Infancia.

Jeongin se escondió detrás de las piernas de su madre mientras ella hablaba con quién sería su nueva profesora, el menor miró a los demás niños correr y jugar por todos lados en ese espacio tan amplio que era la cancha de juegos.

Él también quería ir a jugar con ellos, jaló de forma delicada el pantalón de su mamá y la miró con sus pequeños ojos de cachorro señalando hacia los otros menores.

—Espera un momento, Innie, tengo que terminar de hablar con tu nueva maestra, ya sé que quieres ir a conocer a los que serán tus amigos, pero debes ser paciente —la mujer acarició su cabello y le mostró una sonrisa.

Jeongin hizo un puchero con sus labios y se cruzó de brazos medio molesto, esperando a que su madre terminara de hablar.

Cuando por fin le dieron permiso para ir a jugar, se echó a correr hacia los juegos con los demás niños, pero fue uno en especial quien llamó su atención, miró al niño solitario en el columpio y quiso acercarse.

Alguien puso una mano en su hombro logrando que se detuviera y cuando miró quien era, su profesora negaba con su rostro.

"No vayas".

—Chan es muy grosero, por tu bien no te acerques a él.

Jeongin miró al niño y luego a su profesora y asintió, rápidamente se fue a jugar con los otros niños que había visto desde un principio.

(...)

Adolescencia.

Jeongin miró sus manos temblorosas manchadas de sangre, caminó de un lado a otro sin saber qué hacer, sus pies parecían de gelatina porque no le respondían.

—Por eso te dije que no te acercaras a mí.