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9

SERENA


—¡Vete! —le grité desde el interior del baño, mirando hacia la puerta como si en cualquier momento pudiera abrirla—. ¡La policía viene en camino!

Lo escuché reírse con tanta confianza que los vellos de la nuca se me pararon.

—No lo creo. Además, ¿de verdad piensas que la policía te ayudará a tiempo? Podría derribar esta puerta en un segundo si quisiera.

No tuve dudas de eso, lo que me provocó puro pánico. Mi respiración estaba acelerada, mi cabeza daba vueltas... Él sabía que estaba mintiendo, que él tenía a su favor el tiempo y que yo estaba atrapada.

—Mi querida Serena, ¿acaso no entiendes que solo estás empeorando las cosas para ti? —habló y percibí un rastro de burla—. Estás prolongando lo inevitable.

Lo maldije entre dientes, mirando todas las paredes del cuarto en busca de una forma de defenderme en caso de que entrara. Me percaté de que la ventana del baño era lo bastante grande para que yo pudiera salir.

—Abre la puerta. —Lo escuché decir. Hablaba en un ronroneo seductor, como si me estuviera invitando a pasar una velada romántica con él—. Podemos hablar de esto como adultos razonables.

—Eres un acosador, no eres una persona razonable —repliqué con desprecio mientras me subía encima de la bañera para tratar de abrir la ventana.

Mis palabras una vez más le cayeron en gracia. Lo imaginaba apoyado en la puerta, relajado y a la espera de que cediera, regocijándose en mi desesperación.

—¿Un acosador? Haces que suene tan siniestro. Prefiero el término admirador. Admirador suena mucho más romántico, ¿no crees?

—Estás demente.

—Y no creo que escapar por la ventana sea una buena idea —añadió sin hacer caso a mi ofensa—. Podrías hacerte daño, y no quiero eso.

Maldije en voz baja preguntándome cómo sabía lo que estaba haciendo. Más allá de eso, su preocupación llamó mi atención.

—¿Qué sentido tiene? ¿Por qué te importa que me haga daño ahora?

—Simple: porque me importas —respondió enfatizando en cada una de sus palabras—. Y porque no quiero que la policía se involucre. ¿De verdad quieres arruinar nuestro... momento especial metiéndolos en esto? Créeme, solo empeorarán las cosas para los dos.

—Demasiado tarde, bastardo —repliqué con enojo—. Mis padres en cualquier momento revisarán las cámaras y verán que algo malo sucede, y no tardarán en llamar a la policía. Les contaré todo lo que sé de ti y tu hermoso historial quedará manchado para siempre.

Volker rio de nuevo.

—Llevo en este juego mucho más tiempo de lo que crees, sé cómo evitar que me detecten. E incluso si me ven, ¿qué le vas a decir a la policía? ¿Que un médico fue a tu casa a hablar contigo? Eso difícilmente me convierte en un criminal, eres tú la que tiene problemas aquí, Serena.

—Oh, se van a dar cuenta porque eres tan arrogante que ni siquiera te percataste de que llamé al 911 antes de que entraras, idiota.

En realidad, no estaba segura si ellos habían cogido mi llamada, pero era una buena forma de alejarlo. O eso creí al principio.

—Vaya, vaya... Eres más lista de lo que creía. Aun así, cariño, no te escaparás de mí tan fácil.

—¡Vete! —le grité de nuevo, llena de desesperación al ver que no se había inmutado

Inspiré hondo y regresé a prestarle atención a la ventana del baño. Estaba trabada y aunque pudiera deslizarla, no cabía a menos que quitara el cristal desde el marco.

—No seas cabezota. Sabes muy bien que no puedes escapar por la ventana. Ríndete y abre la puerta. Nos ahorrarás tiempo y problemas a los dos.

—¡Nunca! —grité envuelta por el abrazo de la ira y la supervivencia.

Me envolví el brazo con una toalla mojada y golpeé la ventana una y otra vez hasta que esta se rompió, quedando el espacio perfecto para que pudiera pasar a través.

—No lo hagas —habló con autoridad y... algo más. Había un dejo de desesperación que me sacó una sonrisa victoriosa—. Te harás daño y las cosas empeorarán. Cálmate y abre la maldita puerta.

Lo ignoré y me subí al marco de la ventana, desplazando la mitad de mi cuerpo hacia el exterior. Tenía suerte de vivir en una casa de una sola planta, ya que la caída no me dolería tanto.

Él volvió a golpear la puerta con el puño, esta vez con más fuerza.

—¡Basta! Estás siendo irracional. Sal y habla conmigo, podemos solucionarlo.

—¡Cállate! —grité desde las entrañas, casi eufórica por poder huir.

Dejé caer mi cuerpo hacia afuera. La caída fue de más de un metro y medio, y cuando aterricé sobre la maleza que rodeaba la casa, me torcí la mano. No solo eso, también me había hecho un corte en el antebrazo. Gemí de dolor y me cubrí. No dejaba de brotar sangre. Tuve que obligarme a recomponerme para huir en busca de ayuda.

—¡Maldita sea! ¿¡Por qué tienes que ser tan terca!? —escuché a Volker gritar a mis espaldas.

Él iba tras de mí, caminando con pasos firmes y constantes, ni muy rápido ni muy despacio. Tenía la confianza de que podría alcanzarme sin esfuerzos. Era un depredador acechando a su presa y disfrutaba de la emoción de la persecución, y yo no era su primera víctima.

Sin embargo, yo todavía me aferraba a la posibilidad de escapar.

Llegué a la casa de mi vecino más cercano y grité por ayuda, golpeando puertas y ventanas, pero no había nadie. Aun así, insistí, gritando por ayuda, rodeando la casa en busca de una manera de entrar.

Miré hacia atrás. Él estaba cerca y sonreía como un depredador, oliendo mi miedo.

Quise ir a la siguiente casa, pero estaba mucho más lejos, así que tuve la tonta idea de correr hacia el bosque.

El bosque era iluminado por la luz de una luna que no llegaba a brillar lo suficiente. Las espesas hojas de los árboles escondían el camino de mis ojos. Todo estaba lleno de ramas, troncos tirados, rocas... Por más que tratara de correr rápido, avanzaba por una pista llena de obstáculos, con el frío de la noche entumeciendo mis músculos.

Lo peor de todo es que Volker venía detrás, moviéndose rápido y en silencio, con los ojos fijos en mí. No llevaba prisa, era evidente de que me estaba cansando, que mis pasos eran torpes y que cada tanto tropezaba.

La distancia entre ambos cada vez disminuía más.

Me obligué a correr más rápido para poder perderlo entre los árboles, sin darme cuenta de que una raíz sobresalía del suelo. Mi pie se enredó y caí.

La carcajada profunda y burlona de Volker hizo eco en la oscuridad del bosque como una sonata a mi desgracia y terror. Estaba a unos pasos de atraparme, y aunque quise levantarme y huir, mi desesperación y el dolor en mi pie me lo impidieron.

Él se colocó junto a mí, mirando con una mezcla de diversión y condescendencia. Sus ojos poseían un brillo sádico.

—Deberías tener más cuidado, Serena. Correr a ciegas en la oscuridad no es de alguien inteligente —se burló.

Rodé sobre mi espalda y traté de arrastrarme lejos. Él me agarró por el tobillo y tiró de mí hacia él. Su fuerza me dejó desconcertada y mis ojos se agrandaron de espanto al escucharlo hablar:

—No tiene sentido que intentes escapar. Ahora eres mía, te guste o no.

Aquella realidad me atravesó como un cuchillo en el pecho. Sus palabras tenían una cuota de autoridad y posesión que me helaron.

La herida en mi brazo y la torcedura en mi mano me hicieron reaccionar.

—¡Quítame las manos de encima! —grité tirando de mi pie para soltarme.

Siseó, poniéndome un dedo sobre los labios mientras sonreía.

—Cálmate, no voy a hacerte daño, nada más quiero que te quedes quieta un momento.

Me cubrí la herida del brazo, jadeante y desesperada. La sangre y la tierra me habían ensuciado la ropa, y el sudor caliente contrastó con la brisa fría de la noche. Dejé de forcejear, todavía reticente a que me tocara.

Él apretó con más fuerza mi tobillo y me miró con una mezcla de lástima y curiosidad.

—Eres muy persistente, ¿no? —habló en un tono casi admirativo—. Te has resistido bastante.

Se arrodilló sin liberar mi tobillo. Me quedé de piedra al ver que se inclinaba para mirar el corte del brazo con los ojos entrecerrados.

—Parece que hay que coserlo —dictaminó, llevando el pulgar a la herida.

Gemí por el susto y el dolor, y luego jadeé de horror al ver que sacaba la lengua y se lamía el dedo.

¿Acababa de probar mi sangre?

Me negué a creer lo que veía.

—Puedo hacerlo por ti.

Sacudí la cabeza con vehemencia mientras volvía a mis vagos intentos por soltar mi tobillo de sus garras. No quería que él me tocara, mucho menos que escuchara mis gritos de dolor.

—Oh, no seas tan dramática... No soy un cirujano titulado, de hecho, dejé la carrera, pero sé lo que hago. Deberías tratarte ese corte cuanto antes, no querrás que se te infecte, ¿verdad?

—Prefiero eso a recibir tu ayuda —respondí.

Volker alzó una ceja ante mi respuesta, era evidente que mi terquedad lo divertía.

—¿En serio? ¿Prefieres arriesgarte a una infección y a un daño permanente en el brazo a dejar que te ayude? —cuestionó rozando el cinismo.

Fruncí el ceño adolorida y presa del pánico.

—No confío en ti.

Aproveché que estaba agachado para darle un puñetazo y huir de nuevo. Ya no solo estaba herida de la muñeca y el brazo, también iba cojeando por la caída. Aun así, corrí con todas mis fuerzas a través de la espesura del bosque. Necesitaba llegar a la carretera y pedir ayuda, ver si acaso la policía había respondido mi llamada de emergencia.

—¡Tonta! ¡Te arrepentirás de haberme obligado a perseguirte!

La voz de Volker fue como el grito furioso de un animal. Supe que ya se habían terminado los juegos, que él ahora venía enojado, corriendo.

Acortó la distancia que nos separaba con facilidad, sus largas piernas lo llevaban más rápido de lo que mi cansado y herido cuerpo podía soportar.

—¡No podrás escapar de mí! —gritó disfrutando de la caza— ¡Soy más rápido, más listo y mucho más fuerte que tú! ¡Estás malgastando tu energía!

Pronunciaba con tanta arrogancia sus palabras que apreté los dientes de la rabia y el miedo. Él tenía razón: era más grande, más rápido, más listo y fuerte que yo. Pero si en algo me había destacado, era la perseverancia y el deseo de vivir. Me había aferrado a vivir luchando contra Alex y lo haría con Volker.

No iba a darme por vencida.

—Ríndete. Sabes que al final te alcanzaré.

Estaba más cerca, ya ni siquiera tenía que gritar.

Seguí corriendo hasta que me detuve en la orilla de un río. Al otro lado, a tan solo unos metros, podía ver las luces de los autos que pasaban por la carretera.

—¡No! —gritó Volker, prediciendo mis intenciones.

Miré hacia atrás y volví al frente, a la enorme zanja y el río. Yo no sabía nadar, atravesarlo era una locura, pero peor era estar atrapada por las garras de un psicópata.

Tomé aire y salté.

Caer al agua fría fue como caer a una piscina llena de jeringas que me pinchaban la piel. Al principio no pude moverme, mi cerebro estaba congelado, el agua me arrastraba con fuerza. Choqué con rocas, plantas y ramas en mi intento por llegar a la otra orilla. Estaba moviéndome, inútil, tragando agua, gimiendo por el entumecimiento y la desesperación. Aleteaba y movía las piernas, dispuesta a sobrevivir. Había llegado demasiado lejos, no iba a dejarme morir por el agua.

A lloros y jadeos, con la herida en mi brazo más abierta que antes, llegué al otro lado.

Me quedé de rodillas en la orilla, empapada y tosiendo agua.

Estaba a salvo.

Había sobrevivido.

Me puse de pie y miré al otro lado del río, hacia la silueta que era iluminada por la luna.

—Supongo que nuestra sesión termina aquí, doctor.

Esbocé una sonrisa triunfal y seguí mi camino entre los árboles hacia la carretera.

—¿¡Crees que has ganado!? ¡Te encontraré, Serena! ¡Voy a encontrarte, ¿oíste?! ¡Y cuando lo haga, te arrepentirás de haber intentado huir de mí!

Escuché sus palabras, pero no me importó. En cuanto viera a la policía, les contaría la verdad y todos sabrían cuál era la verdadera naturaleza de Volker Kingsley.


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Feliz domingoooooooooooo~

Y, como los kero mushio, los domingos serán los días de las actualizaciones (además de los viernes, ofcorrr)

A partir del próximo capítulo empieza la lucha entre Serena y el olor de Volker (?) y si lo de los chones les pareció turbio, esperen al final jjdjd 

En fin, espero que les esté gustando la historia :3 Esta tercera parte se llama Cacería por una razón, pero tengo que confesar que mi parte favorita es la 4.

Nos volveremos a leer el viernes y no olviden comer!


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