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Capítulo 22. 🦋

Valerie

Carson aseguraba que Mark no iba a estar toda la noche hasta parte de la madrugada fuera de la casa, lo que nos permitía salir sin preocupaciones y estar fuera sin el temor de que Mark llegara en algún momento y me encontrara en la calle con Carson. Mark podría sospechar algo y todo lo que Carson ocultaba podría salir a la luz. No lo iba a exponer a la verdad ante Mark para que le hiciera algo mucho peor de lo que le hizo hace años.

Me puse un vestido que cubrí con un abrigo, ya que la tarde empezaba a refrescar. Me maquillé y cuando estuve lista bajé las escaleras donde Elsie esperaba con una bonita sonrisa en los labios.

—No voy a tardar —revisé dentro de mi bolso que llevara el celular y las llaves —. Si pasa algo no dudes en llamarme —le dije.

—No se preocupe, aquí no pasa nada. Si usted necesita algo no dude en llamar —me despedí de ella con un beso en la mejilla y salí de la casa —. Suerte —la miré por encima de mi hombro y le dije adiós con la mano.

Llegué frente al auto y Carson abrió la puerta para mí. Delante de los demás se portaba cómo mi guardaespaldas y me trataba de manera indiferente, pero cuando nadie nos veía era el hombre más lindo y cariñoso de todos. Me decía princesa de cariño y besaba cómo nadie en este mundo.

—Buenas noches —me saludó primero. Detuvo la puerta con una mano.

—Buenas noches, Carson —subí y cerró la puerta para entrar del otro lado. Arrancó y miré la puerta de la casa, pero Elsie ya había entrado.

—Ella no sospecha nada, ¿o sí? —indagó mirando por el espejo retrovisor hacia la puerta.

—No, no sospecha nada. No le he dado motivos —musité.

—Pero sabe que la relación con Graham no es buena —bajó la velocidad y se detuvo frente a la reja hasta que esta se abrió, permitiendo que saliéramos de la propiedad.

—Todos se dan cuenta de la mala relación que tengo con Mark. No es raro que Elsie sepa que nos llevamos cómo el agua y el aceite —me miró a través del espejo retrovisor —. Vivimos en la misma casa y conoce perfectamente a su jefe.

—Pobre mujer —musitó.

—No quiero hablar de eso —dejé el bolso en el asiento de atrás y me colé a su lado en el asiento delantero. Me miró confundido hasta que estuve a su lado y me puse el cinturón ante su dura mirada —. Dime a donde vamos a ir.

—No te puedo decir, es confidencial —soltó el volante y puso su mano en mi rodilla. Entorné los ojos en su dirección.

—¿Es ultrasecreto? —alcé una ceja.

—Algo así —me miró y sonrió.

—¿Te había dicho lo guapo que te ves cuando sonríes? —sus mejillas se pusieron rojas ante mi comentario.

—No, nunca lo habías dicho —se acomodó en su asiento.

—Ahora te lo digo, eres muy guapo —sus mejillas se pusieron más rojas, como si eso fuera posible, y desvió la mirada unos segundos, los mismos que aprovechó para acomodarse la corbata —. ¿Te incomoda? —pregunté. Negó con la cabeza —. Te puedo ayudar si quieres —sugerí en tono juguetón.

—Gracias, pero estoy bien —me puse seria en pocos segundos.

No dije nada en casi todo el trayecto que duró el viaje, desde Dean Village, donde se encontraba la casa de Mark, hasta Glasgow, donde me llevó a ver a su padre. Querían asegurarse de que nadie que conozca a Mark nos viera juntos, con el padre de Carson. Nadie quería que sospechara de lo que estábamos haciendo a sus espaldas.

Llegamos a las afueras de Glasgow, a un pequeño hotel que no se veía muy confiable, pero estaba segura de que con Carson no me iba a pasar nada. Él me iba a cuidar si algo llegaba a suceder.

Apagó el auto y antes de abrir la puerta la detuve poniendo mi mano en su brazo.

—Mírame —giró la cabeza hacia mí —. ¿Te gusto? —le pregunté. Esa pregunta lo confundió.

—¿Por qué me preguntas eso? —puso su mano sobre la mía y cogió mis dedos con los suyos.

—Coqueteo contigo y pareces ignorarme.

—Nunca podría ignorarte, princesa. Estás presente en mi vida todo el día, todos los días —le sonreí —. Me pones nervioso y no sé cómo actuar frente a mí —confesó —. Me gustas y mucho. No te puedes imaginar las veces que he soñado contigo, que te hago el amor —cogió mi mano y la llevó a la altura del corazón.

—La otra noche...

—La otra noche me gustó lo que hicimos —se mojó los labios —. Lo disfruté, pero quiero más de ti. Necesito sentirte con mis manos y disfrutar de tu cuerpo —mi corazón empezó a latir con más fuerza. La garganta se me secó y solo podía ver una especie de deseo que brotaba de su mirada —. Por eso me aparto, porque uno de tus besos me pone como loco —sonrió de lado.

—Creí que no te había gustado lo de aquella noche.

—¿En serio crees eso, que no me gustas? —su otra mano se coló debajo de mi vestido. Me tensé en el momento que sus dedos rozaron mi piel. Se acercó y mi pecho se apretó a su torso —. ¿Lo sientes? —las yemas de sus dedos rozaron la tela de mis bragas.

—S-sí —mi voz tembló. Su corazón latía errático. Mi sexo palpitó ante su toque descarado.

—Me gustas y mucho —atrapó mis labios con los suyos y me besó cómo no lo había hecho hasta ahora. Metió su lengua dentro de mi boca. La mía la recibió con gusto y se unió a la suya en un beso salvaje. Gemí cuando sus dedos ejercieron presión sobre mi clítoris y me retorcí por el placer que quemaba mi piel.

—Carson...—hablé.

—Nunca dudes de que me gustas y que te amo, princesa. Te amo —repitió.

Se apartó y lentamente sacó la mano debajo de mi vestido. Tomó mi labio inferior entre sus dientes y tiró de él para después chuparlo. Sonreí sobre sus labios y mi mano ascendió a su mejilla, dejando una suave caricia en su piel.

—Creo que será mejor que entremos antes de que tu padre salga a buscarnos —asintió, mordiéndose en labio inferior.

—No te imaginas lo impaciente que puede llegar a ser —le quitó los seguros a las puertas y se adelantó para abrir. Cogí mi bolso y bajé del auto. Miré el hotel echando la cabeza hacia atrás y observé la fachada.

—¿Es aquí? ¿Estás seguro? —lo miré.

—Sí, es aquí —cogió mi mano y enlazó sus dedos con los míos.

Caminé a su lado y juntos entramos al hotel. La puerta se abrió a nuestro paso y detrás apareció un hombre. Por su manera de moverse y caminar, supe que era un agente al igual que Carson. Se hicieron un asentimiento con la cabeza y avanzamos hasta el comedor, el cual se encontraba totalmente abandonado. Entendí que este lugar lo usaban para este tipo de citas y que pertenecía a la SCD.

En medio del comedor se encontraba una mesa ya puesta con platos, copas y cubertería. Se me hizo raro que los platos estuvieran puestos para dos personas y no para tres, sin embargo, no dije nada. Carson me ayudó a quitarme el abrigo y lo colgó en el perchero. Jaló la silla y la empujó de nuevo.

Esperó unos minutos hasta que su padre apareció en una de las entradas del comedor. Detrás de él venía un hombre (también agente), sostenía una bandeja en las manos. Pasó al lado del padre de Carson y dejó sobre la mesa una botella de vino.

—Gracias, agente —el hombre le hizo un asentimiento con la cabeza, nos dio la espalda y se alejó. El padre de Carson tomó asiento y después lo hizo su hijo a mi lado —. Me imagino que su presencia se debe a que me traen buenas noticias —me miró y tras unos segundos miró a su hijo.

—No sé qué te vaya a decir —comentó Carson. Era cierto que no tenía ni idea de lo que le iba a decir, por qué nunca le di una respuesta. Lo haría en el momento que estuviera frente a los dos.

Carson sirvió vino en las copas y la mía la acercó a mi lado.

—Voy a trabajar con ustedes para encontrar pruebas en contra de Mark y de mi padre —le dije —. Pero necesito que me dé una garantía de que ese patán no va a salir de prisión nunca en la vida, que mi hermana va a estar bien y que no nos van a molestar el día que esto se termine —el padre de Carson subió los brazos a la mesa.

—Te aseguro que los cargos por los que se le acusan conllevan tantos años, que se va a morir dentro de la prisión —aseguró. Se veía tan seguro de sus palabras, pero yo conocía a Mark y sabía de lo que era capaz.

—Usted no lo conoce, es un monstruo. No importa qué esté libre o preso, tiene contactos y mucho poder. Puede seguir mandando, aunque esté encerrado en la prisión más segura de este mundo. Lo que yo quiero es una garantía de que jamás en la vida me hará daño, ni a mi hermana —lo miré, severa.

—Te aseguro que no va a tener contacto con nadie, solo con su abogado —negué con la cabeza.

—No me está convenciendo —le dije —. Mark es muy inteligente.

—No más que tú o que yo —cogió la copa que tenía agua y bebió un sorbo —. No va a poder hacerte daño cuando esté encerrado. Ni a ti ni a tu hermana.

—De acuerdo —musité —. Les voy a ayudar, pero ustedes me tienen que ayudar a mí también —miró a su hijo y frunció el ceño. Carson se encogió de hombros.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero que cuiden de Jean sin que mi padre o Mark se den cuenta. También necesito que me ayuden a buscar a una mujer. Tal vez ella nos pueda ayudar a saber algo más de Mark.

—¿Qué mujer? —preguntó Carson.

—Mark tiene una amante —le confesé —. Ella debe saber muchas cosas de Mark y eso nos puede ayudar. Tal vez si hablo con ella me diga algo.

—Eso es peligroso —Carson puso una mano en mi brazo y su padre se dio cuenta de ese gesto —. No te puedes arriesgar así. No sabemos si ella sea parte de sus negocios o si le vaya a decir que lo sabes todo.

—En eso estoy de acuerdo con mi hijo —habló su padre —. No nos podemos arriesgar de esa manera.

—Tenemos que buscar pruebas en contra de Mark y por lo que sé en cinco años no han encontrado nada —dije seria —. No perdemos nada con intentarlo y buscarla. Seré yo quien hable con ella sin hacerle saber lo que sé de Mark. No soy tan tonta —dije, indignada.

—Aún sigo creyendo que es una locura —opinó Carson.

—Debemos estudiar lo que pueda llegar a pasar y antes de eso comprobar que Mark tiene una amante.

—Aunque eso será difícil, ya que no deja entrar a nadie a ese club o cualquier otro —los observé y una idea brilló en mi cabeza.

—Tal vez como guardaespaldas no, pero sí como cliente. Tiene muchos agentes a sus órdenes y uno de ellos puede buscar la manera para entrar a ese club —el padre de Carson negó con la cabeza.

—Imposible —abrí la boca, sin embargo, no me permitió decir una palabra —. Tiene un sistema de seguridad tan complejo que es difícil descifrarlo.

—Es difícil, pero no imposible —señalé —. Creí que la SCD era la mejor agencia de toda Escocia.

—Y lo es.

—¿Y por qué le da miedo meter a uno de sus agentes a ese club? Si no lo intentan, nunca sabrán lo que hay ahí dentro.

—Es complicado, no es tan fácil. Habría que crearle una vida ese hombre y falsificar papeles. Cosa de la que no somos partidarios —punteó señalando la mesa con el dedo índice.

—Tu idea es muy buena —comentó Carson —. Sería bueno por una vez romper las reglas e ir en contra del sistema —le miré —. Solo así podemos saber un poco más de Graham y comprobar si es cierto que tiene una amante —finalizó, mirando a su padre, un poco serio.

—Vamos a empezar con el papeleo y cuando todo esté listo yo te aviso —se dirigió a Carson —. Mi hijo te va a avisar lo que tienes que hacer —me miró —. Pero antes que nada necesitamos que pongas micrófonos y cámaras escondidas en el despacho de tu padre y de Graham. Eres la única persona que puede entrar sin levantar sospechas.

—Graham no permite que nadie entre a su despacho —añadió —. Ni siquiera yo que llevo años trabajando para él. Solo Elsie y tú pueden entrar.

—A ella no la vamos a meter en esto —zanjé.

—No, ella no tendrá nada que ver —dijo su padre —. Pero tú sí puedes entrar y es lo primero que debes hacer. Más adelante se te van a proporcionar los materiales para que los puedas colocar en puntos estratégicos —asentí.

—De acuerdo —el padre de Carson se puso de pie empujando la silla hacia atrás.

—Tengo que irme, pero cualquier cosa me puedes llamar —se dirigió a su hijo —. Gracias por colaborar con nosotros —hice un asentimiento de cabeza y no tardó en darnos la espalda y salir del comedor.

Carson

MacKay se alejó dejándonos solos en aquel comedor desierto.

—Creí que esto iba a tardar más —comentó Valerie. La miré y cogí mi copa para darle un sorbo y humedecer mi garganta.

—Esto es para nosotros —le expliqué. Observó la mesa puesta y entendió por qué solo había dos platos puestos en la mesa.

—¿Esto es para nosotros? —afirmé con la cabeza. Sus bonitos ojos se abrieron de par en par.

—Tenía que aprovechar la ocasión para tener una cena decente. Tenemos tiempo y nadie nos va a interrumpir aquí —se acomodó sobre la silla.

—¿Te puedo preguntar algo? —asentí —. Este lugar les pertenece, ¿verdad?

—Hace años se descubrió que el dueño de las cadenas de hoteles lavaba dinero y desde entonces la SCD se apoderó de todas las empresas y hoteles que le pertenecían a esa persona. Esta es solo una de las tantas propiedades con las que cuenta la SCD para reunirse o puntos de seguridad —le expliqué.

—Vaya. Suena interesante lo que haces —apoyó los codos en la mesa y enlazó los dedos a la altura de su barbilla.

—No a todos les gusta lo que hacemos porque es peligroso —encogí un hombro —. Las esposas de algunos agentes prefieren que sus esposos dejen su puesto y busquen otro trabajo antes de que les suceda algo.

—No me quiero imaginar el miedo de esas mujeres al pensar en perder a sus esposos. Debe ser horrible imaginar que cuando él sale ya no puede regresar.

—Es peligroso, pero siempre vale la pena ayudar a los demás —iba a decir algo, pero se quedó callada en el momento que uno de los chefs interrumpió trayendo la cena. Valerie le agradeció con una sonrisa en el momento que se alejó y nos dejó solos.

Nos sirvieron salmón con puré y espárragos salteados.

—Esto se ve tan rico —se mojó los labios. Cortó el primer pedazo de salmón y se lo llevó a la boca, abriéndola unos centímetros. Serví más vino en las copas mientras ella degustaba un pedazo de salmón con puré de batata.

—¿Te gusta? —asintió, rápidamente.

—No había disfrutado de una cena desde que me casé con Mark —aquella confesión abrió una grieta en mi corazón.

Valerie siempre ha sido una buena persona que nunca le ha hecho mal a nadie. Ayuda a quien más lo necesita y apoya en todo siempre. No merecía esa vida llena de miedo y sufrimiento. No merecía estar casada con Graham y que la tratara de la manera en la que lo hacía. Merecía solo amor y que la traten cómo a una reina.

—¿Por qué me miras así? —preguntó tras unos segundos en los que no le quité la mirada de encima y me dediqué a observarla.

Deslicé la mano sobre la mesa y cogí la suya, apretando sus dedos con los míos.

—No sé cómo, pero te aseguro que un día vas a tener la vida que tanto quieres y nadie te va a obligar a hacer nada que no quieras hacer. Serás libre cómo tanto lo mereces y vas a poder vivir de verdad —dejó la cubertería sobre la mesa y se limpió las comisuras de los labios con la servilleta.

—Sé que estás haciendo lo posible para que así sea —cogió la copa entre sus elegantes y largos dedos —. Brindemos por mi libertad y por nosotros —cogí la copa para brindar juntos.

—Brindemos por nosotros, para un día estemos juntos y nadie se interponga entre nosotros —las copas chocaron provocando un suave tintineo.

Acerqué la copa a mis labios y le di un sorbo. El vino refrescó mi garganta. Continuamos con la cena entre anécdotas de cuando éramos pequeños. Ella, por su parte, la pasó muy mal después de que su madre falleció y su padre se hizo cargo de ella y su hermana. No tuvo una infancia cómo la de cualquier niña de su edad, la hizo madurar muy joven y cuando menos se lo esperó ya la había comprometido con el asqueroso de Graham.

Me hubiera gustado que las cosas fueran diferentes y que la vida estuviera a su favor. Valerie tenía miedo de que lo mismo que le pasó a ella le pasara a Jean, que su padre la vendiera a un enfermo igual a Graham.

A la hora del postre nos sirvieron un rico granachan acompañado de una taza con café.

—Mamá preparaba granachan cada semana y era mi favorito —dijo con nostalgia —. Después de que se fue el granachan no sabía a lo mismo. Ella le daba el toque con su amor —dibujó una sonrisa triste en los labios.

—¿La extrañas mucho?

—He aprendido a vivir con el dolor, pero no ha sido fácil. Si tan solo mi padre hubiera estado ahí para Jean y para mí, todo hubiera sido menos difícil para las dos. Tuve que vivir la perdida de mamá y al mismo tiempo aprendí a ser la madre que Jean necesitaba. Por eso no puedo permitir que mi padre le haga lo mismo que a mí. No quiero que la venda a un enfermo cómo Mark —espetó.

—No vamos a permitir que tu padre haga eso. Ella no va a pasar por lo mismo que tú porque nos tiene a los dos y no la vamos a dejar sola —esta vez fue ella quien cogió mi mano por encima de la mesa.

—Eres el mejor hombre que he tenido la fortuna de conocer. Si tan solo nos hubiéramos conocido en otro momento, creo que las cosas ahora serían diferentes —solté la cuchara con la que comía el postre y cogí sus dos manos.

—Las cosas se dieron así porque así tenían que suceder. Si estamos aquí es por algo, porque el destino así lo quiso —le dije —. De haber sido diferente, tal vez no nos hubiéramos conocido —sonrió con ternura.

Solté sus manos y me puse de pie agarrando la silla y sentándome a su lado. Cogí su cuchara y la metí dentro de la copa donde nos sirvieron el granachan y la acerqué a su boca. Me miró un poco confundida y sorprendida porque fui yo quien tomó la iniciativa esta vez.

Le tomó unos segundos procesarlo y tras eso abrió la boca para tomar el granachan. Bebimos café y terminamos con el granachan que para mi gusto estaba muy rico.

—No quiero regresar a casa todavía —se limpió las comisuras de los labios y dejó la servilleta sobre la mesa.

—No vamos a regresar, todavía —cogí su mano y la invité a ir conmigo.

Me miró confundida con una ceja alzada.

—¿Qué estás tramando, Blackwood?

—No es nada malo, lo prometo. Sé que te va a gustar —rápidamente cogió su bolso y aceptó a ir conmigo. Recorrimos los pasillos de aquel lugar y subimos las escaleras hacia el primer piso. Cruzamos el pasillo y nos detuvimos en la última puerta al final de este —. ¿Recuerdas cuándo te dije que merecías que te haga el amor en un lugar decente? —asintió con la cabeza.

Cogí el picaporte, lo hice girar y empujé la puerta, pero la cerré de nuevo antes de que viera la sorpresa que tenía dentro.

—Cierra los ojos.

—No me hagas esto, Carson —entornó los ojos.

—Cierra los ojos, serán un par de segundos —le supliqué. Al final terminó cediendo y cerró los ojos. Empujé la puerta y le ayudé a entrar para que no tropezara.

Ya adentro cerré la puerta y le eché un vistazo rápido a la habitación, todo estaba perfecto, tal y como lo había pedido.

—Abre los ojos —los abrió lentamente y se quedó en silencio al ver la habitación decorada con pétalos de rosas y velas de todos los tamaños.

—Carson...—se llevó una mano al pecho, agarrando el dije que le regalé —. Es hermoso —musitó.

—Te mereces mucho más, princesa, esto no es nada con todo lo que quiero darte —la miré.

Derramó un par de lágrimas que rodaron por sus mejillas de porcelana. Me acerqué a ella y limpié sus mejillas con mis pulgares.

—No llores —le pedí.

—Estoy llorando de felicidad —rio —. Es eso.

Acerqué mi boca a la suya y dejé un beso sobre sus labios mezclados con un poco de sus lágrimas. Fue un beso salado y dulce al mismo tiempo.

—Te amo. Te amo demasiado —subió sus manos a mi cuello y lo rodeó con sus brazos.

—Hazme el amor, Carson. Quiero que borres los besos de Mark de mi piel. Quiero que reemplaces sus caricias por las tuyas —su aliento acarició mis labios —. Necesito que me hagas tuya y te aseguro que no seré de nadie más. 

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