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🥀 Capitulo 25.

-No está– habló la señora Suppasit dejando su bolso en el sillón-. Se supone que estaría aquí, pero no está, ¿a dónde fue?

Yo aún estaba renuente de estar aquí, pero no quería ser grosero con la señora Suppasit

-¡Mujer! -escuché un grito de la habitación de Mew y me quedé estancado en donde estaba, mis pies no se movían ¡¿Dónde está el marica?!

-Vete de aquí, Gulf —me dijo ella.

Y no es como si tuviera que decírmelo, me moría por salir corriendo de ahí, pero el miedo me había petrificado en todos los sentidos.

Ni mis pies, ni mis manos, ni un músculo en mi cara se movía.

-Yo...

-¿Y este quién es? -preguntó el hombre, robusto y grande, con la cabeza rapada por los costados, una mirada prepotente y fría que había encontrado en Mew muchas veces.

No, él, contrario a este hombre frente a mí, aún conservaba un brillo en los ojos.

-Se llama Gulf -respondió ella hablando por mí, porque yo sinceramente no podía articular ni una palabra.

—¿Qué, te ha comido la lengua el ratón? –preguntó burlándose y jalando la silla para sentarse, nunca despejando la mirada de mí.

-N-no– respondí con una voz demasiado baja para mi gusto.

-¿Por qué estás temblando, muchacho? – preguntó, dejando la colilla de cigarro en el cenicero de la mesa.

-Tengo frío. -respondí.

-Mujer, ¿no estás viendo que el jovencito está temblando de frío? Trae aquí un suéter de Mew y préstaselo, no seas inútil. –La señora Suppasit asintió y se movió
despavorida por la sala.

-Mujeres... –añadió burlándose- solo sirven para follar y cocinar.

Ni siquiera sé por qué asentí en respuesta.

Miré de nuevo a la señora Suppasit, ella se perdió en la habitación de Mew y tragué grueso, no quería estar solo con este hombre.

-¿Y tú eres el novio del marica de mi hijo? -se acercó hasta a mí y yo retrocedí, me miró de arriba a abajo.– Al menos tiene buenos gustos... -puso su mano en mi hombro y volví a retroceder-¿Qué pasa? Parece que tuvieras miedo en vez de frío, cachorro.

Miré hacia un portarretratos en el mueble, era Mew

-Yo... tengo que irme.

-Tan pronto, pero si acabas de llegar. me tomó del brazo y me hizo sentar en la silla frente a mí; me quejé levemente en respuesta.

Este hombre me daba miedo.

-Aquí está. —dijo la señora Suppasit regresando con un suéter de lana azul.

El hombre se lo arrebató de la mano y me lo puso tomando mis brazos y estirándolos arriba de mi cabeza.

Me sentía como un títere o un muñeco de trapo.

-Mi amor, creo que... Gulf ya se iba.

-¿De verdad?-preguntó con burla, acomodándose detrás de mi silla- ¿Y si quiero que se quede un rato, qué?

Estaba detrás de donde yo me encontraba y fácilmente paso sus manos por mis hombros masajeándolos con fuerza.

-Puedes regalarme un momento, ¿no? -me preguntó en mi oído y sonrió.

-Yo... de verdad... Auch...

Apretó aún más su agarre en mis hombros y me obligó a asentir.









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