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23. Jay

—Espero no volver a verte así—le espeta Britney antes de que salga por la puerta—suaviza su gesto en mi dirección—. Lo siento, sé que es tu amiga, pero estoy a cargo de esto.

—¿Entonces qué edad tienes?—pregunto dispersando mi molestia. Tiene razón, también debo seguir trabajando.

—Veinte—responde orgullosa.

—Eres algo joven para manejar un negocio.

—Oh, no. No me subestimes—ríe, toma el puesto de Meg en la banca—. Lo hago desde hace un año. Y me atrevo a decir que jamás ha ido mejor.

—Y por eso no tenían personal.

—Los despedí. Eran la razón del porqué esto no funcionaba.

—Me sorprendes. ¿Cómo tienes tiempo para estudiar y manejar un negocio?—le pregunto levantando las manos.

—Soy bailarina, no es como que si todo el tiempo deba estar entre libros. No es problema hacer cosas en las que soy buena—sonríe elevando ligeramente la barbilla con orgullo.

El sonido de las vajillas entre si acompañan lo que resulta para mi una incómoda conversación. Tantea los dedos en el banco de madera, como buscando algunas palabras para continuar.

—Bueno—digo levantándome—. Creo que es tiempo de continuar. No quiero molestar a la jefa—sonríe.

—Esa amiga tuya...—empieza cuando doy un par de pasos.

—Meg—la corrijo esperando no sonar tan abrupto.

—Sí, Meg—asiente— ¿es así todo el tiempo?

—El noventa por ciento de las veces—río.

—Eso está bien, tiene carácter.

—A veces demasiado para su propio bien—sonrío para seguir con mi camino.

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Colin el chico nuevo, se disculpa avergonzado continuamente mientras los pedazos del plato roto se deslizan a la pala con la ayuda del cepillo. Pude sentir algunas miradas acusadoras pero nos ignoraron después de un rato cuando empecé a restarle importancia. Es un chico algo torpe y nervioso, pero agradable.

—Lo siento, lo siento mucho, Jay—repite. La cerámica desaparece dentro de la bolsa de basura.

—Colin, es sólo un plato—sonrío en un intento por tranquilizarlo. Se relaja sólo por unos instantes antes de contorsionar el rostro con nueva preocupación.

—Britney va a matarme...—dice con el rostro repentinamente pálido.

—Ella no tiene porqué enterarse —le guiño un ojo y camino de regreso al lavavajillas con un paño seco.

Colin camina de un lado a otro mordiendo sus uñas, el uniforme le queda algo grande, arrastra el ruedo de sus pantalones con sus zapatos.

Tranquilo, amigo—soporto mi peso en el lavaplatos—. No lo sabrá por mi.

—Es que, no. Es decir, sí—tartamudea, rastrilla sus uñas mordidas por su cabello rizado—. Es que ella sabe cada cosa que hay aquí, es una especia de maníaca del control.

—¿Cómo sabes tanto de ella?—pongo de regreso un plato en la pila limpia. No me alegro demasiado porque casi de inmediato, un cocinero suelta algunas ollas todavía con rastros de chocolate.

—Vive conmigo—subo una de mis cejas, se ruboriza debajo de sus pecas. Colin no aparenta ser mayor de quince años—. ¡No es lo que piensas! Es... Mi hermana.

—Hubieses comenzado por ahí—bromeo—. ¿Por qué estás aquí? ¿No deberías jugar videojuegos o coleccionar maquetas de legos? Qué sé yo.

—Mi padre quiere... Que me involucre en los negocios familiares o algo así—deja caer su cabeza.

—¿Negocios?

El cocinero vuelve con nuevos platos sucios que casi con alegría deja dentro del fregador, este lugar no es tan grande para la cantidad de platos y utensilios que utilizan.

—Sí, eh... Tiene muchos negocios esparcidos por ahí.

Escucho un siseo provenir de la puerta a unos metros de mi, Meg con cautela asoma su cabeza de un lado a otro en busca de Britney con la bandeja debajo de su brazo. Sonrío cuando entra con el labio entre los dientes taconeando en mi dirección sin desaparecer su sonrisa, choca la bandeja con la mesa junto al lavaplatos. Tiene esa mirada de que trama algo pero antes de hablar, dirige su atención a Colin quien la observa con mejillas carmesí y la boca abierta.

—Hola, niño Weasley—dice.

—¿Qué?—le responde Colin.

—¡Eres como un Weasley! ¿Harry Potter?—sonríe inclinando su cabeza.

—Ah, es... Yo, sí—balbucea.

—Déjalo, Meg—río, le revuelve los rizos rojos del cabello a Colin con su labio inferior sobresaliendo con ternura.

—Adivina que...—dice subiendo los hombros a su barbilla con inocencia—. Andrea quiere salir...

—¿Y?...—la invito a seguir.

—Quiere que vayamos a una fiesta...

—Meg, no creo que sea una buena idea...

—¡Oh, vamos!—suplica.

—Pronto empezarán las clases y sabes que eres un peligro cuando de fiestas se trata...

—Una noche—ruega, enlaza sus dedos debajo de su barbilla—. Una.

Saca el dedo índice para señalar y cierra un ojo. Suspiro profundo, no miento con que ya es hora de adaptarse a la rutina. Pero conocer personas y conocer algo de la ciudad suena atractivo. Estar en nuestro hogar es cálido, casi perfecto, pero sé que Meg tiene las mismas ganas que yo de recorrer Nuevo Goleudy, de hacerla su ciudad y no solo su lugar de estudios.

—Una chiquitita—hace la demostración con sus dedos.

Suspiro de nuevo. No puedo decirle que no a eso.

—Está bien, pero no bebidas alcohólicas—pega un salto y sobrepasa el lavaplatos para darme un beso en la mejilla y correr de regreso al café, no sin dejar atrás la bandeja unos segundos.

Colin fija sus ojos en ella mientras se marcha con su expresión sonrojada. En realidad, si parece un Weasley.

—Eso, niño...—señalo con un codo apoyado en la superficie— No lo hagas.

—¿El qué?

—Ceder a cosas tiernas.

—¿Es tu novia?—pregunta.

Dormimos juntos, nos besamos y actuamos de una forma bastante parecida a la que supongo que los novios actúan.

—No—respondo.

—Es linda—sonríe pícaro.

—Sí, pero no te sobrepases—le señalo tirándole el paño seco en el rostro.

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Veía lejos el momento de llegar a casa y limpiarme el desastre de Colin, creyó que un envase con salsa de chocolate estaba tapado y lo apretó con más fuerza de la que debía. En mi dirección. No lo culpo, era igual de torpe a su edad.

Trabajar en Timotie's no está mal, exceptuando a Víctor que cada vez se le acerca más a Meg y que creo que sugirió a Colin como mi ayudante. Pero nos entretenémos hablando de cosas que nos interesan.  

Habló por un rato de su padre, el cómo lo presiona en todo lo que hace y y hay veces en las que lo ignora a él por completo solamente para hablar con Britney de negocios. Sospecho de que intenta impresionar a su padre haciendo las cosas con cuidado pero es demasiado nervioso como para que le salga bien, bastó con ver su reacción con el plato roto, temblaba como gelatina.

Al salir del baño después de una ducha, me encuentro con Meg murmurándole insultos a su arete en el pasillo, intenta engancharlo en su oreja sin éxito. Viste con un suéter ajustado color azul junto a una falda negra, al final de sus piernas luce unos tacones bastante altos que no sé que puede arreglárselas caminando con ellos y sigo sin saber cómo. 

No lleva puesto demasiado maquillaje pero sus labios están pintados perfectamente de rojo y el cabello le recorre el cuerpo delicadamente enmarcando junto con sus cejas las facciones de su rostro.

Trae a Nuevo Goleudy ropa como para ir a una premier, pero no para dormir y me deja sin camisas. No es como si me molestara, se ven mejor en ella. Se ve fenomenal, me quedo unos segundos viéndola antes de interrumpir sus juramentos de romper el arete si no entra en su oreja.

—Wow—digo. Me acerco a ella para ayudarla con el accesorio.

—Lo sé, es demasiado. Pero tengo que parecer mayor para evitarte problemas—me guiña el ojo cuando logro ensartárlo.

—Para nada, te ves brillante.

Le doy la espalda para ir a mi habitación y antes de entrar, me dispongo a verla una vez más. La encuentro haciendo una pasarela a través del pasillo para terminar con unas extrañas manos de jazz, niego con la cabeza, no contengo mi risa.

—Sí, definitivamente te ves increíble—se da la vuelta sobresaltada, creo ver un pequeño sonrojo pero no baja su mirada y se recompone con una sonrisa segura.

Termino cerrando el botón de mi camisa blanca, no estaba muy seguro de qué ponerme, así que concluí en que sería la mejor opción. Deslizo mis lentes por el puente de mi nariz, estuve todo el día sin ellos. Meg se ríe cuando los uso pero no tengo entendido porqué.

Sonrío recordando su pasarela.

Tiene una bella forma de meterse en mi piel. Anoche después de mi sueño, me sentí tranquilo con su voz en mi oído. Hacia tiempo que no la escuchaba cantar y es uno de mis sonidos favoritos. Puedo acostumbrarme a dormir junto a ella sin problema, su mano con la mía y mi respiración en armonía con la de ella.

Tiene las piernas cruzadas y la cabeza sobre el dorso de su mano sentada en el sillón individual. Pocas veces se pinta los labios pero cuando lo hace, parece de revista. Como ahora, que sonríe cuando me acerco.

—Andrea dijo que vendría por nosotros, no debe tardar—mira el reloj en su muñeca—. ¿Puedo saber el porqué de tus lentes?—dice, pero no hay burla en su tono.

—Estuve todo el día sin usarlos—me siento en frente de ella.

—No te los quites—se levanta y se sienta junto a mi—. Me gustan, te hacen ver... Interesante.

—¿Interesante con esto?—los señalo.

—Claro que sí. Además, me harás compañía cuando me toque a mi usarlas. Llegará el momento.

—Te verías igual de bien con gafas o sin gafas—me empuja con el hombro, echa sus piernas sobre las mías.

—Qué mentiroso—dice. Sonrío—. ¿Qué tal el chico Weasley?

—Colin, Meg.

—Ya está bautizado como chico Weasley para mi, lo siento—río, levanta las palmas en rendición.

—Es un buen chico.

—Parece serlo.

—Sólo tiene una familia algo... Bueno. Te llevarías bien con él—asiente.

—Escuché que la madre de Britney murió dando luz—dice, le levanto una ceja.

Mi teléfono avisa una llamada en la mesa frente a nosotros.

—Debe ser Andrea—seguramente Meg le dio mi número al no tener uno propio todavía, asiente cuando responde—. Ya llegaron.

—¿Llegaron?

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Andrea no para de hablar con mucho entusiasmo mientras que su novio el conductor mantiene completo silencio. Las calles lucen vívidas y coloridas pero Gregor hace que me de algo de escalofríos. Su ceja partida y su tensa postura, maneja sin mucho cuidado.

Busco la mano de Meg en el asiento, debe pensar lo mismo porque me mira de reojo. Andrea continúa con su charla, debe ser que está acostumbrada a la forma tan descuidada de manejar de su novio.

—Les prometo que va a ser muy divertido, la pasaremos genial—dice Andrea, Meg se tranquiliza con una sonrisa.

Nos alejamos bastante de donde vivimos, la apariencia de los edificios se hacen más grises y dejamos bastante del bullicio atrás hasta que llegamos a nuestro destino. La música se hace impresionantemente fuerte de nuevo. 

Andrea y Gregor se nos adelantan por algunos pasos con Andrea contoneando las caderas en su corto vestido negro brillante. Hay botellas partidas y papeles en el suelo, también una gran fila en la entrada.

El hombre que se encarga de la entrada ve a Gregor y Andrea, se hace a un lado casi de inmediato. 

—Ellos vienen con nosotros, cariño—le dice a Andrea deteniéndose nada más para palmear uno de sus pectorales, le echa un vistazo rápido a Meg con sospecha pero ella le sonríe al pasar, parece olvidarlo.

El lugar está abarrotado de personas, hay muchas luces de colores y el olor a cigarrillos y sudor se hace más presente mientras nos adentramos caminando detrás de Gregor y Andrea. Hay una enorme pista de baile más llena de lo que jamás he visto. Esto no se parece en nada a las fiestas de Ciudad Solar. Tomo la mano de Meg quien tiene una sonrisa en su rostro, intento relajarme por eso.

Nos acercamos a lo que debe ser el grupo de amigos de Gregor sentados en un sillón neón porque todos tienen cosas en común como la casi inhumana contextura. Algunos tienen lo que no debe ser un cigarro convencional entre los labios y varias mujeres a su alrededor. 

No entiendo cómo la gente puede enviciarse con eso, Meg lo probó una vez en una fiesta y tuve que hacerme cargo de su tos incontrolable, creo que aprendió la lección porque jamás lo volvió a hacer. Ya el humo empieza a ocasionarme molestias en el pecho.

—Mi bellísima Andrea—uno de los tipos sentados en el sofá le extiende los brazos. Andrea lo saluda con doble beso en la mejilla.

—Teo—dice con cariño—. Ellos son mis amigos, Meg y Jay.

Meg saluda rápidamente con una mano, el que se hace llamar Teo le recorre las piernas con los ojos, le aprieto un poco la mano intentando que vaya disimuladamente detrás de mi.

—¿No son muy niños para esto?—ríe con el humo saliendo de su boca.

—¡Teo!—le reprime Andrea—les caerán bien—dice en nuestra dirección.

Teo se queda viéndome unos momentos más. Me siento fuera de lugar con los lentes puestos. Qué estúpido. Me los quito con rapidez guardándolos en mi bolsillo trasero.

—¡Vamos a bailar! Me encanta esta canción—todos le hace caso a Andrea y la siguen a la pista de baile. Teo me choca el hombro al pasar. Me volteo a Meg cuando estoy seguro que ya no pueden vernos.

—Ey, relajáte—me dice tomándome la otra mano.

—Hay algo aquí que no me agrada.

—La pasaremos bien—sonríe—. ¡Ven! Vayamos a bailar.

Pasamos entre las personas y su éxtasis musical para llegar a la pista de baile. Meg empieza haciendo movimientos extraños para hacerme reír, lo consigue. Pero me uno a ella, hacemos de nuestro baile más serio. Lo único que le agradezco a las fiestas es que me han dejado unas cuantas lecciones de baile gratis. 

Bajo los reflectores y la imagen de Meg me siento más tranquilo. Se ve preciosa con una sonrisa en la cara mientras canta la canción. Siempre me he preguntado si ve en su cabeza cada partitura con la música pero jamás me he atrevido a preguntarle. Le doy una vuelta a Meg y la pego a mi cuerpo desde la cadera.

—Estoy impresionada, Jay Sullivan—dice sonriendo.

—No soy tan mal bailarín—respondo cerca de sus labios al ritmo de la música.

Bailando al ritmo de la música, algunos cabellos se le pegan al cuello con el sudor pero se sigue viendo igual de espléndida y atrevida, luce fenomenal bajo las luces de colores. Me toma del cuello con una bella sonrisa que me contagia de inmediato.

Al cruzarnos en una vuelta, el sonido de un golpe nos saca de nuestra burbuja. Gregor y Andrea no están muy lejos de nosotros, Gregor mantiene una expresión severa debajo de su cabello largo dejando a Andrea callada y con el rostro ladeado. Meg da unos pasos en dirección a ellos, termino por detenerla del hombro.

Andrea acaricia su mejilla golpeada con la mirada pérdida y brillosa mientras Gregor se va en dirección contraria dando pisotadas. Veo a Meg a mi lado quien tiene su expresión de su boca contenida entre la palma de su mano.

—¡La golpeó!—dice con los ojos abiertos, dirige su vista a mi—. ¡La golpeó, Jay!

—Lo sé.

—Voy a ir a buscarlo ahora mismo—envuelvo mi mano en su muñeca cuando camina de nuevo.

—No, Meg.

—¡¿Qué dices?! ¡El maldito la golpeó!

—Lo acabo de ver. Pero lo único que puedes ganar con ir a gritarle es que te golpee a ti también. No se medirá mucho menos con una desconocida.

Duda unos segundos viéndome a la cara mientras respira con fuerza pero termina por ceder. Lo que menos quiero es que le haga daño por su impulsividad. También me molesta pero no ganaremos nada con ir a gritarle, es posible que terminemos peor ambos y no podamos ayudarla.

Nos acercamos con rapidez a Andrea quien todavía tiene marcada su expresión pérdida y los dedos sobre su piel que debe empezar a enrojecer, podría ver mejor si las luces no tuvieran ese patrón tan extraño.

Quita la mano de su rostro y sonríe cuando nos ve acercarnos. Hay algunas lágrimas pidiendo salir de sus ojos pero las contiene con la sonrisa partida y las manos en las caderas como si nada hubiese pasado.

—Andrea, ¿estás bien?—le pregunta Meg poniendo una mano sobre su hombro.

—¡Claro que sí! ¿Por qué no lo estaría?—responde, Meg hace una expresión indignada y antes de que pueda decir algo me le adelanto.

—Vimos lo que pasó con Gregor-digo.

—No, está bien. Está algo drogado...—sonríe. Meg intensifica su mueca.

—¿Qué?—dice.

—¡Sí! Ya saben. Tomó algunas pastillitas antes de venir para ambientar... Saben como es esto.

—Pero, Andrea...—empiezo.

—No puedes...—dice Meg casi al mismo tiempo.

—¡Por Dios! ¡No se preocupen!—ríe lanzando las manos—. ¡Diviértanse!

—En realidad, ya pensábamos irnos—respondo.

—¡No!—Andrea cambia repentinamente su despreocupación a susto dejándonos pasmados con su tono—. No, perdón. Es que, Gregor se enojará.

—¿Por qué lo haría?—pregunta Meg.

—Porque, eh... Los dos habrían venido para nada.

—¿A qué te refieres?—vuelve a cuestionarle Meg con mucha cautela, también espero su respuesta con mis cejas unidas.

—A que fuimos hasta su casa para que no se divirtieran.

—Lo siento, Andrea. Pero de verdad debemos irnos—le digo.

Le doy la vuelta a Meg desde el hombro contrario con suavidad para hacerla caminar, sigue mirando a Andrea con ojos asombrados por la actitud de su compañera dando dos pasos.

—Dile a Gregor que gracias, pero Meg no se sentía muy bien—me despido, deslizo mi mano por el brazo de Meg hasta tomar su mano.

Nos movemos entre el humo del cigarro y la música que retumba entre los cuerpos sudorosos. Meg sostiene mi mano con fuerza mientras caminamos aventurándonos a la salida, no pienso soltársela, tampoco dejo de mirar a todos lados para asegurarme de no tropezarnos con Gregor. 

Me queda el remordimiento en el centro del pecho, no conozco demasiado a Andrea pero no por eso le deseo lo que está pasando. No pasamos más de tres horas en este lugar, pero no quiero estar aquí ni un minuto más.

—¿A donde van?—Meg se voltea un poco sobresaltada, Gregor nos observa con ojos enrojecidos.

—Nos vamos—le dice Meg levantándole la barbilla.

—¿Ya tan rápido?

—Sí—respondo por Meg.

—Los llevo—saca de su bolsillo delantero la llave de su auto.

—No es necesario—niego con la mano. Gregor da un paso, mi mano toca su pecho en distancia.

—Dije que los llevo—mira mi mano con su ceja partida alzada y amenazante, la retiro con lentitud sin quitar mis ojos de su cara en ningún momento.

Caminamos detrás de él con una distancia prudente en dirección a su auto, Meg se aferra a mi brazo y su mano se encuentra fría en sus dedos entrelazados con los míos. Gregor abre la puerta trasera de su auto.

—Tú, pequeña—dice refiriéndose a Meg—. Irás aquí, tu amigo conmigo adelante.

—Me siento donde yo quiera—le contesta con rabia. Mi corazón se detiene cuando lo veo hacer el ademán de acercársele. Me interpongo entre ellos.

—Meg, haz lo que dice—la escondo detrás de mi y aprieto la mandíbula, no lo hace—. Por favor, súbete al maldito auto.

De reojo la veo dudar y morderse el interior de la mejilla. Se sube al vehículo. Intento tranquilizarla asintiéndole con la vista en el retrovisor cuando Gregor da la vuelta para subirse al asiento del piloto. Meg apoya su espalda en el asiento con los brazos y piernas cruzadas, sé que está aterrada pero conserva severidad en sus cejas unidas y la vista llena de de ira, Gregor arranca y su velocidad llega fácilmente a los 100 k/h. Intento mantenerme relajado hasta que veo que va en dirección opuesta a nuestra casa y el corazón me late a la misma velocidad a la que vamos.

—Vamos en la dirección incorrecta—reclama Meg separando su espalda del asiento.

—Dije que los llevaría, jamás dije a dónde.

Maldición.

—¡Déjanos salir!—Gregor ignora los gritos de Meg—. ¡Déjanos salir ahora, bastardo imbécil!

Se detiene abruptamente en el puerto dejando el hule de las llantas en el pavimento, todo luce igual de solitario y frío como una película de terror. Los grandes barcos en silencio, reposando en el agua negra de la noche. Hay demasiada neblina y no veo gente trabajando.

—Bájate—me señala Gregor.

—Deja que ella lo haga primero—le respondo, Gregor le hace un gesto con la cabeza en el retrovisor.

Al bajar, lanza la puerta con una fuerza tal que debo cerrar los ojos y prepararme para cualquier intención sospechosa de Gregor. Pero me sorprendo cuando lo veo tranquilo mirando al frente haciendo oídos sordos. Me mira.

—Sal—lo hago sin darle vueltas—. Lo pensarán dos veces antes de hacerme perder mi tiempo la próxima vez.

Claro, como si fuera a haber próxima vez.

Camino al lado de Meg, Gregor hace una vuelta en u dejando una vez más un fuerte chirrido en el pavimento.

—¡Eres un...!—Meg corre unos pasos en su dirección y logro atraparla cerrando su boca con mi mano, siseándola.

—No, no, no—hablo con rapidez, respiro profundo cuando veo que Gregor sigue su camino sin detenerse. Meg dice unas cuantas maldiciones más detrás de mi mano histéricamente antes de que le empiecen a rodar lágrimas por las mejillas. La atraigo hacia mi rodeándola por los hombros.

—Ya estamos bien... Estamos bien—susurro con la respiración cortada.

Froto mis manos en sus brazos para proporcionarle calor, hace demasiado frío, lo compruebo cuando después de limpiarse las lágrimas con rabia y pasar el dorso de muñeca por su nariz un par de veces empiezan a tiritar.

—¿Qué haremos ahora, Jay? Estamos en el medio de la nada.

Palmeo mis bolsillos en busca de mi teléfono y... Mis lentes. Cierro mis ojos y aspiro aire con fuerza, los saco de mi pantalón.

—Oh, Jay.

Están a la mitad. Los malditos lentes están a la mitad. Siento el impulso de tirarlos al agua pero en cambio se los tiendo a Meg para no verlos momentáneamente. Echo nuevamente mis manos a los bolsillos. Pero no recuerdo haber traído mi celular. 

Me presiono el puente de la nariz con un brazo sobre otro. Respiro tan hondo que un poco más de aire y mis pulmones estallarían. Meg me observa mordiéndose el labio. No es su culpa que Gregor haya sido un completo psicópata pero sí de fiarse de gente que no le conviene.

—Meg...

—¿Sí?

—Caminemos.

Meg va un par de pasos detrás de mi abrazando sus codos. No habla o hace otra cosa que mirar al suelo. Seguramente se está culpando en su cabeza por todo lo que pasó. Me detengo a esperarla, tiene las mejillas más rosa de lo normal y no tiene más rojo artificial en sus labios, hay una mancha de labial en su suéter azul, agarro su mano.

—¿Eso se quita?—le pregunto refiriéndome a la mancha intentando que mi voz se escuche tranquila.

—No lo sé, pero no quería seguir usándolo—veo una media sonrisa.

Después de caminar un buen rato, logramos llegar a una pequeña estación iluminada. Está igual de frío adentro que afuera. La persona encargada ronca con la boca abierta y la silla balanceándose en dos patas. No lo culpo, quisiera estar así ahora mismo. Por suerte, mañana es nuestro día libre.

—¿Disculpe?—digo. El señor de bigote blanco se despierta sobresaltado.

—Sí, sí—mira a todos lados intentando recuperarse de su sueño, nos mira de arriba a abajo y se detiene unos segundos en Meg, la escondo detrás de mi con su ropa ajustada y llamativa.

—Sí, eh. Buenas noches...estamos en una situación algo... Difícil. ¿Tiene un teléfono?

—Primero deben comprar algo—responde con desdén.

—Es que, no tenemos dinero... Sería de gran ayuda si...

—Ese no es mi problema—me corta, suspiro chocando los dientes.

—Escuche, Santa Claus—Meg sale detrás de mi, estrella su mano con fuerza en la vitrina del mostrador—. Créame que no tiene la menor idea de la noche que tuvimos. No le cuesta ni un minuto de su emocionante vida prestarnos una maldita llamada—el hombre la mira con ojos abiertos y una mano sobre la barriga—. Por favor—parpadea.

El anciano con barriga prominente se levanta de su asiento palmeando sus rodillas y entra por la puerta que tiene detrás del mostrador.

—¿Santa Claus?—le preguntó a Meg con una pequeña risa. El hombre regresa con un teléfono en mano, se lo extiende a Meg.

—Cinco minutos—dice antes de entregárselo—. Si lo que buscas es una linea de taxis, hay una en la agenda.

Meg me pasa el celular, el hombre no miente. Marco a la línea en la espera positiva que digan que vendrán y nos llevarán a casa sanos y salvos, pero no se sabe con la mala suerte que tuvimos hoy.

Responden al tercer tono y me piden la dirección, rezo para que no me cuelguen al decirles lo lejos que estamos, pero no dice nada al respecto. Miro detrás del hombre el nombre de la tienda y le insisto a la persona detrás del teléfono que estamos cerca en el puerto. Vendrán por nosotros y jamas he estado tan aliviado, pensé que estaríamos aquí por siempre. Regreso el aparato con una mirada más tranquila.

—Gracias—le dice Meg, el anciano asiente y se retira—. ¿Qué dicen?

—Vendrán por nosotros—suspira con una sonrisa, pero arruga su gesto una vez más.

—Jay, yo...

—Está bien, Meg—la interrumpo—. No es tu culpa—me volteo a verla, tiene los labios entre abiertos, su mano va a una de mis mejillas y me besa para después devolver sus ojos negros a los míos.







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¡Hola! Espero que estén muy bien, y que estén teniendo un buena semana :)

Ay, estoy muy emocionada por estar escribiendo de nuevo, tuve un terrible bloqueo que no me dejaba escribir hace un tiempo, y como les comenté, había hasta considerado dejar esta historia, pero se me hace imposible, la amo y me hace muy feliz escribirla, y aún más que la lean.

También lamento que sean tan largos, es que me inspiro un poquito, pero quiero que los disfruten y que los haga felices, si sienten que algunos están muy largos háganmelo saber, y también lo de los guiones pequeños, los odio. Procuro que siempre tengan guiones largos, pero Wattpad me los cambia.

Otro detalle es que, pensé en hacer un segundo libro, una secuela, porque hay cosas que necesitan ser resueltas y creo que aquí no cabrán. En caso de ser así, ¿la leerían?

Agradecería mucho sus comentarios, gracias a todos lo que votan y comentan, y por supuesto, a los fantasmitas que no lo hacen, pero están ahí leyendo.

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