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Capítulo 34

El repiqueteo de la lluvia había aminorado a medida que las horas del día transcurrían con lentitud. Ya bien entrada la tarde solo caían unas pocas gotas lodosas que resonaban como un martillo contra el metal del techo.

-¿Qué es esta tormenta? - Pregunté con voz apagada y somnolienta, desperezándome después de haber pasado horas dormida envuelta en la gruesa manta que Shiloh me había cedido. La prenda olía a polvo por haber pasado demasiado tiempo enterrada en lo más hondo de algún armario.

Parpadeé varias veces para habituarme a la escasa luz del lugar y clavé la vista en un charco oscuro que había sido formado por una gotera cercana a nosotros.

Él descansaba apoyado contra la pared y yo con la cabeza sobre su regazo.

-Según los exploradores, lo más norte del mapa es solo un yermo de cenizas y barro. - Murmuró despacio. Probablemente él también se había quedado dormido esperando a nuestros compañeros, de los que todavía no había noticia alguna. - No hay vegetación que sostenga o renueve el terreno, por lo que cuando en otoño e invierno los vientos que soplan desde el norte arrastran grandes cantidades de polvo y escombros. -Asentí, intentando imaginarme el inmenso páramo desolado que tendría que existir para que eso sucediera. Allí sentada, separada por una puerta de un exótico y ponzoñoso bosque de extensos kilómetros de longitud, era difícil formar la idea en mi mente.

-Eso explica el color de la lluvia, pero no el hecho de que abrase la piel. - Él se encogió de hombros, como si nunca se lo hubiera planteado o como si no le importara demasiado. Desde luego, de su boca no conseguiría una respuesta estrictamente científica.

-No lo sé, quizás pequeños cristales, sustancias extrañas o restos de cualquier otra cosa. - Contestó sin demasiada gana, inmerso en sus propios pensamientos y jugando distraídamente con los mechones de pelo marrón que se me enredaban alrededor de la cara.

Acepté la respuesta. Mi mente necesitaba evadirse y la mejor idea que se me ocurría era seguir tirando del hilo de mi curiosidad. Sin embargo, Shiloh parecía mucho más cómodo aguardando que algo sucediera en silencio, como un soldado.

Mi cuerpo aletargado comenzaba a despertarse después de que Shiloh me hubiera dado unos ungüentos para las nuevas heridas. El dolor era cada minuto más vívido y me hacía recordar con claridad cómo me había abierto cada nueva brecha en la carne.

Cerré los ojos tratando de ignorar los gritos de mi propio cuerpo e intentando controlar la mente.

Quería irme lejos y no pensar en mis dos compañeros enfrentándose a muerte bajo los gritos coléricos de cientos de personas deseosas de sangre fresca. No quería imaginarme el sonido de los filos rugiendo tras cada choque violento, ni espadas brillantes y chorreantes de rojo después de haber arrebatado una vida. Traté de no recordar la traición y me aferré al clavo ardiente que eran las palabras que Rona me había dedicado. Me agarré a su siempre firme lealtad y a su cometido de mantener vivo a su líder y amigo.

Miré a Shiloh de reojo y lo descubrí con las pupilas clavadas en el portalón del viejo garaje, aguardando. Quise decirle que descansara, que yo continuaría esperando a que alguien apareciera, fuera quien fuese, pero sabía que serían palabras que no tendrían ningún tipo de efecto en él. Después de unos segundos reuniendo en valor necesario para enfrentarme al dolor, apreté los dientes y me levanté de sus piernas para apoyarme contra la pared. Solté un suspiro de esfuerzo y acomodé la manta para cubrirnos adecuadamente. El movimiento de las telas me descubrió que el chico sostenía con fuerza su espada.

-Todo saldrá bien. - Dije, fijando la vista en el mismo lugar que él y tratando de tranquilizarlo aunque ni siquiera yo misma me creía las palabras.

-Sí.

***

Ya era bien entrada la madrugada y hasta entonces no habíamos vuelto a dormir, hablar o comer, solo aguardado en la densa oscuridad a que algo sucediera. Encender un fuego para calentarnos y ver nuestro alrededor era arriesgado, ya que podríamos atraer a los enemigos como polillas a la luz, por lo que nos apretamos entre la áspera y gruesa manta y aguzamos el oído, de modo que se nos cortaba el aliento cada vez que un ruido llegaba desde el exterior, aunque simplemente fuera el susurro del viento, el correteo de un pequeño animal, o el goteo de los restos de la tormenta.

Cuando unos sigilosos pasos sonaron cerca del lugar, nos pusimos en pie rápidamente sin necesidad de intercambiar ni una sola palabra. Shiloh se movió como un suspiro hacia el portalón y me hizo señas para que me colocara detrás de la puerta. Desenfundó su espada y yo sujeté las dagas con fuerza. Él atacaría de frente y yo desde la espalda.

Mi corazón bombeaba ferozmente contra los pulmones, incluso parecía que los órganos interferían entre sí cuando me imaginé en el exterior un ejército entero listo para acabar conmigo de una vez por todas.

Una pizca de esperanza me hizo mantener la calma, quizás nuestros compañeros habían coincidido también en que este era el lugar perfecto para una reunión.

Cuando la puerta metálica se abrió con lentitud y dos personas encapuchadas dieron inseguros pasos hacia el interior, Shiloh colocó su espada justo encima del corazón del primer individuo y yo coloqué mis puñales en la garganta y en uno de los riñones del segundo.

Ambos se tensaron automáticamente, evidentemente sorprendidos por aquel recibimiento.

Nadie pronunció ni una sola sílaba. Solo se percibían cuatro respiraciones entremezcladas y varios zapatos rozando el cemento roto.

Empujamos a los anónimos hacia el interior, manteniéndolos bien sujetos y acorralándolos en una esquina de modo que fuera prácticamente imposible que huyeran.

-Una sola palabra más alta de lo debido y os atravesamos de lado a lado, ¿entendido? - Shiloh habló en un susurro estremecedor que hizo que incluso mi propio corazón latiera de manera irregular durante unos segundos. - ¿Quiénes sois?

Sorprendentemente, uno de los anónimos suspiró con alivio.

-Bajad eso, por favor. Estamos solos. - La voz de Zay sería reconocible en cualquier lugar. Automáticamente mi compañero se apartó de él, dejándolo libre del hierro cortante que antes había presionado su esternón.

-¿Rona? - Pregunté, apartando con duda mis propias armas del cuerpo que yo misma tenía arrinconado.

-Si. ¿Estáis bien? - Su tono fue indudablemente familiar y yo me relajé, alegre de poder comprobar que todavía estaban con vida.

Sin embargo, a mi lado, Shiloh se puso todavía más rígido y se abalanzó hacia la mujer.

-¡¿Estás bien de la cabeza?! - Gritó, como si se hubiera estado repitiendo mentalmente la misma pregunta desde ayer. Mi cuerpo formaba una barrera entre ambos, pero la figura amenazante del muchacho trastabilló conmigo para intentar acceder a ella. - ¡Tú te has vuelto loca! - Puse mi mano en su pecho y pareció darse cuenta de que estaba alzando la voz por encima de lo recomendable. Retrocedió unos pasos y lo escuché a mis espaldas dar vueltas sobre sí mismo.

-¿Estás desconfiando de mí? ¿Crees que soy una traidora? -La eludida contestó notablemente ofendida y con un creciente enfado asomando en el tono de sus palabras.

-¿Cómo se supone que me tengo que tomar que le arrebates el mando a tu líder? - Shiloh volvió a acercarse rápidamente a ella, pero Zay y yo lo interceptamos a tiempo. - Desleal. - Escupió la palabra, dolido de que su amiga de la infancia lo hubiera dejado tirado.

-Calmaos los dos. Ya. - Intentó mediar con su voz autoritaria, pero fue ignorado completamente.

-¡¿Se supone que debía repetir tus mismas palabras de mierda?! - Rona también habló más alto de lo debido. Si alguien los hubiera seguido podrían escucharnos perfectamente. - ¡Ya se ve lo bien que te ha funcionado!, ¡He hecho lo que debía!, ¡No llevo años confiando ciegamente en ti y cubriéndote del lado derecho para que ahora me llames traidora!- Los pulmones se me desinflaron. En todo el tiempo que había estado entre ellos jamás había escuchado a nadie hablar de la mitad enferma del cuerpo de Shiloh, ni siquiera mi incesante curiosidad me permitía tocar el tema.

Un silencio incómodo y lacerante se propagó por el lugar.

-Que te jodan, Rona. - Y acto seguido se apartó varios metros de nosotros, dejándonos tan helados como un lago en invierno.

-¿Os vais a callar de una vez? - Zay estaba molesto por la actitud de sus compañeros, pero luchaba por mantenerse sereno y sostener su perfecta máscara de frialdad. - Rona ha hecho bien, ahora lleva las riendas de la comunidad, pero todos nuestros planes siguen adelante. Estamos en el mismo equipo. Si hubiera actuado de otro modo ninguno nosotros tendría el control de la situación. Se habrían rebelado y todo se hubiera ido a la mierda.

-Mira, alguien que confía en mí. - La mujer habló entre dientes.

-Rona. - Dijo a modo de advertencia, ya agotado. Hizo una pausa, esperando a que alguien hiciera alguna intervención más- Hay que tener mucho cuidado, lo más probable es que la tengan vigilada. Si ven que todavía tiene algún tipo de relación con nosotros, se acabó.

-¿Se supone que seguimos adelante? No sé cómo vamos a hacerlo si el pueblo no quiere ir a la guerra. - Shiloh habló desde unos pasos más allá de nosotros, todavía molesto.

-Que yo mantuviera con vida a Lizzé no les gustaba, pero la intromisión de Xena tampoco es de su agrado. No son tontos, la mayoría saben de sus intenciones. Pelearán contra ella.

-Ahora que Rona está al mando y ha prometido entregar a Lizzé, Xena no atacará, porque va a conseguir a la forastera muerta. Ya no hay escusa, no hay batalla. - Shiloh explicó sus dudas, resentido.

-No podemos olvidarnos de lo que realmente desea. - Aclaró Zay- No quiere Lizzy, quiere el control de la comunidad, y ahora que el puesto es inestable, atacará.

-¿Y si no lo hace?

-Te aseguro que lo hará.

-¿Han mordido el anzuelo? - Pregunté suavemente. - ¿Saben nuestros supuestos planes?

-Los gemelos han estado infiltrados en nuestro territorio, la falsa información le llegará a Xena, no te preocupes. - Rona permanecía cortante como el filo de mi puñal, pero su tono de voz era más discreto que anteriormente. - No habrá tropas en el valle y no habrá arqueros en las colinas.

-¿Y los coches? - Shiloh todavía mostraba cierta desconfianza.

-Listos. Harán lo planeado sin ningún problema. - Zay respondió con seguridad, confiando en el trabajo mecánico que había llevado a cabo.

-¿Tu hermano Brett está listo? - Pregunté a la chica.

-Está deseando que llegue el momento.

-¿Cuándo lo haremos? -Me volví hacia Zay, que continuaba serio y firme ante las circunstancias.

-En un par de días.

-¿Qué pasará contigo, con tu puesto como regente? ¿Y qué pasará conmigo? Aunque ganemos esta guerra, estamos exiliados. No podremos volver.- Shiloh habló mientras se aproximaba a nosotros de nuevo.

-No lo sé, pero ya se nos ocurrirá algo.­ - Y cuando Zay contestó, una tonelada de culpa me aplastó contra en pavimento.


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