Capítulo 4. 🦋
Valerie
El día que supe lo que quería hacer con mi vida empecé a soñar que viajaba por todo el mundo, llevando a las personas mi arte. Que cada uno de ellos se quedaba con algo de mí, de lo que yo dejé en esa película o, aunque fuera un corto, que a alguien le iba a gustar lo que yo hacía. Me imaginé dirigiendo, detrás de una cámara, creando magia, pero cada uno de esos sueños se fueron a la basura el día que mi aborrecible padre me comprometió con el igualmente detestable Mark Graham. Cuando me empezó a usar para su beneficio y nunca le importó lo que yo sentía o quería en esta vida. Porque mi sueño era uno totalmente diferente a esta cruda y horrible realidad que estaba viviendo ahora mismo. No quería estudiar abogacía, ni casarme tan joven, ni siquiera estaba en mis planes hacerlo, mucho menos pretendía que las cosas sucedieran de esta manera y encontrarme en esta situación, en la cual, estaba obligada a casarme con un hombre al que aborrecía con toda mi alma. Estaba a punto de casarme con Mark y lo sentía como si fuera una pesadilla de la que quería despertar en cualquier momento.
Me encontraba de pie, esperando que Rhona pusiera en su lugar el velo del vestido. Me veía hermosa, pero no me reconocía, llevaba capas de maquillaje encima, una tiara y ese vestido, que si bien era hermoso y parecía una princesa no era yo la mujer que estaba observando en ese espejo. Jean, Beth, Rhona (mi cuñada) y la horrible madre de Mark hablaban y se reían detrás de mí, ellas se encontraban felices por el gran día, Beth no tanto, se encontraba igual o peor que yo. Jean me miraba con pena y Rhona estaba feliz por su hermano, que al fin alguien había logrado conquistar el frío y duro corazón de su hermano mayor, y su madre, bueno, ella tenía cara de culo cómo siempre y me miraba cómo si no fuera suficiente para su hijo y que él merecía a alguien mejor que yo. No lo decía por sentirme superior, pero no creo que hubiera alguien en todo el mundo que pudiera soportar al detestable de Mark.
Me pasé los dedos sobre los labios, cerré los ojos y recordé el momento en el que Carson me besó, lo hizo de una manera lenta y tan suave que más que un beso lo sentí cómo una suave caricia al alma. Me hizo el amor sin quitarme la ropa y me trató cómo una mujer, no cómo un objeto que vale su peso en oro. Su beso me hizo sentir que estaba deseando esto, que no lo hizo porque se lo pedí, lo hizo porque realmente me quería besar. ¿Cuánto tiempo estaría esperando por este momento? Ni siquiera sabía que quería besarlo hasta ese momento que nuestros labios se juntaron, cuando nuestras lenguas se conocieron y pedían más.
—¿Val? —La dulce voz de Beth me trajo de regreso. Me miraba a través del espejo y me sonrió al verla.
—¿Sí?
—¿Estás bien? —asentí.
—Estoy bien —solté una larga exhalación y recobré la postura, intenté relajarme para no verme tan tensa y nerviosa. Porque lo estaba, pero no porque estuviera emocionada por casarme, todo lo contrario, quería huir de ese lugar y no regresar nunca —. No pasa nada —me miré una vez más al espejo. Rhona se acercó y dejó un beso en mi mejilla.
—Te ves hermosa, Val, eres una princesa —su madre opinaba todo lo contrario porque rodó los ojos con hastío y apartó a su hija.
—Se nos está haciendo tarde, es hora de irnos —Rhona se apartó de mala gana. A ella tampoco le agradaba su madre y no es porque lo dijera yo, su relación nunca fue buena, la mujer prefería mil veces a su hijo mayor que a su hija y eso era más que evidente, mientras que su padre la amaba con todo su corazón, o eso parecía. Esperaba que a ella tampoco la obligaran a casarse con alguien a quien no quería, que no tuviera que pasar lo mismo que yo estaba pasando.
—Falta media hora, señora —Beth se acercó para acomodar la tiara en mi cabeza —. Ustedes se pueden adelantar a la iglesia, Jean y yo nos vamos con Val —la miró mal.
—Cómo quieran —la mujer se llevó a Rhona del brazo —. Pero no tarden en llegar.
—Mejor asegúrese que su hijo esté puntal —sugirió. La madre de Mark salió refunfuñando mientras Rhona le decía que se tranquilice y deje de enojarse tanto. Las tres nos reímos cuando se alejaron por el pasillo.
—Me cae tan mal —Jean habló.
—Y a mí, es tan detestable —Beth puso las manos en mis hombros desnudo —. Te ves hermosa, Val. Rhona tenía razón cuando dijo que eres una princesa, la más hermosa de todas —mi corazón se apachurró con sus bellas palabras —. Se le van a caer los calzones a Mark cuando te vea entrar a la iglesia.
—¡Beth! —Chilló Jean, poniéndose de pie —. Guarra.
—¿Qué? —no dije nada malo —. Ese bastardo tiene que agradecer que mi amiga se va a casar con él, con lo horrible persona que es debería agradecerte de rodillas. Maldito infeliz —espetó.
—No hablemos más del tema —me miré de arriba abajo y debo aceptar que no me veía nada mal. Aunque el maquillaje estaba cargado el vestido lucía precioso, no era completamente blanco, pero pesaba horrible, tenía miles de capas de tela encima, encaje y pedrería cara, llevaba puesto un vestido que costaba miles de libras. Debía aceptar que la madre de Mark tenía buen gusto y el vestido que llevaba encima era la prueba de ello. Me lucía hermoso y sí me veía cómo una princesa —. Es hora de irnos —tragué saliva —. Debo terminar con esta farsa.
Jean se acercó para abrazarme, me hacía sentir tan bien su abrazo, saber que estaba a mi lado y que siempre podría contar con ella, al igual que con Beth. Mi hermana y mi mejor amiga eran todo lo que yo tenía en esta vida y solo por ellas iba a continuar con esta maldita farsa.
—Vamos —Beth terminó de arreglarme y me entregó el ramo con rosas naturales. Salimos de la casa de mi padre y me hice a la idea de que sería la última vez que estuviera aquí siendo soltera, cuando regresara sería una mujer infelizmente casada con su enemigo. Llegamos a la Catedral de Edimburgo, mi padre quería que todos hablaran de la boda de su hija con Mark Graham así que decidió que la misa debía llevarse a cabo aquí y no en cualquier capilla de la ciudad.
—Es hora, Val —dijo Jean a mi lado. Ella Beth y me acompañaron a la iglesia, mi padre prefirió llegar antes y no tener que verme la cara y traerme a la iglesia. Tampoco es que quisiera tenerlo a mi lado hablando estupideces y recordándome que me tenía que portar bien con Mark y que no debía estar con mi cara de enojada. ¿Cómo quería que estuviera? Era mi maldita boda, con el maldito al que más odiaba en este mundo, tenía derecho a estar molesta e irritada.
—Es hora —el chofer bajó del auto y abrió la puerta para que saliéramos. Me ayudó a bajar ya que se me dificultó por el vestido y el velo. Cuando bajé esperé afuera hasta que mi padre se dignó en llegar y acompañarme hasta la puerta principal de la catedral.
—Te ves bonita —dijo serio. Me enganché a su brazo.
—Gracias, viniendo de ti eso es un halago —murmuré. Iba a decir algo, sin embargo, no lo dijo y le agradecí en silencio. De por sí las cosas estaban mal no quería que terminara de arruinar todo con sus pésimos comentarios.
Subimos los escalones y nos detuvimos bajo el umbral de la puerta. Quedé maravillada con lo hermoso que lucía todo ahí dentro, la madre de Graham se encargó de todo, especialmente de adornar la catedral. Había jazmines blancos, dalias blancas y rosas, hortensias blancas y rosas, lilas y gardenias, mis favoritas. Al menos esto sí lo hizo considerando mis gustos, lo que yo le pedí que quería para la boda.
—Es hermoso —musité mirando cada esquina de la catedral. De por sí el recinto era precioso y con todas esas flores en el pasillo, dentro de los floreros y en la entrada, hacían que todo se viera mágico.
—Ella no es tan mala, ¿o sí? —se refería a la madre de Mark —. Siempre te quejas de ella, de lo que hace y dice. Nada te parece.
—Es una bruja —observaba el sitio de hito en hito y en una esquina se encontraba Carson, llevaba puesto su traje y ese aparato en la oreja. Las manos frente a él en todo momento y esa cara de serio que le sentaba perfectamente. Me sonrió sutilmente e hice lo mismo sin que mi padre se diera cuenta de las miradas cómplices que compartimos por un par de segundos. Teníamos un secreto en común y no le íbamos a decir a nadie lo que había pasado tan solo horas atrás.
Las personas que se encontraban presentes empezaron a murmurar, no sabía si estaban hablando bien o mal de mí. Mark esperaba en el altar, vestido con un traje negro, moño del mismo color y camisa blanca de vestir. Sonrió al verme, tal vez fue una sonrisa sincera, pero en este momento poco me importaba si le generaba un poquito de emoción verme llegar al altar vestida de novia. O tal vez era feliz porque casarse conmigo le aseguraba dejar de estar metido en chismes y que ahora todos pensaran que era un buen hombre, cuando realmente no era así. Se escuchó la marcha nupcial y junto a mi padre avanzamos por el pasillo cubierto por flores y más flores.
Beth y Jean no tardaron en entrar y ocupar su lugar al frente, cómo tenía que ser. Cuando pasé a un lado de la primera banca me sorprendí al ver a Andrew de pie, aplaudiendo cómo si realmente le importara lo que estaba a nada de acontecer, y tal vez sí le importaba ya que con ello el infeliz iba a tener dinero a manos llenas. Se me hacía extraño que estuviera aquí, lo imaginaba en Italia o en Las Vegas gastando el poco dinero que aún quedaba en las cuentas que mi padre le abrió cuando cumplió la mayoría de edad. Tenía el descaro de venir a esta farsa y fingir estar feliz por mí.
—¿Qué hace Andrew aquí? —le pregunté a mi padre, quien le echó una mirada a Andrew y una sonrisa que me hubiera gustado fuera para mí. Hasta se me hacía extraño que me estuviera entregando a Mark, cuando era evidente que me odiaba.
—Es tu boda, Valerie, tiene que estar presente.
—Dile que no quiero que beba de más y haga una estupidez cómo acostumbra.
—Voy a hablar con él.
Obviamente no lo iba a hacer, no le diría nada y sería yo quien cómo siempre terminara por ponerlo en su lugar y exigirle que hiciera o no algo, porque en esta familia el hijo mayor actuaba como el más inmaduro y estúpido de los tres, yo siendo la de en medio siempre fui la más centrada y madura, Andrew solo daba dolores de cabeza.
—Te ves hermosa, Valerie —creo que fue sincero y si no era así entonces sabía mentir muy bien porque le creí cada palabra —. Eres la más bonita de todas —cogió mis manos depositando un beso en cada dorso. Las soltó al momento y tragué saliva.
—Gracias —mi padre le hizo un asentimiento con la cabeza y se alejó sentándose al lado de Andrew, Jean a su lado me sonrió. Mi pequeña hermana se veía tan bonita con su vestido parecido al de Beth, las dos acordaron ir combinadas y se veían hermosas.
Esperamos de pie al padre que no tardó en aparecer detrás del altar y a su lado el acólito que le ayudaba en todo momento. Nos recibió felicitándonos por nuestra "hermosa" boda, dijo que estaba orgulloso de Mark y lo lejos que había llegado, que ahora ya no era aquel adolescente rebelde y se había convertido en un gran hombre, responsable y enamorado. No sé si el padre se hacía el inocente o de verdad lo era y no se daba cuenta de las verdaderas intenciones de Mark, tampoco me sorprendería saber que estaba de acuerdo con esta farsa y sabía todo lo que en realidad estaba pasando. Prosiguió con la liturgia de la palabra, donde se hicieron algunas lecturas, Beth y Rhona subieron a hablar, entre cada lectura tocaban música para bodas religiosas, Mark me preguntaba si estaba bien y le mentía diciendo que sí, que me encontraba bien cuando era mentira, me sentía presionada y aterrada por lo que iba a pasar cuando todo esto terminara y viajara con Mark a esa casa en la playa donde pasaríamos algunos días de luna de miel.
El sacerdote continuó con el evangelio y la homilía, explicó su significado. Para este momento yo me estaba durmiendo, me empezaba a doler la cabeza porque claro, no me había repuesto la borrachera que me puse el día anterior, me arrepentía por beber tanto, pero de no ser por ello jamás hubiera tenido el valor de besar a Carson y de eso no me iba a arrepentir nunca.
Cuando terminó del evangelio nos hizo una seña para ponernos de pie y así continuar con este suplicio que quería terminara de una vez y dejar esta farsa de lado. Íbamos a decir nuestros votos, estaba a nada de condenar mi vida a un hombre al que odiaba con todo mi ser y al que nunca podría amar porque no era mi tipo de hombre y porque no se merecía que le quisiera ni un poco.
—Yo, Mark, te recibo a ti, Valerie, cómo esposa, y me entrego a ti. Prometo serte fiel, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y así amarte y respetarte todos los días de mi vida —dijo con una sonrisa fingida.
—Yo, Valerie, te recibo a ti, Mark, cómo esposo, y me entrego a ti. Prometo serte fiel, en lo próspero y lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida —apretaba sus manos con fuerza y le miraba a los ojos con vehemencia —. Juro que pagarás por esto y que cada día de tu vida te vas a arrepentir por comprar una esposa —musité para que nadie nos pudiera escuchar —. Haré que tu vida sea un infierno, así como lo ha sido la mía. Juro odiarte con toda mi existencia y ser una carga para ti. No tendrás un momento de paz mientras me encuentre a tu lado —le sonreí falsa. Mark mantenía esa postura y sonrisa impasible —. Seré una pesadilla para ti, amor mío —apreté mis labios a los suyos sin esperar que el sacerdote lo pidiera. Antes de separarme mordí su labio con tanta fuerza hasta hacerlo sangrar llevándome un poco de su sangre entre mis dientes. Mark se quejó, pero no dijo nada y al separarme limpié la sangre con mi dedo pulgar, lo que se le hizo extraño.
—Iba a decir que podías besar a la novia, pero ella se adelantó —aquellas palabras hicieron reír a los presentes, mientras Mark apretaba mi mano con fuerza —. Prosigamos.
Necesito que esta tortura termine ya.
Tomamos asiento para terminar con esto. Se hizo la entrega de los anillos, Beth se encargó de ello y después las arras, esta vez Rhona quien las entregó. Hicimos los respectivos cambios, un fuerte aplauso que resonó en cada esquina de la catedral y así, por fin terminó la misa que se me hizo eterna. Caminamos por el pasillo y nos detuvimos bajo el umbral de la puerta, nos arrojaron pétalos de rosas, recibimos abrazos y felicitaciones de los invitados, estos no eran ni la mitad de los que mi querida suegra había invitado. Sabemos que no todos asisten a la misa, pero sí a la recepción, donde llegan más personas de las que invitaste.
Yo quería terminar con toda esta farsa, pero la madre de Mark me lo complicaba todo cuando decidió que era buena idea hacer una sesión de fotos improvisada en la catedral para que su querido hijo y yo tuviéramos miles de fotos del día de nuestra boda. Cómo si eso me importara.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó Mark en el momento que el chofer cerró la puerta del auto.
—¿A qué te refieres?
—No te hagas la...—apretó los puños —. Los votos, ¿qué fue todo eso?
—Pues eso, solo fueron mis votos matrimoniales —a pesar de la situación me encontraba tranquila, aunque su cercanía era abrumadora y salvaje. Me miraba con ferocidad, con odio, el mismo sentimiento que tenía hacia su persona.
—Entonces juras ante Dios que mi vida será un infierno.
—Es malo jurar en nombre de Dios, pero sí —bufó pasándose las manos por el cabello, despeinándolo un poco. Se deslizó al otro extremo y le ordenó al chofer conducir.
Solté una larga exhalación al verme sana y salva, a pesar de lo que hice, de lo que me atreví a hacer el día de mi boda. Estaba aterrada, no voy a mentir, pero dar ese gran paso me hizo sentir mejor, porque le demostré a Mark que no era la niña tonta y estúpida que él creía seguía siendo. No iba a permitir que terminara de arruinar mi vida junto a mi padre.
No tardamos en llegar al jardín donde se llevaría a cabo la recepción. Por supuesto la propiedad le pertenecía a los Graham y todo estaba adornado a los caprichos de la matriarca de la familia, cómo siempre. Aunque debía aceptar que la mujer tenía buen gusto, todo estaba adornado perfectamente, el jardín contaba con grandes y frondosos árboles, rosas y cientos de cardos que le daban el toque perfecto al lugar. No fuimos los primeros en llegar, cuando entramos ya había muchos invitados dentro (la mayoría de ellos), Jean, mi padre y Andrew esperaban al lado de la mesa junto a Beth y sus padres. Solo por educación saludé a muchas personas, todos ellos eran conocidos o amigos de Mark y mi padre, la única amiga que yo tenía era Beth, no tuve oportunidad de hacer amigos en la universidad porque tuve que dejar de estudiar para casarme y tampoco sabía si continuaría con mis estudios, aunque a Mark le convenía que su esposa terminara la carrera.
—Todo es hermoso —Beth se acercó cuando fui a la mesa de dulces —. Tu suegra tiene buen gusto.
—Lo que tiene de buen gusto lo carece en amabilidad —respondí. Ambas mirábamos al frente, hacia la entrada donde los invitados iban llegando conforme transcurrían los minutos. Vi a Carson vigilar el lugar, atento a cada persona, acechando cómo lo hace un águila en la distancia. No podía mentir y decir que no se veía guapo porque sería mentir, él siempre se veía bien con esos trajes negros y esa postura recta —. Tengo que decirte algo —murmuré. Beth me miró atenta —. Pero no aquí, no en este momento —una pareja se acercó para felicitarme. Me preguntaron por Mark y lo señalé, se encontraba al otro extremo con un "amigo" de mi padre, era un político también.
—¿De qué se trata? —preguntó.
—Hice algo...
—¿Te refieres a ese beso que le diste a Mark en la catedral? Porque todos lo vimos y creo que no fue de tu agrado —puse una mano en su brazo.
—Aparte de eso —abrió los ojos —. Pero no te puedo decir aquí, alguien nos puede escuchar y decirle a Mark —asintió. Dimos media vuelta y mis ojos se iluminaron cuando vi la cantidad de macarrones franceses que adornaban la mesa. Había de todos los tamaños y colores. Se me hizo agua la boca, no dudé en coger uno y llevármelo a la boca, devorándolo lentamente, disfrutando de su exquisito sabor. Los macarrones franceses eran los favoritos de mi madre y los míos también, eso fue lo único que heredé de ella ya que físicamente era idéntica a mi padre, mientras que Andrew y Jean eran parecidos a mamá, más que nada el primogénito de mi padre, creo que por eso era su favorito.
—¿Y a dónde se van a ir de luna de miel? —tragué lo que estaba comiendo y le respondí a Beth.
—Sus padres tienen una casa en Coldingham Bay, cerca de la playa. Frente a la playa —corregí —. Mark no puede salir de la ciudad, por el trabajo.
—Entiendo —murmuró.
—Además, no quiero irme lejos con él.
—También entiendo eso.
Giramos en redondo para apreciar a los invitados que iban llegando a la recepción, tenía que ir a saludarlos y darles la bienvenida, pero no quería ser hipócrita y sonreír cuando por dentro estaba siendo apuñalada una y otra vez. Era mi deber comportarme cómo la esposa perfecta y que siempre sonreía para ayudar a la reputación de Mark, que estaba manchada por chismes y su mala fama ante los medios.
—Por cierto —habló Beth a mi lado.
—¿Sí? —se notaba nerviosa. Un chico pasó frente a nosotras y cogí dos copas de champagne.
—Tu hermano se ve bien —le entregué la copa y la aceptó con gusto.
—Te prohíbo que pongas tus bonitos ojos en la escoria de mi hermano —se encogió de hombros de manera inocente —. Eres hermosa e inteligente cómo para estar con alguien cómo él, es un parásito. Es un borracho, apuesta, trata a las mujeres como si fueran basura y estoy segura que está metido en asuntos ilícitos —abrió los ojos de par en par.
—¿Por qué dices eso? —miré a ambos lados, asegurándome de que no había nadie cerca que nos pudiera escuchar.
—Es raro que de un día para el otro mi padre perdiera toda la fortuna de la familia —tragué saliva —. Un día escuché que hablaba por teléfono, nunca supe con quién hablaba, pero era un hombre y le dijo que le diera más tiempo para pagar lo que Andrew le debía. Estoy segura que pagó dinero de apuestas perdidas o drogas —las cejas de Beth se hundieron —. No te merece, eres mucha mujer para una basura cómo él —me sonrió —. No te hagas esperanzas con Andrew, nunca va a cambiar y tú no debes ser la niñera de ese imbécil.
—Lo voy a tomar cómo un buen consejo que me estás dando.
—Nunca te diría una mentira para obtener algo a cambio —puso su mano encima de la mía —. Eres mi mejor amiga y solo quiero lo mejor para ti —nos dimos un abrazo fugaz. En ese momento Mark apareció frente a nosotras, le sonrió a Beth y ella por cortesía le devolvió la sonrisa.
—Me voy a robar a mi esposa —Beth le dijo que sí con la cabeza. Dejé el macarrón sobre la mesa, pero la copa con champagne la apreté fuerte entre mis dedos.
—¿Qué pasa? —me cogió del brazo llevándome con él.
—¿Cómo qué qué pasa? Eres mi esposa y tienes que estar a mi lado para recibir a los invitados —rodé los ojos.
—Pensé que esta farsa iba a terminar pronto —caminaba a su lado, dirigiéndonos hacia la entrada para recibir a todos los invitados de Mark, porque la mayoría de ellos los invitaron la familia Graham.
—Esto está lejos de terminar, querida esposa —fingí una gran sonrisa cuando nos detuvimos en la entrada y saludamos a una pareja un poco mayor.
—Me complace continuar con esta farsa, querido esposo —me enganché a su brazo.
—Aún no olvido lo que hiciste en la iglesia —levanté la mano saludando a una señora que no sabía quién era.
—¿Qué se supone que hice esta vez? —le miré a los ojos. Se pasó la lengua sobre la mordida que dejé en su labio, era notable y estaba fresca —. Lo tendrás que compensar.
—Sigue soñando, querido, sigue soñando —palmeé su brazo mientras bebía un poco de champagne.
Carson
Valerie se veía hermosa, parecía una princesa sacada de un cuento de hadas. El vestido que usaba le quedaba perfectamente bien, el peinado, el maquillaje, aunque era un poco cargado para ella y la hacía ver unos años mayor lo sabía lucir y se aprovechaba de ello. Mark era un completo imbécil por aprovecharse así de ella cuando era una magnífica mujer, encantadora e inteligente.
Ver cómo se casaba con ese imbécil se sintió cómo una puñalada en el estómago, y aunque yo no era nadie para sentir lo que estaba sintiendo en ese momento me pudría saber que esa noche se irían de luna de miel y que podía pasar lo que fuera en esa casa. Mark no era un hombre que recibía un no por respuesta, tampoco le importaba nadie más que no fuera él, precisamente por eso se casó con Valerie, él y su padre la obligaron a ello: casarse con un hombre que detestaba.
—Hutch —me llamó Ramsay. Nos encontrábamos dentro del jardín cuidando los alrededores. De vez en cuando salíamos para revisar que no estuviera pasando nada afuera y que todo estuviera en calma. Había algunos adolescentes en la recepción y a la familia Graham le preocupaba que algo malo pudiera pasar. No les gustaba estar metidos en chismes o llamar la atención.
—¿Qué pasa? —le pregunté. Quedamos uno al lado del otro
—El jefe te necesita. Me dijo que me quede en tu lugar —asentí y me dirigí a Graham. Se veía desesperado e irritado, pero ya no era raro en él que siempre estuviera molesto y con cara de culo.
—Me dijo Ramsay que me necesita —con un dedo señaló disimuladamente a su esposa.
—Está bebiendo de más y no quiero que haga una estupidez —bebió un poco de vino y me miró severamente —. Sácala disimuladamente y no sé qué vas a hacer para que se le baje el alcohol.
Pues si no es magia.
—Sí señor —di un paso, pero Graham me detuvo agarrándome del brazo. Tuve que contener un bufido para no golpearlo en ese momento.
—Prepara todo para salir después de medianoche —ordenó —. Vas a ir con nosotros. No me desagradaba la idea, pero tampoco era tan masoquista cómo para ver y tener que soportar a Graham siendo un hijo de puta con su esposa y saber que esta noche ella se iba a entregar a él, o podía ser diferente y tal vez no sucedía nada.
No seas tan ingenuo, Carson.
—Claro, señor —esta vez no me detuvo y me dejó proseguir con mi camino.
Tenía que ser discreto y no llamar la atención de los invitados de Graham. Valerie se encontraba con Jean, la pequeña princesa que no estaba nada contenta con lo que sucedía a su alrededor, parecía más aburrida que feliz por ver a su hermana casarse con el imbécil de Graham.
—Señorita Balfour, ¿podemos hablar? —Valerie me miró con una ceja alzada.
—¿Para qué o qué? —frunció el ceño.
—Se trata de su esposo —rodó los ojos y bufó.
—No tardo, Jean —para su buena suerte Beth se acercó y se quedó con Jean —. ¿Qué quiere mi esposo? —la llevé por la orilla pasando desapercibido ante los demás. Salimos de la zona donde se estaba llevando a cabo la recepción y la llevé al baño para que se refrescara. Cerré la puerta, asegurándome que no había nadie cerca y pudiera malinterpretar las cosas.
—Necesita que deje de beber —cuando se vio sola en el baño conmigo dio un paso atrás.
—¿A Mark que le importa si bebo o no?
—No es por él es por usted. No debería beber así —relajó sus facciones y los hombros. Estos eran tersos y delgados —. No está acostumbrada y le puede hacer daño.
—¿Te importa lo que pase conmigo? —asentí sutilmente.
—Y mucho —dibujó una diminuta sonrisa en sus labios.
—Carson —di un paso cerca de ella. Se le había desecho el peinado y algunos mechones de cabello le caían en los costados, aparté estos con dos dedos dejándolos detrás de sus orejas —. Lo que pasó anoche...
—No sé de qué habla —cogí una toalla, la mojé con agua fría y se la entregué para que se refrescara sin que se mojara el rostro y arruinar su maquillaje.
—Lo que no pasó anoche.
—Ajá —llevé las manos detrás de la espalda.
—Lo recuerdo bien.
—Yo también.
—Sigue siendo nuestro secreto, ¿verdad? —dudé en responder ya que alguien más lo sabía, pero estaba seguro de que Angus no iba a decir nada de lo que le platicaba, porque nosotros también teníamos secretos.
—Sigue siendo nuestro secreto, señorita Balfour —me sonrió —. Procure no beber tanto, por favor.
—Está bien, Carson, pero no te enojes —puso la toalla detrás de su cuello, cerró los ojos y los abrió a los pocos segundos —. ¿Sabes a qué hora se va a terminar esta farsa? Me refiero a todo esto, ya sabemos que mi matrimonio va a durar hasta que la muerte nos separe —no había ni una pizca de diversión en su voz, ni un deje en sus luceros que me dijera que estaba mintiendo, había solo verdad en aquel cielo estrellado que tenía en la mirada.
—El señor Graham dijo que después de medianoche —su reacción me sorprendió, pensé que iba a estar molesta o decepcionada, pero solo sonrió y dejó la toalla sobre el lavabo mirándose por última vez al espejo antes de salir del baño. Me fijé que nadie anduviera por ahí, por lo cual la llevé a los baños dentro de la propiedad, no los que estaban afuera donde todos entraban.
Valerie regresó con Graham, fingiendo ser la esposa perfecta, la que siempre sonreía y estaba feliz por casarse, cuando era todo lo contrario. Su mirada decía que estaba muriendo por dentro y que lo mejor sería eso: morir antes de pasar un minuto más a su lado.
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