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Capítulo 12. 🦋

Valerie

Desperté con un horrible dolor de cabeza y este se pronunció más en el momento que vi a Mark ir de un lado al otro de la habitación. Ya se había duchado y se anudaba la corbata. En ese momento deseé que por intervención del universo se muriera con esa corbata. Despertar y saber que me esperaba un día más a su lado me hacía sentir miserable y mal, quería morirme, quería desaparecer y no saber nada de él.

—Buenos días —dijo dando la vuelta —. ¿Cómo estás? —terminó de anudar la corbata.

—Buenos días —me deslicé hacia arriba apoyando la espalda contra el respaldar —. Estoy mejor, gracias por preguntar —cogió su saco y se lo puso.

—¿Harás algo este día?

—Quiero visitar a Beth, saber que está bien.

—Te dije que está bien.

—Quiero verla —insistí. Rodó los ojos y bufó bajito.

—De acuerdo, solo avísame si pasa algo.

—¿Cómo qué podría pasar, otro secuestro? —pregunté burlesca.

—Que horrible humor tienes cuando despiertas.

Jodete.

Me crucé de brazos ante su mirada neutra.

—No tardes en bajar, necesito hablar contigo.

—Me voy a duchar...

—No tardes en bajar, dije. Necesito hablar contigo, te puedes duchar después —bufé y contuve las ganas de mandarlo al demonio.

—Está bien cariño, ahora bajo —me sonrió de mala gana y giró en redondo para salir de la habitación.

Me cubrí la cabeza con los cobertores unos minutos, pero tuve que salir de la cama y bajar para que Mark no subiera por mí e hiciera uno de sus berrinches o empezara con sus reclamos cómo cada día. No llevábamos ni un mes casados y ya no soportaba esta vida.

Bajé y caminé hacia el despacho de Mark, me detuve cuando vi que Carson esperaba de pie al lado de las sillas frente al escritorio. Toqué la puerta y Mark me indicó que podía pasar, entré y Carson jaló la silla para que tomara asiento.

—Buenos días señora Graham —me saludó.

—Buenos días, Carson —me acomodé el camisón —. ¿De qué quieres hablar conmigo? —le pregunté a Mark.

—Lo que pasó ayer no se puede repetir —se movía de un lado al otro sentado en su silla giratoria —. Por eso he decidido que de ahora en adelante Carson va a ser tu guardaespaldas.

—No necesito un guardaespaldas —refuté.

—No te estoy pidiendo permiso —comentó serio —. Estuviste en peligro y que bueno que no te pasó nada, pero no voy a estar en paz pensando que se puede repetir y que esta vez puede que las cosas no resulten bien para nadie —me crucé de brazos —. Carson es el mejor hombre que tengo a mi disposición, te trajo a mi lado sin un rasguño, solo puedo confiar en él para cuidar de ti —mis latidos se aceleraron en ese momento, en la idea de que íbamos a pasar más tiempo juntos y que todo esto nos estaba favoreciendo, pero que también era peligroso continuar con esto.

—No puedo decir que no, ¿verdad? —Mark negó con la cabeza, serio, sin un ápice de alegría en su expresión.

—No, ya te dije que no necesito de tu permiso para tomar estas decisiones.

—¿Y si es así entonces para que quieres hablar conmigo? Mi opinión te importa un carajo —espeté.

—Solo te estoy informando lo que va a pasar de ahora en adelante —señaló —. Vas a ir con ella a donde sea que vaya, ya sea con esa amiga suya o con su hermana —se dirigió a Carson quien permanecía detrás de mí —. No la vas a dejar sola y si algo le llegara a pasar estando a tu cargo te vas a arrepentir, ¿entiendes? —enfatizó.

—No le va a pasar nada a su esposa, me voy a encargar de cuidarla hasta con mi vida —dijo Carson, tan serio que me costaba trabajo creer que era el mismo hombre que la noche anterior me confesó su amor devoto y conmigo se portaba cariñoso y atento. Cuando estaba frente a Mark era otro y tal vez era por eso mismo, porque se trataba del hombre que había matado a sus padres —. No le va a pasar nada.

—Eso espero, Carson, no quiero echarte a patadas —zanjó.

—¿Ya me puedo ir? —le pregunté.

—Carson tiene órdenes de permanecer a tu lado, no tienes permitido ir por ahí sin él, ¿entiendes, Valerie?

—Que sí, pesado —me puse de pie y me miró severamente, no lo hacía cómo lo hace un esposo que está enamorado de su esposa, porque claramente Mark no me amaba. Mark nunca sintió nada por mí y yo jamás iba a sentir nada por él, era un hombre detestable y horrible, jamás podría enamorarme de alguien cómo él.

—Valerie —lo ignoré y salí de su despacho, cerré la puerta y me quedé escuchando lo que le decía a Carson —. Es rebelde y nunca obedece a lo que le digo —habló Mark —. Pero sabrá comportarse —Carson no decía nada —. No quiero que te despegues de ella ni un solo segundo, quiero que la mantengas vigilada todo el tiempo.

—¿Con tenerla vigilada todo el tiempo se refiere a...? —dejó la pregunta suspendida en el aire.

—Mantenerla vigilada a donde sea que vaya, quiero que seas su sombra de ser necesario, ¿entendiste Carson?

—Sí señor, entendí perfectamente —sonreí y negué con la cabeza.

Mark no lo sabía, pero estaba poniendo nuestra relación en bandeja de plata. Era un completo imbécil que no sabía lo que hacía.

Pobre ingenuo.

Subí las escaleras rápidamente sin hacer mucho ruido y me detuve al final de estas, donde se encontraba una pared que me ayudó a esconderme de Carson quien iba saliendo del despacho, detrás de él apareció Mark.

—Estoy poniendo la vida de mi mujer en tus manos, Carson, si algo le llega a pasar te va a costar muy caro —Mark encaró a Carson, pero este ni siquiera se inmutó ante su presencia, era como si no le tuviera miedo, cómo si le diera igual todo lo que decía.

—Le aseguro que a mi lado no le va a pasar nada malo, señor —la sonrisa de Mark se ensanchó. Iba a decir algo, pero al final se quedó callado. Observó la hora en su reloj y levantó la mirada hacia Carson.

—Me tengo que ir, si llega a pasar algo me avisas —Carson asintió. Mark ya no dijo nada y se alejó pasando al lado de Carson quien intentó girar hacia la puerta, pero cuando se dio cuenta que yo estaba ahí de chismosa me sonrió dulcemente.

—Valerie —asintió y salí de mi escondite.

—Carson —le dije.

—¿Va a salir hoy? —asentí.

—Quiero ir con Beth, comprobar que ella está bien.

—De acuerdo, yo la espero —al decir eso giró sobre sus talones y salió de la casa cerrando la puerta que Mark dejó abierta. Regresé a la habitación y me duché antes de que se hiciera más tarde. Ni siquiera había llamado a Beth, tenía tantas cosas en la cabeza que se olvidó hacerlo cuando llegué de aquel lugar, le mandé mensaje antes de meterme a la ducha y cuando salí me fijé en el móvil, pero Beth no lo había visto.

Entré a la cocina y Elsie preparaba el desayuno, al verme entrar me recibió con una sonrisa y no tardó en dejar frente a mí una taza con humeante té.

—Buenos días, señora —me saludó Elsie.

—Buenos días, Elsie —cogí la taza y la acerqué a mis labios —. No me digas señora —le pedí —, por favor. Me siento rara que me digas así —Elsie me miró de una manera algo extraña.

—El señor...—la interrumpí.

—El señor no va a decir nada, te lo estoy pidiendo yo porque me hace sentir incómoda —aparté la taza con los dedos.

—No estoy segura, pero lo haré.

—Gracias, Elsie —regresó a la estufa.

—¿Le sirvo de desayunar? —preguntó.

—No, no tengo hambre —le dije, giró hacia mí con el ceño fruncido.

—Tiene que desayunar algo, se puede enfermar.

—Voy a desayunar con Beth —le di otro trago a mi té y me puse de pie para salir de la cocina.

—Si Mark se entera...

—Mark no tiene porqué saberlo —le hice un guiño y salí de la cocina. Di un paso fuera de la casa y Carson hablaba con Ramsay, no supe cómo le fue a él y Henderson por lo sucedido, Mark podía ser un imbécil, ellos no tuvieron la culpa de lo que pasó, pero eso él no lo iba a entender. Era tan idiota.

Carson le dijo algo a Ramsay y este solo asintió con la cabeza, se acercó y abrió la puerta del auto que se encontraba frente a mí. Esperó que subiera y cerró de nuevo.

—¿A dónde te voy a llevar? —preguntó mientras se abrochaba el cinturón.

—Primero quiero que me lleves con Beth —le pedí. Dejé mi bolso a un lado y me puse el cinturón.

—¿Y después? —me miró a través del espejo retrovisor.

—A donde sea que no sea esta casa —murmuré.

Carson arrancó y salió de la mansión donde me sentía una extraña, donde no encajaba por el simple hecho de que no era mi casa, aquí no estaba Jean o Effie, aquí me sentía sola.

—¿Sigues molesta conmigo? —preguntó.

—Un poco —confesé —. Es más decepción.

—No te podía decir nada —miré al frente. Solo podía ver su cuello y su cabello. Sus manos agarrando el volante con fuerza —. Todo era un secreto —relajé los hombros. No podía seguir enojada con Carson cuando él no tenía la culpa de nada, cómo lo dijo todo era un secreto para todos, hasta para mí. No tenía la obligación de decirme nada cuando apenas nos conocíamos.

—Entiendo, pero es difícil olvidarlo —le expliqué —. Pensé que tú y yo...—apreté los labios y mejor me quedé callada, pero fue demasiado tarde porque ya había abierto la boca.

—Y yo te entiendo a ti —dijo. Cogió el volante con las dos manos y lo giró para dar vuelta hacia la derecha —. Quería decírtelo, pero no podía. MacKay me hubiera matado si te lo decía todo antes que él. Pensamos que sería más fácil obtener información, pero no fue así.

—¿Y qué saben entonces? —pregunté.

—Mark es el jefe, tu padre y hermano son los peones, él da las órdenes y los demás tienen que obedecer. Sabemos que tiene muchos clubes exclusivos en la ciudad, solo pueden entrar hombres prestigiosos y con buenos puestos en el gobierno —empezó a explicar —. No sabemos si tiene nexos con criminales, pero con lo que hace es más que suficiente para meterlo muchos años en prisión —me estrujé los dedos, nerviosa.

—¿Si Mark termina en prisión pasaría mucho tiempo ahí? —indagué.

—Lo más probable es que nunca salga —me mordí el interior de la mejilla.

—¿Y si eso no llegara a pasar? Si Mark se entera de todo esto y escapa. ¿Sabes lo que me hará? —me miró de reojo.

—No voy a permitir que te haga daño —negué sutilmente.

—No lo conoces, Carson. No sabes cómo es.

—Para mí desgracia lo conozco y sé de lo que es capaz.

Olvidaba que Carson vivió en carne propia la maldad de Mark y que perdió a sus padres en un día, le disparó y tuvo que dejar todo lo que conocía para que este no le hiciera más daño. ¿Podría hacerle más daño del que ya le había hecho? Por su culpa se quedó solo, ya no tenía a nadie.

—Olvidaba que fuiste víctima de esa basura —escupí. Carson soltó una exhalación bajita y continuó manejando.

—Eso ya pasó —dijo en un murmuro.

—Pero no es justo lo que te hizo.

—La vida no es justa, princesa. Pero tuve que seguir adelante, no me podía quedar estancado en el pasado. No lo hice.

—Ojalá yo fuera así, no quedarme estancada pensando en el pasado y solo olvidar —miré a través de la ventanilla.

—No todos somos iguales, princesa, ¿imagínate si lo fuéramos? —me miró a través del espejo retrovisor y me sonrió.

—No, pues no —respondí. Después de eso no dijimos nada, Carson condujo en silencio y yo me limité a pensar en lo que iba a hacer ahora, tenía que sopesar las decisiones que iba a tomar de ahora en adelante, los pros y los contras de lo que podía pasar si no decidía lo correcto —. ¿Tu padre no te ha llamado para saber lo que he decidido? —le pregunté.

—Sabe que debes pensar las cosas —dijo. Se detuvo frente a la reja de la casa de Beth, esperando que esta se abriera por dentro para poder entrar.

—Ni siquiera he podido pensar las cosas con todo esto, pasó apenas ayer —le dije.

—Lo sé y cómo te dije, sé que vas a tomar la decisión correcta —musitó sereno.

La reja se abrió y entramos, esta se cerró detrás y Carson detuvo el auto en el estacionamiento de la lujosa mansión. Abrí la puerta y cuando llegó a mi lado se detuvo frente a mí.

—¿Sigues molesta conmigo? —me acomodé el bolso sobre el hombro.

—Un poco —admití.

—Te compré algo —sacó algo del bolsillo derecho de su pantalón.

—Que me compres algo no quiere decir que te voy a perdonar —dije seria, quería sonar molesta, pero claramente no lo estaba —. ¿Qué me compraste? —indagué. Su sonrisa se ensanchó.

—Toma —abrió la mano. Sostenía una bolsita de tela de color rojo —. Sé que te gustan las mariposas y...Bueno, te compré esto —abrió la bolsita y de dentro sacó un hermoso collar con una mariposa azul.

—Es hermosa —lo toqué con los dedos —. ¿En serio lo compraste pensando en mí? —levanté la mirada hacia su rostro.

—Solo puedo pensar en ti, princesa, nada más en ti —sus ojos tenían ese brillo que tanto me gustaba ver en él. Sabía que no mentía, que sus palabras eran verdaderas y me aferraba a eso con ímpetu y devoción.

—¿Me lo pones? —sin decir nada se puso detrás de mí y me puso el collar alrededor del cuello, toqué el dije de mariposa con la punta de mis dedos —. Es hermosa.

—Cómo tú —apartó mi cabello dejándolo a un lado. Sentí mis mejillas rojas.

—Gracias —regresó frente a mí y acunó mis mejillas entre sus manos, suaves y tibias.

—Te espero aquí —asentí con la cabeza. Carson dejó un tierno beso en mi frente, soltó mis mejillas y se apartó. Me acerqué a la puerta principal y toqué el timbre, esperé un par de minutos hasta que la puerta se abrió por dentro y Beth apareció frente a mí. No sabía si abrazarla o quedarme de pie cómo una tonta.

—Estás bien —dijo al fin rompiendo este frío silencio que se estaba formando entre nosotras —. Estás bien —di un paso y me abrazó fuertemente —. Pensé lo peor, que te habían hecho algo.

—Pero no me hicieron nada —dije —. Menos mal.

—Menos mal —nos separamos y me invitó a pasar a la sala —. ¿Qué pasó cuando te llevaron? Le llamé a Mark, pero no me quiso decir nada.

—¿Le llamaste? —tomé asiento en uno de los sofás y Beth lo hizo a mi lado —. No me dijo nada.

—Le llamé varias veces.

—Hijo de...—apreté los puños —. Es un egoísta —le dije.

—Tampoco me sorprende que sea así. ¿Estás bien? —asentí. Beth cogió mis manos —. ¿No te hicieron nada?

—No.

—¿Y qué querían entonces?

—Dinero —mentí —. Le pidieron mucho dinero a Mark por mi rescate —Beth abrió los ojos sorprendida.

—¿En serio?

—Sí.

—¿Fue todo? ¿No te hicieron nada?

—Cuando me llevaron me tuvieron encerrada en una habitación, no se portaron mal, hasta eso. Estuve en ese lugar algunas horas —sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Quise ayudarte —musitó con dolor —. No quería que te llevaran.

—Lo sé, sé que querías ayudarme, pero ellos eran muchos y nosotras solo dos —asintió y derramó dos lágrimas que rodaron por sus mejillas —. Me alegra saber que estás bien y que no te pasó nada. ¿Cómo llegaste a tu casa? —le pregunté.

—Le llamé a mi padre, él fue por mí y me trajo. No sé qué hubiera sido de mí en el estado que me encontraba. No paraba de llorar y temblaba de miedo, estaba muy asustada, Val —apreté sus manos con cuidado.

—Yo también tenía mucho miedo, estaba aterrada —solté una exhalación. Ahora que la veía y me aseguré de que estuviera bien, estaba en paz —. Pero todo salió bien y estoy aquí —Beth sonrió sutilmente.

—Te veo muy feliz —comentó. Soltó mi mano y la acercó al collar que Carson me había regalado minutos atrás —. ¿Es nuevo? —me mordí el interior de la mejilla.

—Sí...—dudé si decirle la verdad, pero ya le estaba ocultando mucho con todo lo que sabía de Carson y Mark. Nunca le había ocultado nada y ahora estaba cargada de información que no me pertenecía —. Me lo regaló Carson...

—¿Carson? —alzó una ceja —. ¿Carson?

—¿Cuál otro Carson hay?

—Por eso te pregunto. ¿Y qué hace Carson aquí, no se supone que es el guardaespaldas de Mark?

—Pues ya no, con lo sucedido mi querido esposo ha decidido que ahora Carson es mi guardaespaldas —dije feliz. Soltó el collar de mariposa.

—¿En serio? Si Mark supiera...—subía y bajaba las cejas.

—Si Mark supiera —repetí.

—Te puso a Carson en bandeja de plata —asentí y se puso de pie —. Necesito que me digas todo, pero vamos por un té —me entregó su mano y la acepté gustosa.

—Vamos —me enganché a su brazo y juntas caminamos hacia la cocina donde su nana horneaba algo, al verme me saludó y me preguntó cómo estaba. Tuve que omitir lo que había pasado y solo le dije que estaba bien.

—¿Por qué Mark tomó esa decisión? —no esperamos a que su nana se desocupara y nosotras pusimos a calentar el agua y sacar las tazas, las cucharas, el té y el azúcar.

—Porque fue Carson quien me llevó a casa, Mark se lo pidió y él fue por mí al lugar que le habían dicho a Mark.

—¿Ni siquiera pudo hacer eso? —asentí de mala gana, pero ya no sorprendida por la actitud de Mark. Cómo dije, él no me amaba y eso nunca iba a pasar —. Qué imbécil —Beth sirvió el agua en las tazas y fuimos a la isleta de la cocina.

—Ya sé. No me hubiera sorprendido que me dejara con esas personas y no hubiera dado un centavo por mí —movía la cuchara dentro de la taza, de un lado al otro.

—¿Lo crees capaz? —preguntó bajito. La miré seria.

—Si fue capaz de comprar una mujer, sería capaz de hacer cualquier cosa —y ahora lo tenía confirmado. Mark era un asesino. Quería decírselo a Beth, pero estaba segura de que sí lo hacía la iba a poner en peligro y no lo haría, ni a ella ni a Jean, en mí estaba la posibilidad de que ellas no se metieran en este asunto y daría todo de mí para que así fuera.

—En eso tienes razón —comentó —. Mark es un patán. Pero al menos hizo algo por ti —estiró la mano y agarró la mía.

Quería cambiar de tema y no hablar de lo sucedido, sentía que si continuaba hablando de lo mismo soltaría la sopa en cualquier momento, así que lo mejor era pasar la hoja.

—No he podido hablar con Mark acerca del orfanato.

—Con todo lo que pasó —asentí.

—Pero en cuanto se dé el momento lo haré, le voy a preguntar por qué tiene tan abandonado ese lugar y a los niños.

—Estaba pensando en hacer una cena de recaudación —comentó —. Podemos pedir una cuota para que puedan entrar y ese dinero lo donamos al orfanato. ¿Qué te parece?

—¡Sí! Podemos decirles a los amigos de nuestros padres —Beth asintió.

—Yo le voy a decir a mis papás, no creo que digan que no. Es más, le voy a proponer a mi madre que les diga a sus amigas del club y así se corre la voz —chocamos las manos.

—¡Sí!, entre más personas lo sepan será mejor —apreté sus dedos con cuidado —. El orfanato necesita algunas remodelaciones, los niños un lugar decente donde vivir y las hermanas un sueldo que les alcance. Ya sé que lo hacen por caridad, pero nadie merece vivir de ese modo —Beth negó.

—Lo vamos a conseguir, Val, yo sé que sí —nos soltamos de las manos.

—Tengo fe en que así será.

—Vamos a cambiar la vida de esos niños —por inercia apreté el dije de mariposa entre mi mano. Tenía fe de que íbamos a poder con esto y que las cosas nos iban a favorecer, que podríamos con este proyecto para ayudar a ese pequeños.

Junto con Beth empezamos a organizar todo para ayudar al orfanato. Tenía que hablar con los del teatro para saber si los niños podían visitarlos para que al menos un día se les olvidara todo lo que habían tenido que pasar, merecían un día de diversión. Me quedé más tiempo del que pensaba quedarme, pero no quería regresar a la casa y encontrarme con Mark, odiaba la sola idea de tener que verle la cara y tener que aguantarlo, tener que dormir a su lado era una tortura.

—Entonces yo me encargo de ir al teatro y tú empiezas con la organización de la cena —Beth asintió.

—Voy a empezar a ver lo del lugar, lo voy a consultar con papá.

—¿No crees que se enoje porque me ayudas?

—¿Por qué se iba a enojar? Eres mi mejor amiga y esta es una causa noble, te aseguro que nos va a ayudar, los dos.

—Yo no puedo pedirle ayuda a mi padre —musité. Beth me miró cómo solía hacerlo cuando decía algo de mi malvado padre —. Pero mejor que no lo haga —disimulé —. Ya sabes cómo es —le entregué el bolígrafo —. Hoy no creo poder ir al teatro, pero mañana haré lo posible por hacerlo y hablar con el director de la obra.

—Yo voy a hablar con papá hoy mismo, también le voy a decir a mamá —sonrió —. Lo vamos a conseguir, Val —me abrazó rápidamente.

—Lo vamos a conseguir —le dije. Nos separamos y me acompañó a la puerta. Carson esperaba dentro del auto, pero al ver que salía de la casa bajó de prisa.

—Se ve que te ama con locura —la miré mal.

—No es cierto.

—Claro que sí, está perdidamente enamorado de ti —le pedí que se callara cuando Carson se acercó a nosotras.

—Beth —asintió y ella hizo el movimiento con la cabeza.

—Carson, te pido que cuides a mi amiga, no la dejes sola en ningún momento y no la pierdas de vista —Carson asintió, las manos juntas detrás.

—No dudé que lo haré —le dijo mirándome.

—Ya mamá, voy a estar bien —Beth se puso frente a mí y me persignó cómo lo haría una madre con su hija.

—Te vas con mucho cuidado y me llamas cuando llegues a tu casa.

—Mañana te aviso lo que me digan en el teatro —puso las manos en mis brazos.

—Y yo te aviso lo que me digan mis padres —asentí. Nos despedimos con un beso en la mejilla —. ¡Con cuidado! —dijo adiós con la mano. Carson me abrió la puerta y esperó que subiera para cerrar. Le dije adiós a Beth.

—¿A dónde vamos? —preguntó Carson.

—Llévame a la casa de mi padre, quiero ver a Jean —dijo que sí y arrancó para salir de la propiedad.

Carson esperó unos minutos antes de hablar.

—¿Puedo saber para qué vas a ir al teatro?

—Los niños del orfanato necesitan de nuestra ayuda, el lugar está en muy malas condiciones, no hay donaciones y nadie quiere adoptar a esos pequeños —nuestras miradas se encontraron a través del espejo retrovisor —. Le dije a Beth que puedo ir al teatro a pedir permiso para que los niños vean una función gratis o si nos van a cobrar que lo hagan. No te puedes imaginar la vida de todos ellos —un nudo se formó en mi garganta —. Quiero que sean felices, Carson.

—Eres tan buena, princesa. Piensas en los demás antes que en ti.

—Son solo niños que les tocó nacer en este mundo cruel, ellos no tienen la culpa de nada, no merecen una vida así —le sonreí.

—Si necesitas que te ayude en algo lo haré con gusto, quiero ayudar también —dijo sincero.

—¿Lo harías en serio?

—Claro que sí, princesa. Me gustaría ayudarlas en este proyecto, así que lo que necesites no dudes en decirme.

—Gracias, Carson.

Me sonrió. 


🦋🦋

Yo amo a Val y Carson, espero que ustedes también. 

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