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❥ 20

—Me da dos boletos para la sala tres.

El joven me atendió rápido y siendo muy amable, me hizo escoger los asientos y pedí los de atrás, con los boletos en mano, salí de la fila y fui con Chan que estaba recargado en la pared fumando un cigarro.

Nunca lo hacía en mi presencia, así que cuando me vio lo aventó a un bote de basura. No le atinó, rodé los ojos y fui a recogerlo para dejarlo dentro.

—Ya tengo los boletos, voy por la comida, ¿quieres palomitas u otra cosa?

—No es cine si no hay palomitas —dijo y puso unos billetes en el bolsillo de mi pantalón, con una nalgada me mandó a comprar.

Chan y yo nos sentamos en nuestros lugares, esperando por la película, cuando llegamos ya estaban poniendo los tráileres.

Recargué mi rostro en su hombro y enlacé mi mano a la de él. En ese momento de mi vida yo era inmensamente feliz.

Recordar lo que pasó los siguientes días aún me causan pesadillas y a Chan también.

Me levanté descalzo cuando los rayos de luz de la ventana de enfrente golpearon mi cara, caminé por el pequeño cuarto que rentábamos y cerré las cortinas para no dejar entrar la luz del sol.

Chan dio vuelta en el catre donde dormíamos frunciendo el entrecejo nuevamente, pensé que aquel ademán había desaparecido, pero volvió.

Se veía que estaba sufriendo por dentro, no me gustaba nada verlo así. Preferí despertarlo a seguir observando cómo se lamentaba en sus sueños.

Él abrió los ojos y me miró.

—¿Estás aquí?, ¿sigues aquí?

—Nunca iré a ningún lado, estaré pegado a ti como una plaga —le sonreí—, porque te amo.

Chan se sentó, miró alrededor pesadamente y después me abrazó, hundiendo su rostro en mi pecho.

—Perdóname, merecías algo mejor que esto.

Yo miré la pequeña mesa en medio del cuarto con algunas bolsas del súper y comida instantánea, las paredes estaban graffiteadas, había basura en una esquina y una manta vieja nos cubría del frío.

—Realmente esto no me importa, con estar sólo a tu lado es suficiente.

—No, no, Innie, te arrastré conmigo al desastre de mi vida, nunca fui bueno para ti.

—Claro que no —lo tomé del rostro y lo obligué a verme a los ojos, él estaba lagrimeando con el rostro sucio—. Yo soy muy feliz. Ya verás, conseguiremos esos pasaportes e iremos a China, ahí no hay extradición, estaremos bien y empezaremos de nuevo.

—¿Y si no?

—Pues iremos a la cárcel juntos y de igual forma no estaremos separados, Chan, no me importa dónde esté mientras esté a tu lado.

—La cárcel no suena bonito, Innie.

—Esteremos bien —dije—, sólo hay que ser positivos.

Sonreí y palmeé su espalda. De verdad que quería creer en mis palabras.

Pero mi pecho dolía, mi mente no estaba tranquila y sentía que me rompería en cualquier momento.

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