Chan arremetió contra su padre, lo tomó del cuello de su camisa y golpeó haciéndolo caer al suelo y él encima del hombre.

—¡Infeliz! —gritó azotando su cabeza contra el suelo—. ¿Cómo te atreviste a tocarlo?

Me reincorporé apenas logrando sentarme en el suelo.

Chan fue golpeado en el rostro y ahora su padre lo tenía contra el suelo ahorcándolo y golpeando su cabeza contra el duro piso.

Tenía miedo, nunca antes tuve un miedo similar al de ahora.

Gateé por el piso y tomé la bolsa que traía Chan buscando algo para poder ayudarlo.

—¡Estúpido mocoso! ¡Bueno para nada!

Debía dejar de pensar en los gritos porque estaba empezando a marearme. Sólo había naranjas y cebollas en la bolsa, revolví todo.

Desesperado porque quería ayudar a Chan, tomé una cebolla y la mordí para poder romperla en gagos. El sabor me hizo escupir y llorar.

Sin saber exactamente lo que estaba haciendo aferré los pedazos de cebolla a mis manos y me aventé contra el hombre de espalda frente a mi llevando mis manos a su cara y tallándolos en esta.

Gritó llevando sus manos a la cara y después empujándome, caí a lado de él y de Chan.

—¡Qué rayos! —gritó.

Chan trató de reincorporarse sin éxito porque estaba apresado en el piso debajo del cuerpo de su padre.

Con los ojos llorosos el hombre me tomó por el cabello y me golpeó contra el suelo.

—¡Ya déjalo en paz! —escuché a Chan y luego...

Sólo vi sangre y al hombre caer en medio de nosotros.

Sin vida.

—Mierda, lo maté... —dijo Chan mirando sus manos que temblaban—, maté a papá...

Me levanté como pude.

—No —le dije, aún estaba en shock, pero no podía dejar que Chan cargara con esto sólo.

Nadie creería que fue en defensa propia, la gente ya hablaba mierda de Chan, no podía permitir que le dieran más razones.

Arranqué la navaja clavada en el cuello de su padre y terminé de cortarla llenándome de su sangre.

—Yo lo hice, Chan, yo lo maté.

—No, Innie, ¿qué has hecho? Te culparán... —se levantó y tomó mis manos, las suyas estaban temblorosas.

Sonreí planamente y hundí mi rostro en su pecho, lloré, porque los días buenos habían acabado.

Metimos algunas cosas en una mochila y nos abrigamos bien.

Los dos salimos de la habitación y le entregué la carta que había escrito a mi madre a la señora Bang que aún seguía llorando por ver a su esposo muerto.

No le decía mucho Mamá, sólo le repetía que la quería y que no me arrepentía de nada, le pedí perdón por desobedecerla y le dije que buscaría la manera de mantenernos en contacto, le expliqué lo sucedido, le expliqué que había sido yo quien lo había asesinado, le pedí que quemara la carta después de leerla.

Porque, si todo salía como lo había planeado horas antes, probablemente la vería mucho antes.

Salimos de la casa de la señora Bang, ella había prometido llamar a la policía al día siguiente para que se llevaran el cuerpo y darnos tiempo a nosotros.

Llamé a Hyunjin y le rogué por ayuda mientras viajábamos a Seúl, la ciudad era más grande y les costaría encontrarnos.

Me acurruqué en el pecho de Chan.

—Todo estará bien —le dije y tomé su mano para darle un beso—. No te lo había dicho antes, Chan...

Él me miró, pasando su mano por mi cabello como siempre hacía y nunca quería que dejara de hacer.

—¿Qué...?

—Que confió en ti, que siempre estaré a tu lado en las buenas y en las malas, que te entrego mi vida por la razón más simple y a la vez más compleja de todas, porque te amo.

Chan me abrazó más fuerte.

—Igual te amo, eres mi vida entera, Jeongin.