32. Meg
Repiqueteo mi pie en el asfalto, doy un par de pasos de un lado a otro con una uña en la boca. Jay y Sarah me siguen con la mirada desde las escaleras. Hace frío, froto mis brazos y subo a la punta de mis pies esperando ver lo que quiero que aparezca. O la que quiero que aparezca.
—¿Por qué estamos aquí?—pregunta Jay.
—Meg quiere hablar con Andrea—responde Sarah.
—No es su culpa, pero... ¿Después de que su novio casi nos secuestrara y nos dejara en medio de la nada?
—¿Qué? ¿Eso pasó?—Sarah abre sus ojos con sorpresa.
—Esto es una mala idea—digo, sentándome junto a ellos—. ¿Y si resulta ser peor?
—Entiendo que quieras ayudarla, Meg. ¿Pero por qué nos está evitando?
—Para esconder lo que ya sabemos. Gregor es un infeliz, hasta Sarah lo vio gritarle como un energúmeno—Sarah asiente. Suspiro y tomo asiento con ella en espera de Andrea.
—¿Y si ella no quiere ayuda?—dice Sarah—. Es decir, hay mujeres que no se dan cuenta del daño que les hacen. Creo que tenemos que ser muy cuidadosos con nuestras palabras.
Tres chicas con abrigos caminan en nuestra dirección, ninguna es Andrea. Empiezo a decirme que tal vez esto no sea lo mejor que se me ha ocurrido cuando la veo llegar apretando el cuello de su chaqueta. Me levanto de golpe para acercarme a su pálida cara por la sorpresa. Se detiene con los labios sin color y entreabiertos.
—Hola—sonrío.
—Hola... ¿Qué hacen aquí?—mira hacia atrás.
—Te esperábamos. Tenía algún tiempo sin saber de ti—intento sonar sutil para no asustarla.
—He estado ocupada. Tuve que cambiar de turno.
—¿Por qué?—pregunto con un tono casual.
—Es que... Gregor me lo pidió—Sarah y Jay llegan a mi lado, saludan a Andrea con cariño pero ella no les hace mucho caso por su mirada que una vez más va hacia atrás.
—¿Querías cambiarte de turno?—habla Sarah.
—No, pero...—quito mi vista de Andrea sólo para ver a Gregor acercarse con un cigarro entre los dedos.
Levanto mi mirada y junto mis cejas. Enderezo mi espalda todo lo que puedo, jamás lograría ser de su tamaño pero no puedo permitir que me intimide. Coloca una mano en el hombro de Andrea, ella baja su mirada y aprieta su bolso dejando sus nudillos blancos.
—Veo que se quedan hasta tarde—dice.
—Sí, ¿algún problema?—cruzo mis brazos. Sube una de sus castañas y frondosas cejas, Jay me sobrepone uno de sus hombros.
—Todavía te tiras a esta niña, ¿no?—ríe en dirección a Jay—. Muy bonito.
Da la última calada de su cigarro y tira la colilla al zapato de Jay. Volteo a ver a Sarah que luce algo aterrada, pero tampoco baja su vista.
—Hagamos las cosas simples. Dejen a Andrea en paz y olvidaré esto.
—Estamos hablando con ella—dice Sarah, su voz tiembla un poco.
—Dije en paz, ¿esos rizos afectan tu cerebro?—Sarah aprieta sus manos detrás de su espalda.
Quito el hombro de Jay que se me interpone y doy un paso en frente. El labio de Andrea está algo morado, la iluminación no ayuda a saber qué más puede estar en ella.
—Andrea, si necesitas ayuda, no pienses dos veces en venir con nosotros—le digo. Andrea ahoga un suspiro, mira de reojo a Gregor quien todavía presiona su mano en su hombro. Bota aire por la nariz y asiente.
—Estoy bien. No se preocupen, me cambié de horario porque me convenía—sonríe—. Debo irme. Ya se me hace tarde—Gregor suelta su piel y pasa entre Sarah y Jay.
Gregor tiene una sonrisa satisfactoria en su rostro, da unos pasos y baja su vista para observarme.
—Esto te puede traer consecuencias.
No le bajo mis ojos ni un segundo, siento las aletas de mi nariz aspirar y botar aire con cólera. Gregor coloca una de sus manos detrás de mi oreja y acaricia un poco mi cabello, lo esquivo sin demostrar el asco que siento en mi rostro, acerca su labio a lo oído.
—No tienes ni idea de lo que un paso en falso puede costarte. No te arriesgues, eres muy bonita para arruinar ese tierno rostro que tienes.
Trago saliva mientras mi corazón retumba en mi corazón a una velocidad dolorosa. Se aleja de mi, da un par de pasos y se detiene en Jay sin voltearlo a ver. Lo único que me da tiempo de ver es a Sarah soltándole repentinamente la muñeca y que cae al suelo con una expresión de dolor saliendo de su boca.
—¡Jay!—grito, Gregor se va por donde vino sin mirar atrás.
Me agacho junto a él y a Sarah. Sostiene su peso sentado en el suelo, la sangre brota de su labio llenando su camisa de la misma. Toca su labio herido con uno de sus dedos aspirando entre los dientes.
—¡¿Qué pasa aquí?!—escucho la voz de Britney y a sus tacones correr hacia nosotros—. ¡¿Qué pasó?!
—¡Obviamente lo golpearon!—le respondo.
—¡¿Tiene una contusión?!—pregunta Britney sobresaltada.
—Una contusión, ¡claro que puede tener una contusión!—le respondo.
—Ya, tranquilas. Estoy bien—dice arrugando sus ojos momentáneamente.
—¡Claro que no! ¡Estás sangrado!—exclama Britney.
—¡No es de mucha ayuda que lo digas! ¡Es obvio que sangra!
—Meg, calma. Estoy bien—respiro con dificultad sin quitar la vista de sus ojos unos segundos. Me levanto y le ayudo a ponerse de pie con ayuda de Sarah que sigue algo consternada.
Caminamos de nuevo adentro del local, no suelto el brazo de Jay por miedo a la idea de que pueda caerse o desmayarse por el golpe, Gregor tiene muchísima más masa corporal que nosotros dos juntos. Siento a Jay en el banco de madera del personal.
Colin se acerca con los ojos abiertos por la sorpresa y toma asiento junto a Jay preguntando por lo sucedido mientras Britney taconea diciendo que vendrá con un botiquín. No quiero a Britney curando a Jay.
—Vamos al baño—nuevamente lo ayudo a levantarse para guiarlo al baño dejando a Colin con algunas preguntas en la lengua.
Escucho de regreso los tacones de Britney que nos pisa los talones, meto a Jay detrás de la puerta y recibo el botiquín de sus manos que quedan en el aire un segundo, no logro ver su expresión al cerrar la puerta con seguro. Al voltear después de soltar la respiración contenida llena de tensión, veo a Jay sentado en la tapa del inodoro con una mirada de reproche.
—Eso fue grosero.
—No es tiempo para ser amable—camino hacia él, coloco el botiquín en el lavamanos en busca de lo que necesitaré para limpiar la herida de su labio que se hincha cada vez más, todavía sigue acumulando sangre.
—Meg...—no respondo. Saco un par de gasas y agua oxigenada— No sabíamos como reaccionaría.
—Claro que sí—corto un trozo de la gasa sin dirigirle mi vista.
Jay toma mi mano para obligarme a girar a verlo.
—No sabíamos como reaccionaría—insiste con seriedad—. No te culpes.
Asiento. Me arrodillo y levanto su rostro con la gasa entre los dedos para empezar a limpiar.
—Esto me trae algunos recuerdos—ríe, siseo para callarlo—. ¿Es costumbre que me estés curando de heridas todo el rato?
—Calla—aparta mi mano fijando de nuevo sus ojos olivo en mi.
—Cállate tú—me muerdo el interior de la mejilla—. Quieres reírte.
—No, no quiero reírme—un hormigueo en mi garganta empieza a molestarme. Regreso a mi tarea de revisar su herida.
—Mírame y compruébalo—subo mis cejas intentado poner la mejor cara de seriedad que tengo. Jay sonríe.
—No quiero reírme—sube una ceja y sonríe un poco más—. No quiero reírme, Jay. No es momento.
Queda unos segundos más en mi cara para asegurarse. Muerdo mi lengua para no sonreír pero mi nariz me traiciona y saca una pequeña risa molesta.
—Ahí está—dice.
Jay sale primero con su labio hinchado pero limpio. Tomo un respiro antes de hacer lo mismo, veo a Britney sonreírle junto a Colin.
—Puedo pedirle a Raphael que los lleve—dice.
—Eres muy amable, Britney. Pero no, estoy bien. De verdad—responde Jay.
Tomo posición a su lado, creo ver flaquear un instante su sonrisa pero se recompone sin que nadie se de cuenta.
—Gracias, Britney—suelto, Jay voltea a verme con ligera sorpresa. Siento que le debo muchos favores a esa chica.
—Es lo mínimo que podía hacer—responde con una sonrisa más suave hacia mi. Resisto el rodar los ojos—. No sería molestia que Raphael los llevara, no estamos ni cerca de la hora de cerrar—vuelve a insistir.
No quiero deberle aún más favores, no quiero irme en su auto lujoso y sentir que la factura se hace más larga, pero me preocupa Jay. Su herida duele y el golpe fue fuerte y sorpresivo. Es lo que temo, debo dejar de ser tan egoísta, y obviamente no puedo pedir que lo lleven sólo a él y yo caminar, Jay se enojaría conmigo y no necesito más líos.
—No estaría tan mal—se encoge de hombros Jay con una sonrisa, de nuevo resisto el impulso de mis ojos cínicos.
Me cruzo de brazos en el auto, completo silencio exceptuando la música del gran Sinatra que tarareo en mi cabeza porque no quiero cantar y mucho menos hablar. Otra cosa que le debo a Britney.
Jay mira por la ventana relajado, la herida de su labio está bastante hinchada para que mienta que no le duele. No sé que le diremos a Ellen cuando llame para una vídeollamada.
—¿Estás bien?—pregunta después de un rato—. Te dije que no fue tu culpa.
Giro mi cabeza hacia él.
—Eso debería preguntarlo yo, no tú—sonríe, le resto importancia con un hombro.
—Me preocupo por ti. Hubiese sido peor. Sarah me ayudo a contenerme. Admito que jamás hubiese podido ganarle a un tipo de su clase-ríe, bajo mi mirada—. Extraño tu risa, Meg. Tienes tiempo sin reír.
Raphael se estaciona en frente de nuestro edificio, agradecemos y bajamos del auto para escuchar las bocinas de los autos y el andar apresurado de las personas. Me adelanto a la entrada y entro al elevador sin saludar al recepcionista, cierra cuando Jay entra junto a mi.
Recuesto mi espalda al barandal del elevador sin mirar a Jay, sigo con mis ojos enfocados en mis brazos cruzados. Siento sus ojos sobre mi, reconozco cuando me observa.
Sale primero del elevador y abre con llave la puerta de nuestra hogar sin decir un palabra, me da paso para ser la primera y cierra la puerta con el talón para proceder a encender la luz como siempre lo hace cuando llegamos. Me encamino a mi habitación sin soltar mi agarre en mis brazos.
—Meg—me detengo.
Sigue de pie en la entrada. Su labio está hinchado y enrojecido, sus cejas juntas le hacen sombra a sus ojos olivo. Respira con fuerza como si requiriera de esfuerzo. No giro mi cuerpo, sólo lo observo con mi rostro en dirección hacia él, no quiero enfrentarme a esto.
—Extraño tu risa...—me muerdo el interior de la mejilla—¿pasa algo? Estás cambiada desde esa fiesta—niego.
Deja sus llaves con el dije de pincel que le regalé cuando llegamos sobre la mesa al lado de la puerta. Se acerca a mi con el sonido de sus zapatos haciendo eco en la sala, levanto mi mirada sin soltar el agarre de mis brazos.
—Debes dejar de culparte por todo—ahueca mi rostro entre sus manos—. Te culpas por supuestamente no ser suficiente para tu madre, te culpas por la lejanía de tu padre. Ya te dije que no sabíamos que Gregor haría esto. Tú no le pediste que me golpeara.
—Fue mi idea—sale mi voz como un hilo, trago con fuerza.
—Querías ayudar a Andrea, yo también quiero ayudarla. Deja de hacerte daño con cosas que no puedes controlar—con su pulgar acaricia mi mejilla, muerdo con más fuerza la carne dentro de mi boca para retener las lágrimas que detesto—. Estoy seguro de que entraste a Bridge porque tienes un gran talento, y porque te lo merecías.
—No puedes estar seguro de eso.
—Meg, estoy completamente seguro de eso. Querías estar aquí. Quédate aquí... Conmigo.
No pensaría jamás en regresar a Ciudad Solar. Es sólo que tantos cambios es un poco demasiado. Jay, New Bridge, el trabajo, el estudio, la familia que de la nada apareció, Sofia y su posible influencia para lograr entrar, papá intentando ser parte de mi vida. Es demasiado en mi cabeza. Tomo una respiración y cubro los dedos de Jay con los míos. Sonríe con lo que podría ser alivio.
—Prometiste que no te alejarías de mi—dice—. Así que, vuelve a dormir conmigo.
Sonrío asintiendo a su respuesta. Las últimas dos noches estuve en mi habitación dando vueltas en mi cama intentando dormir, pero el intento fue en vano, Jay no me molestó en nuestro día de descanso que estuve toda la tarde tocando la guitarra en mi cuarto como si mi vida dependiera de eso.
Acerca su rostro al mío con cuidado y me deja un suave beso en los labios.
—Hay cosas de las que tenemos que hablar—advierte.
—Lo sé.
—Pero antes déjame besarte un poco más antes de que decidas encerrarte en tu habitación todo un día como un troll—río por primera vez en días.
—No es conveniente con ese labio—corta mis palabras con un beso rápido.
—No fue problema antes—sonríe con su nariz rozando la mía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro