Capítulo 11. 🦋
Carson
Mis brazos se soltaron de su cintura y aprovechó el momento para apartarse y sentarse en la banca al lado de la puerta. Permaneció allí un buen rato antes de decir algo. No sé si estaba enojada o confundida, aunque me parecía más la segunda opción porque al decirle lo que sentía abrió los ojos, quiso decir algo, pero creo que no encontró las palabras correctas y al final desistió.
—Di algo, no te quedes callada —permanecí en mi lugar dándole la espalda, no me atrevía a mirarla a los ojos. No podía siquiera estar cerca de ella. Temblaba de los pies a la cabeza.
Nada, no dijo nada y lo sentí cómo una eternidad. Con cada segundo que pasaba y ella no decía nada era una agonía.
—Valerie...
—Repite lo que me dijiste —habló por fin. No esperaba que dijera esto, que me pidiera repetirlo.
—Yo...—giré en redondo y me rasqué la nuca.
—Necesito que me digas que me amas, por favor —suplicó con la mirada.
—Te amo —me acerqué y me puse en cuclillas frente a ella —. Te amo tanto que no puedo soportar la idea de que estés enojada conmigo, que me odies por esto. Lo siento, ¿sí? —subí las manos para coger las suyas con cuidado —. Lamento no decirte nada, pero nunca pensé que esto fuera a suceder. No era mi intención enamorarme de ti —dije sincero.
—¿No era tu intención enamorarte de mí? —se escuchó decepcionada.
—No.
—¿Y qué pasó entonces? —su voz tembló.
—Todo salió mal y mírame ahora, estoy perdida y estúpidamente enamorado de ti, Princesa —una sonrisa tiró de la esquina de sus labios —. Te juro por mi vida que esto no tenía que terminar así, yo encontraría las pruebas en contra de Graham y me iría.
—Eso no sucedió evidentemente —negué.
—No, es más complicado de lo que me imaginé —exhalé —. Un año, esto debía tomar un año nada más. Pero ese año se convirtió en dos y después en tres, cuatro, cinco años, aquí sigo sin la posibilidad de hacerle pagar a Graham lo que les hizo a mis padres.
—¿Qué pasó después de la muerte de tus padres? —preguntó. Me puse de pie y me senté a su lado.
—Estuve unos días en el hospital, MacKay me llevó a su casa y me dijo que un día mi padre le pidió que si algo le sucedía él se hiciera cargo de mí. Evidentemente eso no pasó porque me mandó con su hermana, ella me cuidó y educó hasta que tuve la mayoría de edad. MacKay no quería que regresara porque eso implicaba enfrentarme a mi pasado y a Graham —Valerie cogió mis manos. Las suyas eran tersas y tibias a pesar de que estaba lloviendo.
—Lo siento tanto. Todo lo que tuviste que pasar, no es justo. Mark anda en las calles siendo un asesino y tú tuviste que dejar toda tu vida por su culpa, tu nombre, perdiste a tus padres —tragué aquella sensación que se formaba en mi garganta.
—Quiero justicia, Valerie, solo eso. Mis padres lo merecen —se mordió el labio —. No te estaría pidiendo esto si no fueras nuestra única salvación —me acomodé para quedar frente a ella —. No tenemos nada en su contra, no podemos mandarlo a prisión.
—También a mi padre y hermano —asentí serio.
—Tu padre no es una buena persona.
—Lo sé, pero tampoco pensé que se tratara de algo tan grave —admitió —. ¿Cómo pudo hacer esto? —su voz se debilitó —. Es un monstruo al igual que Mark —dos lágrimas rodaron por sus mejillas —. Todo este tiempo Jean y yo hemos estado viviendo con él, con ese...—ni siquiera pudo decirlo. Soltó mis manos y me abrazó rápidamente, tardé en reaccionar, pero no dudé en corresponder a su abrazo.
Escondí mi rostro en su cuello y por un momento me permití no pensar en nada ni en nadie. Solo quería estar con ella. Solo deseaba estar con ella.
—¿En serio me amas?
—¿Lo dudas? —tardó en responder.
—Estoy rodeada de hombres imbéciles —dijo.
—Yo no soy uno de ellos —respondí. Necesitaba este abrazo cómo un hambriento pide de comer.
—No, claro que no lo eres —nos separamos. Acaricié su mejilla izquierda con mis nudillos. Una sonrisa se deslizó en sus labios —. Estoy enojada contigo, Carson.
—¿En serio? —asintió mojándose el labio inferior —. No creo que estés molesta, no mucho —musité.
—¿Por qué lo dices? —su mirada se alternaba entre mis labios y mis ojos. Yo hacía lo mismo porque no sabía si mirarla o devorar sus labios con mi boca.
—Porque de ser así no me dejarás tocarte cómo lo hago —achicó los ojos levemente. Posé dos de mis dedos bajo su barbilla, la elevé un poco hasta que sus labios rozaron con los míos —. ¿O sí? —pregunté alzando una ceja.
—Tonto.
—Deberías mejorar tus insultos, princesa —nuestros labios estaban a tan solo un suspiro de distancia. A un milímetro de esta agonía por besarla.
—Soy una dama educada, tonto —repitió —. Además, ya te dije que estoy enojada contigo —comentó seria. Lo disimulaba muy bien, pero no tanto.
—¿Y si te beso seguirás enojada? —indagué. Mi pulgar se arrastró de una esquina de su labio a la otra esquina. Bajé la mirada hacia su boca y la elevé para observar sus bonitos luceros.
—Si te atreves a besarme te voy a golpear tan fuerte que no vas a querer acercarte de nuevo —alzó una ceja rápidamente.
—Estoy seguro que si te beso vas a querer más.
—Pruébame —me retó —. Bésame y esta vez sí vas a terminar con una zanja en la frente —sonrió. Mi corazón latía desbocado. Mi mano ascendió a su nuca y mis dedos se enredaron en las suaves hebras de su cabello —. Carson —mi agarre se apretó y mis labios rozaron intencionalmente los suyos.
—Princesa...—aquel momento fue interrumpido en el instante que mi móvil empezó a timbrar dentro del bolsillo de mi saco. Valerie se apartó recobrando la postura, saqué el móvil y miré la pantalla —. Es Graham —la expresión de Valerie cambió de inmediato.
—¿Qué le vas a decir?
—Todo está planeado —respondí.
—Lo olvidaba —resopló. Me llevé el dedo índice a los labios para que no dijera nada.
—Señor —me puse de pie.
—¿La encontraste? —preguntó sereno, cómo si no le importara la vida de su esposa.
—Voy hacia la dirección que me mandó, pero con la lluvia será difícil regresar a casa —bufó.
—No me importa cuánto tardes, la quiero sana y salva.
—Sí señor.
—Carson —dijo antes de que colgara —. Trae a mi esposa a mi lado.
—Claro señor —me limité a decir. Colgué y apreté el móvil entre mis dedos con fuerza.
—¿Qué te dijo? ¿Piensa que me secuestraron? —giré en redondo.
—Él cree que unos criminales te secuestraron, pidieron dinero para tu rescate —sus ojos se abrieron con sorpresa.
—¿Qué?
—Era la única manera en la que no sospechara.
—¿Mark pagó el rescate? —indagó.
—Sí, pagó mucho dinero para que te dejen libre. Antes de llegar me mandó un mensaje con la dirección en la que supuestamente te van a dejar los secuestradores —sus labios se aplanaron y desvió la mirada.
—Eso no quita que sea un idiota —negué sonriendo.
—No —sonrió también —. No te quiero presionar, pero MacKay necesita saber si nos vas a ayudar o no.
—¿Lo puedo pensar? No es cómo que tenga cabeza para pensar las cosas, creo que me entiendes, ¿no?
—Sí, te entiendo.
—¿Te puedo preguntar algo? —me senté a su lado —. ¿MacKay es el hombre que estaba conmigo en la habitación? —asentí —. ¿Y es el hombre que se hizo cargo de ti?
—Es él.
—No es muy amigable que digamos —sonreí.
—No, no lo es. Pero tú le agradas —frunció el ceño.
—¿En serio? Porque parece que me odia.
—No cree que puedas sacarle información a Mark, piensa que eres una princesita temerosa —eso la había ofendido.
—¿Y tú piensas lo mismo de mí? —se cruzó de brazos.
—No, yo sé que eres muy fuerte y que puedes con todos los retos que la vida te ponga enfrente —aparté un mechón rebelde y lo puse detrás de su oreja. Su piel estaba tibia —. Sé que si te unes a mí entre los dos vamos a destruir a Graham y podrás ser libre cómo tanto lo mereces —sonrió con sutileza.
—En serio quiero ayudar, de verdad quiero que se haga justicia y que Mark pague cada uno de sus crímenes, pero lo que me estás pidiendo es mucho. Quieren que trabaje con ustedes y que le dé la espalda a la escoria de mi esposo —tragó saliva —. No sé si pueda. ¿Sí entiendes la gravedad de lo que me pides? Si Mark se da cuenta es capaz de matarme.
—Nunca dejaría que Graham te toque un cabello —su mechón rebelde cayó de nuevo y lo cogí con dos dedos, enredándolo en el dedo índice.
—Te pondrías en evidencia con él —sacudió la cabeza y se puso de pie. Atrapé su muñeca y no dejé que se fuera
—No me importaría hacerlo con tal de que estés a salvo —me miró desde arriba —. Te amo, ¿quieres que te lo recuerde? —negó.
—No hace falta —murmuró. Me puse de pie quedando frente a ella.
—Dime que vas a pensar las cosas. Necesito estar seguro de que vas a tomar la decisión correcta solo porque sabes que así debe ser, no porque te sientas presionada por mí —solté su muñeca y sus manos descansaron en mi pecho.
—Estoy segura de que nunca me presionarías para que hiciera algo con lo que no estoy de acuerdo —levantó la mirada.
—Jamás lo haría —prometí.
—Pero no estoy segura que sea el caso de tu padre —echó una mirada dentro de la casa.
—Si no quieres ayudarnos no te va a obligar, de eso me encargo yo —se puso de puntitas y dejó un beso en la esquina de mis labios.
—Eres un caballero, ¿ya te lo habían dicho? —negué —. Sí lo eres —me abrazó de nuevo rodeando sus brazos en mi torso. Soltó una larga y pesada exhalación, apoyó su mejilla contra mi pecho y correspondí a su abrazo. Dejé un beso en su cabello y cerré los ojos, de fondo el sonido de lluvia amenizaba el momento, el leve golpeteo de las gotas contra el suelo de madera del pórtico y la sutil brisa de la noche acompañada de un suave aroma a tierra mojada.
—Tenemos que regresar a casa.
—Dios sí. Con todo lo que ha pasado —se apartó sin soltarme —. ¿Cómo está Beth? —preguntó.
—Ella está bien, la llevaron a su casa y se encuentra en perfectas condiciones —sonrió.
—Más te vale que así sea porque si no te las verás conmigo —quiso lucir enfadada, pero más bien parecía un conejito rabioso con una colita esponjosa.
—¿Sabes que no te ves para nada molesta? —le dije y arrugó la nariz.
—¿Y ahora? —negué. Se apartó y arrugó la frente y juntó las cejas —. ¿Y ahora qué tal? ¿Te doy miedo?
—Solo me dan ganas de besarte —confesé. Su expresión cambió por completo ante mi confesión inesperada. No le di tiempo a reaccionar porque en unos pocos segundos mi mano sostenía su mejilla y mis labios devoraban su sexy y caliente boca. Ladeé la cabeza para tener mejor acceso a sus labios y deslicé mi lengua lentamente hasta tocar su lengua, con mi otra mano la atraje agarrando su delgada cintura y sus manos descansaron en mi pecho. Soltó un jadeo bajito que me erizó la piel, sus pechos se pegaron a mi torso, sus manos apretaron con fuerza la tela de mi camisa y mi agarre se intensificó poderoso, posesivo, abrasador.
—Carson —se apartó uno centímetros, pero nuestros labios se rozaban tentadores.
—Valerie —murmuré sobre su boca.
—Dime Princesa, me gusta cuando lo dices —sonreí. Dejé un pequeño beso sobre sus labios y me aparté.
—Debemos regresar —asintió. Entramos a la casa y cerré la puerta detrás de mí. MacKay esperaba en la sala, no había rastro de alguno de los agentes que antes custodiaban la puerta —. Tenemos que irnos o Graham podría sospechar —MacKay nos observó, primero a mí y después a Valerie.
—¿Qué decidiste? —le preguntó. Valerie me miró y después lo observó a él.
—No he decidido nada, todavía —llevó las manos juntas al frente —. Tengo que pensar muchas cosas.
—Entiendo —se puso de pie —. Pero también debes entender que para nosotros esto no puede alargarse más, llevamos años investigando a tu padre, años de trabajo y ahora solo tú nos puedes ayudar —estaba siendo demasiado duro con ella, pero tampoco me sorprendía él era así todo el tiempo —. Si no cooperas las cosas pueden resultar muy mal para todos —sus hombros se pusieron rígidos.
—¿A qué se refiere con eso? —preguntó trémula.
—Si Graham descubre quien es Carson no va a dudar en matarlo —hasta yo pude sentir la tensión en todo su cuerpo.
—¿Qué?
—No tienes por qué decirle eso —le reclamé —. Las cosas no van a terminar así.
—No tengo por qué mentirle —se defendió —. Graham cree que Evan está muerto y si llega a descubrir que aquel niño no murió y que está vivo haciéndose pasar por alguien más para destruirlo se va a enojar —Valerie me miraba —. Tampoco hay que olvidar que estás enamorado de su esposa.
—Ay Dios —Valerie se apartó cubriéndose el rostro con ambas manos —. No puede ser.
—No debes sentir pena, es muy normal que un hombre se enamore —explicaba MacKay —. Mi hijo está enamorado de ti, pero eso no afecta en nada con la misión porque sé que cuando llegue el momento él sabrá hacer lo correcto —me miró severamente —. ¿No es así, hijo? —enfatizó la última palabra.
No sé por qué dice estas cosas frente a Valerie.
—Sí, siempre haré lo correcto —su expresión no cambió ni porque le aseguré que cuando se diera la oportunidad haría lo que él tanto quería y eso era ver a Graham tras las rejas.
—¿Ves? Puedes confiar en Evan, él nunca traiciona a los suyos —insistió en lo mismo. Valerie estaba cerca de la puerta.
—Te mantendré informado de la decisión que tome —cogí la gabardina que había colgado en el perchero. Al lado había un paraguas y lo cogí también.
—Espero que su respuesta no tarde —negué con la cabeza —. Y que no le diga nada de esto a nadie.
—Ponte esto, no te vayas a mojar —le ayudé a ponerse la gabardina y salí detrás de ella protegiéndola con el paraguas. Corrimos hacia el vehículo y abrí la puerta para que entrara. Rodeé y entré del otro lado cerrando primero el paraguas que puse en el suelo del auto en la parte de atrás, después cerré la puerta.
—Él sabe que estás enamorado de mí —encendí las luces y puse la calefacción. Valerie se quitó la gabardina.
—¿Te mojaste? —quise evadir el tema.
—Carson.
—No tienes que preocuparte por si lo sabe o no —le dije.
—¿Desde cuándo lo sabe? —preguntó.
—No sé, tal vez desde el primer momento que me enamoré de ti —exhaló.
—Y no le agrada la idea, ¿te diste cuenta?
—¿Por qué lo dices? —la observé.
—No sé, tal vez sea por la manera en la que me mira o cómo me trata.
—Él trata a todos así y les habla de esa manera, así que no eres la única —arranqué para salir de ahí lo antes posible. Quería llegar a la casa de Graham y entregarle a Valerie sana y salva, aunque con la lluvia tardaríamos al menos una hora en llegar, si no es que más.
—¿A ti también te trata así? —asentí —. Pero eres su hijo, no su hijo de sangre, pero eres su hijo.
—Eso no importa. MacKay es un agente, un hombre de carácter fuerte que fue entrenado para recibir y dar órdenes. Cómo habla y trata a los demás es su manera de hacerlo y no creo que llegue a cambiar nunca, ¿entiendes? —asintió. Giró la cabeza para mirar a través de la ventanilla.
—Entiendo.
Valerie
El regreso a casa se sintió en gran parte pesado, estaba saturada de información y revelaciones que tenía a mi cabeza a punto de estallar. Ahora sabía que Carson en realidad no se llamaba Carson y que sus padres fueron asesinados por Mark, el mismo miserable hombre con el que dormía cada noche en la misma cama. ¿Cómo iba a fingir que no sabía lo que evidentemente sabía? ¿Cómo podía no odiarlo más de lo que de por sí ya lo odiaba? Todo se veía confuso para mí, cómo si enfrente tuviera una neblina oscura que me impedía ver las cosas claras.
La lluvia se intensificó a mitad del camino, Carson dijo que estábamos una hora lejos de casa, pero que con la lluvia sería media hora más. No me importaba que fueran tres horas con tal de no regresar al lado de Mark. Si antes lo detestaba ahora lo odiaba con toda mi alma, no iba a poder verlo a la cara sabiendo que era un asesino y criminal. Que todo este tiempo estuve envuelta en una red de mentiras tejida por mi padre y por el mismo Mark quien al final consiguió lo que tanto quería y me convirtió en su esposa, su esposa para toda la maldita vida.
—Sabes que no tienes que decir nada de lo que ahora sabes, ¿cierto? —Carson habló de pronto llamando mi atención. Giré la cabeza para mirarlo.
—Sé que no tengo que decir nada, estoy consciente de ello.
—Ni a Jean, mucho menos a Beth —fruncí los labios —. Lo siento, pero si dices algo sería ponerlas en peligro —asentí.
—Lo entiendo, pero será difícil ocultarle todo esto a Beth, es cómo mi hermana —los dedos de Carson se asieron al volante.
—No creo que sea muy difícil para ti.
—Le digo todo —expliqué —. Beth sabe todo de mí y yo todo de ella —me quejé cruzándome de brazos.
—¿También sabe lo que hay entre nosotros?
—¿Hay algo entre nosotros? —Carson detuvo el auto de golpe en medio de la nada —. ¿¡Qué sucede contigo!? —le grité entre enojada y asustada.
—¿No hay nada entre nosotros? ¿En serio? —agarró el volante con fuerza.
—No, ¿o sí? —entornó los ojos.
—No juegues conmigo de esa manera —pidió —. Por favor. Sabes que te amo.
—No hemos aclarado los términos de esto que tenemos —apagó el auto.
—Vamos a aclararlo de una vez.
—Aquí no, estamos en medio de la nada, puede salir un asesino y matarnos —se deslizó cerca y abrió la guantera mostrándome una pistola.
—Te voy a cuidar. Nunca dejaría que un asesino te mate —sonreí. Cerró la guantera.
—En serio no quiero hablar de esto ahora —me crucé de brazos.
—Y yo en serio sí quiero hablar de esto —insistió.
—No puedo darte nada, Carson, no soy una mujer libre.
—Lo sé —recargó la espalda contra el asiento —. Y no te estoy pidiendo nada que no quieras darme —un auto pasó a nuestro lado y tocó el claxon.
—Creo que debemos continuar —sugerí y Carson arrancó de inmediato.
No dijimos nada en lo que restó de camino y es que tampoco sabía que decir, en ese momento estaba confundida y tenía mucho miedo de Mark, de lo que podía hacer contra mí o Jean, ahora que ya sabía la verdad me aterraba mucho más. Por eso no quería ayudar a Carson y su padre, porque si Mark se enteraba que estaba ayudando a la policía lo primero que iba a hacer sería matarme y después lo haría con mi hermana, o tal vez para hacerme sufrir primero la mataba a ella y después a mí. Cómo fuera, estaba en peligro y lo estuve desde el momento en el que mi desgraciado padre me vendió a ese infeliz, todo lo que estaba pasando era su culpa.
—Detente —le pedí a Carson. Se estacionó unas calles antes de llegar a la casa de Mark.
—¿Pasa algo? —me quité el cinturón y acomodé de manera que pudiera verlo perfectamente.
—Me gustas, me gustas mucho. Y me haces sentir tantas cosas —Carson soltó el volante —. Pero estoy casada —le mostré la mano izquierda señalando el anillo que adornaba mi dedo —. Estoy casada con el hombre que mató a tus padres y él no me va a dejar libre, nunca lo hará.
—Lo sé —musitó.
—Y sabes también que no mereces ser el amante de nadie —Carson se quitó el cinturón y giró hacia mí.
—No me importa.
—Pero a mí sí, Carson. A mí sí me importa porque siento algo por ti y ese algo no me permite darte ese título —sus cejas se hundieron con pena.
—Es que no me importa, Princesa —tomó mis mejillas entre sus grandes manos —. No me importa tener ese título o el que sea, yo te amo —me miraba fijamente a los ojos —. Te amo, ¿eso no te basta?
—No me has preguntado si yo también te amo. ¿No lo quieres saber? —negó.
—Sé que cuando lo sientas serás tú la que lo diga sin que yo te lo pida. Puedo esperar toda la vida por un te amo que salga de tus labios —sonrió.
—Toda la vida es mucho, Carson —puse mis manos sobre las suyas.
—No para mí, princesa. Podría esperarte hasta la eternidad —selló esa promesa con un tierno beso que me reconstruyó el alma. Lo sentí cómo una suave caricia a mi cuerpo, a mi corazón roto. Era delicado y tierno, me besaba suavemente y nunca pretendía llegar a nada más que yo no quisiera hacer. Por eso y muchas cosas más me encantaba, me gustaba estar a su lado, me fascinaba pasar tiempo con él.
Tuvimos que regresar a la casa de Mark, quien me esperaba en la sala impaciente por verme llegar. Yo no estaba nada feliz de regresar a su lado, menos ahora que sabía lo que en realidad era: un maldito asesino.
—Estás bien —me abrazó cuando llegó a mi lado —. ¿Te hicieron algo? —puso sus manos en mis hombros.
—Estoy bien —me quité la gabardina de Carson, no quería que me mojara ni un cabello, era un caballero —. No pasó nada.
—¿Te dijeron algo? —preguntó mirando sobre mi hombro en dirección a Carson.
—No eran muy habladores que digamos —pasé a su lado y me serví un poco de coñac. Solo estando ebria podía soportar estar a su lado.
—¿No te dijeron nada? —le miré y tenía el ceño fruncido. Creo que estaba confundido. Levanté un dedo señalándolo.
—Dijeron muchas cosas —Carson abrió los ojos —. Entre amenazas e insultos —bebí un poco de coñac —. A parte de eso solo dijeron que esto era por tu culpa —di un paso hacia él —. ¿En qué andas metido? ¿Por qué me hicieron esto a mí? —le cuestioné. No lucía preocupado mucho menos aterrado.
—No estoy haciendo nada malo, cariño —me quitó el vaso de la mano, pero se lo arrebaté enojada —. Soy una buena persona.
Maldito mentiroso.
Quise soltar una carcajada, pero me contuve. Eso no quería decir que no me diera risa su hipocresía y que fuera un maldito mentiroso.
—Entonces no entiendo por qué me hicieron esto —me serví más coñac.
—Lo voy a averiguar y quien te hizo esto tendrá que pagarlo. Las cosas no se van a quedar así —le dije que sí.
—Carson, muchas gracias por todo —le dije. Mark había olvidado su presencia, pero yo no y más cuando me aturdía de buena manera y me hacía sentir mariposas. Mark giró en dirección a Carson que se mantenía en su lugar.
—Carson, gracias —le dijo Mark —. Mañana necesito hablar contigo a primera hora —Carson asintió. Le regalé una sonrisa aprovechando que Mark no nos estaba viendo.
—Sí señor, mañana estaré aquí a primera hora. Señora Graham —hizo un asentimiento de cabeza y giró en redondo para salir de la sala.
Solté una larga exhalación y bebí un poco más de coñac. Mark tenía esa mirada neutra que no me decía si estaba preocupado por mí o no, o tal vez estaba enojado porque cómo siempre yo tenía la culpa de todo lo malo que sucedía en su vida.
—¿Sabes cómo está Beth? —le pregunté.
—Está en su casa, se encuentra bien —asentí —. ¿Tú cómo estás?
—Estoy bien —mentí —. Este día fue horrible —un nudo se formó en mi garganta —. Solo quiero descansar —le dije. Observé la sala y no había rastro de mi padre, lo que tampoco me sorprendió porque para él mi vida no valía nada —. ¿Mi padre sabe lo que pasó?
—Sí, le tuve que decir.
—¿Y no vino a verte? ¿No ha preguntado por mí? —dijo que no —. No me sorprende —musité con dolor. Mis ojos picaban, pero me negué a llorar por culpa de mi desgraciado padre. Me terminé el coñac y dejé el vaso encima de la mesa.
—¿Necesitas algo?
—No, quiero dormir y no me molestes.
Subí a la habitación, entré al baño y me encerré en el baño para poder llorar cómo tanto lo quería, cómo necesitaba hacerlo. Nunca tuve el cariño de mi padre, ese se lo ganó Andrew en el momento que nació y nadie pudo bajarlo del pedestal en el que lo puso, pero ahora que necesitaba de su cariño él no estaba, yo no le importaba y eso me puso a pensar en Jean, en la vida que iba a tener a su lado, que probablemente iba a terminar cómo yo, siendo vendida a un hombre al que no amaba y no podía permitir eso, no podía dejar que mi padre arruinara la vida de mi hermana así cómo destruyó la mía.
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De nuevo aquí. No podía dejar de pensar en Val y Carson así que capítulo recién salido del horno. Espero les haya gustado.
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