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VOLKER
La puerta se cerró de golpe detrás de ella, dejándolo solo en la oficina. Se reclinó en su silla. La sesión había sido intrigante, por decir lo menos, y no pudo evitar sentir una punzada de satisfacción. Había logrado atravesar los muros que ella había construido, aunque solo fuera por un breve momento. La forma en que hablaba de su observación de la gente y del «olor» único que la atraía, lo había dejado algo perplejo. Era raro que Volker se encontrara con un paciente tan enigmático y se sintió intrigado por las posibilidades de lo que había debajo de la superficie.
Tomó un sorbo de vino y cerró los ojos por un momento, repasando en su mente los acontecimientos de la sesión.
Había algo en ella que no cuadraba del todo. La forma en que había hablado con tanta naturalidad sobre sus comportamientos y el atisbo de vulnerabilidad que había aparecido por un breve instante, ese en el que ella había hablado sobre el olor... Era como si estuviera escondiendo algo, una verdad mucho más profunda de la que no era consciente.
Volker abrió los ojos y miró donde había estado sentada tan solo unos minutos antes. Ella era un enigma que pedía ser resuelto. Pero también entendía que la paciencia era crucial; adentrarse de manera precipitada en el mundo interior de un paciente podría ser contraproducente. Tendría que abordar esto con delicadeza, despegar con sutileza las capas de su psique y revelar la verdad que yacía enterrada debajo.
Tomó otro sorbo de vino y no pudo evitar sentir una punzada de emoción.
Había pasado tiempo desde que se encontró con un paciente que despertó su interés y lo desafió... Para ser específico, un año, y coincidió en que todos estaban hablando de ella aquel día.
Sonrió.
Era como un juego del gato y el ratón.
Cogió su expediente y lo hojeó, estudiando las notas que había tomado durante la sesión. Su mente ya estaba corriendo, ideando teorías e hipótesis que tendría que probar en la siguiente sesión.
Volker esperó su regreso, pero no llegó.
Semana tras semana pasaba sin ningún signo de ella.
Cada vez que llegaba una nueva paciente a su consultorio, esperaba que ella apareciera en la puerta. Cada vez que sonaba el teléfono, contenía la respiración, esperando que fuera ella quien llamaba para concertar otra sesión. Pero el silencio persistía, dejándole una creciente sensación de inquietud e insatisfacción.
Trató distraerse con su trabajo, con sus hobbies, con cualquier cosa que pudiera apartarla de su mente; sin embargo, nada parecía funcionar. Era como si ella se hubiera instalado dentro de su cabeza, ocupando sus pensamientos como un parásito que se negaba a ser expulsado.
Se encontraba repitiendo los detalles de su sesión una y otra vez, tratando de analizar cada sílaba, cada gesto, cada respiración. Tratando de entender qué había sucedido, por qué de repente había desaparecido en el aire.
El sentimiento de impotencia e impaciencia lo estaba carcomiendo y devoraba su exterior férreo. No estaba acostumbrado a que le negaran lo que quería y, sin embargo, allí estaba, incapaz de localizarla.
Consideró comunicarse con ella a través de su asistente, idea que descartó después de que no respondiera el correo que le envió. Incluso, pensó en llamarla o escribirle él mismo, pero eso sería una señal de debilidad, y Volker Kingsley no era vulnerable.
Así que continuó con su rutina diaria, viendo a sus pacientes, viviendo su vida, mientras albergaba una profunda frustración que hervía a fuego lento justo debajo de la superficie.
Intentó convencerse de que se trataba solo de una obsesión, de un capricho pasajero. La verdad era que nunca nadie le había afectado de esa manera. Ella se había metido bajo su piel, despertando sentimientos y emociones que él creía haber reprimido hacía mucho tiempo, y cuanto más tiempo pasaba, más temía no volver a verla.
Su mente estaba llena de visiones de ella, imágenes de su rostro, el sonido de su voz, el olor de su piel, la manera en que lo miró, en cómo su pecho subía y bajaba, después de que sus dedos se tocaron tras sus intentos por coger la pelota... No podía quitársela de encima por mucho que lo intentara.
Empezó a imaginar qué estaba haciendo ella, dónde estaba, si pensaba en él. Se preguntó si ella había seguido adelante, encontrado un nuevo terapeuta o si todavía estaba atormentada por el recuerdo de su breve tiempo juntos.
Con el paso de las semanas, su frustración se convirtió en una auténtica obsesión. Era ridículo, incluso infantil, aun así, no podía evitarlo. Estaba enganchado a ella, adicto a la intensidad de su vínculo y a la emoción de la persecución. Sin embargo, la falta de contacto o de cualquier indicio de su presencia, se estaba volviendo insoportable. Se sentía como un drogadicto privado de su dosis, anhelándola con desesperación, incapaz de satisfacer su hambre.
Una noche, regresó a su casa y encontró el leve rastro de un olor extraño en sus sábanas. Era tenue, pero le recordó a ella. La idea de que pudiese haber estado en su departamento, hubiera tocado sus cosas y olido su ropa de cama o vistiendo las camisas que tan ordenadas tenía colgando de su closet, provocó un estremecimiento de excitación dentro de él.
Caminó hacia la cama, imaginando que ella había estado allí, en su espacio más íntimo, sin que él fuera consciente de ello. Sintió una mezcla de ira, fascinación y algo más, algo más oscuro.
Cerró los ojos, inhalando hondo, y trató de discernir los matices de su aroma. Su imaginación era tan basta que incluso podía detectar indicios de su perfume, su cabello, incluso su sudor. Era como una droga, embriagadora y seductora. Su pulso se aceleró, su corazón latió con fuerza en su pecho. Se quedó tendido sobre la cama, con sus sentidos abrumados por su ilusoria presencia.
Casi podía sentirla allí con él, su cuerpo presionándose contra el suyo, su aliento sobre su piel.
Era enloquecedor.
—Así que quieres jugar a esto, ¿eh? Muy bien, ya que no quieres verme, voy a darte caza, mi dulce y perdida Serena.
Se permitió una pequeña sonrisa, saboreando la emoción del juego. Tenía la ventaja y no tenía intención de perder a una de sus presas.
El juego apenas comenzaba y él estaba decidido a ir un paso por delante.
Se sentó en la cama, y permaneció allí durante lo que pareció una eternidad. Quería castigarla, hacerla pagar por haberse marchado sin decirle nada y haber despertado esos pensamientos en él, por haber huido de él.
Pero también quería saborearla, devorarla...
—Así que quieres jugar a esto, ¿eh? Muy bien, ya que no quieres verme, voy a darte caza, mi dulce y perdida Serena.
Se permitió una pequeña sonrisa, saboreando la emoción del juego. Tenía la ventaja y no tenía intención de perder a una de sus presas.
El juego apenas comenzaba y él estaba decidido a ir un paso por delante.
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Bueno, bueno, al final el que necesita ir a terapia es Volker... y en un futuro cercano ustedes AJAJAJ Ya no los asustaré.
Solo diré que se vienen cositas jiji.
Muchas gracias por leersh~ y las personitas que adquirieron el libro por Amazon, tienen un espacio gigante en mi cucharón :') Sinceramente, no esperaba vender nada JAJAJ pero uds. siempre me demuestran lo contrario.
Un muak para ustedes!!
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