61. Jay
—¿Cómo te fue con Bianca?—le preguntó a Harold mientras chocamos puños rápidamente en saludo. Eleva sus cejas con picardía, guiñando un ojo.
—Increíble—responde en medio de una sonrisa—. Bianca es increíble. Creo que puedo entender cómo te sientes con Meg—río.
Bajamos los escalones, encaminándonos a la salida para encontrarnos con Gemma e ir por un desayuno. Salimos apretados de tiempo esta mañana y apenas pude probar algunos bocados, el día ha sido tranquilo, las clases agradables, excepto por Irvin. El profesor del que nos advirtieron.
Sería un dolor de cabeza si no le dabas la razón y hasta ahora, ellos tenían razón. Hoy nuevamente, me llamó Jacob, y nada más me contuve de corregirle porque Gemma estiró la manga de mi chaqueta con una mirada de agresiva advertencia.
Me preguntó por mi pintura, la que me "pidió" volver a hacer. También comentó que le sorprendió que estuviese ahí, ya que si de él dependiese, me habrían expulsado a mis primeras palabras por no saber cómo respetar a un profesor tan preparado. Imaginé situaciones en las que pude responder algo inteligente, sólo pude comentar a su primera pregunta con una mirada cargada de rabia.
Él, con su cabeza calva, bigote y dientes amarillos, sonrío con sus brazos detrás de su espalda, paseándose por el salón midiendo el temor de los demás estudiantes. Tiene un acento ligeramente ruso que podría hacer estallar a los oídos de cualquiera pero por el bienestar de mi futuro, prefiero contenerme a arriesgarme de perder mi beca por un momento de enojo. El hombre tiene influencia aquí. No sólo en Bridge. También en Nuevo Goleudy.
—¿Crees que quiera ir conmigo a la cena navideña con mi familia? ¿O es muy pronto? Mi familia es algo... Escandalosa. Y poco sutil.
—Eso deberías preguntárselo tú. Según lo que me ha dicho Meg, su madre vive en otro estado. Dudo que viaje tan lejos a estar sólo dos días. Además de que para la gala navideña queda poco.
—¿Irás?
—¿Irás tú?—se sube de hombros.
—Invitan a unos pocos. No tengo ese privilegio, todavía—río—. Creo que a Gemma sí la invitaron. Un chico de dos años adelante.
—¿Quién es? Pensé que iría a ver a su abuela—suspira.
—Su abuela está, mal. Quizás...—hace una mueca con duda— No esté con ella para finalizar el año. Me dijo que su abuela insistió pero que planeaba llegar de sorpresa—sonrío con lástima—. ¿Qué harás tú para navidad?
—Pensaba estar con mi familia. Pero Meg me dijo que organizarían una cena para celebrar la navidad. Quisiera estar con ella para apoyarla.
—¿Tan complicado el asunto?—asiento apretando los labios.
El clima hace que inmediatamente, salga el vaho de mi boca. Ahora un gorro cubre hasta mis orejas y mi cabello ahora un poco más largo, cubre una parte de mi cuello. Pude conseguir entre mis cosas guantes que dejan mis dedos libres, pero tengo en la lista comprar ropa más abrigada.
Sosteniendo mi bolso desde mi hombro, busco responder la pregunta de Harold, pero cuando cruzo mi vista, me encuentro con Heron quien me observa debajo de sus cejas con una chica que ya había visto antes, y otro chico que me cuesta un poco más reconocer.
Me detengo en seco, Harold da un par de pasos más antes de regresar confundido. Me observa, después, sigue mi mirada y entiende lo que ocurre.
—Ese es Heron. ¿Verdad?
—Sí. Anoche Meg lo acompañó a una cena. Dejó que regresara sola, de madrugada y borracha—une sus cejas y regresa a ver a Heron y su grupo, que ya se encamina hacia nosotros.
—¿Qué quieres hacer?—siento mi mandíbula tensarse y el agarre de la correa de mi bolso apretarse.
—Ya vienen hacia acá. No me voy a ir.
—Pero, ¿qué le vas a decir? Te apoyaré, ¿pero tienes un plan?
—No.
—Hola—sonríe con las manos en los bolsillos.
—¿Qué quieres?
—Nunca hemos tenido una conversación formal. ¿No crees que a Meg le gustaría que fuésemos amigos?—se burla.
—¿Qué es lo que quieres?—repito, tensando mi espalda manteniendo la mirada firme.
—Nada. Conversar.
—Bien. Habla—me cruzo de brazos.
—¿Eres así de fácil?—ríe uno de sus amigos.
—Heron, creo que ya es suficiente... —le intenta detener la chica de cabello rizado. Él aparta su mano y camina un par de pasos hasta igualar mi estatura.
—¿Crees que Meg es un objeto o algo parecido?
—¿Qué hablas?—le escupo mis palabras.
—¿Por qué no la dejas estar?
—¡Ni siquiera entiendo de qué estás hablando! ¿Vas a pelear por Meg? ¡Bien! Hazlo—le empujo del pecho para alejarlo, sintiendo mi respiración acelerarse—. Pero tú no puedes obligarla a querer estar contigo. Déjala en paz.
—¿Y tú sí?—río.
—Esto no es una novela. La dejaste irse sola, y borracha, en una ciudad que no conoce. ¿Te hubieses hecho cargo o responsable de haberle sucedido algo?
—¿Tú crees que Meg es una niña, o qué?—le hecho una mirada de reojo cuando decido qué es suficiente—. Te apuesto que no pensarías así si te enteras de lo que pasó anoche.
Me detengo en seco. Regresando desde mi hombro para intentar descifrar sus palabras.
—Supongo yo que sabes ya cómo se mueve... —soltando mi bolso al suelo, escucho a Harold advertir mi nombre e ir detrás de mí después de chocar mi puño en el rostro de Heron.
El grito de su acompañante, da inicio a una serie de puñetazos cegadores. Después de recomponerse unos segundos, le esquivo por la izquierda para darme cuenta que es lo que quería, su sonrisa se cubre algo de sangre por el hilo carmesí que sale desde sus fosas. Cuadra sus hombros y me asienta en un descuido, un puñetazo que me parte el labio. Me alcanza desde el abdomen para tumbarme al suelo, en donde me da golpes cerca del pecho que me dejan sin respirar.
Logro golpearle en la quijada y dejarlo desorbitado para empujarlo y apartarlo de mi, me levanto con algo de esfuerzo y alcanzo golpearle de una patada a un costado de su cuerpo, y es su amigo quien me sujeta de los brazos, pidiéndole a Heron que se levante, pero Harold logra que me suelte lanzándole un golpe rápido en el rostro.
Harold respira antes de que Heron pueda atinarle un golpe en las costillas, y no me contengo al enfrentarnos, de golpearle una vez más antes de sentir que me sostienen debajo de los brazos y quedo un par de segundos suspendido en el aire después de que dejan mis brazos detrás de mí nuca. Un hombre más alto que Heron, hace la misma acción de detenerlo por la fuerza.
Veo a una mujer corriendo en sus tacones delante de la chica que acompañó a Heron, horrorizada nos ve y se cubre los labios con decepción colocándose las manos en la cadera después cuando ve a Heron, que continúa con una nariz sangrando y un ojo caído que no tarda en tornarse morado.
—Espero que lo que tengan que explicar tenga sentido—dice con una severa mirada. El hombre me suelta y caigo por poco al suelo aspirando el aire que le falta a mis pulmones por el esfuerzo y los golpes.
.
.
Veo a Meg observarme espantada. Junto a Bianca, parece consternada y confundida. Alternando su atención de Heron a mi. Endureciendo su expresión, se cruza de brazos apartando un cabello de su rostro.
—Tenemos que hablar, Meg—le dice Sofia, todavía sujetando a Heron de un brazo, Heron le aparta de jalón, mirando a Meg y después a mi, me mantengo firme y lo observo de pies a cabeza, esto terminó aquí. Aunque él parece pensar lo contrario.
—¿De qué exactamente?
—Ven a la oficina—me mira, regresándose a Meg después de una pausa—. Te esperan algunas preguntas.
.
.
—¡No puedo creer que me hayan preguntado eso!
Meg se quita los zapatos desde los talones lanzándolos lejos. Me quedo apoyado desde el marco de la puerta mientras despotrica. Estuvo todo el camino en silencio, y ahora mientras dobla las sábanas de la habitación y las tiende sobre la cama, no para de hablar. Por alguna razón, tiene una nueva y extraña costumbre de ordenar cuando está enojada.
—¿Cómo se les ocurre? ¿Y cómo se te ocurre a ti meterte en problemas con Heron? ¡Esto no es Ciudad Solar, Jay!
—¿Y qué querías que hiciera?
—¿Darte la vuelta e irte con Harold a donde sea que ibas?—arrastra su cabello y suspira—. No puedo creer que me hayan preguntado si alguna vez me habías golpeado... Les expliqué que vivimos juntos y me miraron como si les hubiese dicho que soy proxeneta...
—¿Y eso qué? Si...
—Jay—me interrumpe colocando sus manos frente a sí—. Puede que estés en problemas por esto. Heron es el sobrino de Sofia, ¿recuerdas? Nosotros no tenemos a nadie aquí, y tampoco en Ciudad Solar que pueda ayudarte. ¿Por qué lo hiciste? Sea lo que sea que te haya dicho, no importa.
—¿Qué no importa? ¿Cómo iba a dejarle hablar así de ti?
—No me importa lo que haya dicho—se sube de hombros después de dejar con fuerza una de las almohadas sobre la cama y sentarse—. Eso no es importante, Jay. Lo que diga, no es importante. Intentaré explicarle a Sofia. Ella supongo que entenderá que fue un intercambio de palabras que terminó mal.
En medio de un suspiro resignado, me acerco para sentarme a su lado, sin mirarla pero sintiendo sus ojos sobre mi.
—Jay...—regresa mi cara con sus manos, doliendo su expresión cuando ve el corte de mi ceja—, ¿cómo es que siempre tu ceja termina sangrando?—reprimo una sonrisa—. No me voy a reír.
—No estoy haciendo nada—se levanta—. ¿A dónde vas?
—¿A dónde crees? A buscar algo que pueda servir de botiquín improvisado—escucho su voz mientras se aleja hasta el baño—. Es increíble que no tengamos un botiquín.
Regresa dejándose caer. Suspira y evita mirarme a los ojos, también procuro no encontrarme con su mirada decepcionada. Pequeñito rasguña sus piernas intentando llamar su atención, pero no hace más que seguir limpiando mi ceja con un algodón y alcohol, a los que aspiro aire entre los dientes por el ardor.
—Debiste irte—menciona después de un rato—. ¿Por qué lo hiciste?
—¿Cómo que por qué lo hice?
—Estás alterado. ¿Qué es lo que pasa?—uno mis cejas.
—No estoy alterado, Meg—enarca su expresión con cinismo, manteniéndose firme en su pregunta—. ¿Qué podría pasarme?
—No lo sé, ¿como perder la beca quizás?—cierra una pequeña caja de metal en donde guarda sus esmaltes—. ¿Cómo no estás preocupado?
—No estoy preocupado porque sé que hice lo correcto.
—Casi le fracturas la nariz. No te puedo apoyar en eso, no está bien. La violencia no es una buena respuesta.
—¡Tú no lo escuchaste!
—Jay—alcanza una de mis manos, suavizando su mirada—. No malinterpretes lo que te digo... No estoy diciendo que no agradezco que cuides de mí. Lo hago. Pero yo también quiero cuidar de ti, y no me dejas hacerlo. Eso no era importante, no vale el riesgo de perder tu beca sus palabras. Sea lo que haya dicho, si las consideras reales, lo serán. ¿Lo son?
—No—respondo de inmediato.
—Entonces, no son importantes—acaricia mi rostro, y aunque me siento como un niño, es agradable el cómo mi cuerpo se destensa. Me dejo caer en una de sus piernas, suspirando y cerrando mis ojos—. ¿Qué te ocurre?—pregunta con suavidad, como si quieres hacer de sus palabras, seda.
—Estoy cansado—acaricia mi espalda, haciendo círculos suaves por mis omóplatos.
—¿Quieres que estemos aquí para navidad?—pregunta después de unos momentos.
—¿No estaríamos con Patricia?
—No sé si quiera estar presente. Preferiría estar aquí contigo.
—Podemos hacer lo que quieras. Mamá irá con Matt y los niños.
—¿Por qué dices Matt de esa forma?—ríe.
—¿Cómo?
—Matt...—reprimo una risa.
—No lo dije así. Es que también quiero estar aquí contigo.
—Ya descansa, Jay. Hoy mi turno es doble.
—¿Doble? ¿Por qué?
—¿No recuerdas que Andrea verá a sus padres?
—¿Es malo que diga que no lo recuerdo?—de su voz, suavemente ríe acariciando todavía mi espalda. Quisiera levantarme. Besarla. Pero el peso de mis emociones y cansancio hace que prefiera quedarme momentáneamente inmóvil.
—No, no está mal. Ya descansa...
.
.
Timotie's, por lo que he podido notar, tiene una tradición de esmerarse en las tradiciones festivas, porque ya está mal iluminado con luces blancas, bambalinas rojas y guirnaldas. Algunas meseras tienen gorros navideños y regalan dulces a los clientes que les saludan con sonrisas.
El ambiente no parece querer estallar de trabajo, por lo menos no hoy, porque la mayoría de familias que entran, vienen por chocolate, galletas, y a tomarse algunas fotografías con el papá Noel que es Víctor disfrazado. Hasta Meg se toma algunas y aunque sonriendo feliz, veo en sus ojos algo que no he podido preguntar.
—¿Y tú qué?—me codea Colin, con una expresión asqueada—. ¿No te han dicho que no puedes espiar a las meseras? Es raro.
—¿Y a ti no te han dicho que deberías ponerte a trabajar en vez de molestar a los trabajadores? Le dirán a Britney—bufa.
—Britney no me da miedo.
—Que no. Hace menos de tres días, te pusiste a temblar porque dijeron que haría una inspección de limpieza.
—No es verdad. Estaba nervioso por otra cosa—uno mis cejas intentando divagar en su respuesta.
—¿Por qué?
—Quizás Britney te ha contado sobre papá, ¿no?
—Sí, algo. ¿Qué ocurre?
—Pues, quiere verme—sonrío.
—Pero, ¿es algo bueno?
—Jay, hola—escucho un paso firme, regreso a verme y veo su expresión horrorizada.
—Hola, Britney—respondo con naturalidad.
—¿Qué... Pasó? ¿Qué te pasó? ¿Ahora te metes en peleas clandestinas? Un momento, no me digas que fuiste tú quien se metió en esa pelea de Bridge...—me subo de hombros— Jay, ¿por qué hiciste eso?
—Es un poco larga la historia—veo duda en su rostro.
—Creo que no es tan larga como mencionas. Puedo imaginar por qué fue.
—¿Cuándo regresaste?—intento desviar la conversación.
—Ayer. Todavía sigue en pie la invitación, ¿estás libre hoy?
—Sí. No tengo mucho que hacer.
—¿En este momento?
—¿Te parece mejor cuando acabe mi turno? No sería justo salir antes...—ríe, negando con la cabeza.
—Tú si que eres honesto. Está bien. Esperaré por ti.
Con una sonrisa me despido para continuar mi trabajo, pero algo en mi pecho se remueve y es más que la incertidumbre. Meg, Gemma. Hasta Hailee, y Harold, hacen mención de lo que siente por mí Britney. Quizás puedo sospecharlo. ¿Pero, qué si es cierto? Mis ideas divagan en posibles respuestas a un problema que no tiene demasiado espacio en mi cabeza, he estado tan ocupado batallando con seguir con perseverar, que imaginar una situación parecida en la que Britney confiese sus sentimientos, me provoca un ligero dolor de cabeza.
Sí. Es una buena amiga. Britney en realidad, ha sido la primera en la lista de personas buenas que encontré aquí en Goleudy. Y aunque disfruto pasar mi tiempo con ella, no podría imaginar algo más allá que una buena amistad.
Por esa razón, termino por decidir que debo hacer lo correcto. No por mi, o por Meg. Por Britney. No merece esperar por alguien que no le corresponde, y hacerla sentir que sí, nada más le provocaría dolor. Quizás me este adelantando y tenga razón, que Britney sienta sólo por mi amistad, y espero que sea así, porque de ser lo contrario, tendré que pensar bien mis palabras para no herirla.
—Saldré un rato—le digo a Meg cerca del oído cuando paso por su lado con una bandeja.
—¿A dónde vas?—pregunta con una sonrisa.
—A ver a alguien... Es importante.
—¿Tienes una cita?—pregunta con diversión, pero veo que se tensa su mirada. Para aligerarla, sonrío.
—Claro. No te lo dije, pero estoy saliendo con una chica pelinegra bastante sexy. Te contaré de ella más tarde, ¿está bien?—asiente, le dejo un beso rápido en la mejilla—. Te quiero. Te veré en casa.
—Te veo en casa. Ten cuidado—dejando la bandeja vacía, beso rápidamente sus labios, y ella sale de la cocina con una sonrisa tímida.
Saliendo por la puerta trasera con mi gorro, chaqueta y guantes que sobresalen mis dedos, me doy cuenta que la noche está más fría que otras noches. Casi podría empezar a nevar. A diferencia de días anteriores, el sonido de la ciudad no es ensordecedor. El andar de las personas es tranquilo y escucho suave música que termina de envolver los sentidos mientras espero por Britney, quien sale después de unos minutos con un abrigo blanco y su nariz enrojecida.
—Parece que cada día hace más frío, ¿no crees?—ríe, poniendo sus guantes del mismo color de su abrigo sobre sus manos.
—Si lo dices tú que vives aquí, sí.
—¡Vives también aquí!—palmea mi pecho.
—Quiero decir que, si para ti hace frío, imagina cómo debe ser para mi que lo más cercano a una temperatura como está era el aire acondicionado—sonríe.
—Tengo que visitarlo como se debe un día. Alguien debería enseñarme a surfear.
—¿A dónde iremos?—pregunto cuando siento que me mira por un poco más de tiempo.
—A mi casa. Te dije que estarías invitado a una cena en mi departamento.
Casi siento culpa, pero me convenzo de que querrá decirme otra cosa que no tenga que ver con sus sentimientos. Ruego porque así sea y puede que sea ridículo pedir porque una chica como Britney no guste de ti, pero no podría imaginar romper su corazón. Ella sujeta mi brazo, y empieza a andar en dirección al auto de Raphael, su chofer y amigo.
No tardamos en llegar a su departamento, igual de impactante que las últimas dos veces que he venido. A diferencia de que ahora hay algunas plantas añadiéndole color y las luces están encendidas, además de la calefacción y una simulación de chimenea frente a su sala.
Quitándose el abrigo, se dirige a la cocina y saca de la alacena un par de cosas para empezar a cocinar, mientras echo un vistazo a algunas fotos nuevas colgadas en la pared, todas de ella y Colin, sonriendo juntos. Observo a Britney de reojo quien pica algunos vegetales y puedo notar que se encuentra pensativa a pesar de su rostro relajado. Me acerco y me siento frente a ella, esperando descubrir lo que Colin intentaba contarme.
—¿Cómo te fue con tu papá?—eleva su vista regresando a la estadía de sus pensamientos, sonríe y termina por echar los vegetales en un sartén.
—¡Bien! Quiere dejar Timotie's a mi nombre el siguiente año. Y, también quiere ver a Colin...—evito mencionar que ya lo sabía para qué continúe elevando mis cejas con sorpresa.
—Y, ¿por qué?
—Todavía no lo sé, por accidente se lo dije a Colin y ahora no deja de preguntarme cuándo será la próxima vez que vaya a ver a papá. Él nada más dijo que llevase a Colin en mi siguiente visita de negocios—hace comillas, cortando otros vegetales con un poco más de énfasis—, no tenemos idea de por qué después de tantos años, se empieza a interesar en nosotros...
—Quizás es precisamente que quiere involucrarse en sus vidas. ¿Es tarde para eso?—me observa, clavando sus ojos azules con atención mientras espero su respuesta.
—Para Colin, no. Para mí...
—Cuando me hablaste de tu padre, noté que lo quieres mucho.
—Sí lo quiero. Pero, Colin y yo ya tenemos un estilo de vida. No quiero que arruine...—aprieta los labios. En un movimiento rápido, alcanzo su mano para llamar su atención.
—Entiendo lo que quieres decir. Más de lo que crees. A veces, tenemos que poner en nuestros hombros cargas que no nos corresponden y eso cambia en totalidad el movimiento de nuestra vida. Y aunque eres lo más cercano a una figura materna para Colin, deberías darle la oportunidad a tu padre de ser parte de la misma familia que él inicio, ¿no crees?
—Siempre sabes que decir, ¿verdad?—como un flashback, veo a mi Meg en mis pensamientos. A lo que regreso casi demasiado rápido mi mano sobre la mesa.
—Ja, no. Sólo... Intento ayudar.
—¿Y qué hay sobre ayudarte a ti mismo?
—¿Ayudarme?—me observa con obviedad, continuando con una parte de los vegetales.
—¿No has pensado que te preocupas demasiado por otros, y por ti muy poco?—se da la vuelta, colocando en la hornilla otro sartén y por el momento, me contengo de preguntarle sobre qué cocina para cambiar de tema.
—No he tenido suficiente tiempo para eso.
—Creo que puedo suponer que esa es tu excusa favorita—sonríe—. Digamos que no te conozco desde hace mucho tiempo atrás, pero soy buena percibiendo cosas de las personas y tú, te ocupas más de los demás para no enfrentarte a lo que te da miedo.
—¿Eres psicóloga en tus ratos libres?—tanteo en broma, pero sé que tiene razón. Me observa pocos segundos antes de reír y pone en fuego lento la comida.
—Sí. Y cocino comida china, gracias por preguntar. Espero que te guste.
Britney sirve en la mesa para cada uno, un tipo de comida china que definitivamente no sirven en los restaurantes. Sabe diferente, y muchísimo mejor. Aunque comer con palillos chinos no se me hace fácil, disfruto intentarlo con las risas de Britney diciendo que no puede creer que no sepa usar palillos.
—¡Sí! Lo admito—dejo caer las manos sobre la mesa—. No aprendí a usarlos, ¡pero lo estoy intentando!
—¡Te estás quejando más de lo que lo intentas!—ríe, y repentinamente, clava su mirada sobre mi estirando sus labios con suavidad—. Gracias por venir...
—Gracias por invitarme... ¿Quién te enseño a cocinar comida china?
—Mamá. Tenía una afición por la cultura asiática, así que le gustaba cocinar cosas como estas. No me enseñó ella misma porque estaba menor para aprender, pero conseguí por ahí un recetario.
—¿Dónde vivían antes de que... Tu mamá?
—No aquí en Goleudy. Es una ciudad llamada Valle Azul, casi al este de aquí. Me gustaba vivir ahí. Era como, vivir en una historia de época. Teníamos una casa de campo, y ese era más nuestro hogar que nuestro departamento allá.
—Y, ¿qué pasó con esa casa?—aparta su vista con puntualidad, como si pensara bien sus palabras antes de hablar.
—Papá la vendió. Pero pienso que regrese a mi cuando pueda comprarla con mi propio dinero. Quiero que Colin viva ahí. Y tú, ¿qué pasa con Goleudy?—mis cejas se unen en confusión.
—¿Por qué lo dices?
—Siento que no te gusta lo suficiente... —suspiro.
—Me preocupa mi familia—me dejo caer en la silla—. Ellos están allá y yo aquí...
—No.
—¿No?—río. Se acerca apoyando sus codos con los brazos cruzados sobre la mesa.
—A ti no te gusta Goleudy—guardo por unos segundos mis palabras, sintiendo el celeste de sus ojos perturbar mis ideas.
—¿Cómo sabes eso?—me cruzo de brazos, haciendo que permanezca mi expresión divertida pero intrigado por su afirmación. Se sube de hombros, negando.
—¿Por qué no te gusta?
—¿Y tú por qué evades mi pregunta?
—¿Y tú por qué evades la mía?—contraatrestra. Y aunque se ve que bromea, sus palabras son honestas—. Sólo quiero saber, ¿es cierto?
—Me gusta. Pero, no lo suficiente para quedarme aquí—sonríe con suficiencia.
—Lo sabía—le señalo.
—Dijiste que no me gustaba. Yo dije que sí.
—Tenía parte de la razón—me alcanza para palmear mi hombro.
Britney sonríe y una vez más, me observa fijamente. No es incómodo. Pero, en mis ideas divagan las advertencias. Sin saber que hacer o responder, me subo de un hombro y aparto la mirada.
—Quería decirte algo...—lentamente, abro los ojos en su dirección. Se muerde los labios y yo, me aclaro la garganta todavía decidiendo qué hacer con mi cuerpo. Abriendo los labios en busca de palabras, llevo una mano detrás de mí cuello.
—Sí... Claro—contengo aire.
—Estoy...—trago— Invitada a bailar en la gala navideña.
Suelto aire. Hasta mis manos se destensan y mis hombros se relajan, evito hasta reír para que los nervios no me delaten. Britney contrae sus cejas y entro en reacción tomando su mano.
—¡Qué bien!
—Sí, bueno. Todos los años estoy invitada...—enrojece— Pero lo que quiero decir es que, tengo permitido invitar a alguien. A ti, ¿te gustaría ir conmigo?
—Sí, claro que sí. Sería un placer—sonríe con amplitud, y aliviado sorbo un trago de mi vaso.
—Pensé que dirías que no—responde removiendo su comida, todavía con una sonrisa.
—¿Por qué?—eleva su vista, abre y cierra los labios, y noto que mira hacia un lado enarcando suavemente una ceja.
—Por... Nada. Te enviaré tu entrada por correo. ¿Tienes algún traje?
—No es como que fue lo primero que guardé en mi maleta cuando llegué a Goleudy—ríe.
—Bueno. Creo que es algo que tendremos que arreglar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro