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7.- Dos Meses de Clases y Magia (1/3)


Para la segunda clase, Coni y yo ya nos encontrábamos más preparados; conseguimos dirigir la atención de los niños un poco más que la vez anterior y retenerla el tiempo suficiente para que la mayoría aprendiera algo. Esta vez les enseñé sumas básicas. Se me hacía difícil asegurarme de que todos aprendieran sin papeles, ni lápices, ni prholos para cada uno, pero conseguí arreglándomelas haciendo que todos participaran haciendo varios problemas y escogiendo a un niño al azar para que lo resolviera. Si no lo sabía, alguien más podía dar la respuesta y yo pasaba a explicarles a todos cómo se hacía. No muchos conseguían contestar, pero me pareció que iban entendiendo el método a medida que yo les repetía cómo hacerlo. Para el final de la clase, conseguí más respuestas que al principio. Coni, por mientras, controlaba a los que se portaban mal, gritaban, tiraban cosas a los demás o simplemente distraían.

Izarel no consiguió acertar a ninguna respuesta, con excepción de la última, pero era uno de los que más ponía atención y más participaba, incluso levantó la mano un par de veces para aventurarse a hacer preguntas.

Al finalizar la clase, los niños tomaron sus sánguches de Coni, quien se aseguró de que cada uno se iba solo con uno, ni más ni menos. Izarel fue a tomar el suyo, pero en vez de irse junto a los demás, regresó a su asiento. Habíamos usado piedrecitas para ayudarles a sumar, para usar algo distinto de los dedos. Apenas se volvió a sentar en su duro banco, Izarel reordenó las piedrecitas, concentrado. Coni y yo nos acercamos a una distancia prudente, no queriendo molestarlo, pero atentos por si necesitaba un impulso. Pensé que su comportamiento la clase anterior solo fue por la curiosidad que produce algo nuevo, pero ahí estaba, haciendo todo lo posible por aprender. Yo también quería que aprendiera, estaba emocionado por su impulso, quería ayudarlo, quería que siguiera así. Sabía que podía llegar alto si seguía estudiando todos los días con esa curiosidad insaciable.

Luego de un rato intentando el último ejercicio por su cuenta, Izarel levantó la mirada y nos encontró, algo sorprendido.

-¿Cómo te va con eso?- le pregunté- ¿Necesitas ayuda?

Él volvió a mirar sus piedrecitas.

-¿Cómo se hacía?- quiso saber.

Tuve que reprimir el impulso de correr a su puesto a explicarle. El ejercicio era 5 + 4, supongo que era algo complicado para alguien que recién estaba aprendiendo.

-Ya sabes contar ¿No? ¿Por qué no separas 4 piedras del resto?

Izarel hizo eso, tomándose todo el tiempo del mundo para asegurarse de contar correctamente. Las movió a un lado de la mesa de roca.

-Ahora separa 5 piedras más.

Eso hizo, esta vez se demoró un poco menos en contarlas a pesar de que eran más.

-Ahora cuéntalas ¿Cuánto te da?

El muchachito las contó una a una, en silencio, ayudándose con su dedo. Perdió la cuenta dos veces, pero al final dio con el resultado.

-Once- musitó.

-Mejor contemos juntos ¿Te parece?

Separé rápidamente un grupo de 4 y otro de 5 piedras y las fui sacando una a una mientras contaba con claridad. Le iba mostrando las piedras para marcar el ritmo, pero lento para que me pudiera seguir con facilidad. Me tomó una eternidad, pero al final conseguimos contar hasta los 9.

-Nueve...- rezongó Izarel.

Se fijó en el espacio donde habían estado el resto de las piedras, pero no las encontró, porque ya las habíamos usado todas.

-¡Ah! ¡Son 9!- exclamó.

-Así es ¿Ves? Tú puedes hacerlo, solo necesitabas una guía- le aseguré- ¿Crees que puedas hacerte más ejercicios respecto a esto? Cuando vayas caminando por ahí, toma varias piedras y ponlas en tu bolsillo. Luego, cuando estés solo, toma un montón con una mano y otro montón con la otra, dejas ambos montones frente a ti y los cuentas. Intenta sumarlos antes de contarlos todos juntos. También puedes practicar con todo tipo de grupos que veas en tu vida diaria, como la cantidad de casas más la cantidad de niños que vivan cerca, o la cantidad de animales en el río más la cantidad de autos de color blanco que veas pasar por la calle en un rato. Mientras más practiques, más fácil se volverá.

Izarel asintió.

-¿Cómo sabes tanto tú?- preguntó.

-¿Yo? Porque he estudiado mucho. Pero también aprendí a contar y a sumar, igual que tú.

-¿No es porque eres un mago?- inquirió.

-No, no, es al revés. Me volví un mago porque estudié mucho.

-¿Cómo? ¿Solo eso?- alegó- ¿Y cómo haces todas esas cosas de mago?

Pensé en la mejor manera de explicarle teoría de planos.

-Tengo algo así como brazos invisibles que salen de mi cabeza- dije al fin- así puedo modificar los objetos a mi alrededor.

Izarel abrió los ojos de par en par.

-¡¿O sea que si estudio mucho, yo también podré hacerlo?!- saltó.

-Si estudias mucho, mucho, mucho- apunté- pero sí, tú también puedes ser un mago.

-Pero tienes que asegurarte de estudiar siempre que puedas- insistió Coni.

El muchacho esbozó una sonrisa de oreja a oreja y, emocionado, asintió y se fue. Estaba tan metido en su nueva tarea que ni siquiera se acordó de despedirse, pero eso no importaba. Coni y yo lo vimos marchar otra vez, satisfechos.

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Por nuestra parte, nosotros también teníamos mucho que aprender; las sesiones de entrenamiento mágico rara vez eran iguales a la anterior.

Luego de los eventos del mes anterior en la universidad, y específicamente con el secuestro de Coni, los hechizos de bloqueo y alivio me habían quedado dando vueltas en la cabeza. No pasó mucho tiempo para que le pidiéramos a Prípori que nos enseñara a aliviarlo. Esta no se mostró muy reacia, en parte porque prefería que nosotros dictáramos lo que queríamos aprender, en parte porque sería una gran ayuda para cualquiera que peleara contra la policía de Luscus.

-El hechizo de alivio corresponde al área de sanación- explicó- ustedes tres tienen su mente abierta a esa área, por lo que no debería ser mucho problema aprenderlo. Además, apenas es un hechizo de nivel medio.

-Yo ya lo sé usar- apuntó Jrotta.

-Ah, excelente. Eso facilitará las cosas. Entonces Arturo, Coni, primero les enseñaré lo básico y los dejaré practicando. Jrotta, tú te encargarás de vigilarlos y corregirlos... aunque necesitarán una afección.

Alivio quitaba las afecciones que el paciente pudiera estar sufriendo en ese momento, como "bloqueo", el cual paraliza las extensiones mentales y, por lo tanto, impide que la víctima pueda usar magia.

-Dame una a mí- me ofrecí como voluntario- cuando Coni la domine, te podemos pedir que la repitas en él.

-Aw, qué lindo ¿Y qué afección te gustaría sufrir?

Qué pregunta más rara.

-La que sea menos desagradable, supongo.

-Dale una que no le moleste tener por un tiempo prolongado- le pidió Coni- no sabemos cuánto me tomará.

Prípori lo pensó un poco.

-Muy bien, se me ocurre una. Comencemos por la postura.

Cruzó sus brazos a la altura del ombligo, mostrando las palmas abiertas.

-La perla.

Luego se apoyó en el pie derecho, levantó un brazo y conectó el puño del otro a la mitad del antebrazo.

-La fuente.

Finalmente dio un cuarto de vuelta, estiró una mano hacia nosotros y la otra la pasó sobre su cabeza, también apuntándonos.

-La llama. Inspiren dos veces cada 1,5 segundos, expiren 3 veces cada 1,5 segundos. Piensen en algo que les brinde calma, como un paisaje solitario por la mañana o un animal manso, pero no alguien a quien quieran, porque el amor puede alterar esa calma; necesitan estar fríos para brindar alivio. Con ese estado de mente, repitan el hechizo.

Esa era la base: las posturas, la respiración, el estado mental y emocional, y el hechizo en sí; para hacer magia se necesita únicamente que las extensiones muevan el plano mental para influir en el plano material. Sin embargo, para que las extensiones se muevan, primero la mente debe activarlos de la manera justa, y para lograr eso, se requiere de un estado mental específico para cada hechizo. Los pasos se pueden saltar a medida que un mago practica y su mente se adapta al hechizo, pero cuando no se lo conoce, lo mejor es usar todos los recursos a mano para realizarlo bien. Esos eran los pasos que Prípori nos había enseñado.

Coni y yo los repetimos lo mejor que pudimos, nos tropezamos un par de veces, dado que requería mucha concentración recordar y realizar todo al mismo tiempo, pero lo hacíamos mejor con cada repetición.

-¿Crees que lo tienes, Coni?- le preguntó la maestra, luego de un rato de verlo practicar.

-S-sí- contestó, no muy seguro.

-Muy bien. Prepárate, Arturo.

Prípori posó una mano sobre mi hombro.

-Volar.

De pronto, mi cuerpo se sintió más ligero, mi consciencia se "encogió" hacia adentro de mi cabeza, el tiempo pareció ir más lento y me dio un poco más de hambre de lo usual, lo cual no solía ser mucho mientras permanecía en la base. Miré hacia el cielo y creo que comencé a volar. Dejé de preocuparme, incluso de cosas pequeñas en las que uno se fija día a día, dejaron de tener importancia. El peso de mi cuerpo se esparció en el cielo infinito. Ya no me importaba que aprendiéramos o no, estaba centrado en vivir ese momento. Escuchaba las voces de mis amigos a mi lado, pero no tenía ni un mínimo de ganas de ponerles atención; sus palabras surcaban el aire sobre mi cabeza.

Dejé de pensar.

Todo se sentía muy bien.

Y de repente me espabilé. Jrotta y Coni me miraban desde arriba, no porque hubieran crecido de pronto, sino porque yo estaba acostado en el suelo.

-¿Cuándo aterricé?- quise saber.

-¿Qué?- preguntó Coni.

Su expresión de desconcierto me aseguró que nunca había volado.

-¿Cuánto tiempo...- quise preguntar.

-¿Cuánto estuvo así? Como media hora, creo- comentó Jrotta.

-¡¿Media hora?!- salté.

Para mí apenas había transcurrido un minuto. Me senté, mi cuerpo sudaba y se sentía pesado, como si hubiese despertado de una noche completa de dormir tranquilamente.

-Lo siento, no conseguí sacarte de ese trance- dijo Coni- Jrotta tuvo que hacerlo por mí.

-¿Trance?

-¿No te acuerdas de nada?- quiso saber Jrotta- ay, la maestra debería haber usado una aflicción menor.

Me pasé una mano por la cabeza. Si mal no recordaba, Prípori había dicho "volar". En su momento me imaginé que se refería literalmente a volar, pero entonces reparé en la cuenta de que probablemente me había inducido los efectos de alguna droga, usando magia. A pesar de todo lo que había visto, se sentía irreal; no recordaba ningún hechizo así en los cientos de libros que había leído. Sin embargo, ella era la maga que había puesto a reír a carcajadas a una multitud de magos profesionales sin contarles ningún chiste.

Coni y yo practicamos un poco más los pasos para realizar el hechizo. Prípori volvió pronto para hechizar a Coni. Para mi sorpresa, él puso una cara de relajo completo, como si lo hubieran sedado. Prípori lo atajó antes de que se cayera y lo dejó acostado en el suelo.

-Muy bien, ahora te toca a ti intentarlo- me dijo.

Me pasé media hora probando suerte con el hechizo, pero tampoco tuve éxito. A veces aprender hechizos nuevos era difícil y requería de varios intentos. Por fortuna, Jrotta estaba ahí para ayudarnos. Después de un par de horas más, ambos conseguimos sacarnos de esa afección el uno al otro.

Desde ese entonces lo añadimos a la lista de ejercicios que necesitábamos practicar diariamente.

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