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Capítulo 30. 🦋

Carson

Habían pasado un par de semanas desde aquella vez en el orfanato donde la señora Mitchell conoció a la pequeña Caris. Quedó encantada al igual que Valerie cuando la conoció. Mi princesa la quería mucho, como si fuera su hija, aunque no lo era.

Estaba consciente de que el cariño que le tenía era puro. Valerie quería lo mejor para esa niña y estaba dispuesta a hacer lo que sea por ella, pero cómo dijo no podía llevarla con Graham a esa casa porque ella no merecía eso. Caris merecía mucho más que una familia rota y un padre como ese monstruo. Lo que Caris merecía era una familia, unos padres que le dieran todo el amor que le hizo falta y un hogar decente. Vivir con Graham sería una pesadilla para las dos.

Antes de salir del departamento recibí una llamada de mi contacto. Me dijo que tenía información acerca de lo que le pedí con respecto al testamento de la madre de Valerie, así que tenía que esperarlo para darle las buenas noticias a Valerie. Esperaba que fueran buenas noticias, ella necesitaba un poco de paz entre todo el caos que era su vida.

Mabel hizo pipí en su tapete, rascó en el suelo con sus patas traseras y se alejó para comer de sus croquetas. Fue en ese momento que alguien tocó a la puerta. Abrí y detrás se encontraba mi contacto.

—Adelante —me hice a un lado para que entrara. Cerré la puerta y caminé detrás de él. Tomó asiento en uno de los sofás y yo lo hice frente a él —. ¿Qué noticias me tienes? —se quitó la mochila de los hombros y sacó una carpeta de color negro.

—Lo que encontré es más interesante de lo que me imaginé —fruncí el ceño —. El señor Balfour mandó cambiar el testamento original por uno falso. En ese testamento su esposa le dejaba todo a él y a su hijo mayor.

—¿El testamento que le mostró a su hija es falso? —asintió.

—Pude obtener una copia del testamento original —me entregó la carpeta —. En ese testamento su esposa le deja todo a sus hijas. Valerie Balfour sería la apoderada de Jean hasta que ella cumpla la mayoría de edad y pudiera decidir sobre sus bienes —abrí la carpeta y me puse a revisar el testamento.

—¿Qué le dejó a su esposo?

—Nada —respondió.

—¿Y a su hijo? —indagué, con curiosidad.

—Una propiedad que queda a las afueras de la ciudad. Solo eso —mi contacto se sirvió un poco de agua de la jarra que había sobre la mesita en medio de la sala.

—¿Solo le dejó eso? —asintió.

—Sí, pero su padre se encargó que todo lo de ellas pasara a su nombre con ese testamento falso —le eché un vistazo rápido al testamento, comprobando lo que mi contacto me decía.

—Han pasado muchos años, ya no puede recuperar su herencia —le dio un sorbo a su vaso y negó con la cabeza.

—Ya no queda casi nada de lo que su madre les heredó. Si ella quisiera le podría exigir a su padre que se lo reponga, pero sería casi imposible —cerré la carpeta de golpe.

—Él y su hermano se gastaron todo —chasqueó y negó con la cabeza.

—No todo —sacó otro paquete de papeles —. Los hoteles que su abuelo le heredó a su madre no pueden ser vendidos porque Valerie tendría que firmarle unos documentos a su padre para que pueda venderlos —me entregó los documentos —. Esos tres hoteles le pertenecen a ella y a su hermana. Si es que queda algo de ellos —encogió un hombro.

—Esto es peor de lo que me imaginé —dejé los documentos a un lado. Recargué la espalda contra el respaldo del sofá y solté un resoplido —. Valerie se va a decepcionar mucho más de su padre.

—Es un monstruo —dejó el vaso sobre la mesita —. No te debería extrañar que les hiciera esto si se atrevió a vender a su hija mayor para que Graham pagara todas sus deudas. Deberías cuidar a Jean, no tarda en comprometerla cómo lo hizo con Valerie.

—Más le vale que no lo haga porque será hombre muerto —amenacé.

—Solo ten cuidado, Evan, es peligroso que sigas en esa casa. Graham puede descubrir quién eres y no va a dudar en deshacerse de ti a la primera.

—Eso lo tengo bien presente desde el primer día que puse un pie dentro —se levantó y yo detrás de él —. Gracias por esto.

—No fue nada, sabes que me puedes pedir lo que sea —nos despedimos con un apretón de manos y lo acompañé hasta la puerta. Cerré y saqué el celular del bolsillo de mi pantalón en cuánto empezó a timbrar. Observé la pantalla, dándome cuenta de que no tenía el número registrado y supe que era Angus, ya que siempre estaba cambiando de número para no ser descubierto.

—Creí que ya te habías olvidado de mí —le dije. Entré a mi habitación y cogí mi saco. Mabel subió a mi cama para dormir.

¿Crees que me voy a olvidar de mi mejor amigo? —sonreí, aunque no me estaba viendo.

—¿Ahora donde te encuentras? —le pregunté.

Estoy cerca, pero aún no podemos vernos. Sé que me extrañas demasiado, pero no es hora de regresar —dijo, divertido —. Estoy bien, por si te lo preguntas.

—Sé que estás bien, de no ser así no me estarías llamando —salí de la habitación tras despedirme de Mabel.

Tengo que reportarme yo, porque tú no me llamas ni me mandas mensaje —empezó con sus dramas.

—Nunca sé si estás ocupado, además de que cambias de celular cómo cambias de calzoncillos —soltó una risita —. No te burles porque dije calzoncillos —lo reñí.

De acuerdo. Mi justificación es que estoy ocupado —cogí las llaves y los documentos que me había entregado mi contacto y salí del departamento. No me preocupaba Mabel porque mi vecina subía por ella y la sacaba a pasear junto a sus perros. La atendía bien y se aseguraba de que comiera. Antes de que yo llegara la subía para que al entrar yo ella estuviera en su cama.

—Por eso mismo no te llamo —cerré la puerta. Me eché el saco al hombro —. Además de que estos días han sido complicados.

¿Cómo van las cosas con Graham?

—Es un imbécil —espeté —. Ha lastimado a Valerie, pero ella no me quiere decir nada. Cree que si me dice lo que le ha hecho, voy a matarlo.

¿Y no es lo que quieres? —indagó.

—Solo quiero justicia —comenté, serio —. Quiero que Graham pague por todo el daño que ha ocasionado —bajé las escaleras y subí al auto.

La justicia no existe, Evan —musitó.

—¿Cómo puedes decir eso? Eres un agente —encendí el auto y arranqué.

Por eso mismo te lo digo. No importa que sea un agente o un civil más: la justicia no existe. Valerie quiere venganza, ¿se la vas a dar?

Me quedé pensando unos minutos antes de responder. Ya había reflexionado en esa posibilidad, pero aún no decidía qué haría si se daba la ocasión. Ella quería venganza y yo justicia, ambos queríamos algo diferente y todavía no decidía que iba a hacer.

—No sé, aún no lo sé.

Tienes que pensarlo bien, Evan.

—Ya sé —mascullé.

Tengo que dejarte, voy a tomar un tren —fruncí el ceño —. Si no sabes de mí en estos días, voy a estar bien. Te veré en unos días.

Angus colgó y dejé el celular en el asiento del copiloto.

No me preocupaba que algo le pudiera pasar a Angus, sabía cuidarse muy bien y era experto en armas y combate cuerpo a cuerpo. Estuvimos juntos en la SCD, cumplimos con muchas misiones, pero desde que entré a trabajar con Graham dejé de verlo seguido. Hacía un año que no lo veía para nada, solo nos comunicábamos por mensaje o llamadas.

Angus era mi mejor amigo y eso no iba a cambiar porque estuviéramos lejos o solo nos comunicáramos por mensajes. Él supo primero de lo que sentía por Valerie, me dijo que no me hiciera ilusiones porque era una mujer prohibida, sin embargo, no le hice caso y me enamoré cómo un imbécil de ella.

Llegué a la propiedad de Graham. Dejé el auto en su lugar y bajé. Al primero que me encontré al bajar fue a Henderson, me saludó y me coloqué a su lado.

—¿El jefe ya se fue? —le pregunté.

—Salió hace poco —miré en dirección a la puerta principal de la casa.

—¿Has visto a la señora? —negó.

—No la he visto —sacó algo del bolsillo interior de su saco y me entregó un pedazo de papel.

—¿Qué es esto?

—Tienes libre una hora para que pueda verla —fruncí el ceño —. La señora quiere hablar con la amante de Graham —me miró —. Esta es su oportunidad para que lo haga.

—¿Crees que sea buena idea? —indagué. Giré sobre mis talones y recargué los brazos sobre el techo del auto, mirando hacia la puerta.

—Tiene que saber la verdad, que la ha engañado desde que se comprometieron. Y no solo con esa niña, también con su asistente —abrí los ojos de par en par.

—¿Cómo sabes eso?

—Contactos, Hutch, contactos —se limitó a decir. Metió las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y se alejó, dándome la espalda.

Abrí la puerta del auto y me senté en el asiento, cogiendo el celular. Marqué el número de Valerie y ella no tardó en responder.

Hola, buenos días —dijo con entusiasmo.

—Hola, princesa. ¿Cómo estás?

Muy bien, ¿y tú?

—Estoy bien —me rasqué la nuca —. Hay algo que debo decirte, es importante.

¿Puedes subir? Estoy en mi habitación —dudé un poco porque alguien me podía ver y decirle a Graham, sin embargo, ya había entrado sin que se dieran cuenta y Graham no lo sabía.

—No tardo —colgamos al mismo tiempo.

Cogí los documentos y salí del auto. Cerré la puerta y avancé por uno de los costados de la casa. Entré por la puerta de servicio y subí las escaleras que me llevaron directamente al pasillo donde se encontraban las habitaciones. Valerie abrió antes de que llegara frente a la puerta de su habitación. Me sonrió y caminé hacia ella.

—Entra —abrió la puerta y entré a su habitación. Cerró y giré para verla. Se acababa de dar una ducha, porque traía el cabello mojado —. ¿Qué me quieres mostrar? —pasó a mi lado, pero antes de que tomara asiento la cogí del brazo y llevé una mano a su delgada cintura.

—Buenos días —acerqué mis labios a su boca. La besé con pasión e ímpetu. Mi lengua se deslizó furiosa dentro de su boca y tomé posesión de su lengua húmeda y suave. Valerie gimió sobre mis labios y apoyó ambas manos en mi pecho.

—Carson...—la callé con un beso más profundo, más posesivo. Mis dedos se hundieron en la fina tela que protegía su cuerpo. La atraje más a mí y solté su cintura para llevar mi mano a su nuca.

—Te necesito cómo un loco —le confesé. Sonrió sobre mis labios y culminé dejando un suave beso sobre los suyos.

—Yo también te necesito —apoyó sus manos en mi pecho —. No te puedes imaginar cuánto —la punta de su nariz se deslizó en mi mejilla.

—¿Hablas en serio?

—Nunca podría jugar con algo así —hundió su rostro en mi cuello e inhaló con fuerza —. Te estás convirtiendo en una adicción —sus dedos se enroscaron en el cuello de mi camisa —. No sé si pueda soportar más —se apartó y levantó la mirada hacia mis ojos.

—Eres mucho más fuerte de lo que te imaginas —una sonrisa sincera surcó sus labios.

—Contigo me siento invencible —se puso de puntitas para dejar un casto beso sobre mis labios. Me soltó y cogió mi mano llevándome con ella hacia la cama —. ¿Qué es eso que me quieres mostrar? —insistió.

—¿Recuerdas que alguna vez me dijiste que tu madre no les dejó nada a ti ni a Jean? —asintió —. Le pedí a alguien que investigara si lo que te dijo tu padre era cierto.

—Yo vi el testamento, Carson. No me pudo mentir en eso —musitó.

—Te mintió, Valerie, lo hizo para que creyeras que tu madre no les había dejado nada cuando no fue así —abrí la carpeta —. Este es el testamento original donde dice que ella les dejó la casa, una cuenta en el banco y los tres hoteles que manejan tu padre y tu hermano —sus hermosos ojos se abrieron de par en par. Se encontraba entre sorprendida y decepcionada.

—Mi padre no pudo hacernos eso —negó con la cabeza —. Él no... No pudo —sus ojos se llenaron de lágrimas. Mi silencio fue más que suficiente para confirmarlo —. ¿Cómo pudo hacernos esto? ¿A caso nos odia tanto?

—Su ambición pudo más que el amor de padre —derramó un par de lágrimas que empaparon sus suaves mejillas.

—¡Es un monstruo! —gritó bajito —. ¿Cómo pudo ser tan cruel para hacerle esto a sus dos hijas? —aparté las lágrimas de sus mejillas con el pulgar —. No debería sorprenderme, pero me duele que me hiciera esto. Que nos hiciera esto —corrigió.

—Lo siento tanto. No debí decírtelo —me miró severa.

—Agradezco que me lo hayas dicho, No podía vivir en una mentira. Siempre pensé que mi madre nos había dejado sin nada y no fue así, ella siempre nos protegió, aunque ya no estuviera —una sonrisa triste surcó sus labios.

—Tu madre las dejó protegidas de tu padre y tu hermano. Ellos no pueden vender esos hoteles sin tu autorización, así que no firmes nada que él te pida. Te hará creer otra cosa para que no preguntes y no sospeches cuáles son sus sucias intenciones —asintió. Se limpió las mejillas y tomó una larga exhalación —. ¿Qué vas a hacer ahora?

—No le voy a decir a mi padre lo que sé. No lo quiero poner alerta y que sospeche algo —abrió la carpeta y observó el testamento. Solo le echó una ojeada para darse cuenta de que no mentía y decía la verdad —. Es increíble hasta donde ha llegado mi padre —escupió. Dejó los documentos a un lado, sobre la cama.

—Yo te voy a apoyar en lo que decidas hacer —cogí sus manos —. Nunca más estarás sola.

—Gracias —apreté sus manos entre mis dedos —. Has llegado en el momento correcto a mi vida, Carson —comentó. Mi pecho se hinchó de felicidad —. Este es el momento perfecto para poner ese micrófono en el despacho de Mark —dijo.

—¿Ahora mismo? —asintió. Pero se arrepintió a los pocos segundos.

—No tengo las llaves —metí la mano al bolsillo de mi pantalón.

—Pero yo sí —le mostré las llaves. Tintinearon entre mis dedos.

—¿Se las robaste a Elsie? —asentí.

—No podía pedírselas, no me las iba a entregar. Si quieres podemos hacerlo en este momento —alcé una ceja.

—De acuerdo, hagámoslo antes de que me arrepienta —se levantó primero y guardó los documentos en un lugar seguro para que Graham no se diera cuenta de que los tenía —. Yo voy a entretener a Elsie, mientras tú colocas el micrófono. No podemos arriesgarnos a que te descubra.

—De acuerdo, lo haremos a tu modo —le dije. Primero salió ella de la habitación y detrás lo hice yo. Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina donde Elsie se encontraba. Esperé unos minutos antes de bajar y entrar al despacho de Graham. Abrí la puerta con las llaves de Elsie y entré. Era cómo cualquier despacho, con un escritorio, una pequeña sala y un librero.

Tenía que esconder bien el micrófono para que Graham no se diera cuenta de que estaba siendo vigilado. Podría sospechar de quién fuera, iba a investigar, llegar a mí y todo se iba a ir al demonio. Así que tenía que ser muy cauteloso e inteligente para que no sospechara nada.

Escondí el micrófono debajo de uno de los cajones del escritorio, era pequeño y Graham no se daría cuenta de nada.

Antes de salir del despacho mi celular empezó a timbrar, lo saqué del bolsillo de mi pantalón y respondí a la llamada.

—Dime.

Tienes pase libre para que la vea —abrí la puerta. Antes de salir me fijé que todo estuviera en su lugar.

—¿Ahora? —salí y cerré de nuevo. Me asomé hacia la cocina y Elsie estaba acompañada de Valerie.

Sí, Graham no está y no va a llegar pronto. Es ahora o nunca, Evan —dijo del otro lado de la línea.

—Le voy a decir. No sé qué quiera hacer ella —caminé hacia la puerta trasera.

De acuerdo, me avisas —colgué.

Este era el momento perfecto para que Valerie conociera a la amante de Graham. Era el momento para que se enfrentara a ella y ambas supieran la verdad acerca de la porquería que era Graham. Ambas iban a terminar más decepcionadas de él, pero era lo mejor para ambas. Que las máscaras cayeran al suelo de una vez por todas. 

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