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Capítulo 3. 🦋 (Primera parte)

Antes que lean quiero aclarar que Mark es machista y misógino. Sus pensamientos no son míos, no tengo la misma actitud que él. Solo para aclarar. 

Mark

No podía negar que Valerie Balfour era la mujer más hermosa que yo hubiera visto en mi vida, era refinada e inteligente, educada y rebelde también. Creció bajo la doctrina de su padre, quien desde que lo conocí prometió entregarme a su educada hija para casarme con ella y ahora que las cosas no iban tan bien ante los ciudadanos su imagen de niña buena y de familia me estaba ayudando ante los simpatizantes. Quizá no era lo más correcto, casarme sin amor, sin embargo, nunca me importó lo que los demás dijeran, menos cuando se trataba de lo que a mí me convenía y me convenía casarme con Valerie.

Valerie era tan virginal que se le notaba en la mirada y ese pequeño y hermoso rostro. Y no podía ser de otra manera cuando su padre prometió que sería así, que nadie le iba a poner una mano encima hasta que se convirtiera en mi esposa y eso estaba a nada de suceder. Aunque la princesa no estaba para nada de acuerdo con el trato que hice con su padre, tampoco me importaba lo que tuviera que decir. Se iba a convertir en mi esposa y eso nadie lo cambiaría, ni siquiera ella.

—Carson —le llamé al hombre. No tardó en entrar y tomar su lugar frente al escritorio.

Carson llevaba trabajando para mí poco más de tres años. Era un hombre leal y entregado a su trabajo, justo lo que yo buscaba en un guardaespaldas. Era joven, tal vez tenía veintisiete o veintiocho años, obviamente era mucho más joven que yo, nunca le pregunté su edad o qué hacía cuando no trabajaba, tampoco es que me importara.

—¿Necesita algo? —preguntó.

—Necesito que sigas a Valerie. Por lo que sé esta noche va a salir con Beth, su mejor amiga. Será cómo una despedida de soltera y necesito saber lo que hace y con quien. No tengo que decirte que no tiene que verte por ahí vigilando, te conoce y puede adivinar lo que haces en ese lugar.

—Entiendo señor. ¿Usted hará algo? —preguntó. Hice un lado los documentos que tenía que revisar.

—Voy a salir a tomar algo, te llevaría conmigo, pero necesito que vigiles a Valerie.

—Sí, señor lo haré —una seña bastó para que Carson diera la vuelta y saliera del despacho, dejándome solo de nuevo. Estuve solo un buen rato mientras revisaba algunos mails y respondía otros más, ni siquiera mi asistente se encontraba en la casa, le dije que se tomara el día libre.

Quería asegurarme que Valerie se iba a portar bien y que no haría ninguna estupidez que me hiciera quedar mal. Ante todos era una mujer dulce y bien portada, quería que las cosas continuaran así, me haría cargo yo mismo de que no se convirtiera en una rebelde. Debía ser una buena esposa.

Al terminar de trabajar me puse el saco y salí del despacho. Cerré la puerta de la casa y uno de los choferes abrió la puerta para que subiera al auto. Carson ya no se veía por ahí, así que supuse que estaba cumpliendo con mis órdenes y en ese momento estaba vigilando a Valerie cómo se lo ordené, más le valía no perderla de vista o le podía ir muy mal.

Llegamos al Edén, uno de los tantos clubes que tenía esparcidos por todo Edimburgo y de los que nadie sabía nada, si no me podía ir muy mal. Todos pensaban que a pesar de mi mal humor y mi cara de culo era una buena persona, no podían estar más equivocados con respecto a mí. Por eso es que Valerie no me soportaba, porque ella sí podía ver a través de mí. Valerie no se dejaba llevar por las apariencias y veía toda la maldad y putrefacción que emanaban de mi ser. Era muy inteligente a pesar de que no había vivido cómo debió ser.

—Señor —dijo uno de los cadeneros al abrir la puerta del auto. Cerró cuando di un paso fuera y observé el lugar de hito en hito.

—¿Cómo van las cosas, Bruce? —le pregunté. Caminó a mi lado hasta que llegamos frente a la puerta trasera del club. Tenía que cuidar mi imagen, no podían verme entrar a un sitio cómo este, aunque para mí no estaba mal, a los demás no les iba a gustar saber que su primer ministro frecuentaba estos lugares de mala muerte.

—Muy bien señor —se quedó pensando apretando los labios —. Hay una chica que no está cooperando —me miró a los ojos. Chasqueé la lengua. La puerta abierta me permitía escuchar el estruendo que provenía desde dentro, algunos silbidos de los hombres que observaban a las chicas bailar en poca ropa y los aplausos resonar entre las paredes.

—Llévala conmigo —le dije.

—Lo que usted diga señor —crucé la puerta adentrándome en el club. Caminé por la orilla evitando llamar la atención de nadie y subí las escaleras en dirección a la oficina. En el camino me encontré con Megan, la encargada de este y los demás clubes. Todos estaban a su nombre, no me podía exponer a que me descubrieran y así darles pie para desconfiar de mí.

—Megan —nos saludamos con un beso en la mejilla —. ¿Cómo va todo? —le pregunté. Nos dirigimos a la oficina.

—Todo va bien —entré detrás de ella y cerré la puerta. Fui hacia el sillón detrás del escritorio y tomé asiento, Megan se encargó de servir whisky en dos vasos —. Creo que Bruce ya te dijo lo que sucede con una de las chicas nuevas —me entregó el vaso y lo acepté gustoso.

—Otra vez —murmuré. Levanté el vaso en dirección a Megan, quien encogió un hombro.

—Es un poco rebelde, pero muy buena bailarina —empezó a explicar —. Hay una gran cantidad de dinero por su preciada virginidad —una sonrisa ladina se dibujó en mis labios.

—Creo saber quién ha pagado esa cantidad —acerqué el vaso a mis labios —. Mi amado padre —ironicé. Megan asintió con la cabeza.

—Lo conoces muy bien —apoyé la espalda contra el sillón.

—Es un cerdo y claro que lo conozco bien —acomodé las solapas del saco.

—No deberías hablar así de tu padre —musitó mirándome detrás de esas gafas —. Si alguien le dice que has estado hablando mal de él...—la interrumpí.

—¿Y crees que me importa lo que ese imbécil pueda hacer? Ya no tiene poder en esta ciudad, mucho menos en este lugar porque es solo mío —espeté —. Sabes perfectamente el odio acérrimo que siento por él y lo mucho que me gustaría verlo muerto. Todo lo que tiene es gracias a mí, supe cómo sacar a la familia adelante y fui yo quien pagó por su mierda —cogí el vaso y le di un sorbo. Megan se puso de pie quedando a mi lado y cogió el vaso para servir más whisky.

—Solo digo que debes tener más cuidado, hay personas que todavía le tienen fidelidad a tu padre —se sentó en la orilla del escritorio —. No me gustaría que algo malo te pase —le sonreí y le miré desde abajo. Deslicé una mano desde sus tobillos, surcando sus pantorrillas y rodilla para adentrarme bajo la falda que llevaba puesta aquella noche.

—Tú siempre me cuidas, Megan —sonrió. Sostenía el vaso entre sus dedos.

—Me importas mucho, Mark, te amo —encogió un hombro. Mi mano caminó entre sus muslos y se detuvo justo en el centro de su sexo, el cual estaba protegido por la tela de su tanga —. No sé cómo van a ser las cosas ahora que te cases con esa niña —musitó con dolor —. No la necesitas —mi pulgar ejercía presión sobre la tela.

—La necesito para quedar bien ante las personas, de ahí en fuera me importa una mierda —escupí. Me puse de pie metiendo la otra mano bajo su falda, subiéndosela a la altura de las caderas —. Tú lo has dicho, solo es una niña —Megan dejó el vaso a un lado —. Y tú eres una mujer —sostenía el cuello de mi camisa con ambas manos.

—¿Nos vamos a seguir viendo? —preguntó trémula.

—Todo el tiempo. No voy a dejar de venir a verte —rocé sus labios con los míos —. Sabes que me vuelves loco —dejó un beso casto mientras se restregaba sobre mi polla.

—Te amo —me comió la boca con ímpetu mientras me quitaba el saco y desabrochaba mis pantalones —. Esta es tu última noche siendo soltero, ¿qué te gustaría hacer? —le di la vuelta para que quedara de espaldas, apoyando las tetas contra el escritorio.

—Te quiero follar —deslicé su falda hacia arriba y le di una nalgada que resonó en las cuatro paredes de mi oficina. Me deslicé sobre su cuerpo, cubriéndolo con el mío, acercando mi boca a su oreja —. Pero antes de eso quiero que me traigas a esa pequeña perra. Le voy a dar clases de buenos modales —amasé sus nalgas con mis manos apretando con fuerza.

—Lo que tú digas.

Valerie

El club al que me trajo Beth era parte de una larga cadena de clubes que pertenecían a su familia, así que me sentía segura en este lugar. Sabía que aquí no nos iba a pasar nada malo y que nadie intentaría acercarse, mucho menos con los dos grandulones que nos cuidaban hasta para ir al baño. Beth es hija de un importante político en Escocia, así que su padre la protegía cómo la princesa que era para él. El mío lo hacía, pero por otros motivos y me hubiera gustado que también me cuidara de ese modo tan paternal, no de esta manera posesiva cómo si fuera solo un objeto caro que él tenía que cuidar a cómo diera lugar.

Al entrar al club nos llevaron a una mesa, nos trajeron una botella con champagne y agua, esta noche no quería emborracharme y perder el conocimiento, no estaba acostumbrada a beber, tampoco a salir a fiestas, esta era una ocasión especial solo porque se trataba de mi despedida de soltera y ya, de ser otra fiesta mi padre me hubiera encerrado en mi habitación con llave y candado para que no pusiera un pie fuera de la casa. Tal vez vivir con Mark no era tan mala idea, al menos iba a poder salir un poco más, ser su esposa podía llegar a tener alguna ventaja.

—¡Val! —me gritó Beth en la oreja.

—¿Qué? —parpadeé. Beth me miraba expectante.

—Te fuiste un buen rato —dijo. Me entregó una copa con champagne y sonrió —. ¿En qué tanto piensas? —cogí la copa y le di un largo sorbo. Me gustaba esta bebida, pero en este momento necesitaba algo más fuerte, quería olvidarme de mi desgraciada vida y el futuro que me esperaba al lado de Mark.

Sentía que lo conocía y al mismo tiempo era un completo desconocido para mí. Era amigo de mi padre y llevaban muchos años siéndolo, sin embargo, sentía que era extraño un mi vida, que solo conocía de él la superficie, que no me dejaba ver más allá de lo que era en verdad y que si rascaba un poco más iba a encontrar al verdadero Mark y eso no me gustaba, no quería conocer al monstruo que llevaba dentro.

—¿Te das cuenta que el sábado me voy a convertir en la señora Graham? —le pregunté. Mi mirada oscilaba en cada una de las burbujas de la champagne dorada.

—Serás la esposa del primer ministro de Escocia —dijo, con un tono de voz sereno —. La mujer más importante de esta ciudad —me miró atenta —. Val, vas a tener una gran responsabilidad encima.

—Ni me digas —bufé. Me tomé el champagne de golpe y me serví un poco más.

—¡Wow, wow! Espera —me quitó la botella de las manos —. ¿Te quieres emborrachar?

—¡Sí!, es lo que quiero. Necesito olvidarme de la miserable vida que voy a tener al lado de ese bastardo infeliz —mascullé —. Solo una noche, Bethsy, es todo lo que pido —la miré con grandes ojos tristes.

—Está bien —soltó la botella —. Solo una noche.

—Además tus guardaespaldas nos están cuidando —miré en dirección a uno de los hombres que vigilaba del otro lado del club, mientras que el otro cuidaba un poco más cerca, asegurándose de que todo estuviera bien.

—Ve acostumbrándote a esa vida —soltó de repente —. Mark no va a querer que nadie le toque ni un cabello a su princesa —nos reímos. Hizo una seña y un joven se acercó a nosotras.

—¿Desean algo? —preguntó mirándonos a Beth y a mí.

—¿Nos puedes traer algo más fuerte? —le mostró la botella casi vacía.

—Está bien señorita —asintió, giró en redondo y se alejó para bajar las escaleras e ir a la barra del club.

—Esta noche no vamos a hablar de Mark y su insoportable existencia. Vamos a bailar y beber, lo vamos a pasar bien porque no sabemos si tu detestable esposo te deje poner un pie fuera de su casa.

—No me digas eso, me quiero librar del tirano de mi padre y tú me dices que Mark puede ser peor.

—Solo digo —puso una mano encima de la mía —. No estoy diciendo que sea así. Esperemos que no —me regaló una sonrisa

Levanté la mirada hacia la derecha y creí ver a Carson pasar detrás del guardaespaldas de Beth, cuando quise enfocar mejor este había desaparecido, o tal vez fui yo quien se imaginó todo. Carson debía estar cuidándole el trasero a Mark, no lo dejaba ir hasta que terminara su turno ya que era un tirano y abusador.

Nos trajeron cerveza y unas botanas, bajamos a bailar un poco y subimos para seguir bebiendo. Nunca me había divertido de esta manera, ni siquiera con Beth, que ha sido mi mejor amiga de toda la vida. Al estar con ella me olvidaba un poco de todo lo que estaba pasando.

—¿Cuándo vas a recoger el vestido?

—¡Mañana! —tuve que gritar porque la música estaba muy fuerte dentro del club —. Tienes que ir conmigo —me acerqué para no estar gritando —. La mamá de Mark quiere ir y su hermana también, ella no me cae mal, pero la señora es insoportable cómo su hijo.

—Voy a estar contigo, Neni, no te voy a dejar sola y menos con esa víbora —nos reímos.

—Voy al baño, no tardo.

—¿Te acompaño? —negué con la cabeza mientras cogía el bolso.

—No me voy a perder, Bethsy.

—Qué tal que sí —de nuevo le dije que no.

—Ahora regreso —me alejé de la mesa y caminé hacia los baños. Entré al pasillo, pero en ese momento tuve la necesidad de mirar sobre mi hombro y de nuevo creí ver a Carson. ¿Cómo podía ser posible? Sacudí la cabeza y entré al baño para hacer lo que tenía que hacer ahí dentro. Cuando salí caminé en dirección a la mesa donde Beth me esperaba, sin embargo, me tuve que desviar al ver a Carson bajar las escaleras.

¿Qué demonios haces aquí, Carson?

No me quedó más opción que seguirlo escaleras abajo. Me detuve en el último peldaño y me puse de puntitas al haberlo perdido, pero lo encontré rápidamente yendo al otro lado del club. No dudé más y lo seguí para preguntarle que hacía aquí, si era casualidad o Mark lo había enviado a vigilarme.

—¡Carson! —le grité. No sé ni me ignoró o no me escuchó —. ¡Carson! —le grité de nuevo —. ¡Hutch! —le llamé cómo solía hacerlo Mark, pero tampoco obtuve alguna respuesta de su parte.

Entró en un largo pasillo y fue ahí donde pude agarrar su brazo con mis pequeñas manos. Se detuvo de golpe y giró en redondo hacia mí, me miró de arriba abajo.

—¿Qué haces aquí, Carson? —solté su brazo —. Te llamé, pero no me escuchaste.

—Lo siento, la música está muy alta —le di la razón porque era cierto. Nos hicimos a un lado para no estorbar a las personas que pasaban a nuestro lado para entrar a los baños que se encontraban al final —. ¿Qué hace aquí? —preguntó llevándose el vaso a los labios. Por un momento creí que de verdad no me estaba vigilando, pero conociendo al enfermo de Mark esa idea no quedaba descartada.

—¿Qué haces tú aquí? ¿Mark te dio la tarde libre? —miré a una chica que pasó a mi lado y no disimuló al observar a Carson de arriba abajo.

Ya comételo vivo, amiga.

Carson no era para nada feo, al contrario, era un chico muy guapo y atractivo, de cabello castaño medio, lacio y un poco largo. Sus ojos eran de un bonito color azul y al ser un guardaespaldas su cuerpo era delgado, pero bien trabajo, de hombros anchos y caderas perfectas, que hacían una combinación con sus brazos y su pecho. Me agradaba más que el nefasto de Mark.

—Sí, me dio la tarde libre —se limitó a responder.

—¿Es eso o Mark te mandó a seguirme? —lo miraba directamente a los ojos. No conocía a Carson, apenas hablaba con él y nuestro trato siempre fue el de él siendo el guardaespaldas de Mark y yo la prometida de su jefe, así que apenas lo conocía, pero se me daba muy bien el descifrar a las personas y sabía cuándo estas mentían, así que si me estaba mintiendo lo iba a saber.

—No, como cree. Solo es una casualidad que estemos en el mismo lugar —desvió la mirada una fracción de segundos que me bastaron para saber que mentía.

—¿Cuántas veces te he dicho que no me trates de usted? Soy más joven que tú, Carson, mi nombre es Valerie —dije seria.

—Pronto se va a convertir en la esposa de mi jefe.

—Pero todavía no soy la esposa de tu jefe —miré a mi lado izquierdo. Una pareja pasaba a nuestro lado —. A solas me puedes llamar Valerie, ¿de acuerdo? —lo pensó unos segundos.

—Está bien. Y mi jefe no me mandó a seguirla. Estoy aquí porque quise venir a este lugar —observó su entorno y regresó la mirada al frente.

—No sé porque no te creo —lo empujé más allá para que me escuchara sin todo el ruido de la música y las personas hablando. Dentro del pasillo había otro más pequeño y ahí nos escondimos.

—Le prometo que digo la verdad.

—No prometas en vano, mucho menos para salvarle el trasero a Mark —apretó los labios —. Él te mandó a seguirme para que no haga nada malo —evitó mi mirada oteando hacia otro lado —. Lo conozco, Carson, no tienes que mentir.

—Perdón —se disculpó —. Solo sigo órdenes —asentí apretando los labios —. Mi jefe se quiere asegurar que no haga nada malo —Tal y cómo lo pensé.

Maldito enfermo de mierda.

—Lo suponía —con los dientes de abajo me mordí el labio superior —. De Mark siempre debo esperar lo peor.

—Se preocupa por ti —comentó. Nada de lo que dijera para justificar a Mark le iba a ayudar y tampoco le iba a decir nada al bastardo ese, metería en problemas a Carson y le podía ir muy mal.

Está enfermo, es eso.

Lo que a Mark le preocupaba más que mi seguridad era su reputación y que no lo hiciera quedar mal ante los demás. Obviamente esto no se lo podía decir a Carson ya que estaba segura que le diría a Mark y me podía ir muy mal, su nefasta actitud no se comparaba con lo que me podía hacer si hablaba mal de él con sus empleados.

—Sí, es eso —desistí —. Cómo puedes ver estoy bien y no necesito que nadie me cuide. Te puedes ir si quieres.

—Nada de eso. Si mi jefe se entera que la dejé y me fui me mata. Tú sigue en lo tuyo, ni siquiera te vas a dar cuenta que ando por ahí —me sonrió.

—No molestes —lo señalé con un dedo —. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —giré en redondo dándole la espalda. Venía detrás de mí, pero antes de salir del pasillo se detuvo. Antes de perderme en aquel mar de personas le miré por última vez. Me sonrió apoyado de la pared con el vaso en la mano y la otra metida en el bolsillo de su pantalón.

Subí las escaleras y caminé hacia la mesa donde Beth esperaba buscando por todo el lugar. Jalé el banco y me senté, me miraba sorprendida por cómo me encontraba.

—No sabes lo que hizo Mark —espeté.

—¿Dónde estabas?

—A eso voy —exhalé.

—¿Pues que hizo que estás así? —cogí una botella de cerveza.

—Mandó a Carson a seguirme para que "no haga nada malo" —Bebí la cerveza de golpe y separé la boquilla para hablar —. ¿Puedes creerlo?

—¿Teme que lo engañes? —alzó una ceja.

—Aparte de eso, le da miedo que lo haga quedar en ridículo ante los demás. Quiere que su futura esposa sea perfecta y que no haga nada "malo" —rodé los ojos —. Es un imbécil —bufé. Me bebí la cerveza y tomé otra botella.

—¿Le vas a reclamar? —preguntó.

—No, eso sería echar de cabeza a Carson y le puede ir muy mal. No quiero que lo despidan por mi culpa —me sentía frustrada y molesta.

—¿Qué piensas hacer al respecto? —se acercó.

—No sé —sentía un nudo en medio de la garganta —. Lo quiero matar —le dije en confesión —. Te juro que voy a hacerlo —los ojos de Beth se abrieron grandes.

—No estás hablando en serio, ¿verdad? —puso una mano encima de la mía —. ¿Sabes lo que estás diciendo?

—Estoy hablando en serio. Si Mark se muere se acaban todos mis problemas.

—¡Estás loca, Val! —gritó bajito —. No puedes estar diciendo esto.

—Lo odio, Beth, odio tanto a Mark que haría lo que fuera con tal de deshacerme de él —dije seria —. Es un bastardo sin corazón, infeliz, despiadado —mascullé.

—Vas a terminar en prisión, entiende —se veía frustrada.

—Puedo alegar que me casaron a la fuerza. No quiero pasar el resto de mi vida al lado de Mark, no quiero que él sea el primer hombre en tocarme, ni mucho menos ser la madre de sus hijos. ¿Te imaginas lo desgraciada que va a ser mi vida a su lado? No quiero eso, Beth.

—Piensa bien en lo que vas a hacer, Val —habló seria —. Estamos hablando de matar a un hombre —observó a su alrededor, comprobando que nadie estaba escuchando —. No es cualquier cosa. Piensa en Jean y Andrew —fruncí el ceño.

—No me importa Andrew —escupí —. Por su maldita culpa estoy en esta situación. Entre él y mi padre llevaron a nuestra familia a la ruina, ahora tengo que casarme cómo el pago de una deuda con un hombre al que odio y quisiera ver muerto. La prisión será nada a comparación con la miserable vida que me espera a su lado.

—Solo te pido que pienses bien lo que vas a hacer —palmeó mi mano —. Yo voy a estar contigo siempre y no te voy a dejar nunca —le sonreí agradecida.

Tal vez estaba siendo demasiado radical y tenía que pensar las cosas, pero me encontraba desesperada y quería salir de este gran problema a como diera lugar. No me importaba condenar mi vida a pasarla encerrada en prisión si eso me garantizaba que Mark ya no sería ningún problema para mí. 


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