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003


003. 𝐇𝐔𝐆

Las horas pasaban, y la ansiedad de Hana crecía por segundos. Jamás había sido alguien demasiado paciente, y debido a que no era alguien excesivamente habladora la gente asumía erróneamente que era tranquila, amable y tímida. Su mayor temor era que Daesu también hubiera caído en aquellas primeras impresiones, y se decepcionara al conocerla realmente.

La profesora Park de vez en cuando buscaba sacar algo de conversación, pero no era en absoluto algo fácil. Se había encerrado en sí misma, pensando en las doscientas posibilidades en las que su hermano estaba convertido o bien huyendo por su vida creyendo que ella estaba muerta por lo poco atlética que era. Hari al menos estaba lejos compitiendo, aunque Hana sabía a la perfección que los zombies no tendían a ser muy hogareños y pronto todo se extendería hasta Busan, Daegu o incluso la frontera.

"Del Norte no pasa" bromeó internamente. Si no tenían piedad al fusilar a forasteros humanos, a los zombies les explotarían sin más, y después mandarían misiles al Sur por haberles enviado un arma biológica. 

— Hana... —musitó la profesora, viéndola hundida en sus pensamientos escondida en la sala de radio. Apenas levantó la mirada, esperando a escuchar cualquier frase motivadora que hubiera sacado de internet o una taza—. No te encierres en ti misma, no es sano.

— ¿Se ha dado cuenta de que no hay un solo teléfono en todo el instituto que los alumnos puedan usar para pedir ayuda? —saltó repentinamente, apoyando la cabeza en la pared—. No hay manera de advertir al exterior a tiempo, y moriremos todos por la estúpida normativa de este centro del demonio.

Quería regañarla por el vocabulario o la dura crítica cargada de negativismo, pero sabía que tenía razón. No entendía muy bien qué estaba ocurriendo (o más bien, se negaba a ver lo obvio), pero pensar en positivo era complicado. Gente estaba muriendo, había un detenido por secuestro hace apenas unas horas y estaban encerradas sin comida o agua. Hana no sabía la ubicación de sus hermanos, de sus amigos, de sus padres. Su alumna siempre había sido todo un misterio, incluso entre los profesores. Su personalidad más introvertida y relajada contrastaba bastante con la de su hermano mellizo, y mientras siguiera sacando buenas notas y haciendo lo que la decían sin rechistar nadie se preocupada de si realmente se encontraba bien.

— Yo... Solo... — la mirada oscura de Hana, acompañada a sus constantes ojeras, la hicieron tirar por la borda al fin esos intentos lastimeros de hacerla conversar como si nada—. Si quieres hablar, estaré aquí.

Asintió, cerrando los ojos para tal vez echarse una siesta esperando a que todo se solucione por arte de magia. ¿Estaba preocupada? A dormir. ¿Asustada? A dormir. ¿Triste? A dormir. Era una buena solución para desaparecer por unas horas, tan solo ella fundida en su propia consciencia, en otro mundo creado por su cabeza en busca de alejarse de los problemas. 

Al salir de la sala de radio, la profesora Park comenzó a hablar sola. Quiso mandarla callar bruscamente porque ya estaba harta de tener que soportar sus miraditas lastimeras y forzada amabilidad, pero también quería una convivencia tranquila con la que con suerte la sacaría de ahí.

— ¡CHEONGSAN! — frunció el ceño, abriendo los ojos de golpe. ¿Desde cuándo había alguien más con ellas?—. ¡LA PROFE PARK ESTÁ EN EL SEGUNDO!

No quería levantarse, pero la curiosidad la podía. Salió junto a la profesora, reconociendo a Gyeongsu de inmediato. Si él estaba ahí...

— ¿Estabas con los demás? —preguntó. Él se sobresaltó al verla de golpe a su lado.

— ¡Sí, sí! —sonrió, esperando a ver la cara de Daesu cuando bajara y se encontrara a su crush ahí después de lloriquear un rato creyendo que no podría jamás confesarse—. Están en el laboratorio, ahora bajan — aseguró, asomándose junto a la profesora por la ventana. Por motivos de seguridad (un zombie podía caer de una ventana, o el invento de sus compañeros joderse y que alguno la cayera encima) no se asomó con ellos—. ¡BAJAD RÁPIDO! ¡AQUÍ HAY UNA SORPRESA PARA DAESU!

Hana se sonrojó inevitablemente. Además de Woojin, Daesu también estaba bien. 

— ¡¿COMIDA?! — su voz se escuchaba ahogada por la lejanía.

Gyeongsu rió.

— ¡MEJOR, TÍO!

— Deja de decir esas cosas — le recriminó, tratando de estar completamente seria. Gyeongsu iba a pedir disculpas creyendo que la confesión de su amigo estaba arruinada, cuando la vio tan roja como sus zapatillas.

— ¡Te gusta! — señaló. La profesora Park contemplaba todo, aunque de vez en cuando comprobaba que Nayeon bajase segura—. ¡Eso es genial! 

— He dicho que dejes de decir esas cosas — su sonrojo fue disminuyendo hasta que cuando llegó Nayeon solo era un secreto entre ambos. Hana ayudó a la repelente chica a bajar, cuidando de que no se partiera la cabeza con el marco de la ventana o al caer al suelo se reventara la rodilla con la esquina de la mesa—. ¿Cómo está Woojin?

— Sabía que estabas escondida — dijo Gyeongsu—. Según él, eres como una cucaracha. 

Rodó los ojos aparentando estar molesta por aquel comentario, pero estaba demasiado feliz de al fin poder reunirse con su gemelo. Si estaban juntos, tal vez, y solo tal vez, la situación podría mejorar. En grupo la gente se ayudaba y había más mano de obra para trabajar en ideas y que funcionen, y dentro de ella había vocecita que decía ser buena inversión usarlos de cebo en casos extremos. Solo esperaba que nadie más pensara como ella y fuera ella la que muriera. Oh, no, ella iba a salir viva de ahí. Ni de coña moriría virgen en un instituto. 

Unos nuevos pies se asomaron por la ventana, y de inmediato Gyeongsu la miró con una enorme sonrisa. No era una acosadora como para reconocer a alguien por sus zapatos, pero sí sabía reconocer esa torpe manera de asomarse. Sus nervios la invadieron la nuevo, y se sintió una tonta tímida que estaba a punto de ver al chico que la gusta.

Se peinó el flequillo escondida tras el delgado cuerpo de Nayeon, comprobó de nuevo su vestimenta y ensayó en su cabeza qué podría decirle. ¿Una broma por su quedada fallida? ¿Preguntar si estaba bien? ¿Decirle que quería ser su novia, casarse y tener diez gatitos? 

— ¡Daesu! — exclamó Park cuando aterrizó seguro en la sala de radio. Sus nervios estalleron, aunque se mantenía externamente con un gesto relajado

— ¡Profe Park! —fue a abrazarla con un gesto asustado, pero su cuello se giró casi como por instinto y su mirada cruzó con la suya. Quedó completamente en blanco, olvidando su plan de reencuentro—. ¡HANA!

Gritó su nombre con tanta felicidad que su corazón se agitó, y de dos pasos estaba ya abrazándola con fuerza. Se la cortó la respiración un segundo, pero de inmediato correspondió a su abrazo. No había querido admitirlo, pero estaba tan asustada de pensar que él habría muerto también...

A pesar de estar algo sucio de sangre, aún podía sentir el olor a suavizante en su jersey. Su abrazo era cálido y estrecho, y debido a la diferencia de altura podía perfectamente apoyarse en su hombro. Los abrazos de Daesu eran tan cálidos y dulces que firmaría un contrato para no salir nunca de ellos. 

— Al final no hemos ido a la azotea — bromeó bajito, presa de los nervios. 

— ¡No importa! —se separó. Hana quería seguir abrazándole como una niña caprichosa—. ¿Te duele algo? ¿Te encuentras bien? ¡Sabía que estarías viva, eres tan inteligente y genial!

Carraspeó en busca de alejar el sonrojo que comenzaba a aparecer de nuevo por sus palabras tan sinceras, aunque era una batalla perdida contra la dulzura del chico.

— Estoy perfectamente —aseguró, incapaz de mantener demasiado el contacto visual con los brillantes ojos de Yang—. Esto... Eh... 

— Estoy mejor que nunca — captó de inmediato su duda al preguntarle directamente. Sonrió, y se alejó definitivamente para ayudar al resto a entrar por la ventana. Suspiró de manera silenciosa, aunque al girar la cabeza pudo notar la mirada de Nayeon juzgándola intensamente.

— ¿Te gustan los gordos?

— Tal vez, pregúntale a tu madre.

Antes de escuchar su queja, Jimin entró extremadamente pálida. Se sorprendió al verla ahí, y cuando HyoRyung bajó esta casi la abraza de la sorpresa de encontrar a más compañeras de clase con vida. Tras ambas chicas, llegó Joonyeong lloriqueando por un calambre en su pantorrilla. Soltó una risa disimulada mientras le ayudaba a estirar el gemelo, aunque más que nada se retorcía cual lombriz pidiendo que fuera más cuidadosa. 

— Ni Nayeon ha hecho tanto drama al bajar — le susurró, mientras aparentaba que nada había pasado.

— Yo también me alegro de verte, Hana — ironizó, aunque sonreía levemente en su dirección. Le devolvió el gesto, feliz de reencontrarse con su infalible compañero del club de ciencias y su mayor competencia en tema académico. 

Se escucharon nuevos quejidos y gritos, y Hana supo de inmediato quién era el emisor. Desde que nació berreando, criándose uno al lado del otro soportando sus berrinches y lloriqueos, Hana había desarrollado un nuevo sentido que la alertaba la llegada de un nuevo ataque de quejas infantiles de su parte. Tomó aire, se cruzó de brazos y le miró entrar de la manera más patética de toda la clase. Le faltó desmayarse. 

— Torpe.

Frunció el ceño, localizándola al fin. En lugar de un abrazo dramático y un reencuentro tierno entre viejos compañeros de placenta, Woojin la lanzó una zapatilla.

— ¡Baja tú por una cuerda sin seguridad, fea!

La chica se agachó a coger el zapato que la había tirado, apuntando con tanta precisión que no le dio tiempo a agacharse cuando ya tenía la suela en la frente. 

— Tenemos la misma cara, idiota.

— Yo soy más guapo —aseguró, poniéndose la zapatilla. Según la ley de sus peleas, el primero que daba en la cara era el ganador. Aunque Hana no hiciera tiro con arco como Hari, su puntería era algo que frustraba como perdedor a Woojin.

— ¿Quién te ha mentido? 

Gyeongsu soltó una carcajada, demasiado feliz de estar ya a salvo. Esa clase de peleas entre los mellizos eran muy comunes, más durante sus tardes jugando videojuegos. Siempre, sin falta, Woojin dejaba tirados los cascos para lanzarse en una extraña batalla verbal con la castaña. De alguna manera él era quién lanzaba el primer objeto, sin embargo ella conseguía uno más grande que le acertaba de lleno en la cabeza. Les preguntaron si era normal, pero ambos aseguraron que no iban a matar; tan solo herir de gravedad.

Onjo apareció, aunque de manera inmediata llovieron zombies. Hana analizó el ambiente, y supuso que aún quedaba gente arriba. Guiada por las masas, asomó su cabeza solo para encontrarse al idiota de Suhyeok abrazado a Cheongsan y con un zombie enganchado en los pies. Era... absurdo.

De alguna manera se libraron de la zombie y tuvo que meter de nuevo la cabeza, aunque volvió a asomarse con curiosidad escuchando los gritos de todos llamándolos. Contempló con curiosidad las maniobras que hacían para bajar, creyendo firmemente que tan solo dos idiotas como ellos podrían apañárselas así. Cuando ya uno de los dos apoyó los pies en el borde se aburrió, sentándose en una mesa. 

Casi de manera inmediata sintió a alguien sentarse a su lado, descubriendo a Daesu fingiendo haber acabado ahí por casualidad o porque no quedaba más sitio libre. Era demasiado tierno para ella. 

— Haced hueco — y el culo de Woojin se tuvo que meter. Le pellizcó con fuerza la pierna—. ¡Ay, Hana, haz espacio!

— Piérdete.

La sacó la lengua de manera muy madura, y se mantuvieron en silencio por la salud mental de todos ahí. Nadie conocía aún qué tan insoportables podían ser después de pasar demasiadas horas juntos en un espacio cerrado.

— Venga, con cuidado — Suhyeok entró al fin en la sala de radio, y por un momento Hana se sintió agobiada de como de golpe habían pasado de ser dos perdedoras a más de diez. 

— ¡Cerrad ya, vamos! — Nayeon, sentada en una de las cómodas sillas giratorias, comenzó a chillar. No había nada que Hana odiara más que los chillidos—. ¡Que cerréis la ventana!

Cheongsan entró, y Park cerró corriendo la ventana como la chica pedía. La paciencia de Hana estaba perdida muy lejos desde que la profesora empezó con sus frases motivadoras de Pinterest y no pillaba que la estaba ignorando, y ahora que estaba encerrada en una clase enana con gente que apenas conocía y sin nada de comida o agua, quería reventarla la cabeza o coserla la boca a puñetazos. 

— ¿No ves que aún faltaba Cheongsan? — al parecer Gyeongsu tampoco estaba teniendo un día relajado.

— ¡¿Pasa algo por querer cerrarla?! — seguía gritando. Sus tímpanos ya lloraban.

— ¿Cómo eres tan egoísta? —el chico se relajó, pero ella parecía dispuesta a seguir jodiendo la convivencia.

— No te soporto, subsi de mierda.

Hana quedó paralizada, y muchos desviaron la mirada. No era secreto la situación económica de Gyeongsu, además de que para Hana, no era algo de lo que avergonzarse. Sí, tenía menos dinero, ¿y qué? Seguía siendo uno de los pocos a los que soportaba escuchar, a diferencia de Nayeon y sus caros zapatitos. Su familia jamás había escaseado de nada realmente, y era algo que agradecía y no usaba para humillar. 

— ¿Qúe me has llamado? — de un empujón, quedó de nuevo sentada.

— ¡Vale ya! —regañó Cheongsan, separándolos.

Hana se cansó de la discusión absurda, y sacó sus audífonos agradeciendo no haberlos dejado en la mochila de clase. No la gustaba meterse donde no la llamaban, y eso incluía una pelea absurda por el cerebro enano de la chica. Con pereza buscó entre sus canciones descargadas del MP3 (ninguna de ellas legalmente) y vio como todos se movían con Imagine Dragons dándole el toque. 

— ...no van a venir — creyó escuchar en el momento en el que se cambió de canción. Se quitó los cascos de golpe.

— ¿Cómo que no van a venir? -
— repitió. Todos la miraron.

— Seguro que no tardarán, seamos pacientes — trató de tranquilizar Park.

— Profesora Park — llamó Onjo—. Hyeonju tenía las manos heladas, igual que Isak. ¿Y si todo ha empezado con Hyeonju? 

Hana la sabía. Sabía que desde el momento en el que entró a clase llena de sangre todo serían problemas, y llegó a esa conclusión cuando todos empezaron a morderse como locos. Era terroríficamente similar a una película de zombies. Y no de los lentos.

— Pero se la llevaron al hospital.

Y todo empeoraba por momentos.

— Entonces la ciudad entera está jodida - concluyó duramente, volviendo a ponerse los cascos—. Y pronto el país. Nada puede empeorar ya, genial.

— Espera, ¿el ordenador funciona? — señaló de inmediato Joonyeong. Se levantó dando saltitos por su calambre, tomando posesión del ordenador mientras Daesu le colocaba una silla—. ¡Internet!

Bajó el volumen por si decían algo útil (aunque era obvio que los zombies ya habían llegado al centro) y se alejó para apoyarse al lado de la ventana. Miró de reojo a Gyeongsu, aunque pronto se distrajo por el repiqueteo constante de la manguera que había servido de cuerda para huir de dónde estuvieran atrapados. 

Estaba a punto de cambiarse de nuevo de sitio y entrar al estudio, cuando la manguera golpeó con fuerza y la saltaron los cristales. Sintió un fuerte ardor en la pierna, y quejándose por lo bajo trató de alejarse de los cristales que seguían cayendo en pequeños pedacitos molestos. Daesu de inmediato fue al rescate, ayudándola a ponerse en pie y alejarse corriendo de la ventana.

— ¿Dónde te has hecho daño, Hana? — preguntó, preocupado—. ¿Dónde te duele? ¿Te duele mucho? 

— Solo son raspones —restó importancia, aunque Daesu estaba preocupado por la sangre de su pierna y lo que pudiera haber pasado para haber acabado reventando una ventana. El viento no aplicaba tanta fuerza, y las copas de los árboles apenas se balanceaban—. ¿Había alguien más?

— Que va —negaron. 

Cheongsan se acercó a paso lento, siendo seguido de cerca por su mejor amigo. Daesu seguía sujetando sus hombros con incertidumbre, mientras ella soltaba todo un poema mental maldiciendo a los zombies de nuevo. 

— ¿Ves algo? 

— Nada.

"Nada" debía ser el zombie que se deslizó de golpe atado a la cuerda, dispuestísimo a entrar para comerles. 

003.1 𝐆𝐑𝐀𝐏𝐇𝐈𝐂𝐒






003.2 𝐀𝐔𝐓𝐇𝐎𝐑

Makjang vuelve!!! *intensos aplausos*

Después de priorizar acabar otras historias y tomarme un descanso, espero volver con fuerza y hacer una merecida historia de Daesu

<3 sorry por la espera


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