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Capítulo 32. 🦋

Valerie

—Te voy a pedir que te comportes —dijo Mark mientras metía ropa en una maleta. Ese día salía de la casa por "asuntos de trabajo", así que por una semana sería libre de él y sus estúpidas reglas. Por fin iba a tener un poco de libertad, sería feliz, aunque fuera una semana.

—¿Qué me comporte? —indagué con un poco de molestia. No era una niña a la que debía decirle lo que tenía que hacer y cómo comportarse.

—Sí, compórtate. Carson te va a estar vigilando, me va a decir todo lo que haces y a donde vas. Con quién te ves —me miró. Tenía esa mirada severa que algunas veces me daba miedo.

Debo confesar que muchas veces temía que descubriera lo que sucedía entre Carson y yo. Tenía miedo de que le hiciera daño y esta vez si cumpliera su cometido y le quitara la vida. Sin embargo, otras veces deseaba que supiera la verdad para que se diera cuenta de que lo aborrecía y que me acostaba con su guardaespaldas, que Carson me complacía mejor que él en todos los sentidos. Deseaba darle una patada en su maldito ego. A pesar de tener estos pensamientos me controlaba porque estaba consciente de que perder el control no me llevaría a nada bueno y en su lugar pondría a Carson en peligro. Era lo que menos quería en ese momento.

—Crees que soy cómo tú y que ando por ahí haciendo cosas malas —puse los ojos en blanco. Mark terminó de meter su ropa en la maleta y la cerró.

—Solo será una semana, mi amor. No te vas a librar de mí por mucho tiempo —bajó la maleta, la cargó y se detuvo en la puerta donde me encontraba. Dejó la maleta en el suelo y me tomó de la nuca con demasiada fuerza, como si estuviera reafirmando el poder que tenía sobre mí o que él creía que tenía. Una cosa es que se lo hiciera creer y otra es que le permitiera manejarme a su antojo.

—Ojalá que fuera más tiempo —mascullé. Se inclinó hacia delante y me besó a la fuerza. Me tomó desprevenida y para cuando quise reaccionar y apartarlo tenía su lengua dentro de mi boca.

Lo empujé, sin embargo, no se movió ni un ápice. Todo lo contrario a eso me besó con más posesión.

—Pórtate bien, cariño. Yo sé lo que te digo —se apartó y me limpié los labios con asco. Quería vomitar y golpearlo en la cara.

Ojalá que el avión donde vayas se estrelle y no tenga que verte nunca más.

Lo deseé con todo mi corazón. Ya no soportaba verlo y dormir a su lado. Era horrible. Me aparté y salí de la habitación para alejarme de él.

Bajé de las escaleras y me quedé en el lobby junto a Elsie. Era tan buena conmigo que me preparaba macarrones franceses y pizza cada vez que se lo pedía. No es que no supiera cocinar, pero Elsie tenía mejor sazón que yo.

Mark no tardó en bajar con la maleta en la mano. Antes de que bajara el último peldaño Carson apareció en la puerta y se colocó a un lado. Se me hizo extraño que estuviera ahí, siempre me esperaba afuera cuando Mark estaba en la casa.

—Hutcherson —dijo Mark. Carson le asintió con la cabeza.

—Señor —respondió.

—Te voy a pedir que los días que yo no esté presente te quedes a dormir en la casa —me miró —. Cuida a mi esposa y esta casa.

—Señor, yo...

—Sé que esto no es lo que haces, pero te voy a compensar muy bien por esto.

—No es eso, señor. Pero lo haré, es mi trabajo y no le voy a fallar —Mark asintió y me miró de esa manera que me decía todo lo que sentía por mí sin tener que usar una sola palabra.

—Te pido lo mismo a ti, Elsie —Elsie le dijo que sí moviendo la cabeza.

—No se preocupe, señor, voy a cuidar muy bien a la señora —le sonrió.

—Eso espero, Elsie —dijo adiós y salió de la casa. Los tres salimos para ver cómo Mark se iba. En el momento que salió de la casa sentí como si me quitaran un gran peso de encima. Como si todo este tiempo hubiera tenido una roca en la espalda que no me dejaba vivir en paz.

—Señora —me llamó Carson.

—Sí.

—¿Vamos a salir?

—Sí, quiero ir a mi casa, a ver si puedo convencer a mi padre de que deje a Jean quedarse conmigo estos días —asintió.

—La espero —regresó al auto y yo entré con Elsie, pero antes de subir me detuvo poniendo una mano en mi brazo.

—Ahora que el señor no va a estar va a tener un poco de paz.

Hasta ella entendía lo mal que me hacía tener a Mark cerca. Que no lo soportaba y que deseaba estar lejos de él. Elsie me entendía mejor que nadie porque solo ella veía lo mal que Mark me trataba y que no todo era miel sobre hojuelas cómo aparentábamos ante los demás.

—Una semana sin él es cómo la gloria —me sonrió —. Pero no se lo digas.

—Nunca la delataría —le agradecí con un beso en la mejilla.

—Voy por mi bolso. Ya quiero ver a mi hermana.

—¿Y qué preparo de cenar? —preguntó en cuánto me alejé.

—Lo que tú quieras. Solo que no prepares mucha comida —asintió. Subí las escaleras y entré a la habitación. Cogí mi bolso y un abrigo.

Cuando bajé y salí de la casa, Carson esperaba con la puerta trasera abierta. Al verme salir se acercó y cogió mi mano para ayudarme a entrar.

—Gracias —le dije.

—No es nada —procedió a cerrar la puerta. Subió y se puso el cinturón.

—Ojalá que Mark se quedara toda la vida allá a donde va —le dije a Carson en cuánto salimos de la casa —. No quiero verlo más.

—Esto va a terminar pronto. No quiero adelantarme, pero mi padre me dijo que tienen una grabación de Graham y tu padre hablando de sus negocios sucios —lo miré a través del espejo retrovisor.

—¿En serio? —asintió.

—Hace unos días se reunieron en la casa de tu padre. Hablaron de muchas cosas y una de ellas fue de sus negocios sucios.

—¿Tú escuchaste la grabación? —le pregunté.

—No, no la escuché y no creo que tú debas escucharla. Hablan de cosas malas —asentí.

—Yo los he escuchado hablar de mí y mi padre le ha dicho a Mark que si me golpea que no lo haga en el rostro para que los demás no se den cuenta. Hablan de mí como si fuera un objeto que pueden desechar cuando ya no les sirve —musité.

—Pero no lo eres —dijo.

—Lo sé y no debería importarme, pero me duele que mi padre se exprese así de mí. Soy su hija mayor y me trata como si fuera su enemiga —espeté —. No importa, de todos modos en unos meses empezaré una nueva vida y voy a intentar olvidar todo el dolor que me ha provocado mi padre y Mark también —Carson sonrió. Lo miré a través del espejo retrovisor.

—Qué bueno que hables así y que tengas presente que eres una mujer muy valiosa. Porque lo eres.

—Tú te encargas de repetírmelo siempre —le dije.

—Porque es la verdad —giró a mano derecha.

No tardamos en llegar a la casa de mi padre. En el momento que entramos a la propiedad, bajé del auto sin esperar que Carson me abriera la puerta. Mi padre estaba a punto de irse de vacaciones y si no hablaba con él no me iba a permitir llevarme a Jean a la casa de Mark. No quería que estuviera sola estos días cuando podíamos pasarlos juntos.

—¿Te vas? —cogió la maleta y sostenía su abrigo en el brazo.

—¿Qué haces tú aquí? —se supone que yo no sabía que se iba, llegué por casualidad para ver a mi pequeña hermana.

—Vengo a ver a Jean —frunció el ceño —. ¿Vas a salir? —le entregó la maleta a su chofer.

—Voy a salir por negocios.

—¿Crees que me pueda llevar a Jean a la casa de Mark? Él también va a salir y no quiero que se quede sola —en ese momento Jean bajó las escaleras.

—¡Valerie! —gritó mi nombre y corrió hacia mí —. Hermana.

—¿Cómo estás? —nos abrazamos. Miró a mi padre y este la miró de manera severa. Obviamente, no quería que me dijera cómo la trataba y que no era feliz con él.

—Estoy bien —nos mantuvimos abrazadas.

—¿Entonces? —mi padre levantó la mirada hacia mí.

—No sé —Jean lo miró.

—Deja que se quede conmigo estos días, no le va a pasar nada. La voy a cuidar cómo siempre lo he hecho.

—Por favor —le pidió Jean —. Deja que me quede con Val, me voy a portar bien. Haré caso y no voy a desobedecer —mi padre se quedó pensando. No estaba muy convencido de aceptar.

—Va a estar más segura conmigo que aquí sola.

—De acuerdo, pero nada más me entero de que te portas mal y te voy a castigar —le dijo a Jean.

—¡Sí!, me voy a portar bien —dijo entusiasmada.

—Ve por tus cosas —la incité poniendo una mano en su espalda. Jean levantó la mirada hacia mí y sonrió. Se alejó y corrió escaleras hacia arriba.

—¡No corras! —le gritó mi padre —. La cuidas —señaló —. Y no le metas tus estúpidas ideas en la cabeza —casi pongo los ojos en blanco.

—Mis ideas no son estúpidas —respondí agresiva —. Solo le enseño lo que está bien y lo que no. No somos un objeto que ustedes pueden usar y desechar cuando quieran. ¿Sabes qué? No quiero discutir contigo. Ya no quiero discutir cada vez que nos vemos, yo te respeto, aunque no lo merezcas.

—Eres una insolente, grosera e irrespetuosa. Le voy a decir a Mark que ponga mano dura contigo —me crucé de brazos.

—¿Le vas a decir que me golpeé en el cuerpo para que no se vean los golpes? Mejor ahórrate tus comentarios —escupí.

Se acercó de manera agresiva con toda la intención de darme una bofetada por ser tan maleducada. Alzó el codo a la altura de su rostro para coger impulso, casi sentí el golpe en mi mejilla, pero en ese momento apareció Carson.

—¡Señor! —lo miré y su rostro expresaba todo el odio que estaba sintiendo en ese momento, pero en lugar de perder el control, pensó e hizo las cosas bien —. El chofer dice que ya pueden salir —lo vi apretar los puños. Mi padre miró de soslayo, tensó la mandíbula y bajó el brazo.

—No me vuelvas a hablar así —giró sobre sus talones y caminó hacia la puerta pasando al lado de Carson. Lo empujó con el hombro por hablarle así.

—¿Estás bien? ¿Te lastimó? —Carson se acercó con las manos en la espalda. Llevé una mano a mi pecho y cogí el collar que Carson me regaló.

—Estoy bien, no pasa nada —le sonreí, con los nervios atenazando mi cuerpo. Se acercó y me sonrió.

—No iba a permitir que te toque. No tiene derecho a hacerlo.

—Eres tan dulce y atento conmigo. No te merezco.

—Ambos nos merecemos, nunca digas lo contrario —le agradecí con una sonrisa.

—Voy a ayudarle a Jean —Carson asintió.

—Las espero afuera —le dije que sí. Subí a la habitación de Jean. Le encontré sacando ropa del closet y metiéndola dentro de una pequeña maleta.

—¿Te ayudo? —le pregunté entrando a su habitación.

—Ya casi termino —me senté en la orilla de la cama —. Gracias por venir por mí. No sabía que iba a hacer aquí con Effie tantos días solas —musitó con pena.

—Cuando supe que Mark iba a salir de viaje y que papá también me dije que tenía que venir por ti para que pasemos esta semana juntas —Jean me miró.

—Es raro, ¿no? —preguntó.

—¿Raro en qué sentido? —inquirí, curiosa.

—Que papá y Mark salgan de viaje al mismo tiempo. ¿No sabes a donde viaja Mark?

—La verdad es que no y tampoco me importa. Solo sé que estoy muy feliz porque vamos a estar juntas —se acercó y me abrazó.

—Te extraño mucho, Valerie. Me haces mucha falta —correspondí a su abrazo.

—Te prometo que pronto vamos a estar juntas. Este infierno va a terminar y seremos felices.

—¿Lo dices en serio? —indagó.

—Lo juro, Jean. Merecemos más que esto —asintió.

—Lo sé, ya hemos soportado muchos años de maltrato por parte de mi padre. No sé si no se da cuenta del daño que nos ha hecho y simplemente no le importa —pasaba mis manos por su espalda.

—Creo que sea da cuenta, pero no le importa porque no le importamos —fue duro decir eso, pero era cierto. Mi padre no nos quería, nunca nos quiso por ser mujeres y solo fingió ante mi madre, después ya no tuvo que hacerlo.

—Es difícil escucharlo, pero es mejor saber la verdad que vivir engañadas —dejé un beso en su frente.

—Anda, que tenemos muchas cosas qué hacer esta tarde —nos apartamos y me sonrió.

—¿Vamos a ir al orfanato?

—¿Cómo lo supiste? —desarreglé su cabello. Se llevó los dedos a la barbilla y la acarició como si estuviera pensando.

—No sé, tal vez porque te la pasas ahí casi todo el tiempo —entrecerró los ojos.

—Debe ser por eso —dándole la razón.

—Solo voy por mis cosas al baño —informó y entró corriendo al baño, sacó algunas cosas y las guardó en la pequeña maleta —. Voy a sentir feo de que Effie se quede sola —musitó.

—Effie se merece una semana lejos de ti —le piqué las costillas con los dedos, sin embargo, me apartó rápidamente antes de empezar a patear.

—¿Me estás diciendo molesta? —preguntó fingiendo estar indignada.

—Sí —respondí. Cogí la maleta y salimos de su habitación. Bajé las escaleras y ella detrás de mí.

Al bajar Effie apareció frente a nosotras. Tenía ese gesto de tristeza marcado en sus facciones.

—Solo será una semana —le dije al quedar frente ella —. Y le voy a dar de comer bien.

—Hazlo porque lo necesita, está en pleno crecimiento —Jean se acercó a Effie y se abrazaron —. Si necesitan algo no duden en llamarme, estaré al pendiente.

—Tomate una semana para ti, lo necesitas —me acerqué y me despedí de ella.

—No sé si podré descansar —confesó.

No recordaba cuando fue la última vez que Effie tomó vacaciones. Creo que fue poco antes de que mamá falleciera. Después de ese suceso no nos quiso dejar solas en ningún momento.

—Vamos a estar bien, sabes donde buscarnos —le hice un guiño.

—Cuídense mucho —nos acompañó hasta la puerta y se aseguró de que subiéramos al auto.

Carson guardó la maleta de Jean en el maletero, cerró la puerta y subió del lado del conductor.

—Nos podemos ir, Carson —le indiqué, hizo un asentimiento con la cabeza y arrancó. Nos despedimos de Effie y dejamos esa casa, que si bien teníamos muy buenos recuerdos en ella la mitad de nuestra vida fue un sufrimiento.

No tardamos en llegar al orfanato. Bajamos y caminamos dentro del complejo. Las risas de los niños hacía más ameno todo. Se notaba que eran felices y que su vida estaba mejorando un poco, a comparación de cómo estaba todo cuando llegamos Beth y yo.

—Este lugar necesita mucha ayuda —comentó Jean en voz baja.

—Por eso hicimos la recaudación y haremos más cosas para ayudar a esos niños —Jean apretó mi mano.

—Eres tan buena, Val y mereces que te pasen cosas buenas —le sonreí. En ese momento escuché la particular voz de Caris. Me llamó y al vernos corrió hacia nosotras y se me arrojó a los brazos.

—¡Valerie! —la levanté en brazos y llené sus mejillas de besos.

—Hola, bebé —le gustaba que le dijera así —. ¿Cómo estás?

—Bien, ¿tú ya estás mejor? —asentí y una gran sonrisa se dibujó en sus labios —. Me gusta cuando eres feliz —me abrazó del cuello —. Yo también soy feliz —nos separamos y se le quedó viendo a Jean —. ¿Quién es ella?

—Ella es mi hermana, Jean. Jean, ella es Caris —bajé a Caris para que se saludaran.

—Eres muy linda —le dijo Jean a Caris.

—¿Tienes dulces? —Jean y yo nos reímos.

—Yo tengo dulces —le dije y sonrió.

—La señora bonita nos trajo regalos a mis hermanos y a mí —fruncí el ceño.

—¿Cuál señora bonita? —avanzamos para llegar a la oficina donde Evina y Grizela tenían todos los documentos de cada niño que entraba al orfanato.

—La señora que vino el otro día —entendí que se refería a Arya.

—¿Ella sigue aquí? —asintió.

—Está platicando con Evina y Grizela.

Avanzamos hasta llegar a la oficina. Al vernos llegar, las tres guardaron silencio. Miraron a Caris a mi lado y después a mí.

—Buenos días —les dije a las tres.

—Valerie, hola —Arya se puso de pie —. Qué bueno que estás aquí, tengo algo que decirte —se acercó y me saludó con un beso en la mejilla.

—Hola, Arya, ¿cómo estás?

—Estoy muy bien —dijo, sincera.

Me giré hacia Jean.

—¿Puedes llevar a Caris con los demás? Ella te va a guiar —Jean asintió y se alejó junto a Caris. La pequeña se veía muy feliz por haber conocido a mi hermana.

—¿Beth no va a venir? —preguntó Evina.

—No he hablado con ella, pero no creo que tarde —de nuevo tomaron asiento. Dejé mi bolso sobre la silla —. ¿Pasa algo? Las noto un poco raras —las miré.

—La señora Mitchell ha pedido la adopción de Caris.

Sentí esas palabras cómo un golpe a mi corazón. Si bien sabía que esto podía pasar y yo misma dije que Arya sería una buena madre para Caris, no pensé que esto sucediera tan pronto.

—¿Qué? —me llevé los dedos a los labios. No lo podía creer, la noticia me cayó cómo balde con agua fría.

—Hablé con mi esposo y, ya que no podemos tener hijos propios decidimos adoptar a Caris. Le platiqué cómo es ella, que es muy pequeña y que merece una familia —explicó. Mis ojos se llenaron de lágrimas, sentía un gran dolor en el pecho, como si no pudiera respirar.

Temí que este momento llegara y ahora que lo estaba viviendo se sentía cómo un mal sueño.

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