Capítulo final. 🦋
Valerie
Lo vi irse por esa puerta y algo dentro de mí me dijo que no lo vería en algunos meses y no en unas semanas cómo tanto lo aseguró. No lo culpaba y tampoco lo odiaba por mentir, yo tenía la culpa de que se tuviera que ir, yo maté a Mark cuando el plan original era otro y esa basura tenía que vivir para declarar todas las atrocidades que cometió a lo largo de los años, pero hice lo que hice y ya no había vuelta atrás. No me arrepentía por matar a Mark, solo lamentaba que Carson tuviera que pagar las consecuencias de lo que yo misma había provocado.
—¿Val? —Jean se acercó a mí —. ¿Estás bien? —asentí.
—Estoy cansada —le dije. Entré y cerré la puerta. No tenía caso quedarme bajo el umbral de la puerta cuando Carson no iba a regresar pronto.
—Entonces vamos a dormir —puso una mano en mi hombro. Le sonreí.
—Es lo mejor —habló Beth —. Tienes que descansar, has pasado por mucho.
Las miré a las tres y no podía creer que estaba en mi casa y que ya no tendría que regresar con Mark. Que estaba muerto y que al fin era libre. Ya no había nadie que me pudiera encerrar o limitar, era libre cómo tanto lo anhelé.
—¿Te vas a quedar a dormir? —le pregunté a Beth. Asintió y eso me hizo sentir mejor —. Gracias.
—No tienes nada que agradecer, lo hago con gusto.
Nos despedimos de Effie y subimos a la habitación. Jean pasó a la suya para ponerse el pijama mientras que Beth me ayudaba a acomodar mi cama para dormir.
—Con todo lo que sucedió no te dije lo que pasó con Rhona —abrí los ojos en el momento que dijo su nombre. Rhona ahora tenía que vivir con lo que su padre y su hermano hicieron. Vi que les habían quitado casi todo lo que tenían, salvo de algunas propiedades y dinero que estaban a nombre de su madre, pero que no pudieron decomisar porque no tenían pruebas en su contra. Estaba segura de que algo hicieron para no quitarle todo a la bruja esa. Ella sabía a lo que su esposo e hijo se dedicaban, pero nunca hizo ni dijo nada porque no le convenía. Era una maldita al igual que esos dos, solo Rhona se salvaba de ser una lacra cómo su familia.
—¿Qué sucedió? —me senté sobre el colchón.
—Niamh le arruinó el vestido antes de salir a la iglesia.
—¿Ella hizo qué? —parpadeé sorprendida —. Sabía que es una perra, pero no pensé que llegaría a hacer algo así —Beth se sentó frente a mí. Exhaló.
—Es una maldita y lo siento por Rhona, pero con esa cuñada su vida al lado de Kail será un infierno.
—Pobrecita —cogí el dije que Carson me regaló —. Ahora que solo tiene a su madre...
—Esa es otra. En toda la fiesta estuvo con su cara de enojo por lo que hizo Niamh, le reclamó y casi se agarran a golpes antes de la misa —me sorprendió que hubieran llegado a esas instancias.
—No lo puedo creer.
—Pues créelo porque sí pasó —me miró unos segundos.
—No me mires así —le pedí —. Estoy bien. Estoy aquí —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Por qué no me dijiste nada de lo que estabas haciendo? Te hubiera ayudado a salir de ahí —negué.
—Era demasiado peligroso. Mark era un monstruo y si tú sabías todo lo que me hacía le ibas a reclamar y él te haría algo. Eso no lo iba a permitir, nunca te pondría en peligro, jamás —cogí su mano —. No te podía poner en peligro —sonrió aún con lágrimas en los ojos —. Te quiero tanto.
—Y yo a ti. Nunca me voy a perdonar no haber estado ahí para ti.
—No es tu culpa, yo así lo decidí y tengo que vivir con las consecuencias —se limpió debajo de los ojos —. Ahora estás aquí y no sabes cuanto lo agradezco. Gracias —me abrazó.
—Te quiero mucho, Val.
—Y yo a ti, Beth. Te quiero mucho —nos separamos.
—Sé que me quieres decir algo —asentí.
—Ya no quiero estar aquí, Beth. Me duele tanto decirte esto, pero estar aquí solo me hace recordar todo lo malo que he vivido y si quiero empezar una nueva vida no puedo empezar en este lugar —Beth asintió.
—Lo entiendo.
—Han sido tantas cosas. La muerte de mi madre, papá, todo lo que viví al lado de Mark, ya no puedo —mis hombros temblaron —. No quiero dejarte.
—Lo sé, pero también sé que vas a estar mejor lejos y puedo ir a visitarte todas las veces que quiera. Solo dime que no te vas lejos —negué.
—Quiero irme a Londres.
—No es tan lejos —reímos —. Todo va a cambiar, Val, te lo aseguro. De ahora en adelante solo van a suceder cosas buenas.
—Eso espero, Beth. No te imaginas cuanto lo deseo —cogió mi mano y la apretó.
Beth se quedó a dormir con nosotras y agradecí que estuviera ahí para mí cuando más lo necesitaba. Jean durmió conmigo porque sabía que no estaba completa y que su compañía me hacía bien.
Habían sucedido tantas cosas en los días que Mark nos tuvo encerradas en su casa. No pude asistir al funeral de mi padre y no podía irme sin despedirme de él y mi madre, aunque él no merecía ninguna consideración de mi parte.
—¿Y qué vas a hacer con los hoteles de tu madre? —preguntó Beth. Ya le había dicho que esos hoteles estaban a mi nombre y al de Jean, así que podía hacer con ellos lo que creía correcto.
—Tal vez los venda, aunque lo mejor sería regresarlos a mis abuelos.
—Pero no sabemos nada de ellos —habló Jean —. Desaparecieron después de qué mamá murió.
—Eso es cierto —señalé. Estábamos desayunando, ya que Beth iría a su casa para darse una ducha y avisarle a sus padres que se iba a quedar unos días con nosotras —. No sabemos nada de ellos desde hace años.
—Entonces puedes venderlos —comentó Beth —. Yo me puedo encargar de eso si deciden irse —Effie nos miró.
—Tú te vas con nosotras. No te vamos a dejar aquí.
—¿Y qué va a pasar con la casa? —preguntó Effie —. Es su casa. Aquí han vivido toda su vida, su madre vivió aquí.
—Nos tenemos a nosotras y eso importa más. Sé que esta casa es de mamá y que aquí pasó momentos muy felices, pero ya no podemos seguir aquí. Sé que lo entiendes, Effie —no dijo nada —. Effie, quiero que vayas con nosotras. Por favor.
Antes de que dijera algo fuimos interrumpidas por el timbre de la casa. Effie se levantó y caminó hacia la puerta.
—Yo voy a mi casa y regreso para estar con ustedes. Mis padres quieren verlas.
—Diles que pueden venir el día que sea. No nos vamos a ir ahorita —Beth sonrió.
—Val —me llamó Effie. Miré en su dirección y a su lado se encontraba Rhona. Se miraba mal.
Beth también la miró y me miró a mí. Jean se veía confundida.
—¿Podemos hablar? —preguntó Rhona. Asentí.
—Vamos, Jean —Beth se llevó a Jean y Effie también salió de la cocina.
—¿Por qué? —me limpié la boca con la servilleta. Me levanté y para ese momento Rhona tenía los ojos llenos de lágrimas. Cuando quedé frente a ella pensé que me iba a golpear, pero lo que hizo me dejó inmóvil en mi lugar. Extendió los brazos y me envolvió con ellos.
—Rho...
—Lo siento tanto. Todo el infierno por el que tuviste que pasar junto a mi hermano —tardé unos segundos, pero al final acepté su abrazo —. Ya sé todo lo que te hizo y cómo te trató —se apartó y me miró a la cara, más que nada los golpes que aún eran visibles.
—Esto no es nada. Lo he pasado peor —le invité a tomar asiento. Nos sentamos una al lado de la otra —. Mi vida ha sido un infierno estos últimos días, pero por fin puedo respirar en paz —asintió —. Me gustaría decirte que lamento lo de tu hermano, pero estaría mintiendo.
—Entiendo y no espero que lo hagas. Yo también lo odio y va a sonar feo, pero una parte de mí se alegra de que ya no esté. Y papá —empezó a dibujar con la punta del dedo sobre la mesa de la isla —. Él ahora está en prisión pagando por todo lo que hizo. Mi madre está haciendo todo lo posible por ayudarlo, pero hasta yo sé que no va a conseguir nada. Los cargos de lo que lo están acusando son muy graves y no espero que salga libre.
—Lamento todo por lo que estás pasando —le dije sincera —. No mereces esto.
—Tú tampoco merecías nada de esto, y pasó. Te pasó a ti, Val siendo una mujer tan buena.
—Ser una buena persona no te garantiza que te van a pasar cosas buenas —musité —, Mirame a mí, Rhona, no seas cómo yo. No cometas los mismos errores que yo. Tú puedes ser libre. Tú sí puedes salir de esa relación y vivir tu vida cómo lo deseas —asintió.
—Pero no quiero —me sorprendieron sus palabras —. Kail se ha portado tan bien conmigo y hablamos. Queremos intentarlo y ver que puede pasar en un futuro.
—Solo ten cuidado con tu detestable cuñada —asintió —. Es una perra y te hará la vida imposible.
—Kail me va a cuidar de ella.
—Qué bueno es saber que tienes a alguien que te cuide —cogí su mano —. Cuídate mucho.
—Tú también cuídate mucho, Val —asentí.
Lo haría, yo también me iba a cuidar y saldría de aquí. Solo esperaba que ella estuviera bien y que su vida fuera plena y feliz. Rhona merecía ser feliz con su esposo, ya había pasado por mucho sufrimiento al lado de sus padres y su horrible hermano.
Rhona se fue por la tarde. Salí a despedirla y me percaté de que tenía un chofer y dos guardaespaldas. Kail estaba haciendo un buen trabajo y por ahora lo estaba haciendo bien. Al menos eso hablaba bien de él. Entré a la casa para darme una ducha y ponerme ropa cómoda. No podía traer vestidos o faldas porque me lastimaban y tenía que usar ropa holgada y que no me incomodara.
Cuando empecé a subir la escalera tocaron el timbre y regresé para abrir. Cogí el picaporte y jalé la puerta. Cuál fue mi sorpresa al ver a mis abuelos detrás de la puerta. Al verme no dudaron en abrazarme y no sabía cómo reaccionar ante su presencia frente a mí.
—Valerie, mi niña hermosa —dijo la abuela —. Han pasado tantos años.
—¡Abuelos! —gritó Jean desde la parte de arriba —. ¡Abuelos! —bajó corriendo y los abrazó en el momento que llegó abajo.
—Jean —los tres se fundieron en un largo abrazo que me quebró el alma. No pude evitar llorar al ver a mis abuelos en la casa.
"Te aseguro que cuando la veas sabrás que es de mi parte. Solo ten paciencia"
Fue en ese momento que entendí las palabras de Carson. Esta era la sorpresa que me tenía preparada y lo amé más de lo que ya lo amaba. Siempre se había portado bien conmigo, me consentía y tenía estos detalles. Era imposible no amarlo, no pensar en él. Quería estar a su lado para siempre.
—¿Valerie? —parpadeé y los miré. Se veían más grandes y ni siquiera recordaba cómo eran antes de la muerte de mamá —. ¿Estás bien? —la abuela se acercó y cogió mi mano —. Sabemos todo por lo que tuviste que pasar en estos meses casada con ese monstruo. Pero ya estamos aquí —cogí las manos de la abuela. Olía a galletas recién horneadas. Siempre olió así.
—Papá los alejó de nostras, ¿verdad? ¿Él es el culpable de no vernos todos estos años? —la abuela miró al abuelo que abrazaba a Jean —. Pueden decirnos la verdad, ya no somos unas niñas.
—De eso ya nos dimos cuenta —dijo el abuelo —. Y sí, tu padre nos obligó a alejarnos de ustedes. No queríamos que les hiciera algo, por eso nos fuimos.
—Pero ahora estamos aquí —me abrazó —. Y no nos vamos a ir a ningún lado —le sonreí.
—Pero pasen. ¿Y sus maletas? —pregunté.
—En el auto —respondió la abuela —. Te ves tan bonita, eres cómo tu madre y Jean es idéntica a ella —mi hermana se cohibió ante las palabras de la abuela.
—¿Podemos quedarnos unas semanas?
—Claro que sí, abue. El tiempo que ustedes quieran.
Los invitamos a pasar a la sala. Le ayudé a Effie a preparar algo para los abuelos. Mientras Jean platicaba con ellos y se ponían al corriente de todo lo que había sucedido estos años yo me di una ducha. Hablé con Carson, pero no se sentía igual que tenerlo a mi lado y poder verlo. Se acababa de ir y lo extrañaba demasiado.
Pasamos toda la tarde con los abuelos. Platicamos mucho y reímos también. Nos hablaron mucho de mamá y de cómo era ella. Siempre fue un ángel con todos y ellos decían que donde quiera que estuviera se sentía orgullosa de sus hijas. También hablamos de Mark y de todo lo que pasó con él, mi abuela lo maldecía y decía que no iba a descansar en paz por todo lo malo que me hizo. Terminé por decirles que perdí un hijo y ellos dijeron que por algo suceden las cosas, que tal vez fue mejor así. Yo también lo pensaba.
—Val —me llamó la abuela. Le ayudaba a acomodar la habitación donde se iban a quedar a dormir estos días.
—Sí —puse las almohadas en su lugar.
—Sé que ya te lo dije, pero estoy segura de que tu mamá se sentiría orgullosa de ti y tu hermana. Mi niña estaría feliz por las mujeres que son ahora —me senté en la orilla del colchón y ella a mi lado.
—¿Aunque no he hecho las cosas bien? —cogió mis manos —. Me he equivocado y cometido muchos errores —la abuela cogió mis manos y sentí una sensación familiar cuando me tocó. Se sentía cómo cuando mamá lo hacía.
—De eso se trata la vida, ¿no? De cometer errores y saberse levantar. Somos humanos, Val, no máquinas perfectas que están diseñadas para no equivocarse —llevó su mano a mi pecho, justo donde latía mi corazón —. Tienes un corazón que ya ha sufrido mucho. No te eches la culpa por errores del pasado.
—Pero...
—Ayer fue ayer y eso significa que ya pasó. Es pasado. Hoy en tu presente y mañana ya veremos que haremos —me robó una sonrisa de los labios —. Te ves muy bonita cuando sonríes. Debes hacerlo más a menudo.
—Me han quitado tanto que ya no sé si algún día podré ser feliz —puso sus dedos debajo de mi barbilla.
—Vas a ser feliz porque lo mereces, porque es justo. Eres una buena persona que solo merece ser feliz —asentí mordiéndome el labio —. Tu abuelo y yo queremos ir al cementerio a visitar a tu madre, ¿crees que Jean y tú quieran ir con nosotros? —le dije que sí.
—Sí quiero —sonrió. Esa sonrisa me recordaba a mamá.
—Ahora descansa y duerme. Mañana será otro día —me levanté de la cama.
—Hasta mañana —me despedí de ella y salí de la habitación. En el pasillo me encontré al abuelo y le dije buenas noches. Cuando entré a mi habitación Jean ya se encontraba ahí.
—¿Qué pasó con los abuelos? —preguntó.
—Ellos ya están descansando —exhaló.
—Es increíble que ahora estén aquí y que la culpa de que hayan desaparecido de nuestras vidas fue de nuestro padre —negó con la cabeza. A ella tampoco se le hacía raro que mi padre hubiera hecho todas estas cosas para alejarnos de nuestra familia. Quién sabe qué más hizo en estos años y que no supimos.
—A mí ya no me sorprende —le dije. Entré al baño para cepillarme los dientes —. La verdad es que nunca esperé nada bueno de él y aun así terminó por decepcionarme —me sequé la boca y salí del baño.
—Pues sí, en eso tienes razón —me miró —. ¿Cómo te sientes aquí?
—Me siento mucho mejor que en la casa de Mark. Aquí sí puedo estar en paz y ahora que está muerto sé que ya nadie nos hará daño —Jean me ayudó a acomodar los cobertores y nos metimos a la cama para dormir.
—¿Has hablado con Carson? —nos acostamos de lado para poder platicar en lo que nos daba sueño.
—Hablé con él hace rato —mi corazón empezó a latir errático. Solo él podía provocar esa sensación en mí —. Dijo que está bien y que espera regresar pronto —Jean sonrió.
—¿Ahora que va a pasar con ustedes?
—No sé —encogí un hombro —. No estoy segura de muchas cosas, pero sí sé que ahora nuestra vida será diferente y que al fin seremos felices —las cejas de Jean se hundieron —. ¿Pasa algo?
—¿Qué va a pasar con Andrew?
—Él no tiene salvación, Jean. Ya no hay nada que podamos hacer por él. Fue cómplice de papá y quién sabe qué tantas cosas hizo. Le robó a Mark y tiene que pagar por todo lo malo que hizo —Jean se mordió el labio —. Siempre hemos sido tú y yo y eso no va a cambiar, ¿entendido? —asintió —. Siempre vamos a estar juntas —alguien tocó a la puerta —. Debe ser Beth.
—¡Adelante! —gritó Jean.
—Perdón por la hora —Beth cerró la puerta. Me senté sobre el colchón con las piernas estiradas —. Se me hizo tarde —sonrió de manera tierna.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Nada malo. Mis padres les mandan saludos y quieren venir a verlas —nos miró. Yo miré a Jean.
—Claro que sí, Beth, sabes que tú y tus padres son bienvenidos —nos sonrió —. Quiero pedirte un favor.
—Dime.
—¿Me puedes acompañar al orfanato? Quiero ver a Caris antes de que la adopten —Beth asintió —. No quiero que se vaya sin despedirme de ella —sentí un nudo en la garganta.
—Por supuesto que sí, amiga. Mañana vamos al orfanato.
—Yo también quiero ir —dijo Jean —. ¿Puedo?
—Vamos —la abracé.
—Yo me voy a dormir, tengo sueño y mañana hay mucho qué hacer —asentí. Solté a Jean —. Descansen chicas lindas —se levantó, nos hizo un guiño y salió de la habitación.
—Tú también descansa, Val, tienes que hacerlo —no dije que no porque la verdad es que sí estaba agotada. Habían sido tantas emociones en tan poco tiempo y apenas podía procesar lo que había sucedido en estos días.
No podía dejar de pensar en Elsie y que todo esto se pudo evitar. Mark solo quería hacerme daño y sabiendo lo importante que era para mí la mató y hubiera hecho lo mismo con Jean si Carson no hubiese llegado. Él me salvó de muchas maneras y ni siquiera pude decírselo.
Deseaba verlo pronto y poderle decir todo lo que no pude. Anhelaba estar a su lado mucho más tiempo y que esta vez las cosas fueran diferentes para nosotros. Nos merecíamos ser felices y pasar toda la vida juntos.
****
Al día siguiente despertamos y desayunamos todos juntos. Presenté a Beth con mis abuelos y se llevaron bien de inmediato. Congeniaron desde el primer minuto y eso me hizo sentir bien. Cómo que las cosas se estaban empezando a acomodar por fin.
Salimos de la casa y fuimos directamente al cementerio donde habíamos depositado las cenizas de mamá y de nuestro padre. Mis abuelos solo iban a verla a ella, porque después de saber todo lo que papá nos hizo le tenían odio. Pero al estar los dos en el mismo lugar no podíamos hacer mucho.
Mientras los abuelos y Jean entraban al cementerio yo me adelanté para decirle a mi padre todo lo que tenía guardado en mi pecho y que por miedo no le quise decir.
—Es difícil decirte algo cuando te encargaste de matar todo el amor que alguna vez llegué a sentir por ti. Me decepcionaste y lastimaste a tal grado que te odié mucho. No te puedes imaginar todo el dolor que me causaste. Eras mi héroe y te convertiste en el villano de esta historia —exhalé —. No sé si merecías morir así o si merecías otro final. Solo espero que donde quiera que estés pagues por todo el daño que provocaste y no solo a mí o a Jean, también a todas esas mujeres y niñas que no tenían la culpa de nada.
Sentí un nudo en la garganta, pero no pude derramar ni una lágrima. No podía y no quería ser una hipócrita al llorar por mi padre que no se merecía nada bueno de nosotras. Fue malo y cruel con Jean y conmigo, ¿por qué sentir lástima por alguien cómo él?
Pasé mis dedos sobre las letras de la lápida de mi madre. Por ella sí lloré y mucho. Me dolía su muerte tan repentina y que no pudimos pasar tiempo juntas. Me hubiera gustado tenerla a mi lado muchos años más.
—Val, ¿estás bien? —preguntó Beth a mi lado. Puso una mano en mi hombro y la miré.
—Estoy bien —le sonreí. Me aparté en el momento que Jean y los abuelos llegaron a mi lado. Me hice a un lado para que ellos pudieran estar solos.
—¿Qué te dijo Rhona ayer? —esperamos sentadas en una banca.
—Pensé que me iba a culpar por lo que pasó con su hermano y su padre, pero fue más comprensible. Dijo que quiere intentar algo con Kail y ver que pasa más adelante.
—¿No se va a divorciar? Su nefasto padre ya no está para obligarla —me encogí de hombros.
—Yo tampoco lo entiendo bien. Solo hay que desearle lo mejor.
—Eso sí, ella sabe lo que hace. Ya no es una niña.
—Exacto —me enganché del brazo de Beth.
—¿Ya te sientes mejor? —indagó.
—Estoy procesando todo lo que sucedió y hacerme a la idea de que todo terminó y que por fin somos libres, Beth. Somos libres y podemos hacer todo lo que no pudimos por la culpa de mi padre.
Aún no me lo creía. Se sentía cómo un sueño y no quería despertar.
—Ya eres libre, Val, libre de todo —apoyé la cabeza en su hombro.
Amaba estos momentos en familia, porque Beth era más que una amiga, era una hermana que siempre estuvo ahí para mí.
Dejamos que Jean fuera con los abuelos y nosotras pasamos al orfanato. Quería despedirme de Caris, porque me dijo Beth que los Mitchell habían podido acreditar que eran aptos para ser sus padres adoptivos y que Evina y Grizela confirmaron que eran buenas personas y contaban con el dinero para hacerse cargo de ella. Los Mitchell serían buenos padres para mi niña.
Cogimos un taxi para que los abuelos y Jean se fueran en el auto de Beth. Nosotras estábamos bien así.
Entramos al orfanato y sentí como si mi corazón se estuviera recuperando. Las grietas cerraban poco a poco y las heridas ya no sangraban cómo antes. Estos niños me hacían feliz y no tenían que hacer nada para hacerme sentir así, solo con su presencia me devolvían a la vida.
—¡Val! —escuché ese gritito que me hacía saltar de la felicidad —. ¡Val, Val! —miré en dirección al jardín y Caris corría con los brazos abiertos para mí. Al llegar la tomé en brazos y la cargué, aunque me dolía todo.
—Caris —no pude evitar llorar al verla.
—¡Chicos, Val ha regresado! —les gritó a los demás niños —. ¿Por qué tienes esto? —puso sus manos en mis mejillas y no me atreví a mirarla a los ojos. Me daba pena que me vieran así.
—Me caí —le mentí —. Y me pegué, pero estoy bien —sonreí sincera —. Te extrañé mucho —me abrazó.
—Yo también —la apreté con cuidado para no lastimarla.
Los niños no tardaron en entrar y algunos de ellos me abrazaron. Me sentía tan bien al estar aquí. Ellos me hacían tanto bien. Unos me miraban con pena y otros más con sorpresa. Los golpes aún no sanaban por completo y eran visibles para los demás.
—Val —me llamó Evina. Su mirada me decía lo que estaba pensando y me sentí tan mal porque nunca había tenido esa mirada para mí. No querían que me vieran débil porque no lo era, solo estaba pasando por un mal momento e iba a terminar pronto. Solo tenía que empezar a sanar.
—Hola, Evina —bajé a Caris. Los niños se quedaron a mi lado.
—¿Qué te pasó? —se acercó —. Supimos lo de tu esposo —miré a Beth mientras Evina me abrazaba —. Lo siento tanto.
—Muchas gracias —nos separamos.
—Pero, ¿estás bien? ¿Necesitas algo? —negué.
—No necesito nada, ellos me lo dan todo —me refería a los niños. Evina sonrió.
—Niños vamos con Grizela —todos salieron menos Caris que se quedó a mi lado —. Supongo que Beth ya te dijo que adoptaron a Caris y hoy vienen por ella —asentí.
—Me lo dijo, por eso estoy aquí. No quería que se fuera sin despedirnos —Caris caminaba a mi lado.
—Es una bendición que ahora ella y otros niños van a tener una familia. Ellos se lo merecen —asentí —. Sin ustedes nada de esto hubiera sido posible.
Me di cuenta de que las remodelaciones estaban por terminar. El orfanato se veía mucho mejor que cuando entramos por primera vez y si las cosas continuaban así todo iba a mejorar para ellos. No me iba a ir sin comprobar que este lugar estaba en pie y que todo estaría bien después de mi partida. No podía fallarles cómo una vez ya les fallaron.
—No los vamos a dejar, Evina, te lo aseguro —me regaló una sonrisa.
—Te voy a dejar sola para que puedas hablar con Caris —le agradecí y se alejó con los demás niños y con Beth.
—Caris —nos sentamos en una de las bancas vacías en el jardín —. Quiero darte algo —saqué una cajita de mi bolso y la abrí frente a los grandes ojos de mi pequeña —. Esto es para ti —le mostré el collar de mariposa que compré solo para ella.
—¿Es mío? —levantó la mirada del collar a mi rostro.
—Es para ti, bebé. Lo compré para que nunca te olvides de mí —los ojos se me llenaron de lágrimas —. Prométeme que nunca te vas a olvidar de nosotros.
—Lo prometo —sonrió. Le puse el collar y se veía hermosa, ella siempre fue hermosa, pero ahora era una estrella radiante en el firmamento —. Nunca te voy a olvidar, Val, siempre te voy a querer.
—Y yo a ti, bebé. Siempre te voy a querer con todo mi corazón —dejé un beso en su frente y la abracé con todas mis fuerzas —. Solo quiero que seas feliz, que tengas una bonita familia y dos padres que te amen con todo su corazón —derramé un par de lágrimas —. Nunca te voy a olvidar, Caris.
Unas horas después de hablar con Caris, los Mitchell pasaron por ella para llevarla a su nuevo hogar. Me sentía tan feliz por ella, pero no podía evitar pensar qué hubiera pasado si yo fuera su madre. Hubiera hecho todo para hacerla feliz.
Hice todo lo que estaba en mis manos para que el orfanato no pasara por lo mismo que meses atrás. Me despedí de las hermanas y de los niños. Les dejé un regalo a todos y cada uno de ellos para que no me olvidaran y le pedí al cielo que encontraran una familia. No me iba a olvidar de ellos, pero tenía que salir de ese lugar. Beth me mantendría al tanto de ellos.
No le dije adiós a Beth porque sabía que nos íbamos a ver pronto. Prometimos vernos al menos dos veces al mes para ponernos al corriente de nuestras vidas. Nunca iba a olvidar todo lo que hizo por nosotras y que no nos dejó ni un momento, que siempre estuvo ahí para las dos.
Terminé con todos los pendientes que tenía en Edimburgo y cuando ya no había nada más era hora de irnos de ahí. Pasé momentos buenos en ese lugar, pero también lo pasé muy mal por la culpa de otras personas. Ahora quería empezar una vida nueva en Londres y que pasara lo que tuviera que pasar.
Beth me ayudó a conseguir un departamento en la ciudad que no quedara lejos de la universidad porque claro que quería estudiar. Quería ser la mejor directora de cine y sabía que lo iba a conseguir. También nos ayudó con la mudanza y mandó algunos muebles que nos podían servir y que estaban en buenas condiciones. Teníamos el dinero que mi madre nos dejó, aunque ya no era mucho, ya que mi padre y mi hermano se lo gastaron. Pero le vendí los hoteles a Beth y sus padres, no quería que sucediera lo mismo y que alguien se aprovechara de eso e hiciera mal uso del patrimonio que en algún momento fue de mi madre. En las manos de Beth los hoteles estarían bien.
Teníamos dinero, pero tuve que buscar un trabajo para pagar la universidad, el colegio de Jean y pagarle a Effie, aunque ella insistía en que no era necesario.
Aquella tarde salimos a pasear las tres. Habían sido semanas difíciles para todas y necesitábamos un momento libre para nosotras.
—Londres es muy bonito —comentó Jean a mi lado.
Caminábamos por un parque que quedaba no muy lejos del departamento. Compramos macarrones franceses y un café para acompañarlos.
—Es una ciudad hermosa —dijo Effie —. Todo aquí es diferente asentí.
A lo lejos escuché unos pequeños ladridos que me recordaron a Mabel, pero era imposible que de todos los parques de Londres ella estuviera aquí precisamente.
—¿Escuchan eso? —preguntó Jean —. Se parece a...—el macarrón se me cayó de las manos en el momento que un pequeño can apareció frente a mí. La miré con atención y descubrí que era Mabel.
—¿Mabel? —me agaché y la cogí entre mis brazos —. Mabel, eres tú —movía la cola de un lado al otro y ladraba feliz.
—¡Mabel! —escuché gritos a lo lejos —. ¿Dónde estás? —me erguí con Mabel en mis brazos. A lo lejos vi a Carson. Al verme aceleró el paso y llegó frente a mí —. Princesa.
—Carson —musité al verlo.
Después de casi tres meses lo tenía frente a mí y no supe cómo reaccionar. No sabía qué decir o qué hacer teniéndolo ahí. Comprendí que lo amaba tanto y que estos meses sin él fueron una tortura.
Sí amaba a Carson y lo amaba tanto que al tenerlo frente a mí entendí que ni siquiera me di cuenta del momento en qué empecé a amarlo, pero ya era tarde para dar un paso atrás.
🦋🦋
¡Hola!
Espero que hayan disfrutado del capítulo. Este es el último del libro, el que sigue será el epílogo y tendremos capítulos extras después. Habrá una pequeña introducción para el libro de los hijos de Carson y Mason, así que atentas. Ese vendrá después del epílogo.
Muchas gracias por estar aquí y quedarse aún después de mis bajones y mi tiempo fuera de la plataforma. Muchas gracias por todo el amor que le dieron a Valerie y Carson.
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