Capítulo 5. 🦋
Valerie
Tuve que bailar con Mark, fingir ante todos que éramos la pareja perfecta, que lo amaba tanto y por eso decidí casarme con él. En ese momento reafirmé la promesa que le hice en la iglesia: hacerle pagar por comprar una esposa, por obligarme a casarme con él. Se iba a arrepentir por todo lo que me estaba haciendo y un día sería yo quien lo mirara hacia abajo, un día yo iba a tener el poder de destruirlo y no iba a dudar ni un segundo en acabar con él. Pero ahora, mientras buscaba cómo deshacerme de él, tenía que fingir, sí, ser la mentirosa perfecta y hacerle creer a todos que estaba perdidamente enamorada de Mark cuando era todo lo contrario y lo aborrecía con mi alma. Debía comportarme y no provocarlo, no sabía hasta donde podía llegar para que yo obedeciera e hiciera todo lo que ordenaba.
Antes de que los pocos invitados que quedaban en la fiesta se fueran, lo hicimos nosotros, después de medianoche, listos para emprender nuestro viaje hacia la playa y pasar unos días ahí, en nuestra luna de miel.
—Te portas bien —le dije a Jean —. Y le haces caso a Effie —Jean asintió. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Jamás me había separado tanto tiempo de ella, siempre acostumbramos salir juntas y si teníamos que viajar ella iba conmigo, pero en este momento no podíamos estar juntas, no podía ir a ese viaje y me sentía morir por dentro.
—Me llamas, eh —asentí. La abracé de nuevo mientras Mark esperaba a mi lado. Me quité el vestido ya que era estorboso y pesaba mucho, Beth se haría cargo de mandarlo a la lavandería y guardarlo por mí, aunque sea para tenerlo en un rincón dentro del closet, no pensaba usar ese vestido nunca más.
—Te voy a extrañar mucho —le dije. Dejé un beso en su frente.
—Y yo a ti, hermanita —nos separamos y limpié debajo de los ojos. Mi padre se encontraba a un lado de Jean y a su lado Andrew, quien parecía indiferente ante esta situación y la verdad es que me importaba poco si estaba o no aquí, mientras no se metiera conmigo y con Jean todo estaba bien. Más le valía no hacer estupideces cómo acostumbraba siempre.
—Se cuidan —fue todo lo que dijo mi padre, tampoco esperaba menos de él. Subió una mano al hombro de Jean y lo apretó. Le dije adiós a Beth, quien esperaba al lado de sus padres, a ella también la iba a extrañar mucho.
—La cuidas —asintió. Mark cogió mi cintura y juntos caminamos hacia el auto donde uno de los choferes abrió la puerta para que subiera, detrás lo hizo Mark.
—No nos vamos a ir por un año —dijo a mi lado. Me puse el cinturón y Mark hizo lo mismo —. Será una semana, cuando regresemos tu hermana va a estar aquí.
—No soy un ser sin sentimientos cómo tú, Mark, es mi hermana pequeña —mascullé. Le hizo una seña al chofer, este encendió el auto y arrancó. Miré a través del espejo retrovisor y una camioneta negra venía detrás.
—Son Carson, Ramsay y Henderson, no te preocupes —puso una mano en mi rodilla.
Con lo preocupada que estoy.
—¿Necesitamos guardaespaldas? —aparté su mano de mi rodilla, lo que le hizo enojar —. Solo nos vamos una semana, no es para tanto —me crucé de brazos.
—¿Olvidas el puesto que tengo en esta ciudad? —rodé los ojos —. No está de más ser precavidos —dijo a mi lado.
—Cómo quieras entonces —a esa hora de la noche no se podía ver mucho, así que decidí dormir y despertar cuando llegáramos a Coldingham Bay, tampoco es que el viaje fuera a durar mucho, una hora y media tal vez.
Desperté unos minutos antes de llegar a la casa. El auto entró por la puerta principal y avanzamos por el camino trazado en el suelo hasta detenerse en el estacionamiento, esperé que el chofer quitara los seguros de las puertas y bajé. El frío de la noche me caló los huesos y tuve que abrazarme mientras caminaba hacia la entrada, la puerta se abrió y detrás apareció una mujer, por lo que sabía era la encargada de cuidar la casa mientras los Graham no estaban, ella y su esposo vivían aquí así que no iba a estar completamente sola con Mark.
—Buenas noches señora Graham —sentí un golpe en medio del pecho cuando dijo esto. Fue cómo si me cayera encima un balde con agua fría —. Señor Graham —agachó la cabeza cuando Mark apareció detrás de mí. Me empujó sutilmente para que entrara a la casa y no me quedó más que dar un paso dentro mientras sostenía mi cintura con una mano.
—Buenas noches, Lorna —Mark saludó a la mujer —. ¿Cómo van las cosas aquí? —observó el lobby de hito en hito.
—Muy bien señor. La habitación está lista —abrí los ojos de par en par, levanté la mirada hacia Mark y este no se inmutó ante mi rostro de estupefacción.
—Gracias, Lorna. Ve a descansar —la mujer asintió y cerró la puerta cuando avanzamos hacia las escaleras.
Me condujo escaleras arriba, avanzamos por el gran pasillo que llevaba a las habitaciones. Nos detuvimos en la última puerta, observé en dirección a las escaleras con la esperanza de que un milagro me salvara de lo que estaba a punto de suceder en esa habitación.
—¿Estás bien? —me invitó a pasar y dudé un segundo, pero no me quedó más que entrar.
—Pensé que íbamos a dormir en habitaciones separadas —Mark se rio de mí, tal vez pensaba que era demasiado ingenua.
—¿Y por qué íbamos a dormir en habitaciones separadas? Ahora eres mi esposa y cómo tal debes cumplir con tus deberes —se quitó el moño y lo arrojó al sofá que ocupaba un espacio en la habitación, continuó con el saco, pero se detuvo cuando Carson apareció en el pasillo y sin decir nada pidió permiso para entrar, él traía mi maleta y Ramsay la de Mark.
—¿Necesita algo más? —le preguntó a su jefe.
—Por ahora no, pero estén al pendiente —ambos asintieron y salieron de la habitación cerrando la puerta —. Me voy a dar una ducha, mientras tanto prepárate.
—Mark...—di un paso cerca. Me miró de manera despectiva desde arriba. Tragué saliva y di un paso atrás.
—¿Qué quieres?
—Voy a la cocina, tengo sed. ¿Necesitas algo?
—Le pedí a Lorna que pusiera una botella de vino en la nevera, súbela y también dos copas —asentí —. No tardes.
—Sí, Mark.
Le di la espalda y salí de la habitación, corrí por el pasillo y menos mal que no me lastimé el tobillo con los tacones. Bajé las escaleras y busqué la cocina, no tardé en dar con ella. Ahí me encontré a Lorna, quien se preparaba para irse a dormir.
—Señorita, ¿necesita algo? —me detuve del otro lado de la mesa en medio de la cocina.
—Tengo sed, ¿tienes algo para beber?
—Agua...—la detuve rápidamente.
—No quiero agua, necesito algo más fuerte —entendió lo que dije y se apresuró a abrir una puerta escondida, era una pequeña caba que contenía botellas de vino, whisky y quien sabe que más. Saqué una botella de coñac y me serví en un vaso.
—Disculpe que me meta en lo que no me importa, ¿pero no cree que ya es un poco tarde para beber coñac?
—Nunca es tarde para beber un buen coñac, Lorna. Ve a dormir —no le quedó más que salir de la cocina y dejarme sola.
Tal vez estaba mal beber de esta manera, pero necesitaba coger valor de donde fuera para lo que iba a pasar en el momento que diera un paso dentro de esa habitación. Uno de mis deberes era cumplirle a Mark en la cama, ser su esposa en toda la extensión de la palabra y por más que me negara o lo evitara un día me tendría que entregar a él, así que no me quedaba otra opción, no podía alargar este momento, tampoco quería hacerlo enojar.
Me quedé en la cocina unos quince minutos en los que aproveché a beber lo más que pude, no le bajé mucho a la botella, pero cómo ya había bebido en la fiesta me sentía mareada y menos tensa. Saqué la botella de la nevera, vi que había fresas y las cogí también al igual que las copas que Lorna había dejado en la mesa. Jalé el cajón de la cubertería y cogí un filoso cuchillo, que guardé disimuladamente detrás de la botella. Salí y apagué la luz, subí las escaleras y tropecé, pero no me caí (menos mal), avancé por el pasillo y entré a la habitación, para ese momento Mark ya había salido de la ducha, aún tenía la toalla enrollada alrededor de las caderas y debo aceptar que se veía sexy, o tal vez era yo la borracha y por eso lo veía así, cuando en realidad era un tipo detestable.
—¿Estás bebiendo?
—Necesito valor para meterme a la cama contigo —cerré la puerta con el pie —. No es tan fácil cómo piensas.
—¿Y por eso tienes que beber?
—Sí, ¿hay algún problema con eso, Mark? —indagué molesta. Dejé las copas junto con la botella y las fresas sobre el mueble donde se encontraba la televisión.
—¿De cuándo acá bebes de esta manera? —se dio la vuelta y sacó ropa de la maleta, aproveché ese momento para esconder el cuchillo detrás del plato de las fresas.
—¿Te importa? —inquirí. No tardó en acercarse y tomarme por la cintura con ambas manos, apretándome a su duro pecho. Su brazo se enredó en mi cintura mientras que con la mano me cogía del cuello con fuerza.
—Me importa lo que hagas si eso me afecta a mí —su aliento acariciaba mi oreja —. Así que cuida bien lo que haces.
—Te conviene que todos me vean cómo la esposa perfecta —dije. Me atrajo con más fuerza a su cuerpo.
—Eres la esposa perfecta, Val.
—Por eso pagaste todas las deudas de mi padre, ¿verdad? Para tenerme a tu lado —chistó en mi oreja.
—No solo te quiero a mi lado, Val, también te quiero en mi cama —estuve tentada a coger el cuchillo y enterrárselo en el cuello, pero tenía que ser inteligente y no desaprovechar la oportunidad de matarlo con mis propias manos y así librarme de él para siempre —. ¿Crees que pagué las cuentas de tu detestable padre solo para que poses frente a las personas y finjas ser la esposa perfecta? —me obligó a dar la vuelta y me tomó del trasero con fuerza.
—Ah, ¿no? ¿No fue eso lo que hiciste? —alcé una ceja.
—Pague para que cumplas como mi esposa, para que te comportes y me des un hijo —lo aparté de un empujón y sonrió de manera malévola antes de cogerme por el cuello y estrellar mi cuerpo contra el mueble sin piedad alguna —. Así que debes comportarte cómo la esposa perfecta y no darme problemas —me miraba severo, con la furia destellando en sus orbes —. No quieres ver lo peor de mí, Valerie, te lo aseguro —ejerció mucha más fuerza alrededor de mi cuello.
—Me estás haciendo daño —en lugar de soltarme apretó mucho más —. ¡Me lastimas, imbécil! —me soltó y dio un paso atrás riendo cómo si fuera un demente.
Tal vez lo es. Tal vez sí es un demente.
—Quítate la ropa y empieza con tu trabajo, pequeña zorra —fruncí el ceño.
—Eres un demente, maldito bastardo —mis palabras no hicieron mella en él. Parecía que en lugar de ofenderlo le gustaba que lo insultara —. ¡Te odio! Poco hombre.
—¡Quítate la maldita ropa y cumple cómo mi esposa! —ordenó.
—No me puedes obligar a nada —hice el amago de dar la vuelta y salir corriendo de la habitación, pero Mark me alcanzó y agarró del brazo con tanta fuerza que, con un solo movimiento me arrojó sobre la cama con toda la intención de acostarse sobre mí —. ¡Espera! Espera —se detuvo antes de arrojarse sobre mí —. Haré lo que me pides, pero no así —mis ojos se llenaron de lágrimas —. Así no, por favor.
—Entonces no me hagas enojar —espetó. Se apartó enterrando los dedos en las hebras rubias de su cabello —. No me quieres ver enojado, Valerie, puedo ser un cabrón si me lo propongo —asentí con la cabeza. Estaba temblando de miedo, todo mi cuerpo era un manojo de nervios, quería salir corriendo de aquí antes de que pasara una tragedia.
—Está bien —murmuré —. Haré todo lo que me pides —con la mano ordenó que me pusiera de pie —. Dame tiempo para ponerme decente —una sonrisa ladina se dibujó en sus labios.
—Aprendes rápido, Valerie.
—¿Puedes salir un momento, por favor? —solo se puso los boxers, un pantalón de chándal y salió de la habitación.
Preparé todo para ese momento, guardé el cuchillo bajo la almohada y me cambié de ropa, aunque no quería hacerlo. En este momento temblaba de los pies a la cabeza, estaba siendo drástica, pero entre el alcohol en mi sistema y la desesperación me estaba volviendo loca, solo quería salir de este lugar y no regresar nunca.
Abrí la puerta y Mark se acercó, entró y me observó de arriba abajo, tenía esa mirada cargada de maldad pura y deseo. Temí por mi vida en ese momento, cuando se acercó y me tomó por las caderas con ambas manos.
—No vayas tan rápido —murmuré. Di un paso atrás y me aparté para servir un poco de vino en dos copas, bebí de golpe y me serví de nuevo. Solo borracha o drogada podría soportar que me pusiera una mano encima, porque estando sobria jamás iba a permitir que me hiciera suya. Prefería mil veces cortarme una pierna, así de desesperada estaba.
Me acerqué y me senté a su lado. Cogió la copa y me miró unos segundos antes de beber sin dejar de mirarme.
—No tiene veneno.
—No eres tan tonta cómo para intentar matarme —dijo. Sentí un escalofrío recorrerme los huesos —. ¿Verdad?
—No, no lo soy —murmuré —. Acuéstate —le dije. Me serví más vino, lo bebí de golpe y me acerqué a la cama, la tenue luz de la lámpara me permitía apreciar a Mark, cómo dije, no era feo, pero su actitud tan nefasta lo convertían en una mala persona y eso le ganaba a la poca humanidad que todavía quedaba en él.
Me senté a su lado, estaba nerviosa y mis movimientos eran torpes. No sabía cómo hacer esto, cómo empezar, por dónde empezar, era mi primera vez haciendo esto y las cosas no estaban saliendo nada bien. Mark me ponía nerviosa y sentía que si no hacía las cosas cómo él quería me podía ir muy mal.
—¿Estás nerviosa? —apreté los labios y asentí. Mark se incorporó y se sentó a mi lado con las piernas sobre la cama. Mi desnudes me daba vergüenza, no entendía cómo es que me encontraba en poca ropa frente a él y todavía no salía corriendo. Mark empezó besando mis hombros, con dos dedos apartó el tirante de mi sostén y sus labios se quedaron pegados a mi piel, con su otra mano empezó acariciando mis muslos, deslizaba los dedos en medio de estos frotando con suma delicadeza. Una especie de calor infernal crepitaba dentro de mi ser, una sensación extraña que percibía en mi piel y en medio de mis piernas, mi sexo empezó a arder y palpitar.
—Mark...—un jadeo involuntario abandonó mis labios en el momento que frotó sus dedos sobre la tela de mis bragas. No quería sentir nada, ser cómo una piedra y mostrarme indiferente ante sus caricias y besos, pero no era de piedra y mi cuerpo reaccionaba a cada uno de sus toques. Me odiaba por sentir esto, por el placer que brotaba en forma líquida de mi sexo, me sentía sucia por tener que recurrir a estos trucos baratos para obtener algo de Mark.
—Eres tan suave, Valerie —murmuró sobre mis labios —. No te puedes imaginar cuántas veces he soñado con tenerte en mi cama —chupó mi labio inferior y tiró con sus dientes.
Cedí ante sus palabras y lo besé con brío, con dolor y coraje. Esto no significaba que ya no lo odiara, porque no era así, lo detestaba tanto cómo el primer día y las cosas no iban a cambiar. En un movimiento me encontraba a horcajadas sobre su cuerpo, con mi sexo rozando peligrosamente su miembro. Sus manos apretaban mis caderas y las movía a su ritmo, Mark gemía bajito y cerraba los ojos disfrutando del momento, yo solo podía pensar en el cuchillo que yacía bajo la almohada.
»—No lo hagas, Val, piensa las cosas.
No hay nada qué pensar.
Mi conciencia hizo acto de aparición, pero ya era demasiado tarde para pensar las cosas.
Me quitó la ropa interior, dejándome completamente desnuda ante él, me miraba los senos y aprovechó que me tenía cerca para besarlos. La pasión no me nublaba el juicio, estaba consciente de que Mark era un imbécil, no era una buena persona y jamás me dejaría libre, me sometería a su lado hasta que dejara de servirle y cuando ya no le hiciera falta me iba a desechar cómo un mueble viejo e inservible.
Me deslicé hacia el frente, metí la mano bajo la almohada y cogí la empuñadura del cuchillo. Mark no paraba de besarme los senos, los chupaba y lamía con desespero. Yo me restregaba sin pudor sobre su miembro, la adrenalina me hacía sentir poderosa y que podía con todo en este mundo, y tal vez era una estupidez porque era el alcohol lo que provocaba que hiciera esta tontería. No estaba pensando con claridad, o tal vez nunca en mi vida estuve más cuerda, pero ahora no había vuelta atrás. El corazón me martilleaba dentro del pecho, contra mis costillas y su latido me retumbaba en cada centímetro del cuerpo. Las manos me sudaban, estaba nerviosa y aterrada, pero la esperanza de poder salir de este infierno me daba el valor que no tuve antes y del que carecí toda mi vida, porque de haber sido diferente jamás le hubiera permitido a mi padre casarme con alguien cómo Mark.
—Cierra los ojos, Mark —murmuré en su oreja. Me aparté unos centímetros para apreciar su rostro, mientras cerraba los ojos lentamente.
—¿Qué me vas a hacer, Valerie? —indagó.
—¿Qué quieres que te haga, Mark? —murmuré sobre sus labios con voz seductora. Saqué el cuchillo debajo de la almohada y lo cogí con ambas manos y tomé vuelo, pero antes de enterrar el cuchillo por completo Mark abrió los ojos y me detuvo con ambas manos.
—¿¡Qué crees que haces!? —sus ojos se abrieron grandes, con sorpresa.
—¡Voy a matarte, maldito imbécil! —yo empujaba hacia abajo para enterrar el cuchillo un poco más, pero Mark era mucho más fuerte que y detenía mis movimientos —. Solo muerto vas a dejarme en paz.
Me apartó, arrojándome al suelo, el movimiento fue brusco, lo que provocó que la punta de cuchillo rasgó la piel de su pecho, soltó un gemido de dolor y se abalanzó sobre mí, tomándome del cuello y estrellando mi frágil cuerpo contra la pared.
—¡Suéltame! —grité aterrada. Ejercía tanta presión en mi cuello que me dificulta respirar —. ¡Suéltame, bastardo de mierda! —le escupí en la cara.
—¿Estás demente? ¡Responde! Porque solo así puedo entender la estupidez que hiciste.
—¡Quiero que te mueras y me dejes en paz! ¡Te odio, Mark! Te odio con toda mi alma.
—Lamento decirte que seré una carga para ti y que no te vas a poder deshacer de mí —me quitó el cuchillo arrojándolo al suelo —. ¡Carson, Ramsay! ¡Qué venga alguien! —buscó en mi maleta y sacó una bata que me arrojó a los pies —. ¡Vístete y lárgate, no quiero verte! —me miró severamente. Si sus ojos fueran pistolas yo estaría muerta y enterrada —. ¡Lárgate! —cogí la bata y me la puse de prisa.
Mark abrió la puerta y Carson apareció en la habitación, sus ojos dieron rápidamente conmigo, su mirada era de sorpresa y horror. No sé qué vio en mi rostro, pero lo que sea que había en él lo aterró tanto o más de lo que yo me encontraba en ese momento.
—¡Llévala a otra habitación y no te despegues de ella! —le ordenó a Carson —. ¡No la dejes sola ni un segundo! —cuando Mark giró hacia mí pude ver la herida que le hice en el pecho, no era demasiado grande, pero sangraba mucho —. ¡Lárgate! —me gritó.
Pegué un respingo, Carson entró por mí y me agarró del brazo con cuidado, recorrimos el pasillo y nos detuvimos frente a una puerta al otro extremo, apartada de Mark, pero no lo suficientemente lejos de esa basura.
—¿Qué pasó ahí dentro? —preguntó Carson cerrando la puerta —. ¿Qué hiciste?
—Intenté matarlo —murmuré. Carson no tardó en acercarse y sentarse a mi lado.
—¿Hiciste qué?
—Lo quise matar. Yo...—observé mis manos, ni siquiera me había dado cuenta que me lastimé con el cuchillo, mi mano izquierda sangraba. Carson se dio cuenta y cogió mi mano con cuidado.
Carson
—Estás sangrando —me puse de pie rápidamente y fui al baño mientras Valerie se quedaba sentada en la cama, con la mirada perdida en la nada.
—No es nada —le escuché decir.
—¿Cómo que no es nada? —busqué en el mueble del baño, solo encontré unas gasas, agua oxigenada, alcohol y unas vendas que no dudé en coger y llevar a la habitación —. Explícame que pasó —me senté a su lado y empecé a curar la herida en la palma de su mano.
—No lo pensé...Bueno, sí lo pensé y no salió cómo yo esperaba —sus luceros se encontraron con los míos. Estaban cristalinos, pero ni la tristeza podía opacar la ferocidad que refulgía en ellos. Su mirada era tierna y sincera, no había ni un ápice de maldad en estos.
—¿Te das cuenta de lo que va a pasar ahora? —asintió.
—Mark lo dejó más que claro —musitó con miedo.
—¿Por qué lo hiciste? —indagué.
—Bebí un poco y me armé de valor, no sé —se encogió de hombros —. Pensé que podría matarlo y librarme de él.
—¿Y después qué? —pregunté curioso —. ¿Qué creías que iba a pasar después de matarlo?
—La verdad es que no lo pensé, solo lo hice por impulso y por idiota —dejó salir un largo suspiro cargado de melancolía.
—No te voy a juzgar por lo que hiciste, pero no fue muy inteligente de tu parte intentar matar a tu esposo en su luna de miel —empecé a limpiar la herida.
—No pienso vivir en una mentira, Carson, lo detesto, no me imagino una vida a su lado. Darle hijos y ser la esposa perfecta porque compró una mujer para que duerma a su lado —su voz se rompió.
—Pudiste ir a prisión —dejé las gasas con sangre en el suelo —. ¿Pensaste en eso? —negó con la cabeza.
—Hasta la prisión sería mucho mejor que esto —derramó una lágrima que rodó por su mejilla.
—No sabes lo que dices —nos miramos a los ojos —. Una mujer cómo tú no podría sobrevivir en prisión.
—¿Qué quieres decir con eso? —frunció el ceño —. ¿Me estás diciendo débil? —preguntó molesta.
—No creo que seas débil, lo que quiero decir es que eres demasiado sensible para vivir con personas así —terminé de limpiar la herida y le puse una gasa en la mano, enrollé una venda y la acomodé para que no le apretara o quedara demasiado floja —. Lo que hiciste no estuvo bien.
—¡Mark es un idiota! —bramó.
—Lo es, pero no debes mancharte las manos con alguien cómo él —me miró severamente.
—Si tú estuvieras en mi lugar...—cogí sus manos con cuidado para no lastimarla.
—No te prometo que esto va a terminar pronto, pero va a terminar y un día podrás ser libre —me sonrió con delicadeza —. No mereces vivir de este modo, con alguien cómo Mark.
—Estás hablando mal de tu jefe frente a su esposa —apreté los labios con una sonrisa.
—Sé que no vas a decir nada —estreché su mano izquierda —. Debes tener mucho cuidado con lo que haces o dices frente a él. No lo conoces, Valerie.
—Creo que empiezo a conocerlo —murmuró —. Es un monstruo.
—Hasta los monstruos tienen sentimientos, Mark no —se asustó con mis palabras y lo que menos quería era eso —. Te voy a cuidar y proteger lo más que pueda —asintió —. Tienes que pensar en Jean y no solo en ti.
—Tenía miedo, pensé que me iba a golpear. Estuvo a nada de hacerlo —escuché pasos en el pasillo, me separé de Valerie y me puse de pie alejándome de ella. Dos golpes en la puerta y la abrí encontrándome a Ramsay detrás.
—El jefe quiere verte.
—Voy —di un paso hacia la puerta.
—Carson —me llamó Valerie.
—Sí.
—Me puedes traer ropa, ¿por favor?
—Claro que sí, señora —salí de la habitación y cerré la puerta. Caminaba al lado de Ramsay —. ¿Cómo está el jefe?
—Está muy enojado, rabioso diría yo —le miré unos segundos —. Quiere matarla.
—Pero no lo hará.
—Por ahora —dijo Ramsay. Entramos a la habitación de Mark y se encontraba bebiendo vino directamente de la botella. La habitación era un desastre, las sábanas y cobertores en el suelo, la ropa de Valerie regada en la cama y Graham sentado en la orilla de la cama. Se había puesto una camisa cubriendo su torso y la herida que dejó Valerie en su piel.
—¿Me mandó llamar? —llevé las manos detrás de la espalda.
—Quiero que no la dejes salir de esa habitación —masculló con la mandíbula apretada —. Si es necesario vas a vigilar esa puerta toda la noche con tal de que esa pequeña zorra no ponga un pie fuera —apreté las manos en puños al escuchar cómo se refería a Valerie —. Es una maldita imbécil y va a pagar lo que hizo. Se va a arrepentir toda la vida.
—Sí señor.
—Llévale su maldita ropa —asentí y recogí la ropa que yacía regada en el suelo, la metí dentro de la maleta junto con el maquillaje y zapatos. Salí de la habitación y llegué donde Valerie, antes de entrar toqué la puerta y esperé que abriera.
—¿Qué pasó? ¿Está muerto? —esa pregunta me hizo reír.
—No está muerto —exhaló. Dejé la maleta sobre la cama.
—¿Qué dijo? —se sentó al lado de la maleta.
—Ordenó que te quedes aquí y no salgas para nada —rodó los ojos —. Quiere que te vigile toda la noche. Lo mejor es que no lo veas hasta mañana.
—Está bien, tampoco es que tenga muchas opciones, estoy lejos de casa y no tengo cómo regresar —sin esperarlo cogió mi mano —. Gracias, Carson.
—De nada, Valerie —soltó mi mano y con ello abandoné la habitación.
Minutos después Ramsay salió de la habitación de Graham, dijo que no pensaba hacer nada en contra de Valerie y no es porque no quisiera hacerlo, era porque le convenía tenerla a su lado, porque de no ser así la hubiera matado en ese momento, pero no lo hizo. Menos mal que no lo hizo. Me quedé afuera de la habitación, vigilando que Valerie no saliera para nada, tal y cómo Graham lo ordenó.
Era tarde cuando el móvil empezó a vibrar dentro del bolsillo de la sudadera. Lo saqué y miré la pantalla, el lada del número indicaba que la llamada se estaba haciendo desde México y supe de inmediato que era Angus, nadie llamaba a estas horas de la madrugada. Me alejé de la puerta y busqué un lugar seguro donde nadie me escuchara hablar con él.
—¿Qué haces? —preguntó.
—¿Qué haces tú en México? —pregunté también.
—Ya sabes, solo cumplo con mi trabajo. ¿Y tú?
—También cumplo con mi trabajo —respondí.
—Supongo que a esta hora tu querida Valerie debe estar casada con tu peor enemigo —bufé.
—No te imaginas todo lo que ha pasado.
—Ilumíname, hombre. Necesito saber el chisme completo.
—Valerie intentó matar a Mark.
—Qué ovarios tiene tu mujer —negué.
—No es mi mujer —dije serio.
—No, pero quisieras que lo sea y no mientas.
—No estamos hablando de eso, Angus.
—Bueno, ¿qué más pasó?
—Lo hirió en el pecho. Estuvo a nada de matarlo, si no fuera porque es más fuerte que ella estoy seguro que lo hubiera hecho. En este momento todos sabrían de la muerte de Mark Graham.
—Maldita sea, esa basura tiene más vidas que un gato —me reí —. ¿No crees que esta es una señal para que le digas a tu princesa la verdad?
—¿La verdad? —me rasqué la mejilla —. ¿De cuál de todas las verdades hablas?
—Tu verdadero nombre, la historia detrás de ese odio hacia Mark, cuál es tu verdadero trabajo. Esa verdad.
—Ah, esa verdad.
—Sí, imbécil esa verdad.
—No sé, tengo que pensar las cosas.
—¿Qué vas a pensar? Valerie odia a Mark, tanto que estuvo a nada de matarlo, te aseguro que estaría encantada de mandarlo a prisión con tal de deshacerse de esa basura.
—Tengo que hablar con el jefe —bufó.
—Contigo solo existen los pretextos, Evan. Creo que tú fuiste el creador de los pretextos, idiota.
—No es tan fácil cómo piensas. Cuando se entere de todo va a estar en peligro solo por saber la verdad.
—Ya sabemos que tu única prioridad son Valerie y Mabel. Por cierto, ¿dónde dejaste a Mabel? —preguntó, curioso.
—Con la vecina.
—Desconsiderado, no tienes corazón.
—No seas dramático, Angus.
—Piensa bien las cosas, Evan. Valerie puede ser de gran ayuda y solo así vas a terminar de una vez con la basura de Graham.
—Tengo que pensar bien las cosas —respondí.
—Te dejo descansar, están pasando una novela y no me la quiero perder.
—¿Entiendes español?
—Claro, no soy tan idiota, Evan.
—Solo digo.
—Pues no digas nada. Mejor vete a dormir.
Colgamos al mismo tiempo y guardé el móvil dentro de la sudadera. Regresé a la habitación y con mucho cuidado abrí la puerta, Valerie dormía plácidamente, parecía que no rompía ni un plato, pero era mucho más fuerte de lo que llegué a pensar. Intentó matar a Mark y tal vez ella era la pieza clave para destruirlo de una vez por todas.
🦋🦋
¿Qué tal el capítulo?
Espero les haya gustado.
Ya estamos viendo el verdadero rostro de Mark y lo vamos a odiar. ¿Qué creen que pase ahora?
Yo me enamoro más de Carson, es tan lindo y protector con Valerie. ¿Creen que tarde mucho en decirle la verdad?
¿Qué creen que haga ella cuándo sepa todo?
Síganme en mis redes sociales.
Twitter:
elena_santos92
Instagram:
elena_santos.92
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro