Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

64. Meg

Dos días para navidad...

Una semana y cuatro días para la gala...

El vaho sale de mis labios conforme apresuro mi paso, hace más frío este día que cualquier otro que pueda recordar. Tengo quince minutos de retraso, mi alarma no sonó y el departamento de Sarah y Andrea queda a media hora de Bridge. Mis nervios se intensifican al notar todos los taxis llenos y nada más puedo con los nervios de que mi último examen inicia en diez minutos.

Corro lo más rápido que puedo cuando me acerco, Bridge está atestada por lo que se me dificulta pasar entre los estudiantes y profesores, y cuando llego a mi aula, la puerta está cerrada.

Con mi pecho doliendo por el aire frío de la ciudad, toco la puerta con cautela. Escuchando nada más que silencio desde aquí. Me muerdo el interior de la mejilla, y cuando abren la puerta, todas las miradas son puestas sobre mí. El maletín del Maestro esta sobre el escritorio, no debe hacer mucho tiempo desde que llegó, pero me observa con desdén acomodándose el botón en la muñeca de su chaqueta.

—Lo siento... Lo siento—digo, subiendo mi bolso a mi hombro e intentando aspirar algo de aire caliente—. ¿Puedo pasar?

—¿Tengo alguna razón para dejarla entrar a mi clase?—pregunta con obviedad.

—¿Soy... Estudiante?

—Mis estudiantes se caracterizan por responsabilidad y disciplina. ¿Es usted de esa manera?—sólo se escucha silencio en la sala. Mi respiración todavía sale entre mis labios y mi mano va instintivamente a mi pecho que arde del frío.

—Sí, señor... Por algo estoy aquí, en Bridge.

Eleva una de sus cejas.

—Mi intención no es... Ser impertinente, nada más quiero presentar mi examen.

—Debería dejarla—escucho su voz. El Maestro dirige su atención a él—. Digo, son sólo cinco minutos de retraso. A cualquiera podría pasarle. Usted acaba de llegar...

—Sí, es cierto—están de acuerdo unos, y otros nada más asienten. El Maestro, echa sus manos sobre sus piernas y se inclina hacia mí.

—Que no se vuelva a repetir, Labrot...

Mordiendo el interior de mi boca, camino a mi asiento suspirando de alivio. Veo a Heron junto a mí, quien tiene una suave sonrisa.

—Gracias...—le susurro. Se sube de un hombro, y parece el mismo Heron que conocí cuando llegue.

—No es nada. Parecía que ibas a echarte a llorar—sonrío, soltando una risa por lo bajo después de unos segundos—. ¿Está todo bien?

Saco mis cosas del bolso, evitando su mirada todavía sintiéndome dolida por su respuesta que me dio en Timotie's, y con más preocupaciones en la cabeza de las que puedo lidiar.

—Todo bien.

Transcurre la hora del examen en silencio. Mi siguiente año aquí será en totalidad práctico, y me veo en la obligación de tener que elegir entre piano y voz. La hora que paso aquí, me indica que es más sencillo resolver este examen que los problemas que enraízan en males mi vida. A pocos días para la navidad y hay tanto desastre que mi espíritu navideño ya se rindió.

Pero termino por decidir qué tocar en la gala. Anoche cuando se lo dije a Jay, tenía tanta rabia dentro de mí que indiscutiblemente, tomé esa confesión como una venganza. Una estúpida. Porque había cambiado de opinión, hasta esta mañana que abrí los ojos y me di cuenta que sería un suicidio no hacerlo...

Estos meses, mi vida ha estado colmada de alegría. Es contradictorio temerle al cambio, cuando es precisamente lo que esperaba cuando llegue aquí, cambiar el paradigma de mi historia. Tocar en ese gala significa quizás el comienzo de algo diferente, y temo que todo lo que construido estos meses, sea tan fugaz como llegó, tendría que dejar atrás lo dulcemente conocido para adentrarme a un mundo nuevo del que no he aprendido nada todavía, un mundo desconocido del que temo.

Pero ¿Y si esto es lo que depara mi futuro?

¿Una vida irresistible al cambio?

Entrego mi examen con una sonrisa tensa, saliendo sin regresar mi mirada con el sentimiento de triunfo por haber concluido todos mis exámenes. Ahora, necesito sobrevivir a navidad y a la gala, y yo pretendo lograrlo pero ahora, no pienso en otra cosa que dormir. Anoche en el departamento de Sarah y Andrea apenas si pude pegar un ojo.

Aunque, me queda una última cosa que hacer.

—Tocaré.

Mis dedos se retuercen detrás de mí espalda, fríos de los nervios y por el gélido clima que hace afuera. Sofia presta su atención a mis palabras, pero su sonrisa trémula me hace temer su respuesta.

—Meg, ya es muy tarde...—se levanta acomodando una pila de papel sobre su escritorio— Sé que te lo dije días después de que anunciaran quienes tocarían pero...

—Sé lo que voy a tocar. Vendré a los ensayos. Todavía queda una semana...

Sofia suspira. Mis dientes atrapan la carne de mis labios cuando deja caer el papel en el escritorio, negando con la cabeza unos instantes después dejándose sentar en su silla.

—¿No vas a desaparecer?

—No voy a desaparecer. Vendré. Lo prometo.

—Tienes que empezar ya mismo si quieres estar incluida en el programa. ¿Por qué tardaste tanto en tomar la decisión?—el aire contenido se me escapa, pero mantengo mi alivio para celebrarlo más tarde.

—Estaba asustada.

—¿Y ya no?—tomo una pausa.

—Sigo asustada. Pero, lo haré.

No aparta su mirada de la mía y sostiene su expresión relajada mientras continuo inquieta a la expectativa de su respuesta. Estamos sólo ella y yo en el aula, hay silencio, pero podría jurar que escucho mi corazón latir en mis oídos.

—Bien, Meg. Te di está oportunidad y estás decidiendo no desaprovecharla. Pero tienes que entender lo que se te está dando. A nadie de primer año le ofrecen algo así...

—Sí, lo he oído mencionar... No se va a decepcionar.

Sonríe.

—Sé que no me voy a defraudar. Por eso te escogí.

Con una sonrisa intranquila asiento. Pero antes de irme por completo, me giro en su dirección nuevamente sintiendo mis emociones convertirse a la culpa y duda.

—¿Por qué me eligió, de verdad?—sosteniendo una hoja de papel, une sus cejas con confusión.

—¿A qué te refieres?

Todavía no respondo, en cambio, camino para ahogar la vergüenza de mis siguientes palabras.

—Digo, desde que llegué a Bridge y la encontré a usted, he tenido la idea de que... El hecho de que me aceptaran tuvo algo que ver con usted, como es amiga de mi madre, creí que no había bastado mi talento—me confieso—, y que, que yo esté aquí es por su obra.

Guarda su hoja en una carpeta para después, caminar con sus elegantes tacones pulidos unos pasos en mi dirección.

—Meg, el día de tu presentación para la beca te reconocí de inmediato yo sentí que debía sugerirte. Pero la decisión no era mía nada más. Era de todo el grupo de docentes que te evaluaban—el rostro de Sofia es apacible, siempre inmutable a la turbulencia—. Yo tuve una sincera sugerencia de tu talento, tú en cambio, hiciste el resto. Ya deja de preocuparte porque la gente quiera ayudar... Tu madre tuvo muchos problemas en su juventud por no saber cómo pedir ayuda.

Me muerdo los labios. Sintiendo desvanecer lo que me ha atormentado por casi medio año. Pero, a sus palabras, surge una nueva pregunta

—¿Sabe qué clase de problemas?

Imprime suavemente su expresión con su mirada clavada en mí, me observa con algo sensible en sus ojos pero termina con negar.

—Poco. Tú madre y yo éramos bastante amigas. Pero lo que sé, creo que es mejor que lo resuelvas con tu familia...

—Maestra Sofia...—digo antes que salga por la puerta— He intentado resolverlo de mil formas. 

Suspira después de unos segundos, sosteniendo su carpeta puedo notar que piensa como si recordara una advertencia, y no puede saber si lo que dirá a continuación será lo correcto, pero mis pies se inclinan suavemente hacia adelante por la espera, sin sentirme capaz de creer que tendré una respuesta.

—Pregunta por Lys. Meg, entiende que no puedo ser parte de esto. ¿Lo sabes, verdad?

Asiento.

—Ya me ha ayudado bastante. Y no le he agradecido. Gracias...

—No tienes que agradecer—esconde algo en sus palabras, termina por retirarse, dudando contener su mirada en mi dirección.

Respiro, procesando esta nueva horda de información apoyándome del escritorio. Puedo escuchar desde aquí el bullicio de los estudiantes de Bridge, emocionados y quizás conmocionados. Jay debe estar entre ellos.

Mis ojos se cierran y quiero irme a casa, pero sé que tengo una nueva responsabilidad. No tengo más remedio que cumplirla y mientras camino a un lugar donde haya calma, pienso en cómo buscar a Lys sólo para darme cuenta que tengo más preguntas que respuestas.

—¡Meg!—Bianca agita su mano entre la multitud, me acerco sin ánimos de hablar. Y sin desear encontrarme con Jay—. ¿Tocarás en la gala? ¡Qué alegría, Meg!—me abraza—. ¿Por qué no nos dijiste antes?

—No iba a hacerlo...—miro a Harold— Hasta ayer. Lo siento. Es que no estaba en planes esto.

—¿Por qué no ibas a hacerlo?—pregunta Harold—. Es una oportunidad única.

—Sin presiones—bromeo. Pero sí empiezo a cansarme de escuchar repetidamente la misma oración. Quizás no tenga en conciencia lo que esto significa, pero ahora es nada más una responsabilidad para mi—. ¿Han visto a Jay?

—Esta mañana, pero no sé a dónde se fue—me responde Harold—. Se veía... Agitado. ¿Pasó algo?

Niego, pero me percato que tardo unos segundos en responder.

—No, nada pasó.

—¿Estás bien? Te ves pálida—me dice Bianca—. Ve a casa a dormir.

—Debo quedarme a ensayar. Estoy muy retrasada—reprimo un bostezo.

—Puedes venir más tarde. Hoy es nuestro último día, pero Bridge no cierra sus puertas hasta después de la gala. Puedes ensayar más tarde—agrega Harold.

—Gracias, pero más tarde debo ir a Timotie's.

Bianca resopla y agranda los ojos.

—¿Cómo sigues existiendo?

—También me pregunto lo mismo. Nos veremos después.

—Si veo a Jay...—comienza mientras camino unos pasos atrás continuando mi camino.

—¡Sí, claro!—tropiezo de hombro con alguien.

Camino hasta la sala de música, tan solitaria como en su mayoría está. Aquí muchos tienen sus instrumentos en casa, pero no cuento con la suerte de tener un piano en el departamento. Giro sobre mi eje, disfrutando del silencio y de la sofisticada estructura y luz que entra, dejando como una estela fantasmal sobre los instrumentos que reposan con suavidad en la intimidad de la sala, aquí parece un santuario del sonido, porque la acústica resulta perfecta y los sonidos externos no llegan a irrumpir en su paz.

Aspiro aire sentándome frente al piano, haciendo mi pequeño ritual de cerrar los ojos y estirar mis dedos para luego, apretarlos sintiendo lo que hay a mi alrededor. Toco una tecla, después otra y otra... Hasta consumirme en el sonido, en el éxtasis que representa para mí las teclas debajo de mis dedos.

Por alguna razón, comienzo a recordar los momentos que me han llevado hasta aquí. Mi corazón se suaviza en memorias de mi corta vida, que ha tenido tantas emociones por recorrido, casi no puedo respirar mientras descargo e imprimo este momento en mi cuerpo y alma, hasta una lágrima se me escapa, deslizándose hasta caer por mi barbilla.

No sabía cómo me sentía hasta que regresé de dónde vengo, de la música y de la emoción misma que se unifica con mi espíritu. La pieza que toco es tan pasional que mi piel se eriza y no puedo escuchar nada más que la música que resuena en toda la sala, sólo para mí, sonando como un consuelo en medio de agonía.

La pieza suavemente finaliza. He estado soñando con esta pieza desde la cena, es como si mi cuerpo hubiese sabido cuál sería la que iba a tocar. Respiro con pesadez, y observo el piano como si tratase de mi salvación, que así es.

—Siempre es un placer verte tocar...—me giro con velocidad hacia la puerta, para encontrármelo apoyando su cuerpo en el dintel, de brazos cruzados y con el gorro gris que hace que algunos de sus cabeza enmarquen su rostro.

—Sí... No está perfecto.

Evito su mirada dirigiendo mi atención al frente. Tecleando con distracción me percato que se sienta a mi lado, pero me arrimo en el asiento unos centímetros lejos.

—Sonó muy bien—me aparto un cabello del rostro.

—¿Qué sucede?

Aguarda unos segundos.

—¿A qué te refieres?

—Jay, ¿de nuevo esto?

Nuestras miradas se enfrentan. Suspira.

—Tuve... una pequeña auditoría hoy.

Evito elevar mis cejas, pero si siento el nerviosismo burbujear así que cruzo mis brazos mordiendo el interior de mis labios para contenerme.

—¿Y qué te dijeron?—sonríe.

—Heron se presentó. Resultó ser un mal entendido. Sólo tengo una advertencia, dijeron que no había razón para abrir un expediente.

Suelto aire sintiendo mi angustia drenarse. Cierro mis ojos momentáneamente agradeciendo a todo lo que conozco, y los abro cuando sus dedos tocan la piel de mi rostro. Siento que quema, y aunque me quiero apartar, mi cuerpo me susurra que me quede. Anoche en el departamento de Sarah y Andrea, estiré mi brazo en busca de su cuerpo para abrazarlo... Y fue duro recordar que él no estaba ahí, conmigo.

—Quizás tuve mucha suerte—dice sólo para mí, encerrando su voz en la acústica de la sala—. O, tú tuviste algo que ver.

Pestañeo, apretando el agarre de mis dedos en mis brazos para no saltar a los suyos, a sus labios.

—Te dije que me dejaras ayudarte—lo reprendo. Bufa, sus nudillos en mi mejillas, después sus dedos en mi cuello acariciando mi piel, escuchando a mi consciencia suplicando que no me aparte.

—Perdón, Meg.

—Jay...—no basta con un perdón, quisiera decirle. Déjame entrar con sinceridad en tu corazón, quisiera decir. Pero, esas palabras no salen. Se quedan estancadas en mi pecho que quema— ¿Qué está pasando? ¿Por qué siento que estás cada día más lejos de mí?

—No estás lejos de mí, no estoy lejos de ti, Meg... Es que no quiero arrastrarte a esto.

—Por favor—escucho ahora a mi rabia. Me alejo de su rostro—. Son excusas, ¿qué pasó con todas las veces que tú estuviste para mí?

—No pido que me lo retribuyas. No te estoy pidiendo que pagues por eso, no es tu deber.

—¿No entiendes el dolor que me causa que me digas eso? No puedo entenderlo más que una excusa... ¿Qué pasa con Britney?

—Meg, puedo jurar, por lo que tú quieras, que con Britney nada pasa. Por favor, créeme—sujeta mis manos—. Meg, nada más estoy cansado. Yo... no quiero que tengas que cargar con lo que yo siento.

—¿Y qué si quiero hacerlo? ¿Tú puedes impedirlo?—aparta su mirada, todavía no suelta mis manos.

—Sí puedo.

—¿Y cómo? ¿Vas a alejarte de mí? Jay, ¿qué esperas que suceda por no comunicarte conmigo? ¿Otro malentendido? ¿Quieres que me aleje de ti?

—No—responde abruptamente.

—Entonces, comunícate conmigo. Es todo lo que puedo pedirte, por favor. Jay, ¡mírame!

Su rostro está suavemente contraído, regresa a mí. Imprimo todo mi dolor en mi mirada, me siento tan confundida y distante de la persona que más puedo amar en este mundo, mi corazón palpita con impotencia, sabiendo que si él no me lo permite, no puedo hacer nada.

—Meg...—inicia con una respiración— No pasa nada contigo, ¿está bien?—su voz es suave, sus ojos densos pero cálidos. Sé que dice la verdad, pero no puedo estar en paz—. Nada pasa con Britney... Nadie ni nada hace que cambie lo que siento por ti. No... siento que esté pasando por un buen momento—suspira, apoya los codos en sus rodillas y mira hacia el suelo—. No me siento bien... Siento que, cada día me ahoga más todo lo que pienso, todo lo que me preocupa. No me siento la misma persona desde que llegué y era bueno... Hasta hace poco. Hasta que tú dijiste que me notas distinto. No es por ti, Meg—casi susurra la última oración mientras mis ojos se humedecen y trago con rudeza, cruza su mirada y su sonrisa triste parte mi corazón—. Nada que implique tenerte, significa tristeza. Nada más... me siento cansado. Por favor, no llores.

—No estoy llorando—trago, me enderezo. Mis dedos se vuelven rojos mientras los aprieto para evitar las lágrimas.

—No puedo soportar verte llorar por mí. Por eso no quiero que seas parte de esto, dame tiempo para resolverlo. Es todo lo que te pido... Dame tiempo para resolverlo, y las cosas serán como antes.

Mis dientes atrapan mis labios tan fuerte, que termina por dolerme. Pero no tanto como sus palabras que no tienen el propósito de resultar hirientes. Jay no quiere herirme. Pero no puedo evitar sentirme desplazada.

—No quiero que sean como antes, Jay—me contengo de sostener su mano—. Quiero que sean mejores. Quiero que tú seas feliz. Pero, está bien...

Mis músculos casi se desgarran cuando me levanto, seguir su mirada mientras coloco nuevamente mi bolso sobre mi hombro es un martirio, pero no tengo más remedio. Me sostengo a mí misma para evitar derrumbarme, ni siquiera me permito llorar, nada más me planto frente a él dando dos pasas hacia atrás, en búsqueda de dejar atrás este sofocante instante.

—Puedes no creerme. Pero te entiendo. Sé lo que es sentirse así, y tú estuviste ahí para mi evitando que me hundiese... Si tú—sale mi voz como un hilo, respiro— quieres que no esté cerca para darte espacio, lo entenderé. Si quieres respirar y resolverlo solo, también lo respetaré.

—Meg—se levanta intentando alcanzarme pero instintivamente, me alejo unos pasos evitando que su piel queme la mía.

—No haré un drama de esto—respiro más hondo. No puedo soportar esto más—. Nos vemos más tarde... Adiós.

Mi corazón palpita con cada pisada porque sabe que estoy más lejos de él, es estúpido, es absurdo, pero me arde tanto que apenas si siento que puedo respirar. Las lágrimas que desean salir consumen tanto mi razón que no paro de llenar mi tórax de aire, hasta que el frío quema mis labios y suelto, saliendo mi aliento blanco y la primera lágrima que se escapa conforme camino.

Pero, no sale otra.

No volteo tampoco hacia atrás para saber si me está siguiendo.

Camino, sé a dónde iré. Sarah y Andrea me esperan en su departamento. En el mío, nadie lo hace por ahora.

Aquí, estoy sola.

.
.

Navidad...

El árbol que compró Jay aquella noche sigue sin decorarse, pero es el espacio favorito de Pequeñito. No hay ningún regalo debajo de él, ni ninguna decoración que indique festejo. Hay demasiado silencio.

Jay ha estado en su habitación. Ninguno ha buscado hablarse desde nuestro encuentro en la sala de música en Bridge, no hemos comido juntos y mucho menos, planificado algo para nuestra navidad... Que ya no es nuestra navidad, porque pasaré las fiestas con Patricia, con mi familia. Aunque palpita en mis pensamientos aquel nombre que me dijo Sofia... Lys.

Mi abuelo estará en esa cena, lo sé. He tenido miedo de buscar su nombre y encontrar algo que no me guste, mis manos tiemblan con imaginar una situación en la que deba preguntarle a alguna sobre ese nombre y qué tiene que ver con mi mamá, sólo basta mencionar cómo salió todo la última vez que estuve ahí.

Hoy fui a Bridge temprano a ensayar. Todos me miraron como a un fantasma, e incluso uno de ellos me advirtió que no podría seguirles el ritmo. Respiré profundo. Conozco esa clase de competencia. Cuando iba a concursos, el compañerismo era nulo y la competitividad se respiraba. La mayoría de los escogidos están aspirando a más, como una beca en el extranjero. Sí pude seguir el ritmo. Y con todo mi valor, salí con la cabeza en alto aunque con el aire contenido.

Además, ayer salí a comprar algunos obsequios. A Simon le compré un avión de juguete. A Patricia aretes dorados, me he fijado que usa muchos similares. A Tori un set para decorar cupcakes y a Alex una cangurera de viajero. Y aunque distantes, a Jay un juego de pinceles y una gorra color azul... Usaba gorras cuando estaba en Ciudad Solar, mientras estuve escogiendo sus obsequios sentí que podría hacerlo sentir mejor. Ahora mientras los envuelvo en papel de regalo con Pequeñito mordiendo su hueso de juguete a mi lado, considero que podría considerarse hasta estúpido creer que una gorra le hará sentir mejor...

Sin embargo, no podría descartar a estas alturas la idea. Pero en mi reside la duda porque no le he preguntado a Jay si vendrá conmigo. Continua en su habitación. Quería que estuviésemos juntos aquí para la fecha, celebrando en nuestro departamento. Ellen me envió un mensaje hace poco, preguntando qué haríamos para año nuevo y deslizando preguntas sobre Jay, transmitiéndome con sus miradas otras preguntas sobre su hijo de las que ahora mismo, no puedo responder.

Miro hacia la ventana, y todavía la nieve no cae. Aunque el cielo si parece cada vez más nublado. Papá debe estar con mamá. No he tenido el valor de llamar y escuchar la voz suave y firme de mamá. ¿Habrá funcionado sus terapias? Ahora mismo me siento muy sola...

Sentada en el suelo con mi espalda reposando en el mueble, me encojo en el sitio, con mis piernas en mi pecho y mi cabeza entre mis rodillas, respirando de mi propio oxígeno. No puedo llorar porque ninguna lágrima sale, solamente soy yo aquí, existiendo en mi ciclo de emociones que recaen en esta sensación vacía ya conocida, estoy sola...

No hay pasos en el departamento, no hay música aquí. Pero si puedo escuchar que en el departamento superior empiezan a llegar visitas, yo todavía estoy vestida con mi pijama y el cabello revuelto desde que llegué de Bridge.

Me decido por ignorar el silencio de mi soledad y termino de envolver los regalos, yendo a ducharme y ponerme algo de ropa para una cena y mientras repaso mi armario, me encuentro con el vestido rojo. No podría volver a usarlo, no quiero. Desde esa noche, nada ha vuelto a hacer igual. Por eso, casi lo arranco de su gancho y lo dejo en el esquina oscura que no alcanza mi visión, y escogiendo un vestido blanco sencillo, cierro con fuerza la puerta respirando mientras aparto los cabellos de mi rostro palpitante.

Me despejo respirando a profundidad, debo hacer esto, debo ir a esa cena, así esta sea la peor navidad a la que me he sometido, como la gala en Bridge, esta es ahora un compromiso con Patricia... y con Simon, quien me rogó ir ayer por teléfono.

Dejo mi cabello suelto que cae en ondas hasta mis caderas, me pongo pantalones sencillos con una blusa que deja ver ligeramente mis hombros, y para darle algo de color, coloco en mis pies unas zapatillas rojo carmín, del mismo color que termino por pintar mis labios.

—Puedes hacerlo...—me susurro al espejo—, y si sientes que no puedes... Mandarás todo a la mierda—señalo a mi reflejo—. Te has sentido sola antes, pero no has podido mandar todo a la mierda. Ya es tiempo.

Suena mi celular anunciando una llamada desde mi cama. Suspiro.

—Ya es tiempo...

Camino por el pasillo, en donde están todos los obsequios esperando por mí en la sala como espera Patricia por mí en su auto. Pero, me detengo. Con resignación, regreso mis pasos a su habitación y abro la puerta después de dos golpes.

—Si quieres saber en dónde estaré, iré a casa de Patricia. Estás invitado si quieres ir—le digo. Parece como si acabase de despertar, asiente y se estira. No espero por su respuesta.

De camino a casa de Patricia, escucho que Brad y Simon juegan y conversan en los asientos traseros. Patricia está callada pero su rostro es tranquilo. No me advierte, no pregunta, nada más conduce y por una parte, le agradezco. No tengo un ápice de ganas de hablar. Incluso cuando llegamos a su casa en donde hay un ambiente cálido del que no puedo casi disfrutar, me resumo a saludar.

Mis tías están aquí, las hermanas de mi abuelo. Cada una con su marido. Los padres de Tori y Alex están aquí, abrazando a sus hijos. Tori se ve tan feliz mientras habla con su padre y él la abraza con una mirada dulce, llena de orgullo. Brad ayuda a su madre en la cocina revolviendo el cabello de su hermano, Simon, cada que tiene oportunidad. El abuelo sentado en el sofá con un vaso de licor, admira a su familia casi en la lejanía, como yo. En cambio de él, que sabe que es suya, yo me siento perdida en este gran espacio.

Cada uno tiene a sus padres, esposos, madres y hermanos. Es egoísta e inmaduro. Pero no dejo de pensar que los míos están allá, en Ciudad Solar. Quiero pensar que están pensando en mí, que me extrañan. Sin embargo, mi soledad me susurra que si lo hicieran, yo no estaría aquí sola viendo mi teléfono a la espera de una llamada que pueda salvarme.

La casa está tan bella decorada, el árbol se ve tan iluminado. Me entristeció no conseguir luces blancas para mi árbol, que está allá en el departamento solo como yo. Pequeñito debe estar descansando debajo de él como los obsequios en el gran árbol que decora la sala de Patricia, huele delicioso, la música es suave y todo es tan cálido. ¿Cómo es posible que me sienta tan fría con este ambiente tan lleno de vida? No puedo dejar de removerme en el asiento mientras cuento las bambalinas del árbol.

Quisiera sentirme justo como aquella navidad que le conté a Jay, dentro de mí, todo es gris y lo más cercano a la alegría es la nostalgia que reside en mis recuerdos. ¿Sería diferente si papá estuviese aquí? ¿Si mamá no odiase a esta familia? No puedo preguntar ahora mismo quién es Lys, aquí todos se ven alegres y no tengo derecho de arrebatarles eso, de quitarle a Simon su navidad.

Se reúnen, cantan y llego a sonreír. Mi copa de vino está medio llena y el muérdago en la cocina lo observa la novia de Tori mientras la codea y sonríe, se recuesta en su hombro y ambas se miran con ese delicado brillo en sus ojos que representa la unión del amor, eso es lo que termina de romper un poco más los fragmentos de mi corazón...

Aquí tengo personas que me quieren, quizás que me aman... Como Simon. Siento el amor de Simon cuando me abraza y me pide jugar con él un poco. Pero, ¿en dónde está el amor de mis padres? ¿Es egoísta desear que ellos estuviesen aquí? ¿Es egoísta desear que me extrañen y se arrepientan por no tenerme allá con ellos? Todavía no nieva y ya siento mi piel fría.

Cuando Tori les llama para cenar poniendo un gran plato con papas bañadas en salsa sobre la mesa, susurra mi cabeza el nombre de Lys. Me susurra el rencor y la conocida sensación de lejanía arrebata el colmo de mi paciencia, no puedo dar ni dos pasos con el resto para dirigirme al comedor. No puedo ser parte esta noche de su alegría pero tampoco estoy dispuesta a arruinar la navidad de los niños, de Simon y Brad. Quiero gritar y reclamar los por qué de su lejanía en el pasado, quiero respuestas.

Pero no quiero ser parte de un ciclo de odio. No debo hacer que Simon tenga un recuerdo de un problema del que ni siquiera es parte... Él no tiene la culpa, como yo no tuve la culpa de haber crecido sin una familia amorosa y, además, complicada.

Tomo mi abrigo del perchero después de recoger el regalo de Jay debajo del árbol, observo desde aquí, desde la puerta, como se sientan a comer en medio de sonrisas, risas y vino. Contando anécdotas de las que no soy parte, haciendo chistes familiares que no entiendo porque no pasé el tiempo suficiente con ellos. No me entristece que no se den cuenta de que me voy porque nunca he estado allí.

Cierro con cuidado la puerta, camino unos pasos y me sujeto el abrigo del susto cuando lo veo ahí con un regalo entre las manos y su gorro gris, su nariz enrojecida y su mirada verdosa dudosa y confundida.

—Pensé que no vendrías—le digo escondiendo el paquete detrás de mí espalda, encaminada en su dirección unos pasos.

—Creí que estarías más tiempo—sonríe—. Yo... no les traje nada, para ser te sincero. Lo olvidé...

—Sí. Está bien. No te preocupes.

—Pero, tu regalo. Aquí lo tengo—observa la caja. Algo en mí, una pequeña chispa se enciende.

—¿En serio?—pregunto con un énfasis de emoción, sonríe.

—Sí, esto es para ti—me extiende una caja. Clavo mi vista en el regalo con una chispa de alegría encendiéndose en mi pecho.

—Esto también es para ti—le intercambio la caja—. Lo traje porque pensé que ibas a venir, pero después creí que no y...

—Sólo ábrela—dice recibiendo su obsequio en medio de una risa. 

Palpito de emoción cuando veo dos cosas en la caja después de quitar el precioso moño rojo. La primera, una taza de reno color azul. Y la segunda... luces blancas de navidad. Sonrío. Sonrío tanto que resulta absurdo lo mucho que me hace feliz estos regalos. Y tal vez no es tanto los obsequios lo que hace que mi ánimo esté mejor, sino verlo aquí frente a mi sonreír otra vez, así sea un poco.

Su regalo lo observa con brillo en sus ojos, puedo notarlo. Niega y sube los hombros manteniendo esa expresión de contentamiento en su rostro enrojecido del frío, sonrío más.

—Gracias, Meg...

—No, nada de gracias—me acerco a él, mirándonos y sonriendo—. ¿Es muy tarde para tener un plan de navidad?

—Nunca es tarde en navidad.

Un destello, un pequeño espacio para la esperanza se hace con su bonita sonrisa, con su abrazo que me deja en su pecho caliente, cerca de su corazón.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro