Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 33. 🦋

¡Volvimos! Por favor dejen muchos comentarios para Val y Carson y háganme saber cuánto los extrañaron este tiempo. Recuerden que entre más apoyo me motivan a escribir más seguido. También recuerden que son los últimos capítulos ;) 

Valerie

Las miré a las tres, pero solo Evina se dio cuenta de que algo no estaba bien conmigo. De repente un dolor se instaló en mi pecho. Tuve que tomar asiento para no caer de rodillas en el suelo.

—¿Estás bien? —Evina se acercó a donde me encontraba sentada. Puso su mano en mi hombro.

—Estoy bien —le mentí. Miré a Arya, ella perfecta y con esa dulce sonrisa en los labios —. ¿La van a adoptar? —asintió.

—No puedo tener hijos, Valerie. Ya hemos intentado todos los tratamientos, pero no hay ninguna posibilidad de que me embarace. Eso no quiere decir que no podamos ser padres. Ese no será un impedimento para tener un hijo —explicó —. Ya había hablado con mi esposo de la posibilidad de adoptar a una niña o niño y cuando vi a Caris me enamoré de ella.

Yo también me enamoré de ella.

—Les aseguro que Caris va a estar en buenas manos.

—Cómo sabe tenemos que hacer una investigación y recabar pruebas de que Caris va a estar en una bonita familia que le dé todo lo que ella se merece —Arya asintió —. No podemos dejar que ninguno de nuestros niños llegue con malas personas —explicó Grizela.

—Y lo entiendo, yo haría lo mismo si estuviera en su lugar. Les aseguro que no van a encontrar nada malo en nuestra familia. Solo queremos darle a Caris la vida que se merece —sentía una bola en medio de la garganta. Retenía las lágrimas en las esquinas de los ojos para no soltarme a llorar frente a ellas.

—Y lo haremos señora Mitchell, se lo aseguro —comentó Evina.

—Eso no será impedimento para que pueda ver a Caris, ¿verdad? —intercaló la mirada entre Evina, Grizela y yo. No me podía mover, ni siquiera sabía qué decir o hacer.

—¿Val? —me llamó Arya. Levanté la mirada hacia su rostro y me miraba confundida, como si no entendiera mi comportamiento —. ¿Todo bien?

—Sí, estoy bien —le sonreí, aunque por dentro me sentía mal, triste —. Caris se merece tener una bonita familia. Todos los niños de aquí se lo merecen —Arya asintió.

—Y es una labor muy bonita la que haces —de repente su celular empezó a timbrar. Lo sacó de su bolso y miró la pantalla.

—Me van a disculpar, tengo que irme —se levantó de la silla y detrás de ella lo hicimos Grizela, Evina y yo.

—Tiene que decirle a su esposo que para que puedan empezar con el proceso de adopción tienen que venir los dos. Hay que hacerles preguntas a los ambos —Arya asintió.

—Entiendo —se colgó el bolso al hombro —. Le voy a decir —sonrió.

—Entonces los estaremos esperando —dijo Evina. Grizela acompañó a Arya a la puerta tras despedirse de mí.

—Tal vez soy demasiado egoísta —le dije a Evina cuando nos quedamos solas.

—¿Por qué lo dices?

—Quiero mucho a Caris y tenía la esperanza de adoptarla...

Después de destruir a Mark.

—Quería ser su madre para siempre —una triste sonrisa se dibujó en mis labios.

—¿No has hablado con tu esposo de esto? —negué —. Me imagino que él quiere tener hijos propios —le dije que sí —. Entiendo.

—Caris se merece algo mejor que eso —Evina entendió a la primera lo que trataba de decirle. No era tonta —. No podría llevarla a ese infierno.

—Lo comprendo —me sonrió —. ¿Crees que Arya será una buena madre para Caris?

—No lo dudo ni un poquito, ella es una buena mujer, tampoco es que la conozca demasiado. Su esposo tiene negocios y son una de las familias más ricas. Te aseguro que nada le va a faltar a Caris estando con ellos —asintió.

—Pero no solo se trata de eso, también de estabilidad emocional y saber que ella va a estar bien con ellos, que la van a querer, respetar y educar con valores —asentí. Eso era lo que conmigo no iba a tener, no de parte de Mark.

—¡Hola! —Beth apareció y me sentí más tranquila de poder verla.

Me levanté de la silla y la saludé con un beso en la mejilla. Aproveché para darle un abrazo que tanta falta me hacía.

—¿Qué pasa, Val? —me conocía tan bien que sabía cuando no estaba bien.

—Después te digo, ¿sí? —asintió. Nos separamos y me observó por unos segundos, pero no dijo nada.

—De acuerdo. ¿Cómo están los niños? —le preguntó a Evina, porque Grizela todavía no regresaba.

—Ellos están felices con todo lo que les han dado y con lo que van a hacer con este lugar —Beth sonrió —. Nosotras estamos felices también. Nunca podremos pagarles por todo lo que han hecho por nuestros niños —musitó.

En ese momento el teléfono del orfanato empezó a sonar, Evina se acercó al escritorio y respondió. Tras contestar la llamada nos hizo una seña pidiendo que le diéramos un minuto. Beth y yo salimos de la oficina en dirección al patio con los demás niños.

—¿Ya me vas a decir que te sucede? —preguntó Beth.

—A ti no te puedo mentir —le dije.

—Sabes que no. Somos mejores amigas desde niñas y te conozco demasiado.

—Es Caris —decir su nombre llamó su atención.

—¿Ella está bien?

—Sí, pero Arya estuvo aquí. Quiere adoptar a Caris —me detuve y Beth a mi lado.

—¿Qué? —parpadeó —. ¿Estás segura? —asentí.

—Cuando llegué estaba hablando con Evina y Grizela —nos quedamos en medio del pasillo para hablar —. Ella me lo dijo, Beth, en mi cara. Quiere adoptar a Caris, no puede tener hijos —el semblante de Beth cambió en pocos segundos.

—Sabes que tú podrías pedir su adopción y te la van a dar. Mark es el maldito primer ministro... —la detuve, poniendo una mano en su hombro.

—No puedo hacerle eso a mi niña —la voz se me cortó —. Nunca podría llevarla a esa casa con ese demonio ahí. Ni siquiera quiero llevar a Jean. No les puedo hacer eso —Beth se tomó unos segundos antes de hablar.

—Entiendo, pero...—negué.

—No, Beth. Caris merece tener una familia donde haya amor y claramente la "familia" que estoy formando con Mark no lo es. Además —solté su brazo y exhalé —. Mark quiere tener hijos propios —di un paso hacia atrás para apoyar la espalda contra la pared —. Quiere que le dé hijos lo más pronto posible.

—¿Lo vas a hacer? —preguntó, ceñuda —. No lo amas.

—No, no le voy a dar hijos a ese bastardo —mascullé.

—Pero, Val...

—Ya está dicho, Beth. No pienso darle a mis hijos un padre cómo Mark. Es un animal, un bruto, un ...—violador y golpeador. Pensé. Pero no lo dije en voz alta. Si Beth tan siquiera sospechaba lo que Mark hacía no iba a dudar ni un segundo en denunciarlo y sacarme de esa casa y yo tenía que estar ahí porque me convenía no porque quisiera estar con una bazofia cómo él.

—No me gusta verte así. Nunca debiste casarte con Mark, está claro que no lo amas —seguimos avanzando por el pasillo hasta que nos detuvimos en la puerta que daba al patio. Ahí se encontraban la mayoría de los niños con Grizela, que los estaba vigilando —. Ahora no sé cómo podrías liberarte de él. A menos que...—se quedó pensando, sin decir nada.

—¿A menos que qué? —indagué, mirándola.

—A menos que hablemos con un buen abogado, va a ser complicado porque es el maldito primer ministro, pero no será imposible —puso una mano en mi brazo —. Si no quieres estar con él nadie te puede obligar —apretó mi brazo.

—No sé, si Mark se llega a enterar de que pienso dejarlo no sé de lo que sea capaz —miré a Jean que jugaba con una de las niñas —. No quiero que le haga daño a Jean, ella es lo único que me importa —Jean levantó la mirada hacia mí y me sonrió.

Mi hermana era todo lo que yo tenía en este mundo porque después de lo que me dijo Carson con respecto a mi padre y el testamento de mamá, el poco amor que sentía por él se terminó. Tal vez no le importaba, pero había dejado de sentir respeto por mi padre y mi hermano. Ahora podían irse al infierno junto con Mark.

—No estoy segura de muchas cosas —miré a Beth —. Pero de lo que estoy más que segura es de que no quiero pasar el resto de vida al lado de Mark. No lo soporto y lo odio cada día que pasa —Beth asintió.

—No lo amas, Val y es entendible. Tu padre te comprometió con él a muy corta edad, ni siquiera te dejó conocer más personas, no te permitió vivir —me mordí el interior de la mejilla —. Te robó la libertad —asentí —. Y eso no es justo.

—No, no lo fue, pero eso no quiere decir que tengo que condenar mi vida a ese miserable ser humano.

—No lo tienes que hacer. Mereces ser feliz.

—Lo merezco —miré en dirección a Carson, jugaba con Caris y ella se veía tan feliz a su lado. Estaba segura de que Carson sería un buen padre cuando se casara y tuviera hijos. No lo dudaba ni un poquito.

—Vas a decir que estoy loca, pero Carson y tú...—la detuve antes de que continuara hablando —. ¡Oye! —gritó bajito.

—No digas eso ni en broma —negué con la cabeza.

—¿Por qué no? —frunció el ceño —. Él es guapo y tú eres hermosa. Es tu guardaespaldas, no hay nada más prohibido que una relación con el hombre que tiene que cuidarte —subía y bajaba las cejas.

—No lo digas, Beth, si Mark lo escucha nos va a matar.

—¿Entonces sí está pasando algo? —ni siquiera me permitió decir nada por qué mi mirada me delató ante mi amiga —. ¡Oh por Dios! —Jean y Carson nos miraron.

—¡Shhh! —la callé.

—Lo sabía, lo sabía. Eres demasiado irresistible cómo para que Carson no quisiera ponerte las manos encima —me reí —. Y él es tan candente. Míralo —lo miré de reojo —. ¿No ves tu vida con él? —me encogí de hombros.

—Carson es muy lindo y me trata bien, tan bien que a veces creo que no lo merezco, pero no sé qué va a pasar con mi vida. No sé qué va a ser de mí en el futuro.

—¿Qué quieres hacer? ¿Vas a seguir estudiando abogacía? —negué.

—Por ahora está más que claro que no, Mark no quiere y aunque regrese a estudiar sabes que eso no es lo que me gusta —exhalé. Apoyé la espalda contra la pared —. Yo quería ser directora de cine —miré a Beth.

—Aún puedes serlo. El día que te divorcies de Mark puedes hacer todo lo que no te dejaron ser. Podrás ser libre —Beth apoyó su cabeza en mi hombro —. Yo creo en ti y en que puedes realizar tus sueños.

—Eres mi mejor amiga.

—Y nunca voy a dejar de serlo —aseguró.

—Ni yo la tuya —se apartó y me sonrió.

—Lo sé, soy genial.

Jean llegó frente a mí y sin esperarlo me abrazó con fuerza.

—¿Qué sucede, Jean? —pregunté.

—¿Todo bien? —indagó Beth.

—No es nada —se apartó sin dejar de mirarme —. Es solo que me di cuenta de lo afortunada que he sido todos estos años —se limpió debajo de la nariz —. Me he quejado por tener a mamá a nuestro lado, pero ellos no tienen a nadie más que a sus hermanos —sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Jean...—la abracé.

—Ay, Valerie me siento muy mal por ellos —empezó a llorar y yo quería llorar con ella.

—Por eso los estamos ayudando —le dijo Beth —. Para que cada uno de ellos encuentre una familia que los quiera cómo se lo merecen —apretó los labios.

—Yo también quiero ayudar —apretó los labios.

—Claro que sí, pequeña, tú también puedes ayudar —se apartó y me soltó. Saqué un pañuelo de mi bolso y le limpié las mejillas.

Nos quedamos un rato más en el orfanato viendo lo que se iba a hacer con el dinero que se recaudó aquella noche en la cena. Lo primero era remodelar las habitaciones y los baños, poner calefacción, comprar colchones y camas nuevas. Arya había donado ropa y cobertores, además de lo que ya se había comprado. Había suficiente comida para unos meses, pero no nos podíamos confiar porque estos lugares siempre necesitan apoyo todo el tiempo.

Al cabo de unas horas cada una se fue a su casa, Beth a la de sus padres y yo con Jean a la de mi despreciable esposo. Pasamos a comprar algunas cosas para la casa ahora que ella iba a estar conmigo y no podía estar más feliz de tener a mi hermana estos días que ni mi padre ni Mark iban a estar en la ciudad. Para mí era una bendición que se hubieran ido en este momento, que me dejaran en paz y sola.

—¿Y dónde voy a dormir yo? —preguntó Jean al entrar a la casa. Carson venía detrás con las bolsas de las compras.

—Puedes dormir en la habitación de al lado —sugerí. Me miró y me asintió.

—De acuerdo —entramos a la cocina y Elsie nos recibió con una sonrisa en los labios.

—Buenas noches mis niñas —saludó a Jean y después a mí —. ¿Cómo les fue? —Carson dejó las bolsas sobre la mesa de la isla.

—Muy bien, Elsie, ¿y a ti? —le pregunté.

—Muy bien señora —sonrió.

—Señora Graham —llamó Carson y lo miré.

—Dime.

—¿Puedo salir un par de horas? Tengo que avisarle a mi vecina que me voy a quedar aquí y pedirle que cuide a Mabel —llevó las manos frente a él y enlazó los dedos.

—Claro que sí, Carson puedes ir y tomarte el tiempo que necesites —sonrió y asintió con la cabeza.

—Gracias, señora —giró y salió de la cocina.

—¿Quién es Mabel? ¿Es su hija? —preguntó Jean, ya que Carson no estaba por ahí.

—Es su mascota —le dije.

—Oh, entiendo —se acercó a las bolsas y empezó a rebuscar dentro y sacar la comida y lo más importante el helado.

—Elsie —la llamé y me miró —. Jean se va a quedar estos días que el señor no va a estar. ¿La habitación al lado de la mía está limpia?

—Sí señora, solo debo ponerle cobertores a la cama.

—Está bien, pero lo haces después. Ahora vamos a cenar.

Saqué los platos y la cubertería. Aproveché para servirme un poco de vino que tanta falta me hacía. Jean me miró un poco extrañada cuando me serví dos copas más, creo que le preocupaba que su hermana mayor se estuviera convirtiendo en una alcohólica, pero eso era lo único que me ayudaba a olvidar la vida que llevaba al lado de Mark.

Al terminar de cenar le ayudé a Elsie a lavar los platos mientras Jean subía su ropa a la habitación que iba a ocupar estos días.

—Le dije que no era necesario que me ayudara, yo lo podía hacer sola —dijo Elsie a mi lado. Y estábamos terminando de lavar los platos que usamos para la cena.

—Lo puedo hacer, Elsie, no soy ninguna tonta que no sepa lavar platos —me miró y sonrió.

—Nunca dije eso.

—Si el señor se entera de que cenamos aquí en la cocina y que además me ayudó con los platos se va a enojar con las dos.

—Pues no le digamos y no se va a enterar —Elsie negó.

Sequé el último plato y me senté en uno de los bancos de la isla, me serví un poco más de vino y Elsie se preparó una taza con té.

—Su hermana es muy bonita, tan linda cómo usted.

—Ella es un sol.

—Y tú también lo eres, Valerie. ¿No has pensado en traerla a vivir aquí? —negué de inmediato.

—Ni loca lo haría. Jean no merece esta vida, no con Mark aquí.

—Sí, entiendo —bebió de su taza.

—Jean ya tiene suficiente con vivir con mi padre cómo para traerla a este infierno...

—¡Val! —entró corriendo a la cocina —. ¡Esta casa es muy bonita! Debes estar muy cómoda aquí —miré a Elsie, pero ella no dijo nada.

—Sí, lo estoy —Elsie terminó su té y se levantó del banco.

—Voy a ponerle los cobertores a la cama —dejó la taza dentro del fregadero y salió de la cocina. Jean se sentó a mi lado.

—Val —la miré —. ¿Estás bien? Me preocupa que bebas de esta manera —apartó la botella con vino y la puso a un lado.

—Estoy bien, Jean, una copa de vino no le hace daño a nadie —frunció los labios.

—Pero no te has tomado solo una.

—Vamos a tu habitación, anda —bajamos de los bancos y salimos de la cocina.

—¿Algún día vas a tener hijos con Mark? —preguntó de repente.

—No sé, ¿por qué lo preguntas? —Subimos la escalera.

—Me gustaría tener un sobrino o una sobrina —lo dijo con ilusión —. Sería bonito que tuviera hijos.

Sí, pero no con el nefasto de Mark.

No quise decir lo que pensaba porque tal vez Jean no lo entendería, o tal vez sí y eso me daba miedo, que entendiera que mi relación con Mark era horrible y no un cuento de hadas cómo siempre soñé y quise.

—Tal vez algún día —le dije en cuanto llegamos a la habitación. Elsie terminaba de poner los cobertores y la cama estaba lista para que Jean se fuera a dormir.

—Listo —se llevó las manos a las caderas y sonrió feliz por el resultado.

—Gracias, Elsie ya puedes ir a dormir.

—¿Segura, no va a necesitar nada más?

—Estoy segura. Elsie, ve a descansar —insistí.

—Entonces hasta mañana —se acercó a la puerta.

—Hasta mañana, Elsie —le dijimos al mismo tiempo. Cerró la puerta dejándonos solas.

Jean se cambió de ropa en el baño y se lavó el rostro, cuando salió ya venía con el pijama puesta. Jean se metió bajo los cobertores después de un rato, me senté a su lado.

—No hagas esto —dijo.

—¿Hacer qué? —pregunté.

—Asegurarte de que ya estoy bajo los cobertores. Ya no soy una niña chiquita, Val —cogí su delicada mano.

—Para mí siempre serás una niña a la que hay que cuidar de los monstruos —sonrió —. Nunca te voy a dejar, Jean. Siempre vas a contar conmigo —pasé mi mano por su cabello.

—Ve a descansar, hoy fue un día muy pesado para ti. Ahora entiendo lo que haces y por qué lo haces —le sonreí —. Cuando sea grande quiero ser cómo tú —apretó mi mano —. Mamá estaría muy orgullosa de ti, hermana —no pude evitar abrazarla con todas mis fuerzas, sin hacerle daño.

Jean no se imaginaba lo bien que me hacía tenerla en la casa y poder abrazarla. Su sola presencia era un bálsamo para mi rota y triste alma.

—Te quiero mucho, Jean.

—Y yo a ti, Val —nos separamos.

—Descansa y sueña bonito.

—Buenas noches para ti también, Val —me levanté y salí de la habitación cerrando la puerta detrás de mí.

Bajé de nuevo para apagar las luces de la cocina y de la sala. Me serví una copa de vino y la bebí como si fuera agua. Antes de salir de la cocina me serví otra copa con vino y apagué las luces dejando solo la luz de afuera encendida. Subí la escalera y entré a la habitación, al cerrar la puerta me llevé la sorpresa de que Carson se encontraba dentro. Lo miré y mi corazón se detuvo un segundo. Le puse seguro a la puerta y avancé hacia él

—¿Ya te dije que me vuelves loca? —me arrojé a sus brazos de inmediato. Me atrapó y tomó impulso para que mis piernas abrazaran su cintura.

—No, pero me gusta que lo admitas —sonrió. No dijo nada más porque en un segundo mi lengua se encontraba dentro de su boca —. Princesa.

—Quiero que me hagas el amor, Carson, lo necesito —le rogué para después besarlo con la misma intensidad.

—¿No lo dices por qué bebiste un poco de vino? —me aparté y negué con la cabeza.

—Te aseguro que no —sonrió y me dejó en el suelo con sumo cuidado.

—Ven —me quitó la copa con vino y la dejó sobre el mueble al lado de la cama. Nos sentamos en la orilla del colchón —. No necesitas eso —se refería al vino —. Tú eres más fuerte.

—No lo soy —quise llorar, pero no me lo permití.

—Oye —se levantó para ponerse de rodillas frente a mí —. Lo eres. Tienes que creértelo. Has pasado por mucho y mira donde estás.

—Estoy casada con el mismo diablo —Carson negó.

—Estás a nada de ser libre para siempre —me mordí el interior de la mejilla —. Eres una mujer muy fuerte, valiosa e inteligente.

—Ahora tengo más ganas de que me hagas tuya —negó con la cabeza.

—No tienes remedio.

—Tú tienes la culpa —golpeé su hombro y le sonreí —. Vamos. No me hagas suplicar.

—Tú nunca vas a tener que suplicar para que te haga mía, princesa. Yo siempre haré lo que me pidas.

—¿Estás seguro de que siempre harás lo que te pida? —dije un claro tono de seducción.

—Sí —deslicé los dedos hacia su cuello y tomé su fina y suave corbata. La cogí con fuerza y lo atraje hacia mí.

—Entonces hazme el amor, por favor —solté su corbata.

No tardó en quitarme los tacones y dejarlos a un lado de la cama. Deslizó las manos por mis tobillos y las detuvo en mis pantorrillas. Sus labios fueron a dar al costado de mis rodillas y sentí un ligero cosquilleo que palpitó en mi vientre.

Besó mis piernas y mis muslos. Se irguió y me ayudó con el vestido que para ese momento se había convertido en un estorbo para ambos. Bajó de nuevo y continuó besando mis muslos.

—Cada vez que estés en la cama con él quiero que recuerdes lo que tu guardaespaldas te hace sentir —dejó un beso y otro más. Aquel cosquilleo se hacía más y más grande —. Cómo gimes por mí y para mí, princesa.

—Carson...—mi voz tembló en el momento que su boca se acercaba a mi palpitante y deseoso sexo necesitado de él.

—¿Sí, princesa?

—Hazme feliz esta noche —le pedí.

—Esta y todas las noches que me lo pidas —cerré los ojos aventurándome en aquella montaña rusa de emociones y sentimientos que Carson provocaba en mí.

Cuando llegó a la zona de mi sexo enredó la tela de mis bragas en sus dedos y la deslizó lentamente a través de mis muslos, tomándose el tiempo para desnudarme. La prenda cayó al suelo y fue en ese momento que tomó posesión de mi sexo con su lengua. Me lamía y succionaba, chupaba un poco y deslizaba dos dedos dentro de mí haciéndome gemir.

—Oh Dios —jadeé, arqueando la espalda cuando se detuvo a succionar mi clítoris.

—¿Qué hemos dicho de esto, princesa? —se apartó. Lo miré y también me estaba mirando —. Me molesta que menciones a otro hombre en la cama —sonreí y dejé la cabeza en el colchón.

—Lo siento —llevé mis manos a su cabello —. Perdón.

—Te voy a perdonar cuando escuche mi nombre en medio de un gemido —amenazó.

Continuó con lo que estaba haciendo antes de que lo interrumpiera. Sus besos en mi sexo me llevaban al éxtasis. Gemía bajito para que nadie me escuchara, arqueaba la espalda y pedía que terminara con esta tortura que me estaba quemando por dentro.

—Carson...—la voz se me cortó en el momento que el orgasmo explotó dentro de mí y sacudió mi cuerpo.

En ningún momento su lengua abandonó mi sexo, al contrario, solo se detuvo hasta que exhalé y fui soltando su cabello poco a poco. Se incorporó y subió a la cama. Abrí mis piernas para él y se acomodó en medio de ellas.

—Quiero que pruebes tu sabor, princesa —se deslizó y me besó con esa pasión e ímpetu, tan deseoso y necesitado cómo yo me encontraba. Su pecho se pegó a mis tetas aún protegidas por mi sujetador —. Me gusta tu sabor —murmuró sobre mis labios.

—¿Me harás el amor? —asintió —. ¿Ahora?

Se movió para que esta vez yo quedara a horcajadas arriba de él, con las piernas a sus costados.

—Sí tú me lo pides lo haré. No te puedo negar nada, princesa —le quité los botones de la camisa y deslicé mis manos sobre su torso y subí a sus hombros.

—Me encantas y no quiero arruinar esto.

—¿Por qué lo vas a arruinar? —preguntó.

—¿Y si no te puedo complacer cómo te gusta? —llevó sus manos a mis caderas y las movió de adelante hacia atrás.

—Sí sabes —me movía arriba de su erección —. Yo sé que sí sabes —en pocos segundos se encontraba erecto y duro debajo de mí.

No me arrepentía por estar haciendo esto en la misma cama que compartía con Mark. Al contrario, me daba una gran satisfacción saber que mientras él estaba haciendo otras cosas con diferentes mujeres yo me estaba follando a su guardaespaldas, al hombre que él mismo me puso para que me protegiera.

Mark no lo sabía, pero él puso en mi camino a Carson y eso es lo único que le agradezco al malnacido de mi esposo. 


🦋🦋

¡Holis! Regresamos con esta hermosa pareja.

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Les gustó?

¿Ya extrañabana a Val y Carson? 

Recuerden que son los últimos capítulos y nos depedimos de ellos.

Espero que hayan dejado muchos comentarios y su me gusta ;)

Mis redes sociales donde dejo adelantos y más:

Instagram:

elena_santos.92


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro