Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

26. Meg

Es el día.

Es el día en que por fin lo que soñé se cumple. Lejos de cualquier cosa que pudo afectarme alguna vez. Anoche casi no podía dormir por lo larga que se hizo la espera. Aprieto un poco más mi cola de cabello, ¿o debería dejarlo suelto? Mirándome al espejo con una sonrisa, dejo que el cabello me caiga de nuevo por los hombros. 

Me muerdo el interior de la mejilla, he esperado tanto esto que se siente casi como un sueño. Uno del que me da mucho miedo despertar.

Intento pensar en la posibilidad de que mamá esté feliz por mi pero es un idea que logra entristecerme, ella está allá. Ajena a las cosas buenas o malas que podrían pasarme. Y yo estoy aquí. Pensando en ella. Pero también cumpliendo mis sueños. La sonrisa de mi rostro regresa, despejo las ideas de mi cabeza y me enfoco en la emoción que siento, el cerebro me podría estallar. Es casi asqueroso, pero podría pasar si continúo conteniéndome.

Mis pies corren al sillón donde está Jay recostado con su teléfono. Me lanzo sobre él recibiendo de su parte un quejido de dolor que logra reprimir su risa. Generalmente debo esperar por él, así que me haya tomado unos quince minutos se más hoy no significa nada.

—¿Qué fue eso?—pregunta.

—Emoción desbordante y sofocante—me levanto y doy una vuelta para que me vea.

—Te ves increíble.

—Bueno, casi siempre voy vestida así...

Se pone sobre sus pies y me da un beso rápido.

—Cállate y vámonos. Te ves hermosa—pongo un cabello detrás de mi oreja sintiendo como el rubor invade mi cara.

.
.

La ciudad está abarrotada, las personas no dejan de pasar con café en sus manos en un intento por calmar los nervios del inicio de semana. Es casi como vivir dentro de El Diablo Viste a la Moda. Sólo que no tengo tanto estilo para vestir, pero no dejo de estar fascinada con cada paso que doy, no intento quitar la sonrisa de mi rostro. Ya quiero saber lo que me espera, siento ese alivio que jamás pensé que sentiría.

Siempre estaba en constante incertidumbre sobre qué iba a ser de mi futuro y tenía que vivir con la pesadilla de ser una doctora triste y frustrada por no cumplir lo que quiso por la insistencia de otras personas. Con esto puedo decir que me siento realizada y feliz. La música jamás para mi fue un esfuerzo, no porque no luchara sino que es parte de lo que soy, viene en mi. 

Supongo que es lo que pasa cuando te apasiona tanto algo que no puedes respirar si dejas de hacerlo, no sé que sería de mi sin lo que hago, mi madre no está ni cerca de ser la mejor pero le agradezco su rechazo, el pensar querer estar lejos de mi para sumergirme en la melodía y la sensación tan profunda que te deja llevar como el mar.

Sólo que no me ahoga ni me duelen los ojos, pero sí tiene sentido.

Antes de dar un paso dentro de New Bridge, Jay aprieta mi mano. Distintas personas entran como si fuera lo cotidiano y lo habitual y sé que será para mi así algún día, lo natural de vivir una aventura diaria.

—¿Estás lista?—me pregunta Jay.

—¿Tú lo estás?

—Lo estoy si tú también.

—Entonces sí—sonrío.

Los dos entramos a nuestra nueva vida con los pelos de punta.

Intento absorber todo lo que me rodea, es tan hermoso que quedo hipnotizada con la idea de estar soñando de nuevo.

Por fuera, tiene una estructura moderna que se alza en su imponencia con tres pisos de alto, bellísimos paneles de vidrios azules que contrastan con las tonalidades tierra y baldosas de ladrillo.

Pero por dentro, es aún mejor. Tiene un aroma que no creo poder borrar de mi memoria, como de madera y pintura, con algo de cereza que debe ser con lo que pulen el perfecto piso de madera que nos refleja.

Sigue el mismo patrón que su estructura exterior, pero lo que lo hace fascinante son sus cuadros y complejas esculturas que le dan vida y calidez, como el violín de bronce junto a las amplias escaleras cubiertas de una alfombra verde bosque, que conducen a los pisos superiores visibles desde aquí por sus pasillos abiertos.

Los estudiantes caminan por todas partes, algunos con instrumentos, chicas delgadas y esbeltas de cuellos largos paseándose delicadamente. Artistas con caballetes en mano a paso apresurado. Jay conserva la misma sonrisa que se dibuja en mi expresión, me rodea con un brazo.

—¿No dijiste que no entraríamos?—dice.

—Fue cuando pensé que no entraríamos—me encojo de hombros.

Jay y yo vamos a presentarnos a la oficina. Nos recibe una mujer que se presenta como Georgina, nos explica cómo serán nuestras clases mientras nos da un corto recorrido. No estaremos juntos mucho tiempo, es obvio, nuestras especialidades son distintas. Lo miro de reojo y se ve igual de reluciente de como me siento. Entro a mi aula despidiéndome de Jay y el continua su camino con Georgina, no entro hasta que ya me siento extraña parada en la puerta sin hacer nada. 

Faltan personas por llegar, aunque ya hay un par de chicos entablando conversación. Me meto un cabello detrás de la oreja y saco una libreta de mi bolso. Al abrir la primera página, veo la letra de Jay decir buena suerte acompañada de una carita feliz. Sonrío. No puede ser más tonto.

—Hola...—levanto la mirada, teniendo los labios entreabiertos de la impresión.

Me mira con curiosidad un chico de piel bronceada, su ceja se alza sobre sus ojos marrón claro.

—Soy Heron—me extiende una mano, tiene un par de tatuajes en el brazo.

—Soy Meg—la acepto.

—¿Megan?

—No. Sólo Meg—sonrío para no sonar tan dura como siempre creo que sueno cuando corrigo mi nombre.

—Entonces, sólo Meg...—toma asiento a mi lado, suelto mi mano de la suya— ¿De dónde vienes?

Me muestra su sonrisa blanquecina, Heron tiene el cabello un poco largo, lo quita de su frente haciendo un movimiento con su cabeza.

—Ciudad Solar—respondo.

—Ciudad Solar...—repite con un asentimiento— ¿Te gusta el mar?

—No tiene que gustarme el mar por vivir en Ciudad Solar—río—. ¿Y tú? ¿De dónde eres?

—De aquí—extiende sus brazos—. Puedo enseñarte la ciudad si aún no la conoces.

—Una buena oferta, gracias—pero prefiero hacerlo con Jay.

—Debes ser buena con la música.

—No demasiado.

—¿Qué tocas?—hace muchas preguntas.

—Violín, piano y guitarra—vuelve a alzar sus cejas con sorpresa.

—Tenemos aquí a una buena artista—frota sus manos—. Yo chello.

—Buen día—dice una voz femenina entrando a la sala, suspiro de alivio y le agradezco de salvarme de un comentario al que no le tenia respuesta.

Hace que sus tacones formales se escuchen con el piso de madera, lleva su cabello elegantemente recogido y camina con la espalda recta con una sonrisa cálida en su rostro, mantiene sus manos detrás de su espalda. Esa sonrisa la vi alguna vez. Sus ojos amables se dirigen a mi cara impresionada de ojos abiertos. Intento amarrar dentro de mi cualquier emoción que pueda delatar los pensamientos en bucle de mi cabeza.

La clase transcurre de forma armoniosa, la Maestra habla con fluidez y pasión. Sentiría lo mismo, si no pensara en las posibilidades del cómo logre entrar. Hago el esfuerzo por mantener la concentración mordiéndome el interior de la mejillas. Heron bromea con un par de chistes que ni siquiera puedo escuchar por mi consciencia abrumada.

Finaliza la clase advirtiendo el cómo serán las siguientes, los demás guardan sus cosas mostrando su satisfacción con una sonrisa. Bajo la mirada mientras organizo lo más rápido que puedo mis cosas dentro del bolso. Apresuro mi paso a la salida con Heron detrás de mí.

—Meg Labrot—me detengo empuñando mi bolso con una mano. Aprieto mis labios y dejo salir una respiración antes de tener que voltear con la sonrisa más grande que tengo.

—Qué gusto volverte a ver—dice mientras se acerca caminando elegantemente, entrelaza sus manos frente a ella.

—Lo mismo puedo decir—asiento.

—Tu madre me gritó bastante por teléfono después de mi visita—veo la advertencia de su sonrisa—. Me alegra que hayas aceptado mi sugerencia. Fue un encanto recomendarte.

Siento ahogarme en el océano de mis miedos. Lo sabía, repite la decepción dentro de mi una y otra vez. Maldita sea, claro que lo sabía, pero la versión optimista de mi no quería reconocerlo.

—Un talento tan excepcional como el tuyo no debe ser escondido por tu madre.

—Se lo agradezco mucho, pero no creo ser tan excepcional—el nudo de mi garganta ruega por desaparecer.

—Qué modesta, claro que lo eres—desliza su mano en mi brazo—. Te veré en la siguiente clase.

Con un sonrisa, se da la vuelta en camino a su escritorio. Arrastro mis pies hasta la puerta sin permitir que baje mi barbilla. Esto era demasiado bueno para ser real.

—Ey ¿A dónde vas?—Jay me toma de la muñeca deteniéndome en el camino.

—Lo siento... No te vi—me siento casi hiperventilar.

—¿Qué sucede? ¿Está todo bien?

No.

—Oh, sí. Sí. ¿Cómo fue para ti?—marco una sonrisa mientras rasco mi frente nerviosa.

—Fue increíble—empezamos a andar, no dejo de masticarme los labios. Me esfuerzo en escuchar lo que dice sin hundirme en las preguntas, las escondo para más tarde—. Es impresionante. Es justo lo que esperaba y más. No hay tantos en artes como creí pero sí los suficientes para hacer un par de amigos.

—Uh...—asiento con la mirada perdida, forzando a las comisuras de mis labios elevarse.

—Pasa algo—afirma después de no recibir respuesta. Qué maldita egoísta soy.

—Ay, ¡por favor! Claro que no, me alegro mucho por ti. Querías esto más que nada.

—También tú.

—Dime qué pasa.

—¿Jay?—interrumpe nuestra conversación.

Britney se ve reluciente, sostiene su bolso deportivo en su hombro y sus cabellos rubios están recogidos en un moño que deja ver su cuello elegante. Tiene un suéter sobre su leotard negro puesto sobre su esbelto y muy delgado cuerpo, sonríe con sus ojos azul gélido.

—Que gusto encontrarlos aquí—habla con sinceridad—. Bienvenidos.

—Muchas gracias, Britney—dice Jay sonriéndole de vuelta auténticamente, intento imitarlo pero me siento fallar.

Britney le pregunta a Jay qué le parece todo con una gran sonrisa, inician una conversación de la que no soy parte y en realidad, tampoco quiero serlo. ¿Por qué entré realmente? ¿Por mi supuesta excepcionalidad? Mis labios empiezan a hincharse después de una batalla con mis dientes.

—Meg—me dice Britney.

—Disculpa, no te oí.

—¿Qué te parece?

—Bien—asiento.

Nos quedamos en un incómodo silencio por unos segundos. Aunque los ojos de Britney se dirigen a Jay repetidamente.

—Bien—da un par de pasos—, ya debo irme. Me mataran con mis zapatillas si llegó tarde. De nuevo, bienvenidos a Bridge.

—Gracias, espero que nos volvamos a ver por aquí.

—De eso no lo dudes—le guiña un ojo retirándose. Un pequeño sonrojo se expande por las mejillas de Jay.

—Eso fue bastante raro—dice entre una risa.

—No creo que fuera tan raro para ti—cruzo los brazos.

—¿Qué?—no quita la sonrisa de su rostro a pesar de que ve que no lo acompaño—. ¿Estás... Estás celosa?

Mi estómago revuelve el desayuno junto con el poco confeti de emoción que me quedó de esta mañana.

—No, sólo digo...—respondo.

—Hemos hablado un par de veces.

—No es como si fuera algo malo—mis ojos ruedan debajo de mis cuencas.

—Estoy bastante seguro que algo va mal.

—No. Ya debo irme—suavizo un poco mi voz. No tiene la culpa, me detiene de nuevo por la muñeca.

—Eres una gruñona y terca—pone sus brazos sobre mis hombros, enredo mis brazos en mi pecho, su sonrisa me contagia y vuelvo a rodar mis ojos reprimiendo la sonrisa—. Me dirás que pasa, lo quieras o no.

Me da un beso rápido en la frente.

—Debo irme. Sé que te irá mejor la siguiente clase.

Me deja sola, recordándome al primer día de los exámenes en la secundaria. Antes de que todo esto empezara. Con un suspiro, me quito el cabello del rostro poniéndolo detrás de mí oreja y camino a donde sea que me indique el papel que me entregó la señorita Georgina. Debe ser señorita, no vi ningún anillo en su dedo.

—¿Sabes a dónde vas?—el aliento de la persona me choca en la mejilla para intentar ver la escritura del papel. Me alejo instintivamente.

El piercing colgante en la unión de su nariz está torcido, aunque sospecho que es a propósito. Heron cambia de mano su chello y se pone un puño en la cadera. No quita la media sonrisa con la que se presentó en clase.

—No—respondo esbozado una risa.

—Puedo llevarte. A cambio de que me cuentes un poco más de ti.

—Claro. Le contaré de mi a un chico con el que he cruzado tres palabras.

—Ahora son más de tres—eleva una ceja—. ¿Aceptas? ¿O vagarás por todo Bridge buscando dónde está?—señala el papel.

Me muerdo el interior de la mejilla, no tengo otra opción. No puede pasar mayor cosa, me he expuesto a situaciones más peligrosas que caminar por una universidad con un extraño.

Asiento.

Camina junto a mi, no sonríe pero mantiene su rostro relajado y un par de mechones negros sobre su frente. Me mira de reojo antes de hablar.

—Entonces, sólo Meg. Estoy seguro que tocas más que tres instrumentos. He escuchado unas cuantas cosas de ti.

—¿Qué cosas?

—Como que eres muy bonita.

—Tienes un forma terrible de coquetear—le respondo.

—Si es así, no me molestaría que la Maestra Labrot me enseñara—me guiña el ojo.

—Estoy segura que puedes arreglártelas solo.

—Aprendo por vista. Y yo estoy bastante seguro—cierra un ojo haciendo un ademán con los dedos—que eres una chica misteriosa. Por eso te miré en las clases, para asegurarme que mis ojos no me mintieran.

—No sé si lo sabes. Pero mirar tanto a la gente te hace ver como un psicópata en serie.

—Y ya veo que tienes sentido del humor.

Se detiene en la puerta con una sonrisa retadora.

—Espero haberte traído sana y salva.

—Por ahora no me falta ninguna extremidad, pero si me cae alguna, te haré responsable—ríe—. Gracias, Heron.

—Te dije que la forma de agradecérmelo era contarme un poco más de ti. Tienes una deuda conmigo.

—Lo haré cuando me asegure de que no eres un psicópata—abro la puerta, camina de retroceso y continua observándome.

—Ya te lo dije, aprendo por vista—se retira metiéndose las manos en los bolsillos y jugando con la lengua en su boca.

Casi olvido que me sentía mal. Echo a un lado mi incomodidad, casi a la profundidad en donde escondo los sentimientos por mi madre. No sé qué pensar con las palabras de la Maestra en la primera clase.

.
.

Espero a Jay en la entrada pateando discretamente el aire con aburrimiento. Me encontré a Heron en una clase más, no logró sacarme información de mi vida pero si hizo que me riera un poco. Es bastante agradable. Llevo mi mano a mi nariz para moverme el piercing en medio, había olvidado por completo que ya no lo traía. 

No me hace falta, solamente es costumbre. Me lo hice sólo para enojar a mi mamá, la volví loca cuando lo vio y me repitió que parecía salida de un prostíbulo. Exhalo. Me lo quité porque ya no hay razón para enojar a nadie, pero me gustaban.

Pero sé que me gustaban porque me hacían sentir rebelde en la escuela y hacia un par de desastres a la semana. Como robar los bolsos de Lisa y sus amigas y pegarlos con pega zapatera en los baños o meter pequeños explosivos navideños al patio de la escuela. Le eché un buen susto al director, pensó que era un tiroteo, aunque jamás pudo descubrir que había sido yo. 

Jay siempre estuvo detrás de mi repitiéndome lo mala idea que era y Hailee pidiéndole que se callara de una vez. Nunca quise involucrarlo demasiado porque él no era el de las ideas, pero ahí estaba. Me calmé cuando amenazaron con expulsarme la vez que Hailee y yo accidentalmente soltamos grillos por toda la cancha deportiva dentro de la escuela y el director se enteró. 

Lo compensé internamente con mis buenas notas y excelente comportamiento en los últimos dos años. Ahora que lo pienso, era bastante estúpido. No me gustaba burlarme de nadie (excepto de Lisa y compañía) ni sabotear a los profesores, sólo hacer tonterías ocasionales como encender la alarma de incendios para hacer un resbalador en el pasillo para celebrar el final de año. Éramos cuidadosas pero un paso en falso y pude haber perdido mi beca por esas estupideces.

—Qué estúpida soy...—susurro para mi misma. Jamás haré cosas así de nuevo.

Jay camina sonriendo a la conversación de Britney. No tengo nada en contra de Brtiney excepto que es una mandona, es su trabajo, pero exagera tantito. Le lanza una sonrisa coqueta a Jay, bajo la cara sin dejar de verlos. No hay nada entre Jay y yo aún... Es muy hipócrita decirlo cuando hicimos más que dormir juntos.

—Meg—saluda Britney.

—Hola—respondo.

—¿Te fue mejor?—pregunta, uno mis cejas.

—¿Qué?

—Jay me comentó que no te fue muy bien en tu primera clase. Tranquila, es normal—me pone una mano sobre el hombro, detesto que me hablen como a una niña. Hago un circulo con mi hombro para quitar sus dedos educadamente.

—Meg es muy buena—dice Jay, hoy no han dejado de repetírmelo—. Estoy seguro que le irá bien.

—Estoy aquí—digo—. Y sí. Gracias—no suena sincero.

—Nos veremos más tarde en el trabajo—se despide Britney con una sonrisa, camina y se monta en un auto que parece bastante costoso.

Es completamente distinta a como es en el trabajo. Fue repugnantemente dulce y allá es una zorra odiosa que no deja de dar órdenes. No les dice a los clientes cómo comer por el simple hecho que no puede. Pero de poder, lo haría.

—¿Estás bien?—me pregunta Jay.

—Sí, vámonos.

Al llegar a casa, me meto directo al baño. No le dirigí la palabra a Jay en el camino a pesar de que él no paraba de hablar para intentar sacarme conversación. Quito la ropa de mi cuerpo. Antes de entrar a la ducha me hecho un vistazo. Siempre me ha gustado como soy, nunca he tenido problemas con mi físico a pesar de mi mamá insistía en que era un cerda gorda pero
ahora...

Arrugo mis cejas. De repente mis caderas se ven demasiado grandes y mis piernas no son como las de Britney. Saco el pie de la ducha para verme mejor. Soy muy diferente a Britney. No tengo ojos gélidos y azules, no tengo un cabello rubio. Seguro ella no debe tener tanta celulitis como yo ¿Qué hago comparándome con ella? Quizás porque vi a Jay junto a ella y... Lucían bien. ¿Qué habrá pensado Jay cuando me vio desnuda esa noche? No paraba de repetirme que era hermosa mientras mis uñas hacían líneas en su espalda. Me siento ridículamente insegura.

Salgo de la ducha con el cabello mojado y una toalla sobre mi cuerpo. Jay abre la puerta de su habitación repentinamente, haciéndome saltar.

—¿Podemos hablar?—dice, parece preocupado.

—Estoy algo desnuda ahora—intento sonreír, sólo tengo la parte de abajo de mi ropa interior.

Me recorre el cuerpo con los ojos y se sonroja.

—Perdón, yo... No me di cuenta.

—Jay...—se acerca a mi dejándome entre la pared y él.

—¿Qué pasó hoy con Britney?—me pregunta. La mención de su nombre me corta el pecho como vidrio.

—Nada.

—Sé honesta, ¿qué pasó?

—Nada pasó. Me sentía un poco mal. Tenia, eh...—hago una pausa— Dolor de cabeza.

—Eres terrible mintiendo—ríe acercándose unos centímetros a mi cara—. ¿Por qué siempre tienes que ser tan orgullosa?

Una de sus manos va a mis mejillas acariciándola con el pulgar.

—No soy orgullosa—digo.

Su nariz roza mi cuello en el punto donde siempre se queda, me deja un beso corto pero lento que logra que trague más fuerte de lo que me gustaría. Jay me mira a los ojos con seriedad, acerca su boca a la mía. Necesito esto. Uno mis labios con los de él en un beso lento, Jay me toma del cuello para atraerme más a él. Escucho su respiración dura mientras compagina nuestras bocas sin descanso.

Me toma de la cintura y me levanta hasta la suya sin despegar nuestro beso, acaricia mis piernas desnudas que tienen prisionero a su cuerpo, empuño el cuello de su camisa para pedirle que se la quite y es lo que hace. Camina conmigo entrando a mi habitación.

Me bajo de su cuerpo para tumbarlo en mi cama con una rodilla hincada, conservo mi toalla sobre mi cuerpo, intento no pensar en las ideas estúpidas del baño. Me siento sobre él apoderándome de su cuello y de sus suspiros.

—No podría encontrar esto otra vez—Jay ahueca mi mejilla, habla en un susurro, respiro por la boca.

Me besa mordiéndome en labio inferior, mi cuerpo se eriza con su toque amable pero necesitado, meto mis dedos en su cabello, su espalda está junto a la pared. Casi sin darme cuenta, hago movimientos con mi cadera de adelante hacia atrás. Jay enrojece y sonríe con algo de timidez. Pero después hace que este debajo de él. Quita la toalla mojada de mi cuerpo y continua con sus labios sobre los míos. Sus dedos curiosos recorren mi abdomen con suavidad.

—Quedemos hoy—dice.

Le doy un beso rápido.

—Haremos lo que quieras—insiste.

Su mano juega con el elástico de mi ropa interior. Miro sus ojos oscurecidos por la lujuria. Entreabro los labios y cierro los ojos cuando sus dedos llegan a mi centro. Besa mi cuello con cariño.

—Odio que tengas celos de Britney—dice en mi oído—. Eres increíblemente hermosa.

Siento mi cabeza nublada, mantengo mi atención en la sutileza de sus dedos en mi.

—Mírame—dice.

Abro mis ojos para encontrarme con el familiar verde olivo que está logrando que pierda el control, desliza mi ropa interior lejos de mis piernas, también se deshace de su ropa. No deja de mirarme ni siquiera cuando me toma de los muslos para enredar mis piernas una vez más en su espalda. Me aferro a sus hombros, nuestros cuerpos se unen un poco más cada vez, Jay tiene los labios y la lengua entre los dientes y ya hay una fina capa de humedad en su cuerpo.

—Te quiero—dice.

No significa lo mismo que hace unos meses. Siento más ese te quiero como una promesa. Una promesa que traerá problemas, me dije que no debía permitir sentir esto por Jay. Es lo que me queda. Pero ahora... Siento que tengo una oportunidad para ser feliz sin que nadie pueda criticarme. Jay jamás me ha criticado ni fallado. Salí con un par de chicos que resultaron ser unos completos patanes. Sé que soy muy joven, pero no tonta. Jay no es común.

Así que lo beso, no es un beso que promete amor eterno, él mismo sabe lo que significa. Es diferente, un beso que nos une porque sabemos que nos hacemos felices, que somos el apoyo incondicional que no todos logran encontrar.

Mis discretos gemidos se hacen presentes, no los reprimo. Jay deja sus ojos en mi rostro siguiendo con ritmo más rápido. Suspira en mi oído y pego mi oreja a su hombro como un abrazo. Puedo escuchar el latir insaciable de su corazón palpitar junto al mío.

Descanso mi cabeza en su pecho con pesadez, estoy a unos segundos de caer dormida conforme los dedos de Jay pasan por mis espalda como pinceladas. Escucho la lluvia caer afuera, no es de la lluvia que ni siquiera te deja ver, es de esa lluvia que es para escuchar y descansar. Jay logró hablar con Britney y convencerla de hacer que alguien nos cubriera hoy porque tengo un dolor de cabeza gigante. Lo tomó bastante bien y no se negó porque sospecho que le agrada Jay.

Pero soy yo quien está aquí con él, no ella.

Jay se pone a un costado de su cuerpo para estar en frente de mi. Una sabana gruesa cubre nuestros cuerpo, empiezo a tener frío cuando la temperatura baja y la lluvia se hace un poco más tempestuosa.

—¿Estás cansada?—pregunta.

—¿Por qué? ¿Quieres continuar?—respondo con los ojos cerrados y una mano relajada en frente de mi, sonrío.

—Podría.

—No eres tan malo en esto—mi voz sale somnolienta.

Su mano acaricia mi cabello.

—Que venga de ti es un halago.

—Tú mismo dices que yo no hago halagos—sonríe. Me deja un beso en la nariz.

Estoy disfrutando tanto esto que preferiría dejar cualquier cosa por permanecer aquí. Es una burbuja de paz inquebrantable.

—¿Podrías tocar la guitarra?—me pide.

—¿Ahora?

—Cuando no estés tan cansada.

Acerca su nariz a la mía, rozándola con la suya. Termino por pegar mi espalda a su pecho y rodea mi cintura con su brazo. Recuesto mi cabeza en su otro brazo. La calidez de su cuerpo hace que caiga dormida.

—Te quiero—dice antes de que pierda la consciencia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro