58. Jay
—Hace frío afuera—observo el casi grisáceo paisaje que muestran detrás los vidrios de la puerta hacia el balcón, ambos recostados plácidamente del sofá con las manos relajadas sobre el abdomen.
—No debe de hacer tanto. Pero me llevaré un abrigo. Me emociona saber cómo se siente la nieve, aunque tengo miedo de no poder soportar la temperatura—río—. ¿Y tú?—cruza su expresión a mi dirección, sus ojos negruzcos me dedican unos segundos y sonríe.
—No lo sé. Toda la vida he vivido en el calor de Ciudad Solar.
—Bueno, ya es hora de probar algo distinto, ¿no crees?—sonrío.
—¿Qué dices? ¿Iremos a patinar?
—Vamos a caernos los dos. Pero será un momento cursi del que no quiero perderme. Así que sí. ¿Es... Una cita?—hay cierta duda cautelosa en su voz. Elevo una ceja, ladeando mi sonrisa.
—¿Una cita?
—Olvídalo—ríe.
—¡No! Claro que puede ser una cita. Pero, ¿por qué lo mencionas?
—Es que no hemos tenido una cita, tú y yo. Una formal—una punzada de emoción perfora mi pecho, haciendo que sonrisa tenga mayor amplitud y tome su mano, acariciando su preciosa piel un poco fría por la baja temperatura, pero conocida para mi por su suavidad.
—Entonces te invito a nuestra primera cita formal—sonríe con los labios juntos, conteniendo la emoción que ahora puedo ver en el brillo de sus ojos.
—Aunque sea vergonzosamente cursi, debo admitir que me emociona la idea—su teléfono suena desde un lado del sofá—. Es Patricia. Deben estar esperando por mi.
—¿Estás nerviosa?
—No. Pero sí ansiosa. ¿Crees que pregunten algo de mamá? Es extraño que no lo hayan hecho hasta ahora—nos ponemos de pie, y con un suspiro, dejo mis manos sobre sus hombros.
—Si lo hacen y no quieres responder o hablar de ello, estás en todo tu derecho. No te sientas presionada a hablar de algo que no quieres—sonríe. Besa rápidamente mis labios.
—Siempre sabes que decir. ¿Te aburrirás sin mi?—dice encaminándose a la puerta, sujetando su abrigo y su bolso desde el hombro.
—¿Cómo no hacerlo?—se muerde suavemente los labios y regresa a mi para alcanzarme del cuello, besándome. La sujeto de la cintura, y nada más desearía poder tenerla todo el día de hoy para mi.
—¿Continuamos cuando regrese?—profundiza su voz.
—Espero por ti—le beso una vez más, dejándola ir con una sonrisa. Aunque dentro de mi reside algo de preocupación, me alivia saber que ella esté siendo feliz.
El departamento queda en silencio después de que Meg cierra la puerta detrás de sí, se escuchan los pasos de Pequeñito acompañados del suave tintineo de su collar. Se sienta frente a mi, ladeando su cabeza. Me arrodillo en el suelo para acariciar detrás de sus orejas.
—No tardará mucho, ya verás—lame mi mano—. Estará bien.
La conversación con Eric golpea mis sentidos. No debí involucrarme en esto, pero es de Meg de quien se trata. Su padre sólo quiere incluirla en la familia que siempre y nunca tuvo, en parte, con el propósito de apartarla de su madre. O es lo que puedo percibir. Eric teme de Miranda. Y yo sigo sin entender demasiado, cuando a Meg le nombran a su madre, su mirada se llena de dolor, aunque últimamente, ha sido una de esperanza. Por más que intente ocultarlo, algo sabe que nosotros no.
Algo que tenemos en común su familia y yo, es que queremos su bienestar. Ninguno sabe la historia completa. Todos hemos visto una cruda superficie que nos ha mostrado a Miranda como una mujer de turbias emociones, que odia a su propia sangre. Eso ha hecho de Meg fuerte a la vista de otros, pero yo sé que dentro de ella hay grietas y fracturas que palpitan con dolor. Meg ha sufrido suficiente, por eso accedí a ayudar a Eric. Pero le advertí que no podríamos prohibirle nada a Meg, por más que Eric insistió, esa fue mi única condición. Meg es quien debe decidir y seguir el camino que ella cree correcto.
Todos tenemos el mismo deber, el de seguir el camino que para nosotros, sea el correcto. Aunque nos sintamos perdidos, siempre habrá alguna forma de regresar al sendero. Y yo he estado batallando con regresar al sendero iluminado llenos de tinieblas.
Suspirando, enumero en mi cabeza lo que debo hacer a continuación. ¿Qué debo hacer? Parece que todo se encima hasta convertirse en una gran pila de oportunidades a simple vista desperdiciadas. No quiero desperdiciar ni un solo día que es igual a una oportunidad de vida, pero hay tanto cansancio acumulado en mis emociones y mi cuerpo, que apenas si siento que puedo moverme desde donde estoy, extrañando a Meg, sí, pero también disfrutando de un segundo de quietud, de silencio, para escuchar lo que quiere decir mi espíritu de todo esto, de esta confusión e incertidumbre que reprimo, hay tanto camino destino al futuro que parece más una ilusión de la que alguna vez hablé, ya no puedo percibirlo como un hecho, y eso me asusta.
La profundidad de mis emociones jamás me afectaron tanto. Intento ahora ser básico en cuando a ellas y no enfocarme demasiado a cómo las canalizo, eso también hace que me sienta terrible, y también solo. Porque no quiero expresarlo, quiero ser lo que piensan de mi. Lo que piensa mamá, mis hermanos. Lo que pensaría papá que soy. Lo que piensa Meg. Quiero que todos se sientan complacidos con lo que hago. ¿Podré lograrlo? Ahora mismo, no lo sé. Apenas si dudo de lo que yo puedo lograr.
Escucho una llamada provenir de mi teléfono. En medio de un suspiro cansado, me levanto para responder. La imagen de mamá aparece sobre el botón verde y no quiero admitirlo, pero dudo en contestar, incluso me tomo unos segundos para pensarlo un poco más. No quiero sentir más presión.
—¿Hola?
—¡Hola, Jay!
—Hola, mamá.
—¿Estás bien?—dice detrás de la línea. Me presiono el puente de la nariz.
—Sí. Estoy bien.
—¿Te sientes mal? ¿Qué tienes?
—Nada. Estoy bien. ¿Tú qué tal?
—Pues, ahora mismo, preocupada por ti.
—No lo hagas. Estoy bien. ¿Qué tal los gemelos?
—Preguntan cada instante por ti. Igual que Rose. Piensa que vendrás para navidad.
—Todavía no lo sé.
—Puedo cocinar lo que quieras. Puedes traer a Meg, claro. Aunque ella tiene su familia en Goleudy, ¿no?
—Hablaré con ella—se toma unos segundos.
—¿No vendrás?
—Yo aún no lo sé. Tengo tanto que hacer aquí.
—No te presiones, Jay—suspiro resignado.
—No lo entiendes.
—¿Que no lo entiendo? Sé que eres mi hijo y que si las cosas no salen bien, lo intentas una y otra vez con una sonrisa. Ese es mi Jay. Aunque últimamente, ha estado derrotado.
—Creo que ya no soy demasiado ese Jay...—se escapa de mis labios. Mamá una vez más, toma unos instantes de su tiempo para pensar sus palabras.
—No soy tu padre, Jay—comienza—. Jamás podré reemplazarlo, y sé que eso en ti no podrá llenarse, ni siquiera conmigo por más que lo intente. Pero desearía que mis palabras y mi esfuerzo valiese para ti como valió el de tu padre. Eso en ti, eso especial que tú tienes, está en tu sangre, viene contigo. Pueden pasar cosas malas, cosas no tan agradables como siempre esperas que pasen, y eso no podrá cambiarte. Eso yo lo sé, eres mi hijo. Tanto como lo eres de tu padre.
Sus palabras se deslizan en mis turbulentas emociones como el agua sobre la arena, quedo sin habla. Sin nada que responder que sea digno de su sinceridad.
—¿Estás ahí?—me dice.
—Estoy aquí. Gracias, mamá—es todo lo que logro decir—. Intentaré ir para navidad, ¿está bien?
—Claro que está bien, mi cielo. Te quiero. Te llamaré mañana—sonrío débilmente, pero sonrío.
—No lo olvides—mejora mi ánimo.
Con una adiós de más, cuelga su llamada. Dejándome nuevamente en silencio y con la vista de Pequeñito clavada en mi, su cabeza se inclina a un lado. Me agacho para acariciar detrás de sus orejas.
—Las cosas siempre pueden mejorar, ¿verdad?
Quería tanto esto. Todavía quiero esa vida con la que he soñado. Nada más necesito quietud para respirar profundo y poder continuar. Estoy decidido a que mi vida signifique algo. Todavía sigo sin saber qué hacer, sigo confundido por la gama de emociones que han traído todos estos cambios a mi vida. Podría con un poco más de aliento, sentirme regresar al pasado donde estaba esperanzado por el futuro.
Secretamente, todos los días rasguño la superficie de ese futuro que vive en mis más profundos anhelos. Aún, bajo este techo de la rutina, confío en que podré sostener la esperanza con una mano y mi futuro, con las dos.
Otra llamada entrante hace eco en el departamento. Pequeñito lanza un ladrido antes de responder después del tercer tono.
—¡Ey! ¿Qué estás haciendo en este momento?
—Nada demasiado importante. ¿Por qué?
—Porque yo tampoco estoy haciendo nada demasiado importante y quiero saber si te interesa seguir haciendo nada importante pero que sea divertido.
—¿Y por divertido te refieres a...? Es muy temprano para ir a una fiesta.
—No tiene que ser una fiesta. ¿Te interesan unas bebidas?—peino mi cabello hacia atrás, y suspiro con una sonrisa floja.
—Sí. Bien. Está bien.
—¡Genial! Te espero en la dirección que te enviaré. No tardes tanto.
No estaba planificado ninguna salida en mi día. En realidad, mis planes básicamente consistían en hacer mis deberes de Bridge y esperar a Meg para ver alguna película que seguramente, hemos repetido por lo menos unas cinco veces. Pero he estado tan consumido en la intensidad de mis preocupaciones que ni siquiera le he dado la oportunidad a Goleudy de ser mi hogar como lo es el de Meg, hemos planeado algunos destinos a los que ir, y ahora con su mención a una cita, podría salir ahora y echar un vistazo a lugares prometedores para una.
Después de una ducha rápida, me visto con una camisa negra sencilla y jeans gruesos, además de mi chaqueta ahora que el frío es más intenso, apenas salgo, siento mi nariz y mejillas enrojecer. Metiendo una de mis manos en los bolsillos de mi chaqueta, reviso la dirección que me envía Gemma. Jumblin's. No queda demasiado lejos, así que me dispongo a caminar aunque llegue unos minutos tarde. Necesito silencio y necesito pensar.
Meg siempre observa las copas de las árboles cuando caminamos por acá. Le repito que fije su vista al frente, pero hasta yo quedo hipnotizado con la luz que se refleja entre ahora, hojas opacas y ramas cruzadas. Es Meg quien mencionó ese detalle, y ahora no puedo dejar de admirarlo mientras camino. El cielo en Goleudy no es muy visible por la cantidad de edificios que rodean la ciudad, pero entre las ramas de los árboles, un pedazo de él puede llegar a verse. Como un alivio. Es como un alivio.
Podría estar aquí, en este momento de paz un poco más, si una nueva llamada no entrase a mi teléfono. Casi con fastidio, interrumpo mis ideas para responder, es un récord de llamadas el de hoy. Esfumo mi expresión cuando noto que es Britney la llamada.
—¡Hola, Jay!
—Ey. ¿Todo bien?
—¡Sí! Por supuesto, claro que sí—sonrío—. ¿Tú qué tal?
—Estoy... Bien.
—¿Por qué no te escuchas así?
—¿Por qué me han repetido tantas veces eso hoy?—ríe, estoy cerca de llegar al lugar.
—Seguro es que no estás del todo descansado. Y, seguramente, ha sido la excusa que le das a todos—bufo con una risa ligeramente forzada—. Bueno, en fin. ¿Estás ocupado ahora?
—Voy camino a encontrarme con Gemma y Harold. ¿Quieres venir?
—Oh—dice con algo de desilusión—. Iba a invitarte a cenar hoy. Hay algo importante que quiero decirte.
—¿En serio? ¿Y qué es?—Gemma me hace señas detrás de la vitrina, sentada en la barra con un abrigo marrón claro, le pido un segundo con mi dedo índice. Britney ríe.
—Te lo diré después. Hoy iré a visitar a papá por un asunto de negocios, regresaré en unos pocos días. Colin está con Domenico. Si se aparece en Timotie's, ¿podrías hablar con él?
—Sí, claro. Espero que regreses pronto—se guarda unos segundos.
—Yo también. Espero que tengas algo de tiempo para mi cuando lo haga.
—Cuenta con eso—se despide. Sonaba emocionada por algo. Quizás después le escriba para intentar conseguir qué era de lo que quería hablar.
Entro a Jumblin's. No había estado en este lugar antes. El ambiente es agradable y limpio, el suelo es de madera oscura, igual que sus paredes. Con mesas de billar y círculos de dardos en donde hay algún grupo de amigos brindando su victoria con cervezas, la música en el ambiente tiene un volumen agradable, a pesar de ser seguramente rock.
Gemma espera por mi con una sonrisa apoyando su codo de la barra con una cerveza a medio beber, me abraza rápidamente en saludo y se sienta nuevamente haciendo un movimiento para apartarme un mechón de su cabello casi gris del rostro.
—No te pedí una porque no estoy segura de que seas del tipo que toma cerveza en un lugar desconocido—bebe un sorbo.
—¿Quién dice que no?
—¿Lo haces?—eleva una ceja, sonrío.
—No—me subo de hombros, tomando asiento a su lado y llevándome un puñado de maníes a la boca. Gemma ríe.
—¿Entonces no quieres una?
—Por los momentos, no. Estoy bien. ¿Dónde está Harold?
—Digamos que... Eestá en una cita.
—¿Una cita?—asiente con ojos cerrados, terminando el contenido de su vaso—. ¿Con quién?
—¿Conoces a Bianca? ¿La amiga de Meg? La bonita, de lentes.
—Sí, Meg le tiene mucho aprecio. Ella me mencionó que Bianca creía que Harold era... Ardiente—hago comillas con mis dedos, expulsa aire por la nariz.
—Claro. Ardiente. Harold es tan sexy cuando eructa después de tomarse tres cervezas seguidas, sí. ¿Quién podría resistírsele?
Río.
—Espero que le vaya bien. Él también decía lo mismo de Bianca.
—¡Sí!—dice con ofensa—. Bastardo suertudo. Eso jamás me pasa a mi. Siempre que me gusta alguien, parece que tiene una fila de personas antes que yo, muy lejos como para considerarme aunque sea una opción—le hace una seña al bartender, pidiendo otra cerveza.
—No deberías ni siquiera ser una opción. Nadie merece ser elegido de forma. Creo que lo indicado para amar, sería elegirlo en totalidad—me observa unos segundos.
—Tú si que has tenido suerte en el amor para hablar de esa forma, ¿eh?—sonrío, cruzando mi vista al frente.
—No tuve tiempo suficiente antes para pensar en el amor a profundidad.
—¿Nunca tuviste una novia?
—¿Formal? No.
—¿Amores de verano?
—¿Qué? No, tampoco—río, dejando caer mi mano sobre la barra.
—Quieres decir que sólo...
—Sí. Sólo eso.
—¿Se los dejabas en claro?—algo en su mirada se torna vidrioso.
—Siempre. Todo estaba bien mientras ellas estuviesen cien por ciento de acuerdo. Jamás rompí el corazón a propósito de ninguna de ellas. Procuré no hacerlo.
—Creo que es algo un poco imposible.
—¿Por qué lo dices?
—¿No crees que alguna de ellas, mejor dicho, todas...
—Tampoco es que fueron demasiadas, ¿bien?—ríe.
—¿Gustaban de ti? Quiero decir. No tienes sexo sin que alguien te guste. Por lo menos una de ellas tuvo que haber sabido cómo eran las cosas contigo. Y prefirió tenerte aunque sea una vez a no tenerte de ninguna manera.
—No lo había visto de esa forma. Todo se dejaba en claro desde el inicio, y no recuerdo que me hayan profesado amor eterno o algo parecido.
—No creo que lo digan en riesgo de quedar en ridículo.
—Pero yo no lo hubiese visto de esa forma...
—No todos son como tú...—me fija sus ojos grises. Después bebe otro sorbo y regresa con una sonrisa nostálgica— A muchos otros apenas si les importa los sentimientos del otro.
—Siento que esto tiene un trasfondo—bufa con una sonrisa, bebiendo un trago más largo.
—Hace dos años me enamoré de alguien. Él tenía un vaivén con un amor del pasado y sólo venía a mi cuando ella le rechazaba. Teníamos sexo, yo creía que se estaba enamorando de mi, no fue así y, me rompió el corazón dejándome bastante en claro que me utilizaba para olvidarla. Esa es mi historia.
—¿Sigues hablando con ese chico?—reposa la punta de sus dedos en el borde la copa, suspirando con su vista a un lado.
—Sí... A veces hablamos.
—¿No crees que sería mejor dejarlo estar?—me observa.
—Es bastante fácil decirlo. He intentado muchas veces nada más... ya sabes, dejarlo estar—hace comillas, tomando nuevamente su bebida—. han sido más las veces que he dormido llorando extrañándolo. Es doloroso. Sé que yo debería dejarlo ir, pero es como si algo me atara a él.
—¿No crees que sientas dependencia por lo que sientes hacia él?
—Sí. Él estuvo ahí cuando mi abuela enfermó. Y es el único que sigue ahí. Él le lleva sus medicinas cuando las envío desde aquí, ¿sabes? Me hace sentir que no estoy tan sola en este mundo.
Coloco una de mis manos sobre la suya como apoyo cuando descansa sus dedos en la barra.
—Tú no estás sola, Gemma. Aquí nos tienes a nosotros. A Harold, a mi. Incluso a Meg.
Respira antes de sacudir la cabeza y beber hasta el fondo su segunda cerveza.
—¿Qué hay de ti?—eleva su barbilla, dejando caer el vaso con espuma en el interior—. ¿Por qué esa misteriosa vida amorosa? ¿Siempre esperando por Meg?
—No, no es así—respondo con un suspiro después de unos segundos, enlazando mis manos sobre la barra subiendo mis hombros—. Supe que amaba a Meg mucho después. Como te dije, no tuve demasiado tiempo en mi vida para una relación. Tampoco estuve interesado en una. Lo intenté, una vez.
—¿Ah, sí?—eleva su ceja con diversión, la miró con reproche.
—Fue fatal. Fatal, Gemma. Duramos poco menos de dos meses, y yo no sabía cómo actuar o qué decir cuando estábamos juntos, y cuando hablaba por fin de algo, ella no sabía cómo responderle a un aficionado de la ciencia ficción—ríe—. Laura era fantástica. Sólo que, no éramos para nosotros.
—¿Te dijo Meg algo de eso alguna vez?
—¡Fue su idea! Lo peor de todo, es que fue su idea—ríe nuevamente, negando con la cabeza—. Pero me sirvió como lección para saber qué no quiero en una relación.
—¿Y qué si quieres?—miro al frente, escuchando la canción conocida para mi que dueña desde los estéreos, niego con la cabeza.
—Hablar por horas de las mismas cosas viejas, y que no resulte aburrido.
—¿Hombre sencillo?—ríe, y yo sonrío.
—No es eso. Es sólo que, el mundo está lo suficientemente difícil como para también cederle problemas al amor. La vida parece un campo de batalla de vez en cuando, ¿no crees que el amor debería ser el refugio?
—Guao—ríe—. Tú de verdad, eres un romántico innato, Jay Sullivan—expulsa aire, negando con la cabeza—. Ya entiendo a esas chicas.
Cruzo los ojos sonriendo. Veo al bartender acercarse y le pido una cerveza.
—¿Identificación?—me señala.
—Viene conmigo—me interrumpe Gemma antes de que pueda decir que no la traje. El hombre amistosamente asiente y se retira para servir—. Deberías traer tu identificación, y mostrarte menos nervioso.
—Eres una gánster, ¿lo sabes, verdad?
—Ay, por supuesto que lo sé—le doy el primer trago a mi cerveza, y está caliente—. Si esperabas cerveza fría, este no es el lugar.
—¿Por qué no?
—¿Quieres una hamburguesa? Tengo ganas de una—cambia de tema, levantándose de la silla y dejándole el pago de mi bebida en la barra al bartender—. Yo invito. Vamos.
—¿Qué hay de la cerveza?—se adelanta unos pasos, regresa a mirarme.
—No te la tomes si no quieres, está bien.
Sonrío, ligeramente aliviado.
Caminamos por, ahora, la nocturna Goleudy envuelta de luces y personas abrigadas hasta las orejas. Gemma camina con naturalidad, pero mis manos tiemblan en los bolsillos de mi chaqueta y cada que respiro, mi aliento sale blanco cuando expulso aire por los labios.
—Ow, ¿tienes frío? ¿Quieres mi gorro?—se burla, pero se saca de su bolsillo de su abrigo un gorro gris que acepto sin demandar demasiado—. Creo que debes comprar ropa de invierno con urgencia. Ciudad Solar no te preparó para esto.
—No, ni de cerca, ¿cómo lo soportas?—se sube de hombros.
—De donde vengo estás temperaturas son cálidas. Entonces—le da un mordisco a su hamburguesa después de sacarla de su bolsa de papel—, ¿qué pasa entre tú y Meg?
—¿Por qué he escuchado tantas veces esa pregunta?
—¿Te molesta?
—No. Pero, la he oído tantas veces que tengo una respuesta automática para eso.
—¿Una?—suspiro.
—Depende de quien pregunte.
—¿Dónde caería yo?
—Hay una para las personas de confianza. Y es que, todavía estamos en proceso de descubrirlo.
—Nunca... No lo sé, ¿has pensado estar con alguien más?
—Sí. Claro que sí. Pero siento que no podría llegar a sentir lo mismo jamás.
—Sabes que le gustas a Britney, ¿verdad?
—Guau, eso fue... Muy repentino. ¿Por qué ese comentario?—río.
—¿Pero lo sabes?—insiste con una sonrisa, suspiro.
—¿Lo sospechaba?
—Si lo sabes, y estás con Meg, ¿por qué no se lo has dejado en claro?
—Britney no me lo ha dicho por sí misma. Hasta que no lo haga, no puedo ir a decirle mis conclusiones.
—¿Y si eso pasa?—la llamada de Britney regresa a mi memoria. ¿Quizás eso era lo que quería decirme? De repente, siento un vacío en el pecho.
—No había pensado en esa posibilidad. Supongo que si lo hace...
—Deberás romperle el corazón.
—No... Dios, eso es muy cruel. No de esa forma.
—Es lo que pasará, Jay.
—Pero no pretendo jugar con lo que siente, no podría. Britney es una gran chica. No merece que le haga esto.
—Si lo sabes, deberías de aclarárselo, ¿no? O..., ¿ella te gusta?
—¿Britney? Es una gran chica, ya te lo dije—eleva una ceja.
—¿Te gusta?
—¿Cómo un noviazgo? No. No lo sé. No había considerado esa posibilidad. Yo quiero estar con Meg.
—¿Por qué no lo estás aún si así lo quieres?—me codea—. Meg quiere estar contigo. Ya dejen de esperar tanto. ¿Qué tanto están esperando? ¿Un evento repentinamente trágico que los separe para que puedan darse cuenta que deben estar juntos? ¿No es mejor estarlo desde un inicio?—río.
—Tú sí que eres extremista. Estaremos bien—le resto importancia, aunque se asienta la duda en mi pecho—. Por cierto. Estábamos hablando sobre una cita. ¿Alguna sugerencia?
—¿Cita? ¿No han tenido una?—pregunta casi espantada.
—¿No formalmente?—me subo de hombros. Gemma niega con la cabeza.
—Patético.
—¿Me ayudas o no?—ríe.
—¡Claro que te ayudo! Ayudé a Harold a elegir a donde llevaría a Bianca. Quería invitarla al cine.
—¿Y eso es malo?
—No, claro que no—responde en medio de un suspiro, adelantándose unos pasos hasta estar frente a mi—. Pero resultaría aburrido para una chica a la que le gustan los camiones monstruo.
—No me esperaba eso...—elevo mis cejas.
—¡Ni yo! Pero estuve viendo el perfil de sus redes sociales y tiene experiencias como esas. Así que, fue mi sugerencia. Tú no la necesitas tanto. Conoces bien a Meg.
—Sí, pero quiero llevarla a algo nuevo para ambos. Que sea memorable. Siempre que surfeaba en Goleudy...
—¿Surfeabas?—me señala.
—Sí, y buceaba. ¿Por qué te sorprende?
—Creí que Meg era la de esos asuntos.
—¿Qué?—lanzo una risa al aire—. ¡Es lo que te iba diciendo! Cada que surfeaba, Meg se quedaba a metros de la orilla. Le tiene pánico al agua.
—¿Tanto así?—ríe.
—Tanto así. Intenté que surfeara una vez. Estuvo agarrándome del cuello cada vez que venía una ola, o creía ver a lo lejos una aleta de tiburón.
—¿Viste un tiburón alguna una vez?
—Sí. Estaba buceando con papá. No era tan grande. Pero él me enseñó que igual podía atacarnos si no manteníamos la calma. Claro, él sabía dónde estaban, y me llevó para que aprendiese a tener el control si me arriesgaba a surfear más profundo.
—Tú definitivamente estás loco. ¡Demente! ¿Cómo lograste mantenerte tranquilo?—me codea.
—Estaba muerto de miedo. Pero sabía que no me pasaría nada. Algo en mi sabía que no pasaría nada malo si esperaba y me mantenía tranquilo.
—¿Esta es la parte en donde haces algún comentario reflexivo sobre cómo es la vida y sus asuntos turbulentos y macabros?—entrecierra los ojos, ayudándose de sus manos para gesticular su oración. Lanzo una risa, negando con la cabeza.
—¿Soy tan fastidioso?—respondo, colocándome una mano en el pecho con ofensa.
—Bastante. Sí—enfatiza con sus cejas, pero después me observa y de nuevo, me codea—. Claro que no, Jay. Es increíble. No había escuchado algo así nunca. No he tenido experiencias ni siquiera cercanas a eso.
—Las tendrás, tendrás tu momento de vivir la vida como deseas y..., estoy siendo fastidioso otra vez, ¿verdad?—ríe.
—Muchísimo. Nada más compadécete de mi y presume tu espléndida vida por mi cara. Estaré bien—bromea, golpeando mi brazo con su puño—. Entonces, ¿tu cita? ¿Tienes algo en mente?
—Quería llevarla a patinar. ¿Es muy cliché?
—Jay, ¿a quién no le gustan los clichés? Es una maravillosa idea. Obviamente ninguno sabe patinar, ¿verdad?
—No. Es un pequeño detalle—sonríe.
—Eso lo hace más adorable. Llévala. Conozco un buen lugar, siempre está algo lleno en esta temporada del año, pero te aseguro que a ella le encantará. ¿Algo más?
—Escuché que habrá un concierto nocturno en el Parque de los Álamos. Tenía pensado ir después ahí—me observa unos segundos—. ¿Qué?
—Dios. Ustedes son asquerosamente tiernos. Los detesto.
—Pueden venir con nosotros, si quieren.
—¿Y arruinar su noche? No, gracias. Paso. Si Harold estuviese aquí, no sería tan prudente y diría que sí. Agradece eso—una vez más, río. Sí quiero estar a solas con Meg—. ¿Qué harán para navidad?
—No he pensado en eso. Harold seguramente, irá con su familia. Y yo, quisiera ir con mi abuela...—suspira—, pero mi dinero para el boleto se lo llevaron todas las medicinas. No me mires así, no me compadezcas...
—Me dijiste hace poco que te compadeciera—intento aligerar su peso, pero sonríe nostálgica.
—Ya no te doy permiso de hacerlo. Está bien. Iré el siguiente mes. Esperaré poder ser invitada a exhibir alguna pintura en la gala navideña de Bridge—uno mis cejas.
—¿Gala?—me mira dudosa.
—¿La que hacen todos los años al finalizar el año?—subo mis hombros en respuesta, abre sus labios uniendo sus cejas—. ¿En qué mundo vives? ¿Cómo no sabes de esto?
—Pues, no lo sé. O no lo sabía.
—Es una gala anual que hacen antes de las vacaciones de navidad. Es muy importante para la universidad. Y hay muchas oportunidades para los estudiantes que son invitados a presentar lo que pueden hacer. El año pasado, una de las bailarinas consiguió una beca para una prestigiosa escuela en Rusia. ¡En Rusia! ¿Puedes imaginarte eso? No bailo ballet, pero estaba muerta de celos.
—Tú también eres becada.
—Sí, pero no es Rusia, mi amigo. ¿Te gustaría una nueva beca?
—Por ahora, me siento bien donde estoy—suspiro—. No creo necesitar irme tan lejos, sólo por ahora. ¿Qué hay de ti?
Sus ojos grises se ensombrecen. Llena su pecho de aire y lentamente, hace un ruido de resignación.
—Sólo hay una cosa que me ata a este lugar. Mi abuela siempre me insiste que cuando ella, bueno. Tú sabes. Vaya a donde yo quiera. Y planeo ir a muchos lugares, hasta encontrar algo que se parezca a un hogar.
—¿No planeas quedarte en Goleudy? ¿O en Bridge?—se muerde ligeramente los labios.
—No lo sé. Todavía no estoy demasiado segura de muchas cosas. Pero sí sé que quiero viajar, y conocer tantos lugares como pueda para poder morir tranquila. Es una de las tres cosas que me preocupan en este mundo.
—¿La primera?
—Mi abuela—responde sin cuestionar.
—Una es viajar. ¿Y la otra?
—Morir demasiado vieja.
—¿Quieres morir joven?
—Me ahorraría mucho dolor. Es mejor así.
—Tienes una vida por delante, Gemma.
—Una que planeo vivir. Hasta máximo, los cincuenta.
—¡A los cincuenta sigues siendo joven!
—¡Lo sé! Pero es que no quiero arriesgarme y morir anciana. No quiero eso. Como Meg le teme al agua, yo le temo al tiempo. Cada quien con sus temores, ¿no?
Vacilo unos segundos. Recordando hace un tiempo atrás la conversación con Britney. Britney teme no poder llegar a ser lo suficiente mayor. Meg teme no poder escapar de todo lo que la ha atado en nuestra antigua ciudad. El miedo de Gemma es morir demasiado mayor. Y mi miedo, es no poder llegar a ser suficiente para los demás, y para mi mismo.
Todos lidiamos con nuestras fuerzas, con lo que nos motiva a alcanzar el propósito. Todo lo que hemos hecho, es para escapar de nuestro miedo, pero sin ellos, no seríamos lo que somos ahora. Tenemos esto en común. El miedo. Lo que nos diferencia, es la forma en la que tratamos con él. Y si lo tratamos como a un viejo amigo, las tinieblas se disipan y se abre el camino, mostrándonos que la pesadilla era sólo eso, una pesadilla. Un mal momento que definió para bien, o para mal, nuestra vida. Estoy dispuesto a que el miedo sea mi amigo, para entenderlo como un reflejo de lo que puedo lograr si no lo veo como lo que me define, sino como una parte de mi que me ayudó a transformar mis fortalezas en algo más grande.
—Cada quien con sus temores—respondo, desde una perspectiva diferente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro