Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

52. Meg

En el momento en el que llega Hailee, mis oídos no vuelven a escuchar silencio. Me abraza y sin duda, saltamos las dos sin parar de hablar o gritar de emoción. Se detiene únicamente para verme y volver a saltar para abrazarme con todavía más fuerza. Su maleta cayó al suelo cuando abrí la puerta junto a su bolso de mano. Es Jay quien deja su equipaje en mi habitación y cuando regresa, Hailee le salta encima para abrazarlo y mencionarle lo mucho que nos extrañó.

Yo esperaba que Hailee viniera, y aunque lo sabía, es casi como una sorpresa. Su piel está algo más bronceada y su cabello todavía más largo, sin embargo, ahora lo usa natural lo que le da más volumen a sus rizos sueltos y claros. Hailee desde que la conozco, ha sido sumamente conversadora. Ahora, si pudiese hablar por los codos lo hiciera. Se ve tan emocionada y feliz como me siento yo porque esté aquí.

—¿Cómo está David?—le pregunto, aparta sus lentes de sol y nos encaminamos a mi habitación.

—Él está bien... Pero discutimos anoche—responde sentándose en mi cama, con algo de resignación en su mirada.

—¿Qué ocurrió?

—Mis padres quieren que termine con él para enfocarme en la universidad. Dicen que no tengo tiempo para noviazgos, mucho menos a distancia. Sé que David es un amor de secundaria, pero mis padres se conocieron ahí, yo... Amo a David. Él nada más discutió conmigo dándoles la razón a mis padres. Insiste en que no podría darme lo que quiero y que aunque me ama, nuestra vida juntos podría estar destinada a fracasar por mis padres así que me traería mucho dolor y bla bla bla... Más cosas tristes y excusas estúpidas—esquiva su mirada, estiro mi mano para colocarla sobre la suya, me ofrece una expresión más relajada con una sonrisa algo tensa, todavía con esa sombra sobre sus ojos—. Estoy bien, lamento soltarlo así.

—Lo entiendo... Extrañaba escucharte.

—Y yo te extrañaba a ti—sonríe—. ¿Cómo te fue en tu asunto privado—pregunta con una mueca y haciendo comillas con los dedos—en Ciudad Solar?

Suspiro.

—Honestamente, es complicado hablar sobre eso...

—¿Viste a tu mamá, verdad?—me tomo unos segundos, pero nada más puedo responder con asentimiento—. Entonces hablemos de algo más feliz, ¿qué tal tú y Jay? ¡Ahí está esa sonrisa!—me codea.

—No... Ha pasado nada aún.

—¿Cómo que no? ¿A qué te refieres?—me muerdo el interior de la mejilla.

—Jay y yo, no somos otra cosa que amigos.

—¿No lo han hablado? ¿En todo este tiempo que han estado aquí?

—...No.

—¡Meg!—me palmea la pierna.

—¡Ya sé!, ¿bien? No he tenido el valor de enfrentarlo—cubro mi rostro con mis manos—. Sé que soy una cobarde y que tarde o temprano tendré que hablar con él. Pero ahora, no quiero, las cosas están bien...

—¿Bien?—aparta mis manos, hay una sonrisa a la que acompañan sus hoyuelos, pero su voz se vuelve con firmeza—. Puedes tomarte tu tiempo en asimilarlo, pero a veces no hay segundas oportunidades.

—Quiero creer que sí. Jay es mi amigo, y mi familia, ¿qué si las cosas van mal y nosotros...

—Meg, las hables o no, hay posibilidad de que vaya mal. Quiero decir, no soy pesimista, pero las cosas llevan cosas buenas y malas, las discusiones vendrán. Así que, sabiendo esto, ¿por qué no dejar claro lo que hay entre ustedes? ¿No sería más fácil?

—¡Meg!—escucho que Jay cierra la puerta con el talón, y se encamina por el pasillo. Hailee me da una última mirada como queriéndome decir que lo piense antes de que Jay toque el marco superior de la puerta con sus dedos—. Patricia me dijo que vendría con Alex, Tori y Simon, así que empieza a vestirte.

—¿Vendría? ¿A qué?—bufa.

—¿A tu fiesta de cumpleaños?—uno mis cejas, pero manteniendo una sonrisa floja.

—¿Una fiesta?, ¿por qué?

—¿Porque es tu cumpleaños?—ríe.

—Es increíble...—empieza Hailee— Ustedes son muy cursis.

Jay arrastra sus dedos por su cabello peinándolo hacia atrás con una sonrisa, aunque es absurdo, siento enrojecer. Pero les sonrío, no deseaba una fiesta, mis planes para hoy eran dormir todo el día y comer, nada más. Sin embargo, no quiero rechazarla, Jay esperaba más mi cumpleaños que yo misma, y sabía que planeaba algo porque no sabe guardar sorpresas, como su obsequio de no-cumpleaños meses atrás.

Hailee y Jay me dejan para darme un baño y vestirme. Hoy no me siento tan bien, es una incómoda mezcla de emociones. Todavía mi pómulo palpita y estoy segura de que no podré taparlo con maquillaje, así que será el recuerdo constante de ese momento con mi madre hasta que desaparezca, quisiera no tenerlo hoy. Quisiera no haber ido y quisiera no haberla visto. Pero, si no hubiese ido, no hubiese escuchado esas palabras de papá y fue por lo que valió la pena.

Me hizo sentir como perteneciente de un núcleo, mi familia ha sido dispersa desde incontables años atrás, no es reciente que he estado sola mucho tiempo. Y eso, aunque me cueste admitirlo, me ha dejado secuelas difíciles de superar, como mi miedo por el abandono, la separación. Me apego a Jay, a Hailee, a Ellen, porque son un pequeño núcleo que formé para saciar esa soledad que me perseguía. Todavía siguen siendo parte de mi, y el núcleo se ha expandido, el miedo es persistente, pero ya no tan fuerte. Eso hace que tenga algo de paz.

Evito con mis fuerzas pensar en mamá, anoche casi ni podía dormir y estuve a nada de decirle a Jay, necesitaba hablarlo, necesitaba decir en voz alta lo que ocurrió para procesar que había sido verdad y no una pesadilla, prefiero dejarlo en duda, aunque me haga daño. Hoy aunque no sea amante de mi cumpleaños, no quiero sufrir ni pensar en cosas dolorosas, quiero enfocarme en lo que tengo, en quienes me aman y nada más.

Una vez más, postergo lo que siento para lidiar con ello cuando tenga valor. ¿Soy una cobarde? Es mi nueva incógnita. Son tantas cosas buenas las que me están pasando que temo que de golpe se desvanezcan, parece que estuviese atrapada en un cálido recuerdo nostálgico. Y si pudiese vivir eternamente en una época, sería ahora, con todo lo que conlleva, Bridge y el trabajo, mis nuevos amigos, mi nueva familia, y Jay.

Me visto con algo sencillo, una mini-falda alta de jean claro y una camisa negra entallada a la mitad del abdomen que tiene pequeños volantes en sus mangas cortas, me pongo unas zapatillas doradas y aros del mismo color, y nada más suelto mi cabello y lo peino, dejando que caiga en suaves ondas casi en las puntas. Suspiro a mi reflejo, no me siento diferente, ¿debería sentirme más... Adulta? Todavía no lo sé, pero no me desagrada lo que veo así que sonrío y enderezo mi espalda un poco.

Cuando salgo de mi habitación, Simon corre a mis piernas y las abraza, Patricia, Tori, Alex, Hailee y Jay se acercan con un pastel de cumpleaños de glaseado amarillo a cantar feliz cumpleaños, apago las velas cuando terminan de cantar y aplauden con alegría, recibo besos y abrazos, además de un par de obsequios, como un nuevo dibujo de Simon para mi, de Tori una púa pintada con una playa, Alex me extiende otro cactus pero esta vez, con su maceta delicadamente pintada a mano. Mi tía Patricia me abraza y me regala un sobre con dinero al que le insisto que no es necesario, pero me pide que me lo quede, y lo que me sorprende, es que me comenta que mi abuelo agregó dinero extra. Lo que hace que secretamente, haga que me sienta incluida.

Hailee me extiende dos cajas, pero me pide que las abra más tarde mirándome con diversión, pero también me regala un dije con una pulsera igual a la de ella.

—Inicialmente sería un collar—me dice poniéndomela—, pero se que jamás te quitas esa cosa, así que preferí darte algo que tampoco te quitaras y fuese especial—sonríe, y la rodeo en un abrazo, observando a Jay mirarme con sus brazos entrelazados y su cuerpo apoyado de la mesa.

—Tu regalo es una sorpresa—me dice después de que Hailee se aparta—. Te gustará, pero sabré cuándo dártelo.

—¿Ni siquiera una pista?—respondo.

—Esta vez me aseguré de no soltar nada, no podrás imaginar qué es.

El día afuera se ve soleado, o no sé si así lo percibo por lo encantador que me termina resultando el día. El ambiente es tan vivido y familiarmente cálido, Patricia y Tori traen deliciosa comida, Alex conversa con Jay mientras que Hailee y Simon comen junto a mi en una agradable charla. 

Podría resultar patético, pero he celebrado mi cumpleaños dos veces en toda mi vida, y esta es la segunda, quizás igual de especial porque amerita de la presencia de algunas personas que se han vuelto parte de mi vida y me han cambiado, evitaba estás celebración porque pensaba que sería mejor pensar que sería un día más y eran Jay y Ellen que me regalaban un pastel que terminaba por comer yo sola, y así estaba bien, pero ahora, con mi verdadera familia, sé que lo que está bien es estar a gusto entre los que se ama.

Me encuentro sorprendida de mis nostálgicas emociones, pensé que estaría demasiado deprimida hasta para caminar por mamá y para celebrar lo que implicaba tener un año más de vida, no deseaba darle enaltecimiento a sólo un año, pero este, ha venido de cambios y preciosas memorias, de enseñanzas, aunque algunas duras, no dejan de ser aprendizajes.

Los observo a todos con una densa sensación, me siento flotar en aguas tranquilas, donde no hay demasiado sol, ni brisa. ¿Cómo mi vida pudo cambiar tanto en tan pocos meses?, y para bien, todo ha sido para bien. Todo el amor que he recibido me ha hecho distinta, y aunque no es el que yo esperaba, resultó ser igual de envolvente.

Más tarde, llegan Harold y Gemma, los amigos de Jay. Desde que Jay me comentó sobre ellos quise conocerlos, pero no se había presentado la oportunidad. Gemma es una chica hermosa, de baja estatura y contextura delgada, tiene un cabello corto teñido de gris claro y una nariz respingada sobre una sonrisa atrevida. Harold es cual su nombre, algo desgarbado, cabello rizado marrón rojizo y ojos oscuros, hay algo en él que termino relacionando con Colin, es algo reservado pero se ve que es porque prefiere escuchar.

—Es un gusto por fin conocerte—me dice Gemma en un abrazo—. Siento que ya te conozco.

—¡Siento lo mismo!—replico con sinceridad—. Me alegra mucho que estén aquí.

—Te trajimos esto—Harold, con una sonrisa, me extiende un ukulele. Mi rostro inmediatamente se ilumina, no era algo que esperase en absoluto. Lo recibo sin decir una palabra.

—No tenían que molestarse.

—Bueno, teníamos que darte una buena primera impresión—bromea Gemma, río.

—No puedo creerlo, es maravilloso. No sé cómo agradecerles, es hermoso.

—Sí, pues, hay que caerle bien a la novia de nuestro amigo—Gemma codea a Harold y regreso a ver a Jay detrás de ellos con algo de diversión, pero también incertumbre, en su expresión. Sonrío.

—De todas formas, con regalos o no, me hubiesen encantado justo como ahora—respondo mirando a los ojos a Jay, lo creo ver soltar aire mientras su sonrisa se amplía.

Recibo mensajes de felicitaciones, como un vídeo de parte de Ellen, Rose y los gemelos. David, Peter, algunos amigos de la escuela, de Andrea y Sarah que prometen venir luego de trabajar. De dos de los amigos de Heron, Chris y Tonya. Y de Heron.

Me envía un pequeño poema de un autor, junto con unas felicidades cortas escritas por él. Sonrío, porque Heron y yo nos llevamos mucho mejor desde nuestra última salida, hablamos después de clases y ocasionalmente por mensajería, podría considerarlo medianamente como amigo. Dudo por un segundo de invitarle, pero termino agradeciéndole e invitándolo a venir.

Jay me dice que vendrá en un momento desde la puerta, pero sólo asiento mientras continuo hablando con Gemma, mientras Hailee mantiene una entusiasmada conversación con Tori. Gemma me resulta una chica de lo más interesante, en ningún momento se hace incómoda nuestra charla a pesar del poco tiempo que tenemos hablando, sonrío constantemente a sus comentarios pero me siento despejar mi buena expresión cuando veo a Britney pasar después de Jay quien sostienen una caja blanca con los dos brazos.

—¿Todo bien?—me dice Gemma, que se vuelve hacia atrás para saber a dónde fijo mi vista—. Yo la conozco... Esa es Britney, ¿no? Estuvo con nosotros en una fiesta, creo que es a la que te invitamos y no pudiste ir.

—Sí. Ella es Britney—veo que Jay la presenta con Hailee, Tori y Alex, viste con un vestido sencillo naranja pálido debajo de un chaleco de mangas blanco y su cabello lo mantiene recogido en alto.

—¿No te cae bien?—me regreso a ella intentando mantenerme serena.

—¡No! No... Es que no la conozco demasiado. Y en el trabajo es algo intensa.

Los veo acercarse a nosotras que estamos de pie frente al balcón, Britney se ve erguida y camina con sutileza, y Jay demasiado sereno me sonríe todavía sosteniendo la caja.

—Hola, Meg—me dice Britney, siento mi sonrisa tensa—. Feliz cumpleaños...

—Muchas gracias, Britney.

—No traje nada para ti porque, no pensaba quedarme. Jay me dijo que no habría problema...—queda a la espera que lo confirme, y reacciono sacudiendo discretamente la cabeza.

—¡No!, está bien, puedes estar aquí.

—Pensé que sería bueno que se conocieran más, creo que pueden tener cosas en común—los ojos gélidos de Britney se encuentran con los míos y estoy segura que piensa lo mismo. Ella y yo no tenemos nada en común. Somos absolutamente todo lo opuesto y no hay nada de malo en ello, pero no existe nada que pueda relacionarnos.

—Sí...—decimos ambas en medio de un suspiro, con sonrisas tensas.

—Puedes servirte lo que quieras, Britney, estás en tu casa—me adelanto percatándome de que pasan incómodos segundos.

—Gracias y, te debo un obsequio.

—No te preocupes, no hace falta—sonrío, Jay se lleva a Britney para ofrecerle una bebida. Mi postura termina por dolerme, suelto mis hombros.

—Fue la conversación más incómoda que he tenido que presenciar—susurra en burla Gemma, le codeo en confianza.

—Lo intento.

—¿Qué pasa entre ustedes? Si puedo saber.

—Sospecho que le gusta Jay—eleva sus cejas haciendo de sus labios una o.

—Ya veo... ¿Has hablado de eso con Jay?

—...No.

—¿No crees que deberías hacerlo?

—Hoy ya me hablaron de ese consejo—respondo burbujeando una risa.

—¡Meg! ¿Vendrías un momento?—me dice Jay, poniendo la caja en el suelo, las miradas curiosas se fijan en mi mientras me acerco. Jay se ve nervioso, pero también feliz, palmea sus manos frente sí antes de hablar—. Este regalo es algo que querías desde hace muchísimo. Nada más espero que te haga feliz...

Se que me brillan los ojos mientras no le quito la mirada, me arrodillo al suelo y cuando se mueve, creo sospechar qué es. Observo a Jay antes de abrirla con las expectativas de los invitados detrás de mí. Lo primero que veo, son unos bellos ojos marrones y una nariz negra muy pequeña.

Contengo un grito ahogado cubriendo mi boca con mis manos, mis ojos se humedecen y me siento temblar de emoción. Un pequeño chillido hace que lo saque de la caja y lo cargue como a un bebé, siento mis lágrimas bajar por mi rostro y por primera vez, de felicidad.

El pequeño cachorro se agita en mi hombro y con su lengua, lame mi mejilla y chilla. Es realmente pequeño y a penas un bebé, peludito y de color marrón muy claro. Casi ni siquiera puedo creerlo, me siento fascinada y profundamente enamorada de este regalo.

Jay se acerca con una sonrisa divertida, pero no puedo dejar de llorar, acaricia mi brazo e inclina su cabeza.

—¿Meg?, ¿Te gustó?—nada más asiento y continuo llorando mientras que los demás ríen y aplauden compartiendo mi alegría—. No llores, ¿por qué lloras?—dice en medio de una risa, me da un abrazo y mi pequeño cachorro se agita de nuevo en mi hombro cuando lloro un poco más en su pecho.

—Gracias...

—Sabía que te gustaría... Pero no estaba consciente de que ibas a llorar—río.

—Es que estoy muy feliz...

—¿Qué nombre le pondrás?—me dice Hailee cuando se acerca para acariciarlo—. Es una belleza, es tan pequeñito.

—Pequeñito sería buen nombre...

—Sería poco serio para cuando tengas que regañarlo—me responde tocando la nariz de mi perrito.

—¿Qué? ¡Jamás voy a regañarlo!

—Si te gusta ese, puedes dejárselo—dice Jay—. Sino, puedes buscarle otro nombre, nena.

—Jay, es hermoso. Este cachorro es hermoso—sonríe.

Jay, Hailee y yo nos quedamos aproximadamente una hora contemplando a mi perrito, o más bien, me acompañan a contemplarlo. Le pido al resto que no lo pisen cuando suelto al suelo para observar como camina, y no puedo evitar volver a llorar cuando se tropieza caminando de regreso a mi, su pelo es tan suave y es calentito, jamás había tenido un perro, y es algo que había anhelado tanto. A mi mamá no le gustaban y además, es alérgica, así que no era una posibilidad tener una jamás, hasta ahora.

Britney se acerca con las manos entrelazadas, y le pido que venga junto a nosotros. Acaricia al perrito y comenta que tenemos que darle comida blanda porque todavía no tiene dientes tan fuertes.

—Sólo he tenido un perro, Terry. Y te hacen una compañía deliciosa—dice—. Pero cuando murió no tuve corazón para tener otro, sentí que lo estaba reemplazando. Y en el departamento no permiten mascotas. ¿Aquí sí?

—Mientras sean pequeños—le responde Jay—. ¿Qué tal se portó en tu departamento?

Me pierdo un segundo en la conversación.

—Colin gritó y estuvo todo el rato con él, tuve que decirle de inmediato que no era nuestro y me rogó que le comprase uno. Pero, estaría sólo, por las razones que te comenté la última vez que estuviste ahí—subo a mi cachorro a mi regazo.

—¿Fuiste al departamento de Britney?—los dos cruzan su mirada hacia mi, intento que no suene tan demandante mi pregunta y lo suavizo con una sonrisa que seguramente, está más tensa que una cuerda.

Jay tarda en responder uniendo sus cejas después.

—Sí... He ido un par de veces.

—Y me pidió que cuidase tu regalo hasta que fuese el momento de dártelo—acaricia detrás de las orejas de por los momentos, Pequeñito.

Mi teléfono suena desde mi cintura, entra en llamada Andrea que me salva de no saber qué responder en esta conversación. Me indica que ya están llegando, así que le pido a Jay que cuide de Pequeñito sin mirarlo mientras me levanto para huir de la tensión.

En el ascensor, veo mi reflejo y noto que me encuentro tensa, me relajo cambiando de dirección mi cabello y estirando mis brazos intento obviar que Jay ha estado en casa de Britney haciendo quién sabe qué. No. Confío en Jay. Pero no sé si en Britney. De todas formas, entre Jay y yo no hay nada formal, todavía. Pero, ¿por qué no me lo dijo?

Me encuentro con Sarah y Andrea, quienes me felicitan y abrazan, Andrea ahora tiene su cabello corto y hay algo en su rostro que se ilumina, Andrea desde que la conocí supe que había una bonita luz que escondía, y ahora la hace ver resplandeciente. Sarah sonríe y me extiende una caja en donde hay unos grandes aretes dorados como los que ella usa.

—Sarah... No hacía falta, están hermosos.

—Es un regalo de las dos—responde con una sonrisa, nos encaminamos de vuelta al ascensor y cuando presiono el botón, mi teléfono me avisa de una nueva llamada.

—¿Hola?—contesto a Heron.

—¿Me obligarías a subir hasta tu piso?

—¿De qué hablas ahora?—ríe.

—Voltea—lo hago y lo veo caminando por el vestíbulo hacia mi, me acerco a él colgando la llamada manteniendo una sonrisa—. Feliz cumpleaños.

—Gracias, Heron—de su espalda, saca un rectángulo envuelto con un pequeño lazo rojo.

—Esto es para ti. Es un poemario—lo recibo con una sonrisa sincera.

—No te hacía del tipo lector.

—Me gustan los poemas—se sube de hombros, empezando a andar.

Sarah abre sus ojos hacia mi con picardía, y solamente la codeo antes de entrar nuevamente al ascensor. Les comento sobre Pequeñito y sobre los invitados, creo percibir algo de incomodidad al nombrar a Britney, porque ninguno en este ascensor es precisamente su mejor amigo.

Sin embargo, el entrar a casa me sienta bien, el ambiente sigue cálido y festivo. Rápidamente Sarah y Andrea se unen a la celebración, e incluso Heron con ellas, Jay se acerca con Pequeñito para ponerlo en mis brazos, y después de darme un beso rápido en la frente, mira al frente uniendo sus cejas.

—¿Ese es Heron?

—Lo invité a que pasara un rato.

Aguarda un momento, apretando su mandíbula sin dirigirme todavía su atención.

—Meg...

—Jay, Heron es mi amigo—me adelanto—. Sólo vino por un rato.

—Él no...—se detiene, suspira para seguido rascar su nuca y dejar caer a un lado su mano—, después hablamos sobre eso.

—¿Sobre qué? Jay, conócelo antes. No es mal chico.

—Después hablamos de esto, ¿está bien?—acaricia mis brazos con ambas manos, conservando tensión en su cuerpo—. Disfruta de tu fiesta.

Jay se pierde por un rato en el balcón con Britney, Gemma y Harold. Intento no prestar tanta importancia al hecho de que Britney cada que ríe le toca el brazo a Jay o le dirige su vista lo suficiente para resultar obvio. Me convenzo de que quizás son mis ideas, no conozco lo suficiente a Britney para estar en su contra, pero quisiera únicamente para tener la certeza de poder decirle: "aléjate".

Sin la seguridad de que pasa algo, sólo puede resultar en fracaso, no quiero problemas con ella, mucho menos con Jay. Si él insiste en que es su amiga, le creeré, pero con esas sutiles señales de parte de ella, en Britney no puedo confiar.

Obviando que Britney se ríe de cualquier cosa que diga Jay, resulta ser el mejor cumpleaños de mi historia. Aunque papá no pudo venir por una operación de urgencia, promete viajar hasta aquí la siguiente semana, no me da noticias sobre mamá ni nada relacionado, y yo también evito preguntar.

Patricia también habla con él y creo escuchar que hablan de mi abuelo, pero sale del departamento para tener más privacidad. Tori continua repartiendo deliciosos dulces hechos por ella de los que Hailee se muere por saber la receta, Alex conversa un poco con Heron y más tarde, se les une Sarah y Andrea, y Simon junto a Gemma, me acompañan a jugar con Pequeñito y pensar posibles nombres.

Al final de la tarde, cantamos nuevamente cumpleaños y picamos un pedazo para todos, Tori recibe las felicitaciones por su pastel y yo no podría estar más contenta de que todos se tomasen el tiempo de venir aquí, por mi.

Jay menciona que acompañará a Britney a su auto, y ella se acerca a mi para darme un abrazo rápido.

—Espero que te reincorpores pronto, no querrás que reemplacen tu puesto—internamente, quisiera cruzarle los ojos. Pero me limito a sonreír con los labios estirados.

—Tampoco es como si fuese un problema...—ríe incómoda y se retira, suelto aire.

Cierran la puerta y quedo un instante observando por donde se fueron. Pero Heron interfiere en la imagen con las manos metidas en su chaqueta y una ceja arqueada.

—No te veía del tipo hipócrita...—dice, bufo en sarcasmo.

—No. Intento portarme decente con ella, porque ella es medianamente decente conmigo. Ambas sabemos que entre nosotras, no hay nada en común.

—¿Jay cree que ustedes podrían ser amigas o algo por el estilo?

—Sí, ¿cómo sabes?

—Porque Jay es esa clase de chico.

—No creo que sea algo malo...—uno mis cejas, se sube de hombros.

—No, no lo es. Pero cuando las personas son muy diferentes, es difícil que las cosas funcionen—esas palabras las relaciono con lo que hay entre Jay y yo, y no con Britney. De reojo, vuelvo a observar la puerta—. Pero bien, ¿sabes?, iba a invitarte a una fiesta, ¿te interesa?

—No me digas, ¿de halloween, verdad?

—¿Soy tan obvio?—se cruza de brazos—. Puede ir tu noviecito, así cuidará de que no tomes ninguna pastilla.

—¿Noviecito? ¿Te dan celos?—me burlo, pero Heron se sube de un hombro y cierra los ojos.

—Sí, algo.

—Hoy estás bastante honesto.

—Soy así de honesto la mayoría del tiempo—sonríe—. Bueno, ya debo irme. Lee el poemario, te gustará, estaré esperando tu respuesta sobre la fiesta.

Me deja un beso en la mejilla deslizando su mano por mi cuello, y sus ojos se detienen en los míos antes de alejarse del todo.

Después de que se va, Hailee se acerca a mi junto a Tori de quien no se separó en toda la tarde, Hailee me pide sostener a Pequeñito a medias que noto la mirada curiosa de Tori sobre mi.

—¿Quién era ese? Es muy guapo—me dice.

—Creí que tus gustos eran más del tipo femenino—río.

—Eso no evita que admita que especímenes del género masculino sean atractivos—responde con un aire de superioridad burlona, cruzando sus brazos con una sonrisa pícara.

—Ese es el mismo Heron del que me contaste, ¿no?—pregunta Hailee, dándole palmaditas a Pequeñito como a un bebé—. Es agradable, pensé que sería reservado y misterioso con un pasado oscuro.

—¡Qué prejuiciosa!—río.

—¡Lo habías planteado de esa forma!—refuta.

—Bueno, pero sí se ve misterioso—comenta Tori con la misma diversión en su tono—. Deberías probar ciertas experiencias con él, prima..., quién sabe qué se guarda.

—¡Tori!—le codeo, pero siento enrojecer—. Somos amigos...

—¿Como esa chica rubia con Jay?—me dice de regreso, mi sonrisa se desvanece con lentitud—. Son bastante claras sus intenciones...

—¿Tú crees?, aprovecha cualquier momento para comerse a Jay con la mirada—agrega Hailee—. ¿Qué harás, Meg?

—Yo no sé, yo...

—Porque podría ser que a Jay le interese—completa Tori—. No quiero decir que le interese ahora, pero si no hay nada formal entre ustedes...

—Y Britney se ve algo, escurridiza—se dirige a mi Hailee, suspiro trayendo de vuelta a Pequeñito.

—Entiendo que se preocupen por mi, pero, no quiero atacarla. Sonará, estúpido, quizás. Pero ahora que lo pienso, si a ella le gusta Jay, no hay nada que puedo hacer. ¡No me miren así! No puedo obligarla a que deje de gustarle.

—Pero, Jay...—inicia Tori.

—Confío en Jay—y eso es verdad—, las cosas están bien, irán bien—eso no puedo afirmarlo, las palabras de Heron rondan en mi cabeza. Jay y yo somos diferentes. Pero me siento dispuesta a esforzarme a que funcione lo que tenemos—. Además, Jay y yo no hemos hablado de formalizar nada, nos estamos dando nuestro tiempo.

—Y eso está bien, Meg, jamás insinuaría nada de Jay, es un chico increíble. Son jóvenes y pueden darse el tiempo de disfrutar, pero hay cosas que deben hablar, cosas importantes, no tienen que ser a futuro lejano, sino que deben dejar en palabras muy en claro en qué dirección van. Hay buenas consecuencias, y también no tan buenas, por eso es mejor tener una buena comunicación—explica Tori, quien me pone una mano en el hombro contrario al de Pequeñito—. Midan sus consecuencias. Es una responsabilidad únicamente de ustedes. No esperen a saber qué tan lejos pueden llegar y después, no haya retorno.

Cuando Sarah y Andrea son las últimas en despedirse, prometiendo venir más seguido y un Simon refunfuñón pidiendo quedarse, el departamento queda silencio y cálidamente abrazador. Simon ya se ha quedado aquí, y me encanta, pero esta vez Hailee es nuestra invitada y dormirá en mi habitación, donde se queda Simon. Me partió el corazón decirle que está vez no sería posible, pero su rostro se iluminó cuando le hablé de regalarle gomitas. Así que se fue comiendo pequeños gusanos de gomitas y perdonándonos a Hailee y a mi.

Aunque no es demasiado tarde, afuera ya está oscuro. Observo por un rato Goleudy desde el balcón, apoyando mis codos de la barandilla. Hay una brisa helada, las calles se entrelazan como venas, palpitantes y en constante movimiento, pero desde aquí arriba se ven magníficas. Con mar de estrellas y una luna llena que es mejor que cualquier bombilla que pueda tener la ciudad.

—Hailee se dará una ducha—comenta Jay acercándose detrás de mí—. ¿Quieres algo de comer?

Esta vez, soporto el peso de mi espalda en la misma barandilla, cruzando los brazos con una sonrisa para responder. Jay ya tiene monos deportivos de algodón y una sudadera negra, con el cabello revuelto y los lentes a mitad del puente de su nariz.

—No, creo que bastó con todos los dulces y demás de Tori y Patricia—sonríe, cruzando sus brazos en el marco de la ventana que también hace de puerta—. ¿Y Pequeñito?

—Durmiendo. Ya le puse algo de comida.

—¿Dónde lo encontraste?

—Encontré un anuncio que decía que habían abandonado a cuatro cachorros, y cuando llegué, Pequeñito y otro perro, eran los que habían sobrevivido.

—Me gusta más que hayas tomado la decisión de adoptarlo, no tienen la culpa los cachorros, pero que los vendan, es inhumano.

—Sí, también pienso eso. Pequeñito tiene una segunda oportunidad.

—¿Qué pasó con el otro?

—Mientras hacían el proceso de adopción, se me ocurrió decirle a Gemma, ella buscaba una mascota, así que fue y, adoptó a Linda—sonríe satisfecho—. ¿Se quedará con Pequeñito? ¿O tendrá otro nombre?

—Cuando lo vi, pensé que era pequeño.

—Pero crecerá.

—Lo sé, pero fue especial sentir que puedo cuidarlo, será pequeño para mi—me subo de hombro.

—Pequeñito será—estira sus labios en una sonrisa tranquila, quedamos envueltos en unos segundos—. No era precisamente un pez—río recordando nuestros acuerdos de meses atrás, mucho antes de siquiera imaginarlo—. Pero supe que te gustaría.

Se acerca a mi y mete un cabello detrás de mí oreja, inclina su mirada a la mía y me deja un beso suave en la frente, sólo estamos a una respiración, como siempre cuando estoy junto a él, me siento en paz.

—¿Crees que tú y yo somos muy diferentes?—elevo mi vista a sus ojos, acaricia con su pulgar mi mejilla.

—¿A qué te refieres?

—¿Hay muchas diferencias entre nosotros?—me observa sin decir nada, su semblante es relajado, pero también hay algo de seriedad discreta entre lo que piensa.

—Somos diferentes. Sí. Pero, no veo eso como una desventaja. Tus perspectivas complementan las mías, si fuésemos iguales, sería siempre lo mismo y sería difícil arriesgarnos a hacer cosas nuevas—me hunde en su pecho en un abrazo—. Las diferencias, no son un muro entre nosotros, Meg. Siento que quizás, son nuestra mayor fortaleza.

—No te merezco...—casi susurro, cerrando los ojos.

—¿Qué?—me toma por los hombros, encuentro firmeza en su mirada—. No digas eso.

—Es que tú...

—Es mentira—me interrumpe—. Pero si tú empiezas a creértela, será así. Nadie es merecedor de alguien, Meg. Ninguno de nosotros es un premio. No soy quién para hacerte creer que deberías merecerme, soy nada más una persona que te quiere, con todo lo que es—su mano sostiene mi mejilla, acariciándome con pertenencia—. Y quiero que entiendas eso, y quiero que puedas quererte a ti misma a la misma medida que yo te quiero a ti. Y mucho más.

Sus palabras me dejan sin respiración. Jay siempre ha tenido una asombrosa facilidad con ellas, es como si no le costase definir en todo el concepto lo que piensa y siente, y al escucharlo desbordante de sinceridad, nada más desearía encontrar una forma especial de poder explicarle. Por los momentos, mi respuesta es un beso. Intento imprimir toda la pasión y amor que sentí con sus palabras, cómo invadieron y enredaron mis miedos, convirtiéndolos en luz.

Y es ahora, un momento que atesoraré en lo más profundo de mi, como un secreto místico que sólo yo puedo saber. La esencia de sus labios, su tacto sobre mi piel, como mi cabello se mueve con el viento rozando nuestros rostros y la magnífica Goleudy mostrándonos nuevas oportunidades de una vida por delante. Si tan sólo pudiese embotellarlo y tomar de este momento, sería como un elixir de plena alegría, estoy segura de que me haría olvidar cualquiera de mis más profundas penas.









Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro