Capítulo 13. 🦋
No se olviden de comentar, por favor :)
Carson
Pasar tiempo con Valerie me hacía bien y me gustaba, era una chica inteligente y culta, sabía muchas cosas que yo por haber estudiado otra carrera no sabía y ella sí. Sonreía mucho a pesar de la vida que tuvo desde que su madre murió y se quedó a cargo de su desgraciado e insensible padre. Estaba entusiasmada y feliz por el proyecto que tenía entre manos junto a Beth, quería ayudar a esos niños que tuvieron la mala suerte de tener unos padres egoístas o que no pudieron criarlos cómo debían hacerlo.
Después de salir de la casa de Beth llevé a Val a la casa de su padre, que para su buena suerte no se encontraba y pudo pasar un buen rato a solas con Jean, quien extrañaba a su hermana y no porque ella lo dijera, porque no lo decía, pero se veía en su rostro y en cómo miraba a Val cada vez que llegaba a la casa y le llevaba macarrones franceses. Jean necesitaba a Val y Val necesitaba a Jean.
Al salir del trabajo pasé por algunos insumos que necesitaba para Mabel y para mí, entré al departamento sin encender la luz. Cerré la puerta sin hacer ruido y me quedé de pie cuando escuché el crujir de una de las sillas del comedor, inmediatamente mi mano viajó debajo de la mesita al lado de la puerta y saqué la pistola que guardaba ahí por si la llegaba a necesitar, solté la bolsa con la comida de Mabel y encendí el interruptor. No me sorprendió ver a MacKay sentado en la silla jugando con la navaja que él mismo me había regalado y que me pidió la llevara a todos lados, pero no quería usarla y perderla, era el regalo más importante que tenía de él.
—¿Qué haces aquí y cómo entraste? —le pregunté. Me agaché para recoger las latas y botellas que se salieron de la bolsa de papel cuando esta cayó al suelo.
—Tengo algunos trucos, Evan —no dejaba de jugar con la navaja mientras me observaba recoger lo que se cayó al suelo.
—¿Y qué quieres? —Me acerqué a la mesa y dejé la bolsa junto con la pistola.
—Solo vengo a ver cómo estás —Mabel se acercó cuando me alejé de MacKay, lo miraba con desconfianza y gruñía cuando él la miraba de regreso.
—¿De cuándo acá te importa lo que pase conmigo? —me lavé las manos y las sequé con un trapo que extendí para que no se apestara a humedad.
—Sabes que me importas, Evan —soltó la navaja y se deslizó hacia el frente, en ese momento Mabel gruño y se acercó a mí.
—La asustas —le dije, poco le importó porque sonrió y emitió un gruñido cómo si fuera un gran can atacando —. No lo puedo creer —cargué a Mabel cuando se puso detrás de mí y se hizo pipí en el suelo.
—¿Cuándo compraste un perro? —indagó. Cogí una servilleta de papel y la extendí donde Mabel hizo sus necesidades.
—No es un simple perro y no lo compré, ¿no sabes que no debes comprar animales de ningún tipo? —inquirí —. Su nombre es Mabel y es mi compañera —MacKay rodó los ojos —. Dime a qué viniste y vete.
—¿Qué te ha dicho Valerie? —preguntó serio.
—No me ha dicho nada, no ha tenido tiempo de procesar las cosas —respondí. Mabel se calmó estando en mis brazos.
—Mientras esa princesita piensa las cosas hay cientos de niñas que en este momento están siendo vendidas a Mark y de igual manera él las está vendiendo a otros pedófilos cómo él —dijo molesto.
—No es su culpa.
—Y nadie la está culpando de que esa gente esté enferma, pero sí podemos hacer algo...
—Lo haremos —lo interrumpí —. Pero no la presiones, sé que ella va a tomar la decisión correcta. Confío en ella —pasaba mi mano sobre el lomo de Mabel.
—Ese es el problema —señaló —. Has depositado toda tu confianza en esa mujercita y no debería ser así —espetó, tensó la mandíbula y soltó un resoplido que me dijo todo lo que estaba sintiendo, aunque no lo dijera con palabras. Podía leer a MacKay perfectamente, no viví con él mucho tiempo ya que cuando pude pagarme un departamento salí de su casa y empecé a hacer mi vida aparte. Era complicado convivir con un hombre tan estricto cómo él, prefería tener mi libertad y tomar mis decisiones —. El amor devoto que sientes por ella te va a llevar a la perdición, Evan.
Si supieras que eso ya pasó hace mucho.
—¿Solo viniste a eso? —alzó una ceja.
—¿Has sabido algo de Angus? Hace tiempo que no se reporta conmigo y me preocupa que le haya pasado algo.
No me sorprendía que se preocupara más por otras personas que por mí, que se suponía era su hijo, o lo era cuando le convenía.
—Hace poco me llamó y está bien. No tarda en llamarte —asintió observando el departamento.
—Me gusta lo que hiciste con este lugar. Recuerdo cuando llegaste aquí no tenías nada.
—Y ahora tengo mucho más —asintió de nuevo apretando los labios en un gesto tan suyo que ya no me sorprendía.
—Lamento no haber sido un buen padre para ti, quiero que entiendas que no fue fácil para mí, de un día para otro ya tenía bajo mi responsabilidad a un niño, debía protegerlo de las mismas personas que mataron a sus padres, educarlo y darle amor...
—Creo que tú nunca me entendiste a mí, perdí a mis padres el mismo día, me quedé solo y cuando pudiste deshacerte de mí lo hiciste sin contemplaciones —MacKay negó con la cabeza —. Lo hiciste, no entiendo por qué lo sigues negando —exhalé —. No quiero hablar de esto, vete por favor.
—Evan, escúchame...
—No quiero escucharte, te pido que te vayas y no entres de nuevo sin mi permiso —le pedí de la manera más atenta que podía pedirlo. Aun así, se escuchaba un poco grosero viniendo de mi parte, pero ver a MacKay precisamente en este momento y que viniera con esto no me gustaba.
—Está bien, Evan, me voy —se puso de pie —. Pero tienes que convencer a Valerie para que coopere en esta investigación, nos será de mucha ayuda.
—Haré lo posible sin presionarla —no dijo nada, no tenía que decirlo porque podía adivinar lo que pensaba. Él quería que presionara a Valerie e insistiera para que aceptara ayudarnos, él al igual que yo queríamos que Graham pasara el resto de su vida en prisión y pagara por todos los crímenes que había cometido, sin embargo, la manera en cómo hacíamos las cosas era totalmente diferente, los métodos de MacKay siempre me parecieron poco éticos, mientras que yo me regía por las reglas establecidas y solo quería justicia, él quería venganza.
—Me gustaría tener la misma confianza que tú le tienes a ella —con la punta de los dedos empujó la navaja hacia un lado —. Siempre llévala contigo, te puede ser de utilidad —asentí. Él pensaba que no me gustó su regalo y que me podía dar algo mejor cómo un libro, lo que no sabía y que tampoco le dije nunca es que esa navaja era uno de mis tesoros más preciados y por eso evitaba llevarla conmigo, para no perderla —. Nos vemos, Evan.
—Te llamo cuando pase algo interesante —asintió y caminó hacia la puerta. No sé si pensaba decir algo y al final se arrepintió, porque se detuvo unos segundos frente a la puerta, después abrió y salió sin decir nada.
Mabel se tensó en mis brazos, se acomodó y apoyó su cabeza en mi pecho.
—Yo tampoco lo entiendo, Mabel —le dije. Me observó con esos ojos redondos y asustados —. No va a pasar nada, te lo aseguro —sus cejas se habían hundido, pero se alzaron cuando me acerqué a la mesa y saqué una lata con comida. Movía la cola de un lado al otro y sonreía feliz porque le traje su comida favorita.
Le serví la lata con croquetas, algunas vitaminas que había recomendado el veterinario para sus huesos y pelo, un pedazo de carne (especial para ella) y agüita cómo siempre. Mientras ella cenaba en su plato yo preparaba mi cena, una rica pasta con salsa de tomate y una cerveza. Puse la pasta a hervir y mi móvil timbró, me sequé las manos y miré la pantalla esperando que fuese Val que quisiera hablar antes de dormir, pero eso era casi imposible cuando Graham estaba siempre a su lado. Al ver la pantalla me fije que era Angus, se reportaba después de algunos días sin saber nada de él.
—Pensé que ya no me ibas a llamar —le dije y se rio.
—No te vas a deshacer de mí tan fácilmente, Blackwood.
—¿Ahora dónde estás? —me apoyé en la encimera.
—¿Dónde crees que estoy?
—No lo sé, por eso te pregunto.
—Adivina —me rasqué una ceja.
—¿Tijuana?
—Cerca, pero no, estoy en Los Angeles —comentó —. Norteamérica no es tan impresionante cómo dicen, la verdad no viviría aquí.
—Siempre tan sincero —soltó una risita —. ¿Sigues investigando lo que te pidió MacKay?
—No puedo regresar a casa sin investigar lo que necesita, sabes que no me dejará en paz si regreso sin información.
—Dímelo a mí que me echó del trabajo cuando regresaba sin nada —ambos nos reímos.
—¿Y qué pasó con la princesita Balfour? ¿Ya sabe la verdad de Evan?
—MacKay se encargó de decírselo —Angus resopló.
—Y no se lo dijo de buen modo.
—Ya sabes cómo es —comenté.
—A veces es un imbécil —tenía razón —. Pero sigue siendo el hombre que te enseñó todo lo que sabes, Evan, sin él estarías muerto —eso tampoco lo olvidaba.
—Y se lo agradezco, pero pudo ser menos duro y cruel.
—Pides mucho, amigo. ¿Y qué te dijo Valerie? ¿Te odia? porque si yo fuera ella en este momento te odiaría con mi alma.
—Lo bueno es que tú no eres cómo ella —me acerqué a la estufa, con un tenedor cogí una pasta y la probé, estaba en su punto así que apagué la estufa. Dejé el móvil sobre la encimera y puse el altavoz —. Ella entiende que me vi en la necesidad de mentir y ocultar algunas cosas —escurrí la pasta dentro de un colador.
—Yo te odiaría por eso —insistió —. No sé qué tienen todas las mujeres que se acercan a ti que se vuelven locas por lo que sea que les ofreces.
—No he salido con nadie desde que fui a mi baile de graduación.
—¡Y eso es lo que no entiendo! No sales a citas con nadie y mira, todas babean por ti. Qué envidia —negué con la cabeza —. De seguro la princesita está perdidamente enamorada de ti.
Ojalá.
—No, no es lo que imaginas —dije. Angus se rio —. En serio, ella no está enamorada de mí.
—¿Estás seguro? —me lo imaginaba alzando una ceja.
—No lo puedo asegurar, pero ella no me ama.
No cómo yo quisiera.
—¿No es cómo aquella vez con esa chica pelirroja que estaba enamorada de ti y tú nunca te diste cuenta? —indagó.
—Si estuviera enamorada de mí lo sabría, así que no.
—La pelirroja también estaba enamorada de ti y nunca te diste cuenta —insistió.
—No hablemos de eso, por favor —resopló —. ¿No tienes mejores cosas que hacer que molestarme?
—Por ahora no —me puse a preparar la pasta mientras Angus me platicaba todo lo que había hecho ese día, también dijo que había conocido a una chica que era muy linda según sus palabras, pero que eso no iba a llegar muy lejos porque dicho por él no eran compatibles nada más que en el sexo —. Por cierto, ¿hace cuánto que no tienes sexo?
—Qué chismoso eres —llevaba el plato a la mesa junto con el móvil, regresé por la botella de cerveza y cerré la nevera.
—Solo es curiosidad.
—Pues no seas curioso.
—¡Ya sé!, hace mucho que no lo haces con nadie por eso estás de mal humor.
—Púdrete, Angus —jalé la silla y tomé asiento.
—Deberías solucionar ese problemita antes de que te haga pasar vergüenzas con alguna chica.
—Deja de hablar de sexo —le pedí —. No es gracioso, voy a cenar —bufó.
—Qué aburrido eres, Blackwood, por eso no has follado con nadie.
—Adiós, Angus...
—¡No te atrevas a colgarme, hijo de...! —sus advertencias llegaron demasiado tarde porque cuando menos se lo esperó colgué y puse la pantalla del móvil hacia abajo.
Angus era un pervertido que solo pensaba en sexo y no es que no tuviera razón en alguna parte, hacía tanto que no salía con nadie que ya había olvidado lo que era estar con alguien, pero es que tampoco lo necesitaba, me encontraba perdidamente enamorado de una mujer que no me pertenecía ni en cuerpo ni en alma, ella no correspondía a mis sentimientos y en gran parte lo agradecía ya que cómo dijo MacKay cuando todo esto terminara me iba a ir de aquí, Valerie y Jean serían libres y todo iba a terminar para ambos, yo regresaría a mi vida normal y tal vez ella iba a estudiar lo que tanto quería y no era precisamente abogacía cómo su padre la obligó a hacerlo.
Había veces que quería que esto terminara ya y que Graham estuviera en prisión, pero otras veces rogaba que las cosas continuaran cómo estaban porque podía estar con ella, podía verla sonreír y pasar tiempo a su lado, porque sabía que un día todo iba a terminar y no la volvería a ver jamás y eso me dolía en el alma.
Valerie
Aquella mañana me desperté temprano y me duché antes que el insoportable de Mark, quería estar lista para cuando se fuera y así aprovechar todo el día y hacer mis cosas. Le había prometido a Jean que la llevaría al colegio, tenía que ir al teatro para hablar con el director de la compañía de danza para ver si cabía la pequeñísima posibilidad de que los niños del orfanato pudieran ir a ver una función y así distraerlos, aunque fuera un momento. Estaba entusiasmada con la idea de llevarlos y solo de imaginarme sus caritas mi corazón se hinchaba de felicidad.
Mientras Mark desayunaba yo aprovechaba para organizar mis horarios y acomodar mis tiempos y que lo que tenía que hacer no se fuera a sobreponer con otra cosa.
—¿Qué tanto haces? —preguntó. Levanté la mirada del móvil y dejó su tablet a un lado sobre la mesa —. Valerie.
—Tengo cosas que hacer, estoy organizando mi día —respondí.
—¿Qué cosas? —le dio un sorbo a su café sin quitarme la mirada de encima.
—Cosas —mi respuesta no le gustó.
—¿Qué clase de cosas? —aproveché el momento para echarle en cara lo que evidentemente no estaba haciendo en el orfanato.
—¿Sabías que el orfanato necesita muchas cosas? —al igual que él dejé el móvil sobre la mesa —. No hay donaciones, el lugar necesita reparaciones y nadie quiere adoptar a esos niños.
—Por algo será que nadie los quiere adoptar.
—Que despreciable y horrible eres —no se inmutó ante mis verdades que iban dirigidas con asco —. ¿Qué vas a hacer por ellos?
—¿Qué voy a hacer yo por ellos? —inquirió burlesco —. Nada —respondió a su pregunta.
—¿Qué?
—Si me estás diciendo esto es porque tú ya estás haciendo algo al respecto así que yo me lavo las manos de este asunto.
—Eres tan detestable, no tienes corazón —me crucé de brazos —. Te estoy diciendo que están prácticamente en la ruina y se supone...—me corregí —. No se supone, es que tú deberías estar enterado de ese asunto. ¿Qué has hecho todo este tiempo siendo primer ministro? —En ese momento Elsie iba entrando al comedor con una canasta de pan y se detuvo una fracción de segundos —. ¡No has hecho nada! —me puse de pie furiosa golpeando la mesa con las manos —. Esos niños necesitan muchas cosas y no tienen nada.
—No es mi culpa que sus padres no los quisieran y los echaran a la calle cómo basura.
—¡Maldito imbécil! —escupí rabiosa —. Infeliz, poco hombre —Mark le hizo una señal a Elsie para que se retirara, la mujer me observó con sorpresa y creo que, con pena, sabía que me podía ir muy mal por responderle así a mi "esposo".
—En primer lugar: en tu asquerosa vida me llames así —me señaló con un dedo en alto —. Y, en segundo lugar: nadie me informó de lo que está pasando en ese lugar. Qué bueno que estás haciendo algo, hubiera preferido que fuera otra cosa —encogió un hombro —, pero eso suma puntos —rodé los ojos. Me dejé caer en la silla pellizcándome el puente de la nariz.
—Tú no tienes remedio, Mark, no te importa nadie más que tú, todo lo que yo haga te tiene que beneficiar solo a ti y los demás que se vayan al carajo —juntó los dedos de ambas manos frente a él, tenía esa mirada y sonrisa siniestra que odiaba ver en él.
—¿Para qué crees que te compré? ¿Por qué te amo?
—Idiota —arrojé la servilleta sobre la mesa.
—Procura hacer las cosas bien —estuve a nada de mostrarle el dedo medio, pero me contuve y subí las escaleras. Me cepillé los dientes y bajé sin prestarle un mínimo de atención, me hizo enojar y él lo estaba disfrutando así que prefería irme antes de que todo terminara mal cómo siempre. Era insostenible compartir el mismo espacio, no podíamos vivir en la misma casa o alguno de los dos iba a terminar muerto y esa no quería ser yo.
—Carson, vámonos —le ordené. No tardó en abrir la puerta y yo tardé menos en subir y cerrar para salir de esta casa que a veces se sentía cómo una prisión de oro y lujos.
Le pedí a Carson que me llevara a la casa de mi padre para recoger a Jean y llevarla al colegio, después de eso me llevó al teatro donde la compañía de danza ensayaba el lago de los cisnes, cuando entramos estaban sobre el escenario calentando.
—¿Sabías que yo estudiaba danza? —le dije a Carson muy bajito. Estaba detrás de mí, justo detrás de mí a unos centímetros.
—¿En serio? —preguntó en un susurro. No queríamos interrumpir a los bailarines.
—Sí, mi padre me inscribió ya que demanda mucha disciplina y obediencia —le dije.
—Qué imbécil —comentó. Asentí con la cabeza.
—Es lo mismo que le está haciendo a Jean —exhalé —. Me gustaría sacarla de esa casa y que mi padre no le haga lo mismo que a mí.
—Haremos lo que sea para que eso no pase —giré la cabeza y le sonreí. Se veía tan guapo con su traje y su cabello un poco despeinado.
—Gracias —regresé la mirada hacia el escenario. Nos acercamos cuando los dos hombres que dirigían la coreografía nos miraron y se dijeron algo entre ellos —. Hola, mi nombre es...
—Valerie Graham—dijo uno de ellos. Llevaba una bufanda negra alrededor del cuello. Odiaba que me llamara así, no quería usar el maldito apellido de Mark.
—Es un gusto tenerte aquí —dijo el otro. A los dos los saludé con un apretón de manos —. ¿En qué te podemos servir? —miré a Carson y este me incitó a hablar con un movimiento de cabeza.
—No sé si saben que aquí cerca hay un orfanato —ambos se miraron y negaron con la cabeza —. El caso es que he estado pensando que ustedes podrían ayudarme a mí, para ayudar a esos niños —de nuevo se miraron sin entender nada.
—¿En qué te podemos ayudar?
—Me gustaría que los pequeños asistan a una de las funciones, yo pagaría las entradas —el que llevaba la bufanda negó rápidamente —. Sí, yo...
—Nada de eso —me interrumpió —. Es una noble causa lo que quieres hacer así que sería una grosería de nuestra parte que te cobremos las entradas para que esos niños vean la función —puso una mano en mi brazo.
—Pero...
—No sabíamos de la existencia de ese orfanato, pero queremos cooperar en lo que sea, ¿de acuerdo? —asentí. Miré a Carson y él me sonrió.
—¿Qué día podemos venir entonces?
—Vamos a revisar y te decimos. Tiene que ser un día especial para ellos.
—¿Qué te parece si la función es solo para ellos? —fruncí el ceño levemente —. Así no se van a sentir incómodos con todas las personas alrededor, pueden subir al escenario y tomar unas clases rápidas.
—¡Sí! —me cubrí la boca con las manos. No podía disimular la felicidad que estaba sintiendo —. Pensé que iban a decir que no —admití. Mi corazón latía rápidamente, no podía evitar sonreír.
—¿Por qué íbamos a decir que no? —compartieron una mirada.
—No sé —encogí los hombros —. Pero me alegra que aceptaran, no saben lo felices que se van a poner los niños —mis ojos se llenaron de lágrimas —. Mil gracias —no me pude contener y los abracé a ambos, correspondieron a mi abrazo igual de felices que yo. Me separé de ellos apenada por lo que hice.
—Vamos a avisarles a los chicos —dijo uno de ellos. Los dos se alejaron hacia el escenario donde los bailarines terminaban de calentar para empezar a ensayar.
—¡Carson! —chillé y me arrojé a sus brazos, él me abrazó con delicadeza y apoyó su barbilla en mi hombro —. Estoy muy feliz, Carson —me separé —. Los niños van a saltar de felicidad —di un paso atrás.
—Ya quiero conocerlos —comentó.
—Podemos ir hoy para avisarles a Evina y Grizela.
—Me parece perfecto —sonrió —. Pero será antes de ir a por Jean al instituto y llevarla a clase de danza —le aclaré.
—Lo que tú digas —respondió.
—¿Cuándo va a ser el día que me digas que no a algo? —me crucé de brazos.
—Estoy a tu entera disposición —juntó las manos al frente.
—Tienes la mala costumbre de hacer todo lo que te pido.
—Y tú tienes la mala costumbre de hacerme feliz con tan solo sonreír, princesa.
—No lo hago a propósito —musité.
—Yo sí lo hago a propósito, cuidarte es lo más importante para mí —dijo sincero.
En ese momento uno de los dos hombres encargados de la compañía de danza me llamó, así que no pude responder a lo que Carson dijo, y es que tampoco sabía qué decir cuando me ponía nerviosa y siempre me dejaba sin palabras. Subí al escenario con los y las bailarinas que se veían hermosas con su ropa para ensayar. Les expliqué lo que quería hacer para los niños y que para ellos sería muy importante si los pudieran ver al menos una vez en toda su vida, ya que lo más probable es que jamás asistieran de nuevo o eso pensaba yo, quería que pudieran venir más veces. Quedamos en que se haría una función especial para ellos, sin más asistentes para que estuvieran tranquilos y pudieran disfrutar del espectáculo. Acordamos el día y la hora, me fui feliz porque pude hacer algo que deseaba tanto y que no era para mi beneficio o para el del estúpido de Mark, lo que estaba haciendo era para esos pequeños que estaban sufriendo el abandono de las personas que debían protegerlos y quererlos con su corazón, pero que en lugar de eso los abandonaron a su suerte.
—¿Qué te parece si te invito a cenar? —preguntó Carson cuando salimos del teatro.
—¿Nosotros solos? —negó con la cabeza.
—Seríamos tres —me detuve frente al auto.
—¿Una cita de tres? Eso no es algo común.
—Tú, Mabel y yo —aclaró y me reí.
—Debí imaginarlo.
—No te puedo llevar a un restaurante, ni a un lugar público porque...Bueno, tú sabes —y claro que lo sabía más que nadie —. Eres la esposa de Graham y no se vería bien que estés cenando con tu guardaespaldas —explicó.
—¿Entonces a dónde me vas a llevar? —pregunté.
—A mi departamento —me quedé seria —. No haremos nada malo.
—Tampoco pensé en eso —me reí nerviosa —. Es solo que...Nunca he ido al departamento de ningún chico —se mantenía frente a mí, dos pasos lejos.
—¿Entonces sería tu primera vez en una cita?
—Y en el departamento de un chico —añadí.
—Me gustaría que todas tus primeras veces sean conmigo —mi pecho se calentó, sentía las mejillas rojas y me había dejado sin poder hablar. Mi cabeza era un lío —. Y también me gustaría ser tus últimas veces en todo —ahora sí no sabía que decir porque todo lo que saliera de mi boca parecía estúpido con lo que él dijo.
Carson me hacía sentir única, amada y me respetaba. ¿Por qué no fue él mi esposo? ¿Por qué no pude tener una vida normal y que Carson fuera parte de ella para siempre? Era el hombre perfecto para cualquier mujer, atento, educado y noble a pesar de la vida que llevaba, no quería comparar a nadie, pero Carson era mil veces mucho mejor que el detestable de Mark, ojalá que estuviera muerto.
—¿Nos vamos? —me preguntó sacándome de mi ensimismamiento. Parpadeé y dejé que abriera la puerta y entrara para cerrar de nuevo —. ¿A dónde vamos?
—Al orfanato.
—¿Aceptas mi invitación a comer pizza? —se puso el cinturón y me miró a través del espejo retrovisor.
—Me encanta la pizza.
—Y yo preparo la mejor pizza de Escocia.
Con eso se terminó de ganar mi corazón, además de ser atento y lindo conmigo sabía cocinar. ¿Qué más podía pedirle al universo? Nada.
🦋🦋
Capítulo recién salido del horno.
Espero que les haya gustado.
¿Teorías para el siguiente capítulo?
Valerie va a ir al departamento de Carson y puede pasar de todo 😏
Síganme en mis redes sociales.
Twitter:
elena_santos92
Instagram:
elena_santos.92
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro