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Capítulo 15. 🦋

Valerie

Odiaba a Mark, lo odiaba tanto que lo que empezó cómo un poco de resentimiento hacia él se convirtió en el odio más acérrimo y sincero que hubiera sentido por una persona. Nunca en mi vida había detestado a nadie de esta manera, ni siquiera a mi padre, aunque se lo tenía bien merecido por cómo era conmigo y con Jean, cuando ninguna de las dos tenía la culpa de lo que él y Andrew hicieron con la fortuna de la familia. Pero ahora entendía todo y comprendí cómo es que mi padre perdió todo el dinero que había ganado con los hoteles de la familia, en gran parte era culpa de mi hermano mayor, derrochó mucho dinero en mujeres, alcohol y ese maldito vicio que tenía por las apuestas.

A veces pensaba que si mi familia no tuviera dinero nada de esto estuviera pasando. Mark no le hubiese propuesto ese trato a mi padre y él no lo aceptaría. No me hubiera vendido al detestable de Mark cómo lo hizo, sin importarle lo que yo quería ni mis sueños. De ser así Mark no se fijaría en mí para ser la esposa perfecta cómo tanto pedía, porque para él eso era lo único para lo que servía, no más. A ninguno de los dos les importé cómo mujer, para ellos era un objeto nada más y eso me hacía rabiar. Me hacía enojar que ni para mi padre era importante.

—¿En qué tanto piensas? —la pregunta de Carson me sacó de mi ensimismamiento. Parpadeé girando la cabeza para verlo y le sonreí.

Aquella tarde le pedí a Carson que me llevara a ver a mi hermana y de paso acompañarla a sus clases de ballet. No quería estar en la casa de Mark, detestaba tener que verlo todas las mañanas y cuando llegaba de trabajar, tener que soportarlo y escucharlo hablar. Aborrecía la sola idea de despertar a su lado y vivir con él cuando podía estar haciendo cualquier otra cosa en lugar de tener que compartir mi vida con esa basura. Cada día a su lado lo sentía cómo una tortura.

—Nada en concreto —respondí. Puse mis manos en su rodilla y le di un ligero apretón. Carson me miró no muy convencido por mi respuesta. Pero no quería decirle que los últimos días al lado de Mark se estaban convirtiendo en un infierno, que ya ni siquiera dormía en la habitación porque cada noche me tocaba y ya no podía dejar que lo hiciera cuando Carson me había marcado de por vida. Ni siquiera me hizo el amor y no dejaba de pensar en sus suaves caricias, en lo bien que me hizo sentir cuando me regaló unos minutos en el paraíso.

—No me mientas —puso su mano sobre la mía y dejó un apretón delicado —. Te conozco a la perfección y sé cuándo mientes —del otro lado de la habitación se desarrollaba la clase de Jean y sus compañeras. La profesora de danza les indicaba los pasos que debían realizar, cómo mover las manos y hacia donde ir. La danza siempre me pareció un arte hermoso y delicado, los movimientos eran suaves y lentos. Las niñas se movían de un lado de la habitación al otro sin ser interrumpidas por sus padres o familiares que se encontraban del otro lado separados por una puerta de vidrio.

—Es solo que he estado pensando las cosas y creo que tomé una decisión —musité. Carson me miró atento.

—¿Y qué has decidido? —indagó, curioso.

—Lo vas a saber en cuanto hable con tu padre —comenté. No se veía muy convencido, pero no tenía más opción que esperar para saberlo —. Así que te pido que le llames para acordar una cita —asintió.

—De acuerdo, voy a hablar con él para decirle que quieres verlo —le sonreí cómo agradecimiento. Acuné sus manos entre las mías —. ¿Segura que no pasa nada más? —preguntó.

—Sí, no pasa nada —fingí que todo estaba bien y que mi vida no era un infierno al lado de mi esposo. Que lo odiaba y que él me odiaba más. Siempre supe que esto era un negocio, pero llegué a tener la esperanza de que las cosas serían diferentes y que por un milagro de Dios este matrimonio podía ir no tan mal. Qué estúpida fui, ¿no es cierto? Pensé que con Mark podía tener un poco más de libertad, pero solo pasé de una jaula a otra.

—No te creo, pero no voy a insistir, me lo vas a decir a su tiempo.

Carson era tan comprensivo y dulce que a veces no podía creer que existía y que era real. Parecía más que nada un chico sacado de un libro, de cualquier libro donde era perfecto, atento, dulce, respetuoso y el más fiel de todos. ¿Por qué no todos los hombres eran cómo él y solo pensaban con la cabeza que les colgaba en medio de las piernas? Por ejemplo, Mark. Eran tan diferentes y eso es lo que me gustaba de él, que no era un imbécil cómo los demás.

—Qué atento y dulce eres —cogí su mejilla y la pellizqué. Carson sonrió y ambos miramos en dirección a Jean. La clase había terminado y la profesora les daba algunas indicaciones. Las niñas no tardaron en salir e ir a cambiarse para quitarse la ropa con la que ensayaban.

—Solo soy atento y dulce contigo —dijo.

—¿Estás seguro de eso? —ladeé la cabeza —. ¿No hay por ahí una chica policía que está enamorada de ti en secreto y no te lo ha dicho? —alcé una ceja y Carson negó rápidamente.

—No hay ninguna chica.

—¿No la hay o no estás seguro? —insistí.

—No la hay, estoy más que seguro —no sé por qué, pero sus palabras me hicieron sentir más tranquila.

Cogí su barbilla con dos dedos. Lo miré a los ojos y después a los labios.

—No me dejes, ¿sí? Me haces sentir bien y protegida.

—No lo haré nunca —cogió mi muñeca y llevó mi mano a la altura de su pecho. Una especie de vacío se formó en medio de mi pecho, las manos me picaban y mi ritmo cardiaco se había acelerado más de lo normal.

—¿Lo prometes? —bajé la mirada a sus bonitos labios.

—Lo juro —me sonrió.

Carson era tan guapo, con el cabello castaño y lacio cayéndole en la frente, sus labios, su nariz, sus orejas. Todo en él lo era. Me hubiera gustado tanto que nuestras vidas hubiesen sido diferentes y tal vez así todo esto no estaría pasando, pero si nada de lo que pasó en el pasado hubiera ocurrido de esa manera entonces Carson y yo no estaríamos en este momento aquí. Si las cosas se hubieran dado de otra manera nada de esto estaría pasando, él y yo no estaríamos aquí, tal vez él estaría en otro lugar con sus padres y yo no estaría casada con Mark y él no sería mi guardaespaldas.

—Eres tan bonita —sostuvo mi mejilla con su mano —. Y perfecta...

—Y solo tuya —murmuré.

—¿Mía completamente? —se acercaba lentamente hasta que quedamos a una distancia nada prudente.

—Solo tuya. No puedo dejar que Mark me toque —confesé. Me mojé los labios —. No me puedo imaginar que ponga sus sucias manos sobre mí cuando tú me has tocado de esa manera y me has llevado al cielo. Literal, me llevaste al cielo —sonrió. También se mojó los labios. Aquel gesto no me pasó desapercibido. Casi aprieto las piernas, pero me contuve.

—Tienes que fingir ser su esposa —un nudo se tejió en medio de mi garganta.

—No pretendas que olvide lo que pasó entre nosotros aquella noche —lo miré atenta —. No puedo y no quiero.

—No te pido eso, solo que hagas lo que venías haciendo hasta ahora —apreté los labios y contuve una exhalación que me estaba quemando el pecho —. Sé que es difícil, pero no imposible.

—Lo intentaré, pero no prometo nada.

—Al menos hasta hablar con mi padre, ¿sí? Dependiendo de la respuesta que le des sabremos que hacer después.

—Solo quiero ser libre, es lo único que anhelo.

—Y yo te juré que te voy a sacar de ese lugar —aseguró.

Aun me era difícil creer que un hombre cómo Carson se hubiera fijado en una mujer cómo yo que no tenía experiencia en nada y nunca tuve novio.

—Val...—informó Jean al llegar a nuestro lado. Parpadeó y me di cuenta que Carson y yo estábamos muy cerca y eso le sorprendió a ella también —. ¿Nos vamos?

—Sí, vamos —cogí mi bolso y me puse de pie.

—¿Podemos ir por un helado? —preguntó Jean. Levanté la mirada hacia Carson y este asintió con una dulce sonrisa en los labios.

—Vamos pequeño monstruo —se puso de pie y cogió la mano de Jean.

—¡No me digas así, Carson! —lo reprimió molesta.

—Eres fastidiosa, habladora y te enfadas más rápido que lo que yo puedo decir esternocleidomastoideo —se alejaron hacia la puerta mientras yo los observaba caminar.

—¡Esa no es una palabra fácil, Carson!

—A ver dila tú —la retó. Caminé hacia ellos. Carson detuvo la puerta para que Jean pudiera salir, cuando levantó la mirada me hizo un guiño y esperó que saliera para soltar la puerta y salir a mi lado.

—No puedo —Jean se cruzó de brazos y entrecerró los ojos —. Eres un tonto —lo miró ceñuda.

—Sí, soy un tonto, pequeño monstruo —le dijo a mi hermana mirándome. Tenía en sus ojos dibujado el sentimiento del amor y no podía evitar no mirarme así y yo, yo estaba cayendo poco a poco por él. Empezaba a sentir cosas lindas por Carson, empezaba a quererlo y temía que las cosas no resultaran bien entre nosotros.

—Vamos por mi helado —la miré y ella nos miraba de manera extraña a los dos. No dudaba ni un poquito que al llegar a la casa me fuera a bombardear con miles de preguntas que no sabía cómo iba a responder. ¿Qué le iba a decir si me preguntaba si estaba pasando algo entre Carson y yo? ¿Si las cosas iban bien con Mark? Jean estaba consciente de que nuestro padre me obligó a casarme con él y que no lo quería, pero tenía que fingir que todo iba bien con él, no quería que se preocupara por mí.

—Vamos —entre los dos cogimos sus manos cómo si fuera una niña pequeña, pero en realidad no lo era y yo no podía evitar mirarla de esa manera. Para mí siempre sería mi niña y la iba a proteger de todo y de todos, incluso de mi padre y de Andrew, no me importaba que tuviéramos la misma sangre y compartiéramos el mismo apellido, no podía confiar en ellos.

Compramos el helado que Jean tanto quería y Carson aprovechó para comprar dos cajas con macarrones franceses, una para Jean y otra para mí. Sabía que me gustan mucho y por eso los compraba. Era un gesto muy lindo de su parte al igual que regalarme el collar de mariposa sabiendo que son mis favoritas.

Dimos una vuelta por ahí antes de tener que regresar a la casa de mi padre y pasar a dejar a Jean. No quería dejarla con él, pero era su padre y no podía llevarla conmigo sin pretender que no iba a tener consecuencias. Mi padre podía ser muy cruel si se lo proponía y no quería que se desquitara con Jean.

—Espérame aquí, no tardo —Carson giró la cabeza hacia los asientos de atrás. No se veía muy convencido —. No me va a pasar nada.

—No estoy seguro de eso —entorné los ojos —. De acuerdo, voy a esperar aquí.

Bajé del auto y esperé que Jean lo hiciera, pero se quitó el cinturón y se asomó entre los asientos para darle las gracias a Carson.

—Gracias por llevarme a comer un helado y por los macarrones —señaló la caja en sus manos.

—No es nada, pequeño monstruo —Jean se molestó, pero no le dijo nada —. Nos vemos pronto.

—Adiós —levantó la mano y se despidió de él. Bajó y cerré la puerta para entrar a la casa. Mi padre no había llegado, pero quien sí estaba era Andrew, que al escuchar que llegamos no demoró en bajar las escaleras.

—¿No se supone que deberías estar en tu casa atendiendo a su esposo?

—¿No se supone que deberías estar trabajando? —Jean me miró y después miró a Andrew.

—No empiecen, por favor —pidió. Puse una mano en su hombro.

—No vamos a empezar nada, Jean —Andrew bajó y se detuvo al pie de las escaleras recargándose por completo.

—¿Qué haces aquí? —indagó, molesto.

—Esta también es mi casa, Andrew. No sé sino lo recuerdas, pero viví aquí toda mi vida.

—No te confundas, Valerie, esta no es tu casa. ¿No recuerdas que mamá me dejó todo a mí y a ustedes nada? —nos señaló a Jean y a mí con un dedo.

—No digas esas cosas frente a Jean —apreté su hombro con delicadeza.

—¿Por qué? Ya no es una niña pequeña a la que hay que ocultarle las cosas —Jean apretó la caja que sostenía con ambas manos.

—Eres un idiota, Andrew —escupió molesta.

—Y tú eres fastidiosa. Ve a tu habitación a jugar con tus muñecas —señaló.

—¡Vete al demonio! —Andrew rodó los ojos.

—Jean, ve a descansar —giró hacia mí y me sonrió. Me despedí de ella con un beso en la mejilla —. Te quiero mucho.

—Y yo a ti, Val —nos dijimos adiós y cuando pasó al lado de Andrew le mostró la lengua.

—¿Lo ves? ¡Es una grosera! —Jean pasó de largo y terminó de subir las escaleras para girar en el pasillo e ir a su habitación.

—No te mereces menos de nuestra parte —metí las manos a los bolsillos de mi abrigo —. Por tu culpa tuve que casarme con Mark...

—¿No me digas que no eres feliz?

—¡No lo soy! Tú tampoco lo serías si te hubieran obligado a casarte con una mujer que no amas.

—Haría el intento por hacerla feliz.

—Sí, por el dinero y nada más. Mira, no tengo nada que hablar contigo —di la vuelta con la intención de irme, pero cuando la puerta se abrió por fuera me detuve de golpe. La sangre se me heló al ver que era mi padre quien entraba.

—¿Qué haces aquí, Valerie? ¿No te dije que...?

—Ya sé lo que me dijiste y ya me voy —no quería discutir con él. Estaba poniendo todo de mi parte para no responderle cómo era debido. Todavía tenía modales y un poco de respeto hacia su persona, lo que no sabía es si ese respeto se iba a mantener para siempre.

—No te quiero ver en mi casa —terminó de entrar y dejó la puerta abierta para que saliera.

—Ya le dije que esta no es su casa y que debería estar atendiendo a su esposo —dijo Andrew. Apreté los puños con fuerza. Ambos se pusieron de acuerdo para hacerme enojar y si continuaban así no me iba a quedar callada.

—No quiero que le metas tus ideas feministas a mi hija —tensé cada musculo de mi cuerpo y solté una exhalación cansada y más que nada cargada de rencor.

—¿Quieres que haga todo lo que le pides y que no se queje? ¿Quieres venderla cómo lo hiciste conmigo?

—Ya te dije que no te vendí.

—¿¡No lo hiciste!? ¿No me vendiste a Mark con tal de que pagara cada una de las deudas que tu alcohólico y vicioso hijo quedó a deber? —señalé a Andrew que no se había movido de su lugar.

—¡Oye, a mí no me metas en sus cosas! —giré medio cuerpo y le grité.

—¡Cierra la boca! —regresé a ver a mi padre para terminar de decirle algunas palabras —. No me puedes impedir ver a mi hermana, nunca dijiste que no podía hacerlo y ahora...—las palabras se quedaron atascadas en medio de mi garganta junto con el nudo que tragué por orgullo a que mi padre no me viera llorar —. Ahora ni siquiera quieres que me cerque a ella. ¿Por qué? ¿Por qué te empeñas en destruirnos la vida?

—¡Yo solo he buscado lo mejor para ustedes!

—¿¡Y crees que lo mejor para nosotras es casarnos por dinero!? ¿Ese es tu concepto de amor? —aparté las lágrimas que se habían acumulado en la esquina de mis ojos —. No voy a dejar que hagas con Jean lo que hiciste conmigo —lo señalé con un dedo —. No permitiré que vendas a Jean con un pervertido cómo Mark...

—No deberías hablar así de tu esposo —sugirió. Podía meterse sus palabras por donde no le daba el sol.

—Le hablo cómo yo quiero porque es una basura cómo tú —escupí y avancé hacia la puerta.

—¡No le hables así a papá! —intervino Andrew.

—¡También puedes irte al demonio! —salí y cerré la puerta de un azotón. No retuve las lágrimas y las dejé salir con tanto dolor. Me estaban quemando las palabras de mi padre, quien se suponía tenía que cuidarme de todos y de todo, pero fue el primero en herirme y romperme el corazón.

Abrí la puerta del auto y entré. Al verme Carson se sorprendió, abrió los ojos de más y me cogió de las manos.

—¿Qué pasó? —preguntó desesperado.

—Sácame de aquí, por favor —le supliqué.

—¿Estás bien? —le dije que no con la cabeza.

—Llévame lejos de este lugar —lo miré. Mis ojos estaban empañados por las lágrimas.

—De acuerdo —encendió el auto y arrancó para salir de la propiedad de mi padre. Me dolía tanto que a pesar de su desprecio y sus crueles palabras todavía esperaba que me quisiera un poco, que me viera cómo su hija y no como si fuera mercancía cara. No debía olvidar todo lo que ahora sabía de él, que era un mal hombre y un mal padre, que era socio de Mark para comprar y vender mujeres y que no debía sentir pena por él, ni una pizca de compasión hacia su persona. Papá no era un buen hombre y por eso tenía que sacar a Jean de esa casa.

Aceptaría el trato con el padre de Carson y le pediría a cambio que me ayudara a sacar a Jean de esa casa antes de que a mi padre se la ocurriera la estúpida idea de comprometerla con un idiota cómo lo hizo conmigo. Porque fue más o menos a esa edad (la que tenía Jean en ese momento) que mi padre me comprometió con Mark y después todo mi mundo se convirtió en un infierno. Carson llegó para hacerme menos infeliz, pero no sería completamente feliz hasta que Mark estuviera en prisión y nuestro matrimonio se anulara.

Mark

Cuando empecé con este negocio no me gustaba ni tantito tener que hacerlo. Detestaba la idea de comprar y vender mujeres como si fueran un pedazo de carne nada más, cuando en realidad no lo eran. Me rehusé a hacer esto y ser un esclavo más de mi desgraciado padre, pero no me quedó de otra más que seguir con el negocio de la familia. Si a mi padre no le importó hacerlo teniendo una esposa y una hija, ¿por qué a mí tenía que importarme? Nací para hacer esto, para liderar a la familia y llevarla a la cima, no para quedarme viendo cómo él se llevaba toda la gloria mientras yo me quedaba mirando en las sombras. Él me enseñó a jamás quedarme atrás y ahora era yo quien tenía más relevancia que la que tuvo él a mi edad.

Estaba logrando mucho en tan poco tiempo y si las cosas continuaban así no dudaba ni un poco que en algunos meses este negocio podía llegar a más lugares. Quería llegar a Londres, pero la ciudad era custodiada por Mason Turner y ese imbécil no quería tener tratos conmigo, decía que no era lo suyo. Era un idiota. No se daba cuenta de lo que podíamos lograr juntos, si él se aliaba conmigo este negocio llegaría muy lejos.

Aquella noche había llegado un cargamento que venía de Norteamérica. Megan me acompañó cómo solía hacerlo cada vez que un cargamento grande llegaba a la ciudad, era mi mano derecha tanto en los clubes cómo en esto. No sé qué haría sin ella y todo su apoyo. Poco le importaba lo qué hacía, ella cumplía con su trabajo y lo hacía muy bien.

—¿Le llamaste a Turner? —le pregunté y asintió con la cabeza. Ambos observábamos cómo las chicas eran transportadas de los contenedores a las camionetas blancas para distribuirlas en todos los clubes que tenía en la ciudad. Las más bonitas las llevarían al Edén para el disfrute de nuestros socios y conocidos.

—Sí, le llamé de nuevo, pero dijo lo mismo que la otra vez, no quiere hacer tratos contigo —bufé.

—¿Hablaste con él directamente? —la miré y negó con la cabeza —. Me lo suponía.

—Me comuniqué con su mano derecha, el tal Murray —me pellizqué los lagrimales.

—Qué imbécil es —una fila de chicas era llevada a otra de las camionetas.

—Lo sé. No sé por qué se resiste a trabajar contigo. Este es el negocio que más deja en el mundo, podría aumentar su fortuna por millones —llevé las manos a mi espalda.

—Debe tener sus razones.

—Claro —se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz —. Él sabe lo que hace.

Una de las chicas tropezó frente a nosotras, pensé que Megan se iba a acercar a ayudarles, pero no lo hizo.

—¡Ponte de pie, tonta! —la chica se encontraba atada de las manos por lo que se le complicó más ponerse de pie y más cuando se llevó a dos chicas más con ella —. ¡Tú! —le gritó a uno de los hombres que vigilaba que ninguna de ellas fuera a hacer una estupidez —. Ayúdale —le indicó señalando la escena y el hombre no tardó en obedecer. Solté un bufido y el vaho se elevó arriba de mi cabeza.

—Qué mierda —elevé la vista al cielo.

Yo no era así porque alguien me lo impuso o porque mi padre me obligó a serlo. Era así porque quería, porque me gustaba el dinero y el poder, me gustaba que las cosas se hicieran a mi manera y si no salían cómo yo quería tenía que tomar medidas extremas. Lo que estaba sucediendo con la tonta de Valerie, era rejega y hacía lo que se le pegaba la gana. No obedecía y ahora había decidido dormir en otra habitación. Sospechaba que algo estaba pasando con ella y por su bien esperaba que no estuviera haciendo una estupidez porque le podía ir muy mal y si es que me engañaba a él también le podía ir peor.

—¿Estás pensando en tu querida esposa? —resoplé.

—No me hables de ella —la miré —. Ha decidido no dormir conmigo, ¿lo puedes creer? —Megan alzó una ceja.

—¿Crees que sea porque te odia o porque te está engañando? —indagó, divertida, lo que me hizo enojar.

—No digas estupideces —se rio negando con la cabeza —. Me conoce muy bien y sabe lo que le haré si se atreve a engañarme.

—Eres un hipócrita —masculló a mi lado.

—¿Me llamaste hipócrita? —asintió. Era la única mujer que me podía decir hipócrita y sostenerme la mirada sin temer que le hiciera algo.

—Sí, te dije hipócrita. Te acuestas conmigo y con la idiota esa y te enojas porque no quieres que ella haga lo mismo. ¿Te das cuenta de lo que haces?

—Valerie no puede tener un amante. Si lo hace soy capaz de matarla.

—¿Estarías dispuesto a quedarte viudo? —preguntó en tono burlón.

—Prefiero eso a ser un cornudo —Megan rio y negó con la cabeza —. Y no te burles —le dije.

—De acuerdo, no dije nada —exhaló —. Lo bueno es que en este mes no tendrás que verle la cara o soportarla.

Tenía razón ya que se acercaba el mes de agosto, lo que quería decir que el festival de Edimburgo estaba a la vuelta de la esquina. Consistía en festividades y eventos que se llevaban a cabo empezando el mes de agosto y terminando a finales de este. Estaría ocupado revisando que las cosas se dieran bien y que no fuera a ocurrir nada fuera de lo común, así que no vería a Valerie tanto tiempo y no pasaría muchas horas a su lado, lo que ya era una ganancia para mí.

—Lo malo de todo es que no vas a poder engendrar un hijo con tu dulce y amada esposa —se estaba burlando de mi penosa situación. Megan estaba molesta porque quería tener un hijo con Valerie, lo necesitaba más que nada.

La miré de reojo y se encontraba de brazos cruzados y con ese gesto en el rostro. Ahora era mi turno de burlarme de ella.

—Ya sé que no te gusta la idea, pero sabes que es lo mejor.

—¿Lo mejor para ti o para ella? —indagó molesta. Di un paso cerca y me coloqué frente a ella para coger sus manos y atraerla a mi cuerpo —. Odio la idea de que le hagas un hijo y a mí no —masculló.

—¿Y quién dice que no te puedo hacer un hijo? —mi mano se cerró en su cintura.

—Lo has dicho mil veces, Mark, que yo solo soy tu amante y que jamás podremos formar una familia juntos —su voz se quebró al final.

—¿Yo dije eso? —fruncí el ceño, ella asintió con la cabeza.

—Muchas veces.

—Podemos tener uno o dos hijos, pero ya sabes las condiciones —ahora ella frunció el ceño.

—Y eso es lo que no quiero —sus manos ascendieron a mi cuello y cogió las solapas de mi abrigo —. Te quiero solo para mí, no me gusta compartirte con nadie más —espetó —. No me gusta ser la otra mientras que ante la sociedad presumes a la insípida esa y yo tengo que mirar detrás de las sombras.

—Sabías a lo que ibas conmigo, Megan —la miré severo —. No me vengas con esta mierda ahora. La atraje a mi boca agarrando su barbilla.

—Pero ya no lo quiero, Mark, eres mío nada más y solo yo puedo darte un hijo —avancé con ella hasta que su espalda rozó con la puerta de la camioneta.

—No entiendo por qué no te dejo —espeté. Megan me miraba de la misma manera que yo la miraba a ella, con rabia y deseo a la vez —. Debería dejarte y matarte para que no seas un puto problema —mi agarre se hizo más fuerte.

—¿Y por qué no lo haces? Yo te voy a decir —se adelantó a mis palabras —. Me necesitas y me quieres, por eso no me matas. Sabes que sin mí no eres nadie —decía segura —. Sabes que te vuelvo loco.

—Cierra la boca —apreté mis labios a los suyos. Mordí sus labios y los besé con deseo voraz. Mientras la besaba abría la puerta —. Súbete —le ordené soltándola.

—¿Qué me vas a hacer?

—Te voy a follar para que dejes de lloriquear —una sonrisa lasciva se dibujó en sus labios —. Para que no digas que no te quiero —subió sin darme la espalda y detrás lo hice yo cerrando la puerta. Cuando me senté no dudó en hacerlo en mis piernas a horcajadas.

—¿Me vas a hacer un hijo? —asentí.

—O dos, los que tú quieras —su sonrisa se ensanchó y ahora fue ella quien me besó con desespero. Megan tenía razón al decir que la quería y era cierto, sentía más cariño por ella del que sentía por Valerie, pero ante los demás era mi esposa y próximamente la madre de mis hijos, aunque Mer tenía loco no podía perder los estribos y salirme del plan original. Valerie sería la madre de mis hijos y cuando ya no me sirviera me iba a deshacer de ella. 


🦋🦋

Holis. Espero les haya gustado el capítulo 

Yo amo a Carson, es tan lindo y detallista, pero veremos una faceta de él un poco oscura, ya sabrán a qué me refiero.

¿Quién más odia a Mark? 🙋🏻‍♀️ Me es muy difícil escribir desde su punto de vista, por eso lo evito, pero hay escenas que tienen que ser narradas por él. No crean que lo disfruto, eh.

Nos leemos en el siguiente capítulo. 

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