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Capítulo 14. 🦋

Valerie

Carson me llevó a la casa de mi padre y me quedé con Jean antes de que llegara y casi me corriera diciendo que mi lugar estaba con mi esposo y no en la calle haciendo quien sabe qué cosas, que debía esperarlo con la cena en la mesa y no sé qué cosas más que dejé de escuchar porque su machismo me provocaba dolor de cabeza. No entendía cómo es que mi madre se casó con un hombre así cuando ella era un ángel, una mujer buena y dulce, mi padre era todo lo contrario, amargado cómo un limón y cruel, no sé en qué momento se enamoró de él o que le vio para casarse con él y formar una familia a su lado.

Dejé a Jean con Effie, solo podía confiar en ella para cuidar de mi hermana y estar a su lado para hacerle compañía, ni siquiera en mi propio padre podía confiar, sabía que si se daba la oportunidad le haría lo que me hizo a Jean y eso no lo podía permitir, ella no iba a pasar por la misma vida que yo.

Carson detuvo el auto frente a una casa de dos pisos con las escaleras de fuera. El sol no se metía así que podía ver a la perfección la calle, a esas horas no había tantas personas, algunos locales ya estaban cerrados y el bus se detenía en la esquina bajando y subiendo personas. Me quité el cinturón y abrí la puerta antes de que Carson llegara y la abriera, le sonreí y cerró detrás de mí. Observé el lugar y me gustó todo lo que vi, la calle empedrada, las casas repletas de flores y macetas, las farolas en la acera, este lugar era perfecto para vivir.

—Vamos —me invitó a subir las escaleras que también tenían macetas con flores de todos los colores a cada lado. Esperé frente a la puerta para que Carson la abriera y di un paso dentro cuando se hizo a un lado para que pudiera pasar. La puerta se cerró y Carson dejó las llaves sobre una mesita debajo del perchero. Me quité el abrigo que llevaba puesto y él se encargó de colgarlo —. Pasa —dijo y caminé con pena dentro del lugar.

No era pequeño, alcanzaba a ver un comedor, una sala, una cocina de buen tamaño y más allá un pasillo donde había dos puertas. Era perfecto para un hombre cómo él.

—Tal vez no sea tan grande cómo la casa donde viviste todos estos años...

—Es perfecto —le dije, interrumpiéndolo —. Siempre he querido vivir en un lugar así —le sonreí —. No creas que todo es lujo y dinero para mí —se acercó dando dos pasos, quedó frente a mí y me cogió de las manos.

—Nunca he pensado eso de ti.

—Sé que he vivido rodeada de lujos, pero eso no quiere decir que si tuviera que trabajar no lo haría. Claro que lo haría, no me importaría trabajar en lo que sea —solté las manos de Carson para abrazarlo, necesitaba hacerlo, quería que él también me abrazara —. No sé qué va a pasar cuando todo esto termine, pero sé que las cosas no van a ser iguales que ahora.

—Tal vez sean mejores —musitó. Apoyó su barbilla en mi hombro.

—Espero que así sean —me separé de él y observé a la pequeña Mabel que se acercó a Carson y se quedó detrás de él observándome y olisqueando. Era una desconocida para ella y entendía que se portara así.

—Ella es Mabel —Carson la cargó. Mabel era hermosa, pequeña, con el pelo café y negro de su cuerpo, una nariz diminuta y negra también, ojos redondos y oscuros —. Mabel, ella es Valerie, la hermosa chica de quien te he hablado todo este tiempo —Mabel me observaba con curiosidad.

—¿Le has hablado de mí? —Carson asintió.

—Todo el tiempo le hablo de ti, creo que ya la tengo harta —se rio nervioso. Di un paso y estiré el brazo para tocar a Mabel, acaricié sus orejitas donde tenía un moñito en medio de estas y se veía muy bonita.

—Eres tan cursi, Carson —sus mejillas se tiñeron de un ligero color carmín. Mabel estiró las patitas en mi dirección, miré a Carson y me entregó a Mabel, la cargué de inmediato y fui detrás de Carson que caminó hacia la cocina.

—Tengo masa para preparar pizza, creo que en la nevera hay pepperoni, queso y albahaca —se detuvo frente a la tarja y se lavó las manos.

—¿Cómo sabes que mi comida favorita es la pizza? —le pregunté.

—¿Crees que no te he observado todos estos años? —me echó una mirada de reojo.

—¿Lo has hecho? —indagué sorprendida —. Lo has hecho —asintió —. Nunca me di cuenta que me observabas, pensé que te era indiferente.

—Pues no lo eras —cogió un trapo y se secó las manos, cuando terminó extendió el trapo sobre la superficie plana.

De la nevera sacó los ingredientes para preparar la pizza mientras yo me lavaba las manos y cargaba a Mabel quien se puso cómoda sobre mis piernas. Acariciaba sus orejitas y su lomo, pasaba mi mano por su suave pelo y me di cuenta que Carson la cuidaba bien, le daba de comer sanamente y la quería mucho, era cómo una hija solo que en mascota.

—¿Qué voy a hacer yo mientras tú cocinas? —indagué.

—Puedes cargar a Mabel —ambos miramos a Mabel que se había acomodado en mis piernas. Entorné los ojos en dirección a Carson. Se había quitado el saco y la corbata, se subió las mangas a la altura de los codos y se desabrochó dos botones. Su cabello lacio caía en su frente y por alguna extraña razón me gustaba más así.

—Quiero hacer algo.

—En la nevera hay unas botellas de cerveza y puedes preparar las bandejas para poner la pizza —me puse de pie y dejé a Mabel sobre el sofá. Me lavé las manos y empujé a Carson a un lado.

—¿Y si mejor te ayudo a preparar la cena? No me va a pasar nada si lo hago. No se me van a caer los dedos, Carson —me miró unos segundos, pero después aceptó mi propuesta y es que tampoco lo iba a dejar decirme que no.

—De acuerdo —se hizo a un lado.

—Dime cómo —dije con pena. Carson se colocó detrás de mí y me indicaba cómo estirar la masa, cómo colocarla sobre la bandeja y qué ingredientes poner en orden para que la pizza quedara perfecta, un poco deforme, pero quedó bien para ser mi primera pizza en toda mi vida. Se acercaba demasiado a mí, rozaba sus dedos con los míos y me hablaba a la oreja tan cerquita que su voz me estremecía la piel. Preparamos dos pizzas y esperamos que el horno estuviera a temperatura para meter las bandejas.

—Para ser la primera vez que preparas una pizza lo hiciste muy bien. Quedó algo deforme —comentó.

—¡Oye! Mi pizza no está deforme —fruncí los ojos.

—No, claro que no.

—¡No lo está, Carson! —lo cogí del cuello de su camisa —. Di que no está deforme.

—Que agresividad.

—¡Dilo! —le exigí.

—No está deforme, solo un poco chueca —eso me hizo enojar más.

—Debería golpearte por ser tan grosero —entorné los ojos.

—¿Y por qué no lo haces? —indagó.

—Porque no quiero arruinar tu bonito rostro —mi agarre se aflojó y Carson sonrió de lado, entendí lo que dije, pero ya era muy tarde para retractarme ya lo había dicho —. Yo...—lo solté, pero antes de que mis manos cayeran a mi costado Carson cogió mis muñecas y acarició el interior con cuidado.

—¿Piensas que soy bonito? —alzó una ceja sutilmente.

—Eh...Sí —se mojó los labios. Me quedé hipnotizada mirando cómo su lengua se paseaba por sus hermosos labios. Me dieron ganas de besarlos hasta saciarme de ellos —. ¿Debemos meter la pizza al horno? —indagué. Carson asintió.

—¿Me ayudas? —le dije que sí. Me soltó y se acercó a la mesa para coger las dos bandejas, le ayudé a abrir el horno mientras él metía las bandejas, cerré el horno y Carson observó la hora en su reloj. Sin decir nada cogió las dos botellas de cerveza, cogió mi mano y me llevó con él a la sala y nos sentamos en el sofá de tres piezas —. Una vez dijiste que asistías a clases de ballet —asentí —. ¿Te gustaba?

—No mucho, era muy lindo bailar, pero lo hice más que nada por mi padre —Carson se dio cuenta de cómo mi voz cambió de repente al hablar de mi padre.

—¿Siempre fue así contigo? —indagó.

—¿Te refieres que sí siempre me trató cómo si fuera un objeto caro? ¿Cómo si no valiera nada?

—No, pero...—me pasé un mechón detrás de la oreja.

—Es broma —sus facciones se relajaron —. No siempre fue así conmigo ni con Jean, era un padre cariñoso, pero todo cambió después de la muerte de mamá —solté una pequeña exhalación —. Después de eso solo quería a Andrew —fruncí los labios de lado. Levanté la mirada hacia Carson y me encontré con la suya, triste, con lastima —. No me mires así por favor —le pedí. Acerqué la botella a mis labios y le di un sorbo.

—Has pasado por mucho después de que tu madre murió —asentí. Aparté la botella de mis labios.

—Tú también, te quedaste solo. No me puedo imaginar el perder a mi padre, sé que no es un buen padre y que ha hecho cosas malas, pero sé que ahí está. Con su mal genio y sus ideas machistas, pero está ahí —me deslicé cerca para coger su mano —. Lamento tanto por todo lo que has pasado —su pulgar acarició el dorso de mi mano —. Me hubiera gustado estar ahí para ti.

—Pero estás ahora y eso es lo que cuenta —en sus labios se dibujó una sonrisa sincera —. Todo es más llevadero porque estás a mi lado.

—Eres tan lindo, no te merezco —musité bajando la mirada. Carson se deslizó hacia la mesa, me quitó la cerveza y la dejó junto a la suya sobre la mesita.

—¿Por qué dices eso? —preguntó. Se acercó un poco más, todavía quedaba una distancia prudente entre nosotros.

—Porque tú me quieres sinceramente y yo...

—Yo sé que no me quieres, pero estoy seguro que con el tiempo lo harás —ni siquiera me atrevía a mirarlo a los ojos —. Princesa, mírame —negué con la cabeza —. Mírame, por favor.

—Me atraes de una manera descomunal, algo que no había sentido por nadie —confesé —. Pero estoy tan confundida en este momento —apreté los labios. Carson solo sonrió cómo solía hacerlo.

—¿Entonces te atraigo?

—¿Eso es lo único que importa? —entrecerré los ojos.

—Para mí sí, ya es algo.

—Eres un tonto —se acercó un poco más. Su cercanía me estaba provocando nervios, sentía pequeños temblores en todo mi cuerpo, algo que solo él podía provocar.

—Sí, bueno, en eso no te discuto nada, porque sí soy un tonto, pero ¿sabes algo?

—¿Qué? —apreté los labios.

—Si tú lo decides soy tu tonto nada más —mi pecho empezó a subir y bajar errático, mi respiración pasó de ser tranquila a ser agitada y rápida.

—Carson...—de nuevo se mojó los labios y mientras lo hacía subía una de sus manos por mi brazo, acarició con las yemas y se detuvo detrás de mi cuello, debajo de mi oreja. Su toque era delicado y suave, me tocaba de una manera sutil y lenta.

—¿Sí? —miré sus hermosos ojos. Eran tan expresivos y decían tanto en ese momento. Quería besarlo cómo lo hice aquella noche, quería sentirlo más cerca, necesitaba sentirlo más cerca.

—Tú...tú me gustas mucho y quiero quererte. Te juro que quiero quererte porque te lo mereces.

—¿Y qué te impide hacerlo? —indagó.

—Ahora nada, ni siquiera que estoy casada —confesé. Se acercó un poquito más, terminando con la poca distancia que todavía había entre nuestros cuerpos.

—¿Sabes? A mí me importa menos —dijo en un tono muy bajito, pero tan seductor que me caló la piel e hizo latir mi corazón. Le sonreí. Y ese simple gesto bastó para que terminara con esta tortura, apretó sus dulces y suaves labios a los míos, lo hizo de una manera lenta, tomándose su tiempo para probar mis labios, para meter su lengua dentro de mi boca y saborear mi lengua. Metió su mano bajo mi espalda y me recostó contra el sofá, me acomodó de tal manera que mi cabeza quedó apoyada en el reposabrazos del sofá y él encima de mí —. Tú me encantas más, princesa —le sonreí. Amaba cuando me decía así, me hacía sentir especial y querida.

—Me gusta cuando me dices así, no dejes de hacerlo por favor —acuné sus mejillas entre mis manos.

—Jamás —lo dijo cómo si lo estuviera jurando —. Lo prometo —me besó de nuevo, pero esta vez no fue lento o dulce, lo hizo de una manera salvaje y pasional que me arrancó un jadeo de lo más profundo de mi garganta. Se acostó sobre mí sin hacerme daño, una de sus manos bajó por mis muslos y la metió dentro de mi falda, la deslizó lentamente hasta llegar a la costura de mis bragas. Ahí se detuvo un momento mientras acariciaba con las puntas de sus dedos y me comía la boca con ímpetu y pasión —. ¿Puedo tocarte? —asentí y procedió a acercar los dedos a mi sexo, a aquella zona que nadie más que el idiota de Mark había tocado y lo odiaba por eso. Lo odiaba tanto.

Emití un pequeño jadeo en el momento que su pulgar se deslizó de arriba abajo con suavidad. Jamás me había sentido de esta manera con nadie. Nunca en la vida me hubiera podido imaginar que estando casada iba a permitir que otro hombre que no fuera mi esposo me tocara, pero Mark no merecía mi fidelidad cuando él me engañó quien sabe desde cuándo. Los votos que dije en la iglesia se podían ir al carajo en ese momento. Me gustaba cómo me tocaba, la delicadeza en sus caricias, la tranquilidad en sus apasionados besos. No quería llegar a más, pero sí necesitaba tocarme, sentirme, aunque fuera por un momento lo dejaría hacerlo.

—Eres tan suave —murmuró sobre mis labios. Sentí mi rostro caliente ante sus palabras —. Y besas tan bien.

—¿Para nunca haber tenido novio? —indagué.

—Besas bien para nunca haber tenido novio —confirmó. Solté una risita tonta ante su comentario. Mis manos continuaban en sus mejillas, mientras lo observaba a los ojos. Su intensa mirada, cargada de deseo, sus labios hinchados por los besos que nos dimos, su cabello castaño cayéndole en la frente.

—Me encantas —musité sobre sus labios —. Eres la clase de hombre que hubiera querido para ser mi esposo.

—¿Lo dices en serio? —asentí apretando los labios. Los mojé y siguió el movimiento de mi lengua lentamente.

—Lo digo en serio —se acomodó de tal manera que sentí el bulto debajo de su pantalón. Era grande y duro. Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta. No sabía qué decir o hacer, a donde mirar. Me sentía cohibida, apenada.

—Y estoy seguro de que serías una buena madre y una maravillosa esposa —no me permitió decir más porque me besó de nuevo sin poder abrir la boca solo para corresponder a su apasionado beso. Se restregó sin pudor encima de mi ropa y mis manos bajaron de inmediato a su torso y después a su espalda para atraerlo a mi cuerpo.

En un movimiento rápido se sentó en el sofá conmigo entre sus brazos, lo hizo con tal facilidad que me pareció sobrehumano que lo hiciera sin hacer ningún esfuerzo. Quedé a horcajadas sobre sus piernas, con las mías a cada lado de las suyas. Sus ágiles manos apartaron uno de los botones de mi blusa dejando expuesto mi cuello para él, sus labios se asieron a mi piel donde dejaba pequeños y húmedos besos que me hacían arder por dentro. Emitía sutiles gemidos mientras me movía arriba de él, empezaba a mojarme y no me imaginé que así se sintiera el placer y el deseo juntos.

—Carson...—siseó mientras lamía la piel de mi cuello. Bajó un poco más y con una de sus manos amasó mis senos. Descubrí en ese momento que estos eran tan sensibles y que me excitaba que los tocara, más que cualquier otra parte de mi cuerpo.

—No digas nada —musitó. Procedió a tocarme el trasero con una mano mientras la otra estimulaba uno de mis senos y su ágil boca lamía y besaba todo a su paso —. Solo déjate llevar —pidió con la voz ronca y baja cómo si acabara de despertarse de un largo y profundo sueño.

Asentí a sus palabras y dejé que continuara con lo que estaba haciendo y se sentía tan bien. El calor de mi cuerpo aumentó unos grados, sentía la piel caliente y ahí abajo no era la excepción. Carson se sentía más grande y duro, ¿eso se podía? Claramente me hacía falta aprender muchas cosas de los hombres, era una inexperta en el tema. Bajó su mano para coger mi trasero con ambas manos y lo apretó, marcó el ritmo de mis caderas sobre él y puedo jurar que un cosquilleo se gestó en mi intimidad húmeda y caliente. Mis manos subieron a sus definidos hombros y mis uñas se hundieron en la tela de su camisa blanca de vestir.

—Dios —jadeé bajito cuando aquella sensación se hizo más grande y empezó a crepitar por mi cuerpo.

—¿Qué? —preguntó rompiendo la cadena de besos que había dejado sobre mi piel.

—Sigue así —le pedí mientras hundía mi rostro en su cuello y disfrutaba del placer que me estaba dando —. No pares por favor —le supliqué con la voz entrecortada y agitada. Carson no dudó en hacer lo que le pedí y continuó moviéndose de esa manera tan demencial que estaba a nada de arrancarme un rico orgasmo que no tardó en explotar dentro de mi cuerpo, arrasó con todo su paso, fue devastador y maravilloso.

—Déjalo salir, princesa, quiero escucharte gemir —mis uñas se hundieron en sus duros hombros, escondí el rostro en su cuello y dejé salir esa ola de placer que me estaba quemando por dentro. Gemía alto y fuerte. Una de sus manos ascendió a mi nuca y la sostuvo con ímpetu para apartar mi rostro de su cuello y obligarme a mirarlo a la cara —. Necesito verte —apreté los ojos y solté un gemido más bajito. El éxtasis se extendió por todo mi cuerpo, arrasó con todo cómo si fuera un tornado que deja solo devastación a su paso. Las piernas me temblaban, mi cuerpo vibraba y sentía los estragos que aquel orgasmo.

—Ay Dios —exhalé. Carson aflojó su agarre y me permití descansar sobre su cuerpo.

—¿Estás bien? —preguntó mientras sus brazos rodeaban mi cuerpo.

—S-sí, eso creo —musité. Mantenía los ojos cerrados, disfrutando de este hermoso momento que me había regalado.

—¿Eso crees? ¿Cómo está eso? —indagó. Con su mano acariciaba mi cabello.

—Me siento diferente —le confesé —. Me gusta.

—Eso se llama orgasmo, princesa —sentí mi rostro caliente, mis mejillas y todo mi cuerpo arder —. Me imagino que nunca habías estado con ningún hombre antes de...—me separé para mirarlo a los ojos.

—No —dije apenada —. No tuve la oportunidad de conocer a ningún chico, no tuve novio así que no estuve con nadie más que con ya sabes quién —me refería el idiota de Mark. Carson apretó los labios y asintió —. ¿Eso es un problema para ti? —parpadeó atónito.

—¿Qué? No, no, solo pregunté por curiosidad. A mí no me importan esas cosas —su agarre en mi nuca se aflojó, pero no me soltó —. No es importante si estuviste con muchos hombres o no, a ti tampoco debería importarte.

¿Por qué es tan lindo?

—Ojalá todos los hombres fueran cómo tú —comenté.

—No soy perfecto...—lo callé dejando un beso sobre sus labios.

—Para mí lo eres, así que cierra la boca —abrió los ojos de par en par. Me separé después de unos segundos.

—Si siempre me vas a callar de esta manera hablaré con gusto todo el día —le di un manotazo en su pecho. Obvio no le dolió, estaba bien dotado y era duro, macizo.

—¿Puedo pasar a tu baño? —le pregunté. Me soltó y permitió que me bajara de sus piernas.

—La primera puerta es mi habitación, ahí está el baño —indicó. Me bajé la falda y la alisé con las palmas de mis manos.

—Gracias —le di la espalda y caminé hacia la habitación. Empujé la puerta y me encontré con una habitación pequeña, una cama individual, un escritorio con una lámpara y un closet, no había muchos muebles ni adornos. Me imaginé que por su doble vida tenía que mantener las cosas así, como si fuera un fantasma.

Entré al baño e hice lo que tenía que hacer ahí dentro. Me miré en el espejo. El cabello despeinado, ya no tenía labial, este había desaparecido por los besos apasionados que nos dimos. Mi ropa era un desastre. Intenté quedar cómo antes y salí del baño, en ese momento Carson sacaba las bandejas con pizza del horno, me miró y sonrió.

Era tan lindo y detallista que me era imposible no sentir nada por él. Se estaba ganando mi corazón con creces y sería una tonta si lo dejaba ir. Carson era perfecto para mí, era sensible y romántico, me cuidaba y no porque tenía que hacerlo, porque le pagaban por ello, lo hacía porque quería, porque era su naturaleza protectora la que le pedía que me cuidara. Era tan detallista y dulce. Si continuaba así no iba a tardar en amarlo completamente cómo él se lo merecía.

Me acerqué y lo abracé por detrás mientras cortaba las pizzas con un cortador especial.

—¿Todo bien? —dejó el cortador a un lado de la encimera y puso sus manos sobre las mías que lo abrazaban con fuerza.

—Todo bien —cerré los ojos y me permití disfrutar de su cercanía, del calor de su cuerpo, de cada uno de sus detalles.

Me aparté y me coloqué a su lado. Cogió mis caderas para subirme a la encimera, cortó la pizza y acercó un pedazo a mi boca, le soplé antes de probarla y le di una pequeña mordida para probarla.

—¿Está rica? —esperó por mi respuesta mientras masticaba y disfrutaba del rico sabor de la crujiente masa, la salsa y los ingredientes.

—Está muy rica —un poco de salsa resbaló por mi labio, pero Carson fue más rápido y cogió una servilleta para limpiarme —. Gracias —mordió la pizza que me dio a probar y su gesto confirmó que la pizza había quedado muy bien.

—Ya puedo poner una pizzería, ¿no? —ambos reímos.

—Yo te ayudo limpiando las mesas —le dije. Acercó la rebanada de pizza a mis labios y le di otra mordida.

—Tú vas a preparar las pizzas y yo atiendo a los clientes —fruncí el ceño —. Jean puede limpiar las mesas. Todos vamos a trabajar, eh —me señaló.

—Tonto —cogió las botellas de cerveza que habíamos dejado en la sala y me entregó la mía, ¿o era la de él? Eso no importó en ese momento. Le di un sorbito a la botella, lo miré mientras cortaba la otra pizza que era solo de quesos —. Si no hubieras sido policía, ¿qué te hubiera gustado estudiar? —le pregunté. Se llevó el pulgar a la boca ya que se había manchado de salsa, lo chupó y me miró mientras lo hacía. Por inercia apreté las piernas.

—No sé —encogió un hombro —. Nunca pensé dedicarme a otra cosa. Mi padre era policía y su padre lo fue también, así que lo llevo en la sangre —asentí. Se aproximó con otro pedazo de pizza en las manos que acercó a mis labios para que la probara —. ¿Qué tal? —indagó.

—Me gusta —degusté la pizza despacio —. Pero ¿de no ser policía? —insistí.

—Tal vez bombero —confesó.

—Un sexy bombero —se sonrojó.

—Soy un sexy policía.

—No niego nada —al darme cuante de lo que dije desvíe la mirada para no tener que verlo a la cara. No dijo nada ante mi comentario y lo agradecí porque la verdad no sabía que iba a decirle después. Había ocasiones en las que tenía el valor para decirle este tipo de cosas, pero otras más en las que me desconocía y huía de su mirada, no me sentía lo suficientemente coqueta cómo hacerlo en su cara, a veces me daba pena serlo con él.

Cenamos en la sala viendo una película de caricaturas, Lilo y Stitch fue la indicada para esta noche. Carson dijo que era su favorita y la de Mabel, no le creí lo de Mabel, pero cuando ella se quedó quieta y atenta mirando la pantalla supe que Carson no mentía y que efectivamente a Mabel también le gustaba ver caricaturas. Estuvimos un buen rato en su departamento y se sintió tan raro estar así, estar a su lado y pasar tiempo de calidad con él. No recordaba cuando fue la última vez que me sentí tan en paz que dejé de pensar en todos los problemas que tenía en mi vida y disfruté el ver una película. Hacía tanto que no me sentía tan libre y Carson me daba esa libertad que tanto necesitaba. Carson me estaba regalando los mejores días de mi vida y solo quería quererlo cómo él se merecía, cómo tenía que ser.

Le ayudé a lavar lo que ensuciamos y me comí una rebanada de pizza antes de salir del departamento. Al final tuvimos que regresar a la casa de Mark y odiaba tanto tener que hacerlo, verle la cara cuando lo detestaba más que nadie en esta vida. Después de lo que pasó con Carson no sabía cómo iba a poder soportar que Mark me pusiera un dedo encima, que me besara, el dormir a su lado sería una tortura.

Si él no fuera parte de mi vida entonces yo sería libre y podría estar con quien yo quisiera, con el hombre que me hacía feliz y ese era Carson, él me hacía sentir en paz, me daba libertad, con él no me sentía atada cómo con Mark. Él me tenía encerrada en una jaula de dinero y lujos que me estaba asfixiando. Si quería ser libre de él tenía que decir que sí a lo que me ofreció el padre de Carson, solo así podría ser libre de la tiranía de Mark. Pero eso no me aseguraba que me dejara libre, solo muerto me daría mi libertad.

—Llegamos —informó Carson cuando llegamos a las inmediaciones de la casa de Mark. Parpadeé y giré la cabeza para verlo.

—Me la pasé muy bien —puse una mano sobre la suya —. Esta noche fue especial para mí —me quité el cinturón y me acerqué para dejar un beso en su mejilla —. Si Mark te pregunta en donde estábamos dile que fuimos con Beth, ¿sí?

—No te preocupes, princesa, le diré lo que me pides —le sonreí.

—Gracias, Carson, eres un sol —sus mejillas tomaron un color carmín muy sutil. Me parecía lo más tierno cuando se sonrojaba. Arrancó y entramos a la propiedad, abrí la puerta cuando Carson detuvo el auto en el lugar de siempre.

—Nos vemos mañana, princesa.

—Nos vemos mañana, Carson —me despedí de él y bajé cerrando la puerta detrás de mí. A los pocos minutos Carson bajó y entró a la casa. Para mi mala suerte Mark ya había llegado y no se veía nada contento con verme llegar a esas horas.

—¿Dónde demonios estabas? —preguntó al dar un paso dentro.

—Estaba con Beth —frunció el ceño.

—Puedo llamarle, lo sabes.

—Lo sé y no me importa, llámale para que lo confirmes, maldito paranoico —escupí. Quiso cogerme del brazo, pero antes de que se acercara tan solo un centímetro me aparté cómo si tuviera sarna. Pasé a su lado y subí las escaleras, Carson entró y se quedó con Mark que empezó con su ronda de preguntas hacia mi pobre guardaespaldas.

—¿En dónde estaban? —Carson esperó que terminara de subir las escaleras, pero me quedé escuchando sin que ellos me vieran.

—Estábamos con la señorita Beth —respondió Carson, sereno.

—¿Valerie no salió sola con Beth?

—No, estuvo todo el tiempo con ella —Mark resopló.

—Más te vale que no te despegues de ella —le advirtió.

—No se preocupe señor, eso no va a pasar. Nos vemos mañana, señor.

—Hasta mañana, Carson —no sé qué hizo Mark después de que Carson se fue, pero entré a la habitación para que no me pillara por andar de chismosa. Me cambié de ropa y me cepillé los dientes, cuando Mark subió yo ya estaba lista para dormir —. ¿Me vas a decir por qué tardaste tanto? —me reclamó Mark al entrar a la habitación. Lo primero que quería este hombre era discutir todo el tiempo.

—Ya te expliqué que estaba con Beth, ¿no me crees? —me unté un poco de crema en las manos —. Si quieres puedes llamarle para confirmar —entornó los ojos.

—Te di órdenes de que al llegar yo estuvieras aquí en la casa.

—¡Solo fue un día!, deja de discutir por todo —se acercó y su reacción me dio miedo. Di un paso atrás, pero él fue más rápido y me cogió de la barbilla con tanta fuerza que me hacía daño —. Mark...

—Más te vale que no estés haciendo una estupidez porque te va a pesar —masculló.

—¿A qué te refieres con eso? —indagué trémula.

—Que no me estés engañando —se acercó un poco más, hasta que pude sentir su respiración caliente en mi rostro.

—Estás paranoico. Yo no soy tú —no se inmutó ante mis palabras acusatorias, porque sí, yo sabía que él tenía una amante, pero me importaba tan poco que no le reclamaba porque me daba igual que se acostara con medio Edimburgo.

—No me quieras ver la cara de estúpido, Valerie —espetó. Su agarre se profundizo a tal grado que me estaba haciendo daño.

—¡Déjame! —en lugar de soltarme me cogió de la mano.

—Estás casada, ¿lo tienes presente? —entorné los ojos y bufé con rabia.

—¿Qué si lo tengo presente? —pregunté en tono burlesco —. No te cansas de repetirlo —me pude soltar de su agarre en mi mano, pero no en mi rostro —. Me lastimas —su mirada era intensa, cargada de coraje.

—Espero que no me engañes porque te juro que te mato, pero antes de eso lo mato a él —tragué grueso.

—Deja de pensar tonterías —esta vez sí me soltó, lo hizo cómo si yo fuera toxica, como si fuera lo peor de este mundo —. Yo no soy tú, Mark —mentí.

Me sobé la muñeca y después las mejillas mientras él se cambiaba de ropa y se ponía el pijama. En ese momento entendí que Mark no me iba a dejar libre ni, aunque estuviera en prisión, simplemente no lo haría porque para él yo era un objeto que él compró y que le pertenecía por el solo hecho de haber pagado las deudas de mi padre. Mark no me iba a dejar ser feliz, solo si estaba muerto. 


🦋🦋

Holis. 

Regreso con las actualizaciones de este libro. Me ausenté porque quería terminar Placer Oscuro, el primer libro de esta serie. Pero ya estoy aquí con su dosis de Valerie y Carson. 

Espero les haya gustado el capítulo. Estuvo intensito 😏

¿Qué tal? 

Nos leemos en el siguiente capítulo. 

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