Capítulo uno.- Primer error.
Con mucho sigilo entró a la tercera ventana del lado izquierdo, su novia ya le había explicado que podía colarse por su ventana, la casa tenía árboles en ambos lados, uno estaba justo a un lado de esa ventana donde debía entrar. El árbol tenía ramas que facilitaban su acceso. Eran las 20:00 horas y la luna iluminaba tenuemente, su corazón palpitaba por lo que sabía que estaba a punto de hacer, pero realmente quería hacerlo.
La ventana estaba abierta para que entrara de inmediato, sonrió ampliamente al entrar al cuarto que permanecía a oscuras y apenas podía identificarse una pequeña silueta en medio de la habitación. Era su amada.
Acortó la distancia y besó con pasión los labios de la fémina, no le dio ni siquiera tiempo para reaccionar, apenas podía distinguirse su cabello claro... Aunque en esta ocasión se miraba un poco más oscuro. No le tomó importancia y siguió con lo que sus sentidos le pedía a gritos.
La chica lo guió hasta la cama, en medio de toda esa obscuridad. Se dejaron caer en medio de la cama, era tan suave y amplia.
El azabache hundió su rostro en el cuello de la chica y olió a gusto, su aroma se sentía distinto al normal, pero le agradaba, era un poco más dulce que el normal.
Tocando de manera torpe, sintió la seda de la única bata que la cubría, al aventurarse un poco más sintió su suave piel. Dejándose guiar por la pasión, apretó con gusto un pecho de la chica, la cual reprimió un gemido. Cosa que lo motivó a seguir.
—Te amo. —le susurró él antes de unir sus labios en un beso necesitado.
La chica enredó sus dedos en el cabello del azabache y enredó sus piernas a la cintura del mismo. Él la abrazó con mucha fuerza, arrancándoles un sonoro gemido a ambos.
Las manos del azabache recorrieron todo el cuerpo de la mujer bajo él, se levantó y dejó caer por completo su ropa. La fémina tan sólo dejó caer la delgada bata que la cubría, o ya no tanto, el azabache la desacomodó bastante.
Se dejaron caer de nuevo en la cama otra vez, sus intimidades se rozaban de forma deliciosa, les causaba mucho placer sentirse.
El azabache se posicionó para poder embestir a su amada, a lo cual en medio de toda esa oscuridad vio un pequeño atisbo de sonrisa, para luego sentir los húmedos labios de la chica bajo él en su cuello. Entró de una sola estocada en su interior, llevándose consigo la virginidad de la preciosura que hoy se entregaba a él. Sintió su calidez de inmediato y lo estrecho que se sentía casi lo obligaba a venirse. Era la primera vez de ambos, pero él se preparó mucho para ese día. Casi no pudo dormir desde que su novia armó ese plan para poder hacer el amor por primera vez, los nervios lo carcomían, pero al sentir la calidez dentro de ella, los nervios se evaporaron por arte de magia.
Movió sus caderas y oyó un pequeño quejido por parte de la contraria, de forma lenta se movió en su interior. Su miembro nunca se había sentido tan bien como en ese momento.
Se movió con más fuerza y velocidad, su amada gemía sin pudor. Los gemidos de ambos se mezclaban y la voz no podía reconocerse.
—Te amo tanto... —gimió el azabache, en ese momento llegó profundo, algo que aumentó su placer.
Salió de su interior y giro a la chica, quedando ella boca abajo y su trasero frente a él. Quien lo tocó a su gusto y palmeó, lo elevó un poco y entró de nuevo, la tomó por la cintura para poder embestirla más fuerte.
Ahora los gemidos de ella no eran tan fuertes, la almohada que estaba bajo ella tapaba su boca.
—Esto es tan placentero... Te amo, Kazuto... —gimió, pero el azabache casi ni lo escuchó. —Hazme solo tuya. Ámame, yo te amo... —murmuraba la chica perdida en el delirio. Estaba a punto de llegar a su clímax.
El azabache no escuchó con claridad su voz, apenas distinguió lo que ella dijo en ese momento. Él también estaba a punto de terminar.
—Te amo... —apretó gustoso sus pechos. —Eres mía, solo mía. —sintió como casi terminaba dentro de ella. —Tu cuerpo es más sensual de lo que creí. Tu trasero es más grande de lo que imaginé, me encanta. —siguió embistiéndola cada vez más fuerte.
La chica llegó a su clímax y sintió como perdía fuerzas. El azabache la tomó con fuerza de las caderas y siguió con esa labor que tanto le empezó a gustar.
—Aguanta solo un poco más. —le pidió en un susurro. Ella asintió y se aferró de manera fuerte de su almohada.
Fue entonces que el azabache no soportó más y terminó completamente dentro de su amada. El sudor recorría el cuerpo de ambos y se notaba el cansancio.
Sintió una gran satisfacción cuando vio salir el espeso líquido de la intimidad de su mujer, la había hecho suya y esa fue su forma de reclamarla. Se dejó caer junto a ella en la cama y la abrazó con ternura.
Sintió la pesadez en sus párpados y vio por última vez en el día la dulce sonrisa que apenas podía verse en la oscuridad, pero algo era cierto, ella sonreía por él.
Se sentó sobre él y volvió a introducirlo en su interior, tan solo lo hizo y se acomodó sobre su amante para poder dormir. No tenían prenda alguna, estaban en completa desnudez. Besó la frente de la fémina y quedó dormido.
...
Horas antes...
Una rubia recorría la escuela con su peculiar caminar, movía sensualmente sus curvas, algo no muy común en las jóvenes. En cada pasillo que recorría captaba la atención de todos los hombres, su bien formado trasero era el motivo de aquella acción, no es exagerado decir que cualquier la quería tener entre sus sábanas y con poca o nada de ropa.
Cursaba el cuarto semestre de pedagogía y era una de las mejores de su clase, sus notas eran realmente impresionantes, mas no las más altas.
—¿Qué haces por aquí? —la rubia se sobresaltó al oír la voz tras ella, por lo que volteó de forma inmediata y con la piel erizada. Era Quinella, la directora de esa inmensa institución y también madre de la rubia.
—Estoy bu-buscando a Selka... Quería ver si ya llegó. —mintió.
—Se supone que a esta hora ya está en clases... —la miró detenidamente, estaba verificando que todo estuviera bien con ella. —Debo irme a mi oficina, posiblemente esta tarde tengas que ayudarme con unos papeleos.
Cuando la rubia estuvo sin ganas de responder y solo asentir, recordó algo importante para ella, un pequeñito detalle que tenía que cumplir.
—Mamá, verás tengo demasiadas tareas, ¿no puedes decirle a Asuna?. Ya ves como ella siempre está desocupada. —intentó excusarse, su madre era un hueso duro de roer.
Quinella avanzó unos cuantos pasos y negó con la cabeza, todo podía esperarse de esa mujer y la rubia aún estaba insegura de su propuesta. —De ninguna forma, Alice. Serás tú quien me ayude y tienes que venir conmigo desde ahora. Asuna está impartiendo clases.
La mayor llevó a rastras a su hija, quien gritaba y negaba el querer ayudarla ese día. Las sospechas de Quinella se hacían cada vez mayores, por lo que aplicando un poco más de fuerza la llevó arrastrando a su hija hacía su oficina.
No importándole que el uniforme de ésta se ensuciara.
Ya en la oficina de Quinella, Alice estaba realmente aburrida, no podía ni siquiera usar su teléfono. En primera, porqué estaba tan ocupada que ni siquiera podría tocarlo y en segunda, porqué su madre se lo quitó en el momento que Alice intentó usarlo.
Su hermana menor, Selka, dormía en un sillón alejado de las mayores.
—Mamá, ya es muy tarde. —se quejó Alice, afuera estaba ya muy oscuro y Alice comenzaba a sentirse nerviosa. Rogaba que todo saliera como ella esperaba. —¿Puedo irme ya? Deje todo muy adelantado y como de seguro tú estarás aquí, yo me adelantar...
Una mirada fulminante de parte de Quinella bastó para callarla. —Debes aprender, muy pronto serás tú quien esté aquí y no yo.
—¿Y Asuna?...
—Sabes que la carrera de ella es muy distinta y por ese mismo motivo no la llamo para ayudarme. —Quinella siguió revisando sus documentos, mientras la rubia los redactaba a gran velocidad.
El reloj marcó las 22:00 horas, la hora pactada y ella ni siquiera le avisó antes.
Mientras Alice redactaba, su madre los revisaba y la hermana de ella dormía, los sistemas de seguridad de la mansión se desactivaron.
—Ya volví, Kazuto. —saludó la rubia a su novio. A la vez que le dejaba ver su traje de baño.
—Si no salías pronto, iba a ir a buscarte, Alice... —el azabache giró hacia su dirección y besó a la rubia en los labios. —Estás muy hermosa... —le susurró al oído, causándole un escalofrío en la espina dorsal a la rubia.
El azul del océano era muy similar a los ojos de Alice, al igual que el intenso cielo azul que los cubría. Fue muy oportuno que la rubia se escapara de su casa para poder pasar un tiempo a solas como pareja. Ir no fue muy difícil ya que no vivían tan lejos de las playas, solo eran unas horas de camino, regresarían antes del anochecer.
—Hummm... me pregunto si es verdad. —de forma coqueta le devolvió el beso y le dio otro en el cuello.
Al sentir los labios húmedos de su amada contra su cuello, su cuerpo respondió... Causándole una erección. Erección que no pudo esconder, cosa que sonrojo de sobremanera a su amada rubia.
—¿Sabes? Lo he pensado y pronto cumpliremos más de un año de ser novios... Quiero saber lo que siente amarte... En cuerpo, que seamos un solo ser... —secreteó muy cerca de su oído, así nadie los oiría en esa playa.
—¿Estás segura?, me da un poco de miedo. Nunca lo hemos hecho y no quiero obligarte a nada. —respondió el azabache intentando desviar la mirada. Algo que le fue imposible.
El color de su traje de baño era un azul marino con pequeños detalles blancos y dorados, de alguna forma ese color intenso hacía que su piel blanca y sus ojos azul intenso resaltaran más. Le encantaba esa faceta de su novia, estaba completamente enamorado de ella... Pero ¿Y ella de él? Ese era un completo misterio.
Aun así, el azabache permanecía completamente enamorado de su hermosa novia. No había nadie más hermosa que ella en toda la Universidad, era muy inteligente y bella... Era la envidia de todas las chicas del lugar. A pesar de que la rubia era dos años mayor que él no le importó cortejarla y hacerla su novia, y ahora, la haría suya.
Con la pasión que lo consumía intentó llevar a la rubia a un lado algo lejano de la playa, cosa que no funcionó porqué la rubia se lo negó.
—Tampoco quiero que mi primera vez sea en un lugar público... Ni las demás. —dijo con un tierno puchero, solo hacía verla más hermosa. —Veré un día en el cual no este mi madre y mi hermana, te daré las instrucciones y la hora.
Le dio un tierno beso en los labios al azabache y disfrutaron de lo que quedaba del día. Fue algo inolvidable para ellos... Pero...
...
Ya era de mañana y la luz del día se colaba por la ventana. El azabache permanecía con los ojos cerrados, sintió el peso sobre él y recordó todo lo que pasó esa noche. Quiso sentir el peso de la chica sobre él y volvió a dormirse o eso quería, tenía clases ese día y su profesora lo iba a matar si llegaba tarde. El recuerdo de su profesora hizo que casi brincara de la cama, estaría furiosa si alguien faltaba a clases, ya había sucedido antes.
Se movió bruscamente despertando a la chica sobre él. Ni siquiera la vio, se puso de inmediato su ropa interior y sus pantalones.
—Apresúrate, Alice. Tu madre debe estar despierta. —habló él al oír a la chica sentarse en la cama.
—¿Alice?... —cuestionó la chica.
—Sí, Ali... —en el momento que dejó de darle la espalda a la chica, palideció de inmediato. Esa chica no era Alice. Era alguien mucho peor.
—Buenos días, Kazuto. —saludó la fémina que se levantaba de la cama. No tenía ninguna prenda sobre ella.
Ella era su peor pesadilla.
—Dígame que no es cierto... No, por favor. Dígamelo, profesora Asuna. —lamentó el muchacho.
Era su profesora, a quien todos amaban u odiaban, se levantó pensando que iba a matarlo por faltar a su clase. Pero ella estaba allí, le hizo el amor a su profesora.
La castaña se acercó a él y solo sonrió con melancolía. Le dio un pequeño abrazo ya que él estaba conmocionado. Alborotó un poco los cabellos oscuros con sus manos y se alejó de él.
—Lo siento. Pero ya veo lo que esconderían con mi hermana mayor. —se puso su camisa blanca, siempre se vestía muy formal para sus clases. Era una muy buena profesora.
—No... —seguía lamentando el azabache.
—Hablaremos esto luego. Dúchate y ponte tu ropa. —abrió la puerta de su cuarto. —Estoy un poco adolorida, iré a bañarme al cuarto de mi hermana. —salió y cerró con seguro la puerta, así nadie entraría.
Dejando al azabache completamente solo en la habitación.
...
Primera vez que escribo una historia así. Será un poco larga y actualizaré cada sábado, espero que les agrade y que la sigan leyendo.
Nos leemos pronto.
-April
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