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IV

A este punto, sólo quería desaparecer.

Ya no podía asegurar si su percepción estaba alterada por el estado de celo o el dolor de cabeza que manejaba desde que arribó al reino, pues su padre cada vez estaba más insoportable, ni siquiera podía darle una razón a su actitud.

—Y recuerda que debes levantarte temprano para asistir al funeral —Yeonjun se acomodó entre las sábanas y mantenía los ojos cerrados, quería descansar del horrible día que había tenido —, tenemos mucho trabajo por delante, hijo.

— 'Tenemos' suena a multitud —musitó, llamando la atención de Hoseok.

— ¿Qué dijiste?

—Que me dejes dormir —alzó la voz ligeramente, aquello con tal de opacar su dicho anterior y volver a mentalizarse en dormir.

Aunque por supuesto, no pudo dormir más de dos horas, y ya cuando había conciliado el sueño, su padre jaló las sábanas para quitarle la calidez de esta y obligarlo a despertarse.

¿Por qué fue tan insistente en que debía despertarse temprano por su cuenta si ni siquiera lo dejaría pegar el ojo?

Su cabeza palpitaba y el dolor en esta iba en aumento, lo detestaba por completo.

Estaba claro que lo lamentaba por el rey, los hijos de este y su esposa, pero detestaba la idea de tener que pensar en cómo es que iban a enterrar a un hombre en una catedral más lujosa y pomposa que el palacio en el cual todos los reyes de su reino natal residían hasta ese mismo día.

Llevó la mano a su cabeza mientras esperaba a que su padre se fuera. Luego, cuando lo vio irse, se levantó de la cama, se acercó a la puerta y tomó la perilla de esta, esperando unos segundos antes de abrir la puerta y abandonar el cuarto. Estaba consciente de que estaba rompiendo el protocolo de otra nación, aunque sus ganas de cumplirlas eran las mismas que tenía para soportar a su padre junto al rey Jimin. Quería un momento de soledad, eso es todo.

Caminó en una ruta que fusiona sus pasos del día anterior con un sin rumbo, dejándolo ver las maravillas decorativas de los pasillos, al menos hasta que se encontró en el punto al cual consideró volver en sus pasos después de escuchar la discusión de la ex-reina y el Rey Soobin.

Al menos fue así, hasta que se encontró de frente con el nuevo Príncipe Heredero, Hongjoong.

Detuvo sus pasos cuando lo vió, entonces se dio la vuelta con la idea de volver a perderse y perder de vista al príncipe, el aroma de ese chico denotaba que es un alfa y no quería que más alfas lo descubrieran en un estado vulnerable.

Debió esconderse en uno de los muebles del lujoso cuarto, no salir a los pasillos, luego pensó en que su padre era capaz de destrozar el cuarto con tal de hacerlo abandonar su escondite y llevarlo a las tres horas más tortuosas de su vida, algo que para nada es conveniente.

—Quédate en tu lugar.

Se detuvo en seco ante la orden impuesta por el joven noble, causando que comience a sentirse nervioso, la sensación que estaba invadiendo su interior no era agradable, no cuando Hongjoong había usado de forma innecesaria su recién formada voz de alfa.

Escuchó los pasos del príncipe aproximarse a su persona y eso causó que su corazón comience a martillar con fuerza en su pecho, maldiciendo en sus pensamientos.

El alfa joven e inmaduro de ese chico también era demasiado dominante, lo cual estaba comenzando a intimidar y eso no le gustaba, ni un poquito.

—Había escuchado por parte de los sirvientes que llegó un omega en celo a este palacio, pero pensé que sólo eran rumores —miró al príncipe, confundido y asustado por aquello.

¿Por qué diablos un niño como él estaría interesado en saber eso?

—Eso no es…

—Silencio —ordenó nuevamente y Yeonjun mordió su labio, así podría acatar la orden del joven alfa, aún cuando quería gritarle para que se alejara de él —. Sabes tu lugar, ¿cierto?

《Sí, en mi cuarto, comiendo o durmiendo en paz.》

— ¿No lo sabes?

No respondió a la pregunta, en cambio, comenzó a retroceder cuando el príncipe se posó en frente suya, comenzando a sentirse cohibido.

—No, no. Ven —fue lo que dijo el príncipe mientras se le acercaba. Aún insistiendo con la idea de acortar la distancia entre ellos —Está bien si no lo sabes. Te llevaré a mi cuarto, donde debes estar.

Jadeó de terror al pensar en lo que el príncipe muy probablemente comenzaba a planear sobre él y cómo podría abordarlo, aquello aumentando cuando intentó alejarse una vez más y su brazo fue tomado por la mano del joven alfa, todo con tal de detener su huida.

El maldito niño estaba siendo astuto, tal vez de forma ignorante, pero sería absurdo para todos oír que un mocoso de quince años quiso abordarlo.

Antes de que alguien le crea, va a terminar con cargos y una orden de captura.

—Tal vez tuviste un viaje muy agotador, eso explicaría que no te hayan dicho que eres el omega que pedí, así que, dejemos de perder el tiempo y vamos a…

—Suéltalo.

Contuvo el aire cuando escuchó una voz muy grave y la severidad en su tono, el miedo calando por sus huesos.

—Ugh, Soobin.

Un escalofrío recorrió su cuerpo a la par que abría los ojos de forma que demostraba su shock. Aquella reacción se daba por la mención a quien tal vez, era la última persona que hubiera podido pedirle que le salve.

Y es que de todas las personas que pudieron intervenir, tenía que ser el hermano mayor del príncipe.

El jodido Rey Soobin.

— ¿No que tenías una reunión? —agachó la cabeza cuando escuchó el tono seco de Hongjoong, pidiendo en silencio que la situación acabará de una buena vez.

—Acabó la reunión. Suelta a ese chico.

—Ah, ¿este chico? —Hongjoong apretó su agarre y lo jaló hacia él, sacando un quejido en el pelinegro — ¿Y eso a pedido de quién? Porque yo lo que veo es que lo trajeron para mí.

—Qué sea un omega no lo convierte automáticamente en tu concubino.

Mantuvo la cabeza agachada intentando no llorar, sin intervenir en las palabras de ninguno de los dos;  podía sentir la intensa batalla de autoridad que estos dos tenían.

—Hongjoong, suéltalo ahora.

El joven heredero rodó los ojos, soltando con brusquedad y rudeza el brazo de Yeonjun para luego del omega, solo con intenciones de acercarse a su hermano mayor.

—Ya lo solté, ¿contento?

—Discúlpate con él.

Por supuesto que quería unas disculpas, pero prefirió no decir nada, enojar a un alfa inmaduro con poder entre sus manos era la peor de las decisiones que una persona podía tomar.

Alzó la mirada cuando dejó de escuchar el tosco intercambio de palabras, viendo que ambos estaban teniendo una especie de pelea con la mirada. La cual terminó cuando el soberano alzó un poco su pecho y mantenía esa inexpresividad.

—Vete al demonio —maldijo el príncipe antes de retirarse, dejando en paz a Yeonjun y a Soobin.

El omega dirigió su mirada al rumbo que tomó Hongjoong, incluso cuando este se dejó de hacer visible. Se sentía abrumado pero a su vez aliviado porque no se había llevado a cabo el encuentro que tanto quería el alfa.

—Lamento mucho lo que ocurrió —se volteó para concentrar su atención en el rey, quien también lucía menos intimidante que antes —. Sabía de su condición, debí haber hecho una mejor gestión para que esto no ocurriera.

No dijo nada, puesto que seguía abrumado por lo que acababa de pasar y por el actuar del rey, quien ya parecía haberse dado cuenta de aquello, dejándolo saber al momento en el que desvió su mirada.

—No busco ser grosero, pero, usted no debería estar rondando los pasillos de esa forma. Es entendible su estado, debo admitir que pensé erróneamente en que usted se mantendría dentro del cuarto…

—Lo haría, pero mi padre está insoportable —murmuró, captando la mirada del Rey.

— ¿Su padre?

—El barón Jung. Vino y me arrastró en esto para acompañar al rey Jimin.

—Oh.

Guardaron silencio por unos segundos, entonces vio al joven soberano comenzar a caminar, luego se detuvo y se volteó hacia él.

—Acompáñeme, arreglaré este problema.

Titubeó ante aquello, aunque no podía negar que la ligera sonrisa del rey le daba una cierta pincelada de confianza.

—Iremos a la oficina, allí llamaré a quien nos ayudará con esto y pronto el problema estará resuelto, ¿sí?

Entonces, las campanadas que anunciaban el inicio del cortejo fúnebre se hicieron oír, por lo tanto recordó que aún estaba en pijama y a su padre.

—Uh, el funeral…

—Está bien si no asiste. Será un proceso más largo de lo que cree y estoy seguro que no quiere, ni necesita, el estrés que aquello le generaría.

— ¿De verdad? —pudo sentir cómo su cuerpo perdía tensión al ver cómo el rey Soobin asentía.

Así que, con una ligera sonrisa estaba siguiendo los pasos del rey rumbo a la dichosa oficina y finalmente resolver los problemas que han hecho de un viaje tan duro una completa pesadilla.

Firmó aquella autorización real, entonces comenzó a escuchar ruidos por fuera de la oficina.

Alzó la mirada mientras se preguntaba si acaso debería pedirle a los guardias que lo dejen hacer su trabajo en paz, pero entonces, una de las puertas se abrió, dejando ver a Namjoon con una expresión de disculpa.

—Siento interrumpirte, pero Jeongyeon está aquí y exige hablar contigo.

Miró unos segundos la caja dorada que yacía a su lado, entonces guardó los documentos que estaban en su escritorio ahí y la cerró con llave.

—Usualmente te diría que no, pero tengo que hacerlo —contestó —. Hazla pasar.

El mayor asintió, pero antes de retirarse, decidió interceder un poco.

—Jeongyeon está molesta, sea cual sea la razón. Intentará hacerte sentir mal.

— ¿Cuándo no? Ya me acostumbré a que me insulte.

Namjoon guardó silencio unos segundos, entonces asintió y se retiró de la oficina, dejando solo por un momento a Soobin, antes de que la mujer hiciera su furiosa aparición.

Soobin alzó una ceja al notar el desentonando vestir de la viuda.

Todos debían vestir de negro en señal de luto, algo que solo se podía evitar.a menos de que no estuvieras en la nación, o aún siguieras en pijamas.

¿Qué hacía alguien como la ex-reina y viuda de su padre vistiendo con los colores representativos de la familia real?

Es algo que también notó en su hermano menor. Lo cual se sentía como una completa falta de respeto.

— ¡¿Se puede saber por qué demonios humillaste a mi hijo?!

—Toma asiento —contestó, causando que la mujer aumentara su enojo.

— ¡No voy a sentarme, quiero que te disculpes con el príncipe heredero!

Soobin no dijo nada, solo se dedicaba a mirar con cierto engorro a su madrastra.

¿Es que acaso Hongjoong se había victimizado, o para ella es ridículo pensar que intentó corregir a su hijo?

— ¿Acaso sabes la barbaridad que estaba haciendo Hongjoong?

—Eso, no amerita que lo humilles.

—No humillé a nadie, Jeongyeon —se levantó del escritorio, mirando a la ex-reina fijamente —. Hongjoong fue reprendido por su actuar inadecuado, y por ello, le dije que se disculpara con el tercer involucrado.

— ¡¿Y quién demonios crees que eres para hacer eso?! Una corona, jamás te dará el derecho para actuar así con mis hijos.

—Hongjoong estaba acosando a un omega, ¿cómo puedes hacer la vista gorda de eso y enfocarte en algo que, encima, es mentira?

— ¡Y qué! Mi hijo está en todo su derecho de descargarse con los omegas que quiera, ¡Tú no…!

—Suficiente —interrumpió las palabras de Jeongyeon mientras rodeaba el escritorio para quedar frente a frente con ella, expresando su molestia en su aroma, aún cuando ella no podía percibirlo porque es una beta —Hongjoong tiene de aquí al final del día para disculparse con el omega. De no hacerlo  será enviado a un internado en cuanto acabe el luto nacional.

—Ni hablar, mi Hongjoongie no se rebajará a esas estupideces.

—Entonces, está decidido. Aprovecha estos últimos días con tu adorado hijo, porque pronto estará fuera del reino.

Los ojos de la mujer se volvieron igual de amarillos que su núcleo mágico, demostrando que su enojo la hizo perder el control de su magia.

—Si no querías que esto ocurriera, habrías hecho lo más sensato. Hongjoong ya no es un niño, es el príncipe heredero y debe comportarse como la corona se lo indica. No como un malcriado prepotente.

— ¡¿Cómo se te ocurre hablar así de mi hijo?! —la furia de la mujer llegaba a emanar de su piel, la habitación comenzaba a teñirse de un amarillo intenso en señal de que todo objeto inerte podía convertirse en un proyectil en contra del joven soberano, pero este no parecía atemorizado.

— ¿Acabaste con tu rabieta?

— ¡Tú eres un malcriado de primeras, un imbécil sin núcleo ni dignidad! —exclamó Jeongyeon, haciendo que los muebles empiecen a levitar — ¡Maldito bastardo, me las vas a pagar!

—Retírate de esta oficina, ahora —ordenó el pelinegro.

La ex-reina detuvo su magia cuando escuchó la orden y en lugar de obedecer solo comenzó a reírse como una histérica.

— ¡Eres tan patético! Eres incapaz de quitarte la culpa ¿no?

No dijo nada, puesto que no tenía ganas ni el tiempo para insultar de vuelta, no iba a dejarse caer tan fácil con que le llamen patético.

Ha escuchado mejores insultos.

—Sabes que eres tan culpable de que tu padre se muriera, por eso no puedes aceptar que esta oficina es tuya, ¿no?

Mantuvo su semblante sereno, aún cuando en el fondo no se sentía así.

—Tu teoría no tiene coherencia alguna. Pero gracias, ahora sé que la oficina me pertenece.

La mujer negó mientras se reía, al menos hasta que dejó de mostrar esa expresión de burla para dejar entrar el desprecio.

—Eres tan egoísta, sé que es esto lo que querías. Sabes que le quitaste toda su vitalidad.

—Deja esos improperios, largo de mi oficina.

Jeongyeon apretó sus puños antes de insultarlo una vez más y finalmente abandonar la oficina.

Suspiró cuando el espacio quedó de nuevo en silencio, aunque con el ambiente bastante tenso.

La oficina del rey no es pequeña, se trata una magnífica pieza de oro, su padre y su abuelo hicieron las reformas para que los muebles se mantuvieran por largos años de reinado. La fuerza y el poder reflejados en la calidad de las pocas piedras preciosas que su padre amó engarzadas en las murallas como si hicieran un camino hacia un punto, el cual acababa cuando la vista se centraba en el retrato del fallecido Rey Minhyuk.

Una majestuosa obra que a quienes la miraban por primera vez, les absorbía su completa atención.

Soobin miró el cuadro de su padre, preguntándose tantas cosas en su mente mientras que, de alguna forma, buscaba una respuesta en la empoderada mirada de su padre, quien lucía casi tan joven como él. Ya que se trataba del primer retrato que se le hizo una vez, al igual que él, ascendió al trono.

Estuvo así unos segundos antes de negar suavemente y volver a lo que estaba haciendo antes de la interrupción de Jeongyeon, intentando guiar sus pensamientos al trabajo que le quedaba por hacer en lugar de aquellas preguntas que ya no tendrán respuesta.

Revisó el documento, el cual hablaba de una junta que tuvo el parlamento respecto a la baja de nacimientos en el reino, al menos hasta que escuchó suaves golpes en una de las puertas de la oficina, haciendo que levante su vista del papel, algo confundido y frustrado por la continua interrupción a su trabajo.

Se supone que la gran mayoría estaría asistiendo al cortejo fúnebre de su padre, pensó que estaba sólo.

—Adelante.

Su voz se hizo clara en lo que guardaba el documento en la caja dorada y la puerta era abierta.

Una cabellera castaña se hizo ver y luego el rostro de Kim Beomgyu se hizo presente, haciendo sonreír al joven soberano.

—Señor, te traje café —el chico se encaminó hacia el escritorio con una pequeña bandeja entre sus manos y una taza con el café recién preparado.

—No debías, gracias —la taza pronto fue dejada con delicadeza en el escritorio, entonces Beomgyu se sentó en el sofá, dejando que la bandeja repose en su regazo.

—Vamos, llevas apenas cuatro días pero puedo apostar que estás exhausto.

—Mm, no me quejo —contestó el joven mientras tomaba la taza y bebía un sorbo, dándose cuenta que Beomgyu sabía cómo le gustaba su café.

Lo probó por primera vez cuando estuvo en la universidad del reino aliado, ¿cómo pudo saberlo su amigo si nunca lo acompañó?

—Minho ya me puso al día con tu vida universitaria —comentó el castaño, tal como si hubiera leído su mente, algo que hubiera sido una realidad si su magia fuera púrpura y no verde —. Y pensé que darte ánimos con tu café favorito no haría mal.

Bueno, aquello sí le dio ánimos.

—Gracias, Gyu.

—También quería decirte que el hijo del barón Jung ya está acomodado.

—Oh, grandioso —sonrió un poco al recordar cómo se comportaba Yeonjun, tan callado y nervioso cuando abandonó su oficina —. Debe estar más tranquilo ahora que tiene un espacio para él.

—Sí, se le vio en la cara —concedió el menor, quedándose callado por un momento al ver que Soobin sacaba el documento de la caja y volvía a su trabajo mientras bebía del café.

Lo vio hacer su trabajo unos minutos, al menos hasta que su curiosidad ganó el control de su lengua.

—Sabes que somos amigos, y que si te pregunto es por curiosidad, ¿no?

Soobin levantó la mirada del papel a Beomgyu, asintiendo con una creciente confusión por las palabras de su amigo.

—Bien, no quiero lucir igual que mis padres, ¿por qué decidiste darle el trato que se le da a un príncipe si su título ni siquiera es válido aquí?

— ¿Hum?

—Escucha, nada en contra del chico, es muy amable y puedo apostar que es buena persona si me propongo a conocerlo —comentó Beomgyu —. Pero no entiendo que hayas derivado al chico al pabellón Brisa cuando aún teníamos un amplio repertorio en el pabellón Ave, el cual es exclusivamente para los huéspedes.

—Oh, es por eso.

—Beomgyu, él es Yeonjun, el hijo del barón Jung. Lamentablemente no se nos informó con anticipación su presencia, así que quería pedirte que lo deriven a una habitación en el pabellón Brisa. Y si es posible, que no lo molesten y solo lo atiendan los omegas.

Bebió un sorbo del café, pensando en qué responderle al castaño y comenzando a sentirse un poco nervioso por lo dicho. No fue

—Soobin, está bien. No digo que esté prohibido, solo inusual —comentó Beomgyu en un intento de relajar a su amigo —. Aunque, quería preguntarte si lo conoces desde antes.

—Solo fui amable. No es que lo conozca desde hace tiempo.

Ambos se quedaron callados en el momento que Soobin dijo aquello, entonces Beomgyu notó algo extraño en su amigo.

Entró a trabajar como asistente del Rey Minhyuk poco después de que Soobin hubiera partido a la universidad, pero, el pelinegro y él siempre fueron mejores amigos.

Aún recordaba lo callado que era el pelinegro cuando ingresó al jardín de niños, a pesar de que sus padres trabajaban en conjunto, no había tenido la dicha de conocer al en aquel entonces Príncipe Heredero hasta ese día.

Como tal, era suficiente tiempo para conocer la mayor parte de cómo es que su amigo suele actuar en ciertas situaciones, cómo sus ojos comienzan a mirar por todos lados cuando está afligido, la manera en la que se concentraba mientras movía sus manos o que sus dedos hacían acrobacias con el bolígrafo.

Así que, sí. Su amigo estaba extraño.

—Supe que Jeongyeon habló contigo, ¿te hizo algo?

El joven soberano llevó su mirada al documento, intentando no pensar en los insultos y la forma en la que ella lo trató.

—Bin…

—Surgió un problema con Hongjoong y tuve que discutir eso con ella. Eso es todo.

—Sabes que puedes decirme lo que te dijo, ¿no?

—Solo fue vulgar.

—Soobin…

El rey inhaló hondo, luego miró a su amigo con una expresión seria.

—Yoo Jeongyeon adora insultarme con vulgaridades, burlarse de mi ausencia de magia y ahora añadió a su extravagante repertorio la idea de echarme la culpa de la muerte de mi padre.

—Eso ni siquiera tiene sentido.

—Lo sé. Lo que me preocupa es el problema que causó Hongjoong.

— ¿Qué hizo el demonio ese?

—No lo llames así, es volátil pero no amerita que lo llames de esa forma.

Beomgyu rodó los ojos ante el comentario de Soobin, aunque debía admitir que tenía razón, primero que nada, Hongjoong seguía siendo un niño, luego estaba el hecho de que Jeongyeon en esos cuatro años de ausencia, la mujer se había encargado de obligar a todo el personal para que lo trataran como si fuera el en aquél entonces príncipe heredero, a pesar de que Soobin aún seguía en la línea de sucesión.

No le era de extrañar que, a pesar de que Hongjoong no es una persona especialmente humilde o siquiera agradable, Soobin habría decidido cuidar su espalda.

A pesar de que lo hacía por el bien de la corona.

— ¿Qué fue lo que hizo?

Soobin iba a contarle lo sucedido, pero entonces Namjoon entró y se robó la atención de los dos jóvenes.

—Soobin, Kai quiere hablar contigo, dice que es una emergencia.

Beomgyu y Soobin se miraron, al menos hasta que el joven rey accedió a ver a uno de sus más fieles súbditos.

Cuando invitó al rey Jimin, sabía que debía esperar a que el hombre se instalará bien en el palacio, puesto que ambos tenían un asunto político que resolver de forma oficial. Al menos esa era la idea que siempre tuvo del asunto.

Es por eso que se descolocó cuando Huening Kai le comentó sobre el rey Jimin.

Estaba molesto.

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