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Los pobres no tenemos muchas instancias de diversión. Se nos niega el acceso a los libros y no vamos a ver las nuevas obras de teatro; eso está reservado para los ricos. Pero hoy seré testigo de un evento que me causa mucha expectación. De solo pensarlo, comienzo a emocionarme. Espero que sea algo muy divertido, porque no sé si seré capaz de volver a ver algo así en mi vida: por primera vez presenciaré una ejecución pública.
Vivo en la Francia de 1793.
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