Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

30. Jay

Al salir del club, escucho nuevamente las bocinas molestas de los autos y el sonido de la música encerrado dentro de las paredes de ese lugar. El frío se hace presente en el labio tembloroso de Meg así que le cedo mi suéter y la ayudo a colocárselo pasándoselo por los brazos con lentitud, me asusta que esté tan aletargada, mantiene en su rostro una expresión adormilada y tengo que sostenerla del brazo por temor a que tropiece. 

Me detengo a esperar un taxi con Britney a mi lado, ella sigue de largo y voltea de un lado a otro, gira su cabeza hacia mi y da pasos largos con sus tacones.

—¿Qué haces?—me pregunta con una sonrisa colocando las manos en su cadera.

—Espero un taxi—Meg ríe sin motivo alguno.

—Te dije que Raphael los llevaría.

Mi cara enrojece. Pero la sigo hasta el auto. 

Estaba tan concentrado por encontrarla que no recuerdo haberla oído. El alivio se mantiene en mi pecho cuando deslizo mi mano por su brazo hasta llegar a sus dedos. La ayudo a entrar en el auto después de Britney. Todos mis niveles de estrés comienzan a bajar y descanso mentalmente.

Meg recuesta su cabeza en mis piernas, intento peinar sus cabellos quitándolos de su rostro, acaricio su espalda. Me detengo cuando siento los ojos de Britney en mi, le sonrío con agradecimiento. No tenía forma de llegar aquí sin su ayuda.

—¿Cómo te sientes?—cuestiona con una débil sonrisa.

—Estoy bien—le aseguro—. Perdón por hacerte pasar por todo esto.

—No te preocupes por eso—hace un ademán con su mano—. ¿Ella está bien? Se ve algo... Drogada...

Meg hace un gruñido. Britney sonríe atrapando una risa.

—Sí. Lo está—afirma—. ¿Sigue doliendo tu cabeza? Te veías mal ahí adentro.

—Créeme, estoy bien—de su bolso saca dos pequeños estuches con pastillas adentro.

—Esto te ayudará por si te sientes mal.

—Oh, Britney—las recibo—, no sabes cuanto te agradezco todo.

Sonríe ladeando la cara.

—Basta. Sólo descansen. Si Meg sigue mal puede faltar... Pero sólo por esta vez. Debe aprender a ser responsable por lo que hace—asiento.

—Estoy de acuerdo con eso.

Bajamos justo en la entrada de nuestro departamento, agradezco todas las veces que puedo a Britney y les resta importancia a cada una de ellas. Se las digo con completa sinceridad, me hubiese vuelto loco si no encontraba a Meg que sigue en un estado de extrema y preocupante relajación.

Intento hacer caminar a Meg lo más rápido que puedo para evitar miradas de cualquier habitante de esta torre. El chico que recibe en la entrada no nos hace caso y continua jugando en su teléfono celular, cosa que agradezco. No creo estar del mejor humor para miradas curiosas.

Respiro profundo al entrar a casa y conseguir todo como lo dejamos. Sentir algo de normalidad en este día es bueno para mi. Ayudo a Meg a sentarse en nuestro sillón después de cerrar la puerta con el talón y cargarla hasta él para evitarme sus quejas. Me arrodillo en frente de ella. Sonríe con sus ojos todavía enrojecidos.

—Estoy increíblemente molesto contigo. No puedo creer que te hayas hecho esto—Meg me toma del cuello y une nuestros labios. La aparto intentando no ser brusco—. Te estoy hablando, Meg. No puedes evadirme siempre con besos.

—Sí puedo y tú también quieres—no se equivoca pero sigo enojado por lo irresponsable que fue.

Una de mis manos se desliza a sus mejillas, deja caer el peso de su cabeza en mi palma. Sonríe sin mostrar los dientes, sabe que tiene razón y no puedo ganarle ahora. Suspiro, me molesta no poder odiarla de vez en cuando, así que me rindo dejándole un beso en la nariz.

—¿Quieres darte un baño en la bañera?

—¿Contigo?—río.

—No es muy buena idea. Pero puedo quedarme contigo, tengo que averiguar como cuidarte y hacer que se te pase todo este efecto de nube.

—Eres lindo, Jay.

—¿Eso crees?

Ujúmcierra los ojos—. Tus ojos son preciosos.

—Los tuyos también son adorables.

—Hablo de ti, no de mi—me saca otra risa. Casi puedo olvidar que estoy enojado—. También me gustas. Mucho. Me alegró verte llegar, estaba jodidamente aburrida.

—No tienes que insultar.

—Cállate, tú dijiste como trescientas hoy. Casi...—suspira adormilada—, me asustas. Pero eres Jay. No me das miedo.

—¿No te doy miedo?—niega.

—Eres muy lindo para darle miedo a alguien.

—No estoy seguro si ofenderme o tomarlo como un cumplido—suspira tomando aire para responder.

—Cumplido.

—Actualmente, haces muchos de esos.

Lleno la bañera hasta el tope. Ayudo a Meg a desvestirse, se quita el sujetador ella misma cuando la desvisto y hago todo lo posible para hacerle un moño en su cabeza parecido a los que ella se hace. No se asemeja en nada, pero servirá.

—No puedes dormirte dentro de la bañera—le hablo con lentitud—. Intenta estar despierta, ¿bien?

Mete la mitad de su cabeza y hace burbujas en el agua con su boca.

—¿Entendiste?—le repito. Sube su mirada.

—Voy a entender cuando vengas aquí conmigo—sonríe.

—No cabemos ahí juntos. Y sigo molesto.

—Puedo hacerte un espacio—me evade.

—Sólo no te duermas.

Salgo del baño. Masajeo mi cien y me paso los dedos por el cabello botando aire con la otra mano en la cadera. No recuerdo haberme estresado tanto desde las sesiones después de la muerte de mi papá.

Si llamo a mi mamá. Estoy muerto. Si llamo a Eric, estoy más que muerto porque le prometí cuidarla. Si llamo a Rose, vendrá por sí misma hasta acá... Y nos matará. Internet no parece muy confiable, no sé la cantidad que pudo haber tomado, por los síntomas me da entender que no fue demasiado. Pero no sé estoy seguro si debo hacerle caso a las instrucciones de la página.

Britney ha hecho demasiado por mi como para volver a fastidiarla y no tengo forma de llevarla a un hospital porque ahí me destriparían con preguntas. Meg está a un año de la legalidad para consumir sustancias lícitas. Y creo que lo que consumió no es precisamente legal.

Me dejo caer en el sillón unos minutos para pensar qué hacer. Hojeo mi lista de contactos. No es como si fuera toda una celebridad y tuviera todos los números del mundo. Hailee posiblemente reirá y me dirá que deje que se le pase solo, definitivamente no puedo hacer eso.

Pierdo toda esperanza hasta que encuentro uno bastante peculiar. Patricia. Patricia es la tía de Meg. Ella es doctora. Está el riesgo de que quiera matarme también pero puede decirme cómo cuidarla correctamente. Camino al dintel de la puerta del baño donde Meg sigue haciendo burbujas con el agua, tomo un respiro antes de llamar, es bastante tarde.

—¿Hola?—responde al último tono.

—Hola, eh. Patricia, soy Jay.

—¡Hola! Claro, el novio de Meg—me muerdo una uña, no es tiempo para negarlo—. ¿Pasa algo? Estoy de turno... ¿Está bien Meg?

—Algo así.

—¿Qué le pasó?—dice sobre exaltada.

—Digamos que fue a una fiesta. Y tomo una pastilla y sus ojos están rojos y parece que fuese a flotar en cualquier momento—digo demasiadas veces íes.

Queda en silencio un momento.

—¿Hizo eso?

—No te mentiré, sí. No estaba con ella en ese momento. ¿Cómo puedo cuidarla?

Después de una charla de cinco minutos diciéndome lo irresponsable que fue y de hacerla prometer que no le diría a Eric, accede a darme paso por paso las indicaciones para cuidarla. Son bastantes sencillas, el internet no mentía pero no estaba de más consultarlo con alguien profesional.

Al colgar, volteo a ver a Meg quien esta casi hundida en el agua dejando su melena arriba. Dejo el teléfono a un lado, al acercarme me lanza un chorro de agua y se parte de la risa.

—Es la venganza de la piscina.

—Pero esa vez estaba salvándote la vida, como ahora—me quito el agua de la cara.

—Ven conmigo.

—Meg...—hace un puchero.

Tomo un suspiro más. Me paso la camisa por lo brazos y deshago mis pantalones. Meg pega sus rodillas al pecho para poder entrar con ella. El agua está bastante bien y tal vez me haga bien a mi. Meg deja caer la parte posterior de su cabeza en mi pecho posicionándose entre mis piernas, después de todo, entramos los dos a medias.

—¿Por qué hiciste eso, Meg?

—¿Mojarte? Por venganza. Estuve con dolor de garganta cuatro días—me muestra sus dedos haciendo referencia a la cantidad.

—No. Tomar eso.

—Estaba molesta contigo.

—¿Por qué?—si quiero saber la historia completa, debo aprovecharme de esto.

—Britney es perfecta.

—No entiendo.

Se gira hacia mi con las rodillas en el piso de la bañera. Coloca sus manos heladas en mis hombros y se acerca a mi rostro.

—Te agrada.

—Claro. Es amable—me encojo de hombros—. Sin ella no hubiese podido encontrarte.

Sus cejas se juntan.

—Pero, Meg... ¿No estoy aquí contigo?—enredo mis brazos en su cintura—. Después de todo estos años, ¿crees que quiero estar con alguien más? Tengo más tiempo cuidándote y tú cuidándome.

Su nariz roza la mía.

—No puedo cambiarte.

Sus labios regresan a los míos, besar a Meg es quizás una de mis cosas favoritas. Cada vez que lo hago parece ser la primera, emocionante e increíble. Ella es increíble, la forma que tiene de enredar sus dedos en mi cabello y de atrapar mi labio con sus dientes me vuelve incapaz de hacer algo más que no sea enfocarme en lo suave de su piel y los suspiros entrecortados que suelta cuando paso mis manos por su espalda.

Jamás me imaginé estar con Meg, las pocas veces que hemos dormido juntos han sido ideales. Todo tan enredado y siempre con sus risas de intermedio. No tiene que ser perfecto para hacerlo perfecto para mi, basta con su bonita risa y que no quiera parar de besarme. Creí que iba a ser extraño acostarme con mi mejor amiga, sinceramente jamás pensé que me acostaría con Meg, pero así pasó y no fue así. 

Los dos sabíamos que sucedería porque la conexión que siento con ella se hace más y más fuerte, más profundas sus raíces. Temo por ello, porque seguimos sin hablarlo, evadiéndolo una y otra vez pero ahora sólo quiero sostenerla y sentirla mía en este momento.

—Debes descansar—le digo subiendo la barbilla para observarla.

—Quiero dormir. ¿Puedes... Puedes dormir conmigo?

—No tienes que preguntarlo.

La ayudo después del baño a pasarse una de mis camisas, me acuesto en mi cama con ella sobre mi, su cabeza se recuesta en mi pecho una vez más con sus piernas recogidas a la altura de mi cadera.

Goleudy es sumamente ruidoso. El sonido de la vibrante ciudad es presente en nuestro silencio pero se hizo parte de nuestra vida, no quiero volver a dormir sin él. Amo completamente estar aquí junto a la compleja y moderna estructura de Bridge y Meg.

Quien se queda dormida con la respiración lenta.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro