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❥ 26

—Querido, deja que el muchacho se vaya, debe tener mucha tarea.

—Está bien, señora, pued...

—Pero... —ella me interrumpió—, tu mamá puede preocuparse.

—¡¿Qué no escuchaste que está bien?! —gritó a mi lado y golpeó la mesa con su puño haciéndome saltar—. ¡Deja de molestar!

Mi corazón latía rápidamente, ¿qué pasaba en la cabeza de este hombre?

Se sentó en la silla a mi lado y sentí su mano posarse en mi pierna.

—Te gusta esto, ¿no? —preguntó—. Que los hombres te toquen por todos lados.

Negué con mi cabeza y él me tomó por el mentón y me obligó a verlo.

—Pero Chan lo hace...

—Déjalo ya, deja que se vaya —la mamá de Chan rogó, lo vi levantarse molesto y voltearle el rostro con el puño.

Grité y traté de detenerlo, cuando se dio la vuelta el siguiente golpe fue para mí.

Un dolor agudo se instaló en mi mandíbula y un mundo nuevo se abrió bajo mis pies.

Me habían golpeado, por primera vez en mi vida, mamá nunca había alzado una mano contra mí, nunca había peleado en la escuela, aunque fui testigo de varias riñas, tal vez sentí alguno que otro golpe accidental como cuando chocaba con alguna persona y aquella vez cuando iba en la primaria y estaba corriendo entonces una puerta se cerró chocando contra mi cara.

Pero un golpe como este, un golpe que me hiciera sangrar la nariz, uno que era directo para mí, con la intención de lastimarme, jamás.

Tardé en reaccionar sólo para recibir otro golpe que me mandó al suelo.

—Jodido marica —lo sentí partear mis costillas, Chan sentía esto también, todos los días y nunca dijo nada, tratando de verse valiente y sobreviviendo no sólo a su padre, sino también a las personas de la calle.

Dejé escapar algunas lágrimas y traté de levantarme cuando dejó de golpearme a mí para golpear a la mujer.

No sabía qué hacer, no había jarrones como en las películas, ni nada que pudiera romperse a la vista para que yo lo golpeara.

Cobardemente caminé hasta la puerta, tal vez ahí pediría ayuda, pero no pude abrir, fui tirado al piso y el hombre se montó encima de mí.

Miré a la madre de Chan apenas consciente en el piso y me asusté porque sabía que iba a golpearme hasta hacerme cerrar los ojos.

—Veamos por qué mi hijo te estima mucho —sus manos intentaron desabrochar mi camisa.

—¡No! —grité golpeando su boca con mi puño.

—Quieto —apresó mis manos contra el piso.

Dolía y no me gustaba el dolor.

La puerta se abrió y vi a Chan, también vi la bolsa que llevaba en su mano caer al piso.

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