Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

48. Meg

Todo se siente en silencio, pero de cierta forma, no se siente desolado. Cuando estaba en la bañera, me sentí desesperanzada y casi desesperada, de una forma inconsolable.

Aunque todavía siento un vacío dentro de mi, hay algo que me hace sentir esa esperanza que creí perder. No estoy bien, no podría estarlo... Pero hay algo que me hace no caer tan bajo.

Simon me pide ver la televisión. Regalándole otra paquete de gomitas, la enciendo para él. Papá sale de mi habitación con ropa limpia y viéndose más fresco, sus ojeras han disminuido. Le ofrezco cocinar algo —como sándwiches—, pero me pide que hablemos y me siente frente a él.

Desde que Patricia me dijo que él venía, quise preguntar por mamá. Me sentí tan ingenua, pero hay una parte de mi que a pesar de todo, se preocupa por ella. No supe nada después del incidente en la casa de Jay, llamó para gritarme. Sin embargo, yo no sabía dónde estaba, con quién o siquiera estaba bien.

Mi mamá está sola. No tiene hermanos, desconozco si sus padres están muertos o sólo desaparecidos, pero se que ella los odia y sería imposible que estuviese con ellos. Supe que Sofia, la que me ayudó —muy seguramente y culpablemente— a entrar a Bridge, era muy amiga de mi madre cuando eran jóvenes, aunque me resulta ilógico que Sofia sepa algo de mi madre.

Ni siquiera me he acercado a ella para no tener que lidiar con mi inseguridad, menos para preguntar algo tan delicado.

Mi papá entrelaza sus manos en un puño y suspira, se ve delgado y pálido de manera atractiva. Las canas en su cabello peinado le hacen ver interesante pero también hace que luzca todavía algo frío.

Sus ojos negros me observan con sentimientos que podría atreverme a identificar: cariño, compasión, culpa. Hay algo que quiere decirme, no está seguro de hacerlo y no quiere hacerlo. Pero sabe que debe.

—Dime qué pasa...—le digo— Sea lo que sea, ve al grano—sus labios se tuercen con duda—. ¿Es de mamá, verdad?

—Ella... Está viva. No te preocupes—cierro mis ojos, respirando aliviada—. Pero, recayó Meg.

Algo en mí vuelve a destruirse. Tan lentamente que lo considero una tortura. Esa pequeña luz de esperanza se extingue. Sólo observo a papá intentando no culparlo. No es su culpa. No podemos regresar al pasado en donde había un muro de hielo entre ambos.

Con ese pensamiento mi corazón agoniza, pero también se tranquiliza.

Extiendo mi mano a su puño tenso, sus nudillos casi blancos.

—Esto no es tu culpa...

—Yo... Le ofrecí quedarse en casa, pero... Algo me decía que estaba mal. Fui y la conseguí ahí. No la pude reconocer. Era como volver a ver al mismo fantasma.

Guardo mis palabras, porque en realidad, no tengo ningunas.

—Y pude verte a ti en medio de eso. Meg, en ese momento que la vi, acostada en su propio vómito, agradecí que te fuiste. Agradecí tanto que estás lejos de esto... Que esta vez...

—Pudiste proteger algo de mi...—termino con un trémulo susurro, todavía con mi mano en su piel fría de los nervios.

—...Lo siento tanto, Meg. Lo siento. La interné. Me encargué de que tuviese la mejor atención posible. Quiero que esté sana, no quiero que Miranda siga así y seas tú quien deba sufrir.

Sus ojos se vuelven llorosos. Su voz es débil y su aspecto envejecido recae sobre él. Él la sigue amando. Y yo también. Es mi madre, y quisiera poder odiarla. Desear su muerte. Pero, realmente quisiera que ella estuviese aquí para cuidarla.

—No quería decirte esto, vine para ver cómo estabas, no para decírtelo. Pero Patricia creyó que era la correcto...

—Es lo correcto, papá... Me duele, muchísimo. Pero prefiero vivir con esto, a no saber nada—él limpia una lágrima del borde de uno de sus ojos, no sonríe, pero se alivia un peso invisible de sus hombros.

.
.

Patricia y Tori regresan con Alex, cargan bolsas con comida esparciendo calor en el departamento. Alex me regala un pequeño cactus pidiéndome que lo cuide, me parece adorable. Pero también extraño.

Ellos actúan como si los años que pasamos lejos no hubiesen existido. Parece que esto fuese lo habitual para nosotros, reunirnos a cenar y reír mientras Patricia y Tori cortan verduras, Alex habla con mi padre y Simon no se aparta de mi lado, con una exquisita música acompañada de los olores que empiezan a desprender las ollas a fuego lento.

Me dedico a observar, casi sin hablar pero esta vez, sintiéndome en armonía con lo que me rodea. Cuando estuve en casa de Patricia sentí que no encajaba, que era una pieza de más. Pero ahora con ellos que vinieron hasta aquí para cenar, preocupados por mi estúpido pie, provoca algo en mi que no reconozco. Resulta agradable y desconocido.

Escucho las llaves abrir el pomo, mi corazón se detiene. Jay se sorprende pero con calidez, saluda a Patricia y primos luego de cerrar la puerta con el talón, incluso a papá. En ningún momento sus ojos se cruzan con los míos.

—No sabía que estarían aquí. No traje nada. Y en la nevera nada más había...

—Una sopa instantánea a medio comer y un pedazo de pizza, sí—dice Patricia con diversión.

—Bueno, es lo que nos alimenta al final del mes—sonríe, habiendo algo de verdad en eso.

—¿Por qué no te lavas las manos y nos vienes a ayudar?—le pregunta Tori con familiaridad—. Estamos haciendo comida para un batallón, y algo me dice que podemos con eso.

—Seguro—vuelve a reír—. Ya no recuerdo a qué sabe la comida de verdad.

Jay se retira a su habitación y, después de unos eternos minutos, me escabullo lo más discretamente posible mientras conversan entre ellos.

Su puerta está entreabierta, lo encuentro quitándose la camisa para ponerse otra. Con una nueva en mano, se encuentra conmigo. Pero me ignora. Se da la vuelta, colocándosela. Paso, sintiendo mi rostro contorsionarse en ofensa.

—¿A dónde fuiste? ¿Por qué te fuiste así?—cuido mi tono.

—Salí, Meg.

—¿Es todo lo que dirás?

Suspira bajando los hombros, me enfrenta.

—No voy a discutir contigo. No pienso hacerlo. Grítame, ¿esta bien? Patalea todo lo que quieras. No voy a pelear contigo—levanta la palma de sus manos. Uno mis cejas, confundida y molesta.

—¿Qué pasa contigo? Sólo pregunté a donde fuiste y...

—Salí. Y es todo. Ahora, con tu permiso.

—Jay...—le digo antes de que salga, regresa su expresión. Pero su cuerpo se ve decido a irse— ¿Qué ocurrió?

—¿Con qué?—dice bruscamente.

—¿Por qué de pronto me hablas así?

Ríe con sarcasmo, relajo mis cejas sacando aire por la boca. Cierra la puerta y soporta su peso sobre ella cruzando los brazos. La música se escucha desde afuera y pido que nada de esto llegue a los oídos de nadie.

—¿Qué pasa contigo? ¿Por qué de repente e...

—No voy a tener esta conversación—me interrumpe una vez más—. ¿Quieres discutir? Bien, hazlo. Pero no conmigo. Estoy cansado de esto.

—¿Estás cansado de mi?

—¡No! ¿Vez a lo que me refiero? ¡Siempre haces que todo trate de ti!

—Te desconozco. ¿Qué fue lo grave que hice para...

Sus expresiones me desconciertan, cruza su mirada brevemente a un lado con una sonrisa cínica.

—Eres... Impresionante, ¿realmente es necesario decirlo? Estoy harto de pelear contigo—une sus dedos con presión, llevándolos a su sienes, enrojece con rabia—. Tengo un límite, Meg. Y parece que te dedicarás a cruzarlo una y otra vez, no tienes ningún límite, tú y...

Me acerco a él y sin perder más tiempo, lo abrazo desde su cuello.

—No, Meg...—se aleja, pero no me separo de su cuerpo. Debo pararme en la punta de mis pies.

—Sh—siseo con dulzura—. Ya, Jay...

Su respiración sube y baja, con sus manos alzadas y su cuerpo tenso. Después, con lentitud, me abraza de vuelta. Mis pies tocan de nuevo el suelo cuando se encorva para dejar caer su cabeza en mi hombro.

—Ya está bien, Jay...

Suspira entrecortadamente, casi puedo ver sus cejas unidas.

Sigo siseando para tranquilizarlo, haciendo círculos con mis manos en su espalda que se destensa con cada respiración.

—Jay... Lo siento muchísimo...

—No, Meg... Lo siento yo...

—Sé que soy terrible para expresarme, pero te quiero, cuando saliste por esa puerta pensé...

—Mamá va a casarse...

Quedo con las palabras en la boca, sin encontrar que decir o hacer. Me alejo de su cuerpo hasta poder ver su rostro. Con los labios entreabiertos y mis cejas unidas intento procesar lo que acabo de escuchar.

—¿Qué?—termino por decir. Aprieta una vez más su mandíbula.

—¡Jay! ¡Meg! ¡Ya está lista la cena!—grita Tori desde afuera, pero no apartamos nuestras miradas.

—Hablemos de esto después, no me siento muy bien...

—Jay...

—Ahora no, Meg...—sale.

La cena transcurre pacíficamente. Conversan entre sí e intento incluirme contribuyendo con un par de comentarios, pero mi vista se dirige siempre que puede a Jay y su tenedor pinchando la comida sin comer nada. Se esfuerza en intentar escuchar y charlar, algunas veces sonríe pero apenas puede llamarse sonrisa.

Y con papá, es irreconocible. Ríe, hace bromas y se emociona. Me resulta tan extraño verlo ser él mismo, porque yo no conocía que tuviese ese capacidad. Papá es un hombre que siempre parece ser líder pero uno muy cansado y agobiado, hoy es un hombre feliz que tiene una familia.

Patricia, Tori, Alex y Simon son lo que necesitaba hoy, Tori hizo dos tartas y Patricia un exquisito pollo con puré de papas, dos tipos de ensalada y jugo de naranja. Alex trajo galletas y manís para compartir, y Simon me pidió que me sentara a su lado. 

Jay los observa con algo de nostalgia en su mirada, disperso en sus pensamientos pero quizás con la misma calidez que siento yo cuando papá le sonríe a Simon, y Tori le palmea el brazo a Alex mientras Patricia los reprende amenazándolos de decirle a su padre.

—¡Ya ni siquiera vivo con él!—le dice Tori riendo.

—Yo sí, así que cállate, Tori—le empuja del hombro Alex.

—Tú sigues viviendo con él porque tomaste una muy mala decisión de ser mochilero...

—¿Fuiste mochilero?—le pregunto sorprendida.

—No, soy mochilero—me corrige—. Llegué el año pasado de Europa.

—¿Cómo fue? ¿Te gustó?

—Fue la experiencia más dura, e increíble, que he tenido que vivir. Tengo pensado ir el próximo año a Asia, pero papá dice que ya es tiempo de que me establezca aquí.

—¿De qué te graduaste?—creo saber la respuesta, así que lanza un risa y Tori le acompaña.

—¿De qué crees?—responde divertido.

—Fuiste un débil, yo no dejé que me manipulara—Tori hace un gesto de triunfadora.

—Sí, pero no soy un doctor. Soy fotógrafo. Me gradué de doctor para salir del paso y... Sin ofender, tío y tía—papá ríe—, aunque es una carrera respetable, le odié cada segundo.

—¿Qué hablas? ¡Fuiste el primero de la clase!—Patricia le señala.

—Ay, mamá soñaba con eso, le entregué el título a ella y dos meses después, les dije que me iría de mochilero. ¡Debiste ver la cara de mamá, Meg! Empezó a decirme que tendría malaria o que me secuestrarían y venderían al mercado negro...

—Mamá siendo siempre tan positiva...—ríe Tori.

—¿Y qué hay de ti, Tori?—le pregunto.

—¿Yo? Bueno, soy pandillera—señala su brazo tatuado.

—¡Una sola vez!—empieza Patricia—. ¡Una sola vez dije que podías ser pandillera! Y ni siquiera te lo dije como un insulto, lo dije como una posibilidad alentadora...

—Mi tía me alentó a ser pandillera y ahora soy líder de una pandilla...—ríe— Yo soy pastelera y repostera.

—¿Qué?—le digo inclinándome un poco en su dirección.

—¡También te parezco pandillera!—bromea.

—¡Por supuesto que no! Amo tus tatuajes, pero esperaba que me dijeras algo a todo riesgo, como paracaidista sin paracaídas, algo por el estilo.

—¿Qué?—espeta Alex, casi escupiendo el jugo—. Tori es salvaje, pero no tanto.

—Cuando llegó a casa con un tatuaje, a su madre casi le da un infarto—dice Patricia.

—Le dije que sería el único—Tori ríe—, pero después me pregunté cómo se vería otro, y otro, y otro...

—¿Entonces te tatuarás todo el cuerpo?—le pregunto.

—Sólo una de mis piernas que acompañe a este brazo—aprieta su brazo para marcar sus músculos, pero casi no hay diferencia—, ya comencé.

—¡¿Qué?!—repite Alex soltando una mano sobre la mesa—. ¡¿Cuándo te lo hiciste?!

—Hoy—se encoje de hombros. Ríe divertida. Patricia niega con la cabeza escondiendo una sonrisa detrás de su copa.

Al terminar, Tori me ayuda a fregar y secar, Alex acomoda los platos en su lugar mientras que papá habla con Patricia, Jay y Simon ayudan a limpiar. Después, se disponen a despedirse prometiéndo venir muy pronto. Alex y Tori me abrazan pidiéndome que coma mejor y cuide de mi pie, y Patricia y Simon me dan besos y despiden a papá y a Jay.

El departamento queda con el mismo silencio nostálgico y agradable. No se parece en nada a lo que sentía cuando vivía en Ciudad Solar, creo que ya no puedo extrañar ese piso ahora que conocí algo mejor, ese lugar era frío, pequeño y solitario, me acompañaba solamente las ideas ilusionadas del futuro. 

Mi departamento sigue siendo pequeño, pero es mi hogar, no es nada más el lugar en donde duermo, es a donde iría sin pensarlo si tuviese un problema —y he tenido unos cuantos desde que llegamos—, con sus plantas pequeñas, la preciosa vista de Goleudy, y Jay.

Jay le ofrece a papá dormir en su habitación, para que también yo pueda dormir en la mía y no en el sofá. Hoy será una noche larga. Pasaron tantas cosas hoy, tantas cosas que pensar. Andrea. Mi desmayo. La discusión con Jay. La llegada de papá. La visita de... Mi familia, Ellen y su presunta boda. Mamá...

Mamá.

Mirando al techo, con la tenue luz de la ciudad entrando por la ventana, pienso en su rostro. Casi se me dificulta recordarla. La última imagen que tengo de ella es aquella desaliñada del incidente en la casa de Jay, pero ella no es eso.

He intentado encontrar el por qué sigo justificando sus acciones. Mi mamá me odia. Jamás estuvo atenta de mi, se olvidaba de pasar por mi en la escuela, no me ayudaba con mis tareas, no me dejaba ver a mis amigos y me alejó de mis familiares. 

¿Pero por qué? Muchas noches deseaba que al día siguiente, mamá me quisiera. Y hoy, es una de esas noches.

Si ella estuviese aquí, ¿qué haría? ¿Le sacaría en cara todo el daño que me ha hecho? ¿O la abrazaría y no dejaría de llorar?

Me decía cosas que marcaron lo que soy, cosas con las que hoy día sigo lidiando. No sentirme suficiente, eso hace que me exija más allá de lo que yo misma puedo dar, ¿eso no es malo... O sí? No lo sé. Ha provocado que tenga crisis de ansiedad, y cuadros de estrés. Pero me ha hecho llegar lejos. ¿Es un sacrificio que pagar?

¿Por qué tengo que sacrificarme por alguien que no me ama?

¿Por qué Miranda no me quiere?

Suspiro, sintiendo mis ojos humedecerse.

Cuando papá me dio la noticia, mi mundo se vino abajo. Pero me mantuve fuerte, no quiero involucrarlos en esto. Ni que me vean llorar y sufrir, yo misma la cuidé y resistí. Sabía que eso no haría que me amase, quizás provocaría que me odiase más, pero yo quería tener una mamá. 

No quería que ella estuviese muerta, amaneciera muerta ahogada en su propio vómito, como mueren tantos adictos...

Mi pobre mamá... En ese internado sola, quizás arrepentida de su propia vida. Ya ha estado arrepentida de su vida.

Me levanto de la cama.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro