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Capítulo 9. 🦋

Mark

Las cosas con Valerie iban de mal en peor, cada día a su lado era una maldita tortura, pero jamás iba a admitir que me había equivocado y que casarme con ella fue un error, porque tal vez lo era, pero de mi boca nunca iba a salir un "me equivoqué". Valerie tenía una buena imagen ante los demás y eso necesitaba yo porque se hablaba mal de mí por mi carácter y algunas cosas que se descubrieron de mi juventud. Valía la pena haber pagado las deudas de su estúpido padre y su inmaduro hermano, ella me ayudaría a llegar más lejos y que todos olvidaran algunas cosas que hice en mi adolescencia. A la larga todo se olvida y es lo que yo quería, Valerie ayudaría con eso, solo tenía que moldearla a mi manera y presionarla un poco más para que terminara de ceder y que hiciera todo lo que yo quería.

—Esa mujer te tiene mal —Megan continuaba presionando —. Y no me refiero a la estúpida que tienes cómo esposa, sino a la tonta ilusa puta que está enamorada de ti —bramó.

—Estás celosa y no sabes lo que dices —comenté sereno. Sus celos eran más que evidentes y por eso decía todo eso, porque estaba celosa de que ya no le prestara la misma atención que antes

—¿Estoy celosa? ¿Eso crees que pasa? —se rio sin gracia —. Eres un imbécil —escupió —. Un imbécil que piensa que el mundo gira a su alrededor —se cruzó de brazos, molesta.

—No todo el mundo, pero el tuyo sí —eché la cabeza hacia atrás en el momento que el vaso de cristal tocó mis labios y bebí el coñac de golpe —. No mientas, Megan, te dan celos que esa ilusa cómo tú la llamas tenga mi atención en este momento —me puse de pie dejando el vaso sobre el escritorio.

—No sé qué le ves —masculló. Me puse delante de ella y la tomé de las caderas sentándola sobre el escritorio —. No tiene gracia y los clientes ni la voltean a ver.

—No la ven porque lo tienen prohibido —cogí su barbilla con fuerza —. Nadie puede acercarse a ella —zanjé —. Ni siquiera tú —me miró de manera severa.

—Cuando se te pase el embelesamiento con ella la vas a tratar cómo las demás zorras que trabajan aquí, ni siquiera la vas a voltear a ver y de nuevo me vas a buscar. ¿Y sabes qué? No voy a estar a tu disposición —una sonrisa ladina se formó en mis labios.

—Claro que vas a estar a mi entera disposición, porque tú al igual que este maldito club me pertenecen —solté su barbilla —. Ahora sal de mi vista —me echó una mirada aniquiladora antes de salir y azotó la puerta —. Tonta —me serví un poco más de whisky y lo bebí de golpe. Salí de la oficina y avancé por el pasillo hasta el final girando hacia la izquierda, abrí la última puerta donde Mer esperaba cómo cada noche que venía al Edén a asegurarme que todo estaba bien con los negocios. A veces ni siquiera le tenía que decir que lo hiciera, ella simplemente obedecía a cada una de mis órdenes, no cómo Valerie, a quien le gustaba llevarme la contraria siempre.

—Estás aquí —sonrió al verme, con las manos detrás de su espalda.

Cerré la puerta detrás de mí y me acerqué a la cama. Mer me ayudó con el saco y lo puso sobre el respaldo de la silla. Trepó a la cama y masajeó mis hombros con sumo cuidado, cómo siempre lo hacía, empezando con los pulgares.

—Pensé que esta noche no ibas a venir —comentó.

—¿Por qué pensaste eso? —pregunté.

—Te acabas de casar con Valerie así que pensé que estarías más tiempo con ella y no aquí —me aflojé la corbata y la arrojé contra el sofá que tenía en la esquina a mano izquierda.

—Esa mujercita me harta —me deslicé hacia el frente apoyando los codos en mis rodillas. Solté una larga exhalación que me estaba quemando el pecho hacía días atrás.

—¿Y por qué te casaste con ella si no la amas?

—¿Quién dijo que no la amo? —alcé una ceja, aunque no me estaba mirando.

—Un hombre que ama a su esposa no se expresa así de ella, siempre quiere estar a su lado y más cuando recién se han casado. Viniste aquí estando en tu luna de miel, me buscaste a mí y te acostaste conmigo, no con ella —dijo.

—Ya no hables —le pedí de manera tranquila —. No sabes lo que dices, solo eres una niña

—Una niña que sabe lo que dice —me puse de pie, giré sobre mis talones y la tumbé sobre el colchón —. ¿Por qué te casaste con ella? —abrió las piernas dejándome ver la maravilla que escondía en medio de estas, que solo yo había probado y que solo a mí me pertenecía.

—Porqué me conviene —respondí. Hundí una rodilla en el colchón, abrí un poco más sus piernas poniendo una mano en su rodilla —. Me conviene tenerla a ella cómo esposa, es solo por imagen.

—Y no por amor —terminó de responder. Asentí y me acerqué un poco más a su tentador cuerpo. Su pequeño sexo rosado estaba cubierto por una delgada capa de vello, pero sus labios saltaban a la vista.

—Así es esto —me deslicé hacia arriba para quedar a la altura de su cuerpo, cubriéndolo por completo con el mío. Apoyé el codo a la altura de sus hombros para mantener el equilibrio, mientras mi otra mano hurgaba dentro de su tanga y buscaba aquello que me hacía olvidarme de la tortuosa vida que llevaba al lado de Valerie.

—¿Qué crees que hará tu esposa si se entera que te acuestas conmigo? —rápidamente saqué mi mano para agarrar su garganta. Su gestó pasó del deseo al miedo en pocos segundos.

—¿Qué dijiste? —abrió los ojos sorprendida.

—Solo es una pregunta, Mark —agarró mi muñeca con sus dos manos —. Nunca le voy a decir nada de lo que pasa entre tú y yo, no estoy loca —apreté un poco más para que supiera que no debía meterse conmigo.

—Más te vale que mantengas tu boquita cerrada sino quieres que te la cierre yo para siempre —negó —. Me gustas, Mer, me fascinas y me vuelves loco, pero si hablas con alguien sobre esto, si hablas con mi esposa sobre esto te juro que te mato —estrellé mis labios contra los suyos —. Te mato con mis manos y eso no será bonito —mascullé, apretando la mandíbula.

—No diré nada, no te preocupes.

—Quien debería preocuparse eres tú, linda, no yo —mis dedos se hundieron en su tersa y pálida piel. Mer gimió en el momento que mi erección se apretó a su sexo —. Júrame que no dirás nada.

—Lo juro, Mark, no diré nada —mi agarre se empezó a aflojar poco a poco. Mer aprovechó para besarme, lo hacía de una manera calmada y suave, como si fuera una caricia que mi atormentada alma necesitaba con desespero.

—Más te vale, pequeña, porque no me quieres conocer molesto —apretó los labios y negó con la cabeza —. Ahora quítate la ropa —le ordené. Me hice a un lado para que se quitara la ropa y en cuanto estuvo desnuda se sentó a horcajadas sobre mí.

—¿Recuerdas la primera noche que me hiciste tuya? —preguntó mientras se restregaba arriba de mí.

—Cómo olvidarlo, fue la noche de mi despedida de soltero —sonrió y asintió —. Me dijeron que te estabas portando mal, que no querías comer y que te ibas a escapar —me bajé los pantalones aun con ella encima —. Te iba a dar una reprimenda —murmuré sobre sus labios al mismo tiempo que se deslizaba sobre mi pene.

—¿Y por qué no lo hiciste? —preguntó, después jadeó cuando estuve dentro de ella, completamente dentro, llenando su pequeña vagina.

—Estabas asustada y te pusiste a llorar, no te iba a regañar en ese estado —cogí sus delgadas caderas con mis manos —. Te vi tan frágil y triste, que lo primero que quise fue cuidarte...

—Y después follarme —asentí sonriendo.

—También —sonrió dejando un suave beso sobre mis labios.

—¿Y ahora qué me quieres hacer? Ya estoy a salvo en las manos de mi villano.

—Ahora quiero follarte toda la noche.

—¿Toda la noche? —alzó una ceja.

—Toda la noche sin parar —sus mejillas se pusieron rojas.

—¿Es una promesa? —buscaba mi boca con sus labios.

—No, es una amenaza —sentencié. Atrapé sus labios con los míos, en un beso salvaje que me hacía sentir por primera vez después de tanto tiempo. Ni siquiera con Megan me sentía así, ni qué decir de Valerie. Era hermosa, de eso había dudas, pero lo nuestro ni siquiera era físico, mucho menos sentimental, ella no sentía nada por mí y yo por ella tampoco.

Mer cayó a mi lado, sudorosa, jadeante y cansada. Su piel perlaba en sudor, marcada con mis dedos y algunas mordidas que dejé en su cuerpo mientras la follaba. Sonrió y se llevó una mano al pecho, subía y bajaba errático.

—Dios —jadeó. Sentía la garganta seca así que me puse de pie para tomar un gran trago de agua fresca que necesitaba con desespero. Apenas podía ponerme en pie, las piernas no me ayudaban a sostenerme, sentía que en cualquier momento podía caer de rodillas.

—Tu móvil está sonando —indicó Mer. Giré y efectivamente mi móvil vibraba y timbraba. Me acerqué y lo cogí echándole una mirada a la pantalla. Era Ramsay.

—¿Qué quieres?

Señor —se escuchaba mucho ruido del otro lado de la línea —. Pasó algo.

—Habla, maldita sea —mascullé apretando el vaso entre mis dedos.

Se llevaron a su esposa —la saliva se atascó en mi garganta. El vaso resbaló de mis dedos y cayó al suelo mojando la alfombra que cubría el suelo —. No sabemos quién se la llevó...—fue todo lo que pude escuchar.

—Mark —la voz de Mer se escuchaba en la lejanía, como si de repente me hubieran sacado de esta realidad. Giré en redondo apartando el móvil de mi oreja —. ¿Estás bien? —su voz era solo un eco en mi cabeza —. ¿Mark?

****

—Carson —le llamé apenas bajé del auto. No tardó en acercarse, siempre con las manos juntas al frente.

—Dígame señor —se quedó de pie frente a mí.

—Se llevaron a mi mujer —su rostro lucía impasible. Jugaba con el móvil entre mis dedos —. Llama a los demás y diles que la busquen hasta por debajo de las piedras, la quiero sana y salva. Sin un maldito rasguño —Carson asintió.

—Cómo usted lo ordene, señor —hizo el amago de girar, pero lo detuve.

—No importa cuánto te tardes, pero la quiero con vida —le recordé.

—¿Puedo saber qué pasó? —apreté los labios.

—No sé, Ramsay me llamó y dijo que se la han llevado, pero no dijo quien —apreté el móvil con la mano. Tensé la mandíbula y una vena palpitó en mi sien izquierda.

—Haremos todo para que su esposa regrese con bien —hizo un asentimiento y se alejó dándome la espalda.

Ramsay y Henderson iban a tener su merecido por ser tan idiotas y permitir que se llevaran a Valerie.

El móvil timbró de nuevo, una vez y otra más. Era Rodric. El viejo Balfour insistía en hablar conmigo, estaba seguro de que ya sabía lo de su hija y por eso llamaba tanto. No quería hablar con él, no quería escuchar su nefasta voz ni saber nada de esa momia andante. Pero en algún momento tendría que hablar con él y explicarle lo que estaba pasando, así que no dudé más y me llevé el móvil a la oreja.

—¿Diga?

Valerie

Las cosas estaban algo raras con Mark, bueno, con él todo era raro, pero últimamente se comportaba amable conmigo cuando días atrás solo había amenazas y gritos, reclamos porque según él yo no estaba haciendo un buen trabajo cómo su esposa, cómo si se me pagara para fingir ante las cámaras y tuviera que posar, cuando no debía hacerlo, no tenía que fingir nada, pero no me quedaba de otra más que hacerlo. Se supone que debí casarme enamorada y feliz, pero en mi caso era todo lo contrario, aun así, hacía lo mejor que podía. Cuando Mark regresaba de trabajar la cena estaba servida y yo en la casa cómo acordamos, aunque había noches que regresaba tarde y no preguntaba a donde había ido, él en cambio quería saber todo lo que hice en el día, a veces me decía que era su paranoia de que me pudiera escapar, pero no lo haría, no era tan tonta cómo para hacerlo sabiendo lo que podía hacer con todo el dinero que poseía.

Pero últimamente estaba tranquilo y no se comportaba cómo al principio, lo que también me hacía dudar, pero dadas las circunstancias me daba igual lo que hiciera, si llegaba a dormir o no, si me vigilaba o no. Era él quien estaba haciendo las cosas mal, no yo.

Aquella tarde Mark me comprometió a asistir a un orfanato, y aunque al principio me negué a hacerlo, al final terminé por aceptar, tampoco es que tuviera muchas opciones cuando era la esposa del primer ministro y tenía que cumplir con algunos compromisos que también ayudaban a la "buena reputación" de Mark, pero yo no lo hacía por él, lo hacía por mí y por esos niños.

—No me has dicho que pasa con Carson —murmuró Beth. Apenas íbamos hacia el orfanato, pasé por ella porque no quería asistir sola, siempre he tenido pánico al hablar con muchas personas, me pongo nerviosa y siento que mi boca no coordina con mi cerebro.

Miré a ambos lados antes de responder, que nadie nos estuviera escuchando. Henderson y Ramsay nos acompañaban así que era peligroso que alguno de los escuchara lo que decíamos.

—Desde aquella noche no ha pasado nada —murmuré guardando el móvil dentro mi bolso.

—¿No has hablado con él? —negué. La verdad es que me sentía muy mal por todo esto, hablaba poco con Carson, solo lo saludaba cómo el guardaespaldas de Mark y nada más.

—Muy poco —musité. Levanté la mirada hacia Beth —. Lo normal.

—¿Lo normal? ¿Y qué es lo normal para ti?

—Me saluda y lo saludo, solo eso.

—¿No se han besado? —subía y bajaba las cejas.

—¡Cierra la boca! —Vi que Henderson y Ramsay se acercaban así que le pedí a Beth que guardara silencio, pero debí decirle que continuara hablando cómo guacamaya para que hiciera caso.

—Él te gusta y mucho —me mordí el interior de la mejilla —. Y tú le gustas a él...

—Ya, cállate —le hice una seña, Henderson fue el primero que subió al auto y segundos después lo hizo Ramsay.

—Listo señora Graham, podemos continuar —ambos traían un vaso con café que compraron en la gasolinera, lo que nos ofendió a Beth y a mí.

—¿Por qué no nos dijeron que iban a comprar café? —preguntó mi amiga.

—Yo...—habló Ramsay.

—La próxima vez no se los vamos a perdonar, chicos —les señaló Beth. Henderson no tardó en arrancar y conducir en dirección al orfanato —. ¿Has sabido algo de tu hermano? —la pregunta de Beth me obligó a mirarla ya que miraba a través de la ventanilla.

—Desde que regresamos no sé nada de él. Jean me dijo que se fue al otro día de la boda y no sabemos dónde está. Tampoco le he preguntado a mi padre, sabes que le encubre toda la porquería que hace —suspiré.

—Tu hermano no tiene remedio —negué.

—Y mi padre tiene la culpa de eso —me dio la razón.

Estoy segura que si mi padre hubiera sido diferente con Andrew él no sería así. Le pasó por alto muchas cosas, no le importó que se gastara todo el dinero de la herencia de mi madre, que llevara a nuestra familia a la ruina, todo por las apuestas y el alcohol. Andrew tenía un gran futuro por delante, estaba terminando la universidad, solo le faltaba un año, pero todo eso terminó cuando mi padre decidió que era hora de que le ayudara con los negocios, ese fue el punto de quiebre de mi hermano, ahí fue que se perdió y se convirtió en lo que ahora es. Sentía lástima por él, porque de no ser por mi padre él no se hubiera hundido de esa manera.

—A veces me enojo con él por cómo es, pero después pienso que la culpa de todo esto la tiene mi padre y que él fue el detonante de todo lo que Andrew ha hecho. De ser diferente, Andrew no sería el imbécil que es —Beth me dio la razón.

—Tenía un gran futuro —comentó.

—Lo tenía —respondí.

No tardamos en llegar al orfanato, pero antes de bajar Henderson y Ramsay se aseguraron de que todo estaba bien y que no había ningún peligro para mí o para Beth.

—Mark es un poco paranoico —dijo Beth entrando al orfanato.

—No lo entiendo, créeme, intento hacerlo, pero no puedo. A veces es un idiota —dije bajito para que Henderson o Ramsay me escucharan. No podían saber nada de lo que hablaba con mi mejor amiga, Mark era su jefe y le debían lealtad a él, no a mí —. Estos días ha estado muy cariñoso, me lleva flores y macarrones franceses, lleva vino a la cama y pone películas en la televisión.

—Ese no es el Mark que yo conozco.

—¡Ya sé! —puse una mano en su brazo.

Entramos al orfanato, lo primero que vimos fue un recibidor, detrás no había nadie. Al frente una pequeña sala con tres sofás y una mesita en medio con algunas revistas encima. Ahí tampoco había nadie.

—¿Dónde están todos? —pregunté observando el pasillo —. Esperen aquí —les dije a Ramsay y Henderson, compartieron una mirada e iban a decir que no, pero los interrumpí —. No va a pasar nada, solo son niños.

—Tranquilos chicos, son solo niños —dijo Beth a mi lado. Avanzamos por el pasillo que no sabíamos a donde nos llevaría, pero nos llevamos una agradable sorpresa cuando en el patio todos los niños y las encargadas del orfanato nos recibieron con un cartel y globos. Mi corazón se hinchó de felicidad, una pequeña niña se acercó para abrazarme y no dudé en corresponder a su dulce e inocente abrazo.

—Gracias —le dije cuando me entregó una flor que me puse en la oreja. Me incorporé y la encargada del orfanato, una de las encargadas se acercó para saludarnos a Beth y a mí.

—Es un honor que esté aquí —dijo ella. Se apartó para que viera a todos los niños que vivían en este lugar, la mayoría de ellos oscilaban entre los cinco y los doce años, pero había unos dos o tres que estaban llegando a los dieciocho años.

—El honor es mío —la pequeña me cogió de la mano sin la intención de apartarse.

—Hemos preparado algunas actividades con los niños y una comida que ellos ayudaron a cocinar —al verlos sonreían felices, mostrando sus dientes, sin importarles que algunos de ellos les faltaban algunos. Los más grandes se mantenían detrás de los pequeños, serios y malhumorados.

—Quiero que me muestren las instalaciones, que me digan lo que les hace falta —otra de las mujeres se acercó.

—La verdad es que no lo hemos estado pasando bien —la primera le echó una mirada rara, cómo si no tuviera permitido hablar de ese tema —. Mi hermana no quiere que lo diga, pero las cosas no están bien por aquí. No hay donaciones y nadie viene a ver a nuestros niños —uno de los pequeños se acercó y aprovechó para acercarlo a su lado y revolvió su cabello.

—Hablaremos de eso a solas. Me dirán todo lo que pasa aquí y yo veré la manera de ayudarles, ¿de acuerdo? —ambas asintieron. Observé a Beth quien estaba igual de sorprendida que yo, y es que no podía creer que un lugar cómo este careciera de tantos servicios que eran necesarios para que los niños crecieran sanos y fuertes.

—¡A ver niños...! —la segunda encargada se acercó a los pequeños, mientras que la primera nos miró de una manera un poco extraña, rara. Al final se alejó también con su hermana.

—¿Qué vas a hacer, Val? —Beth dio unos pasos y se quedó a mi lado. Ambas miramos a los niños que reían y jugaban con las dos encargadas de este lugar.

—No puedo dejarlos, Beth, míralos —la niña que me saludó estaba con ellos y se veía tan feliz en este momento —. Mark me ha estado dando dinero, dice que al ser su esposa tengo que hacerme cargo de la casa y esas cosas, así que usaré parte de ese dinero para donarlo cada mes —Beth me miró.

—¿Y qué va a decir Mark?

—Lo que diga Mark me importa un pepino, Bethsy. Él me da mucho —y cuando decía que era mucho es porque era mucho dinero, nunca en la vida había visto tanto dinero en mi cuenta del banco —. No tiene que enterarse y si se entera, ni modo. Se supone que él tiene que hacerse cargo de este tipo de problemas.

—En eso tienes razón —Beth se quedó pensando, pensó mucho.

—¿En qué piensas? —le pregunté y reaccionó.

—En nada —me sonrió —. Vamos.

Nos reunimos con las hermanas y con los pequeños que eran felices en ese momento, cómo si les faltara eso a su vida, más diversión, que alguien viniera a verlos más seguido. Nos llevaron a recorrer el jardín, que no era muy grande, pero tenían bien cuidado, ellos mismos se hacían cargo de sembrar y cosechar las verduras que usaban para la comida de todos aquí. Nos llevaron al comedor y disfrutamos de una rica comida y del postre. Aquella pequeña no se despegó de mí ni un segundo, me dijo que tenía seis años, su nombre era Caris y por lo que me dijo Grizela llegó cuando apenas era una bebé, la dejaron cómo si fuera un estorbo, cómo si su vida no valiera nada cuando era todo lo contrario. Ella valía mucho, todos ellos valían más que muchas personas que conocía y no merecían todo lo bueno que tenían. Cuando ellos carecían de mucho y aun así eran felices, lo tenían todo.

Comimos en el gran comedor del orfanato y me pude dar cuenta en esos pocos segundos de lo mucho que necesitaban renovar este lugar, limpiar y pintar. Había pedazos en la pared a los que se les había caído la pintura, una tenía un agujero. Dios mío. Estos niños necesitaban un lugar seguro donde vivir, un techo digno en el cual se pudieran desarrollar y educar cómo tenía que ser y no lo tenían, el orfanato se estaba cayendo a pedazos y nadie se ocupaba de ellos, a nadie les importaba lo que les sucediera. Ni siquiera a Mark quien tenía que estar al pendiente de todas esa cosas, a él menos que a nadie le importaba.

Después de la comida y del postre Grizela y Evina me llevaron a recorrer el lugar. Si el comedor estaba en malas condiciones, las habitaciones estaban peor, eran pequeñas tenían dos baños para todos ellos y se encontraban igual que las demás instalaciones. Urgía el apoyo de los demás, que alguien notara este lugar y adoptara a estos niños, que ellos tuvieran un lugar digno donde vivir, un hogar lleno de amor.

—Veo que las cosas no están bien aquí —les dije a Grizela y Evina. Eran parecidas en el físico, pero en el carácter eran completamente diferentes, mientras que Grizela era más seria, Evina era habladora y carismática.

—Cómo le dije las cosas no van nada bien —dijo Evina, evitando mirar a su hermana mayor —. Casi no hay donaciones y muy pocas visitas.

—¿Esto era así antes? —les pregunté. Grizela negó.

—No, antes había más apoyo, no tantas adopciones cómo nos gustaría, pero al menos había visitas, venían a entretener a los niños. Hoy parece que se les ha olvidado —musitó. Observé hacia afuera donde los pequeños jugaban con Beth, quien estaba feliz por enseñarles videos de Tik Tok y todas esas cosas.

Se me estrujó el corazón al saber que los habían olvidado y que ya nadie preguntaba por ellos. Pasaron a ser punto y aparte y eso no era justo, porque ellos no tenían la culpa de que sus padres no los quisieran en sus vidas.

—¿Puedo saber qué pasa con los más grandes? ¿Qué hacen cuando salen de aquí? ¿Los dejan a su suerte o les ayudan también? —esta vez Evina respondió.

—Se les ayuda en todo lo que podemos, les buscamos trabajo, pero cómo sabe no los podemos tener aquí por mucho tiempo cuando cumplen dieciocho años. Hay un programa con los dueños de pequeños locales de la zona. Ellos les dan empleo y algunos, los que pueden, les ofrecen un lugar donde vivir hasta que ellos mismos pueden pagarlo y se van —asentí.

—Eso me parece muy bien —les dije —. Continuar ayudándoles y no dejarlos solos. Me parece un acto muy noble de su parte y no se preocupen por las donaciones, yo me voy a encargar de hacerlo —Evina negó.

—No es necesario...

—Sí es necesario —dije —. Veo que hacen falta muchas cosas en este lugar y poco a poco vamos a empezar. Por ahora quiero recolectar ropa y cobijas para que los pequeños no pasen frío y estén bien vestidos. Voy a intentar hablar con mi esposo cuanto antes y veremos qué hacer, ¿sí? —compartieron una mirada.

—Hemos enviado cartas a su esposo, pero no obtuvimos ninguna respuesta de su parte.

No se me hace raro. Maldito imbécil.

—Yo me haré cargo de eso de ahora en adelante. ¿De acuerdo? Les voy a ayudar con las donaciones y que las personas vengan a visitarlos —me quedé pensando un momento —. ¡Ya sé qué podemos hacer! —me puse de pie chasqueando los dedos —. Tengo una idea genial —las miré a ambas, no estaban muy seguras de lo que quería decir y es que tampoco dije mucho en ese momento, pero no podía hacerlo cuando no estaba segura de que las cosas iban a salir cómo yo quería.

—¿Podemos saber qué está pensando? —preguntó Evina.

—Será una sorpresa para los niños y para ustedes también —señalé. De nuevo las hermanas compartieron una mirada y sonrieron, bueno, solo Evina sonrió porque Grizela mantenía su rostro imperturbable —. No será nada malo, se los aseguro, todo va a salir bien y ellos serán felices. Vamos a cambiar este lugar —les sonreí.

Cogí mi bolso y le mandé un mensaje a Beth avisándole que ya casi nos íbamos. Me respondió que estaba bien y que cuando le dijera regresábamos a casa.

—Tengo muchos planes —les dije. Esperaban sentadas mientras mi cabeza ideaba planes para este lugar, eran una cascada que se negaba a irse —. Este lugar va a ser mejor que antes y van a recibir todo el apoyo posible —Evina se puso de pie.

—Muchas gracias por venir y ver a nuestros niños. Nadie lo había hecho antes y usted...

—Dime Valerie, por favor —cogió mis manos.

—Muchas gracias, Valerie, por todo —sonrió.

—Hasta que no haga nada por ellos no me agradezcan —me dio un abrazo rápido y nos separamos. Creo que Grizela no estaba muy convencida de esto, pero yo tenía todas mis esperanzas puestas en este proyecto, no lo hacía por mí sino por los pequeños que necesitaban un lugar digno donde vivir.

Antes de que anocheciera salimos del orfanato y subimos al auto. Estaba muy emocionada con todos los planes que tenía en mente, Beth me escuchaba hablar y hablar, no decía nada y parecía confundida.

—Le pedí el número de cuenta a Evina, no se lo quise pedir a su hermana porque tal vez no me lo daba —le expliqué a Beth —. Estoy pensando en llamar a la compañía de danza —Beth frunció el ceño —. Me gustaría llevarlos al teatro y que vean una obra, ¿crees que acepten?

—Eres la esposa del primer ministro, Val, no te van a decir que no.

—No quiero que me digan que sí porque soy la esposa de Mark Graham —me acomodé en el asiento mientras Ramsay y Henderson subían al frente —. Quiero que lo hagan por los niños —comenté —. ¿Me vas a acompañar? —apoyé la cabeza en su hombro.

—Sabes que sí, Val, quiero hacer esto por ti y por esos niños —me sonrió. Me aparté en el momento que los dos hombres subieron al auto. Les indiqué a donde ir ya que tenía que llevar a Beth a su casa y yo regresar a la mía antes de que mi odioso esposo regresara del trabajo. Esta vez le tocó manejar a Ramsay, quien no tardó en salir del orfanato.

—Voy a necesitar tus dotes en las redes sociales para que esto sea posible. Tú sabes más de estas cosas que yo, sabes que esto no se me da, soy muy mala —Beth se rio —. No te burles de mí, Bethsy —le di un empujón con el hombro. El auto se detuvo en una intersección cuando el semáforo cambió a rojo. Giré para ver a Beth, pero el pánico se apoderó de mí en el momento que miré a través de la ventanilla una sombra, segundos después el vidrio salió volando en miles de fragmentos que viajaron en mi dirección. Beth gritó, yo grité. Ramsay no tardó en reaccionar, pero al pisar el acelerador las puertas se abrieron, una mano enguantada abrió las puertas traseras. Les dispararon a los dos hombres y se sacudieron cómo si les hubieran dado una descarga eléctrica en todo el cuerpo, no tardaron en perder el conocimiento.

—No nos hagan nada —abracé a Beth para protegerla, sin saber que no la querían a ella, sino a mí. Todo el cuerpo me temblaba, las manos se me pusieron frías y mi corazón latía errático dentro de mi pecho —. Por favor, por favor —les suplicaba sin atreverme a abrir los ojos.

—Ven con nosotros —dijo uno de los dos hombres que nos apuntaban con las armas —. Y no le va a pasar nada —abrí los ojos. Aquellos hombres llevaban puestos pasamontañas, lentes negros e iban vestidos del mismo color, no había ni un pedazo de piel que se viera con todo lo que llevaban encima. La boca se me secó, las palabras se quedaron atascadas en mi garganta y se formó un vacío en medio de mi pecho.

—No se la van a llevar —Beth rodeó mi cuerpo con sus brazos.

—No, Beth —bajé sus brazos. Sus ojos cristalinos, sus lágrimas mojando sus mejillas —. No —mi amiga sacudió la cabeza, negándose a dejarme ir.

—No te vas a ir —se aferró a mi cuerpo con tanta fuerza que no sabía de donde había salido —. No te vas a ir —murmuró con dolor. Tenía los brazos tan tensos que me era difícil corresponder a su abrazo —. No, no. ¡Valerie! —gritó en el preciso momento que me apartaron de ella, me la arrebataron tan rápidamente que me fue imposible sostenerme para que no me llevaran con ellos. Intenté coger la puerta, pero otro de ellos soltó mis dedos entumecidos por el miedo que recorría cada hebra de mi cuerpo. Gritaba a más no poder, me retorcía en los brazos de aquel hombre que me tenía presa de la cintura, me arrastraba con ellos dentro de un auto. Lo último que vi antes de que me cubrieran la cabeza fue a Beth intentando salir del auto, pero ellos se las ingeniaron para que no lograra salir. Ramsay y Henderson se encontraban inconscientes en los asientos delanteros. 


🦋🦋

Tarde, pero seguro. 

Espero que les haya gustado el capítulo. 

Yo estoy muy emocionada con este libro. Val y Carson me están salvando de un horrible bloqueo, pero lo estoy superando poco a poco. 

¿Qué creen que vaya a pasar ahora?

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