Capítulo 17. 🦋
Carson
Aquella noche pasó muy rápido. Cerré los ojos un momento y cuando desperté me encontraba de camino al hospital con MacKay en la ambulancia. Por más que me negué él insistió en llevarme y asegurarse que estuviera bien. No quería ir al hospital, solo quería regresar a mi casa para ver a Mabel y saber que estaba bien. Le tuve que llamar a mi vecina para encargársela y no se quedara sola el resto de la noche.
Apenas habíamos llegado del hospital, solo porque le rogué a MacKay que me sacara de ese lugar, no quería pasar ni una noche más ahí y dormir en esas incomodas camillas. Había mucho ruido y olía a desinfectante. El olor era muy penetrante y molesto para mi nariz.
—Te dije que no era necesario que me acompañaras —le dije a MacKay.
Se encargó de llevarme ropa al hospital, me trajo y compró el desayuno. Mabel estaba feliz por verme. Ailsa (la vecina), subió a Mabel para vernos por fin. Cuando nos vimos movió la cola de un lado al otro, de arriba abajo y se puso a llorar cómo si no nos hubiéramos visto en días, tal vez semanas.
—No te iba a dejar venir solo —dijo. Había dejado el desayuno en la mesa y se preparaba para irse. Tenía que entregar el reporte de lo que había sucedido horas atrás. No cumplí con la misión y eso me hacía sentir mal, nunca había fallado en ninguna misión de la que se me encomendó y esta vez fallé, maté al informante y de paso resulté herido. Me sentía un inútil que no podía hacer bien un trabajo, cuando en el pasado hubiera sido pan comido, de entrada, por salida y sin que nadie resultara herido, menos yo. El informante hubiera llegado con bien a las manos de mi jefe y fin del asunto. Ahora ni siquiera eso podía hacer bien, me estaba deteriorando.
—Lamento lo que pasó —musité, con pena. Pasaba mi mano por el lomito de Mabel mientras ella apoyó su cabeza en mi pierna. Miraba a MacKay cómo si supiera de lo que estaba hablando.
—No lamentes nada —cogió las llaves de su auto —. Las cosas se salieron de control. Ese sujeto no estaba bien, eso está más que claro.
—No sé qué se metió, pero no estaba en sus cinco sentidos —MacKay se acercó y se sentó en el sofá frente a mí —. Se veía...demente —musité mirando un punto fijo en el suelo. Recordé la mirada de ese hombre, sus ojos yendo de un lado al otro rápidamente. Parecía asustado, como si estuviera huyendo de alguien.
—He escuchado que hay una nueva "droga" —formó comillas con los dedos —. Es un tipo de suero experimental que se le está aplicando a cualquier persona que acepte ser conejillo de indias y esté dispuesto a pasar por todo ese proceso —lo miré, sorprendido.
—¿Un suero? —alcé una ceja.
—Sí, un suero que está compuesto de quien sabe qué químicos. El primero en sacarlo fue el Dragón Rojo, pero lo han estado replicando y suministrándolo por doquier, sin tener ningún tipo de cuidado —MacKay resopló, preocupado y molesto.
Había escuchado hablar de ese mentado Dragón Rojo. Era el mafioso más importante de todo Reino Unido, un criminal en el bajo mundo, pero nadie conocía su identidad. Era como una leyenda en la ciudad, un fantasma que se escondía en lo más podrido de Londres. Era el mayor exportador de cocaína, usaba ese suero para su beneficio y todos le rendían cuentas a él.
—Tienes que averiguar si a ese tipo le suministraron ese suero —MacKay asintió.
—Voy a ordenar que le hagan la autopsia. Si le suministraron ese suero lo vamos a saber.
—Y las consecuencias que conlleva —asintió de nuevo —. No es el primer caso que vemos de ese tipo y tampoco será el último —MacKay se quedó pensando —. ¿Quién le querrá hacer la competencia al Dragón Rojo? —indagué, curioso.
—Un enemigo, eso es obvio —le miré sin dejar de pasar mi mano por la cabeza y las orejas de Mabel —. Alguien que lo quiere ver destruido.
—Sí, es obvio que esto iba a pasar —el móvil de MacKay timbró, lo sacó del bolsillo de su pantalón y miró la pantalla.
—Tengo que irme —se puso de pie —. Hay que llenar un reporte y me avisaron que el cuerpo está listo para la autopsia —asentí —. Si necesitas algo me llamas. No hagas esfuerzos y por favor cuídate. No fue nada fácil sacarte del hospital, el doctor insistió en que no debías salir.
—Sabes que no me puedo dar ese lujo. Graham no puede sospechar nada.
—Me importa una mierda lo que Graham piense —me intenté poner de pie solo, pero el dolor se extendió por todo mi cuerpo. El efecto del medicamente estaba pasando y la herida me empezó a doler de nuevo —. Eres mi hijo y me importas más tú —le sonreí. Me ayudó a ponerme de pie.
—Veré que le inventó a Graham entonces —me señaló.
—Nada de hacer esfuerzo y mucho menos ir a trabajar para esa basura —señaló con el dedo en alto —. Por favor, Evan.
—Qué sí —le dije sin muchos ánimos. Me llevé la mano a mi costado derecho.
—¿Ves? —bajó la mirada a mi mano y la levantó a mi rostro —. No puedes trabajar así, tienes que cuidarte. No me obligues a tomar medida extremas —dijo serio. Avanzó hacia la puerta y lo seguí con pasos lentos. La herida me dolía a más no poder, me ardía y punzaba, el dolor serpenteaba mi piel y mis huesos por la caída en las escaleras. Tenía golpes en todo el cuerpo y hematomas visibles en la piel.
—Intentaré cuidarme —al llegar a la puerta se detuvo de golpe y giró mirándome con ojos aniquiladores —. No prometo nada —resopló bajito.
—Eres todo un caso —palmeó mi mejilla y abrió la puerta —. Si necesitas algo me avisas —antes de salir estiró la mano hacia la mesita al lado de la puerta y cogió una caja con un móvil nuevo —. Toma, ya te agregué mi número y el de Angus —lo cogí con la mano izquierda.
—No era necesario —miré la caja por ambos lados.
—Sí era necesario y lo sabes. De otra manera no tenemos cómo comunicarnos —le di la razón porque era cierto. El móvil que tenía para comunicarme con mi padre y Angus al final no sirvió, la pantalla se rompió y no encendió, así que era necesario un móvil nuevo.
—Lo iba a comprar después —le dije, negó sutilmente con la cabeza.
—Ya lo compré yo —finalizó con voz demandante —. Si...
—Necesitas algo me avisas —terminé por él —. Ya sé, me lo has repetido mil veces —entornó los ojos.
—Y lo voy a repetir mil veces más si es necesario —terminó —. Dile a Valerie que el sábado podemos vernos y hablar tranquilos —asentí.
—Yo le digo —dibujó una sutil sonrisa en los labios —. Nos vemos.
—Adiós —salió por completo del departamento y cerré la puerta. Regresé a la sala para dejar el móvil sobre el sofá y caminé hacia la cocina para servirme un poco de té. Tenía que tomar el medicamento que el doctor me recetó.
Me serví un poco de té y me tomé el medicamento para que me ayudara a no sentir tanto dolor, que este fuera más soportable. Había tenido peores heridas y no las sentí con el mismo nivel de intensidad que esta. Me movía un poco y alrededor de esta me ardía y quemaba, cómo si tuviera salsa picante sobre la piel.
Regresé al sofá con Mabel y encendí la televisión, no había mucho que ver así que la dejé en las noticias. A los pocos minutos escuché que tocaron la puerta, Mabel empezó a ladrar emocionada y me extrañó que se comportara de esa manera ya que nunca ladraba cuando alguien tocaba a la puerta, ni siquiera con Ailsa que ya la conocía de hace años.
Me puse de pie y caminé hacia la puerta. Los toquidos eran incesantes y más fuertes. Me detuve unos segundos y giré la perilla, jalé la puerta hacia dentro y cuando la vi ahí de pie frente a mí, mi corazón empezó a latir emocionado, extasiado por su visita.
—Princesa —sonrió al verme, pero cuando bajó la mirada y notó mi mano sobre la herida abrió los ojos de par en par.
—¿Qué te pasó? ¿Por qué no fuiste a trabajar? ¿Estás bien? Dime algo —no me dejaba hablar —. Ramsay dijo que tuviste un problema familiar, pero no le creí —me hice a un lado para que pudiera entrar —. Sé que no fue eso...—cerré la puerta. Se tejió una especie de silencio entre nosotros. Ella me miraba con ojos curiosos y preocupados, y yo la miraba cómo lo que era: todo para mí.
—Princesa, estoy bien —sus labios se estiraron en una sonrisa nerviosa y por fin me abrazó con fuerza, apretando mi espalda con sus brazos. Me quejé y se apartó un poco sin soltarme.
—¿Te lastimé?
—Un poquito —frunció las cejas.
—¿Qué pasó? Y no me mientas porque sé qué pasó algo, pero no me quieres decir —hablaba rápido, nerviosa.
—Anoche tuve un accidente —abrió los ojos de par en par —. No fue nada.
—No mientas, pasó algo y muy grave cómo para que no fueras a trabajar. Muéstrame —apoyó todo su peso en el pie izquierdo y se cruzó de brazos. Tenía ese gesto que me decía que no me iba a dejar en paz hasta que no le dijera la verdad —. Carson...—exigió.
No me quedó de otra que mostrarle la herida en mi costado derecho. Levanté la camiseta y sus grandes ojos se fijaron en la herida. Dio un paso cerca y estiró la mano para rozar las gasas que protegían la herida. Palpó y levantó la mirada hacia mí, mientras que yo la miraba hacia abajo.
—¿Qué pasó? Estás sangrando —no me di cuenta en qué momento empecé a sangrar, pero cuando bajé la mirada hacia mi abdomen lo comprobé.
—Maldita sea —mascullé.
—Caron, ¿qué pasó? —puso su mano sobre la mía.
—Ayer tuve que ir a hacer un trabajo que MacKay me encargó. Al no haber agentes en esta área tuve que ir yo. ¿Me puedes ayudar? —con el pulgar señalé la habitación.
—Claro —me entregó la mano y juntos caminamos hacia la habitación. Mabel venía detrás de nosotros —. ¿Y luego qué pasó?
—Tenía que llevar a un sujeto con MacKay para interrogarlo. Por lo que sabemos era trabajador de Graham —empujé la puerta y le permití pasar primero.
—¿Era? —la miré y alzó una ceja —. ¿Ya no es? —negué con la cabeza y apretó los labios en una línea. Mabel subió a la cama de un salto.
—Tuvimos un altercado y rodamos por las escaleras —me quité la camisa y Valerie no tardó en detallarme de arriba abajo. Su mirada tomó un brillito de perversión y pude notar cómo se mordió el labio inferior con un poco de violencia.
—¿Rodaste por las escaleras?
—Sí.
—Con razón estás todo golpeado —tenía la espalda, los brazos y el torso lleno de hematomas —. Pero, ¿estás bien? En lo que cabe.
—Sí estoy bien —arrojé la camisa en la cama —. ¿Me ayudas? —asintió rápidamente.
—Dime que tengo qué hacer —se quitó el bolso dejándolo sobre la cama y después el abrigo.
—Solo tienes que ponerme una gasa nueva —llevé mis dedos a la herida y me quité las gasas con cuidado, el adhesivo estaba tan pegado a mi piel que sentía me la estaba arrancando junto con las gasas.
—¡Espera!, me voy a lavar las manos —corrió al baño y no demoró en salir. La esperé sentado en la orilla de la silla —. ¿Dónde están las gasas? —señalé las gasas sobre el buró. Valerie las cogió —. ¿Y qué más pasó?
—Después de rodar por las escaleras le pregunté quién era su jefe, quería que admitiera que Graham es el líder en todo este negocio —Valerie giró sobre sus talones con las gasas y el antiséptico en las manos, lo dejó en la cama y cogió el microporo junto con un pedazo de algodón y se sentó a mi lado en la cama —. No dijo nada y tampoco lo iba a decir, le fue fiel a Graham hasta la muerte —Valerie resopló —. Me atacó y le disparé.
—Lo siento tanto —musitó, concentrada en lo que estaba haciendo —. Debió ser difícil para ti —limpió la herida quitando la sangre, roció un poco de antiséptico y esperó que este secara.
—No es la primera vez que lo hago y no creo que sea la última —murmuré.
—¿Y ahora? —resoplé.
—Ahora tenemos que esperar a ver qué dice MacKay —cuando el antiséptico secó puso la gasa sobre la herida y después el microporo para que sostuviera la gasa —. Gracias, hiciste un excelente trabajo —dije mirando la gasa.
—Me debes un beso —señaló su mejilla con el dedo.
—¿No era un favor? —negó con la cabeza aun señalando su mejilla.
—Eso cobro por mis servicios de enfermería —sonrió.
—Pensé que sería gratis —entornó los ojos con diversión.
—¿Me vas a pagar o no? —mi mano ascendió a su barbilla y la cogí con dos dedos para girar su cabeza y vernos a los ojos.
—Gracias —sellé nuestras bocas en un beso que nos robó el aliento. No me había dado cuenta de cuanto la necesitaba a mi lado hasta que la tuve así de cerca y pude calmar mis ansias por besarla.
Cuando nos separamos ambos estábamos jadeantes, con la respiración errática y los labios manchados por el labial que usaba aquella mañana.
—Eso fue más de lo que esperaba, pero me gustó —abrió los ojos y ambos sonreímos.
—Eres tan bonita —acaricié su barbilla con mi pulgar —. Y estás aquí, a mi lado.
—No podría estar en otro lugar que no sea contigo.
—Pero es peligroso, lo sabes —se mordió el labio y asintió despacio —. ¿Dónde se supone que estás en este momento y con quién? —indagué sin soltar su barbilla.
—Estoy en el café que se encuentra a dos calles, con Beth. Platicamos del orfanato y esas cosas —mi mirada bajó a sus jugosos labios —. Ramsay espera dentro del auto.
—De acuerdo —musité —. No quiero decir esto, pero tienes que irte. Si tardas más de lo debido Ramsay puede sospechar y tendrías problemas con Graham.
—Mark no me importa, puede irse al carajo —espetó. Lo dijo con tanto coraje y odio que pude sentir aquellos sentimientos destilar en cada palabra.
—¿Te hizo algo? —pregunté de inmediato. Si bien era sabido que lo odiaba tanto o más que yo, en aquella ocasión pude sentir todo ese desprecio ser escupido con coraje.
—No, no me hizo nada —se rascó la oreja —. Es solo que vivir con él...—sus dedos se enroscaron y contuvo un grito cargado de enojo —. No lo soporto —terminó por decir.
—¿Estás segura? —asintió. No sé por qué, pero no le creí. Tampoco iba a insistir, ella me lo iba a decir cuando estuviera lista —. Si se atrevió a tocarte, yo...—puso sus manos sobre la mía.
—No me hizo nada, tranquilo —su mano ascendió a mi barbilla y fue su turno de dejar una caricia sobre mi piel —. Tranquilo —musitó —. ¿Necesitas algo? ¿Quieres que te ayude en algo?
—Sí, necesito que me ayudes en algo —alzó una ceja —. ¿Me ayudas con la camiseta? —sus bonitas mejillas tomaron un sutil color carmín.
—No será ningún problema —se puso de pie y cogió mi mano para ayudarme a poner de pie también. Cogió la camiseta y la acomodó para ayudarme a ponérmela —. Agáchate —ordenó y yo obedecí sin rechistar.
Deslizó la tela por mi cabeza, subí los brazos para meter las manos por las mangas, la tela se arrastró lentamente por mi torso hasta cubrirlo por completo. No podía evitar dejar de mirarla, era tan hermosa y fascinante. Poseía un par de hermosos y llamativos ojos, cómo dos grandes diamantes, unos labios jugosos y rosados, mejillas cómo si fueran suaves nubes y su cabello largo, sedoso y castaño.
—¿Por qué me miras así? —parpadeé atónito, cómo si su voz me hubiera traído de regreso de un lugar al que solo podía ir con tan solo verla.
—Estoy tan enamorado de ti —confesé. Sonrió sincera y se puso de puntitas para dejar un casto beso sobre mis labios.
—Gracias —musitó sobre mis labios —. Por quererme tanto —sostuvo mi mano con la suya.
—Lo hago con gusto. Amarte es lo mejor que sé hacer —se apartó.
—Qué bueno que estás bien y que esto no pasó a mayores —Mabel nos observaba acostada en la cama —. Tienes que cuidarte y no hacer esfuerzo.
—No sé si pueda cumplir con eso —frunció las cejas —. Necesito estar a tu lado y protegerte —quiso negar con la cabeza —. No me puedes decir que no.
—Sí puedo y te ordeno que te quedes aquí. Necesitas descansar para que la herida sane.
—¿Sabes cuánto tiempo va a tardar eso? —apoyó su mano en mi pecho.
—No importa cuánto tarde, tienes que cuidarte —mis dedos se cerraron alrededor de su muñeca.
—No puedo estar lejos de ti. Necesito protegerte.
—Carson...—bajé la mirada a sus labios.
—Me gusta cuando dices mi nombre —sus ojos chispearon con un poco de seducción.
—Y a mí me gustas tú. Pero no estamos hablando de eso. No puedes regresar al trabajo.
—¿Y qué le voy a decir a Graham? No puedo inventar mil excusas.
—Mark puede irse al demonio.
—Eso no quita el hecho de que trabajo para él, cuidándote a ti —insistí.
—No quiero verte por la casa —amenazó con voz dura, muy dura para ser ella tan delicada y sensible.
—¿Me estás amenazando? —alcé una ceja.
—Tómalo cómo quieras, pero no quiero verte por la mansión —insistió.
—No me pidas eso —mi agarre en su muñeca se intensificó, mis dedos se enroscaron alrededor de su tersa piel —. No me puedes pedir que no te cuide, que esté lejos de ti —mi voz era un hilo que estaba a una hebra de romperse.
—Tu salud es importante.
—Tú eres más importante —dije serio —. No me importa si estoy bien o mal, necesito estar a tu lado y asegurarme que te encuentras bien.
—Pero tú también importas y mucho —se escuchó más seria y molesta. Deslicé una mano a su cintura y la atraje a mi pecho. Una de sus manos se posó en mi torso. Sus pupilas se dilataron y se mojó los labios. Seguí el movimiento de su lengua repasando sus labios. Ahora quería morderlos y besarlos.
—¿Te importo? Es eso, ¿no? —indagué —. Te importo más de lo que se supone debería importarte —dije con un tono un poco altivo.
—Yo...—evitó mirarme una fracción de segundos. Sus grandes y vibrantes ojos se posaron en mí de nuevo —. Uhm...sí —frunció los labios —. Me importas —una sonrisa se estiró en mi labios. La mano que sostenía su muñeca aflojó su agarre y la deslicé por su costados rozando su seno, bajé por sus costillas y me detuve hasta que llegué a su trasero, lo amasé sin tener una pizca de cuidado.
—¡Carson!, ¡mano larga! —me dio un manotazo, sin embargo, no se apartó, todo lo contrario, se pegó a mi pecho sin pudor alguno. Sus manos tocaron mis costillas y ascendieron por mi torso —. Estás caliente —musitó. En su mirada destelló una chispa de perversión, de lujuria y pasión combinadas. Me gustó ver esa parte de ella, desinhibida, sin pudor.
—Sí, bueno, eso pasa cuando te tengo cerca —cuando se dio cuenta de lo que había dicho y cómo sus palabras tomaron un doble sentido apretó los labios y sus mejillas se tiñeron de un rojo más vibrante.
—Yo...no quise decir eso —le sonreí, con seducción.
—Pero lo dijiste —bajó la mirada a mis labios, mojó los suyos y me miró de nuevo a los ojos —. Tienes que irte, Ramsay puede sospechar que algo está pasando y le va a decir a Graham.
—Lo sé, pero no quiero irme. Quiero quedarme contigo —mi corazón se detuvo un segundo y seguido empezó a latir errático.
—¿Quieres estar conmigo? —asintió —. ¿Por qué?
—A tu lado me siento protegida y completa.
—Así me siento yo cada vez que estás a mi lado —solté su trasero y subí mi mano a la altura de su mejilla, donde un mechón rebelde se salió de su lugar, lo cogí con dos dedos y lo puse detrás de su oreja. Sentí un hormigueo en la punta de los dedos y recorrió todo mi sistema óseo —. Te amo, de verdad te amo. Nunca lo olvides.
—No lo haré —me abrazó con cuidado para no lastimarme, pero me fue inevitable no soltar una maldición cuando su brazo rozó la herida —. Lo siento, lo siento tanto —se apartó de golpe —. Cómo lo siento —solté una larga y profunda exhalación. El dolor seguía presente en esa zona, todavía me ardía y quemaba cómo mil infiernos.
—No te preocupes, siempre me puedes dar un beso —dije divertido.
—No lo volveré a hacer, pero los besos están asegurados —se puso de puntitas y dejó un beso en mi mejilla.
—Yo quería un beso en la boca —musité, decepcionado.
—Ese fue un beso de prueba.
—¿Un beso de prueba? —alcé una ceja y ella asintió. Dio un paso cerca para quedar justo frente a mí, elevó sus manos a la altura de mis mejillas y acercó su rostro poco a poco hasta que solo quedaron unos milímetros que nos separaron. Fue en ese momento y sin esperarlo que me besó, deslizó sus suaves labios sobre los míos, para comprobar que también quería esto y joder, cómo lo anhelaba desde lo más profundo de mi ser. Su lengua tibia y húmeda se apoderó de lo que ya era suyo, cogí su delgada cintura con ambas manos hundiendo mis dedos en la fina tela que cubría su cuerpo. Sus labios mordían y me tomaban con posesión y perversión, su lengua buscaba la mía con desespero y se detenía solo una fracción de segundos para tomar un poco de aire, el cual necesitaba en demasía.
Nuestro beso se fue apagando, pero no con ello la pasión desenfrenada que ebullía en mi interior y se vio reflejada en la erección bajo mis pantalones que ella no tardó en notar.
—Eres mío —asentí embobado, hechizado por sus besos —. Mío y de nadie más.
—Soy tuyo en cuerpo y alma, princesa. Te pertenezco desde el momento que llegué a tu vida —sonrió —. Jamás podré ser de nadie más cuando te amo con locura y deseo que tú me amas con la misma intensidad —sus labios se separaron unos centímetros, mas no le permití hablar porque puse un dedo sobre sus hinchados labios —. No digas nada, yo sé que un día me vas a amar igual o más de lo que yo te amo —se mordió el labio y asintió.
—Es lo que más anhelo, amarte con locura —me sentí bien y en paz —. Me voy —soltó mis mejillas —. Pero volveré —amenazó con un dedo en alto. Mi móvil timbró y lo cogí, Valerie aprovechó para cargar a Mabel y darle mimos, ella estaba encantada con el amor que estaba recibiendo en ese momento.
"¿Está contigo?"
Respondí el mensaje de inmediato.
"Ella está bien, está aquí"
"De acuerdo"
Dejé el móvil de donde lo cogí y regresé frente a ella.
—Hablé con MacKay, dijo que el sábado puede verte para platicar.
—El sábado me va perfecto, Mark no va a estar.
—¿Sabes a donde va a ir? —encogió un hombro.
—No dijo y yo tampoco pregunto. Creo que es por lo del festival de Edimburgo.
O eso solo era una fachada para hacer sus porquerías y transportar a las chicas a otro lugar. Supe que noches atrás había llegado un cargamento con cientos de chicas que fueron movidas a otros sitios dentro de la ciudad. Tal vez era el momento de moverlas de nuevo, por eso no iba a estar.
—Creo que Mark se acuesta con alguien —lo soltó tan de golpe que me tomó un momento procesar sus palabras.
—¿Qué? —se sentó en la orilla de la cama y yo a su lado.
—Creo que Mark se acuesta con alguien. Quiero saber quién es —negué de inmediato.
—¿Para qué?
—Necesito saberlo.
—No tiene caso —me miraba atenta.
—Pensé las cosas y cabe la posibilidad de que esta persona sepa más cosas de Mark de las que nosotros apenas sabemos. Quizá ella nos pueda ayudar a destruirlo.
—Es peligroso —le quise hacer ver —. Si ella habla con Graham y le dice que sabes que te engaña, él puede tomar medidas drásticas. No sabemos de lo que es capaz.
—Yo sí sé de lo que es capaz —murmuró, dolida. Eso me terminó de confirmar que le hizo algo, sin embargo, no me lo iba a decir, al menos no en ese momento.
—Princesa...—habló rápidamente.
—Solo es una idea. Pero ya tenemos una opción, ¿no?
—Sí, tenemos una opción —le dio un beso a Mabel en la cabeza y la dejó en la cama.
—Me tengo que ir, todavía vamos a pasar al orfanato —sonrió. No esperó que me pusiera de pie porque se adelantó y dejó un beso sobre mis labios —. Cuídate mucho, pronto vendré a verte para consentirte —cogí sus dedos.
—Gracias por venir.
—Lo hago con gusto —me puse de pie e hice a un lado al dolor que serpenteaba en todo mi cuerpo, lo ignoré y la acompañé hasta la puerta —. Nos vemos pronto, Carson.
—Ve con cuidado y me avisas cuando estés en tu casa.
—Qué atento y dulce eres —cogió mi mejilla con dos dedos y la apretó —. Cuídate y cuida a Mabel.
—Tú también cuídate, princesa.
—Nos vemos pronto.
—Nos vemos pronto.
Nos dijimos adiós y cerré la puerta hasta que la perdí de vista. Caminé hacia la sala y saqué el móvil de la caja para mandar un mensaje.
"Necesito verte"
"¿Para qué?"
"Solicito de tus servicios"
"¿Estás en tu departamento?"
"Sí, aquí estoy. Me avisas cuando puedas venir"
"En este momento estoy ocupado, pero en unos días termino con este trabajo y voy a verte"
"De acuerdo"
"Después te veo, Blackwood"
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