas. Que se sienten frías, mis manos están frías.
—¿Te sientes mejor? ¿Quieres una pastilla?
Suspiro.
—No, no. Estoy bien, de verdad.
—En la mañana no fuiste a Bridge, ¿irás hoy en la tarde?
—Sí. En dos días es el ensayo general, antes de la gala.
—Cada vez que dices gala, tienes cara de que vas a vomitar—intento sonreír, pero no sale más que una mueca partida.
Veo que se muerde los labios y entrelaza sus manos.
—Lamento tanto haber llegado así—digo.
—¿Qué? No, Meg. Para mí no es ninguna molestia, es nada más que... ¿Por qué te fuiste así? ¿No has hablado con Jay?
Giro la mirada, perdiéndome en un punto de la pared donde la luz del sol toca la pintura blanca de la habitación.
—No.
—¿Te ha escrito él?
—Sí. No he leído ninguno, no puedo. Sé que voy a volver si lo hago.
—Oh, Meg...
Sarah me guía suavemente a sus piernas, recuesto mi cabeza y dejo que masajee mi espalda con condolencia. Hasta me atrevo a suspirar.
La noche que llegue aquí, apenas y podía respirar de tantas veces que lloré. Claro, en silencio. Quería volver al departamento, estuve a un mensaje más de regresar. Pero, decidí que lo correcto era alejarme, aunque sea unos días, para no terminar igual de amargada y desdichada que mamá.
Además, ¿cómo podría siquiera ayudar a Jay, si yo estoy sumergida y más profundo en todas las situaciones sofocantes que estoy viviendo? ¿Cómo puedo lidiar con esto?
Creo que, en Ciudad Solar las cosas eran más fáciles. No por Jay. Sino que, estaba sola, sí. Siempre estuve sola, pero vivía a la expectativa del futuro. No tenía que lidiar con esta rutina o con lo nuevo, lo que había querido para mí, ahora es mi tortura.
Siento pánico cuando pienso en subirme al escenario, era más fácil en Ciudad Solar... La comunidad de músicos era conocida por un grupo y en competencias o recitales todos éramos conocidos, unos pocos extranjeros que llegaban a participar para incentivar la competencia pero aquí, aquí no soy el supuesto prodigio que era allá, nada más soy... una más.
—Sabes, desde que Andrea y tú llegaron a mi vida, soy más feliz.
Sonrío a medias.
—¿De verdad?
—Sí. Ustedes hacen felices a las personas con facilidad. Andrea y tú son parecidas en eso, me recuerdan a mi hermana. Hacia sonreír a las personas.
—¿Qué hay de ti? Fuiste una de mis primeras amigas aquí.
—A mí... me cuesta confiar en las personas. Pero en ustedes, fue tan fácil—dice con sinceridad, sus palabras de cierta forma, calientan mi corazón—. Y me da tristeza verte así. ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
Suspiro, dejo una lágrima caer, rodar en mi rostro.
—Por ahora, creo que nadie puede hacer mucho por mi...
.
.
Sofia me presiona lo suficiente en Bridge para encerrarme en el baño unos minutos y llorar. Quizás Jay tiene razón y soy susceptible. Pero el resto lo está haciendo tan bien, como si su instrumento fuese una extensión de su cuerpo. Ahora, no veo al piano como mi amigo, sino como un monstruo de dientes afilados que me va a torturar y después, me comerá viva.
Sarah, la estirada de la clase en composición, toca grácilmente. Ella no fue invitada, pero su padre tienen influencias. Es insoportable y hace comentarios sobre el trabajo duro, pero apuesto que jamás se ha partido una uña por ello. La observo tocar mientras Sofia le marca con su tacón el compás, Sarah no lo sigue, ella está inmersa en su perfección con la espalda recta y el cabello lacio y brillante, rubio, me recuerda al de Britney.
La vi asomarse más temprano para ver el ensayo, Sofia comentó que Britney era de las personas que están destinadas a la grandeza, ha conseguido tres becas y las ha rechazado, nadie sabe por qué... Detrás de mí comentaron que debía tener el dinero suficiente para no preocuparse por el futuro.
Todos en esta sala están bajo la misma expectativa, peleándose y mirándose de reojo, luchando por una beca, un puesto en la vida.
Nada más quiero que este ensayo termine y pasar directo al día de la gala, en donde decidí que tocaré y me iré corriendo de regreso a donde sea que deba ir. Podría decirle a Patricia para estar en su casa, el abuelo no estará hasta año nuevo.
—¡Hola, Meg!—escucho su voz detrás de mí, se adelanta y sus ojos azules me provocan un dolor en el pecho lo suficiente grave para apretar mis dedos. Pero intento sonreír.
—Hola, Britney.
—¿Ya te vas? ¿No te quedas al almuerzo?
—No, no me quedaré.
Une sus cejas.
—Es como una tradición comer todos juntos días antes de la gala, deberías venir.
Antes, la Meg de antes hubiese dicho que sí sin pensárselo, hubiese sido ella quien tocase con tanta seguridad que miraría a su alrededor con triunfo. ¿Qué pasó conmigo?
—Necesito descansar, tengo turno en Timotie's—me mira debajo de sus cejas rubias cuidando su sonrisa.
—Meg... Sé que no te agrado tanto, ¿bien?—ríe—. Pero considéralo, podrías hacer nuevos amigos. Llegar a Bridge no es fácil, el primer año jamás es fácil, seas quien seas. Y tú estás nueva en esta ciudad. Date crédito. Lo estás haciendo bien. Jay y tú se angustian con facilidad...
—Gracias, Britney... Nos veremos después.
La esquivo después de ofrecerle una sonrisa, la misma que lancé en el departamento de Sarah, una vacía y poco sincera. Me voy con la bufanda envuelta en mi cuello y mis guantes, es más el frío de mis emociones, el temor lo que me eriza la piel que el invierno.
Pequeñito debe estar preguntándose en dónde estoy. Seguro está en su cama cerca del sofá con sus patitas debajo del hocico, suspirando demasiado como siempre hace después de comer. Jay le masajes detrás de las orejas para dormirlo, e inconscientemente, le muestra la barriga para que se la rasquemos. Puedo extrañar eso...
Empiezo a extrañar la esperanza.
—¿Estás mejor?—me pregunta Bianca frente a mí, la taza humea suavemente y en su olor, mi barriga gruñe. No comí más que unos mordiscos de pan en el desayuno, masajeo mis ojos.
—Sí. Nada más quiero que termine esta maldita gala... Lo siento, Bianca. Sé que te gustaría participar.
—No, Meg. No te disculpes por algo que no quieres hacer... No te culpo—pone una mano sobre la mía—. ¿Cómo estás de verdad? ¿Has comido algo?
Sorbo de mi chocolate, siento que mi paladar se caliente y mi cuerpo sube de temperatura.
—Sí, y no. Estoy... mejor—hago comillas—. Es que estoy muy asustada de la gala. ¿Quieres venir conmigo?
—¿Qué? ¿Y Jay?
—Ira con... Britney—respondo observando mi taza—. Me gustaría que vinieras conmigo.
—¿Y tu tía? ¿Hailee?
Sonrío. Una sonrisa de verdad.
—Bianca, ven conmigo.
—¡Estás loca! ¿Cómo se te ocurre pedírmelo dos días antes? ¿Dónde voy a conseguir un vestido?
—Podremos conseguir algo.
—Y espera, ¿cómo que Jay se va con Britney a la gala?—se acerca con su silla, me subo de hombros.
—¿Te molesta si te digo que no quiero hablar de eso más? Quiero—muevo mi mano en frente de mi—, quiero ya parar con todo esto.
Respira unos instantes antes de echarse hacia atrás. Dejando sus manos caer en sus piernas.
—Jay me llamó esa noche.
—¿Te preguntó en dónde estaba?
Ríe.
—El idiota llamo a Harold para preguntarle lo mismo aun sabiendo que estaba conmigo—río un poquito, pero mi sonrisa se va al instante de recordar su voz detrás de la línea pidiendo que regresara. Bebo un poco más de mi chocolate—. Él te quiere mucho, ¿verdad?
—Sí... Y yo a él. Me rompe el corazón...—juego con el asa de mi taza, mirando distraída hacia el plato donde descansa un pedazo de pye.
—Puedes quedarte en mi departamento si deseas. Sarah y Andrea son un amor, pero si quieres más privacidad... Hay un cuarto disponible.
—Gracias, Bianca...
¿Qué si no regreso y ya?
Es lo que me pregunto cuando regreso con Sarah y Andrea mientras estoy en la ducha preparándome para dormir... O llorar el resto de la noche. Me quedo con el agua fría bajando por mi espina dorsal, por mis piernas. Con la frente pegada a la baldosa fría del baño.
¿Qué si dejo a Jay ser feliz y es todo? ¿Qué si ya lo dejo como un buen recuerdo y dejo atrás todo este drama? Ninguno merece esto... Jay no merece esto.
—¿Estás bien?—dice la voz de papá detrás de la línea, camino por la habitación con los pies descalzos, viendo las luces destellar con menos brillo...
—Claro. ¿Y tú? ¿Cómo está mamá?
—Estamos bien. Ella regresó por voluntad propia al sanatorio. Está mejor.
—Eso está bien...
—Supe que tocarás en una gala.
—¿Quién te lo dijo?
—Digamos que sacarle información a Tori es bastante sencillo—ríe, una tenue sonrisa se me escapa.
—Sí. Ya... mañana es el ensayo general.
—Espero que me mandes fotos y vídeos. Me gustaría mostrárselos a tu madre.
—¿De verdad?
—Sí. Pide a alguien más que te grabe, aunque sea a escondidas.
—Nunca imaginé que tuvieras ese instinto—bromeo.
—¿De dónde crees que lo sacaste?
—No de ti —bromeo, y vuelvo a escuchar esa risa que hace que note a mi padre años más joven. Se escucha tan feliz. Debe estar feliz.
—Intentaré estar en año nuevo.
—Estará el abuelo...
Chasquea.
—Quiero estar con mi hija.
—¿Qué pasa con mamá?
—Se lo diré. Entenderá. Quizás esté feliz.
Mamá feliz...
Suspiro sintiendo mis ojos humedecerse.
—Sería tan bonito que esté feliz.
—¿Lo estás tú?
—Estoy... bien.
No responde después de unos instantes.
—Si necesitas algo, llama. No dudes.
En dos noches, no siento lágrimas. Sí dolor, pero intento crear una imagen en mi cabeza en donde esté mamá sonriendo al ver un vídeo de mi tocando.
Jay.
—Jay...
Miro distraído un vestido rojo en el maniquí de la entrada, sentado y con las manos en los bolsillos de la chaqueta.
—Jay —escucho su risa y regreso sacudiendo mi cabeza, enderezándome en el asiento—. ¿Estás bien?
—Sí.
Sus ojos azules se entrecierran y ladea su expresión incrédula, me mira de arriba a abajo.
—No te creo.
—Estoy bien, no te preocupes. Ese te queda bien—le digo en mención al vestido melocotón y largo ceñido sobre su cuerpo.
Suspira.
—No lo sé, quizás es muy simple. La fiesta de la gala siempre es, glamurosa. Ustedes lo tiene más sencillo, se visten como pingüinos y basta para verse elegantes...—ríe, yo intento sonreír. Siento su mirada sobre mi — Jay, si no querías venir, lo entendería.
—No, no es eso, es que...
—¿Qué pasó con Meg?
Su mención hace una especie de choque eléctrico en mi piel, me tatúo la expresión de falsa serenidad que he adoptado estos últimos días. Niego con la cabeza y subo los hombros.
—Nada—me subo de hombros con casualidad.
—La vi hoy. Tiene exactamente la misma expresión que tú tienes ahora.
—No pasa nada—digo un poco más firme—, en serio.
Se muerde el labio, un pequeño silencio incomodo nos envuelve. Me levanto sintiéndome algo culpable y me acerco a una distancia prudente.
—Te ves bien con ese vestido, deberías usarlo.
No sonríe. Nada más alza su mirada, como deduciendo qué hacer o decir. Se muerde los labios una vez más, y guarda sus brazos detrás de su espalda.
—Quizás... Uh. Nada, está bien. Creo que éste es el que usaré.
Se da la vuelta para verse en el espejo y sonríe con ligereza, aunque puedo ver un sonrojo en su rostro. Asiento y me dispongo a esperarla en caja para pagar, pero se voltea repentinamente y lo que dice, hace que me quede en el sitio como ella hace unos instantes, pensando en qué hacer o decir.
—Jay, me gustas.
Su respiración marca un paso en su pecho. Sube y baja con rapidez, noto que hace de sus manos un puño a los lados de su cuerpo.
—Iba a... Yo iba a decírtelo la última vez que estuviste en el departamento. Pero, no tuve el valor porque...
—Britney, yo...
—Lo sé —me interrumpe —. No es necesario que me lo digas, lo sé, no soy estúpida. Sé que hay algo entre tú y... Meg. Quería que lo supieras, nada más. Yo sé que Meg es especial, y... A mí, me gustaría ser lo mismo para ti, alguna vez.
Me muerdo el interior de la mejilla. No quito mi mirada de sus ojos azules que repentinamente se ponen vidriosos, suspiro y doy solamente dos pasos en su dirección. Dos pasos.
—Eres especial para mí, Britney—digo con sinceridad—. Pero, de una manera distinta. Yo... Realmente amo a Meg—intento decir con suavidad, pero no evita que su expresión se torne en decepción—. La amo de una forma que es difícil expresar del todo... Y no quiero que pienses que porque no te desee a ti de esa manera, eres menos extraordinaria—me acerco un poco más hasta alcanzar sus manos que me deja tomar, levanto su mirada con cautela de la barbilla—. No eres menos extraordinaria, no eres menos.
Sonríe apretando los labios. Me deja un beso rápido en la mejilla.
—Qué fácil sería enamorarme de ti, entiendo por qué Meg es tan celosa contigo...
Río. Me atrevo a reír.
—Digamos que... Ella de alguna forma sabía de esto. No te odia. Nada más sabía lo que pasaba —sonríe con algo de tristeza escondida.
—Las chicas tenemos un sexto sentido para estas cosas.
.
.
Termino por encontrarme con Harold más tarde en el bar de Gemma, después de sentirme de cierta manera, más aliviado. Aunque cada vez que pienso en ella, es como una estaca en el corazón. Sí. Estoy molesto, tanto que cada vez que pienso en ella, también siento que mi corazón arde a mi egoísmo.
Aunque sé la respuesta del por qué se fue, no puedo dejar de cuestionarme cada decisión que hemos tomado hasta hoy. Sé que está con Sarah y Andrea... Prácticamente tuve que suplicarles que me dijeran si estaba bien porque cambió su turno en Timotie's y no ha visto ni uno de mis mensajes, quiero que aunque sea me diga que la deje en paz, alguna señal que me recuerda.
—¿Cómo es... que todo termina en esto?—pregunta Harold después de beber su sexto trago, ya tiene el rostro rojo pero conserva algo de cordura. Me bebo el mio a fondo y me deslizo las manos por el rostro.
—Porque cuando vives en frustración no disfrutas lo que tienes, y terminas en un bar bebiendo hasta vomitar.
—¿Vas a vomitar?—me pregunta.
—No, ¿tú vas a vomitar?
—No, ¿y tú?
—¿No me lo preguntaste ya?—dice en medio de una risa, reímos—. Esto es asqueroso, ¿por qué estoy bebiendo?
—Porque te pedí que me acompañaras.
—¿Y por qué lo hice?
—Porque eres un buen amigo—le palmeo la espalda, y recuerdo cómo se metió en aquella pelea con Heron cuando ni siquiera le correspondía.
—¡Soy un buen amigo!—grita después de su novena bebida—. Tengo años viviendo en esta ciudad, de verdad, pero no había sido tan feliz hasta ahora.
—Eso es bueno.
—¡Estoy enamorado de Bianca! No me importa que me digan que... ¿Qué estaba diciendo? Sí. Estoy enamorado de Bianca —me susurra palmeando mi espalda.
—Creo que ya bebiste lo suficiente.
—Cuando era pequeño, mis hermana mayores me decían que era algo feo... ¿Crees que sea feo? Porque Bianca dice que soy guapo. La voy a pintar, y le voy a pedir que se case conmigo.
Lanzo una risa.
—Creo que vas demasiado rápido...
—¡La voy a llamar! —saca su teléfono y estoy también tan mareado que dejo que la haga, iba a pedirle que no lo hiciera pero lo igualé en copas y ahora siento mi cabeza moverse de un lado a otro —. Biancaaaaaaaa.
—¿Harold?
—Hola, Biancaaaaaaa.
—¿Hola? ¿Estás bien?
—Jay dice que es muy pronto para pedirte que te cases con... migo. Pero es porque está... ¿Qué palabra me dijiste?
—¿Frustrado?—río.
—Frustrado, ¿puedes creer que no recuerdo que significa pero si me acuerdo de tu sonrisa? Qué bonitos se te ven esos lentes, nunca, nunca, nunca te los quites, Bianca. ¿Quieres pasar año nuevo con mi familia? No nada más con mi familia, conmigo y mi familia, mis hermanas dicen que soy feo.
—Pues, para mi eres guapo—ríe detrás de la línea.
—¿Viste eso, Jay?—me sacude el hombro y sonríe, siento que mi estómago se revuelve—. Jay está un poco verde, ¿Meg está contigo? Meg lo quiere mucho, ella me lo dijo, pero Jay es algo llorón—grita, le golpeo el brazo.
—¿Ves que a veces, los hombres son idiotas?—le dice a alguien, y cuando escucho su voz, termino por botar todo el contenido de mi estómago en el suelo al lado de la barra.
—Acaba de vomitar—dice Harold con cara de asco a través de la línea—. Sigue vomitando. Y creo que nos van a sacar, adióoooooooos.
Terminamos por ir al departamento, en donde Harold se duerme con Pequeñito en el sofá y yo me quedo despierto, también vomitando un poco cuando el alcohol me provoca un terrible dolor de cabeza. Me siento frente al inodoro, encogiendo mis piernas hasta mi pecho con el teléfono tentándome, pidiendo que llame... Ella estaba con Bianca.
Cierro mis ojos, un tono.
Dos.
Suspiro.
—Hola... —su voz me rompe, me deshace. Todavía con algo del efecto del alcohol sobre mí, me atrevo a sonreír.
—Recordé hoy, cuando estábamos en Ciudad Solar...
Un segundo, tres.
—¿Qué recordaste?
—Cuando te besé en la playa, el día de la fogata. Estabas bastante asustada, no querías ahogarte. Tú estabas enojada después, pero yo no podía estar más feliz de haberte besado...
—No entiendo...
—No hay nada que entender, nada más que te extraño. ¿De verdad no vas a volver?
Silencio.
—No debería, no ahora.
—¿Parece una eternidad desde esa vez, verdad?
—Sí, así parece.
—Estoy molesto contigo. Y conmigo.
—Jay...
—Cállate.
—Estás borracho. ¿Por qué?
—Salí. No me gusta estar en este departamento sin ti—no quería admitirlo en voz alta, pero es demasiado tarde para dar marcha atrás—. Es algo grande nada más para Pequeñito y para mí. Harold se quedó a dormir.
—¿Harold me reemplazará? —río.
—Si así lo quieres. Me preguntó más temprano si pensaba que era feo, ¿tú que dices?
Escucho una tenue risita.
—A mí me parece atractivo.
—¿Más que yo? Porque creo que te escuché decir alguna vez que era perfecto, desde ese entonces, me lo estoy empezando a creer.
—¿Cuándo te dije eso?
—Dices cosas como esas cuando estás medio dormida, y caliente—ríe.
—No tienes respeto por mí.
Sonrío.
—Sí, Jay. Eres muy atractivo —dice.
—Gracias.
—¿Gracias nada más?—se burla.
Siento mi cabeza desvanecerse.
—Tú eres... la mujer más hermosa que jamás he visto—le digo, sintiendo como mi cuerpo me pide que duerma, pero luchando en su contra para poder tener unos segundos más con ella, unos segundos más para escuchar su voz. Con mis ojos cerrados, soporto mi sien en mi dedo medio mientras sostengo el celular—. Y quiero estar contigo, y así pienses que no mereces nada, yo creo que tú mereces todo. Creo que existo para admirarte por siempre...
—Qué cosas dices—ríe.
—¿Te burlas de mí?
—No... No me burlo de ti.
—¿Cuándo vuelves a casa? Te extraño, Meggy...
Refunfuña.
—No voy a volver porque me dijiste Meggy.
—Meg... Vuelve al departamento. No tienes que ir a esa gala si no quieres, no te fuerces a hacer cosas que no quieres hacer. Aunque, yo creo que serías la mejor de todos si lo haces.
—Te estoy haciendo daño.
—Eso nada más puedo decidirlo yo. Y yo decido que lo que me hace daño es estar lejos de ti. No termines esto así.
—No... puedo comenzar algo que aún no hemos comenzado.
—¿Cómo es tan fácil para ti fingir que no te importa?—esa pregunta, es la misma que le hice cuando todo esto empezó, cuando de nuestra amistad brotó lo que por años escondimos.
—Jay... Me importa. Tú me importas más que nada. Pero no puedo volver ahora. ¿Podrías esperarme, sólo un poco?—escucho que se quiebra su voz, pero me también me palpita esa rabia que en mi reside.
—Ya no sé qué más hacer. ¿Qué más quieres que haga por ti, Meg? Siento que por más que trate...
—Buenas noches, Jay.
Respiro.
—Buenas noches...
Cuelga. Pero el teléfono se queda en mi oído. Mi corazón se apaga, mis sentidos también. Todo de mi empieza a borrarse, como si quedara una cáscara de amargura que por el momento, no puedo mover...
Me quedo el resto de la noche aquí. Con la misma ropa, y con el teléfono a un lado de mi a la esperanza de una llamada.
Meg.
Mis lágrimas empezaron a brotar desde el momento que contesté. Su voz ronca, casi pude sentir sus manos ásperas en mi cintura y sus labios en mi cuello susurrándome antes de dormir. Sentí un vacío cuando empezó a hablar, y no dejé de llorar, ni siquiera cuando reí. Quisiera en este instante, irme corriendo a su lado. Ya dejar atrás todo esto que me atormenta, dejar de presionarme, y estar unos segundos a su lado.
Pero no. Esto no es justo para él. No es justo que lo torture, no es justo que lo involucre. Me ahogo en mis lágrimas cuando cuelgo, lloro por todo. Por ser quien soy, y no alguien diferente, lloro por haber dejado de ser yo misma, por todo lo nuevo que me aterra.
Por ser cobarde, y no adaptarme rápido a algo que desde un inicio era mi sueño. Amo la música, amo Bridge. Amo esta Ciudad, y amo a Jay. Entonces, ¿qué me ocurre?
Lo que me ocurre es que, me aterra todos los cambios drásticos que he tenido que vivir desde que llegué. Cada paso que he dado siento que he estado sobre una cuerda floja y he dado un paso en falso, estoy de espaldas buscando recuperar mi equilibrio.
—¿Qué sucedió?—escucho la voz de Hailee detrás de la línea, apenas si entiendo una palabra de lo que digo mientras no dejo de llorar...
A la mañana siguiente, finalmente el día del último ensayo, debajo de mis ojos hay grandes ojeras y mi piel se ve pálida. Me escondo detrás de mí bufanda y gorro, aturdida a todos los sonidos y hasta creo que una de mis cejas palpita en nervios.
Me instalo frente al piano, toco. Sofia menciona que está mucho mejor, y aplauden. No sonrío, nada más asiento. Me duermo cuando Sarah, la estirada, empieza a tocar.
—Meg...
Despierto de golpe cuando mi brazo pierde el agarre de mi cabeza.
—¡Sí!
Sofia levanta una de sus cejas mientras recojo a velocidad mi bolso y tallo debajo de mis ojos.
—Dios, te ves terrible.
—He estado peor—admito con vergüenza, mis mejillas enrojecidas mientras evito hacer contacto visual.
Asiente incrédula, observándome de arriba a abajo.
—¿Lista para mañana?
—Sí—se acerca a mí, me toma de los hombros.
—Toca con el corazón, recuerda que no sabemos quién puede estar mirando... Además, voy a romper algunas reglillas para enviarle el vídeo a tu padre.
—¿A papá? ¿Por qué?
—Me pidió ese favor—se sube de hombro, acomoda los papeles de su carpeta en el piano—. Nos vemos mañana.
Asiento.
No sabemos quién puede estar mirando...
Dios, ¿en qué me metí?
////
¡Hola por acá!
Estoy muy feliz por el buen recibimiento que ha tenido la historia estos meses. Ha subido casi el doble en lecturas y guau, me hace increíblemente feliz porque algo que amo hacer con toda mi vida es escribir y tener su apoyo me conmueve y me incentiva. Estoy preparando los capítulos finales porque sí... Ahora sí. Tengo advirtiéndolo desde hace un tiempo, pero ahora sí... ¿están listos? Yo no.
Me encantaría que me dejaran preguntas o comentarios de lo que opinan, me encanta leerlos. También quería decirles sobre qué les parecería la idea de hacer un grupo de Facebook para poder interactuar, además, me ayudarían a hacer creer la historia porque aunque está casi al final... Todavía no ha empezado. Hay muchas cosas que debemos resolver, ¿no?
Espero que puedan acompañarme para la segunda parte...
Les agradezco con todo el corazón...
Salamandrosa, xx.
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