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Capítulo 16. 🦋

Carson

Cuando mis padres murieron supe que tenía que hacerles justicia por lo que les hicieron. Haría pagar a Mark y su padre por sus muertes, no pedía más, solo justicia, no quería venganza ni nada de eso, no quería otra cosa que no fuera justicia y nada más. Pero Valerie sí quería venganza y no sabía si llegado el momento haría las cosas cómo tenían que ser y que la justicia se hiciera cargo de Mark y su padre o haría lo que ella quería, aunque, no sabía exactamente qué es lo que quería y si nos ayudaría a buscar pruebas para detenerlo y encerrarlo en prisión. Es lo que yo quería y más deseaba porque se lo merecía, tenía que pagar cada una de sus deudas en prisión, pudrirse ahí el resto de su miserable vida.

Aquella noche salí de trabajar y lo primero que hice fue pasar a comprar croquetas y alimento para Mabel, de paso me compré algo para cenar ya que los últimos días apenas podía hacerlo, Valerie había estado ocupada con lo de la recolección de comida, ropa y cobertores para los niños del orfanato. Se hacía cargo de su hermana llevándola a sus clases de ballet, se encargaba de regresarla a su casa y de paso administraba la casa de Mark, porque tenía que hacerlo, porque ese malnacido le ordenó que así tenía que ser. Era un ser tan aborrecible, tan despreciable que su sola presencia me hacía rabiar. A veces quería matarlo con mis manos y otras más solo lo ignoraba porque si le daba importancia entonces me iba a desgastar en vano, a Mark no le importaba lo que yo y los demás sintiéramos hacia su persona. Mark era un ser detestable, un hombre sin moral ni principios y no merecía redención alguna.

—Mabel —la llamé mostrándole su plato con comida. Movió la cola y de un salto bajó del sofá y se detuvo frente a mí para empezar a comer. Dejé el plato en la mesita que tenía para su comida y su agua —. Estás feliz, eh —le dije regresando a la cocina para terminar de preparar mi cena. Mabel movió la cola mientras comía.

Antes de terminar de preparar la pasta mi móvil empezó a timbrar, sabía perfectamente quien era porque solo dos personas me llamaban a ese móvil. Estiré la mano y cogí el aparato sin mirar la pantalla. MacKay era quien llamaba.

—Hola —lo saludé. Cogí una cuchara para probar la salsa para la pasta.

¿Cómo estás? —preguntó. Fruncí el ceño porque no era usual que él me preguntara cómo estaba.

—Bien, ¿y tú? —indagué. Cogí un poco de salsa con la punta de la cuchara y la probé, le faltaba un poco de sal y oregano. No tenía ni una idea de que esa especie supiera tan bien en la comida, más que nada en las salsas.

—Bien —escuché un resoplido. Algo estaba pasando y por eso me llamaba —. ¿Qué pasa? —la pasta empezó a hervir y le apagué de inmediato.

Necesito que hagas algo, solo puedo confiar en ti y nada más.

—Dime —le puse la tapa a la olla donde tenía la salsa.

Encontramos a uno de los trabajadores de Mark. Trabaja transportando a las mujeres de donde sea que las tienen a sus clubes —asentí —. Sabes mejor que nadie lo difícil que es encontrar a alguna de estas personas.

—Lo sé —me pasé los dedos entre el cabello.

Es importante que lo traigas conmigo —solté un bufido bajito, pero logró escucharme —. No te estaría pidiendo esto si no fuera importante —caminé hacia la sala.

—Lo sé, lo sé —le dije mientras observaba la hora en el reloj —. De acuerdo, mándame la dirección e iré para allá.

Si necesitas ayuda ya sabes qué hacer y de inmediato mando agentes para que te respalden.

—¿No confías en mí? —le pregunté en tono burlón. Me dirigí a la habitación para cambiarme de ropa.

Confío en ti más de lo que puedo confiar en los demás, pero eso no quiere decir que no preocupe, Evan, eres todo lo que tengo —abrí las puertas del closet y saqué una muda de ropa, unos pantalones, una camiseta y la chaqueta negra. Me senté en la orilla de la cama, mientras que del otro lado se tejía un largo silencio entre MacKay y yo.

—Me sé cuidar, lo sabes. Para eso entrené todos esos años.

Pero has perdido practica al estar tanto tiempo en reposo con Graham. No es lo mismo estar en el campo de acción que ser el guardaespaldas de esa bazofia —apreté los labios —. Dentro de poco se van a arreglar las cosas.

—Eso espero —exhalé.

Te dejo entonces. Te va a llegar la dirección de donde se encuentra ese sujeto, solo ten cuidado.

—Lo tendré —colgó primero y dejé el móvil a un lado en la cama.

Me cambié de ropa y me puse otros zapatos, unas botas trenzadas. Me calcé la chaqueta y salí de la habitación. Mabel ya había terminado de cenar, se subió al sofá para descansar en su lugar. Entendió que tenía que salir cuando me vio coger las llaves de la moto, bajó la cabeza apoyándola sobre el sofá.

—No tardo —me movió la cola y hundió las cejas —. Voy a estar bien —me acerqué y puse una mano en su cabecita para revolver su pelo —. Pórtate bien —la señalé y movió la orejitas de un lado al otro.

Salí del departamento y bajé las escaleras, giré a mano izquierda para ir por mi moto. A esas horas de la noche no había personas en la calle, todo se encontraba desierto, los locales cerrados, solo las luces de las farolas iluminando las calles. Subí a mi moto, la encendí y conduje a la dirección que MacKay me mandó en un mensaje. No se encontraba lejos del centro de la ciudad, pero si era un lugar apartado y solo, muy solo. Apagué la moto a un costado de aquel edificio y me quité el casco para observar el lugar de hito en hito. Me acomodé el cabello con los dedos y saqué mi móvil cuando recibí una llamada. A esas horas solo podía ser Angus, lo conocía tan bien que no tenía que mirar la pantalla para estar seguro de que era él quien llamaba. Ese hombre era nocturno, hacía todo de noche, era más productivo que en la mañana o la tarde.

—Diga.

¿Qué haces hombre? —indagó nada más al responder la llamada.

—Tu trabajo, porque se supone que tú deberías estar aquí y no yo —se rio —. No es gracioso.

No, no lo es, pero ya era hora de que salieras de esa mansión y tener un poco de acción.

Si supieras.

¿Por qué te quedaste callado? —preguntó. No le iba a decir lo que pasó aquella noche con Valerie, ese tipo de cosas me las guardaba para mí y nada más. Angus era mi mejor amigo, pero esto no lo podía saber —. ¿Qué hiciste?

—No hice nada —colgué el casco en la moto y miré hacia la entrada de aquel edificio que parecía abandonado, pero no lo estaba porque alcanzaba a ver algunas ventanas con cortinas y las luces encendidas. No era la mejor zona de Edimburgo, eso era más que evidente.

No te creo, te conozco y sé que hiciste algo. ¿Pasó algo con Valerie?

—No —mentí —. No la he tocado —mentí de nuevo.

Uhm, no sé. No te creo nada.

—Ya te dije que no. ¿Por qué tendría que mentir? —quise sonar convincente.

Eso es cierto, no tienes por qué mentirme, menos a mí, ¿cierto?

—Exacto —me bajé de la moto y saqué el arma que llevaba escondida dentro de la bota, me aseguré que tuviera municiones —. No tengo porqué mentir. Además, el día que llegue a pasar algo no te lo voy a decir —Angus bufó.

¿Por qué no? —avancé por uno de los costados para no ser visto por si alguien decidía salir a estas horas de la noche.

—Porque no, yo sí respeto a Valerie —dije serio.

¿Ni un poquito? —indagó.

—No —sostenía el arma con una mano y con la otra el móvil. El lugar era horrible, había basura en el callejón, olía a pipí añeja y las luces ni siquiera funcionaban bien, la única bombilla que había parpadeaba, a nada de apagarse —. Huele horrible aquí —arrugué la nariz.

El niño bonito haciendo el trabajo sucio —se burló de mí.

Tenía razón cuando decía que hacía tiempo que no salía a hacer el trabajo sucio por él o los otros agentes y era cierto, los últimos años estuve trabajando de infiltrado con Graham y no tuve que salir de su casa, pero Angus no se encontraba aquí y yo tenía que hacer lo que él hacía, MacKay siempre confió en los dos, ahora solo estaba yo para ayudarle.

—No te burles —le pedí.

Yo he hecho cosas peores, Evan y lo sabes —me detuve al lado de una pequeña puerta de color marrón.

—Yo también, Angus. Yo también he hecho cosas peores —musité. Cogí la perilla de la puerta y la giré para intentar abrirla, pero esta no cedió. Tampoco me iba a dar por vencido tan fácil. Aprendí muchas cosas, una de ellas a abrir una puerta del tipo que sea. Saqué dos ganzúas que llevaba en uno de los bolsillos de mi pantalón y guardé la pistola en mi espalda.

¿Ya te dijo MacKay lo que descubrí aquí? —indagó cambiando de tema.

—No, no hemos hablado mucho en estos días —forcé la perilla y esta por fin cedió al cabo de unos minutos. Guardé las ganzúas y saqué el arma de mi espalda agarrándola con ambas manos mientras sostenía el móvil entre mi oreja y mi hombro. Solté una pequeña exhalación y empujé la puerta con un pie.

La red de trata de blancas es mucho más grande de lo que nos imaginábamos. Pensamos que era solo eso, una red de traficantes de personas —asomé la cabeza y el pequeño corredor se encontraba desierto.

—¿Entonces que es?

Una secta de gente rica —no me sorprendió lo que dijo. Las personas están tan enfermas que son capaces de hacer lo que sea —. El punto clave está en Londres, pero en Canada es donde puedo encontrar algo de información —di un paso dentro de aquel horrible lugar.

—¿Vas a viajar a Canada?—indagué. Daba pasos pequeños, avanzando por el pasillo, al final se veían unas escaleras y más allá una puerta doble.

Tengo qué hacerlo. Ya sabes que MacKay no me va a perdonar si regreso sin información —asentí cómo si me estuviera mirando. Llegué al pie de las escaleras y me asomé hacia arriba, pero no había ni un alma en pena en ese lugar. Una de las lámparas que iluminaba el pasillo emitía un sonidito cómo si esta fuera a explotar en cualquier segundo.

—Ya sabes cómo es —soltó un bufido.

Por desgracia sí —di un paso para subir el primer peldaño y la madera vieja crujió debajo de mi pie —. ¿Qué es eso?

—Madera vieja —respondí en un susurro.

Parece que se fuera a desbaratar en cualquier segundo —me reí y negué con la cabeza.

—Espero que no.

¿Ya estás dentro?

—Sí —empecé a subir poco a poco, pegado a la pared intentando no hacer mucho ruido, pero la madera era tan vieja y me imaginaba que ya se encontraba podrida por el paso de los años que con cada paso que daba esta rechinaba más y más.

¿Te estoy interrumpiendo?

—¿Tú qué crees? —pregunté en tono burlón.

Yo creo que no —bufé y él continuó —. ¿Ya te dije que conocí a alguien?

Terminé de subir las escaleras, no obstante, me detuve antes de dar un paso más. Me asomé por el pasillo e igual que abajo no había nadie aquí. Se me hizo demasiado extraño que no hubiera nadie, pero tampoco eran horas de andar en la calle y menos en un barrio así.

—No, no me has dicho nada de ella —bajé un peldaño.

—Es muy linda —musitó. Lo conocía en demasía cómo para saber que se sonrojó. Angus no solía hablar de ninguna chica porque la mayoría de ellas no le gustaban cómo para tener una relación, menos sabiendo la clase de trabajo que tenía y que en cualquier momento iba a tener que regresar a Londres.

—No te ilusiones —subí el peldaño que bajé, pero en ese momento un sujeto apareció de repente y llevó sus manos a las mías para quitarme el arma.

—¿Quién te mandó? —preguntó a la vez que me empujaba hacia atrás —. ¿¡Quién te mandó!? —preguntó de nuevo, furioso.

—¿Evan? —el móvil cayó y rodó escaleras abajo, lo vi estrellarse en el suelo. La llamada seguía en curso.

—¡Dime! —exigió. Tenía los ojos rojos, los labios secos y la piel sin brillo. El cabello grasiento y la mirada desorbitada. Se había metido alguna droga y eso significaba peligro para mí, no sabía de lo que sería capaz de hacer en ese estado.

—No sé de qué hablas —forcejeé para que no me quitara la pistola, pero en el estado en el que se encontraba era mucho más fuerte que yo, además estaba a nada de rodar escaleras abajo.

—Hace días que me han estado siguiendo y sé que es la policía —sentía que me empujaba más a la orilla de las escaleras, pero yo si caía él lo haría conmigo. Me solté de una de sus manos y cogí el cuello de su sucia y apestosa chamarra —. Malditos policías de mierda —me empujó, la pistola se disparó, rodé escaleras abajo y todo se ralentizó mientras caía al suelo. Escuché que algo crujió, no supe si fueron mis huesos o los del hombre que venía encima de mí. Al caer al suelo me golpeé la cabeza, todo el cuerpo me dolió y emití un jadeo de dolor. Un pitido se instaló dentro de mi cabeza. Me tomó un par de minutos recuperar por completo el conocimiento, parpadeé y me llevé una mano a la cabeza, me cogí el lado derecho y me incorporé lentamente apoyando una mano en el suelo.

Busqué el arma rápidamente y dentro de mi aturdimiento la encontré un metro más allá. Me intenté poner de pie, pero caí al suelo de rodillas por el dolor que me punzaba el cuerpo. Me quejé y solté un gemido. Casi me arrastré hacia el arma y la cogí. Todavía me encontraba aturdido y todo me dolía.

—Demonios —me quejé. Giré sobre mis talones, pero fue demasiado tarde para reaccionar porque aquel hombre sacó una navaja mientras le daba la espalda y la enterró en mi costado derecho. La herida no fue profunda, pero si lo suficiente para rasgarme la piel y penetrar unos centímetros. Sacó la navaja y dio un paso hacia atrás. Fue en ese momento que me di cuenta que la llamada no había terminado y la voz de Angus se escuchaba del otro lado de la línea.

—¿¡Evan!? —lo escuchaba en un eco muy lejano. Parpadeé y me llevé la mano a la herida, mis dedos se cubrieron de sangre roja y espesa. La herida me ardía y empezó a doler.

—Evan, ¡responde con un demonio! —la desesperación se hizo presente en su voz. Reaccioné, parpadeé y antes de que aquel hombre me atacara de nuevo lo mandé al suelo, forcejeamos de nuevo porque él quería matarme y yo solo me defendía. Agarré el arma y la puse en su hombro izquierdo.

—Dime quien es tu jefe. ¿Para quién trabajas? —su rostro estaba completamente rojo —. ¡Habla!

—¡No te voy a decir nada, antes tendrás que matarme! —estiró una mano para coger la navaja.

—Solo dime el nombre de la persona a quien le vendes esas niñas —en medio de su desesperación soltó una carcajada que me hizo estremecer.

—¿Crees que vas a poder contra él? —escupió —. Es un hombre poderoso, nadie puede contra él —miré su mano y cómo sus dedos estaban a solo milímetros de coger la navaja —. No te metas en lo que no te importa —soltó un cabezazo que logré esquivar, aprovechó mi distracción para coger la navaja, pero antes de que pudiera hacer algo en mi contra disparé dos veces. La sangre salpicó mi rostro. Mi respiración era irregular y mis dedos se mantenían aferrados a la pistola.

Ese hombre no iba a hablar, no iba a decirme nada de lo que quería saber. Estaba dispuesto a matarme antes qué decir quién era su jefe, aunque no lo hizo directamente sí me confirmó que Mark manejaba todo el negocio de trata de blancas. Me aparté de su cuerpo y me senté en el suelo. La herida en mi costado no dejaba de sangrar, me encontraba débil y aturdido por la caída en las escaleras. De fondo escuchaba la voz de Angus, preguntaba si estaba bien, repetía mi nombre una y otra vez. Pocos segundos después llegó el sonido de las sirenas de las patrullas. Quise ponerme de pie, pero me encontraba tan débil que caí al suelo agotado y sangrando.

Valerie

La noche anterior estuve cómo tonta esperando a Mark para cenar, pero quien sabe en donde se metió (tampoco me importaba) y nunca llegó a dormir. No sé en qué momento llegó, pero cuando desperté ya se encontraba en la cama durmiendo. Porque sí, el muy cretino me obligó a dormir con él en la misma habitación y por más que no quería hacerlo tenía que fingir que no sabía todo lo que evidentemente sabía de él, que era un monstruo sin corazón, un ser despreciable.

Aquella mañana desperté de buen humor ya que iría con Beth al orfanato para darle buenas noticias a Evina y Grizela. Lo de compañía de danza era un hecho y habíamos recolectado cobertores, ropa y comida de nuestros conocidos. Lo de la cena de recaudación era un hecho también, solo faltaba ultimar detalles para que todo saliera perfecto y que el evento fuera un hecho. Queríamos que las hermanas estuvieran enteradas de las buenas noticias para que tuvieran un poquito de paz entre tanto dolor y penas.

Antes de salir de la cama revisé mi móvil. Tenía un mensaje de Beth donde ponía que iba a pasar por mí para ir al orfanato, que estuviera lista a las diez. Cuando le iba a responder tocaron a la puerta.

—Adelante —la puerta se abrió y Elsie entró con la cesta vacía para recoger la ropa sucia.

—Buenos días, señora —dijo.

—Buenos días, Elsie —me puse de pie dejando el móvil a un lado. Recogí la ropa de Mark para revisar que no tuviera algún papel o tarjetas en los bolsillos.

—Le he dicho que yo puedo hacer eso sola —le sonreí.

—No me cuesta nada con ayudarte, no se me van a caer los dedos, ¿o sí? —negó con la cabeza.

—Pero...—la detuve. Acerqué la camisa a mi nariz y la olisqueé. Olía a perfume de mujer y evidentemente no era mío. En el cuello tenía una línea de labial rojo.

—¿A qué hora llegó el señor? —le pregunté a Elsie. Mark se encontraba en el baño duchándose.

—No sé, señora. No me di cuenta —musitó.

—¿No te diste cuenta o no me quieres decir? —la miré. Era obvio que no me iba a decir, aunque lo supiera. Su fidelidad se encontraba con Mark, no conmigo y lo iba a proteger incluso de mí.

—No sé, señora —olí la camisa antes de dejarla dentro del cesto. Cogí el pantalón y lo revisé, pero no había nada dentro. Le entregué todas las prendas a Elsie y esta salió de la habitación dejándome a solas con mi detestable esposo. Le respondí a Beth y busqué la ropa que me iba a poner aquella mañana.

Mark no tardó en salir del baño ya duchado, con una toalla en la mano secándose el cabello. Se veía despreocupado, tan normal cómo cualquier esposo que engaña a su esposa. Tampoco se me hacía raro o me sorprendía que lo hiciera, creo que le dejé muy en claro que lo odiaba y que no quería tener intimidad con él, pero me jodía que dijera que lo estaba engañando cuando él estaba haciendo lo mismo, pero peor. Al menos yo no me había acostado con Carson y él tenía el descaro de acostarse quien sabe con quién y no disimular ni un poquito que lo hacía. Mark era un poco hombre desvergonzado.

—Anoche preparé la cena y me dejaste esperándote —dejé el móvil a un lado. Mark giró hacia mí dejando la toalla con la que se secaba el cabello a un lado. No llevaba nada encima más que una toalla enredada en las caderas.

—¿Te preocupas por mí? —ironizó.

—Me importa un pepino lo que hagas con tu vida —le dije. No se inmutó ante mis palabras —. Solo que cuando no vayas a venir a cenar avísame, para no quedarme esperando cómo una tonta —espeté.

—Puedo hacer eso y más, Valerie. No eres la dueña de mi vida.

—Ni tú de la mía —lo reté. Entornó los ojos —. Me voy a duchar, tengo muchas cosas qué hacer —me puse de pie y pasé a su lado, pero antes de dar un paso más me agarró del brazo y me empujó contra la cama —. ¿¡Qué te pasa!? —chillé cuando se sentó a horcajadas sobre mi espalda —. ¡Déjame! —me removí y forcejeé para que se apartara.

—Cierra la boca —cogió mi cabello en su mano formando un puño. Apretó con fuerza lastimándome un poco —. Eres mi esposa y cómo tal tienes que hacer todo lo que te ordene sin rechistar —acercó su boca a mi oreja —. Pagué para tener a la esposa perfecta y debes cumplir con todo lo que se te diga —ejerció más presión en su agarre.

—Déjame —le pedí gimoteando. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos —. ¡Suéltame!

—Puedo hacer lo que se me plazca, Valerie —masculló. Su voz era dura y fría, muy fría —. Eres mi esposa, ¿no lo recuerdas?

—No soy un objeto, Mark.

—Para mí lo eres —sentí tanta rabia en ese momento solo quería golpearlo para que me dejara en paz y se fuera de la casa de una vez por todas. Nos soportaba tenerlo cerca, me daba asco.

—Maldito cerdo —espeté. Apoyó toda la mano en mi cabeza hundiendo mi rostro en los suaves cobertores. Se me estaba dificultando respirar.

—Sí, cariño soy un cerdo, pero soy tu esposo y me tienes que soportar así —su mano libre apretó mi cintura y contuve un sollozo —. Soy tu esposo y puedo tocarte las veces que yo quiera, puedo besarte y hacerte el amor —en cuanto dijo eso me asusté y removí inquieta para quitármelo de encima, sin embargo, tenía todo su peso sobre mí y eso me impedía moverme.

—Ni se te ocurra tocarme —espeté —. No te voy a perdonar si me tocas sin mi permiso.

—¿Y crees que eso me importa? —se burló. Su mano soltó mi cintura y bajó a mi cadera, descendió un poco más y metió la mano bajo mi pijama. Me tensé en ese momento y pensé lo peor —. Pagué mucho dinero para tenerte y no te voy a dejar ir nunca —un horrible escalofrío me recorrió la piel cuando acercó su boca a mi oreja y me lamió el lóbulo. Rozó mi piel con las yemas de sus dedos.

—Mark, déjame por favor —le supliqué —. No hagas esto —la voz me tembló.

—Pero quiero hacerlo —tragué grueso —. Deseo hacerlo.

—Por favor —musité con dolor.

—Patética —se bajó de la cama soltándome —. A veces solo quiero deshacerme de ti —masculló.

—¿Por qué no lo haces? —me incorporé de a poco sentándome en la orilla del colchón —. Si tantas ganas tienes de deshacerte de mí, hazlo —me sobé la cabeza donde me agarró el cabello —. Sería lo mejor para mí —sonrió de lado, con una perversidad que no le conocía.

—Tal vez sería lo mejor para ti, pero no para mí. Esto es solo un negocio, Valerie.

—Sí, para ti. Porque a ti te conviene tener una esposa cómo yo —espeté —. ¿Yo qué recibo a cambio?

—Lujos y una buena posición —se acercó al closet para sacar ropa.

—¿Crees que todo en la vida es dinero y una buena posición? —lo miré con odio.

—¿No lo es todo en esta vida? —bufé y rodé los ojos.

—No, Mark, hay cosas más importantes que todo eso —giró hacia mí.

—No me salgas con tus cursilerías, Valerie —se quitó la toalla, la tela cayó al suelo y antes de que cerrara los ojos me di cuenta que debajo traía boxers. Menos mal, no le quería verle sus miserias.

—Eres un imbécil —espeté —. Te criaron para ser un hombre frío y calculador, no sientes nada, eres de piedra —me miraba con frialdad y sin una pizca de diversión.

—Y yo pensé que tu padre haría un buen trabajo contigo y no fue así. Eres una decepción —me puse de pie y caminé al baño para no tener que escuchar uno más de sus insultos.

—Imbécil, poco hombre —mascullé —. Idiota, mil veces idiota.

—¡Te escuché!

—¡No me importa! —entré al baño. Me quedé un rato más ahí dentro. Aproveché para ponerme una mascarilla y así no tener que ver a Mark antes de que se fuera. Escuché cuando cerró la puerta de la habitación y solo así salí del baño. Dejó las toallas en el suelo y yo las puse en el respaldo del sofá. Me asomé por la ventana cuando escuché su horrible voz y el auto salir de la propiedad. Cerré las cortinas y solté una exhalación.

Las cosas con Mark estaban siendo tan difíciles y no sabía si iba a poder con lo que implicaba fingir ser su esposa y mantener esta mentira hasta que Carson obtuviera las pruebas que necesitaba para meterlo en prisión. ¿Cuánto iba a durar esto?

Me puse mi ropa y bajé a desayunar a la cocina. A Elsie y la chef se les hacía raro que desayunara en la cocina con ellas y no en el comedor cómo lo hacía Mark, y ahí había una gran diferencia, Mark y yo éramos muy diferentes. Estuve hablando con Elsie acerca del menú de toda la semana, lo que había que comprar y lo que ya teníamos en la casa. No sabía que ser esposa y administrar una casa tan grande fuera así de complicado.

A las diez de la mañana Beth llegó puntal cómo siempre, esa mujer es la puntualidad hecha persona. Le pedí que entrara mientras yo subía por mi bolso y mi móvil.

—Nos vamos en mi auto —dijo cuando bajé las escaleras.

—Mi querido esposo no va a permitir que vaya sola a ningún lado —guardé el móvil en el bolso.

—Tu querido esposo es un imbécil —murmuró esto último.

—Lo sé, no me lo tienes que recordar —salimos de la casa y esperamos que Carson se acercara para decirle a donde íbamos.

—No sé cómo puedes vivir con una persona así de detestable.

No me queda de otra.

—Ya sé —exhalé. El auto se detuvo frente a nosotras, pero no fue Carson quien salió sino Ramsay. Miré a Beth y ella me miró de regreso. Nos acercamos al auto. Estaba entre sorprendida y decepcionada. Tal vez Mark le pidió a Carson que se fuera con él, pero me lo hubiera dicho, al menos Carson lo hubiera hecho.

—Buenos días —nos saludó Ramsay a las dos.

—Buenos días —respondió Beth.

—¿Y Carson? ¿Se fue con mi esposo? —no podía disimular mi preocupación por él y eso me podía delatar en algún momento.

—No señora. Carson habló en la mañana para avisar que surgió un problema y que no iba a poder venir —Beth y yo nos miramos.

—¿Cómo que surgió un problema? —indagué. Las manos me temblaban y sudaban.

—No dio explicaciones, pero no va a venir hoy y tal vez mañana. Creo que tuvo un problema familiar —dijo mientras lo miraba atenta.

Algo aquí no cuadraba y es que Carson no tenía más familia que el agente MacKay y estaba segura que Carson no dejaría todo botado por su padre, que si bien era su padre no había ese tipo de acercamiento para que se fuera sin avisar. Saqué mi móvil y miré la pantalla esperando que me hubiera mandado un mensaje, pero no había nada, ni mensajes ni llamadas perdidas. Guardé el móvil de nuevo dentro del bolso.

—Algo no me gusta de todo esto —le dije a Beth. No dejaba de mirar a Ramsay. No estaba segura, pero sentía que él sabía más de lo que aparentaba saber.

Ramsay se alejó un poco para dejarnos hablar en privado.

—¿A qué te refieres? —indagó mirando a Ramsay quien nos daba la espalda.

—No sé —encogí un hombro —. Carson no es así, me hubiera avisado si es que tuvo un problema familiar —Beth asintió —. Siento que Ramsay sabe algo, pero no me lo va a decir.

—Sospecho lo mismo —musitó —. ¿Qué vas a hacer? —indagó, mirándome.

—Tengo que verlo. Necesito saber que pasó realmente —Beth cogió mi mano y puso la suya sobre la mía.

—Ramsay tiene órdenes de llevarte a donde tú quieras, pero va a sospechar si le pides que te lleve con Carson —asentí. Me mordí el labio mirando a Ramsay.

—¡Ya sé! —chasqueó los dedos —. Pídele que te lleve a una cafetería cerca del departamento de Carson. Entramos cómo si nada y que se quede afuera, mientras estamos dentro sales por otro lado y lo visitas.

La idea no estaba bien ejecutada, pero no tenía ningún plan, así que era lo mejor que tenía en ese momento.

—¿Te gusta mi idea? —espabilé y la miré.

—La idea es mala, pero no tengo más ideas —Beth entornó los ojos, indignada por mis palabras.

—Lo voy a tomar, pero me ofende mucho. Mis ideas son buenas —me sonrió.

—Haremos lo que me dices. Tengo que ver a Carson, algo no va bien —llevé mi mano al collar que me regaló. Compartí una mirada con Beth y asentimos al mismo tiempo.

Esto podía salir muy bien o en su defecto podía salir muy mal. 


🦋🦋

Holis. Espero que les haya gustado el capítulo. 

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